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Alquimista de Historias

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Archivos mensuales: febrero 2024

Laguna

18 domingo Feb 2024

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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El color del agua cambia según el día. Se lo había dicho con tanta ilusión, que ella no se había atrevido a decirle que en realidad eso ocurría con todas las masas de agua expuestas al aire libre. Además le enseñó fotos en el móvil, de aquel lugar paradisíaco, con la mezcla perfecta de eterno verano, agua y calor, y ella había aceptado su propuesta de ir allí en el bloque de vacaciones pendientes que la empresa de él le había instado a coger antes de que acabase el año. Además es temporada baja, vamos a estar prácticamente solos, le dijo. Prácticamente solos. En aquel momento, esa definición se quedó revoloteando unos instantes en su cabeza, como algo que no tuviera sentido o escapase a su entendimiento, pero se fue como vino, sin más. Dejar por unos días las tormentas de nieve, el ruido de la gran ciudad y la rutina extenuante del trabajo no le pareció, al fin y al cabo, tan mala idea.

El vuelo les salió muy bien de precio, y no tuvieron problema a la hora de reservar habitaciones de hotel. Se decidieron por la opción que ofertaba la posibilidad de hacer una ruta de hotelitos situados en la zona que iban a visitar, siempre muy cerca de la laguna, de la que no encontraron el nombre, ya que siempre había sido llamada así por los lugareños.

Al poner el primer pie fuera del avión, su país de destino les recibió con un abrazo de calor húmedo, intenso y absorbente, del que no fueron capaces de desembarazarse y que desde el primer momento les provocó una insaciable sed. Para tener libertad de movimientos, alquilaron un coche tipo utilitario, ni grande ni pequeño, con el que llegaron sin problemas a la zona en la que tenían puestas todas las esperanzas de unos días de desconexión, relax y almacenaje natural de vitamina D.

El primer hotelito, una construcción de dos plantas rodeando un patio alicatado de baldosas y con una fuente de piedra azul, les recibió casi dormido en un mediodía aplastado por el sol. Su habitación daba a uno de los laterales, en aquel momento en sombra, cosa que agradecieron, y estaba provista de justo lo necesario para su bienestar, una cama amplia y limpia, una mesa, dos sillas, y un baño completo con ducha, también limpio, y con toallas metidas en una bolsa sellada al vacío. Después de darse un ducha fría, decidieron salir a dar un paseo y quizás comer algo. Dos CocaColas y dos raciones de una especialidad de la zona con pollo y patatas asadas con una salsa densa, les costó lo equivalente a un billete de autobús en su ciudad, y les dio la risa. Después se acercaron hasta la laguna, ese día el agua era azul turquesa. Sumergirse en sus aguas, frías y transparentes, les regaló energía y consiguió desterrar el cansancio del viaje. Volvieron caminando despacio al hotel, de la mano, sin prisa, hablando de cualquier cosa. La noche cayó de repente, y ellos con ella, bajo la mosquitera y con el rurún del ventilador del techo.

Con las primeras luces del día, se buscaron y follaron con calma, como hacia tiempo que no hacían, y darse cuenta les animó a más. Café y pan recién hecho de desayuno, frutas frescas, jugo de naranja, agua helada. Después dieron un paseo por el pueblo, ella se compró un collar de piedritas azules, él una pulsera de cuero. Se bañaron de nuevo en la laguna, esta vez el agua era verde aguamarina.

El segundo hotelito estaba a veinte minutos en coche del primero, y era muy parecido, solo que no tenía fuente en el patio interior y su habitación daba al frente. Agua helada con limón y menta, cabrito asado con guarnición, un grupo de música tocó en directo, canciones locales con guitarras y percusión. El agua de la laguna era azul cielo, buceando encontraron piedritas azules. Cenaron en un restaurante pescado a la brasa, con ensalada y otras especialidades de la zona, y lo bañaron todo con cerveza helada. Hicieron de follar con calma su deporte vacacional.

Cuando fueron a pagar a la hora de abandonar este segundo hotel, el recepcionista, un hombre sumamente amable con sonrisa perenne, se interesó por su próximo destino, al conocerlo, asintió con la cabeza, y sin perder la sonrisa les advirtió que ese pueblo estaba a más de una hora y que tendrían que atravesar zonas de cultivos desiertas, y carreteras secundarias. No es una ruta fácil, les advirtió, mi sobrino les puede acompañar si lo desean, estaría incluido en el precio, faltaría más, pero ellos declinaron el ofrecimiento, si bien ella, insegura, le preguntó porqué no era fácil, el hombre alzó las cejas y su sonrisa desapareció por un instante fugaz, para luego brillar de nuevo, nada en especial, anotó, sólo les diría que no parasen hasta llegar a destino, ni tampoco ayudasen a nadie por el camino, ni abandonasen el vehículo, de una vez hasta el otro pueblo y nada más, ellos se lo agradecieron y sin más abandonaron el hotel.

Es pleno día, el sol brilla y tenemos GPS en el coche y en los móviles, qué nos puede pasar?. Y mientras lo decía, se reía, ella le miró, y sonrió, el sol de aquellos días le había tostado la piel, y la tranquilidad relajado su gesto, reía y los ojos le brillaban, sus dedos tamborileaban el volante, y ella le dio la razón, qué podía pasar.

Los campos de labor no delataban sus frutos, eran vastos y verdes, se alternaban con zonas de selva tupida. La carretera serpenteaba, y tenía zonas asfaltadas y zonas de tierra pisada. Ningún otro coche además del suyo. Me estoy meando. La frase la sacó de los pensamientos deshilados mientras contemplaba el paisaje, y la hizo sentarse mejor. Llevamos media hora, nos queda otra media aproximadamente, no puedes esperar?. No, si no meo exploto, qué tontería, debí de ir en el hotel. Selva densa, campos baldíos. Él pone el intermitente, pero qué haces, paro un momento y ya está, aquí no hay ni un alma, pues date prisa, tú quédate dentro y pon el seguro, pero vamos mear y volver. Sale del coche y avanza unos metros hasta un árbol. A ella le llega un mensaje al móvil, el primero en días, extrañada lo saca del bolso, desliza el dedo, sonríe, es un whatsapp de su compañera de oficina, la que salía de cuentas, Uma ya está aquí, hermosura de criatura, ahora se explica el barrigón, le envía un emoji de un corazón, Bienvenida Uma. Mira hacia donde él había ido, no le ve. Pasan cinco minutos. Sigue sin verle. Opta por apretar el claxon. Tres veces. Tres minutos. Baja la ventanilla. Le llama, estás bien?. Le llama más alto. Silencio y viento. De repente se pone muy nerviosa. Qué exagerada eres, estará haciendo una foto. Se fija en que el móvil de él está sobre el salpicadero. Respira hondo. Se pasa al asiento del conductor, pase lo que pase no paren, ni abandonen el vehículo, no abandonen el vehículo, lo dice en alto, no sabe porqué, hace mucho que no conduce, para qué si su vida funciona con el metro, le tiemblan las manos, arranca el coche y se le cala, apoya la frente en el volante, está sudando y deja una marca húmeda, vuelve a intentarlo, ahora sí que funciona, avanza sin marcha los pocos metros hasta el árbol donde supuestamente él iba a orinar. Pero no está. No abandonen el vehículo. Le llama otra vez, esta vez a gritos. Silencio, viento y dos pájaros que, asustados salen volando desde algún arbusto. Se asusta. Tiene ganas de llorar. No seas histérica, a lo mejor tenía que hacer popó. Hacer popó. Por Dios. Cálmate. No, no salgas del coche, ya te lo dijo el señor, a ver por qué coño no fue en el hotel. Tanto no bebió. Sólo un vaso de agua. O fueron dos. Respira hondo. Vuelve a pulsar el claxon. Lo mejor es que vuelvas y des parte. Pero y si está ahí? Si le ha dado algo?. Pues ya le encontrarán. Solo puede respirar entrecortadamente, pero al menos respiras, y poco a poco comienza a maniobrar para girar el coche al sentido contrario. Se le cala dos veces, pero lo consigue. Antes de emprender la marcha, vuelve a gritar el nombre de él y esta vez pulsa el claxon muchas veces. Silencio y viento. Y abandona el lugar.

Patrullas de búsqueda. Peinados de la zona, ella insiste en que él se bajó a orinar, llega a dudar del punto exacto, la selva es toda igual llegado un momento. El consulado envía una persona, que la ayuda con la burocracia, lo mejor es que regrese y espere noticias. Silencio, viento, calor y sol. Pero ni un rastro.

Observar el caer de la nieve la calma. Eso y hacer collares de abalorios de colores. Los guarda en cajas especiales de almacenaje en el sótano. No los vende, ni los regala, los confecciona con paciencia y entrega, para después guardarlos cuidadosamente en su departamento dentro de la caja. La nieve cae despacio. La noticia del día era que en las profundidades de una laguna, en el corazón de un país de sol y color, se habían encontrado las ruinas de una civilización extinta. Dio en preguntarse qué color tendría la laguna esos días. Mamá sabes dónde están mis guantes? Los dejé aquí, pero al parecer mi hermana me los robó, no es verdad, yo no robo guantes, tu tienes memoria de pájaro, ese es tu problema, memoria de pájaro de dónde sacas esas cosas, mamá, mamá. El agua no tiene color.

Víctor y las anchoas

16 viernes Feb 2024

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Arréglate rápido que llegamos tarde. A dónde. Venga ponte pendientes y píntate los labios. No pienso hacer tal cosa, pero a dónde vamos?. Te peinarás por lo menos. Eso lo vi lógico, no sé por qué. Y vas así?. Si eso una chaqueta o algo, no sé. Los niños ya están?. Y los niños están, vestidos, limpios, y formalitos, algo no cuadra. Espera que les corto las uñas. Ahora? Pero por qué?. Apura que se nos echa el tiempo encima. Salimos por la puerta y nos unimos a una multitud de gente. Tanta gente que parece una manifestación. Una mujer se nos acerca. Lleva el pelo rubio en un moño italiano muy historiado, y un abrigo de visón impresionante. Es bellísima. La reconozco después de fijarme mejor. Es la mujer que siempre va conmigo en el bus. La que llegó huyendo de una guerra. Y se le notaba tanto. Pero ahora está bellísima. Lo que hace el arreglo, pienso. El arreglo. Ya verás qué bien te lo vas a pasar, es un clásico. Nos movemos. Vamos en un autobús. O en un tranvía. Nos movemos. Pero como hay tanta gente no nos caemos. Qué clásico, a dónde vamos. La mujer bellísima me mira asombrada y suspira sin entender mi confusión. Lo que hace el arreglo. Vamos al musical, ya te lo dije, pero como tú no escuchas. Musical? Dónde? Ahora?. De repente me entra una pereza terrible a ir a un musical. Pereza y cansancio absoluto, pero no me puedo sentar, hay demasiada gente. Vamos a “Victor y las anchoas”, el clásico, al que se va siempre en estas fechas. “Victor y las anchoas”? Y de quién es? Cómo es? En la vida escuché tal cosa. Los niños gritan ilusionadísimos “Victor y las anchoas”! Sí!! Qué bien!, y dan saltitos. Pero bueno, tú no sabes lo que es un musical?. Mujer, sí, “Chicago”, “Los Miserables”, “Rent”…pero “Victor y las anchoas”… . De verdad que usted no conoce la obra? Quien esto me pregunta es un hombre que se parece mucho a Alain Delón pero en feo y que trabaja en el Ayuntamiento. Me sorprendo de verle allí. Le confieso que en la vida había escuchado semejante cosa. El autobús, o el tranvía, se para, y la multitud nos empuja hacia las puertas. De lejos nos llega una musiquilla. Apúrate, Apúrate, que ya empieza.

Reír a carcajadas a las cinco de la mañana regala años de vida.

Sopor

08 jueves Feb 2024

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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“No puedo más. Se me cierran solos los ojos. Mis párpados no reaccionan a mis esfuerzos por mantenerlos abiertos. Me pesan un mundo. Lo he intentado todo. Dos cafés, hacer estiramientos, repetir una y otra vez la lista de las preposiciones, contar los agujeritos de los plafones del techo, cambiar de postura, beber agua, mirar a la lejanía por la ventana, parpadear rápido, tratar de recordar todas las capitales del mundo, escribir lo que pienso. Me rindo. No hay solución posible. Sólo que esto llegue a su fin. Los párpados se me cierran. No hago nada por evitarlo. Adiós Madrid….”

Desconocemos la autoría del texto, si se trata de una persona que se denomine hombre, o una persona que se denomine mujer. Existen estudios que lo datan en los albores de la Inteligencia Artificial, cuando ésta todavía existía, si bien no fue creado por ella. Otros por el contrario lo sitúan en el Tiempo con Tiempo, opinión no compartida por la mayoría. Después de un análisis minucioso de su contenido, se ha llegado a la conclusión de que se trata de un escrito de despedida. La persona intenta retrasar ese momento y hace referencia a algo denominado “café”, término este que está todavía siendo objeto de estudio al no tener referencias de su existencia. La persona observa su mundo, que describe con términos recogidos en el Apéndice 2, y se despide de él, abandonándose a una suerte que desconocemos. Algunos investigadores señalan que “Madrid” podría haber sido un lugar, otros por el contrario mantienen la teoría de que se trata de alguien de quien la persona se despide de forma específica, usando para ello el término “Adiós”, el cual se explica en el Apéndice 3 de la Relación de Hechos. Todos los expertos coinciden en dar a este testimonio la denominación de “Despedida Consciente”, ya que claramente la persona se entrega a la evidencia.

Intrusa

01 jueves Feb 2024

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Vuelve siempre a deshora. Abre la puerta con las llaves, se le caen dos veces, porque tiene los brazos ocupados con todas las cosas que ha comprado de camino a casa. Empuja la puerta con un pie, y una vez dentro, la cierra de la misma manera, y anuncia su llegada con un Hola casi cantarín, en altavoz, alargando la última vocal. Como los presentadores de esos programas infantiles, que siempre irradian optimismo. Y yo no me muevo. Anquilosado en mi estupefacción. Ella deposita todo lo que lleva en las manos y los brazos sobre la mesa del comedor, al tiempo que suspira aliviada, para después mirarme con una sonrisa expectante, esperando una reacción por mi parte, que no llega. Qué pasa, quiere saber, y ríe mientras comienza a desabrocharse el abrigo y se saca las botas. Articulo su nombre, y ella vuelve a reír, presente, me dice, imitando la escuela, vuelve a suspirar, poniendo sus brazos en jarras contra las caderas, no te imaginas la de gente que hay hoy por la calle, casi tuve que pelearme para entrar en el metro, y se ríe, y me mira parpadeando rápido, qué pasa, estás ahí de jueves, y yo articulo su nombre, y doy un paso hacia ella, pero me paro, intento encontrar palabras en mi cabeza, pero sólo consigo mover las manos ante mí, como aquel que intenta con ellas expresar lo que piensa sin dar precio a su boca. Y otra cosa, tengo que hablar con el de la Comunidad por la cerradura del portal, la llave vuelve a no entrar bien, eso es que intentan entrar, fijo, después subo y se lo digo, me dice, señalando el techo, y yo consigo decir algo, y es que no, no hace falta que vayas, y ella me mira escéptica, no entiende mi posición, después de cenar subo y ya está, la cerradura está mal, es una hecho, ya, le replico, pero no es necesario, de verdad, y suspira, tú sabrás, después no protestes si nos roban, hay bandas por ahí que ya buscan portales como el nuestro, y se queda en silencio, y yo también, en fin, hoy comemos quiche de cena, Quiche Lorraine, y lo repite exagerando el acento francés mientras hace un gesto desvaído con la mano, y se ríe, mi franchute es impecable no me digas, haces tú la ensalada?, y yo encuentro el valor, y digo que sí, claro, sin saber muy bien qué hacer, ella me sonríe, y mira la hora, pues mientras tú la haces yo subo y le digo lo del portal, y entonces me decido de una vez y le digo que de verdad no hace falta, y ella, ya camino de la puerta, se vuelve, un tanto contrariada, no abre bien, a la larga se estropea del todo, le digo que me consta pero que no es necesario que suba, que de verdad que no, y ella frunce el ceño, y ladea la cabeza, no me entiende, se encoge de hombros, pero por qué? Subo y punto, y yo hago el amago de acercarme a ella, mis manos se explican antes que mi boca, no, no subas, no hace falta, créeme, la lechuga está en la bolsa azul, me dice, y avanza hacia la puerta.

Y entonces me despierto. Gritando ese No, que tanto había repetido antes. Que no, vuelvo a gritar. El corazón me late en la garganta, sudor frío y desazón. Desazón por no atreverme todavía. No ser capaz de decírselo. Porque creo que ella todavía no lo sabe. Porque ella no se da cuenta. Que está muerta.

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