- Iba sola. En un principio cree que se ha confundido de persona, es casi imposible que uno se pueda cruzar con ella. Si no se mueve en coche con chofer, va en el medio de una nube de guardaespaldas que la rodean los pocos metros que recorre entre el coche y el edificio en el que quiera entrar, la mayor parte de las veces entra directamente al garaje, lo que dificulta mucho a los periodistas tomarle una foto. Decidió seguirla a una distancia prudencial, sin caer en la tentación de acercarse a preguntarle si podía hacerle alguna pregunta. Ya había vivido la experiencia con otros famosos, de verse de pronto en el suelo bajo cuatro gorilas esposándole las manos a la espalda. Miró a su alrededor, ella caminaba sola, y ningún coche de alta gama negro la seguía rodando a poca marcha por el arcén muy cerca de la acera. Caminaba a buen paso, llevaba el pelo castaño claro recogido en una cola de caballo desecha, y se abrigaba de la ya fresca brisa de septiembre con una amplia gabardina marrón anudada de cualquier manera, pantalones vaqueros, botas negras de piel, bolso en bandolera, manos en los bolsillos de la gabardina. Tenía un rostro peculiar, de facciones finas, nariz recta y grandes ojos verde musgo, que recordaba a las litografías de las damas antiguas, aunque ella no era tan pálida, tenía una tez casi pecosa, hoy iba sin maquillar, y tampoco llevaba sus famosas gafas oscuras. No se fijaba en los escaparates a su paso, ni tampoco parecía estar buscando un portal. Ella caminaba sola. Había irrumpido en el mundo del famoseo cuando se casó con uno de los hombres más poderosos del país, de eso hacía casi ya quince años, y si por algo se caracterizaban era por su hermetismo mediático. Lejos de quedarse tranquilamente a descansar a su sombra, ella había abierto su propio negocio con considerable éxito, situándose en poco tiempo entre las empresas sin ánimo de lucro más rentables del país. De esa unión habían nacido cuatro hijos. Según se decía. Porque algunos habían llegado a dudar de su existencia. Se decían muchas cosas de ella, que en ningún momento se desmentían o admitían. Pero ella ahora caminaba sola. Y él la podía seguir sin ser advertido. Tenía verdadera curiosidad de saber a dónde podía querer ir un día de semana a media tarde. Volvió a cerciorarse de que no había guardaespaldas. Ella entró en la boca del metro, y él no perdió su estela. Tomó la línea más larga, la que cambian de denominación cada poco, añadiéndole números o letras, dependiendo de los cambios de trayecto que se realicen. El vagón iba casi vacío, así que pudo sentarse cerca de ella, quien se limitó a mirar por la ventanilla y de vez en cuando apartarse un mechón de pelo de delante de la cara. Cuando él ya pensaba que iba, por primera vez en su vida, a llegar a la estación final de la línea, ella se incorporó y abandonó el vagón. Él tuvo que leer dos veces el nombre de la parada, para saber dónde estaba, pero no le ayudó en absoluto. Ella subió a la calle a buen ritmo por las escaleras, con lo que él tradujo como una excelente forma física, ya que él llegó al final del tramo casi sin resuello, y ella continuó camino como si nada hubiera pasado. Estaba perdido. Era un barrio muy barrio, de casas desiguales y multitud de negocios en cada bajo, trató de encontrar alguna placa con el nombre de la calle, pero por intentarlo casi la pierde, así que optó por seguir en la ignorancia. Pasaron por delante de una droguería con infinidad de productos expuestos en su exterior, dentro de bidones de plástico de todos los colores. Gel de ducha 4×1, 3,50. Cepillos de dientes 6×1, 2,50. Cuando esta aventura acabase, tenía que entrar en esa droguería con un carrito.
Ella va a buen paso, sabe exactamente a donde va, porque no se entretiene con nada. A medida que avanza tras ella por las calles, se convence de que va a tener que pedir un Uber para la vuelta. Hacía mucho tiempo que no se perdía. La última vez en Garmisch-Partenkirchen. Por eso odia la nieve. Pero ahora no nieva. Y va detrás de una historia que dará aire fresco a su columna. Su columna. Aquel lugar en la página doce de la sección de cultura y espectáculos, reservado para temas de sociedad y su fauna, como él acostumbraba a llamarles. Aún recibía muchos clicks online. Por eso existía todavía. Lo que estaba claro era que tenía que apuntarse a un gimnasio. Esta gente tiene entrenador personal, sin lugar a dudas. Camisetas con lentejuelas de colores y purpurina, dos 10,50. Para qué quieres tú camisetas de lentejuelas. Fondo de armario. Primero ordénalo. Respira por la nariz, expira por la boca en dos veces. Aspira, expira dos veces. Ni que estuvieses dando a luz. Y ahora dónde se mete?. Tampoco iba a entrar justo detrás. Echando el pulmón por la boca. Esperó a que entrasen dos chicas, que parecían tener mucha prisa por entrar en el local. El local. Era una cafetería pequeña, sin nada en su exterior que delatase lo que escondía. Sólo un rótulo: Solveig’s. Solveig. Después miraría que significaba. Entró por fin. No era un local grande, cabían exactamente cuatro mesas, y tenía una barra en el ventanal que daba a la calle, con dos taburetes altos, en uno de los cuales, de refilón, la descubrió a ella, ante una taza de lo que le pareció un capuccino y un plato con una generosa porción de tarta de queso. Se dirigió al mostrador, con dos expositores de tartas y pasteles. La chica tras el mostrador le recibió con una sonrisa, que le invitó a sonreír a él también. Iba a decirle ponme lo mismo que a la chica de la ventana. Pero se frenó a tiempo. Una porción de tarta de queso y un capuccino. Ya estaba pensado que seguramente se iba a dejar el sueldo en ese tentempié, cuando la chica le reveló un precio que le hizo creer otra vez en la humanidad. Se sentó en una de las mesas libres, de forma que podía observar al objeto de su seguimiento de espaldas. Las otras dos chicas estaban sentadas en mesas diferentes, también mirando hacia el ventanal. También con tarta de queso. Debe ser un club o algo, dio en pensar. Y casi le da la risa. Ahora a recuperar todo lo que perdiste en la persecución. Casi exhala un grito al probar la tarta. Casi. Era la tarta de queso más sabrosa que hubiera probado jamás. Tomó un sorbo del capuccino. Cerró los ojos, casi en oración. Ese local debería ser lugar de peregrinación. Pero sólo para iniciados. Solveig. El camino del sol. No podía tener un nombre mejor. Miró hacia el objeto de su aventura, que parecía disfrutar de su tarta y su café, tranquilamente, mientras observaba el pasar de la gente. Y dio en pensar que, aunque lo tengas todo, como era el caso de ella, también guardas una parcelita sólo para ti. Con tarta de queso y café. Se sintió guardián de un secreto. Ahora sólo tenía que encontrar la manera de narrarlo sin mostrar las bazas. Respiró hondo y tomó otro trozo de tarta. No iba a pedir un Uber para la vuelta. Haría camino al andar. Qué poético te pones. No te olvides del gel. Tendría que llamar a mi madre. Y la traes aquí. Eso también. El objeto de su aventura se incorpora, lleva taza y plato al mostrador. La dueña y ella se conocen, un abrazo dos besos, hablan de algo que él no puede oír bien desde su mesa. Y se va, colocándose mejor el bolso en bandolera. Él no la sigue. Quien se va casi al mismo tiempo que ella es una de las chicas que había entrado antes que él. La otra está concentrada en su móvil mientras come la tarta. Ahora él pertenece a la Orden de la Tarta de Queso. Y tiene que rendirle todavía culto al trozo que tiene delante. Y ya tiene su historia. Sólo tiene que darle forma.
2. Hashtag Laveoynolocreo. Hashtag Quieroesagabardina. Primero pensé que sería una tipa imitándola. Pero no. Es ELLA. Y va sola. Normalmente lleva un séquito de gente alrededor, y va del coche al edificio. Sólo cuando va a algún evento, entonces sí que podemos verla con detenimiento, y admirar sus looks. Nunca repite y siempre sorprende. Ella y su marido nunca posan en los fotocalls. Su marido. Hashtag SexyintheForbes Hashtag Laeleganciatieneunnombre. Pero ella siempre marca tendencia. Se ponga lo que se ponga le queda bien. Por ejemplo su pelo. Es casi imposible hacerse el moño bajo despeinado como ella. Y el tono. La voy a seguir a ver dónde va. Espera que a lo mejor me viene un señor de traje negro, muy educado, y me dice que buena idea pero mejor no. Pues parece que va sola. Debe tener prisa, porque va a buen paso. El bolso en bandolera. Comodidad ante todo. No puedo ver la marca. Yo debería hacerle caso a Lita y hacer Syclo. La voy a perder por no seguirle el paso. Ella seguro que tiene entrenador personal diario, que además es fisio o algo así. Al parecer tiene cuatro hijos. Que nadie ha visto nunca. Hay podcast acerca del tema. Que si son adoptados. Que si en realidad no pueden tener hijos. Que si sólo es uno. Yo personalmente creo que sí que los tiene. Tengo una foto de ella acudiendo a una gala con un vestido muy abullonado, que no deja lugar a dudas. Yo me voy a apuntar a Syclo, pilates y a la media maratón. Lo que tiene que hacer una por el engagement. Voy a hacerle una foto. Movida. Da igual. Algo es algo. Se baja al metro. Hashtag Altasociedadenelmetro. Llegar y llenar. Creía que esta línea estaba en obras. La tengo a dos metros. Hashtag Nomelocreoniyo. Sigo sin ver la marca del bolso, pero lo quiero en mi haber. Cuadrado de piel marrón con hebilla. Si lleva maquillaje ni se le nota. Definitivamente tiene los ojos verdes. Que si miel. Que si pardos. Verde oscuro, pero verde. No es un moño, es una cola de caballo baja. La gabardina es de hombre. Será una de Sexyintheforbes?. No creo. Le tendría que quedar enorme. Y le queda perfecta. Como a desgana. Pantalón vaquero y bota negra. Hashtag Conbotanegratodoesbien. No tengo cobertura. Si le hago una foto a lo mejor se da cuenta y la asusto. Como pasa con los pájaros. No tengo cobertura. Mi teléfono ha muerto. Justo ahora. No funciona la cámara. Da igual. Lleva dos anillos. Muy sencillos. Mujer, no va a ir con tiara por ahí. Dónde guardará esta gente esas tiaras?. En el banco?. Está como pensativa. La princesa está triste, qué tendrá la princesa?. Princesa no es. Pero poco le falta. Lleva pendientes mínimos, pero presentes. Hashtag Minimalismaximal. Ni idea de a dónde vamos. Al parecer tiene casas repartidas por todo el mundo. La mía está, ahora mismo, vete tú a saber dónde. No es lo mismo. Se va. Como la pierda me da algo. Prisa no tiene. Lo que tiene es buena zancada. Ni que fueses comentarista deportivo. Yo ni con las botas de siete leguas. Las escaleras mecánicas no funcionan. Qué novedad. StepStepStep. Tengo que dejar de fumar. En teoría no fumas. Todo muy healthy. Mueve el culo y apura. Dónde coño estoy?. Ni placa de calle hay. Pasta de dientes 3×2, 2,50. Dos albornoces a 10. Ahora no me paro. Lo que tengo que hacer son los entrenos que hace esa chica online, cómo se llama?. Ahora toda tu concentración está en tus piernas, nena, no pidas peras al olmo. La que ya sólo de verla te agotas. Bueno da igual. Ahora apura. Camisetas de lentejuelas y brillibrilli. Mucho BrilliBrilli. Hashtag Brillibrilliesbien. Ideales para ir a ver a Taylor Swift. En tus sueños, quieres decir. Sólo quedan entradas para Tokyo. A lo mejor en reventa. En algún momento saca documental en Netflix y listo. Japón. Mira que está lejos Japón. Y ahora dónde se mete?. Mira que si es una peluquería y tengo que dejar lo que no tengo para que me corten las puntas. O un masaje tailandés. Esta gente lo tiene todo en casa. Las peinan en casa, no van a las peluquerías como el resto de los mortales. Ya, y también tiene un tailandés pululando por ahí. Tu entra y ya está. Que si no te sientas ahora mismo, te va a salir el corazón por la boca. Una cafetería. Acabáramos. Sentarse está infravalorado. Hashtag Sentarseesbien. Lo que pida ella lo pido yo. Una tarta y un café. Me veo pidiendo un crédito. No me creo que haya pasado por mi lado. Momento fan. Creo que me ha sonreído. Es más guapa en directo dónde vamos a parar. Hashtag Medaalgo. No tienen Matcha. Un trozo de tarta de queso y un café con leche pequeño. Los ricos también van a sitios baratos. Era “Los ricos también lloran”. Ya, pero cuadra. Esta tarta merece una estatua ecuestre. Esto es café, lo demás son comparsas. Voy a hacer una foto del conjunto. Sigue sin funcionar. Ay no sé. Ella tan tranquila, comiendo su tarta y mirando la gente pasar. Pues tú haz lo mismo, tonta. Más tarde con calma, lo explicas todo en un storie, y listo. Y si no te creen, pues que no te crean, como dice el chico ese de melena tan simpático. En esta cafetería el tiempo no existe. Se incorpora a llevar ella misma el plato y la taza al mostrador. Debe conocer a la dueña. Se va. No la sigo. Me voy a pedir otro trozo de tarta. Abracadabra me vuelve a funcionar el móvil. Pues hago una foto del taburete donde estuvo sentada. Algo es algo. Y de la tarta, por supuesto. Hashtag Detartasyotrasefemérides.
3. Soy la mujer invisible. Y usted de qué trabaja? Pues, verá usted, yo soy mujer invisible. Y cómo consigue ser invisible, cuál es su secreto? Si se lo digo, tendré que matarle. Y, créame, no se imagina el jaleo burocrático que eso significa. No es fácil llegar a ser invisible. No es como en la películas, que alguien se pone una capa y desaparece. Yo no tengo capa. A mí, simplemente, nadie me ve. Soy la mejor mujer invisible. Y por eso hoy tengo misión. No tengo este tipo de misiones a menudo. Una vez al mes. O cada dos. Me envían “Código Estepa” al móvil de servicio y actúo en consecuencia. Elegimos “estepa” por los lobos esteparios. Porque van solos. Como ella. A veces. Bueno, ella cree que va sola, pero estoy yo. No sé si me explico. Pero como soy invisible, no sabe de mi existencia. Hoy salió por la puerta de entrega de paquetes. Nada original, la verdad. Según enfiló la calle ya supe a dónde iba, no suele haber sorpresas. Al tipo del periódico lo localicé sin más. No hizo nada por esconderse. No hizo fotos ni nada por el estilo. Labores de seguimiento, como yo. A la otra la localicé ya en el metro. La conozco por redes. Pertenece a nuestros sospechosos habituales. Uno de los poderes que te da la invisibilidad es dejar sin cobertura teléfonos ajenos. Deslizas el dedo y chas, no les funciona el aparato. Me hizo mucha gracia verle cómo buscaba cobertura alzando el teléfono sobre su cabeza. Pero la tenía yo. Así que no pudo grabar nada. Yo estoy convencida de que, en algún momento, con esa línea de metro se podrá llegar a Australia. Pero haciendo escala en Paris. Pensé que iba a ir hasta la última parada, lo que constituiría un cambio total de plan y pedida de refuerzos. Por desconocimiento de lo que pueda haber en la superficie. Pero siguió el plan de costumbre. El tipo del periódico intentó encontrar el nombre de la calle. El asunto ya está sobre la mesa del concejal de urbanismo. Es imposible que una calle no tenga nombre. Droguería. Geles, pasta de dientes, agua de colonia. Agua de colonia. La de las redes intenta filmar. Maldice. Adoro mi trabajo. Al tipo del periódico le cuesta seguirla. En algo se tienen que notar los quince kilómetros diarios que ella se hace en la máquina. Ella y su marido. Porque entrenan juntos. Hay muy pocas cosas que no hacen juntos. Eso simplifica nuestro trabajo. Otra cosa son los cuatro elementos. Ellos no tienen el don de la invisibilidad. Nosotros se lo prestamos. Por ahora funciona. Existe la leyenda urbana de que en realidad no existen. Nosotros la extendimos. Y la gente se la cree. Porque hay que creer en algo, supongo. Solveig’s. Hay que mirar las cosas siempre desde el lado positivo. Si alguna vez me caso, la tarta será la de queso de Soveig’s. Cinco pisos de ella. Una porción con un café solo. La de redes se pide un matcha, no tienen, entonces capuccino. Beber matcha es como beber hierba. Café solo. Perfecto. El tipo del periódico saca un cuadernito y comienza a escribir. Nunca hace fotos. Sólo escribe. Me gusta su columna. Siempre le doy like. La de redes sigue buscando cobertura. La que todos seguimos, come su tarta y bebe su café. Con toda su calma. Es la tranquilidad hecha persona. Sólo la vi una vez nerviosa, y fue cuando no encontrábamos al elemento 4. Fue la primera vez, desde que le conozco, que vi a su marido gritar. Gritar el nombre del elemento 4. Ese día llegué a creer en los extraterrestres. Cuando apareció, me tuve que sentar en el suelo del alivio. Los elementos llevan ahora unas pulseritas de abalorios que no son abalorios, tan chulas como indestructibles. No hay más desapariciones. Tampoco extraterrestres. Sólo organigrama. Ellos hacen su vida. Nosotros nos ceñimos al organigrama. Cenas, comidas, entregas de premios, inauguraciones, juntas de accionistas, cumpleaños, bodas, bautizos, funerales, partidos de futbol, teatros y conciertos. Todo está en el organigrama. También esto. No se deja nada al azar. Ser invisible agota. Por eso compensan los períodos de vacaciones. Esos pertenecen a otro organigrama. Al mío. Entonces me vuelvo visible y me recorro el país en coche. Sin plan ni mapa. Siguiendo sólo la línea blanca de la carretera. Escuchando la radio. Pensando en nada. Céntrate que recoge ya el plato. Tres minutos de ventaja. Devuélvele la cobertura a la de redes. Listo. Camino a la inversa. Camisetas de lentejuelas y purpurina. Ella geles y pasta de dientes. Yo, agua de colonia. Reporte en destino.
4. Necesito pensar. Pensar ya piensas, pero no a conciencia. Le dije a Vincent que hoy me iba con Florence. Florence. Otro nombre no se te ocurrió. No existe, así que da igual. Así no me espera de vacío en el garaje. No me puedo creer que vaya sola. No hay máquina que se pueda comparar a una buena caminata a buen ritmo. Y pensar. Y dale con pensar. Veinte cómodas Luís XVI. Una vale, dos, pero veinte, y en la misma casa. No me sale de la cabeza. A estas alturas de la película te queda poco por ver en esas casas. Ya, pero Luís XVI. Ni idea de a dónde podemos donarlas. Mañana será otro día. Acuérdate de Scarlett. Mañana, ese lugar. Hasta parece que puedo respirar hondo, di tú que hoy tampoco fue un día tranqui. Me di cuenta de que tenía que salir por peteneras en medio de la tercera videoconferencia. Me fui mentalmente a los pantalones de pana negros del mayor. No quiere ponerse otros. No hay manera. El Morrosko convence diariamente a mucha gente de hacer muchas cosas. Pero con su hijo no es capaz. Si aún tuvieran marca. Pero es que no la tienen. Ni idea de dónde los compré. Cuatro tallas consecutivas, como siempre. El último pantalón superviviente. En la etiqueta Carretera del Cueto 4. Pero no pone el nombre de la empresa. Es que hasta los lava él mismo, para que no desaparezcan. Dí tú que ahora sabe cómo funciona una lavadora. Va a acabar pareciendo el guitarrista de AC/DC cuando ya no le sirvan. No te rías, que es cosa seria. Todo será cuestión de que el Morrosko y yo hagamos un video pidiendo la colaboración ciudadana: Si alguien sabe qué fábrica de pantalones hay en Carretera del Cueto, y lo más importante, en qué país, no dude en ponerse en contacto con nosotros. Se llevará de regalo una cómoda Luís XVI. Qué maravilla. Esperar a que cambie un semáforo. Ni que fueras un extraterrestre. Pues casi. Bueno y a dónde vas, que esa es otra. Solveig es siempre una opción. Lo que une un curso de preparación al parto no lo separa ni tiempo ni espacio. Además tengo que coger el metro. Qué ilusión. Tonterías las mínimas. A ver, cuándo fue la última vez que fuiste en metro. Vamos a dejarlo. Aquellas mudanzas en metro. Otro día me decido a ir hasta el final de la línea. Si lo tiene. Sé en qué parada tengo que bajarme por el color de las paredes. Lila. Cada vez tiene un nombre distinto. Mirar por la ventanilla me relaja. Antes siempre me quedaba dormida. Debería volver a hacerme la cola de caballo, pero no tengo ganas. Por las mañanas salgo de casa monísima, que diría mi prima Puri, con el pelaso en su sitio. Y a medida que avanza el día voy del moño a la cola de caballo, según la goma va resbalando. Hasta que la pierdo. Ahora el pianista no quiere cortarse el pelo. Se da un aire a LuisMiguel cuando lo llevaba largo, yo le digo que ahora sólo le falta cantar. Si nos dejan, te llevo de la mano, corazón, y ahí nos vamos. Lo suyo el piano. Si por él fuese tocaría día y noche. A otros niños hay que llevarles a rastras a clase de música, nuestro problema es el contrario. Hay que convencerle para que pare. El Morrosko dice que al menos no es un trombón de varas. O un flautín. A veces tocan a cuatro manos. Yo lo único que supe tocar jamás fue el triángulo, y a la orden. Ahora, y yo daba el toque. En fin. Lila. Allá voy. La escalera sigue sin funcionar. Mejor. No hay dolor. Aquí siempre hace más frío, no sé porqué. Esta gabardina me da la vida. Alguien se la olvidó en casa. Ni idea quién. Y ahora es mía. Champú 4×2 4.50. Pasta de dientes 3×2 3,50. Después arramblo con todo. Yo creo que alguien vacía las botellas por el desagüe. Si no no me lo explico. Bueno y que todos tenéis pelaso. Eso sí es verdad. Camisetas de lentejuelas y brillibrilli arcoíris. No pienso ir hasta Japón a ver a la Swift, ya dará algún concierto por aquí cerca en otro momento cualquiera. Tres minutos. En tres minutos se agotan las entradas. Increíble. Pero las camisetas las compro igual. Nunca se sabe. Además a Koala le hará ilusión. Koala. Con el nombre tan bonito que tiene, y le llamamos Koala. Es que de bebé era tu koala, día y noche, ella responde no?, así que no importa. Cuando no lleva los cascos. Son más grandes que su cabeza. Cuando desapareció. Ay cuando desapareció. Una cosa tan inocente como jugar al escondite en casa. Qué puede pasar?. No me quiero acordar. La casa llena de gente, y la niña desaparece. Mamá no encontramos a Koala. seiscientos metros de casa. Seiscientos. En dos plantas. Busca tú un escondite. Yo creí que el Morrosko iba a perder la razón, llamándola a gritos. Los de seguridad por todas partes.Y yo llorando, no podía parar de llorar. Estaba convencida de que se había caído por algún conducto o por una ventana. Tú es que ves demasiados videos de Youtube de gente que desaparece. Ya, pero siempre desaparece otra persona, no tu hija pequeña. Dentro del armario de las almohadas. Durmiendo como una bendita. Y porque al Morrosko se le ocurrió dar un porrazo a lo que creíamos era una pared. Armarios trampantojo. Trampantojo le voy a dar al que se le ocurrió instalarlos cuando sepa quién es, porque nosotros no fuimos. Abracadabra, y ahí se abrió el armario. La pobre se llevó un susto tremendo. Gané? papá, gané?. Bueno, no te pongas estupenda. Ahora todos los armarios con cristal y llave. Y unas pulseritas monísimas que nunca dirías que son lo que son. Ya no hay más trampantojos. Solveig. Mi retiro particular. No hace falta ni que le diga lo que quiero. Tenemos que organizar otra reunión del grupo. Dime cuándo y dónde y allí estaré. Tarta de queso y capuccino. En la ventana. Cierro los ojos. Respiro hondo. Viva yo. Hoy el Morrosko está en Toronto. Le envío un mensaje con TorontontónTorontontero. Porque para nosotros Toronto es Totontontero. Me envía de vuelta el gif de un oso panda encaramado a un árbol que, tratando de alcanzar un bambú, se cae sobre una montaña de nieve. Ay tía yo creo que está por ti, me diría ahora mi prima Puri. Tú eres boba. De regalo de cumpleaños, me regaló mi nombre en un barco petrolero gigantesco. Yo lo boté. Nadie se imagina lo que cuesta romper la botella contra el casco. El MAGDALENA. Yo a él un portadocumentos de talabartero con sus iniciales. Del mismo que me hizo este bolso. Talabartero. Es una palabra preciosa. Este café me está dando la vida. A propósito café, este sábado nos toca a nosotros llevar el café al partido de la liguilla de nuestra delantera centro. Ni ballet ni gimnasia rítmica. A ella le gusta el futbol. Pues sea. Y allí vamos todos a animar. El “fuera de juego” todavía se me resiste, pero del resto estoy al día. El Morrosko y yo tenemos nuestro grupito de mamás y papás de borde de banda. Nuestra delantera centro y su discalculia. Una cosa compensa la otra supongo. Pero ella es feliz, y eso es lo importante. Tengo que comprar gomas de pelo y diademas elásticas. Yo creo que nos compensa comprar una factoría de ellas. Voy a decirle a Solveig que me mande dos tartas para el domingo. Va a haber peleas. Recapitulemos. Gel de ducha, pasta de dientes, y camisetas de purpurina pa tó quiski. Y veinte cómodas Luís XVI. No se han ido, maja. Siguen ahí. Mañana. Código Scarlett. Ahora recoges velas, encargas las tartas y regresas por donde has venido. Pero no te emociones con las botellas, porque cargar no es lo tuyo. En todo caso llamo a Vincent. Pero ya en el otro lado, porque ni idea de cómo se llama esta calle. Puedo respirar hondo. La Felicitá. É tenersi per mano, andare lontano, la Felicitá… Cómo era la letra alternativa? Tengo que preguntarle a Puri. Tarararararará la Felicitaaá. Por dónde andará ahora el MAGDALENA?.
5.
- Visita al café de costumbre, Señor, nada fuera de lo común.
- Ok, perfecto.
- También compró geles, pasta de dientes en una droguería y camisetas con purpurina
- Camisetas de purpurina? Ah, sí, ya sé…
- Todo en orden Señor
- Algo nuevo sobre Calle del Cueto?
- Seguimos trabajando en ello, Señor..
- Gracias
- A sus ordenes