No hacía falta que se dijesen nada, él solía aparecer en la puerta del archivo y ella dejaba de hacer lo que estuviera haciendo y le seguía. Subían entonces en un ascensor del que él tenía la llave hasta la última planta del edificio, dónde se encontraban las suites reservadas para cuando los altos ejecutivos de la empresa tuvieran que trasnochar en ella. Tampoco se dirigían la palabra entonces, cada uno concentrado en cómo las luces de los pisos se iban iluminando a medida que subían. Una vez en el último piso, él pulsaba la contraseña en el cuadro de mandos y entraban en una especie de hall de marmol blanco y mahagony al que daban las tres suites ,presidido por una mesa, sobre la que siempre había flores frescas en un inmenso y delicado jarrón de porcelana china. Él entonces abría la puerta a una de ellas con una tarjeta, y la dejaba pasar a ella primero.

Ella solía desnudarse en el baño, y dejar la ropa doblada y colgada en uno de los armarios, cuando salía, él ya la esperaba en la cama.Besos largos, caricias como juego previo.Después era sexo. Todo el que querían y cómo querían. Sin preguntas ni explicaciones.Al final, después de varios rounds, tras haber deshecho completamente la cama, él la buscaba en un beso largo y lento, que, ella, no quería que acabase, y él le regalaba una sonrisa en aquel rostro que ella sabía de memoria, y ella la secundaba acariciándoselo suavemente con los dedos. Tampoco había palabras entonces. Él abandonaba la cama entonces, y se iba a la ducha, ella se quedaba arrebujada entre las sábanas, observando el inmenso paisaje de rascacielos que se podía ver desde la cama, imaginándose que si alguien en esa inmensidad les hubiese observado con un catalejo, hubiese llegado a la conclusión de que eran dos amantes clandestinos dando rienda suelta a su pasión. Él regresaba al cuarto ya vestido, impecable en un nuevo traje, y llamaba su atención con un carraspeo, ella solía incorporarse levemente y le sonreía como despedida, moviendo los dedos en el aire, él normalmente asentía, se ajustaba bien las mangas del traje, y se iba de la suite. Ella podía tomarse el tiempo que quisiese en volver al archivo. Pero normalmente, se levantaba y también se daba una ducha. Después, volvía a ponerse la ropa que había traido y abandonaba la suite a su vez.

Todo había empezado hacía dos años. Por casualidad. Él había bajado al archivo a buscar unas actas que necesitaba, ella se había extrañado de que fuese él y no una secretaria o un asistente quien se ocupase de semejante tarea, pero no había dicho nada, nunca le había visto antes, en realidad, ella no solía tener contacto con nadie que trabajase en el edificio, sólo con Sally, su compañera del archivo, que normalmente se pasaba el día escaneando documentos y archivando lápices de memoria, ella se ocupaba del orden de las actas y lomos de sentencias encuadernadas en cuero negro. Tras acabar su jornada, salían por una puerta lateral, que daba al jardín que rodeaba el edificio, con lo cual, ni siquiera entonces tenía contacto con nadie que no fuese secretaria o asistente de alguien. Aquel día sin embargo, él había aparecido de repente ante ella, que en ese momento se disponía a desempaquetar un nuevo envío de lápices de memoria.

-Buenos Días- Ella continuó en su labor de desempaquetar los lápices.

-Buenos Días, en qué puedo ayudarte?- Saludó sin mirarle, abriendo una nueva caja.

-Necesito el acta Clarkson X34- Ella levantó la vista de la mesa entonces, y por un instante su mente se vació, acertó a sonreir levemente y se incorporó.

-Clarkson?

-Sí, la X34- Repitió él, su rostro de agradables facciones le devolvía también a su vez una leve sonrisa, ella carraspeó.

-Pues…estará en la C…claro- Tras decirlo se sintió tan estúpida que sintió como se sonrojaba hasta las orejas, él sonrió sin hacer comentario al respecto y asintió en silencio. Se alejaron entonces hacia las estanterías y tras localizar la C, avanzaron lentamente hasta encontrar la fila donde podría encontrarse el acta Clarkson, R,S, T, U,U2 ella no pudo evitar reirse.

-Lo siento…-Se disculpó, sin poder evitar volver a soltar una carcajada, él también rio.

-A lo mejor ahí se guardan las partituras…- Anotó, y ambos rieron entonces.-Te gusta U2?-Ella asintió.

-Y a tí?

-Siempre que puedo voy a los conciertos…-Ella se encogió de hombros

-Yo tengo algún CD…o en Spotify…- Explicó haciendo un desleído gesto con las manos, y se hizo un silencio entre ambos, en el que ambos se miraron y el tiempo pareció detenerse. Y sucedió. Él la buscó sin más, ella le secundó y él recogió el rostro de ella entre sus manos mientras ella se aferraba a las solapas de su hasta entonces impecable traje, las manos de él, sin darle tregua, se deslizaron por debajo de su blusa y las de ella,buscaron descamisarle y abarcar su espalda, mientras él se hacía ya con su cuello.

-Cómo te llamas?-Preguntó el para morderle los labios después sin darle tiempo a contestar.

-May- Susurró ella, mientras el parecía querer devorar su cuello y sus manos hacía tiempo que habían logrado desabrochar el sujetador y parecían haberle encontrado gusto a lo que este albergaba.

-May..-Repitó él deslizando entonces sus manos por dentro del pantalón de ella, provocando que ella contuviese la respiración, él sonrió contra sus labios entonces y fue ella quien le buscó ya casi sin aliento

-Trevor..-Susurró él mientras era ella quien se entretenía en el cuello de él.

-Trevor…-Repitió ella, y deslizó entonces su mano por dentro del pantalón de él, quien gimió contra ella y la buscó otra vez en un beso.

Sally primero le vio salir a él de la zona de estanterías, con un acta bajo el brazo, tratando de ponerse bien la corbata , se extrañó de que llevase el pelo tan despeinado, normalmente los ejecutivos que trabajaban en la casa parecían competir a quién se peinaba mejor, también de la sonrisa que le había dispensado al verla, como relajada y jovial, como si se alegrara de verla, aunque ella no le había visto nunca.

-Se lleva usted el acta?- Él asintió y continuó camino hacia la puerta de salida del archivo sin darle más explicaciones, a ella le pareció oirle reír antes de que la puerta volviese a cerrarse tras él.

Después salió May, llevando varias actas en las manos y pareció no darse cuenta de su presencia.

-May?- May la miró con una sonrisa beatífica.

-Qué acta se llevó ese?- May dudó un instante y soltó una carcajada.

-Una Clarkson..- Contestó, tras carraspear varias veces, y continuó su camino hacia el fondo del archivo, Sally negó con la cabeza y regresó al despacho a hacer que trabajaba.

Esa tarde, cuando May abandonó el archivo, le encontró ya esperándola.

-Hey..

-Hey…-Él se acercó a ella midiendo sus pasos.

-No era el acta correcta?-Bromeó ella, él sonrió y la buscó a medias

-Correctísima- Susurró, ella no pudo evitar reirse.

Desde entonces no se habían vuelto a separar. Se habían casado un año después y habían buscado convertirse en padres casi inmediatamente, pero todavía no habían tenido éxito. Se habían hecho con una maquinita que les delataba con exactitud qué días eran fértiles y cuáles no. Los días que aparecían verde en el visor, Trevor pasaba a buscarla a media mañana y subían a las suites a incrementar la posibilidad de embarazo. Como socio, no necesitaba permiso especial.

No necesitaban hablar. Sus cuerpos siempre lo habían hecho por ellos.