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Alquimista de Historias

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Archivos mensuales: junio 2024

Prudence

30 domingo Jun 2024

Posted by Alquimista de Historias in Allgemein

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Paulina

Wal impone. Pero es galería. Es realmente divertido. Le gusta bailar y no canta mal, en el colegio tocaba la guitarra, dónde estará, por cierto, seguramente en Hamptons, como todo, en fin. Mi hermano ( suspira y sonríe, colocándose mejor la melena castaña oscura lisa, del mismo tono que su hermano, y dejando a la vista unos delicados pendientes con un solo brillante engarzado, busca su discurso paseando su mirada azul por el techo, carraspea), de niños le encantaba hacerme rabiar, Elliot y él me hacían la vida imposible, y me la siguen haciendo, no me toman en serio (se ríe), yo lloraba y lloraba, el único que me comprendía era padre que les ponía en su sitio con un par de gritos marciales, madre pasaba de mí, aún sigue pasando hoy (se ríe). Es muy guapo, con esos ojos de color gris oscuro, aunque en el pasaporte dice azul, yo los tengo claramente azules, los de él son gris oscuro, en fin, no es que sea su hermana….es guapo, siempre hizo mucho deporte, tiene don de gentes, no como yo, que tiendo a ser una jirafa torpe. Y además es un coco, porque se tiende a pensar que la gente guapa es tonta, pero no, Wal tiene mucha cabeza, nunca le hicieron pruebas, pero yo estoy convencida de que tiene un coeficiente más alto que el resto de los mortales, que usa a su antojo. Él ve las cosas antes. No sé. Por eso es quien es, no sé cómo decirte. El punto de inflexión lo tuvimos con Prudence, y digo “tuvimos” porque nos afectó a mucha gente de una manera brutal. Prudence (Suspira. Expulsa el aire. Se coloca un mechón invisible). Bueno, pues allá voy. Wal y Prudence se conocieron en el colegio al que íbamos, y comenzaron a salir..bueno, salir como salían los adolescentes entonces, todo muy naif, cine, pizza, paseos, nuestros padres eran amigos, así que ella pasaba mucho tiempo en mi casa y nosotros en la suya. Wal vivía sólo para ella y ella para él, la típica pareja ideal, porque Prudence era muy mona, alegre, estudiosa como él, bromista, no me hacía rabiar, a mí, sólo por eso, me caía bien. En fin. Estuvieron juntos todo el colegio, y llegó el último curso antes de ir a la universidad. Prudence cumplía dieciocho años justo cuando se acababa el curso, y sus padres montaron una fiesta bombástica en el Plaza, imagínate. Era hija única, petróleo y transportes…bueno ya conoces el círculo en el que nos movemos. Fue una fiesta como no ha habido otra, hasta vino a cantar un ídolo juvenil de aquel año…no me preguntes el nombre, seguramente un “onehitwonder” o algo así, globos por todas partes, cientos de personas, bombas de pétalos de rosa….yo he olvidado muchas cosas, pero en el Plaza no he vuelto a poner pie, ni yo ni ninguno de nosotros, me parecería fantástico si lo cubrieran con una lona de esas de Christo y lo hicieran desaparecer(suspira, mira al techo). En fin, terminó la fiesta, yo volví con mis padres a casa, soy dos años más joven, así que gracias que pude quedarme hasta tan tarde, y Wal se fue con Elliot y otros dos a terminar la noche. A la mañana siguiente la policía invadió la casa de mis padres, que son ocho plantas, así que imagínate el contingente, venía con ellos el padre de Prudence, acusando a Wal de haber hecho desaparecer a su hija. En mi recuerdo es como una pesadilla. Peor, una película de horror. Se llevaron esposado a Wal, que hasta aquel momento dormía plácidamente la juerga, mi padre llamó a su ejército de abogados, conociéndole fue capaz de hasta llamar al mismo presidente, madre se quedó como catatónica, y yo, bueno, yo no podía parar de llorar. Le acusaban de haber sido la última persona en ser vista con Prudence, y que ésta había desaparecido, por ende, Wal la había matado y escondido el cadáver. Le mantuvieron cinco días detenido, sin fianza ni nada, mi padre casi pierde la razón, a mi madre su médico le inyectó un calmante, yo me refugié en Camille, que era mi nanny, sí, yo seguía teniendo nanny (levanta las cejas). Al quinto día, le dejaron libre, sin más. Y entonces nos vino la ola por el otro lado, qué le había hecho Wal, para que ella hubiera hecho semejante cosa. Acoso y derribo. El ejército de abogados consiguió que los padres de Prudence publicasen una nota informativa en todos los medios del país, anunciando la decisión de su hija, para así, limpiar el nombre de Wal y de nuestra familia. Además les puso una demanda millonaria por el daño sufrido esos días. Y ganó. Como siempre. Donó el dinero a una asociación de ayuda a jóvenes reinsertados, y de ahí surgió la Fundación Thumberland que ayuda jurídicamente a menores y jóvenes adultos sin medios, y fomenta su reinserción. Ahí entró Hunter en nuestras vidas, y pasamos de ser dos a ser tres hermanos, porque Hunter es nuestro hermano, también legalmente (se emociona, carraspea).  Si no llega a ser por él, Wal no sobrevive esos cinco días y lo que vino después…él también estaba detenido, por entrar en una casa abandonada a pasar la noche, y los metieron juntos. Wal, Elliot y Hunter, WEH, te suena? (sonríe, levantando las cejas, ironizando a cerca del nombre del Fondo de Inversión ) y con Hunter también vinieron Washington, Rigoberto y  McMillan, quien hoy es mi marido…se llama Lawrence, pero siempre le han llamado McMillan ( sonríe y juega con su anillo, pierde la mirada en algún lugar, aún sonriendo, regresa todavía ensoñada)y que es el amor de mi vida, y yo de la suya, desde que nos vimos por primera vez…pero esa es otra historia. Mi hermano. Después de eso se fue a Yale con Elliot, Hunter fue un poco más tarde. No sé si Wal sigue yendo a terapia, pero la necesitó. Yo odié a Prudence mucho tiempo. Porque si Prudence se hubiera muerto, por ejemplo, en un accidente o de enfermedad, pues bueno, la entierras, la lloras y sigues con tu vida. Pero lo que hizo no tiene nombre. Su madre murió de un infarto poco después, y su padre padeció una demencia galopante que también le llevó a la tumba, además su mejor amiga se mató en un accidente de coche, yo estoy convencida de que buscó acabar con su vida. No sé si ella es consciente de todo eso. Pero si lo es, y vive tranquila, maldita sea. Tal como te lo digo.  

Hunter Smith

Odio Los Angeles. Esa sensación de que, pase lo que pase, cuando te despiertes brillará el sol puede conmigo. Yo soy nacido y criado en Nueva York, me trasplantas y muero (se ríe, y se pasa las manos por el cabello, castaño oscuro y algo largo, nos mira sin perder la sonrisa, tiene un rostro que no delata la edad que tiene, licencia que no tienen sus ojos). Pero vivo aquí por mi hijo, y por él vivo en dónde sea. Por dónde queréis que empiece?. Por dónde quiera, pues sí que me lo ponéis complicado (vuelve a reír, mira hacia algún lugar, y vuelve a nosotros). Voy a empezar por la noche de marras, porque si no no terminamos hoy.

Washington, Rigoberto y yo, siempre nos dicen que tenemos nombre de grupo alternativo, pero no es mérito nuestro al fin y al cabo (suelta una carcajada), en fin, los otros dos y yo tuvimos la brillante idea de entrar en una casa que sabíamos abandonada a pasar la noche, se nos había hecho muy tarde, y volver caminando de noche atravesando según qué zonas no nos apetecía, así que entramos por la puerta del sótano, que estaba abierta, no tuvimos ni que forzarla, y ese es un dato importante a recordar (nos avisa levantando su dedo índice, y mirándonos imitando a cómo lo haría un maestro de primaria) y subimos al primer piso. Rigoberto encendió la televisión, alguien debía pagar todavía el cable, la luz y el agua, porque en la nevera había sodas frías, y nos sentamos a ver un partido de baloncesto en los sofás que había. Un vecino vio el resplandor de la tele y sombras moviéndose, y llamó a la policía. Nos dieron un susto tremendo al entrar, a gritos y apuntándonos con pistolas. Nos sacaron de allí como si hubiéramos cometido una masacre o algo así. Yo lo primero que pensé es que ya teníamos dieciocho, y nos iban a meter con los tipos malos de verdad, por así decirlo, y me entró un poco de miedo…porque en juveniles ya habíamos estado, siempre por escaparnos de los hogares de acogida o cosas así. Pero por alguna razón, tuvimos suerte y nos llevaron otra vez a juveniles. Pijama lila y adentro. Nos separaron, y a mí me dieron un cubículo doble para mí solo. Recuerdo que pensé que era porque me iban a trasladar, mi único miedo era cruzar la línea a la cárcel de adultos, para mí era lo más parecido a ir al infierno, y lo sigue siendo, por eso me dedico a lo que me dedico. Con todo el traqueteo, estaba agotado, así que me acosté en una de las literas y me olvidé de todo. Normalmente, a primera hora de la mañana, solía aparecer alguien de menores a informarse de qué coño haces allí, o los del hogar de acogida de turno aparecían y te montaban un cristo. Pero no. Quien apareció fue un chico al que traían entre dos, esposado de pies y manos, y al que dejaron sentado en la litera inferior. Así se quedó. Como si se hubiera vuelto de piedra. Yo esperé que se levantase, y se presentase o me mandara a la mierda, o me pegase, o cualquier reacción típica. Pero no. Así que como prevenir es mejor que curar, me levanté yo. Y allí estaba. Los pijamas que dan son tipo, es decir, por talla, pero no los hacen a medida, pues bien, aquel chico parecía salido de un anuncio de pijamas (se ríe, extendiendo teatralmente sus manos hacia los lados). Lo primero que pensé es que era una cámara oculta. Después le pregunté su nombre, y lo entendí mal. Entendí Walter, y recuerdo que se me dio por reír, porque no le pegaba nada. Era Walker. Y no era su apellido. Todo muy raro para mí. Él seguía sin moverse, ni se atrevía a mirarme, y hablaba tan bajito que ni le podía oír. Me senté a su lado. Y le dije, mira Walker, no te preocupes, seguro que ahora mismo viene alguien a por ti, siempre viene alguien, esa puerta no va a estar cerrada eternamente. Él me miró y supe que la razón de su inmovilidad era el pánico. Estaba tieso de miedo. No se atrevía ni a mirarme. Entonces di en pensar que seguramente había matado a alguien o algo así. Aunque no me podía imaginar cómo. Y le pregunté. Porque allí dentro no es un tabú. Si acabas allí, es que algo has hecho, o no, pero la sospecha existe. Consiguió encontrar su voz, y me dijo que Prudence había desaparecido, yo le pregunté si era su abuela o algo, por el nombre, y me dijo que era su novia. Le dije que con ese nombre no me extrañaba en absoluto que hubiera desaparecido, que yo de ella hubiera elegido la opción muchísimo antes. Y nos reímos. Fue como si se rompiese un bloque de hielo. No podíamos parar de reírnos. Me contó lo que había pasado. Entonces yo comencé a arrojarle causas posibles: Otro tío. No. La dejaste embarazada. No. Está embarazada y no es tuyo. No. Quiso matarse. No. Quiso matarte. No. Papá se la llevó. No. Mamá se la llevó. No. El tío John se la llevó. No. Otra tipa se la llevó. Me miró como si no supiera de qué estaba hablando. En su mundo, entonces, todo eso no existía. Me quedé sin ideas. En mi mundo esas eran todas las posibilidades, muchas veces relacionadas entre si. Le dije que no se preocupase, que seguro que había una explicación. Ya, pero cuál. Me dijo. Y era verdad. Una persona no desaparece así como así. Aunque se llame Prudence. Y nos volvimos a reír. Nos abrieron la puerta y pudimos ir a desayunar. Allí encontramos a Washington y Rigoberto, se los presenté y les puse al tanto. Me di cuenta de que Walker iba a durar allí lo mismo que un pastel a la puerta de un colegio si le dejábamos a su suerte, así que me convertí en su escudo humano con la ayuda de los otros dos. En cinco días se lo llevaron para interrogarle varias veces, incluso sin abogado, y cada vez volvía peor, él juraba y perjuraba que la había dejado bailando en un mar de globos en El Plaza. Una imagen mental ideal. Como todo en su mundo hasta ese momento. Se corrió la voz de que un “niño bonito” se había perdido por allí, y los otros dos y yo les explicamos al resto lo que pasaba para evitar bullas incontrolables, y muchos se acercaron a él a contarle qué les había llevado allí, para bien o para mal, algunos, como él, injustamente, otros aceptando su error, Walker les escuchaba y eso parecía darle la fuerza necesaria para no hundirse. Le enseñamos a jugar de veras al baloncesto, a hacerse pasar por manco, a mentir de verdad, un curso intensivo de la vida a pie de calle, le explicamos cosas de tipas, de tipos, de tipas con tipas y tipos con tipos, y a veces cruzados. Las horas dentro pasan muy lento. Y cualquier cosa es buena para no pensar en el motivo por el que estás allí.

Cuando vinieron a buscarle, pensamos que era porque se lo querían llevar al otro lado, y casi se arma una bulla grande, porque Walker, ahora, era uno de nosotros. Pero alguien explicó que todo se había aclarado y que se iba a casa, y nos alegramos todos, y entonces él hizo algo que en aquel momento nos dejó en el sitio, con la calma que le caracteriza dijo que él no se iba sin nosotros tres. Se hizo un silencio como nunca lo he vivido después. Los tipos que se lo tenían que llevar le dijeron que vale, pero otro día. Pero él no se movió un ápice. Entonces alguien fue a hablar con otro alguien, que a su vez, ahora sé, habló con William Thumberland, que era el padre de Walker y efectivamente, regresó con la orden de nuestra inmediata puesta en libertad (Carraspea. Mira hacia alguna parte).

Desde entonces tengo el honor de ser su hermano, también legalmente, y los Thumberland -Lacombe mi familia. Mi hijo se llama William por algún motivo. Soy abogado y me ocupo de la Fundación Thumberland en su filial de Los Angeles, para menores y jóvenes sin recursos dentro y fuera del sistema penitenciario.

Prudence (mira al techo, enarca la cejas). Lo que hizo fue como lanzar una bomba, que, al estallar, causa una onda expansiva. No la conozco personalmente, y prefiero que eso se mantenga así.

Walker

Dicen que nunca me rio. Yo no estoy de acuerdo. Considero que un día sin risa, es un día perdido, como dijo Charles Chaplin, y las cosas y las personas me preocupan. Da igual qué cosas y qué personas. Lo que pasa es que nunca puedes actuar a gusto de todos, y en lo que me dedico, menos. Me considero amigo de mis amigos y todos formamos una familia (me mira sin saber si lo estoy entendiendo, tiene una mirada muy peculiar, a veces gris oscuro, a veces azul, dependiendo de cómo le de la luz), creo que ya has conocido a un par de miembros (sonríe, y se sienta mejor). Si he aceptado a venir aquí es porque me lo pidió mi mujer, y creo que es lo correcto. Hay páginas que hay que pasar, como dice ella, y esta es una de ellas. Y si lo he conseguido es en gran parte gracias a ella, así que aquí estoy. Prudence. La primera en la frente (lo dice en español. Se mesa el cabello con las manos, y respira hondo). Prudence Potter-Doyle fue una persona con la que yo mantuve una relación amistosa sentimental cuando ambos éramos adolescentes. Esto no lo he pensado yo, es lo que llevo diciendo desde entonces al respecto según el consejo de mis abogados. Y es la verdad. Mi vida en aquel momento era la vida típica de un adolescente en el círculo en el que mi familia se movía. Mi hermana y yo tuvimos la enorme suerte de crecer entre algodones y comer de cuchara de oro, como suele decirse. La realidad estaba en otra parte. Y no importaba en absoluto, porque no nos atañía. Una de las cosas que dominaron mi infancia y juventud fue hacer la vida imposible a mi hermana (sonríe casi canalla), y se la sigo haciendo, es algo que no va a cambiar, me es imposible tomarla en serio. Madre tampoco la toma en serio. Así que no estoy solo en la labor. Pero si algo tiene mi hermana es un gran corazón y mucho sentido del humor, así que no le importa. La otra cosa que marcó mi juventud es haber conocido a Prudence. Mi vida transcurría según libreto hasta la noche de la fiesta de su dieciocho cumpleaños. La celebró en el Plaza, lugar que evito desde entonces, para desesperación de mi chofer porque no soporto ni pasar por delante. En fin. Invitó a media ciudad, y la otra mitad se apostó delante para vernos entrar. Me hicieron repetir tantas veces, minuto a minuto, el desarrollo de la fiesta y quién hacía qué cuando y porqué, que ahora sólo les diré que fue una fiesta casi atómica. Con muchos globos, y pétalos de rosa, y purpurina, y un cantante que hizo gritar a las chicas como si fueran los Beatles, y comida, y bebida, sin alcohol, por supuesto, y gente, mucha gente. Y Prudence. En un vestido de alta costura hecho a medida para la ocasión, y que hoy recuerdo como un soufflé azul (casi sonríe, y niega con la cabeza). En fin. Después de medianoche, cuando la gente ya se iba, la busqué y la encontré bailando consigo misma, en el medio de un mar de globos de colores mientras aún caía purpurina desde algún lugar. Seguramente para ustedes ahora mismo una postal mental. Hasta hace poco he tenido todavía pesadillas con eso (carraspea, mira hacia algún sitio, se calma). Lo siento. Le pregunté si venía con Elliot y otros dos a dar una vuelta por ahí, antes de volver a casa. Prudence me contestó que estaba muy cansada y que se iba a ir a casa, que estaba esperando a su chofer, le dije que entonces esperaría con ella a que él llegase, pero me dijo que no, a todo esto, sin dejar de bailar una especie de vals consigo misma, que me fuese con mis amigos, que su chofer llegaría enseguida, y que nos veríamos al día siguiente en la cena que había organizado mi madre. No lo encontré raro. Entonces. Y me fui con Elliot y otros dos a dar una vuelta. Elliot se acuerda mejor que yo, pero al parecer fuimos a un local cercano todavía abierto a comer algo, y después cada uno a su casa. Yo llegué a la mía a las dos, y lo sé porque el reloj de péndulo que había en el rellano del tercer piso dio la hora justo cuando pasé por delante y me asustó.

A las siete de la mañana mi casa parecía el asedio de Troya. Con el padre de Prudence como lugarteniente. A las nueve estaba sentado en la litera inferior de un habitáculo de un correccional de menores. Acusado de haber hecho desaparecer a Prudence. Y allí entró Hunter en mi vida, para salvármela. Hunter, Washington y Rigoberto. Los tres. Si no hubiese sido por ellos, yo no hubiera sobrevivido los cinco días, con sus noches, que pasé allí dentro. Esos cinco días dieron un vuelco a mi existencia. Y a la de ellos también. Cuando la autoridad pertinente vino a decirme que me podía ir, no puse un pie fuera sin esos tres. McMillan se unió después. Y eso no ha cambiado hasta hoy. Somos familia.

Pasar página sí, pero perdonar no. No sé por qué Prudence hizo lo que hizo. Ni lo quiero saber. Es ella la que tiene que vivir con ello, no yo. Ya no.

Margaret

Yo siempre creí. Quiero decir, siempre he sido una persona de iglesia, de vivir la iglesia. Solía ir todos los días a misa, ayudaba en la catequesis, asistía en la parroquia, ayudar al prójimo para ayudarme a mí misma y así honrar al Señor, era mi lema. Así que nadie se extrañó cuando anuncié que quería meterme monja, mis padres quizás, me pidieron que me lo pensara un poco, pero después entendieron que era lo que quería hacer, y respetaron mi decisión. Elegí una congregación de vida contemplativa, sin contacto con el exterior, pero que ayudaba a la comunidad, sobre todo con encargos gastronómicos, como bizcochos y tartas para celebracionesy labores de bordado o costura. Esto último era a lo que me dedicaba yo. Siempre me gustó bordar y coser, así que para mi no significaba trabajo, lo hacía con gusto y así también me sentía cerca del Señor. Durante un tiempo atendí el teléfono y el portón de guardia. Porque que llevásemos una vida contemplativa, no significa que no hablásemos por teléfono o no supiésemos qué era un Email (se ríe con tal dulzura, que nos hace reír a nosotros también) y por supuesto también recibíamos correo y paquetes con cosas que llegaba al portón, y entonces el cartero o el mensajero tocaba el timbre y ponía su carga dentro de un torno, y yo lo recogía (levanta una mano antes de que me de tiempo a preguntárselo, y sonríe apenas), sé lo que me va a preguntar, sí, ha habido ocasiones en que en lugar de una carta o un paquete, lo que encontrábamos era una criatura, eso es algo que siempre ha pasado en los conventos, afortunadamente no fueron muchos, en esas ocasiones llamábamos a la oficina del sheriff, y venían de inmediato a recogerles con los servicios sociales (se observa un instante las manos, y luego vuelve a nosotros, parpadeando lento), no era fácil decirles adiós. También había ocasiones, en que la que venía era una joven embarazada buscando ayuda, antes de tener que, más tarde, entregarlo en el torno, y en esos casos también teníamos teléfonos a los que llamar, siempre según el deseo de la madre (levanta un dedo, y frunce el ceño, para intentar dar más autoridad a sus palabras), porque era algo que para la superiora era muy importante…más tarde supe por qué, pero eso ahora no importa, el caso es que siempre les preguntábamos qué es lo que querían hacer con la criatura una vez llegase al mundo, porque la mayoría nos llegaban a punto de dar a luz, y para cada decisión, pues había un número de teléfono, no?, como en todo en esta vida (sonríe encogiéndose de hombros). En una de esas ocasiones en la que tenía guardia, muy avanzada la noche, sonó el timbre, y yo pensé que sería algo de lo que les he contado antes, pero al darle la vuelta al torno, no encontré nada, así que abrí la trampillita de la puerta, para ver quién podía ser. Era una chica muy joven, con un vestido de tul azul muy ostentoso bajo un abrigo corto gris, que me sonrió al darle las Buenas Noches y el AveMaríaPurísima. Esa era Prudence (de su rostro se aleja todo rastro de sonrisa, casi se endurece). La dejé pasar, y le hice la pregunta de rigor, a lo que me contestó que ella no estaba embarazada, que lo que quería era entrar de monja en el convento. Yo me quedé un poco perpleja, la verdad, las chicas que habían venido, siempre venían acompañadas de su familia, o venían solas, pero por el día, no en medio de la noche y con vestido de fiesta. Me dijo que había meditado mucho la decisión, y me rogó que no se lo comunicase a nadie, que nadie debía saber que estaba allí, que era su decisión y que nadie debía entrometerse, sólo el Señor (Carraspea, mira hacia algún sitio en la lejanía, su expresión es aún dura). Y yo la creí. Porque no tenía motivos para no creerla. Yo todavía creía en la buena voluntad de las personas. Resumiendo un poco, le di ropa de cama para que se cambiase el atuendo y a Prima, avisé a la superiora, en nuestra congregación no observábamos maitines ni laudes, nos reuníamos para Prima. La superiora no tuvo nada en contra, y así se quedó Prudence entre nosotras (se muerde los labios, y se observa las manos, luego respira hondo y vuelve a nosotros). Así como teníamos teléfono y un ordenador, también teníamos televisión. Pero no en un salón, como en las casas de familia. Teníamos una pequeña, en el obrador, junto a la radio. A algunas les gustaba escuchar la radio mientras hacían los encargos, otras en cambio preferían la televisión, pero siempre nos poníamos de acuerdo. Una familia nos había encargado pastitas de almendra para un bautizo, y esa es mi especialidad, así que el jueves siguiente…sé que era jueves porque vendrían a recogerlas el viernes por la mañana, y mi receta necesita tiempos de reposo entre medias, así que siempre las hago con tiempo suficiente, me puse a hacerlas. En fin. Yo pertenezco al equipo televisión, así que  la encendí según entré en el obrador, porque iba a estar sola, las otras tenían otras ocupaciones. Estaba buscando los ingredientes, y tarareando kiries, cuando lo escuché “sigue la búsqueda desesperada de la joven socialité Prudence Potter-Doyle, la policía ha detenido a su novio Walker Thumberland-Lacombe, heredero de las dos dinastías con mayor peso económico y político del país, como presunto culpable de su desaparición durante la noche del sábado al domingo….” A mi se me cayeron todas las almendras al suelo. Y debió de subirme la tensión de repente, porque se me puso todo negro delante de los ojos y casi me caigo redonda. Como pude fui en busca de la superiora, y le dije lo que había pasado. Fue ella quien llamó por teléfono a la oficina del sheriff, y les dijo que Prudence se encontraba a salvo en nuestra Casa. Lo que pasó después fue muy perturbador para la paz a la que estábamos acostumbradas. Vinieron sus padres, a los que ella no quiso ver, la prensa se apostó delante de nuestra puerta, demasiada atención. Pero a Prudence no parecía importarle nada. Ella siguió haciendo la vida que le habíamos indicado que debía hacer, como si todo aquello no tuviese nada que ver con su persona (Se mira las  manos , luego se muerde los labios, mira hacia algún lugar y vuelve a nosotros). Sólo en una ocasión, cuando estábamos a solas en el refectorio, preparando la mesa, me dijo que no entendía por qué habíamos llamado a la policía para aclarar que estaba con nosotras, que me había dicho explícitamente que no quería que lo supiese nadie, yo le contesté que en las noticias habían dicho que la policía la estaba buscando y que habían detenido a un chico inocente acusándole de su desaparición, que por supuesto había sido necesario avisar de su presencia, a lo que ella me respondió dando una airada media vuelta y abandonando el refectorio furiosa. Yo no supe qué hacer. Eso era nuevo para mi. No era algo que me hubiera pasado nunca con alguien. Se lo confié a la superiora, y me recomendó leer el libro de Hob (Nos mira y alza las cejas, luego observa sus manos, frunce el ceño, suspira y regresa a nosotros). Fue poco después cuando la familia Sullivan me rogó si podía bordar el velo de novia de su hija, y eso me llenó de ilusión, porque bordar es algo que da alegría a mi corazón, no sé cómo explicarlo. Era un velo antiguo, que pertenecía a la familia Sullivan desde hacía generaciones, la novia deseaba un bordado de hojas por el borde, y buscamos juntas motivos que pudieran pasar con el tejido y que se acomodase a su gusto. Encontró lo que buscaba en un catálogo antiguo de bordado, unas hojas de hiedra entrelazadas entre si. Una auténtica delicadeza. Dediqué los siguientes cuatro meses, dedicándome a esa labor, incluso adaptaron para mi un lugar con un lámpara especial y una mesa de bordado. Cuando estuvo listo, colgamos el velo de un soporte especial que había traído la familia Sullivan, y nos reunimos todas a admirarlo, incluso el diácono vino a verlo, y me felicitó, no me gusta ser vanidosa, pero realmente era una obra de arte. (Se mira las manos, se muerde los labios, arquea una ceja, vuelve a nosotros). Entonces apareció Prudence, portando la jarra con el chocolate que habían preparado para la merienda con el diácono y la familia Sullivan, que estaba a llegar. Se acercó a donde estaba el velo, hizo como que tropezaba y derramó la jarra sobre él (Mira hacia el techo, respira hondo). Yo me olvidé de mi, y me fui a por ella, la agarré de la toca, se la arraqué, le atenacé el pelo con las dos manos, y tiré, tiré y tiré, le di bofetadas, y más bofetadas, y golpes, y puñadas, y puntapiés, y la arrojé al suelo, y yo gritaba mientras, fuera de mi, varias hermanas trataron de hacerme parar, el diácono, el Señor Sullivan y su hijo, pero yo me había convertido en una furia desalmada, que sólo quería acabar con Prudence costase lo que costase. Cuando consiguieron apartarme entre seis, ella me miró y, aún con la cara ensangrentada, comenzó a reírse a carcajadas. Yo me desmallé.

La familia Sullivan consiguió lavar el velo, y que no quedase rastro de chocolate, la novia lució espléndida. Lo sé porque acudí a la boda, pero no como monja, si no como una mujer como las demás. Dejé los hábitos, porque fui incapaz de perdonar a Prudence. Volvería a hacerlo ahora mismo. La madre superiora pasó dos meses en un retiro espiritual en Luisiana, el diácono se fue a hacer una peregrinación a España, y a Prudence la relegaron a cuidar de las hermanas mayores. Según supe, el resto de las hermanas evitaba su presencia. Yo volví a casa de mis padres, y gracias a la familia Sullivan abrí una mercería donde además enseño a bordar y hacer patchwork (Nos mira sonriente y orgullosa, haciendo como que cose). Allí conocí a Leander, que es viajante de hilos y también le encanta bordar, y tenemos dos hijas (Nos mira y sonríe con ternura).

Años después de aquello me decidí a ir a visitar a la familia Thumberland- Lacombe, sentía la necesidad de explicarles lo que había pasado. La Señora Thumberland-Lacombe, CarolAnn, que no Caroline, que la gente se confunde (se rie), nos recibió con mucho gusto, lamentablemente su marido para entonces ya había fallecido, y cuando le conté todo, me confió que exactamente eso es lo que ella llevaba años queriendo hacer con Prudence, y que nunca se había atrevido a confesárselo a nadie. Esa imperiosa necesidad de dar tirones de pelo. No sé. Nos entendimos a la perfección. Y mantenemos un trato cercano y de amistad. Esas cosas unen (Sonríe y entrelaza los dedos con fuerza, como para dar ejemplo de sus palabras). Ahora estoy trabajando en un edredón de cuna para su próximo nieto.

Según he sabido, la diócesis decidió que el edificio del convento necesitaba una reforma integral, así que las hermanas que todavía continuaban allí, fueron trasladadas a Canadá a otro convento, más moderno. Parece que Prudence no estuvo de acuerdo, y dejó la congregación. Al parecer ha recuperado para si el fondo que sus padres una vez habían planeado para ella, y que engordaba en algún banco, y hace su vida como si nada, no en Nueva York, no me han sabido decir dónde. Pero yo no quiero saberlo. Prefiero pensar que Prudence no existe. Me da paz mental.

Norte/Ponestoaquí

01 sábado Jun 2024

Posted by Alquimista de Historias in Allgemein

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Una historia. Dos versiones.

Norte

Los de las tablets no suben hasta aquí arriba. Suelen ser tres, a veces cuatro, les reconozco porque llevan encima todo el equipo, y brillan, aún siendo pleno día. También porque todos usan gafas. Debe ser muy complicado llegar a ser uno de las tablets, tanto, que se pierde la vista cuando se logra. Yo tengo muy buena vista. Y estoy contento con lo mío. Lo mío ahora son los artesonados. Me gusta la palabra artesonado. Suena bien. La nuestra es la Torre Norte. No sé por qué la llaman Torre Norte si está en el Oeste. Quien le puso el nombre no usó bien la brújula. Me voy a echar unas risas si al final lo graban en mármol en la puerta principal y después tienen que picarlo. Pero ese no es mi problema. Mi problema es la luz que no está. En toda la esquina no hay luz. A ver, luz en si, hay, pero no están los puntos de luz del techo. Faltan 57 puntos. Que ya son puntos para que falten, y, claramente, a oscuras no puedo trabajar, ni yo ni nadie. Estamos esperando que suban los focos portátiles. La culpa fue de Cerebro. Le pusimos ese nombre porque al parecer sabía más que nadie de la luz y esas cosas. Y no te digo yo que no. Pero hacía lo que le daba la puta gana. Un día llegó y les dijo a los de electro que esta esquina se quedaba a oscuras, y como para ellos era algo así como un jefe, pues obedecieron. Y quedó a oscuras. Se armó la de Dios es Cristo. Y él diciendo que nadie entendía su visión. No le echaron porque es primo de alguien. Ahora ya no le llamamos Cerebro, ahora es el Primo. Le enviaron a Color. Ahí su visión causa menos daños. Hoy estoy solo. Abú todavía está de baja. Ya está en casa, pero los médicos no le dejan volver. Y si vuelve no es aquí arriba. Lo de Abú no fue culpa de nadie. En serio. Yo estaba allí. Un golpe de aire aventó el marco de ventana que él tenía que colocar, perdió pie y allá se fue. Ahora sé lo que significa que el corazón te dé un vuelco. Porque es lo que pasa. Da una voltereta en el pecho, y te falta la vida de repente. He visto muchas películas de terror en mi vida, pero el miedo que tuve a asomarme a ver qué había sido de Abú, ninguna lo supera. Yo no creo en Dios, pero si lo hay, debería enviar un cheque regalo, o lo que sea que envíe, al tipo que inventó el arnés de seguridad. Se me dio por llorar. Yo que no lloro nunca. Abú volaba de lado a lado del edificio, colgado del arnés. Tuvo que rescatarle la grúa. Él no se acuerda de nada. Todas las costillas y el susto. Si vuelve, ya no sube aquí arriba. Lo médicos no le dejan.

Yo no sé qué tengo que hacer. Estoy esperando a que los de las tablets decidan qué se hace con la esquina ciega. Supongo que me mandarán más arriba, a las últimas plantas. Si es así, no subo en el ascensor. No me fio de los ascensores de obra. Yo subo y bajo a puro pinrel. Sin darme cuenta me hago varios kilómetros al día. Qué grande suena, pero no lo notaba hasta que me bajé una app que cuenta pasos. Cuando llegue a veinte mil me hago una fiesta. Hoy tiene que venir “Ponestoaquí”. La llamo así porque ella denomina de esa forma su trabajo, cuando la conocí me dijo que ella era la “Ponestoaquí”. Y es verdad. Se pasa el día diciendo eso a los que traen el mobiliario. A su jefa la llamamos “Hazmeelfavor”. Porque ella lo que se dice hacer, no hace nada. A “Ponestoaquí” le encanta el sushi. Tiene una Tablet, pero no lleva gafas, y el aparato le dice dónde van las cosas. Ella me llama “MiguelÁngel”, pero ese no es mi nombre. Tampoco le gustan los ascensores de obra, dice que así hace step. No había dado yo en eso, fíjate. Yo y el fitness. Ella también se subió la app de los pasos. Estamos empatados. Ahora sí. Suben los de las tablets y todos los presuntos implicados. Parecemos un grupo de esos que invocan fantasmas. A oscuras y en círculo. “Ponestoaquí” me dice sólo nos falta la ouija. Hacemos como que nos da la tos. Sólo las tablets dan luz, los focos se perdieron por el camino, alguien los vio en la planta doce, pero no estaba seguro. Los de gafas nos dicen que la esquina está ciega. Hasta ahí llegamos todos. Que al parecer hay que tirar el techo y hacerlo todo de nuevo. “Ponestoaquí” les dice que una opción sería crear un lounge de relax con sofás y cojines, y dejar la esquina a oscuras. Que sólo se necesitarían luces indirectas. Se hace el silencio. No soy yo de lounges. Sólo las de los aeropuertos. Esas están bien a veces. Los jefes le preguntan si tiene un exposé de la idea. Ella se lo envía a la tablet deslizando el dedo por su pantalla. La magia existe y está en sus dedos. Llegan los focos y se hace la luz. Quedamos todos flasheados, literalmente. Zafarrancho. Les pregunto a dos de gafas si hago los artesonados o no. Los tres miramos al techo. Uno de ellos busca algo en su tablet. Pendiente de revisión. Me toca subir de planta. Step. “Ponestoaquí” me invita a brownies de chocolate para celebrar que aceptaron la idea. Los comemos en el que va a ser el despacho del “Mandamás”. Aquí los artesonados van a ser de madera maciza. Hay gente para todo. Desde aquí se ve toda la ciudad y caigo en lo enorme que es. “Ponestoaquí” me señala la zona por la que ella vive. La mía queda en el otro extremo. Pero usamos la misma línea de metro para llegar aquí. Qué cosas. Llega un montón de gente con material. Al tajo. Robus nos ameniza la faena con “Sólo te pido” de Manolo Escobar. Cualquiera diría que es la radio. Pero no, es Robus. Se le escucha a través de todas la plantas . “Hazmeelfavor” dice que qué voces da Nuestro Señor. No es el Señor, es el aparato fonador de Robus. Aparato fonador. El cuerpo humano es un misterio insondable. No lo digo yo, lo escuché en un podcast. El “Mandamás” quiere una piscina en la terraza, con suelo de cristal. Todo será lo que case un sastre, que diría mi abuelo. Coincido con “Pon estoaquí” en el metro al final de la jornada. Se nos puede coger con pinzas. Nos quedamos dormidos y nos pasamos dos paradas. Nos despertamos gracias a un trompetista que entró a tocar por unas monedas. Claramente no era Miles Davies. Volvemos juntos un rato, yo tengo que torcer a la izquierda, ella a la derecha en el cruce de las avenidas. Hasta mañana. Me compro un kebap para cenar. Me ducho. No me acuerdo de haber apoyado la cabeza en la almohada.

El mostrador de recepción parece la barra de un after. Se lo digo a “Ponestoaquí”, y al parecer fue idea del “Mandamás”. Que costó una millonada, porque es vintage. Lo que yo te diga, seguro que fue la barra de un after. Nos reímos. Hace mucho tiempo que no voy a uno, a esas horas ya estoy aquí. Ella tampoco va a esos locales. Va de tranqui. Yo también. Qué prisa hay. Un trailer trae un ejército de guerreros nubios de ébano. Me recuerdan a Abú. Abú. Le echo de menos. El “Mandamás” los quiere repartidos por las plantas. “Ponestoaquí” opina que el “Mandamás” está sembrao. Le buscamos en Google y parece un candidato. No sé a qué, pero un candidato. Se necesitan cuatro tipos para mover un guerrero nubio. Yo sigo con mis artesonados. Robus elige hoy Nino Bravo. Como el sol por la mañana yo soy libre. Yo le digo que debería presentarse a esos programas que buscan gente con voz. Pero él no quiere, dice que cantar le relaja. Pruebo el sushi de “Ponestoaquí”. No está mal. Prefiero mis sándwiches. Le doy la mitad de uno. Dice que debería patentarlos. Comemos mientras observamos cómo veinte tipos descargan los guerreros nubios de un camión.

El ebanista dice que el techo no va a aguantar el peso de la madera maciza. A mí que me registren. Dice también que soy un prodigio del cálculo, porque hago las cuentas de cabeza y de corrido. Puede ser. Robus canta, yo calculo cosas. No nos salen los números. Mañana será otro día. Gran verdad. Mi hermano me envía otro Whatsapp. Y van diez. Voy a tener que contestarle, es capaz de llamar a la Guardia Civil. Él tan correcto. Mi hermana lo intenta por Instagram. Como quien grita en el desierto. Laotra en X, si alguien ve a mi hermano que me avise. Qué agonías. Total pa ná, que diría el otro. Para guinda del pastel, “Ponestoaquí” me pregunta si puedo acompañarle a la boda de su amiga. Yo creo que si me hubiera preguntado si le dono un riñón no me hubiera quedado más quieto. Sin querer. No lo vi venir. Es una boda campera, me explica. Yo le digo que si hay que torear, ni por todo el oro del mundo. Le da la risa. A mí también. No hay etiqueta, sólo cosas camperas, vaqueros y así. Mejor, con lo incómodos que me son los trajes. Le digo que sí. Porompompero. Va por ustedes.

Robus se hace viral. Está por todas partes. Hace llorar al país con su versión de “Para que no me olvides”. Incluso yo, que no lloro nunca. A parecer alguien le descubrió. Es La Voz. Ya se lo decía yo. Otro que ya no sube hasta aquí. Llegan los de la piscina. Hablan en hectolitros. “Ponestoaquí” y yo buscamos el regalo de la boda en la lista online. Su amiga se llama Catalina, y la llamaban Cati. Pero ahora quiere que la llamen “Keit”, como en inglés. “Ponestoaquí” le sigue llamando Cati. Pues muy bien. Nos decidimos por una máquina para hacer zumos. Ahora tenemos que pensar cómo llegamos al medio de la nada campera. Sí o sí hay que ir en coche. Conducir no es lo mío, pero si hay que ir se va. Por algo fui exprofeso a Texas a sacar el carnet. Reservo un Land Rover como un mundo. Ya puestos. Supongo que a una boda campera hay que ir en vaqueros y con botas. Camisa. No deja de ser una ceremonia. Y una chaqueta que se olvidó mi hermano, que es informal a la par que elegante, un poco como él, sólo que él de informal tiene poco, y además abriga. Porque en la nada campera, llegará un momento que hará rasca. Vamos digo yo. Me llevo las dos mantas que compré en Escocia. Y un termo con dos litros de agua. Vas a una boda, no a una expedición. “Ponestoaquí” lleva un vestido de flores con botas camperas y una chaqueta larga de lana. También una sombrerera con una pamela. Al parecer pertenece al “dress code”. Yo la mía la olvidé. Nos da un ataque de risa. Vamos que nos vamos. La señora del navi nos guía. “Ponestoaquí” me pone al corriente de quién es quién en la boda, a qué se dedican, en qué lugar se enamoraron y a qué dedican el tiempo libre. Me da la impresión de que está un poco nerviosa, pero no sé porqué. A lo mejor porque tiene que leer. Enciendo la radio. Nos adentramos en la nada. Rectas y campos amarillos. Empieza a sonar “Poupée de cire, poupée de son”, subo el volumen. La canto a voz en cuello. Como maman entonces. Y nosotros con ella. Suis-je meilleure,suis-je pire qu’une poupée de salon?Je vois la vie en rose bonbon poupée de cire, poupée de son. Tamborileo el volante con la parte de la percusión. Hacía mucho tiempo que no la escuchaba. Maman. Cuando acaba entra una cuña de un negocio de muebles, y eso me da tiempo a tragar el nudo. Me cuesta. Carraspeo. La señora dice que tenemos que torcer a la izquierda. “Ponestoaquí” se ha quedado muda. Me mira como esperando una explicación. Yo nunca las doy. Todo a su tiempo. Alguien ha colocado a un lado de la carretera carteles en forma de flecha con “Boda de Kate y Sanchete” en letras rojas. Sanchete. Bueno, el mío tampoco es muy pa’llá. Según la señora hay que torcer a la derecha, pero las flechas dicen que hay que seguir recto. Las flechas nos llevan a un cercado con burros. Al querer dar la vuelta nos damos cuenta de que no somos los únicos en caer. De la nada aparece una chica con vestido de flores lila y pamela a juego, con una carpeta en la mano. Se presenta como la “wedinplaner”. Nos dice que tenemos que ir por donde nos decía la señora. Se ha formado un atasco. Conducir no es lo mío. Me da la impresión de que vamos en un tanque. Me meto campo a través. Llegamos a la era habilitada como aparcamiento. Pamelas de todos los colores. Me alegro de haber traído las botas. “Ponestoaquí” me presenta como su amigo “MiguelAngel”. Caigo en la cuenta que todavía no le he dicho mi nombre. Yo nunca la llamo por el suyo. Todo a su tiempo. Bañeras de hielo con cervezas, cortadores de jamón, mesa de chuches. Otra “wedinplaner” reparte cámaras polaroid. La mía es verde. La primera foto se la hago a “Ponestoaquí” sin que se de cuenta. Son las mejores. Además la luz era perfecta. Han puesto hileras de bancos de madera a ambos lados de un alfombra verde que lleva a lo que supongo es el altar. Pero no es el altar. Es una sofá. Antes de que comience nada voy a uno de los que corta jamón. Le pido un bocata. No tiene pan. Sólo puede darme lonchas en un plato en forma de hoja. Yo con hambre soy insufrible. Me da muchas lonchas. Me agencio crackers y aceitunas. Algo es algo. “Ponestoaquí” tiene uvas y taquitos de queso. Otra amiga suya croquetitas y gildas. Nos sentamos en unas rocas y hacemos picnic. Hay tanta gente como en una romería. “Ponestoaquí” me presenta gente. Las “wedinplaners” avisan por megáfono de que va a llegar la novia y que tenemos que sentarnos en los bancos. Desbandada es una palabra muy gráfica. Nos sentamos por el medio. Una mujer empieza a cantar acompañada de un hombre a la guitarra. Se arranca por “Contigo aprendí”. Le digo a “Ponestoaquí” que bien hubieran podido contratarme a mí. Tiene que hacer esfuerzos ímprobos por no reírse. No lo consigue. Le hago una foto. La novia llega acompañada de un señor con frack. Ella es un tul andante portando un ramo de lilas. Yo supongo que como nosotros se sintieron los del sermón de la montaña. No me entero de nada. Alguien le da a “Ponestoaquí” un micrófono y ella lee lo que tiene que leer. De amistad, tiempo, vivencias, años, risas, llantos y esas cosas. Me vuelve el nudo. Yo que no lloro nunca. Nos dan un pañuelo lila a cada uno. Cuando acaba la ceremonia, los novios recorren el pasillo central dando saltos de alegría con los brazos en alto, mientras la multitud agita los pañuelos y corea los que el público en los estadios. Como si acabasen de ganar la Copa de Europa. Ver para creer. Al parecer hay cordero a la parrilla para los que comen carne y un buffet variado para los que no. No quiero pensar en cuántos corderos han hecho falta. Buenas noches, Clarice. Han extendido mantas y alfombras por la era, para que cada uno se siente donde quiera. “Ponestoaquí” y yo pasamos cerca de una hora llenando el plato. Las colas son interminables. Su amiga y ella me piden que las acompañe a vigilar que nadie mire cuando hacen pis tras unos arbustos. Las oigo reírse a carcajadas. Me recuerda a aquel campamento de verano al que nos apuntaron un año. A mi me siguen gustando las albóndigas con tomate, y esté dónde esté siempre sé dónde está el norte sin necesidad de brújula. Mi hermano, desde entonces, de poder, se movería por el mundo de liana en liana, aunque nunca lo admita. Mi hermana aprendió a tocar el uquelele. Y Laotra, te dice la hora sólo con mirar al sol. No nos queríamos ir. Esto ya es otra cosa.

Tanta gente y tantos pies, al final se levanta una polvareda. Y el viento viene sur. Empiezan a volar pamelas. Hago un par de fotos. Han traído una orquesta para amenizar. “A mi manera” por bulerías. Más polvo. Un grupo de personas se separa, y en el claro que deja, descubro a León. Y él me descubre a mí. En situaciones como estas nos sentimos Judas. Siempre hacemos que no nos conocemos. Ni me saluda. Yo bebo un trago del refresco que tengo en la mano y miro al cielo. Recibo un Whatsapp:

  • Me he perdido varios capítulos. Qué carajo haces aquí?
  • Soy el plus1 de esta chica a mi vera
  • Estáis?
  • Si estamos dónde…
  • Alma de cántaro, si las miradas hablasen..
  • …
  • Tienes dos opciones, o capiscas o te tiro una piedra..

Miro a “Ponestoaquí”, que a su vez me está mirando a mí. Me doy cuenta de que me mira como si yo fuese el Santo Grial. Capisco. Yo es que no lo veo venir. O quizás sí. Yo qué sé. Sí que sabes. Es tu miedo al socavón. A dar el paso y pero tío qué haces. Dar el paso y te presento a mi novio. Dar el paso y no sé qué te has montado en la cabeza pero no. Que nunca nadie te ha dicho. Pero siempre hay una primera vez. Y te quedas in albis. Y entonces mejor te quedas como estás. Y no ves. No ves. O no quieres ver.

  • No disparen.
  • Aleluya!

León no está solo. León nunca está solo. Siempre tiene novia. Siempre son lo más parecido a Miss Universo, guapas por fuera y por dentro. Ingenieras de minas, farmacéuticas, médicos, comandante de submarinos, arquitectas, notarias. León es Doctor en Filosofía y Doctor en Filología Clásica, ambas Cum Laude y premio extraordinario. No es alto, no se molesta en hacer ejercicio, tiene poco pelo, y el que tiene es rojo, yo siempre digo que tiene cara de monje medieval dormitando y es miope. Pero si vas con él a cualquier reunión, se marchará con la mujer bandera. Y cuando se dejan, le siguen adorando. Le invitan a sus bodas. Es amigo de sus maridos. Yo creo que el secreto está en la risa. León tiene el don de regalar risa, y, eso, le hace especial. Hoy está con una chica de melena castaña, cara de muñeca y vestido de alta costura, que le pasa el brazo por el hombro, ya que le saca una cabeza.

  • Sólo dime si es Miss Universo
  • Se llama Virtudes, es jueza de la audiencia nacional..
  • Tenemos que vernos..
  • Ya nos estamos viendo..
  • Idiota..
  • Localizo a Jacobo y monto algo..
  • OK
  • Y lánzate a la piscina! Mivida!
  • Yo también te quiero..

La orquesta entona “Me gustas mucho”. Me doy por aludido. Sin más miedo al socavón cojo a “Ponestoaquí” de la mano y la saco a bailar. Porque bailar bailo bien. Que conste.

Va cayendo la tarde. Cambia el viento. Viene la rasca. Las mantas escocesas hubieran cumplido su misión. Pero las dejé en el coche. Fin de fiesta. Para la vuelta no somos dos, somos seis. Localizar el coche está a punto de convertirse en un misterio sin resolver. Parecemos los de Scoobydoo, sólo nos falta el perro. Dos cosas tenemos todos en común: necesitamos urgentemente un baño y tenemos un hambre voraz. La señora del navegador nos guía hasta un McDonalds. Regalan vasos de colores por Menú. Reunimos una cristalería. Es una sensación extraña cuando por fin te has decidido a algo con otra persona, esa persona también está dispuesta a algo contigo, y estáis atrapados en la sinergia de un grupo de gente con la que no queréis compartir vuestro secreto. Voy dejando a cada mochuelo en su olivo. Hasta que volvemos a ser dos. Aparco en el primer hueco que encuentro. Bajo del coche. Le abro la puerta. La cojo de la mano. No sé a dónde quiero ir. Me paro. Ella no entiende nada. Dicen que es como andar en bicicleta. Lo mejor es empezar por el principio.

  • Hola Buenas, se está quedando buena noche…
  • Sí..
  • Tendrías la amabilidad de decirme tu nombre?
  • Me llamo Guiomar, y tú?
  • Yo me llamo Kilian..
  • Hola Kilian..
  • Pero nadie me llama así, me llaman Bo..
  • Bo..
  • Sí, sólo Bo.

Ponestoaquí

Mi cuñada es boba. Pero tiene buen fondo. No dudó en darme trabajo y con ella sigo desde entonces. Ha sido mi primer y único trabajo, todo hay que decirlo. Me paga bien, y tengo para mis gastos, qué más puedo pedir. Podría pedir irme a vivir sola, pero para tanto no me da. Así que todavía vivo con mis padres. Me consuela saber que no soy la única. Ella es propietaria de una empresa de reformas y decoración de interiores, mayoritariamente a nivel industrial, como pueden ser cadenas de hoteles, edificios de oficinas, centros oficiales y grandes superficies. Yo soy su “ponestoaquí”, que no es otra cosa que la persona encargada de señalar a las personas encargadas de llevar el mobiliario al objeto, dónde han de situar la pieza. Nada más. No tiene más complicación. Sí que es verdad, que muchas veces el mueble o pieza en cuestión viene embalado y yo me ocupo también de sacar el embalaje. Mi rutina de trabajo consiste en levantarme por la mañana cuando todavía no están puestas las calles, desayunar, mientras desayuno consulto dónde he de dirigir y qué muebles, ducha, arreglada pero informal, sobre todo cómoda de pies. Y allá me voy. Ahora mismo estamos en un edificio de catorce plantas, que, cuando esté listo, que será en breve, será la sede de una multinacional americana. Y mi razón para levantarme cada mañana, se llama “MiguelAngel”. Bueno, no se llama MiguelAngel, yo le he puesto el nombre, porque se pasa el día trabajando en los artesonados del techo. Como al parecer dicen hacía MiguelAngel el pintor. Por eso y porque está muy bueno. Hablando en plata. No a todo el mundo le queda bien el pelo al tres. Yo digo que tiene ojos como de Disney. Grandes, verdemusgo y que, sin palabras, dicen todo. Al principio pensaba que no hablaba español, porque le había escuchado hablar con Abú en francés. Y yo de idiomas poco. Pero no. Coincidimos un día en una de las plantas ya completas, él dando los últimos retoques, yo supervisando los armarios empotrados, y trabamos conversación. Trabamos no. Trabé. Para qué nos vamos a engañar. Por esos días pasó lo de Abú. Cada vez que me acuerdo hiperventilo. Una cosa es ver a Wesley Snipes saltar agarrado a un cable desde un edificio como el nuestro, y aterrizar como si nada sobre un tren en movimiento. Y otra cosa es ver como una persona cae trece pisos. Pero no cayó. Quedó colgando del arnés. “MiguelAngel” y yo lo pasamos juntos. Recaímos en fumar. Porque después de una cosa así lo único que entra es un piti. La cosas como son. Además se paró todo y estuvimos sentados charlando. Después el trato se hizo más fluido. A ninguno de los dos nos gustan los ascensores de obra, así que recorremos el edificio de arriba abajo a pie. Encontramos una app que cuenta pasos. Estamos empatados. Él dice que a los veinte mil monta una fiesta. Yo me apunto, buscas fiesta en el diccionario y yo aparezco como definición. En fin. Mi cuñada se llama Valentina. Ella responde a Titina. Pero en la obra le llaman “Hazmelefavor”, porque es su muletilla. Yo creo que ella lo sabe, pero no le importa. Por su buen fondo. Su amiga Lulú tiene un primo al que necesitaba enchufar en algún sitio, y Titina sin más complicación le enchufó en la empresa constructora. Le pusieron de supervisor. Trató de supervisar lo que yo hago y decirme cómo hacerlo mejor. Le dije que la próxima vez que se atreviese a decirme cómo tengo que hacer la cosas iba a seguir el mismo camino que Abú. Pero sin arnés. Desde entonces me evita. Mejor. Yo con esa gente sigo la estrategia de Harry el Sucio. Por su cuenta y riesgo les dijo a los de electro que dejasen toda una esquina de la planta once sin focos de luz. Ciega. 57 puntos faltan. La que se montó no está en los escritos. “MiguelAngel” y yo asistimos a los dimes y diretes tomando un café con donuts. Como si fuera una obra de teatro. No sé quién es el marido de Lulú, pero gracias a él no le echaron. Ahora está en Color. Pero la esquina sigue ciega. Nos reunimos para ver qué se hace. Sólo nos falta la ouija. Y se lo digo a MigueAngel. Un grupo de gente en círculo, a oscuras y mirando al techo. MiguelAngel se ríe. Yo hago como que toso. Yo a los que llevan la obra les llamo los “Biutifulminds”. Según ellos, básicamente, habría que tirar toda la planta y hacerla de nuevo. Me acordé de una idea que se ocurrió. Porque a veces tengo ideas. Lo que no sé si buenas o no, porque no llego nunca a realizarlas. Las guardo en una carpeta bajo el nombre Mementos. Como estamos a oscuras y nadie va a notar lo colorada que me voy a poner, me atrevo a decirles otra opción. Y sería dejar la esquina ciega, dejándola como lounge, con lámparas indirectas. Se hace el silencio. La oscuridad hace que no quiera que me trague la placa sobre la que estamos. Uno de los “biutifulminds” me dice que le envíe el exposé. Se lo envío y por bajini le pongo una vela a mi Santa. De pronto flash. Nos quedamos ciegos. Uno de los “Biutifulminds” me da el OK para la lounge. De poder daría saltitos diciendo yesyesyes. Pero sólo sonrío y le doy la gracias. A ti, me contesta. Casi lloro. Se lo digo a Titina por Whatsapp. Me contesta con Rachel de Friends agitando pompones. Yo soy más de osos pandas dando volteretas. Bajo a por brownies para celebrarlo. Lo celebro con MiguelAngel en la pausa. Desde donde estamos sentados se ve la ciudad entera. Él y yo vivimos en puntos opuestos, pero tomamos la misma línea de metro para venir aquí. Sólo te pido, sólo te pido, que me hagas la vida agradable, si decides vivirla conmigo. Gran Verdad. Robus es un portento. Tanta gente dando el cante, literalmente, y él con esa voz está aquí. Titina y yo somos fan. Cuando canta dejamos lo que estamos haciendo y le escuchamos. Después aplaudimos. Él se ríe y sigue a lo suyo como si nada. Coincido con MiguelAngel camino del metro al final de la jornada. Podríamos formar parte del elenco de The walking dead. Me ofrece su brazo. Mejor. Me despierta un trompetazo. Me quedé dormida contra el hombro de MiguelAngel y él contra la ventanilla del metro. Dos eran dos. Nos separamos en el cruce de las avenidas. Hasta mañana. Estoy tan cansada que no tengo fuerzas ni para ponerme triste al verle alejarse.

Mi amiga Rita me apunta a su clase de Ciclo. En qué momento. Yo no se lo pedí. Es que era un dos por uno. Como si yo fuera un cocktail. Los sábados por la mañana son para dormir. Debería estar en la constitución. Mi padre se parte el eje y me ofrece el café del desayuno. Voy a mandar mi propuesta al defensor del pueblo durmiente. Me voy jurando en arameo. Veinte tías sobre bicicletas estáticas, a oscuras, pedalean al ritmo de una música infernal siguiendo las indicaciones a gritos de una tipa con micrófono en el moflete. Después Rita y yo fuimos directamente a una farmacia a comprar ibuprofeno. No me sentía tan mal desde aquella excursión a los Lagos de Covadonga en pleno agosto. Qué mal. Le cuento a Rita de MiguelAngel. Que me da la impresión que pasa un poco. Pues no le gustarás, no eres una croqueta. Rita y sus frases lapidarias. Caso me hace, eso no es. A lo mejor le agobio o algo. A lo mejor es gay. Removemos el café en silencio. No sé. O tiene novia. El nombre es bonito. Le explico que no sé su nombre, que sólo le llamo así. Rita me mira como cuando le dije no me gustaba el pan de plátano. Si le digo que él tampoco sabe el mío, se levanta, se va y me retira el saludo. Así que opto por no decírselo. Pues estará a otra cosa. Bueno, la ilusión por verle hace las cinco de la mañana menos cuesta arriba. Rita abre los ojos como platos. Rita trabaja en Cortefiel. A las cinco de la mañana todavía está en fase REM.

Hoy han traído el mostrador de recepción. En el momento que lo desembalaron, me teletransporté. Fue cuestión de segundos, pero volví allí. Al after fin de fiesta. La pitstop antes de enfilar hacia casa. RonCola barato y música indefinida. A cuando salir era mi razón de ser. Cualquier cosa con tal de no estar entre los muros del colegio o de casa. Bares qué lugares. Disco queen. Repetí todo lo repetible. Varias veces. De colegio en colegio y tiro porque me toca. Mi problema no era de capacidad intelectual. Yo era vaga. No me daba la gana. Huelga de boli caído. Yo sólo quería estar por ahí. Por ahí siempre había planes. Mucho mejores que estudiar geografía. La noche y sus misterios lo eran todo. Llegado un momento, mis padres concluyeron que no tenía sentido insistir más. Y comencé a trabajar para Titina. Y ahora me pregunto para qué me compensó todo aquello. Ahora. Qué le dirías a tu yo de trece años, es la pregunta de moda. Yo la levantaría a las cinco de la mañana, la llevaría de obra en obra de ocho a diez horas al día a mover muebles y desempaquetar armarios. Ahora me doy cuenta de mis límites. Me estoy planteando sacar el bachiller por libre. Nunca es tarde para recapacitar. Y aún así, como los exfumadores pueden recrear en su cabeza la sensación de la primera calada de un cigarrillo, yo también lo hago con el primer halo de la mágica mezcla de calor humano, sudor, humo, ruido y perfume que te envuelve al entrar en una discoteca. Y a eso huele ese mostrador.

Se lo comento a MiguelAngel y me da la razón. Él también iba a esos locales. Me tranquiliza saber que no era sólo cosa mía. Al parecer el mostrador costó un dineral. Ganas de gastar dinero. Como con los guerreros. Titina tuvo que recurrir a un tratante uzbeco de arte especializado en figuras guerreras. Guerreros nubios. Pesan un quintal, literalmente, y hemos tenido que contratar personal extra para moverlos. Al parecer el “Mandamás” los quiere repartidos por todo el edificio. La gente tiene ideas. Tiene casi veinte años y ya está cansado de soñar, pero tras la frontera está su hogar, su mundo y su ciudad. Robus for president. Hoy he traído sushi que sobró de la cena de ayer. Mi madre encargó sushi para un regimiento. MiguelAngel tiene sándwiches. Compartimos. Le digo que debería patentarlos. Él se ríe y prueba el sushi con gambas. 

Rita me llama para preguntar qué hacemos con la boda de Cati. Con el jaleo de los nubios se me había olvidado. Quedamos. Lo que está claro es que es campera y que hay que llevar pamela. Hasta ahí llegamos. Lo que ya no tenemos tan claro es dónde es y cómo llegar, si bien el mapa está incluido en la invitación. Rita va con Imanol y sus hermanos. Yo puedo pedirle a mi padre si me acerca, pero después cómo vuelvo. Revolvemos el café en silencio. Oye y si le preguntas al MiguelAngel. De repente tengo quince años y me da mucho palo. El no ya lo tienes. Ya y del chasco que me puedo llevar me sacas tú, o cómo. Quién no arriesga no encuentra árbol que le cobije. Ya. Otra cosa, se pueden alquilar pamelas?. Rita me pasa un link de unas pamelas de Shein a buen precio y que dan el pego. Y como dice mi abuela, después la tiras y dices que la perdiste. Ahora sé de dónde saca Rita sus frases.

Harry el sucio. Corto y sin dolor. A bocajarro. Le pregunto a MiguelAngel si me acompaña a la boda. Los tres segundos que tarda en contestar me parecen las campanadas. Cuando me dice que sí, por dentro soy July Andrews rotando por una pradera austríaca. Buscamos juntos el regalo de boda. Una máquina para hacer zumos. No me complico.

Han descubierto a Robus. Para que no me olvides, ni siquiera un momento, y sigamos unidos los dos, gracias a los recuerdos…Titina y yo nos marcamos una llorera de campeonato cuando lo vemos en la tele. Robus for president.

Me compro un vestido de flores y lo combino con una chaqueta muy larga, vuelvo a ponerme las botas camperas. Meto en el bolso un montón de tiritas, por si acaso me hacen daño. La pamela me queda como a un Cristo dos pistolas, según mi madre. Y tiene razón. Pero sólo es por un rato. En la peluquería me han recogido dos mechones pelo en una hebilla atrás, y me han maquillado un poco, pero tampoco mucho. Ahora sólo falta la carroza.

La carroza viene en forma de un Land Rover negro inmenso. Mi chofer se baja a abrirme la puerta del copiloto. Please MyLady. Que alguien me pellizque. Me pregunto que colonia se ha puesto. Me dice que él se ha olvidado su pamela. La risa rompe el hielo. No sé qué hacer con las manos. Le miro y no puedo más que confirmarme que he caído sin remedio. De todo su conjunto. Incluida su colonia. Se me tiene que notar en algo. Es más que evidente. Decido huir hacia delante y, como si me dieran cuerda, le cuento cosas. El va pendiente del tráfico, a veces sonríe como respuesta. Yo sigo con la vida y milagros de los novios. Entonces de repente, sube el volumen de la radio y se pone a cantar a voz en cuello una canción en francés, tamborileando el volante, yo encuentro fascinante su nivel de francés, en realidad, en estos momentos, todo en él me parece fascinante. No sé cómo decirte. Cuando la canción acaba, me parece que tiene lágrimas en los ojos, pero a lo mejor sólo fue la luz. Yo sigo estupefacta. Ya estamos llegando a la inmensa nada. Los carteles están mal puestos. Se confunden más coches. Aparece una tipa con pamela diciendo que giremos. MiguelAngel hace caso omiso y se mete campo a través. Aparcamos en medio de un campo. Me da la impresión de que somos miles de personas. MiguelAngel me ofrece el brazo. Tenemos hambre y sed. Las colas para conseguir algo me recuerdan a las de los conciertos para ir al baño. Nos encontramos a Rita, que ha perdido a Imanol. Hacemos picnic sentados sobre unas rocas. De poder tiraría ya la pamela. Rita mira a MiguelAngel de hito en hito. Él está muy entretenido haciendo bocadillitos de crakers con jamón que después reparte entre los tres platos en forma de hoja. Rita levanta una ceja. Yo me como una gilda. De repente dos tipas dicen algo que yo no entiendo por megáfono. Estampida. Aparece Imanol. Parece un huido de una zona en guerra. Rita se ocupa. Nos sentamos en un banco por el medio. Una persona empieza a cantar, y pareciera que la están despiezando. MiguelAngel me hace reír. Cati parece la novia de la curva.  Si alguien allá delante dijese que en dos minutos va a caer un meteorito yo no me enteraría de nada. Una de las tipas que organiza el sarao me entrega un micrófono, por un segundo creo que tengo que cantar también. Me había olvidado que tengo que leer algo. Leo lo mejor que puedo. MiguelAngel me aplaude y me felicita. Creo ver lágrimas otra vez, pero quizás es sólo la luz. Los novios han ganado la copa de  la UEFA y todos tenemos que celebrarlo. Nunca lo entenderé. Cordero asado. No quiero pensar en cuántos han hecho falta. Logramos no morir de inanición. Me entran ganas de hacer pis. Pruebo todos los trucos que conozco. O mear o la muerte.  Le pedimos a MiguelAngel que vigile que nadie nos mire y Rita me acompaña a un lugar en la espesura. Nos meamos de risa literalmente.

Socializar en la nada campera es complicado e incómodo. Empieza a tocar la orquesta, y todo se llena de una polvareda marrón. Vuelan pamelas. No sé dónde dejé la mía. MiguelAngel está pendiente de su móvil. Le llegan muchos mensajes. Si se tiene que ir, malo será que yo no encuentre sitio en otro coche para volver. O me voy con él. Querrá irse solo, supongo. Nena, has caido con todo el equipo. A ver cómo sales. De repente me mira, y me descubre mirándole  en medio de mis elucubraciones. Su expresión cambia, y me sonríe. Y yo le sonrío de vuelta. Entonces me coge de la mano y sin más se adentra conmigo en la multitud danzante. Yo no he perdido la esperanza, de tenerte entre mis brazos y ese día ha de llegar, desde hace mucho que me gustas, y lo que me gusta obtengo con toda seguridad. Y bailamos como si nadie estuviera mirando. Sin tapujos o miedo a hacer el ridículo. No puedo parar de reír. July Andrews rota y rota sobre la hierba austríaca.

Todo tiene un final. Y las orquestas también hacen descansos. Y justo cuando, cogidos del talle, íbamos hacia ningún sitio en concreto, aparecieron Rita e Imanol, acompañados de Lorena y Marcos. Los hermanos de Imanol se han ido sin ellos, el coche de Marcos no arranca y no es la batería. Nunca encontrar un coche fue tan complicado. Todos tenemos hambre, sed y necesitamos un baño. El navi nos marca la ruta a un McDonalds. MiguelAngel pone la radio. Cantamos a voz en cuello los “gritishits” que van saliendo. AyAyAyAy, qué dolor , qué dolor, una mujer en el armario, qué dolor, qué dolor. Nada más llegar corremos al baño. Rita, Lorena y yo casi no llegamos. Pedimos mil cosas. Ganamos una cristalería. Es difícil guardar distancias cuando lo que quieres es estar lo más cerca posible del otro. Casi duele. Va dejando a cada uno de los otros pasajeros en sus respectivas calles. La última soy yo.  Busca aparcar en un hueco que encuentra. Sale del coche. Abre la puerta del copiloto. Me ayuda a salir y me coje de la mano. Caminamos unos pasos. Se para. Mi corazón me sale por la boca. Y ahora seguro que me dice mira es que me caso en verano. O Me mudo a Australia y no quiero ataduras. Me mira muy serio.

  • Hola Buenas, se está quedando buena noche…
  • Sí..
  • Tendrías la amabilidad de decirme tu nombre?
  • Me llamo Guiomar, y tú?
  • Yo me llamo Kilian..
  • Hola Kilian..
  • Pero nadie me llama así, me llaman Bo..
  • Bo..
  • Sí, sólo Bo.

Y entonces por fin ocurre. Lo que sólo pasaba en mi cabeza. Nos buscamos a la vez. Y me olvido de todo. Nos volvemos uno. No existe nada más. Sólo Bo.

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