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Alquimista de Historias

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Procesionaria

20 sábado Jul 2024

Posted by Alquimista de Historias in Allgemein

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  1. Iba sola. En un principio cree que se ha confundido de persona, es casi imposible que uno se pueda cruzar con ella. Si no se mueve en coche con chofer, va en el medio de una nube de guardaespaldas que la rodean los pocos metros que recorre entre el coche y el edificio en el que quiera entrar, la mayor parte de las veces entra directamente al garaje, lo que dificulta mucho a  los periodistas tomarle una foto. Decidió seguirla a una distancia prudencial, sin caer en la tentación de acercarse a preguntarle si podía hacerle alguna pregunta. Ya había vivido la experiencia con otros famosos, de verse de pronto en el suelo bajo cuatro gorilas esposándole las manos a la espalda. Miró a su alrededor, ella caminaba sola, y ningún coche de alta gama negro la seguía rodando a poca marcha por el arcén muy cerca de la acera. Caminaba a buen paso, llevaba el pelo castaño claro recogido en una cola de caballo desecha, y se abrigaba de la ya fresca brisa de septiembre con una amplia gabardina marrón anudada de cualquier manera, pantalones vaqueros, botas negras de piel, bolso en bandolera, manos en los bolsillos de la gabardina. Tenía un rostro peculiar, de facciones finas, nariz recta y grandes ojos verde musgo, que recordaba a las litografías de las damas antiguas, aunque ella no era tan pálida, tenía una tez casi pecosa, hoy iba sin maquillar, y tampoco llevaba sus famosas gafas oscuras. No se fijaba en los escaparates a su paso, ni tampoco parecía estar buscando un portal. Ella caminaba sola. Había irrumpido en el mundo del famoseo cuando se casó con uno de los hombres más poderosos del país, de eso hacía casi ya quince años, y si por algo se caracterizaban era por su hermetismo mediático. Lejos de quedarse tranquilamente a descansar a su sombra, ella había abierto su propio negocio con considerable éxito, situándose en poco tiempo entre las empresas sin ánimo de lucro más rentables del país. De esa unión habían nacido cuatro hijos. Según se decía. Porque algunos habían llegado a dudar de su existencia. Se decían muchas cosas de ella, que en ningún momento se desmentían o admitían. Pero ella ahora caminaba sola. Y él la podía seguir sin ser advertido. Tenía verdadera curiosidad de saber a dónde podía querer ir un día de semana a media tarde. Volvió a cerciorarse de que no había guardaespaldas. Ella entró en la boca del metro, y él no perdió su estela. Tomó la línea más larga, la que cambian de denominación cada poco, añadiéndole números o letras, dependiendo de los cambios de trayecto que se realicen. El vagón iba casi vacío, así que pudo sentarse cerca de ella, quien se limitó a mirar por la ventanilla y de vez en cuando apartarse un mechón de pelo de delante de la cara. Cuando él ya pensaba que iba, por primera vez en su vida, a llegar a la estación final de la línea, ella se incorporó y abandonó el vagón. Él tuvo que leer dos veces el nombre de la parada, para saber dónde estaba, pero no le ayudó en absoluto. Ella subió a la calle a buen ritmo por las escaleras, con lo que él tradujo como una excelente forma física, ya que él llegó al final del tramo casi sin resuello, y ella continuó camino como si nada hubiera pasado. Estaba perdido. Era un barrio muy barrio, de casas desiguales y multitud de negocios en cada bajo, trató de encontrar alguna placa con el nombre de la calle, pero por intentarlo casi la pierde, así que optó por seguir en la ignorancia. Pasaron por delante de una droguería con infinidad de productos expuestos en su exterior, dentro de bidones de plástico de todos los colores. Gel de ducha 4×1, 3,50. Cepillos de dientes 6×1, 2,50. Cuando esta aventura acabase, tenía que entrar en esa droguería con un carrito.

Ella va a buen paso, sabe exactamente a donde va, porque no se entretiene con nada. A medida que avanza tras ella por las calles, se convence de que va a tener que pedir un Uber para la vuelta. Hacía mucho tiempo que no se perdía. La última vez en Garmisch-Partenkirchen. Por eso odia la nieve. Pero ahora no nieva. Y va detrás de una historia que dará aire fresco a su columna. Su columna. Aquel lugar en la página doce de la sección de cultura y espectáculos, reservado para temas de sociedad y su fauna, como él acostumbraba a llamarles. Aún recibía muchos clicks online. Por eso existía todavía. Lo que estaba claro era que tenía que apuntarse a un gimnasio. Esta gente tiene entrenador personal, sin lugar a dudas. Camisetas con lentejuelas de colores y purpurina, dos 10,50. Para qué quieres tú camisetas de lentejuelas. Fondo de armario. Primero ordénalo. Respira por la nariz, expira por la boca en dos veces. Aspira, expira dos veces. Ni que estuvieses dando a luz. Y ahora dónde se mete?. Tampoco iba a entrar justo detrás. Echando el pulmón por la boca. Esperó a que entrasen dos chicas, que parecían tener mucha prisa por entrar en el local. El local. Era una cafetería pequeña, sin nada en su exterior que delatase lo que escondía. Sólo un rótulo: Solveig’s. Solveig. Después miraría que significaba. Entró por fin. No era un local grande, cabían exactamente cuatro mesas, y tenía una barra en el ventanal que daba a la calle, con dos taburetes altos, en uno de los cuales, de refilón, la descubrió a ella, ante una taza de lo que le pareció un capuccino y un plato con una generosa porción de tarta de queso. Se dirigió al mostrador, con dos expositores de tartas y pasteles. La chica tras el mostrador le recibió con una sonrisa, que le invitó a sonreír a él también. Iba a decirle ponme lo mismo que a la chica de la ventana. Pero se frenó a tiempo. Una porción de tarta de queso y un capuccino. Ya estaba pensado que seguramente se iba a dejar el sueldo en ese tentempié, cuando la chica le reveló un precio que le hizo creer otra vez en la humanidad. Se sentó en una de las mesas libres, de forma que podía observar al objeto de su seguimiento de espaldas. Las otras dos chicas estaban sentadas en mesas diferentes, también mirando hacia el ventanal. También con tarta de queso. Debe ser un club o algo, dio en pensar. Y casi le da la risa. Ahora a recuperar todo lo que perdiste en la persecución. Casi exhala un grito al probar la tarta. Casi. Era la tarta de queso más sabrosa que hubiera probado jamás. Tomó un sorbo del capuccino. Cerró los ojos, casi en oración. Ese local debería ser lugar de peregrinación. Pero sólo para iniciados. Solveig. El camino del sol. No podía tener un nombre mejor. Miró hacia el objeto de su aventura, que parecía disfrutar de su tarta y su café, tranquilamente, mientras observaba el pasar de la gente. Y dio en pensar que, aunque lo tengas todo, como era el caso de ella, también guardas una parcelita sólo para ti. Con tarta de queso y café. Se sintió guardián de un secreto. Ahora sólo tenía que encontrar la manera de narrarlo sin mostrar las bazas. Respiró hondo y tomó otro trozo de tarta. No iba a pedir un Uber para la vuelta. Haría camino al andar. Qué poético te pones. No te olvides del gel. Tendría que llamar a mi madre. Y la traes aquí. Eso también. El objeto de su aventura se incorpora, lleva taza y plato al mostrador. La dueña y ella se conocen, un abrazo dos besos, hablan de algo que él no puede oír bien desde su mesa. Y se va, colocándose mejor el bolso en bandolera. Él no la sigue. Quien se va casi al mismo tiempo que ella es una de las chicas que había entrado antes que él. La otra está concentrada en su móvil mientras come la tarta. Ahora él pertenece a la Orden de la Tarta de Queso. Y tiene que rendirle todavía culto al trozo que tiene delante. Y ya tiene su historia. Sólo tiene que darle forma.

2. Hashtag Laveoynolocreo. Hashtag Quieroesagabardina. Primero pensé que sería una tipa imitándola. Pero no. Es ELLA. Y va sola. Normalmente lleva un séquito de gente alrededor, y va del coche al edificio. Sólo cuando va a algún evento, entonces sí que podemos verla con detenimiento, y admirar sus looks. Nunca repite y siempre sorprende. Ella y su marido nunca posan en los fotocalls. Su marido. Hashtag SexyintheForbes Hashtag Laeleganciatieneunnombre. Pero ella siempre marca tendencia. Se ponga lo que se ponga le queda bien. Por ejemplo su pelo. Es casi imposible hacerse el moño bajo despeinado como ella. Y el tono. La voy a seguir a ver dónde va. Espera que a lo mejor me viene un señor de traje negro, muy educado, y me dice que buena idea pero mejor no. Pues parece que va sola. Debe tener prisa, porque va a buen paso. El bolso en bandolera. Comodidad ante todo. No puedo ver la marca. Yo debería hacerle caso a Lita y hacer Syclo. La voy a perder por no seguirle el paso. Ella seguro que tiene entrenador personal diario, que además es fisio o algo así. Al parecer tiene cuatro hijos. Que nadie ha visto nunca. Hay podcast acerca del tema. Que si son adoptados. Que si en realidad no pueden tener hijos. Que si sólo es uno. Yo personalmente creo que sí que los tiene. Tengo una foto de ella acudiendo a una gala con un vestido muy abullonado, que no deja lugar a dudas. Yo me voy a apuntar a Syclo, pilates y a la media maratón. Lo que tiene que hacer una por el engagement. Voy a hacerle una foto. Movida. Da igual. Algo es algo. Se baja al metro. Hashtag Altasociedadenelmetro. Llegar y llenar. Creía que esta línea estaba en obras. La tengo a dos metros. Hashtag Nomelocreoniyo. Sigo sin ver la marca del bolso, pero lo quiero en mi haber. Cuadrado de piel marrón con hebilla. Si lleva maquillaje ni se le nota. Definitivamente tiene los ojos verdes. Que si miel. Que si pardos. Verde oscuro, pero verde. No es un moño, es una cola de caballo baja. La gabardina es de hombre. Será una de Sexyintheforbes?. No creo. Le tendría que quedar enorme. Y le queda perfecta. Como a desgana. Pantalón vaquero y bota negra. Hashtag Conbotanegratodoesbien. No tengo cobertura. Si le hago una foto a lo mejor se da cuenta y la asusto. Como pasa con los pájaros. No tengo cobertura. Mi teléfono ha muerto. Justo ahora. No funciona la cámara. Da igual. Lleva dos anillos. Muy sencillos. Mujer, no va a ir con tiara por ahí. Dónde guardará esta gente esas tiaras?. En el banco?. Está como pensativa. La princesa está triste, qué tendrá la princesa?. Princesa no es. Pero poco le falta. Lleva pendientes mínimos, pero presentes. Hashtag Minimalismaximal. Ni idea de a dónde vamos. Al parecer tiene casas repartidas por todo el mundo. La mía está, ahora mismo, vete tú a saber dónde. No es lo mismo. Se va. Como la pierda me da algo. Prisa no tiene. Lo que tiene es buena zancada. Ni que fueses comentarista deportivo. Yo ni con las botas de siete leguas. Las escaleras mecánicas no funcionan. Qué novedad. StepStepStep. Tengo que dejar de fumar. En teoría no fumas. Todo muy healthy. Mueve el culo y apura. Dónde coño estoy?. Ni placa de calle hay. Pasta de dientes 3×2, 2,50. Dos albornoces a 10. Ahora no me paro. Lo que tengo que hacer son los entrenos que hace esa chica online, cómo se llama?. Ahora toda tu concentración está en tus piernas, nena, no pidas peras al olmo. La que ya sólo de verla te agotas. Bueno da igual. Ahora apura. Camisetas de lentejuelas y brillibrilli. Mucho BrilliBrilli. Hashtag Brillibrilliesbien. Ideales para ir a ver a Taylor Swift. En tus sueños, quieres decir. Sólo quedan entradas para Tokyo. A lo mejor en reventa. En algún momento saca documental en Netflix y listo. Japón. Mira que está lejos Japón. Y ahora dónde se mete?. Mira que si es una peluquería y tengo que dejar lo que no tengo para que me corten las puntas. O un masaje tailandés. Esta gente lo tiene todo en casa. Las peinan en casa, no van a las peluquerías como el resto de los mortales. Ya, y también tiene un tailandés pululando por ahí. Tu entra y ya está. Que si no te sientas ahora mismo, te va a salir el corazón por la boca. Una cafetería. Acabáramos. Sentarse está infravalorado. Hashtag Sentarseesbien. Lo que pida ella lo pido yo. Una tarta y un café. Me veo pidiendo un crédito. No me creo que haya pasado por mi lado. Momento fan. Creo que me ha sonreído. Es más guapa en directo dónde vamos a parar. Hashtag Medaalgo. No tienen Matcha. Un trozo de tarta de queso y un café con leche pequeño. Los ricos también van a sitios baratos. Era “Los ricos también lloran”. Ya, pero cuadra. Esta tarta merece una estatua ecuestre. Esto es café, lo demás son comparsas. Voy a hacer una foto del conjunto. Sigue sin funcionar. Ay no sé. Ella tan tranquila, comiendo su tarta y mirando la gente pasar. Pues tú haz lo mismo, tonta. Más tarde con calma, lo explicas todo en un storie, y listo. Y si no te creen, pues que no te crean, como dice el chico ese de melena tan simpático. En esta cafetería el tiempo no existe. Se incorpora a llevar ella misma el plato y la taza al mostrador. Debe conocer a la dueña. Se va. No la sigo. Me voy a pedir otro trozo de tarta. Abracadabra me vuelve a funcionar el móvil. Pues hago una foto del taburete donde estuvo sentada. Algo es algo. Y de la tarta, por supuesto. Hashtag  Detartasyotrasefemérides.    

3. Soy la mujer invisible. Y usted de qué trabaja? Pues, verá usted, yo soy mujer invisible. Y cómo consigue ser invisible, cuál es su secreto? Si se lo digo, tendré que matarle. Y, créame, no se imagina el jaleo burocrático que eso significa. No es fácil llegar a ser invisible. No es como en la películas, que alguien se pone una capa y desaparece. Yo no tengo capa. A mí, simplemente, nadie me ve. Soy la mejor mujer invisible. Y por eso hoy tengo misión. No tengo este tipo de misiones a menudo. Una vez al mes. O cada dos. Me envían “Código Estepa” al móvil de servicio y actúo en consecuencia. Elegimos “estepa” por los lobos esteparios. Porque van solos. Como ella. A veces. Bueno, ella cree que va sola, pero estoy yo. No sé si me explico. Pero como soy invisible, no sabe de mi existencia. Hoy salió por la puerta de entrega de paquetes. Nada original, la verdad. Según enfiló la calle ya supe a dónde iba, no suele haber sorpresas. Al tipo del periódico lo localicé sin más. No hizo nada por esconderse. No hizo fotos ni nada por el estilo. Labores de seguimiento, como yo. A la otra la localicé ya en el metro. La conozco por redes. Pertenece a nuestros sospechosos habituales. Uno de los poderes que te da la invisibilidad es dejar sin cobertura teléfonos ajenos. Deslizas el dedo y chas, no les funciona el aparato. Me hizo mucha gracia verle cómo buscaba cobertura alzando el teléfono sobre su cabeza. Pero la tenía yo. Así que no pudo grabar nada. Yo estoy convencida de que, en algún momento, con esa línea de metro se podrá llegar a Australia. Pero haciendo escala en Paris. Pensé que iba a ir hasta la última parada, lo que constituiría un cambio total de plan y pedida de refuerzos. Por desconocimiento de lo que pueda haber en la superficie. Pero siguió el plan de costumbre. El tipo del periódico intentó encontrar el nombre de la calle. El asunto ya está sobre la mesa del concejal de urbanismo. Es imposible que una calle no tenga nombre. Droguería. Geles, pasta de dientes, agua de colonia. Agua de colonia. La de las redes intenta filmar. Maldice. Adoro mi trabajo. Al tipo del periódico le cuesta seguirla. En algo se tienen que notar los quince kilómetros diarios que ella se hace en la máquina. Ella y su marido. Porque entrenan juntos. Hay muy pocas cosas que no hacen juntos. Eso simplifica nuestro trabajo. Otra cosa son los cuatro elementos. Ellos no tienen el don de la invisibilidad. Nosotros se lo prestamos. Por ahora funciona. Existe la leyenda urbana de que en realidad no existen. Nosotros la extendimos. Y la gente se la cree. Porque hay que creer en algo, supongo. Solveig’s. Hay que mirar las cosas siempre desde el lado positivo. Si alguna vez me caso, la tarta será la de queso de Soveig’s. Cinco pisos de ella. Una porción con un café solo. La de redes se pide un matcha, no tienen, entonces capuccino. Beber matcha es como beber hierba. Café solo. Perfecto. El tipo del periódico saca un cuadernito y comienza a escribir. Nunca hace fotos. Sólo escribe. Me gusta su columna. Siempre le doy like. La de redes sigue buscando cobertura. La que todos seguimos, come su tarta y bebe su café. Con toda su calma. Es la tranquilidad hecha persona. Sólo la vi una vez nerviosa, y fue cuando no encontrábamos al elemento 4. Fue la primera vez, desde que le conozco, que vi a su marido gritar. Gritar el nombre del elemento 4. Ese día llegué a creer en los extraterrestres. Cuando apareció, me tuve que sentar en el suelo del alivio. Los elementos llevan ahora unas pulseritas de abalorios que no son abalorios, tan chulas como indestructibles. No hay más desapariciones. Tampoco extraterrestres. Sólo organigrama. Ellos hacen su vida. Nosotros nos ceñimos al organigrama. Cenas, comidas, entregas de premios, inauguraciones, juntas de accionistas, cumpleaños, bodas, bautizos, funerales, partidos de futbol, teatros y conciertos. Todo está en el organigrama. También esto. No se deja nada al azar. Ser invisible agota. Por eso compensan los períodos de vacaciones. Esos pertenecen a otro organigrama. Al mío. Entonces me vuelvo visible y me recorro el país en coche. Sin plan ni mapa. Siguiendo sólo la línea blanca de la carretera. Escuchando la radio. Pensando en nada. Céntrate que recoge ya el plato. Tres minutos de ventaja. Devuélvele la cobertura a la de redes. Listo. Camino a la inversa. Camisetas de lentejuelas y purpurina. Ella geles y pasta de dientes. Yo, agua de colonia. Reporte en destino.

4. Necesito pensar. Pensar ya piensas, pero no a conciencia. Le dije a Vincent que hoy me iba con Florence. Florence. Otro nombre no se te ocurrió. No existe, así que da igual. Así no me espera de vacío en el garaje. No me puedo creer que vaya sola. No hay máquina que se pueda comparar a una buena caminata a buen ritmo. Y pensar. Y dale con pensar. Veinte cómodas Luís XVI. Una vale, dos, pero veinte, y en la misma casa. No me sale de la cabeza. A estas alturas de la película te queda poco por ver en esas casas. Ya, pero Luís XVI. Ni idea de a dónde podemos donarlas. Mañana será otro día. Acuérdate de Scarlett. Mañana, ese lugar. Hasta parece que puedo respirar hondo, di tú que hoy tampoco fue un día tranqui. Me di cuenta de que tenía que salir por peteneras en medio de la tercera videoconferencia. Me fui mentalmente a los pantalones de pana negros del mayor. No quiere ponerse otros. No hay manera. El Morrosko convence diariamente a mucha gente de hacer muchas cosas. Pero con su hijo no es capaz. Si aún tuvieran marca. Pero es que no la tienen. Ni idea de dónde los compré. Cuatro tallas consecutivas, como siempre. El último pantalón superviviente. En la etiqueta Carretera del Cueto 4. Pero no pone el nombre de la empresa. Es que hasta los lava él mismo, para que no desaparezcan. Dí tú que ahora sabe cómo funciona una lavadora. Va a acabar pareciendo el guitarrista de AC/DC cuando ya no le sirvan. No te rías, que es cosa seria. Todo será cuestión de que el Morrosko y yo hagamos un video pidiendo la colaboración ciudadana: Si alguien sabe qué fábrica de pantalones hay en Carretera del Cueto, y lo más importante, en qué país, no dude en ponerse en contacto con nosotros. Se llevará de regalo una cómoda Luís XVI. Qué maravilla. Esperar a que cambie un semáforo. Ni que fueras un extraterrestre. Pues casi. Bueno y a dónde vas, que esa es otra. Solveig es siempre una opción. Lo que une un curso de preparación al parto no lo separa ni tiempo ni espacio. Además tengo que coger el metro. Qué ilusión. Tonterías las mínimas. A ver, cuándo fue la última vez que fuiste en metro. Vamos a dejarlo. Aquellas mudanzas en metro. Otro día me decido a ir hasta el final de la línea. Si lo tiene. Sé en qué parada tengo que bajarme por el color de las paredes. Lila. Cada vez tiene un nombre distinto. Mirar por la ventanilla me relaja. Antes siempre me quedaba dormida. Debería volver a hacerme la cola de caballo, pero no tengo ganas. Por las mañanas salgo de casa monísima, que diría mi prima Puri, con el pelaso en su sitio. Y a medida que avanza el día voy del moño a la cola de caballo, según la goma va resbalando. Hasta que la pierdo. Ahora el pianista no quiere cortarse el pelo. Se da un aire a LuisMiguel cuando lo llevaba largo, yo le digo que ahora sólo le falta cantar. Si nos dejan, te llevo de la mano, corazón, y ahí nos vamos. Lo suyo el piano. Si por él fuese tocaría día y noche. A otros niños hay que llevarles a rastras a clase de música, nuestro problema es el contrario. Hay que convencerle para que pare. El Morrosko dice que al menos no es un trombón de varas. O un flautín. A veces tocan a cuatro manos. Yo lo único que supe tocar jamás fue el triángulo, y a la orden. Ahora, y yo daba el toque. En fin. Lila. Allá voy. La escalera sigue sin funcionar. Mejor. No hay dolor. Aquí siempre hace más frío, no sé porqué. Esta gabardina me da la vida. Alguien se la olvidó en casa. Ni idea quién. Y ahora es mía. Champú 4×2 4.50. Pasta de dientes 3×2 3,50. Después arramblo con todo. Yo creo que alguien vacía las botellas por el desagüe. Si no no me lo explico. Bueno y que todos tenéis pelaso. Eso sí es verdad. Camisetas de lentejuelas y brillibrilli arcoíris. No pienso ir hasta Japón a ver a la Swift, ya dará algún concierto por aquí cerca en otro momento cualquiera. Tres minutos. En tres minutos se agotan las entradas. Increíble. Pero las camisetas las compro igual. Nunca se sabe. Además a Koala le hará ilusión. Koala. Con el nombre tan bonito que tiene, y le llamamos Koala. Es que de bebé era tu koala, día y noche, ella responde no?, así que no importa. Cuando no lleva los cascos. Son más grandes que su cabeza. Cuando desapareció. Ay cuando desapareció. Una cosa tan inocente como jugar al escondite en casa. Qué puede pasar?. No me quiero acordar. La casa llena de gente, y la niña desaparece. Mamá no encontramos a Koala. seiscientos metros de casa. Seiscientos. En dos plantas. Busca tú un escondite. Yo creí que el Morrosko iba a perder la razón, llamándola a gritos. Los de seguridad por todas partes.Y yo llorando, no podía parar de llorar. Estaba convencida de que se había caído por algún conducto o por una ventana. Tú es que ves demasiados videos de Youtube de gente que desaparece. Ya, pero siempre desaparece otra persona, no tu hija pequeña. Dentro del armario de las almohadas. Durmiendo como una bendita. Y porque al Morrosko se le ocurrió dar un porrazo a lo que creíamos era una pared. Armarios trampantojo. Trampantojo le voy a dar al que se le ocurrió instalarlos cuando sepa quién es, porque nosotros no fuimos. Abracadabra, y ahí se abrió el armario. La pobre se llevó un susto tremendo. Gané? papá, gané?. Bueno, no te pongas estupenda. Ahora todos los armarios con cristal y llave. Y unas pulseritas monísimas que nunca dirías que son lo que son. Ya no hay más trampantojos. Solveig. Mi retiro particular. No hace falta ni que le diga lo que quiero. Tenemos que organizar otra reunión del grupo. Dime cuándo y dónde y allí estaré. Tarta de queso y capuccino. En la ventana. Cierro los ojos. Respiro hondo. Viva yo. Hoy el Morrosko está en Toronto. Le envío un mensaje con TorontontónTorontontero. Porque para nosotros Toronto es Totontontero. Me envía de vuelta el gif de un oso panda encaramado a un árbol que, tratando de alcanzar un bambú, se cae sobre una montaña de nieve. Ay tía yo creo que está por ti, me diría ahora mi prima Puri. Tú eres boba. De regalo de cumpleaños, me regaló mi nombre en un barco petrolero gigantesco. Yo lo boté. Nadie se imagina lo que cuesta romper la botella contra el casco. El MAGDALENA. Yo a él un portadocumentos de talabartero con sus iniciales. Del mismo que me hizo este bolso. Talabartero. Es una palabra preciosa. Este café me está dando la vida. A propósito café, este sábado nos toca a nosotros llevar el café al partido de la liguilla de nuestra delantera centro. Ni ballet ni gimnasia rítmica. A ella le gusta el futbol. Pues sea. Y allí vamos todos a animar. El “fuera de juego” todavía se me resiste, pero del resto estoy al día. El Morrosko y yo tenemos nuestro grupito de mamás y papás de borde de banda. Nuestra delantera centro y su discalculia. Una cosa compensa la otra supongo. Pero ella es feliz, y eso es lo importante. Tengo que comprar gomas de pelo y diademas elásticas. Yo creo que nos compensa comprar una factoría de ellas. Voy a decirle a Solveig que me mande dos tartas para el domingo. Va a haber peleas. Recapitulemos. Gel de ducha, pasta de dientes, y camisetas de purpurina pa tó quiski. Y veinte cómodas Luís XVI. No se han ido, maja. Siguen ahí. Mañana. Código Scarlett. Ahora recoges velas, encargas las tartas y regresas por donde has venido. Pero no te emociones con las botellas, porque cargar no es lo tuyo. En todo caso llamo a Vincent. Pero ya en el otro lado, porque ni idea de cómo se llama esta calle. Puedo respirar hondo. La Felicitá. É tenersi per mano, andare lontano, la Felicitá… Cómo era la letra alternativa? Tengo que preguntarle a Puri. Tarararararará la Felicitaaá. Por dónde andará ahora el MAGDALENA?.

5.

  • Visita al café de costumbre, Señor, nada fuera de lo común.
  • Ok, perfecto.
  • También compró geles, pasta de dientes en una droguería y camisetas con purpurina
  • Camisetas de purpurina? Ah, sí, ya sé…
  • Todo en orden Señor
  • Algo nuevo sobre Calle del Cueto?
  • Seguimos trabajando en ello, Señor..
  • Gracias
  • A sus ordenes

Prudence

30 domingo Jun 2024

Posted by Alquimista de Historias in Allgemein

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Paulina

Wal impone. Pero es galería. Es realmente divertido. Le gusta bailar y no canta mal, en el colegio tocaba la guitarra, dónde estará, por cierto, seguramente en Hamptons, como todo, en fin. Mi hermano ( suspira y sonríe, colocándose mejor la melena castaña oscura lisa, del mismo tono que su hermano, y dejando a la vista unos delicados pendientes con un solo brillante engarzado, busca su discurso paseando su mirada azul por el techo, carraspea), de niños le encantaba hacerme rabiar, Elliot y él me hacían la vida imposible, y me la siguen haciendo, no me toman en serio (se ríe), yo lloraba y lloraba, el único que me comprendía era padre que les ponía en su sitio con un par de gritos marciales, madre pasaba de mí, aún sigue pasando hoy (se ríe). Es muy guapo, con esos ojos de color gris oscuro, aunque en el pasaporte dice azul, yo los tengo claramente azules, los de él son gris oscuro, en fin, no es que sea su hermana….es guapo, siempre hizo mucho deporte, tiene don de gentes, no como yo, que tiendo a ser una jirafa torpe. Y además es un coco, porque se tiende a pensar que la gente guapa es tonta, pero no, Wal tiene mucha cabeza, nunca le hicieron pruebas, pero yo estoy convencida de que tiene un coeficiente más alto que el resto de los mortales, que usa a su antojo. Él ve las cosas antes. No sé. Por eso es quien es, no sé cómo decirte. El punto de inflexión lo tuvimos con Prudence, y digo “tuvimos” porque nos afectó a mucha gente de una manera brutal. Prudence (Suspira. Expulsa el aire. Se coloca un mechón invisible). Bueno, pues allá voy. Wal y Prudence se conocieron en el colegio al que íbamos, y comenzaron a salir..bueno, salir como salían los adolescentes entonces, todo muy naif, cine, pizza, paseos, nuestros padres eran amigos, así que ella pasaba mucho tiempo en mi casa y nosotros en la suya. Wal vivía sólo para ella y ella para él, la típica pareja ideal, porque Prudence era muy mona, alegre, estudiosa como él, bromista, no me hacía rabiar, a mí, sólo por eso, me caía bien. En fin. Estuvieron juntos todo el colegio, y llegó el último curso antes de ir a la universidad. Prudence cumplía dieciocho años justo cuando se acababa el curso, y sus padres montaron una fiesta bombástica en el Plaza, imagínate. Era hija única, petróleo y transportes…bueno ya conoces el círculo en el que nos movemos. Fue una fiesta como no ha habido otra, hasta vino a cantar un ídolo juvenil de aquel año…no me preguntes el nombre, seguramente un “onehitwonder” o algo así, globos por todas partes, cientos de personas, bombas de pétalos de rosa….yo he olvidado muchas cosas, pero en el Plaza no he vuelto a poner pie, ni yo ni ninguno de nosotros, me parecería fantástico si lo cubrieran con una lona de esas de Christo y lo hicieran desaparecer(suspira, mira al techo). En fin, terminó la fiesta, yo volví con mis padres a casa, soy dos años más joven, así que gracias que pude quedarme hasta tan tarde, y Wal se fue con Elliot y otros dos a terminar la noche. A la mañana siguiente la policía invadió la casa de mis padres, que son ocho plantas, así que imagínate el contingente, venía con ellos el padre de Prudence, acusando a Wal de haber hecho desaparecer a su hija. En mi recuerdo es como una pesadilla. Peor, una película de horror. Se llevaron esposado a Wal, que hasta aquel momento dormía plácidamente la juerga, mi padre llamó a su ejército de abogados, conociéndole fue capaz de hasta llamar al mismo presidente, madre se quedó como catatónica, y yo, bueno, yo no podía parar de llorar. Le acusaban de haber sido la última persona en ser vista con Prudence, y que ésta había desaparecido, por ende, Wal la había matado y escondido el cadáver. Le mantuvieron cinco días detenido, sin fianza ni nada, mi padre casi pierde la razón, a mi madre su médico le inyectó un calmante, yo me refugié en Camille, que era mi nanny, sí, yo seguía teniendo nanny (levanta las cejas). Al quinto día, le dejaron libre, sin más. Y entonces nos vino la ola por el otro lado, qué le había hecho Wal, para que ella hubiera hecho semejante cosa. Acoso y derribo. El ejército de abogados consiguió que los padres de Prudence publicasen una nota informativa en todos los medios del país, anunciando la decisión de su hija, para así, limpiar el nombre de Wal y de nuestra familia. Además les puso una demanda millonaria por el daño sufrido esos días. Y ganó. Como siempre. Donó el dinero a una asociación de ayuda a jóvenes reinsertados, y de ahí surgió la Fundación Thumberland que ayuda jurídicamente a menores y jóvenes adultos sin medios, y fomenta su reinserción. Ahí entró Hunter en nuestras vidas, y pasamos de ser dos a ser tres hermanos, porque Hunter es nuestro hermano, también legalmente (se emociona, carraspea).  Si no llega a ser por él, Wal no sobrevive esos cinco días y lo que vino después…él también estaba detenido, por entrar en una casa abandonada a pasar la noche, y los metieron juntos. Wal, Elliot y Hunter, WEH, te suena? (sonríe, levantando las cejas, ironizando a cerca del nombre del Fondo de Inversión ) y con Hunter también vinieron Washington, Rigoberto y  McMillan, quien hoy es mi marido…se llama Lawrence, pero siempre le han llamado McMillan ( sonríe y juega con su anillo, pierde la mirada en algún lugar, aún sonriendo, regresa todavía ensoñada)y que es el amor de mi vida, y yo de la suya, desde que nos vimos por primera vez…pero esa es otra historia. Mi hermano. Después de eso se fue a Yale con Elliot, Hunter fue un poco más tarde. No sé si Wal sigue yendo a terapia, pero la necesitó. Yo odié a Prudence mucho tiempo. Porque si Prudence se hubiera muerto, por ejemplo, en un accidente o de enfermedad, pues bueno, la entierras, la lloras y sigues con tu vida. Pero lo que hizo no tiene nombre. Su madre murió de un infarto poco después, y su padre padeció una demencia galopante que también le llevó a la tumba, además su mejor amiga se mató en un accidente de coche, yo estoy convencida de que buscó acabar con su vida. No sé si ella es consciente de todo eso. Pero si lo es, y vive tranquila, maldita sea. Tal como te lo digo.  

Hunter Smith

Odio Los Angeles. Esa sensación de que, pase lo que pase, cuando te despiertes brillará el sol puede conmigo. Yo soy nacido y criado en Nueva York, me trasplantas y muero (se ríe, y se pasa las manos por el cabello, castaño oscuro y algo largo, nos mira sin perder la sonrisa, tiene un rostro que no delata la edad que tiene, licencia que no tienen sus ojos). Pero vivo aquí por mi hijo, y por él vivo en dónde sea. Por dónde queréis que empiece?. Por dónde quiera, pues sí que me lo ponéis complicado (vuelve a reír, mira hacia algún lugar, y vuelve a nosotros). Voy a empezar por la noche de marras, porque si no no terminamos hoy.

Washington, Rigoberto y yo, siempre nos dicen que tenemos nombre de grupo alternativo, pero no es mérito nuestro al fin y al cabo (suelta una carcajada), en fin, los otros dos y yo tuvimos la brillante idea de entrar en una casa que sabíamos abandonada a pasar la noche, se nos había hecho muy tarde, y volver caminando de noche atravesando según qué zonas no nos apetecía, así que entramos por la puerta del sótano, que estaba abierta, no tuvimos ni que forzarla, y ese es un dato importante a recordar (nos avisa levantando su dedo índice, y mirándonos imitando a cómo lo haría un maestro de primaria) y subimos al primer piso. Rigoberto encendió la televisión, alguien debía pagar todavía el cable, la luz y el agua, porque en la nevera había sodas frías, y nos sentamos a ver un partido de baloncesto en los sofás que había. Un vecino vio el resplandor de la tele y sombras moviéndose, y llamó a la policía. Nos dieron un susto tremendo al entrar, a gritos y apuntándonos con pistolas. Nos sacaron de allí como si hubiéramos cometido una masacre o algo así. Yo lo primero que pensé es que ya teníamos dieciocho, y nos iban a meter con los tipos malos de verdad, por así decirlo, y me entró un poco de miedo…porque en juveniles ya habíamos estado, siempre por escaparnos de los hogares de acogida o cosas así. Pero por alguna razón, tuvimos suerte y nos llevaron otra vez a juveniles. Pijama lila y adentro. Nos separaron, y a mí me dieron un cubículo doble para mí solo. Recuerdo que pensé que era porque me iban a trasladar, mi único miedo era cruzar la línea a la cárcel de adultos, para mí era lo más parecido a ir al infierno, y lo sigue siendo, por eso me dedico a lo que me dedico. Con todo el traqueteo, estaba agotado, así que me acosté en una de las literas y me olvidé de todo. Normalmente, a primera hora de la mañana, solía aparecer alguien de menores a informarse de qué coño haces allí, o los del hogar de acogida de turno aparecían y te montaban un cristo. Pero no. Quien apareció fue un chico al que traían entre dos, esposado de pies y manos, y al que dejaron sentado en la litera inferior. Así se quedó. Como si se hubiera vuelto de piedra. Yo esperé que se levantase, y se presentase o me mandara a la mierda, o me pegase, o cualquier reacción típica. Pero no. Así que como prevenir es mejor que curar, me levanté yo. Y allí estaba. Los pijamas que dan son tipo, es decir, por talla, pero no los hacen a medida, pues bien, aquel chico parecía salido de un anuncio de pijamas (se ríe, extendiendo teatralmente sus manos hacia los lados). Lo primero que pensé es que era una cámara oculta. Después le pregunté su nombre, y lo entendí mal. Entendí Walter, y recuerdo que se me dio por reír, porque no le pegaba nada. Era Walker. Y no era su apellido. Todo muy raro para mí. Él seguía sin moverse, ni se atrevía a mirarme, y hablaba tan bajito que ni le podía oír. Me senté a su lado. Y le dije, mira Walker, no te preocupes, seguro que ahora mismo viene alguien a por ti, siempre viene alguien, esa puerta no va a estar cerrada eternamente. Él me miró y supe que la razón de su inmovilidad era el pánico. Estaba tieso de miedo. No se atrevía ni a mirarme. Entonces di en pensar que seguramente había matado a alguien o algo así. Aunque no me podía imaginar cómo. Y le pregunté. Porque allí dentro no es un tabú. Si acabas allí, es que algo has hecho, o no, pero la sospecha existe. Consiguió encontrar su voz, y me dijo que Prudence había desaparecido, yo le pregunté si era su abuela o algo, por el nombre, y me dijo que era su novia. Le dije que con ese nombre no me extrañaba en absoluto que hubiera desaparecido, que yo de ella hubiera elegido la opción muchísimo antes. Y nos reímos. Fue como si se rompiese un bloque de hielo. No podíamos parar de reírnos. Me contó lo que había pasado. Entonces yo comencé a arrojarle causas posibles: Otro tío. No. La dejaste embarazada. No. Está embarazada y no es tuyo. No. Quiso matarse. No. Quiso matarte. No. Papá se la llevó. No. Mamá se la llevó. No. El tío John se la llevó. No. Otra tipa se la llevó. Me miró como si no supiera de qué estaba hablando. En su mundo, entonces, todo eso no existía. Me quedé sin ideas. En mi mundo esas eran todas las posibilidades, muchas veces relacionadas entre si. Le dije que no se preocupase, que seguro que había una explicación. Ya, pero cuál. Me dijo. Y era verdad. Una persona no desaparece así como así. Aunque se llame Prudence. Y nos volvimos a reír. Nos abrieron la puerta y pudimos ir a desayunar. Allí encontramos a Washington y Rigoberto, se los presenté y les puse al tanto. Me di cuenta de que Walker iba a durar allí lo mismo que un pastel a la puerta de un colegio si le dejábamos a su suerte, así que me convertí en su escudo humano con la ayuda de los otros dos. En cinco días se lo llevaron para interrogarle varias veces, incluso sin abogado, y cada vez volvía peor, él juraba y perjuraba que la había dejado bailando en un mar de globos en El Plaza. Una imagen mental ideal. Como todo en su mundo hasta ese momento. Se corrió la voz de que un “niño bonito” se había perdido por allí, y los otros dos y yo les explicamos al resto lo que pasaba para evitar bullas incontrolables, y muchos se acercaron a él a contarle qué les había llevado allí, para bien o para mal, algunos, como él, injustamente, otros aceptando su error, Walker les escuchaba y eso parecía darle la fuerza necesaria para no hundirse. Le enseñamos a jugar de veras al baloncesto, a hacerse pasar por manco, a mentir de verdad, un curso intensivo de la vida a pie de calle, le explicamos cosas de tipas, de tipos, de tipas con tipas y tipos con tipos, y a veces cruzados. Las horas dentro pasan muy lento. Y cualquier cosa es buena para no pensar en el motivo por el que estás allí.

Cuando vinieron a buscarle, pensamos que era porque se lo querían llevar al otro lado, y casi se arma una bulla grande, porque Walker, ahora, era uno de nosotros. Pero alguien explicó que todo se había aclarado y que se iba a casa, y nos alegramos todos, y entonces él hizo algo que en aquel momento nos dejó en el sitio, con la calma que le caracteriza dijo que él no se iba sin nosotros tres. Se hizo un silencio como nunca lo he vivido después. Los tipos que se lo tenían que llevar le dijeron que vale, pero otro día. Pero él no se movió un ápice. Entonces alguien fue a hablar con otro alguien, que a su vez, ahora sé, habló con William Thumberland, que era el padre de Walker y efectivamente, regresó con la orden de nuestra inmediata puesta en libertad (Carraspea. Mira hacia alguna parte).

Desde entonces tengo el honor de ser su hermano, también legalmente, y los Thumberland -Lacombe mi familia. Mi hijo se llama William por algún motivo. Soy abogado y me ocupo de la Fundación Thumberland en su filial de Los Angeles, para menores y jóvenes sin recursos dentro y fuera del sistema penitenciario.

Prudence (mira al techo, enarca la cejas). Lo que hizo fue como lanzar una bomba, que, al estallar, causa una onda expansiva. No la conozco personalmente, y prefiero que eso se mantenga así.

Walker

Dicen que nunca me rio. Yo no estoy de acuerdo. Considero que un día sin risa, es un día perdido, como dijo Charles Chaplin, y las cosas y las personas me preocupan. Da igual qué cosas y qué personas. Lo que pasa es que nunca puedes actuar a gusto de todos, y en lo que me dedico, menos. Me considero amigo de mis amigos y todos formamos una familia (me mira sin saber si lo estoy entendiendo, tiene una mirada muy peculiar, a veces gris oscuro, a veces azul, dependiendo de cómo le de la luz), creo que ya has conocido a un par de miembros (sonríe, y se sienta mejor). Si he aceptado a venir aquí es porque me lo pidió mi mujer, y creo que es lo correcto. Hay páginas que hay que pasar, como dice ella, y esta es una de ellas. Y si lo he conseguido es en gran parte gracias a ella, así que aquí estoy. Prudence. La primera en la frente (lo dice en español. Se mesa el cabello con las manos, y respira hondo). Prudence Potter-Doyle fue una persona con la que yo mantuve una relación amistosa sentimental cuando ambos éramos adolescentes. Esto no lo he pensado yo, es lo que llevo diciendo desde entonces al respecto según el consejo de mis abogados. Y es la verdad. Mi vida en aquel momento era la vida típica de un adolescente en el círculo en el que mi familia se movía. Mi hermana y yo tuvimos la enorme suerte de crecer entre algodones y comer de cuchara de oro, como suele decirse. La realidad estaba en otra parte. Y no importaba en absoluto, porque no nos atañía. Una de las cosas que dominaron mi infancia y juventud fue hacer la vida imposible a mi hermana (sonríe casi canalla), y se la sigo haciendo, es algo que no va a cambiar, me es imposible tomarla en serio. Madre tampoco la toma en serio. Así que no estoy solo en la labor. Pero si algo tiene mi hermana es un gran corazón y mucho sentido del humor, así que no le importa. La otra cosa que marcó mi juventud es haber conocido a Prudence. Mi vida transcurría según libreto hasta la noche de la fiesta de su dieciocho cumpleaños. La celebró en el Plaza, lugar que evito desde entonces, para desesperación de mi chofer porque no soporto ni pasar por delante. En fin. Invitó a media ciudad, y la otra mitad se apostó delante para vernos entrar. Me hicieron repetir tantas veces, minuto a minuto, el desarrollo de la fiesta y quién hacía qué cuando y porqué, que ahora sólo les diré que fue una fiesta casi atómica. Con muchos globos, y pétalos de rosa, y purpurina, y un cantante que hizo gritar a las chicas como si fueran los Beatles, y comida, y bebida, sin alcohol, por supuesto, y gente, mucha gente. Y Prudence. En un vestido de alta costura hecho a medida para la ocasión, y que hoy recuerdo como un soufflé azul (casi sonríe, y niega con la cabeza). En fin. Después de medianoche, cuando la gente ya se iba, la busqué y la encontré bailando consigo misma, en el medio de un mar de globos de colores mientras aún caía purpurina desde algún lugar. Seguramente para ustedes ahora mismo una postal mental. Hasta hace poco he tenido todavía pesadillas con eso (carraspea, mira hacia algún sitio, se calma). Lo siento. Le pregunté si venía con Elliot y otros dos a dar una vuelta por ahí, antes de volver a casa. Prudence me contestó que estaba muy cansada y que se iba a ir a casa, que estaba esperando a su chofer, le dije que entonces esperaría con ella a que él llegase, pero me dijo que no, a todo esto, sin dejar de bailar una especie de vals consigo misma, que me fuese con mis amigos, que su chofer llegaría enseguida, y que nos veríamos al día siguiente en la cena que había organizado mi madre. No lo encontré raro. Entonces. Y me fui con Elliot y otros dos a dar una vuelta. Elliot se acuerda mejor que yo, pero al parecer fuimos a un local cercano todavía abierto a comer algo, y después cada uno a su casa. Yo llegué a la mía a las dos, y lo sé porque el reloj de péndulo que había en el rellano del tercer piso dio la hora justo cuando pasé por delante y me asustó.

A las siete de la mañana mi casa parecía el asedio de Troya. Con el padre de Prudence como lugarteniente. A las nueve estaba sentado en la litera inferior de un habitáculo de un correccional de menores. Acusado de haber hecho desaparecer a Prudence. Y allí entró Hunter en mi vida, para salvármela. Hunter, Washington y Rigoberto. Los tres. Si no hubiese sido por ellos, yo no hubiera sobrevivido los cinco días, con sus noches, que pasé allí dentro. Esos cinco días dieron un vuelco a mi existencia. Y a la de ellos también. Cuando la autoridad pertinente vino a decirme que me podía ir, no puse un pie fuera sin esos tres. McMillan se unió después. Y eso no ha cambiado hasta hoy. Somos familia.

Pasar página sí, pero perdonar no. No sé por qué Prudence hizo lo que hizo. Ni lo quiero saber. Es ella la que tiene que vivir con ello, no yo. Ya no.

Margaret

Yo siempre creí. Quiero decir, siempre he sido una persona de iglesia, de vivir la iglesia. Solía ir todos los días a misa, ayudaba en la catequesis, asistía en la parroquia, ayudar al prójimo para ayudarme a mí misma y así honrar al Señor, era mi lema. Así que nadie se extrañó cuando anuncié que quería meterme monja, mis padres quizás, me pidieron que me lo pensara un poco, pero después entendieron que era lo que quería hacer, y respetaron mi decisión. Elegí una congregación de vida contemplativa, sin contacto con el exterior, pero que ayudaba a la comunidad, sobre todo con encargos gastronómicos, como bizcochos y tartas para celebracionesy labores de bordado o costura. Esto último era a lo que me dedicaba yo. Siempre me gustó bordar y coser, así que para mi no significaba trabajo, lo hacía con gusto y así también me sentía cerca del Señor. Durante un tiempo atendí el teléfono y el portón de guardia. Porque que llevásemos una vida contemplativa, no significa que no hablásemos por teléfono o no supiésemos qué era un Email (se ríe con tal dulzura, que nos hace reír a nosotros también) y por supuesto también recibíamos correo y paquetes con cosas que llegaba al portón, y entonces el cartero o el mensajero tocaba el timbre y ponía su carga dentro de un torno, y yo lo recogía (levanta una mano antes de que me de tiempo a preguntárselo, y sonríe apenas), sé lo que me va a preguntar, sí, ha habido ocasiones en que en lugar de una carta o un paquete, lo que encontrábamos era una criatura, eso es algo que siempre ha pasado en los conventos, afortunadamente no fueron muchos, en esas ocasiones llamábamos a la oficina del sheriff, y venían de inmediato a recogerles con los servicios sociales (se observa un instante las manos, y luego vuelve a nosotros, parpadeando lento), no era fácil decirles adiós. También había ocasiones, en que la que venía era una joven embarazada buscando ayuda, antes de tener que, más tarde, entregarlo en el torno, y en esos casos también teníamos teléfonos a los que llamar, siempre según el deseo de la madre (levanta un dedo, y frunce el ceño, para intentar dar más autoridad a sus palabras), porque era algo que para la superiora era muy importante…más tarde supe por qué, pero eso ahora no importa, el caso es que siempre les preguntábamos qué es lo que querían hacer con la criatura una vez llegase al mundo, porque la mayoría nos llegaban a punto de dar a luz, y para cada decisión, pues había un número de teléfono, no?, como en todo en esta vida (sonríe encogiéndose de hombros). En una de esas ocasiones en la que tenía guardia, muy avanzada la noche, sonó el timbre, y yo pensé que sería algo de lo que les he contado antes, pero al darle la vuelta al torno, no encontré nada, así que abrí la trampillita de la puerta, para ver quién podía ser. Era una chica muy joven, con un vestido de tul azul muy ostentoso bajo un abrigo corto gris, que me sonrió al darle las Buenas Noches y el AveMaríaPurísima. Esa era Prudence (de su rostro se aleja todo rastro de sonrisa, casi se endurece). La dejé pasar, y le hice la pregunta de rigor, a lo que me contestó que ella no estaba embarazada, que lo que quería era entrar de monja en el convento. Yo me quedé un poco perpleja, la verdad, las chicas que habían venido, siempre venían acompañadas de su familia, o venían solas, pero por el día, no en medio de la noche y con vestido de fiesta. Me dijo que había meditado mucho la decisión, y me rogó que no se lo comunicase a nadie, que nadie debía saber que estaba allí, que era su decisión y que nadie debía entrometerse, sólo el Señor (Carraspea, mira hacia algún sitio en la lejanía, su expresión es aún dura). Y yo la creí. Porque no tenía motivos para no creerla. Yo todavía creía en la buena voluntad de las personas. Resumiendo un poco, le di ropa de cama para que se cambiase el atuendo y a Prima, avisé a la superiora, en nuestra congregación no observábamos maitines ni laudes, nos reuníamos para Prima. La superiora no tuvo nada en contra, y así se quedó Prudence entre nosotras (se muerde los labios, y se observa las manos, luego respira hondo y vuelve a nosotros). Así como teníamos teléfono y un ordenador, también teníamos televisión. Pero no en un salón, como en las casas de familia. Teníamos una pequeña, en el obrador, junto a la radio. A algunas les gustaba escuchar la radio mientras hacían los encargos, otras en cambio preferían la televisión, pero siempre nos poníamos de acuerdo. Una familia nos había encargado pastitas de almendra para un bautizo, y esa es mi especialidad, así que el jueves siguiente…sé que era jueves porque vendrían a recogerlas el viernes por la mañana, y mi receta necesita tiempos de reposo entre medias, así que siempre las hago con tiempo suficiente, me puse a hacerlas. En fin. Yo pertenezco al equipo televisión, así que  la encendí según entré en el obrador, porque iba a estar sola, las otras tenían otras ocupaciones. Estaba buscando los ingredientes, y tarareando kiries, cuando lo escuché “sigue la búsqueda desesperada de la joven socialité Prudence Potter-Doyle, la policía ha detenido a su novio Walker Thumberland-Lacombe, heredero de las dos dinastías con mayor peso económico y político del país, como presunto culpable de su desaparición durante la noche del sábado al domingo….” A mi se me cayeron todas las almendras al suelo. Y debió de subirme la tensión de repente, porque se me puso todo negro delante de los ojos y casi me caigo redonda. Como pude fui en busca de la superiora, y le dije lo que había pasado. Fue ella quien llamó por teléfono a la oficina del sheriff, y les dijo que Prudence se encontraba a salvo en nuestra Casa. Lo que pasó después fue muy perturbador para la paz a la que estábamos acostumbradas. Vinieron sus padres, a los que ella no quiso ver, la prensa se apostó delante de nuestra puerta, demasiada atención. Pero a Prudence no parecía importarle nada. Ella siguió haciendo la vida que le habíamos indicado que debía hacer, como si todo aquello no tuviese nada que ver con su persona (Se mira las  manos , luego se muerde los labios, mira hacia algún lugar y vuelve a nosotros). Sólo en una ocasión, cuando estábamos a solas en el refectorio, preparando la mesa, me dijo que no entendía por qué habíamos llamado a la policía para aclarar que estaba con nosotras, que me había dicho explícitamente que no quería que lo supiese nadie, yo le contesté que en las noticias habían dicho que la policía la estaba buscando y que habían detenido a un chico inocente acusándole de su desaparición, que por supuesto había sido necesario avisar de su presencia, a lo que ella me respondió dando una airada media vuelta y abandonando el refectorio furiosa. Yo no supe qué hacer. Eso era nuevo para mi. No era algo que me hubiera pasado nunca con alguien. Se lo confié a la superiora, y me recomendó leer el libro de Hob (Nos mira y alza las cejas, luego observa sus manos, frunce el ceño, suspira y regresa a nosotros). Fue poco después cuando la familia Sullivan me rogó si podía bordar el velo de novia de su hija, y eso me llenó de ilusión, porque bordar es algo que da alegría a mi corazón, no sé cómo explicarlo. Era un velo antiguo, que pertenecía a la familia Sullivan desde hacía generaciones, la novia deseaba un bordado de hojas por el borde, y buscamos juntas motivos que pudieran pasar con el tejido y que se acomodase a su gusto. Encontró lo que buscaba en un catálogo antiguo de bordado, unas hojas de hiedra entrelazadas entre si. Una auténtica delicadeza. Dediqué los siguientes cuatro meses, dedicándome a esa labor, incluso adaptaron para mi un lugar con un lámpara especial y una mesa de bordado. Cuando estuvo listo, colgamos el velo de un soporte especial que había traído la familia Sullivan, y nos reunimos todas a admirarlo, incluso el diácono vino a verlo, y me felicitó, no me gusta ser vanidosa, pero realmente era una obra de arte. (Se mira las manos, se muerde los labios, arquea una ceja, vuelve a nosotros). Entonces apareció Prudence, portando la jarra con el chocolate que habían preparado para la merienda con el diácono y la familia Sullivan, que estaba a llegar. Se acercó a donde estaba el velo, hizo como que tropezaba y derramó la jarra sobre él (Mira hacia el techo, respira hondo). Yo me olvidé de mi, y me fui a por ella, la agarré de la toca, se la arraqué, le atenacé el pelo con las dos manos, y tiré, tiré y tiré, le di bofetadas, y más bofetadas, y golpes, y puñadas, y puntapiés, y la arrojé al suelo, y yo gritaba mientras, fuera de mi, varias hermanas trataron de hacerme parar, el diácono, el Señor Sullivan y su hijo, pero yo me había convertido en una furia desalmada, que sólo quería acabar con Prudence costase lo que costase. Cuando consiguieron apartarme entre seis, ella me miró y, aún con la cara ensangrentada, comenzó a reírse a carcajadas. Yo me desmallé.

La familia Sullivan consiguió lavar el velo, y que no quedase rastro de chocolate, la novia lució espléndida. Lo sé porque acudí a la boda, pero no como monja, si no como una mujer como las demás. Dejé los hábitos, porque fui incapaz de perdonar a Prudence. Volvería a hacerlo ahora mismo. La madre superiora pasó dos meses en un retiro espiritual en Luisiana, el diácono se fue a hacer una peregrinación a España, y a Prudence la relegaron a cuidar de las hermanas mayores. Según supe, el resto de las hermanas evitaba su presencia. Yo volví a casa de mis padres, y gracias a la familia Sullivan abrí una mercería donde además enseño a bordar y hacer patchwork (Nos mira sonriente y orgullosa, haciendo como que cose). Allí conocí a Leander, que es viajante de hilos y también le encanta bordar, y tenemos dos hijas (Nos mira y sonríe con ternura).

Años después de aquello me decidí a ir a visitar a la familia Thumberland- Lacombe, sentía la necesidad de explicarles lo que había pasado. La Señora Thumberland-Lacombe, CarolAnn, que no Caroline, que la gente se confunde (se rie), nos recibió con mucho gusto, lamentablemente su marido para entonces ya había fallecido, y cuando le conté todo, me confió que exactamente eso es lo que ella llevaba años queriendo hacer con Prudence, y que nunca se había atrevido a confesárselo a nadie. Esa imperiosa necesidad de dar tirones de pelo. No sé. Nos entendimos a la perfección. Y mantenemos un trato cercano y de amistad. Esas cosas unen (Sonríe y entrelaza los dedos con fuerza, como para dar ejemplo de sus palabras). Ahora estoy trabajando en un edredón de cuna para su próximo nieto.

Según he sabido, la diócesis decidió que el edificio del convento necesitaba una reforma integral, así que las hermanas que todavía continuaban allí, fueron trasladadas a Canadá a otro convento, más moderno. Parece que Prudence no estuvo de acuerdo, y dejó la congregación. Al parecer ha recuperado para si el fondo que sus padres una vez habían planeado para ella, y que engordaba en algún banco, y hace su vida como si nada, no en Nueva York, no me han sabido decir dónde. Pero yo no quiero saberlo. Prefiero pensar que Prudence no existe. Me da paz mental.

Norte/Ponestoaquí

01 sábado Jun 2024

Posted by Alquimista de Historias in Allgemein

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Una historia. Dos versiones.

Norte

Los de las tablets no suben hasta aquí arriba. Suelen ser tres, a veces cuatro, les reconozco porque llevan encima todo el equipo, y brillan, aún siendo pleno día. También porque todos usan gafas. Debe ser muy complicado llegar a ser uno de las tablets, tanto, que se pierde la vista cuando se logra. Yo tengo muy buena vista. Y estoy contento con lo mío. Lo mío ahora son los artesonados. Me gusta la palabra artesonado. Suena bien. La nuestra es la Torre Norte. No sé por qué la llaman Torre Norte si está en el Oeste. Quien le puso el nombre no usó bien la brújula. Me voy a echar unas risas si al final lo graban en mármol en la puerta principal y después tienen que picarlo. Pero ese no es mi problema. Mi problema es la luz que no está. En toda la esquina no hay luz. A ver, luz en si, hay, pero no están los puntos de luz del techo. Faltan 57 puntos. Que ya son puntos para que falten, y, claramente, a oscuras no puedo trabajar, ni yo ni nadie. Estamos esperando que suban los focos portátiles. La culpa fue de Cerebro. Le pusimos ese nombre porque al parecer sabía más que nadie de la luz y esas cosas. Y no te digo yo que no. Pero hacía lo que le daba la puta gana. Un día llegó y les dijo a los de electro que esta esquina se quedaba a oscuras, y como para ellos era algo así como un jefe, pues obedecieron. Y quedó a oscuras. Se armó la de Dios es Cristo. Y él diciendo que nadie entendía su visión. No le echaron porque es primo de alguien. Ahora ya no le llamamos Cerebro, ahora es el Primo. Le enviaron a Color. Ahí su visión causa menos daños. Hoy estoy solo. Abú todavía está de baja. Ya está en casa, pero los médicos no le dejan volver. Y si vuelve no es aquí arriba. Lo de Abú no fue culpa de nadie. En serio. Yo estaba allí. Un golpe de aire aventó el marco de ventana que él tenía que colocar, perdió pie y allá se fue. Ahora sé lo que significa que el corazón te dé un vuelco. Porque es lo que pasa. Da una voltereta en el pecho, y te falta la vida de repente. He visto muchas películas de terror en mi vida, pero el miedo que tuve a asomarme a ver qué había sido de Abú, ninguna lo supera. Yo no creo en Dios, pero si lo hay, debería enviar un cheque regalo, o lo que sea que envíe, al tipo que inventó el arnés de seguridad. Se me dio por llorar. Yo que no lloro nunca. Abú volaba de lado a lado del edificio, colgado del arnés. Tuvo que rescatarle la grúa. Él no se acuerda de nada. Todas las costillas y el susto. Si vuelve, ya no sube aquí arriba. Lo médicos no le dejan.

Yo no sé qué tengo que hacer. Estoy esperando a que los de las tablets decidan qué se hace con la esquina ciega. Supongo que me mandarán más arriba, a las últimas plantas. Si es así, no subo en el ascensor. No me fio de los ascensores de obra. Yo subo y bajo a puro pinrel. Sin darme cuenta me hago varios kilómetros al día. Qué grande suena, pero no lo notaba hasta que me bajé una app que cuenta pasos. Cuando llegue a veinte mil me hago una fiesta. Hoy tiene que venir “Ponestoaquí”. La llamo así porque ella denomina de esa forma su trabajo, cuando la conocí me dijo que ella era la “Ponestoaquí”. Y es verdad. Se pasa el día diciendo eso a los que traen el mobiliario. A su jefa la llamamos “Hazmeelfavor”. Porque ella lo que se dice hacer, no hace nada. A “Ponestoaquí” le encanta el sushi. Tiene una Tablet, pero no lleva gafas, y el aparato le dice dónde van las cosas. Ella me llama “MiguelÁngel”, pero ese no es mi nombre. Tampoco le gustan los ascensores de obra, dice que así hace step. No había dado yo en eso, fíjate. Yo y el fitness. Ella también se subió la app de los pasos. Estamos empatados. Ahora sí. Suben los de las tablets y todos los presuntos implicados. Parecemos un grupo de esos que invocan fantasmas. A oscuras y en círculo. “Ponestoaquí” me dice sólo nos falta la ouija. Hacemos como que nos da la tos. Sólo las tablets dan luz, los focos se perdieron por el camino, alguien los vio en la planta doce, pero no estaba seguro. Los de gafas nos dicen que la esquina está ciega. Hasta ahí llegamos todos. Que al parecer hay que tirar el techo y hacerlo todo de nuevo. “Ponestoaquí” les dice que una opción sería crear un lounge de relax con sofás y cojines, y dejar la esquina a oscuras. Que sólo se necesitarían luces indirectas. Se hace el silencio. No soy yo de lounges. Sólo las de los aeropuertos. Esas están bien a veces. Los jefes le preguntan si tiene un exposé de la idea. Ella se lo envía a la tablet deslizando el dedo por su pantalla. La magia existe y está en sus dedos. Llegan los focos y se hace la luz. Quedamos todos flasheados, literalmente. Zafarrancho. Les pregunto a dos de gafas si hago los artesonados o no. Los tres miramos al techo. Uno de ellos busca algo en su tablet. Pendiente de revisión. Me toca subir de planta. Step. “Ponestoaquí” me invita a brownies de chocolate para celebrar que aceptaron la idea. Los comemos en el que va a ser el despacho del “Mandamás”. Aquí los artesonados van a ser de madera maciza. Hay gente para todo. Desde aquí se ve toda la ciudad y caigo en lo enorme que es. “Ponestoaquí” me señala la zona por la que ella vive. La mía queda en el otro extremo. Pero usamos la misma línea de metro para llegar aquí. Qué cosas. Llega un montón de gente con material. Al tajo. Robus nos ameniza la faena con “Sólo te pido” de Manolo Escobar. Cualquiera diría que es la radio. Pero no, es Robus. Se le escucha a través de todas la plantas . “Hazmeelfavor” dice que qué voces da Nuestro Señor. No es el Señor, es el aparato fonador de Robus. Aparato fonador. El cuerpo humano es un misterio insondable. No lo digo yo, lo escuché en un podcast. El “Mandamás” quiere una piscina en la terraza, con suelo de cristal. Todo será lo que case un sastre, que diría mi abuelo. Coincido con “Pon estoaquí” en el metro al final de la jornada. Se nos puede coger con pinzas. Nos quedamos dormidos y nos pasamos dos paradas. Nos despertamos gracias a un trompetista que entró a tocar por unas monedas. Claramente no era Miles Davies. Volvemos juntos un rato, yo tengo que torcer a la izquierda, ella a la derecha en el cruce de las avenidas. Hasta mañana. Me compro un kebap para cenar. Me ducho. No me acuerdo de haber apoyado la cabeza en la almohada.

El mostrador de recepción parece la barra de un after. Se lo digo a “Ponestoaquí”, y al parecer fue idea del “Mandamás”. Que costó una millonada, porque es vintage. Lo que yo te diga, seguro que fue la barra de un after. Nos reímos. Hace mucho tiempo que no voy a uno, a esas horas ya estoy aquí. Ella tampoco va a esos locales. Va de tranqui. Yo también. Qué prisa hay. Un trailer trae un ejército de guerreros nubios de ébano. Me recuerdan a Abú. Abú. Le echo de menos. El “Mandamás” los quiere repartidos por las plantas. “Ponestoaquí” opina que el “Mandamás” está sembrao. Le buscamos en Google y parece un candidato. No sé a qué, pero un candidato. Se necesitan cuatro tipos para mover un guerrero nubio. Yo sigo con mis artesonados. Robus elige hoy Nino Bravo. Como el sol por la mañana yo soy libre. Yo le digo que debería presentarse a esos programas que buscan gente con voz. Pero él no quiere, dice que cantar le relaja. Pruebo el sushi de “Ponestoaquí”. No está mal. Prefiero mis sándwiches. Le doy la mitad de uno. Dice que debería patentarlos. Comemos mientras observamos cómo veinte tipos descargan los guerreros nubios de un camión.

El ebanista dice que el techo no va a aguantar el peso de la madera maciza. A mí que me registren. Dice también que soy un prodigio del cálculo, porque hago las cuentas de cabeza y de corrido. Puede ser. Robus canta, yo calculo cosas. No nos salen los números. Mañana será otro día. Gran verdad. Mi hermano me envía otro Whatsapp. Y van diez. Voy a tener que contestarle, es capaz de llamar a la Guardia Civil. Él tan correcto. Mi hermana lo intenta por Instagram. Como quien grita en el desierto. Laotra en X, si alguien ve a mi hermano que me avise. Qué agonías. Total pa ná, que diría el otro. Para guinda del pastel, “Ponestoaquí” me pregunta si puedo acompañarle a la boda de su amiga. Yo creo que si me hubiera preguntado si le dono un riñón no me hubiera quedado más quieto. Sin querer. No lo vi venir. Es una boda campera, me explica. Yo le digo que si hay que torear, ni por todo el oro del mundo. Le da la risa. A mí también. No hay etiqueta, sólo cosas camperas, vaqueros y así. Mejor, con lo incómodos que me son los trajes. Le digo que sí. Porompompero. Va por ustedes.

Robus se hace viral. Está por todas partes. Hace llorar al país con su versión de “Para que no me olvides”. Incluso yo, que no lloro nunca. A parecer alguien le descubrió. Es La Voz. Ya se lo decía yo. Otro que ya no sube hasta aquí. Llegan los de la piscina. Hablan en hectolitros. “Ponestoaquí” y yo buscamos el regalo de la boda en la lista online. Su amiga se llama Catalina, y la llamaban Cati. Pero ahora quiere que la llamen “Keit”, como en inglés. “Ponestoaquí” le sigue llamando Cati. Pues muy bien. Nos decidimos por una máquina para hacer zumos. Ahora tenemos que pensar cómo llegamos al medio de la nada campera. Sí o sí hay que ir en coche. Conducir no es lo mío, pero si hay que ir se va. Por algo fui exprofeso a Texas a sacar el carnet. Reservo un Land Rover como un mundo. Ya puestos. Supongo que a una boda campera hay que ir en vaqueros y con botas. Camisa. No deja de ser una ceremonia. Y una chaqueta que se olvidó mi hermano, que es informal a la par que elegante, un poco como él, sólo que él de informal tiene poco, y además abriga. Porque en la nada campera, llegará un momento que hará rasca. Vamos digo yo. Me llevo las dos mantas que compré en Escocia. Y un termo con dos litros de agua. Vas a una boda, no a una expedición. “Ponestoaquí” lleva un vestido de flores con botas camperas y una chaqueta larga de lana. También una sombrerera con una pamela. Al parecer pertenece al “dress code”. Yo la mía la olvidé. Nos da un ataque de risa. Vamos que nos vamos. La señora del navi nos guía. “Ponestoaquí” me pone al corriente de quién es quién en la boda, a qué se dedican, en qué lugar se enamoraron y a qué dedican el tiempo libre. Me da la impresión de que está un poco nerviosa, pero no sé porqué. A lo mejor porque tiene que leer. Enciendo la radio. Nos adentramos en la nada. Rectas y campos amarillos. Empieza a sonar “Poupée de cire, poupée de son”, subo el volumen. La canto a voz en cuello. Como maman entonces. Y nosotros con ella. Suis-je meilleure,suis-je pire qu’une poupée de salon?Je vois la vie en rose bonbon poupée de cire, poupée de son. Tamborileo el volante con la parte de la percusión. Hacía mucho tiempo que no la escuchaba. Maman. Cuando acaba entra una cuña de un negocio de muebles, y eso me da tiempo a tragar el nudo. Me cuesta. Carraspeo. La señora dice que tenemos que torcer a la izquierda. “Ponestoaquí” se ha quedado muda. Me mira como esperando una explicación. Yo nunca las doy. Todo a su tiempo. Alguien ha colocado a un lado de la carretera carteles en forma de flecha con “Boda de Kate y Sanchete” en letras rojas. Sanchete. Bueno, el mío tampoco es muy pa’llá. Según la señora hay que torcer a la derecha, pero las flechas dicen que hay que seguir recto. Las flechas nos llevan a un cercado con burros. Al querer dar la vuelta nos damos cuenta de que no somos los únicos en caer. De la nada aparece una chica con vestido de flores lila y pamela a juego, con una carpeta en la mano. Se presenta como la “wedinplaner”. Nos dice que tenemos que ir por donde nos decía la señora. Se ha formado un atasco. Conducir no es lo mío. Me da la impresión de que vamos en un tanque. Me meto campo a través. Llegamos a la era habilitada como aparcamiento. Pamelas de todos los colores. Me alegro de haber traído las botas. “Ponestoaquí” me presenta como su amigo “MiguelAngel”. Caigo en la cuenta que todavía no le he dicho mi nombre. Yo nunca la llamo por el suyo. Todo a su tiempo. Bañeras de hielo con cervezas, cortadores de jamón, mesa de chuches. Otra “wedinplaner” reparte cámaras polaroid. La mía es verde. La primera foto se la hago a “Ponestoaquí” sin que se de cuenta. Son las mejores. Además la luz era perfecta. Han puesto hileras de bancos de madera a ambos lados de un alfombra verde que lleva a lo que supongo es el altar. Pero no es el altar. Es una sofá. Antes de que comience nada voy a uno de los que corta jamón. Le pido un bocata. No tiene pan. Sólo puede darme lonchas en un plato en forma de hoja. Yo con hambre soy insufrible. Me da muchas lonchas. Me agencio crackers y aceitunas. Algo es algo. “Ponestoaquí” tiene uvas y taquitos de queso. Otra amiga suya croquetitas y gildas. Nos sentamos en unas rocas y hacemos picnic. Hay tanta gente como en una romería. “Ponestoaquí” me presenta gente. Las “wedinplaners” avisan por megáfono de que va a llegar la novia y que tenemos que sentarnos en los bancos. Desbandada es una palabra muy gráfica. Nos sentamos por el medio. Una mujer empieza a cantar acompañada de un hombre a la guitarra. Se arranca por “Contigo aprendí”. Le digo a “Ponestoaquí” que bien hubieran podido contratarme a mí. Tiene que hacer esfuerzos ímprobos por no reírse. No lo consigue. Le hago una foto. La novia llega acompañada de un señor con frack. Ella es un tul andante portando un ramo de lilas. Yo supongo que como nosotros se sintieron los del sermón de la montaña. No me entero de nada. Alguien le da a “Ponestoaquí” un micrófono y ella lee lo que tiene que leer. De amistad, tiempo, vivencias, años, risas, llantos y esas cosas. Me vuelve el nudo. Yo que no lloro nunca. Nos dan un pañuelo lila a cada uno. Cuando acaba la ceremonia, los novios recorren el pasillo central dando saltos de alegría con los brazos en alto, mientras la multitud agita los pañuelos y corea los que el público en los estadios. Como si acabasen de ganar la Copa de Europa. Ver para creer. Al parecer hay cordero a la parrilla para los que comen carne y un buffet variado para los que no. No quiero pensar en cuántos corderos han hecho falta. Buenas noches, Clarice. Han extendido mantas y alfombras por la era, para que cada uno se siente donde quiera. “Ponestoaquí” y yo pasamos cerca de una hora llenando el plato. Las colas son interminables. Su amiga y ella me piden que las acompañe a vigilar que nadie mire cuando hacen pis tras unos arbustos. Las oigo reírse a carcajadas. Me recuerda a aquel campamento de verano al que nos apuntaron un año. A mi me siguen gustando las albóndigas con tomate, y esté dónde esté siempre sé dónde está el norte sin necesidad de brújula. Mi hermano, desde entonces, de poder, se movería por el mundo de liana en liana, aunque nunca lo admita. Mi hermana aprendió a tocar el uquelele. Y Laotra, te dice la hora sólo con mirar al sol. No nos queríamos ir. Esto ya es otra cosa.

Tanta gente y tantos pies, al final se levanta una polvareda. Y el viento viene sur. Empiezan a volar pamelas. Hago un par de fotos. Han traído una orquesta para amenizar. “A mi manera” por bulerías. Más polvo. Un grupo de personas se separa, y en el claro que deja, descubro a León. Y él me descubre a mí. En situaciones como estas nos sentimos Judas. Siempre hacemos que no nos conocemos. Ni me saluda. Yo bebo un trago del refresco que tengo en la mano y miro al cielo. Recibo un Whatsapp:

  • Me he perdido varios capítulos. Qué carajo haces aquí?
  • Soy el plus1 de esta chica a mi vera
  • Estáis?
  • Si estamos dónde…
  • Alma de cántaro, si las miradas hablasen..
  • …
  • Tienes dos opciones, o capiscas o te tiro una piedra..

Miro a “Ponestoaquí”, que a su vez me está mirando a mí. Me doy cuenta de que me mira como si yo fuese el Santo Grial. Capisco. Yo es que no lo veo venir. O quizás sí. Yo qué sé. Sí que sabes. Es tu miedo al socavón. A dar el paso y pero tío qué haces. Dar el paso y te presento a mi novio. Dar el paso y no sé qué te has montado en la cabeza pero no. Que nunca nadie te ha dicho. Pero siempre hay una primera vez. Y te quedas in albis. Y entonces mejor te quedas como estás. Y no ves. No ves. O no quieres ver.

  • No disparen.
  • Aleluya!

León no está solo. León nunca está solo. Siempre tiene novia. Siempre son lo más parecido a Miss Universo, guapas por fuera y por dentro. Ingenieras de minas, farmacéuticas, médicos, comandante de submarinos, arquitectas, notarias. León es Doctor en Filosofía y Doctor en Filología Clásica, ambas Cum Laude y premio extraordinario. No es alto, no se molesta en hacer ejercicio, tiene poco pelo, y el que tiene es rojo, yo siempre digo que tiene cara de monje medieval dormitando y es miope. Pero si vas con él a cualquier reunión, se marchará con la mujer bandera. Y cuando se dejan, le siguen adorando. Le invitan a sus bodas. Es amigo de sus maridos. Yo creo que el secreto está en la risa. León tiene el don de regalar risa, y, eso, le hace especial. Hoy está con una chica de melena castaña, cara de muñeca y vestido de alta costura, que le pasa el brazo por el hombro, ya que le saca una cabeza.

  • Sólo dime si es Miss Universo
  • Se llama Virtudes, es jueza de la audiencia nacional..
  • Tenemos que vernos..
  • Ya nos estamos viendo..
  • Idiota..
  • Localizo a Jacobo y monto algo..
  • OK
  • Y lánzate a la piscina! Mivida!
  • Yo también te quiero..

La orquesta entona “Me gustas mucho”. Me doy por aludido. Sin más miedo al socavón cojo a “Ponestoaquí” de la mano y la saco a bailar. Porque bailar bailo bien. Que conste.

Va cayendo la tarde. Cambia el viento. Viene la rasca. Las mantas escocesas hubieran cumplido su misión. Pero las dejé en el coche. Fin de fiesta. Para la vuelta no somos dos, somos seis. Localizar el coche está a punto de convertirse en un misterio sin resolver. Parecemos los de Scoobydoo, sólo nos falta el perro. Dos cosas tenemos todos en común: necesitamos urgentemente un baño y tenemos un hambre voraz. La señora del navegador nos guía hasta un McDonalds. Regalan vasos de colores por Menú. Reunimos una cristalería. Es una sensación extraña cuando por fin te has decidido a algo con otra persona, esa persona también está dispuesta a algo contigo, y estáis atrapados en la sinergia de un grupo de gente con la que no queréis compartir vuestro secreto. Voy dejando a cada mochuelo en su olivo. Hasta que volvemos a ser dos. Aparco en el primer hueco que encuentro. Bajo del coche. Le abro la puerta. La cojo de la mano. No sé a dónde quiero ir. Me paro. Ella no entiende nada. Dicen que es como andar en bicicleta. Lo mejor es empezar por el principio.

  • Hola Buenas, se está quedando buena noche…
  • Sí..
  • Tendrías la amabilidad de decirme tu nombre?
  • Me llamo Guiomar, y tú?
  • Yo me llamo Kilian..
  • Hola Kilian..
  • Pero nadie me llama así, me llaman Bo..
  • Bo..
  • Sí, sólo Bo.

Ponestoaquí

Mi cuñada es boba. Pero tiene buen fondo. No dudó en darme trabajo y con ella sigo desde entonces. Ha sido mi primer y único trabajo, todo hay que decirlo. Me paga bien, y tengo para mis gastos, qué más puedo pedir. Podría pedir irme a vivir sola, pero para tanto no me da. Así que todavía vivo con mis padres. Me consuela saber que no soy la única. Ella es propietaria de una empresa de reformas y decoración de interiores, mayoritariamente a nivel industrial, como pueden ser cadenas de hoteles, edificios de oficinas, centros oficiales y grandes superficies. Yo soy su “ponestoaquí”, que no es otra cosa que la persona encargada de señalar a las personas encargadas de llevar el mobiliario al objeto, dónde han de situar la pieza. Nada más. No tiene más complicación. Sí que es verdad, que muchas veces el mueble o pieza en cuestión viene embalado y yo me ocupo también de sacar el embalaje. Mi rutina de trabajo consiste en levantarme por la mañana cuando todavía no están puestas las calles, desayunar, mientras desayuno consulto dónde he de dirigir y qué muebles, ducha, arreglada pero informal, sobre todo cómoda de pies. Y allá me voy. Ahora mismo estamos en un edificio de catorce plantas, que, cuando esté listo, que será en breve, será la sede de una multinacional americana. Y mi razón para levantarme cada mañana, se llama “MiguelAngel”. Bueno, no se llama MiguelAngel, yo le he puesto el nombre, porque se pasa el día trabajando en los artesonados del techo. Como al parecer dicen hacía MiguelAngel el pintor. Por eso y porque está muy bueno. Hablando en plata. No a todo el mundo le queda bien el pelo al tres. Yo digo que tiene ojos como de Disney. Grandes, verdemusgo y que, sin palabras, dicen todo. Al principio pensaba que no hablaba español, porque le había escuchado hablar con Abú en francés. Y yo de idiomas poco. Pero no. Coincidimos un día en una de las plantas ya completas, él dando los últimos retoques, yo supervisando los armarios empotrados, y trabamos conversación. Trabamos no. Trabé. Para qué nos vamos a engañar. Por esos días pasó lo de Abú. Cada vez que me acuerdo hiperventilo. Una cosa es ver a Wesley Snipes saltar agarrado a un cable desde un edificio como el nuestro, y aterrizar como si nada sobre un tren en movimiento. Y otra cosa es ver como una persona cae trece pisos. Pero no cayó. Quedó colgando del arnés. “MiguelAngel” y yo lo pasamos juntos. Recaímos en fumar. Porque después de una cosa así lo único que entra es un piti. La cosas como son. Además se paró todo y estuvimos sentados charlando. Después el trato se hizo más fluido. A ninguno de los dos nos gustan los ascensores de obra, así que recorremos el edificio de arriba abajo a pie. Encontramos una app que cuenta pasos. Estamos empatados. Él dice que a los veinte mil monta una fiesta. Yo me apunto, buscas fiesta en el diccionario y yo aparezco como definición. En fin. Mi cuñada se llama Valentina. Ella responde a Titina. Pero en la obra le llaman “Hazmelefavor”, porque es su muletilla. Yo creo que ella lo sabe, pero no le importa. Por su buen fondo. Su amiga Lulú tiene un primo al que necesitaba enchufar en algún sitio, y Titina sin más complicación le enchufó en la empresa constructora. Le pusieron de supervisor. Trató de supervisar lo que yo hago y decirme cómo hacerlo mejor. Le dije que la próxima vez que se atreviese a decirme cómo tengo que hacer la cosas iba a seguir el mismo camino que Abú. Pero sin arnés. Desde entonces me evita. Mejor. Yo con esa gente sigo la estrategia de Harry el Sucio. Por su cuenta y riesgo les dijo a los de electro que dejasen toda una esquina de la planta once sin focos de luz. Ciega. 57 puntos faltan. La que se montó no está en los escritos. “MiguelAngel” y yo asistimos a los dimes y diretes tomando un café con donuts. Como si fuera una obra de teatro. No sé quién es el marido de Lulú, pero gracias a él no le echaron. Ahora está en Color. Pero la esquina sigue ciega. Nos reunimos para ver qué se hace. Sólo nos falta la ouija. Y se lo digo a MigueAngel. Un grupo de gente en círculo, a oscuras y mirando al techo. MiguelAngel se ríe. Yo hago como que toso. Yo a los que llevan la obra les llamo los “Biutifulminds”. Según ellos, básicamente, habría que tirar toda la planta y hacerla de nuevo. Me acordé de una idea que se ocurrió. Porque a veces tengo ideas. Lo que no sé si buenas o no, porque no llego nunca a realizarlas. Las guardo en una carpeta bajo el nombre Mementos. Como estamos a oscuras y nadie va a notar lo colorada que me voy a poner, me atrevo a decirles otra opción. Y sería dejar la esquina ciega, dejándola como lounge, con lámparas indirectas. Se hace el silencio. La oscuridad hace que no quiera que me trague la placa sobre la que estamos. Uno de los “biutifulminds” me dice que le envíe el exposé. Se lo envío y por bajini le pongo una vela a mi Santa. De pronto flash. Nos quedamos ciegos. Uno de los “Biutifulminds” me da el OK para la lounge. De poder daría saltitos diciendo yesyesyes. Pero sólo sonrío y le doy la gracias. A ti, me contesta. Casi lloro. Se lo digo a Titina por Whatsapp. Me contesta con Rachel de Friends agitando pompones. Yo soy más de osos pandas dando volteretas. Bajo a por brownies para celebrarlo. Lo celebro con MiguelAngel en la pausa. Desde donde estamos sentados se ve la ciudad entera. Él y yo vivimos en puntos opuestos, pero tomamos la misma línea de metro para venir aquí. Sólo te pido, sólo te pido, que me hagas la vida agradable, si decides vivirla conmigo. Gran Verdad. Robus es un portento. Tanta gente dando el cante, literalmente, y él con esa voz está aquí. Titina y yo somos fan. Cuando canta dejamos lo que estamos haciendo y le escuchamos. Después aplaudimos. Él se ríe y sigue a lo suyo como si nada. Coincido con MiguelAngel camino del metro al final de la jornada. Podríamos formar parte del elenco de The walking dead. Me ofrece su brazo. Mejor. Me despierta un trompetazo. Me quedé dormida contra el hombro de MiguelAngel y él contra la ventanilla del metro. Dos eran dos. Nos separamos en el cruce de las avenidas. Hasta mañana. Estoy tan cansada que no tengo fuerzas ni para ponerme triste al verle alejarse.

Mi amiga Rita me apunta a su clase de Ciclo. En qué momento. Yo no se lo pedí. Es que era un dos por uno. Como si yo fuera un cocktail. Los sábados por la mañana son para dormir. Debería estar en la constitución. Mi padre se parte el eje y me ofrece el café del desayuno. Voy a mandar mi propuesta al defensor del pueblo durmiente. Me voy jurando en arameo. Veinte tías sobre bicicletas estáticas, a oscuras, pedalean al ritmo de una música infernal siguiendo las indicaciones a gritos de una tipa con micrófono en el moflete. Después Rita y yo fuimos directamente a una farmacia a comprar ibuprofeno. No me sentía tan mal desde aquella excursión a los Lagos de Covadonga en pleno agosto. Qué mal. Le cuento a Rita de MiguelAngel. Que me da la impresión que pasa un poco. Pues no le gustarás, no eres una croqueta. Rita y sus frases lapidarias. Caso me hace, eso no es. A lo mejor le agobio o algo. A lo mejor es gay. Removemos el café en silencio. No sé. O tiene novia. El nombre es bonito. Le explico que no sé su nombre, que sólo le llamo así. Rita me mira como cuando le dije no me gustaba el pan de plátano. Si le digo que él tampoco sabe el mío, se levanta, se va y me retira el saludo. Así que opto por no decírselo. Pues estará a otra cosa. Bueno, la ilusión por verle hace las cinco de la mañana menos cuesta arriba. Rita abre los ojos como platos. Rita trabaja en Cortefiel. A las cinco de la mañana todavía está en fase REM.

Hoy han traído el mostrador de recepción. En el momento que lo desembalaron, me teletransporté. Fue cuestión de segundos, pero volví allí. Al after fin de fiesta. La pitstop antes de enfilar hacia casa. RonCola barato y música indefinida. A cuando salir era mi razón de ser. Cualquier cosa con tal de no estar entre los muros del colegio o de casa. Bares qué lugares. Disco queen. Repetí todo lo repetible. Varias veces. De colegio en colegio y tiro porque me toca. Mi problema no era de capacidad intelectual. Yo era vaga. No me daba la gana. Huelga de boli caído. Yo sólo quería estar por ahí. Por ahí siempre había planes. Mucho mejores que estudiar geografía. La noche y sus misterios lo eran todo. Llegado un momento, mis padres concluyeron que no tenía sentido insistir más. Y comencé a trabajar para Titina. Y ahora me pregunto para qué me compensó todo aquello. Ahora. Qué le dirías a tu yo de trece años, es la pregunta de moda. Yo la levantaría a las cinco de la mañana, la llevaría de obra en obra de ocho a diez horas al día a mover muebles y desempaquetar armarios. Ahora me doy cuenta de mis límites. Me estoy planteando sacar el bachiller por libre. Nunca es tarde para recapacitar. Y aún así, como los exfumadores pueden recrear en su cabeza la sensación de la primera calada de un cigarrillo, yo también lo hago con el primer halo de la mágica mezcla de calor humano, sudor, humo, ruido y perfume que te envuelve al entrar en una discoteca. Y a eso huele ese mostrador.

Se lo comento a MiguelAngel y me da la razón. Él también iba a esos locales. Me tranquiliza saber que no era sólo cosa mía. Al parecer el mostrador costó un dineral. Ganas de gastar dinero. Como con los guerreros. Titina tuvo que recurrir a un tratante uzbeco de arte especializado en figuras guerreras. Guerreros nubios. Pesan un quintal, literalmente, y hemos tenido que contratar personal extra para moverlos. Al parecer el “Mandamás” los quiere repartidos por todo el edificio. La gente tiene ideas. Tiene casi veinte años y ya está cansado de soñar, pero tras la frontera está su hogar, su mundo y su ciudad. Robus for president. Hoy he traído sushi que sobró de la cena de ayer. Mi madre encargó sushi para un regimiento. MiguelAngel tiene sándwiches. Compartimos. Le digo que debería patentarlos. Él se ríe y prueba el sushi con gambas. 

Rita me llama para preguntar qué hacemos con la boda de Cati. Con el jaleo de los nubios se me había olvidado. Quedamos. Lo que está claro es que es campera y que hay que llevar pamela. Hasta ahí llegamos. Lo que ya no tenemos tan claro es dónde es y cómo llegar, si bien el mapa está incluido en la invitación. Rita va con Imanol y sus hermanos. Yo puedo pedirle a mi padre si me acerca, pero después cómo vuelvo. Revolvemos el café en silencio. Oye y si le preguntas al MiguelAngel. De repente tengo quince años y me da mucho palo. El no ya lo tienes. Ya y del chasco que me puedo llevar me sacas tú, o cómo. Quién no arriesga no encuentra árbol que le cobije. Ya. Otra cosa, se pueden alquilar pamelas?. Rita me pasa un link de unas pamelas de Shein a buen precio y que dan el pego. Y como dice mi abuela, después la tiras y dices que la perdiste. Ahora sé de dónde saca Rita sus frases.

Harry el sucio. Corto y sin dolor. A bocajarro. Le pregunto a MiguelAngel si me acompaña a la boda. Los tres segundos que tarda en contestar me parecen las campanadas. Cuando me dice que sí, por dentro soy July Andrews rotando por una pradera austríaca. Buscamos juntos el regalo de boda. Una máquina para hacer zumos. No me complico.

Han descubierto a Robus. Para que no me olvides, ni siquiera un momento, y sigamos unidos los dos, gracias a los recuerdos…Titina y yo nos marcamos una llorera de campeonato cuando lo vemos en la tele. Robus for president.

Me compro un vestido de flores y lo combino con una chaqueta muy larga, vuelvo a ponerme las botas camperas. Meto en el bolso un montón de tiritas, por si acaso me hacen daño. La pamela me queda como a un Cristo dos pistolas, según mi madre. Y tiene razón. Pero sólo es por un rato. En la peluquería me han recogido dos mechones pelo en una hebilla atrás, y me han maquillado un poco, pero tampoco mucho. Ahora sólo falta la carroza.

La carroza viene en forma de un Land Rover negro inmenso. Mi chofer se baja a abrirme la puerta del copiloto. Please MyLady. Que alguien me pellizque. Me pregunto que colonia se ha puesto. Me dice que él se ha olvidado su pamela. La risa rompe el hielo. No sé qué hacer con las manos. Le miro y no puedo más que confirmarme que he caído sin remedio. De todo su conjunto. Incluida su colonia. Se me tiene que notar en algo. Es más que evidente. Decido huir hacia delante y, como si me dieran cuerda, le cuento cosas. El va pendiente del tráfico, a veces sonríe como respuesta. Yo sigo con la vida y milagros de los novios. Entonces de repente, sube el volumen de la radio y se pone a cantar a voz en cuello una canción en francés, tamborileando el volante, yo encuentro fascinante su nivel de francés, en realidad, en estos momentos, todo en él me parece fascinante. No sé cómo decirte. Cuando la canción acaba, me parece que tiene lágrimas en los ojos, pero a lo mejor sólo fue la luz. Yo sigo estupefacta. Ya estamos llegando a la inmensa nada. Los carteles están mal puestos. Se confunden más coches. Aparece una tipa con pamela diciendo que giremos. MiguelAngel hace caso omiso y se mete campo a través. Aparcamos en medio de un campo. Me da la impresión de que somos miles de personas. MiguelAngel me ofrece el brazo. Tenemos hambre y sed. Las colas para conseguir algo me recuerdan a las de los conciertos para ir al baño. Nos encontramos a Rita, que ha perdido a Imanol. Hacemos picnic sentados sobre unas rocas. De poder tiraría ya la pamela. Rita mira a MiguelAngel de hito en hito. Él está muy entretenido haciendo bocadillitos de crakers con jamón que después reparte entre los tres platos en forma de hoja. Rita levanta una ceja. Yo me como una gilda. De repente dos tipas dicen algo que yo no entiendo por megáfono. Estampida. Aparece Imanol. Parece un huido de una zona en guerra. Rita se ocupa. Nos sentamos en un banco por el medio. Una persona empieza a cantar, y pareciera que la están despiezando. MiguelAngel me hace reír. Cati parece la novia de la curva.  Si alguien allá delante dijese que en dos minutos va a caer un meteorito yo no me enteraría de nada. Una de las tipas que organiza el sarao me entrega un micrófono, por un segundo creo que tengo que cantar también. Me había olvidado que tengo que leer algo. Leo lo mejor que puedo. MiguelAngel me aplaude y me felicita. Creo ver lágrimas otra vez, pero quizás es sólo la luz. Los novios han ganado la copa de  la UEFA y todos tenemos que celebrarlo. Nunca lo entenderé. Cordero asado. No quiero pensar en cuántos han hecho falta. Logramos no morir de inanición. Me entran ganas de hacer pis. Pruebo todos los trucos que conozco. O mear o la muerte.  Le pedimos a MiguelAngel que vigile que nadie nos mire y Rita me acompaña a un lugar en la espesura. Nos meamos de risa literalmente.

Socializar en la nada campera es complicado e incómodo. Empieza a tocar la orquesta, y todo se llena de una polvareda marrón. Vuelan pamelas. No sé dónde dejé la mía. MiguelAngel está pendiente de su móvil. Le llegan muchos mensajes. Si se tiene que ir, malo será que yo no encuentre sitio en otro coche para volver. O me voy con él. Querrá irse solo, supongo. Nena, has caido con todo el equipo. A ver cómo sales. De repente me mira, y me descubre mirándole  en medio de mis elucubraciones. Su expresión cambia, y me sonríe. Y yo le sonrío de vuelta. Entonces me coge de la mano y sin más se adentra conmigo en la multitud danzante. Yo no he perdido la esperanza, de tenerte entre mis brazos y ese día ha de llegar, desde hace mucho que me gustas, y lo que me gusta obtengo con toda seguridad. Y bailamos como si nadie estuviera mirando. Sin tapujos o miedo a hacer el ridículo. No puedo parar de reír. July Andrews rota y rota sobre la hierba austríaca.

Todo tiene un final. Y las orquestas también hacen descansos. Y justo cuando, cogidos del talle, íbamos hacia ningún sitio en concreto, aparecieron Rita e Imanol, acompañados de Lorena y Marcos. Los hermanos de Imanol se han ido sin ellos, el coche de Marcos no arranca y no es la batería. Nunca encontrar un coche fue tan complicado. Todos tenemos hambre, sed y necesitamos un baño. El navi nos marca la ruta a un McDonalds. MiguelAngel pone la radio. Cantamos a voz en cuello los “gritishits” que van saliendo. AyAyAyAy, qué dolor , qué dolor, una mujer en el armario, qué dolor, qué dolor. Nada más llegar corremos al baño. Rita, Lorena y yo casi no llegamos. Pedimos mil cosas. Ganamos una cristalería. Es difícil guardar distancias cuando lo que quieres es estar lo más cerca posible del otro. Casi duele. Va dejando a cada uno de los otros pasajeros en sus respectivas calles. La última soy yo.  Busca aparcar en un hueco que encuentra. Sale del coche. Abre la puerta del copiloto. Me ayuda a salir y me coje de la mano. Caminamos unos pasos. Se para. Mi corazón me sale por la boca. Y ahora seguro que me dice mira es que me caso en verano. O Me mudo a Australia y no quiero ataduras. Me mira muy serio.

  • Hola Buenas, se está quedando buena noche…
  • Sí..
  • Tendrías la amabilidad de decirme tu nombre?
  • Me llamo Guiomar, y tú?
  • Yo me llamo Kilian..
  • Hola Kilian..
  • Pero nadie me llama así, me llaman Bo..
  • Bo..
  • Sí, sólo Bo.

Y entonces por fin ocurre. Lo que sólo pasaba en mi cabeza. Nos buscamos a la vez. Y me olvido de todo. Nos volvemos uno. No existe nada más. Sólo Bo.

Seattle

04 miércoles May 2022

Posted by Alquimista de Historias in Allgemein

≈ 2 comentarios

  • Sabes qué estoy pensando?
  • Nop
  • Que Vane es clavada a Michael Stipe
  • Y ese quién es?
  • El cantante de REM
  • El cantante de REM?…Vane no es calva…
  • No, no por eso, lo digo por la cara…es igual, si te fijas…
  • Voy a buscarlo…porque así a bote pronto no me acuerdo de cómo tiene la cara…a ver…pues no sé de dónde sacas tú lo de Vane…
  • Yo la veo calcada, hasta se mueve igual…así como aerodinámico..
  • Aerodinámico…tú te tomaste una aspirina con CocaCola o qué?
  • No pasa nada con eso, es una leyenda urbana…y Michael Stipe se mueve así como haciendo así con los brazos, y Vane también..
  • En la vida la vi yo hacer cosa semejante…
  • Es que no te fijas en nada…
  • Será..
  • Michael Stipe es el padrino de la hija de Courtney Love…qué guay tener un padrino así, no?…sales del instituto en Seattle y ahí está el de REM esperándote…
  • En Seattle?…y por qué en Seattle?
  • No es “Sittl” se dice “SEAtl” con ea…me lo dijo uno que estuvo  allí…pues porque REM se hizo famoso allí..
  • Aquí dice que son de Georgia…
  • Pero pasaron un tiempo en Seattle…
  • Tu tienes el raro subido hoy…sea como fuere la Vane no se parece a ese tipo…
  • Hablando del Rey de Roma por ahí viene…
  • El de REM?..
  • No..la Vane…
  • Joder pues sí que se parece..
  • Ves…ya te lo decía yo…
  • Sólo que con el flequillo no se le nota tanto…
  • Es calcada…
  • Te voy a matar, ahora me la imagino bailando esa de ¨HappyPeople¨….
  • Hola Vane…
  • Qué hay? Qué hacéis?
  • Nada…aquí …haciendo Playlists…
  • A ver?…ah el de REM…es clavado a mi tío Alfredo, una vez lo confundieron en un aeropuerto y todo…y eso que no es calvo…

Sentido Común

30 sábado Abr 2022

Posted by Alquimista de Historias in Allgemein

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Yo nunca he ido a España porque no me gusta el arroz. Soy más de horno. Por eso me alegro de poder ir en breve a Suiza, allí también hay hornos y puedo ser libre. Ser libre, respirar a pleno pulmón y ser salvada sin tener que buscar la salvación como si fuera la última gota de agua. Porque yo voy a salvarme a Suiza, aquí ya no hay tanta gente a la que acudir para que te salven, tuve una suerte inmensa de poder adquirir una de las últimas plazas para el encuentro. Cómo dices? Sí, es un encuentro, ella lo organiza todo desde América, es una Apóstola de las Mentes Unánimes Liberadas y reza por todos nosotros online, y yo por supuesto rezo con ella, y sólo de verla ya me salvo y me ilumino, además tiene una voz prodigiosa, porque ella quería ser una gran cantante, pero ahora salva las mentes y los cuerpos de todos nosotros desde América…qué? América del Norte, sí, a ella no le gustan las fronteras ni los límites, por eso sólo nos dice que está en América, por el Norte, y yo sé que es allí porque se ve en las fotos que pone que es allí, sí, por la forma de las carreteras. Y ella dice que no dice dónde está porque en realidad está en todas partes, con todos nosotros, ahora mismo, por ejemplo, siento su espíritu aquí entre nosotras, su fuerza y luz unánime. Y por eso viene ahora físicamente a Suiza, a salvarnos físicamente, a todos nosotros. Bueno, a todos no, sólo a dos grupos de setecientas personas, miércoles, jueves y viernes en un lugar amplio donde quepamos todos y podamos sentir su luz unánime. Porque ella es luz, y sólo con mirarte a través de la pantalla sientes que te llena del poder ascentral de las mentes liberadas, porque ella habla con ellas y luego nos transmite sus mensajes, y sana a la gente de ser engullida por el mal del mundo, por eso sólo como pollo de corral y carne de ternera Bio, porque el diablo está en todas partes, y yo voy a que me libere y a que me de más pelo. Mi amiga se conectó el otro día y notó que, al verla, le volvía a crecer el pelo, y yo quiero sentir también eso, que mi pelo crezca y ver volar de nuevo mi melena al viento, y comer pollo con las manos, sin temor a los diablos caminantes incrédulos, y me libera ella en persona sin más problema, porque aquí ya no hay gente que te libere porque sí. Es complicadísimo. Y por eso voy a Suiza. Qué? No, no voy en tren. No me fio de los trenes, nunca sabes a dónde te pueden llevar, voy en el autobús que hace la ruta entre aquí y Nápoles, y me deja cerca del lugar de reunión….la última vez tuve que bajar antes, porque la gente no entiende que para ser bendecida por ella hay que saber sus canciones de memoria y yo canto durante el viaje y elevo mi espíritu hacia los Unánimes, moviendo mi cuerpo al ritmo de la gloria, y por eso la última vez me tuve que bajar en algún lugar cerca de Friburgo, y un hermano, no mi hermano….que con ese no me hablo y es un desposeído sin atisbos de querer ser salvado de nada, un hermano que también iba hacia allá y me llevó en coche. Me gusta Suiza. Mucho. Porque allí todo está en orden, como yo.

El Giro (Dedicada a Mark M.)

10 domingo Abr 2022

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Eberhardt Finke no tenía prisa. Los viernes eran un día tonto, siempre lo había pensado, pero desde que trabajaba en el ayuntamiento se había reafirmado en la opinión. Su departamento sólo atendía al público de nueve a once y media, y después, según organigrama, debería haber reuniones de equipo y clasificación de documentos en el archivo. Pero eso sólo estaba escrito en el organigrama. En realidad, la mayoría se iba ya según el reloj marcaba las once y media, y, los que se quedaban, ocupaban el tiempo en todo menos en el trabajo de oficina. Él pertenecía a esta minoría. Hoy se había entretenido buscando en Amazon cinta de embalar, y había acabado mirando los videos en Youtube que grababa una pareja encantadora de norteamericanos que vivía en una isla. No se acordaba cuál. Pero era una isla, y eso para él ya había sido motivo suficiente para mirarlos. Después había bajado al parking, y emprendido el camino a casa. Escogió la ruta que bordeaba el río, no por el río en sí, que ya lo tenía muy visto, sino porque así no daba tanta vuelta. No había mucho tráfico, y había parado de llover, nada parecía anteponerse entre él y su casa. Poco antes de alcanzar el penúltimo semáforo antes de la salida hacia su pueblo, las luces de unos coches de policía estacionados en medio de la calzada le hicieron reducir la velocidad. Se había formado un pequeño atasco, debido, al parecer, a la presencia de piedras de gran tamaño esparcidas por los dos carriles, seguramente caídas desde algún vehículo que no pudo distinguir. Sin pensarlo dos veces, puso el intermitente hacia la derecha y cogió un desvío, a una carretera que, supuso, le llevaría a un punto posterior al atasco. Nunca la había cogido antes, pero pensó que, como todas las carreteras secundarias paralelas al río, desembocaría en algún lugar cercano a la estación de cercanías. A los pocos metros, sin embargo, un cartel le avisó de que, de querer continuar por esa ruta, tenía que desviarse hacia un camino a la izquierda, y Eberhardt así hizo. El nuevo camino era más empinado y estrecho que el anterior, además de tener peor pavimento, pero no le dio importancia, ya estaba acostumbrado a bregar con carreteras con baches. A medida que iba ascendiendo, se dio cuenta de que, incluso allí, había casas. Ninguna de nueva construcción, alguna de ellas, pensó, ya había visto pasar dos siglos por sus piedras, casas pensadas para albergar una familia a lo largo de varias generaciones, con varias buhardillas, tejados a dos aguas y travesaños de madera en sus muros, a cada cual más grande, circundadas de muros de hiedra y piedra. El camino continuaba ascendiendo, a cada tramo con más inclinación y sinuosas curvas cerradas. Tras una curva en la que hubo de cambiar rápidamente de marcha, para que no se le calara el motor ante la inclinación de la calzada, Eberhardt llegó a la conclusión de que allí era prácticamente imposible vivir sin coche. Tener que escalar todos los días semejante pendiente, y no quería pensar en los días de nevada, cuando el pavimento se cubre de hielo; a lo mejor la gente de esa zona utilizaba skies para desplazarse montaña abajo, se aventuró a pensar, porque otra forma de bajar semejantes pendientes heladas no había. Con lo mal que se le daba a él el patinaje sobre hielo, acabaría comprándose un Bob o algo así, deporte curioso el Bob, un poco angustioso la verdad, atravesar un túnel helado atrapado en un cajón a cien por hora, y si aún fueras solo, pero son dos, o cuatro, llegado el caso sería cuestión de preguntar a los vecinos si querían participar, bueno ya, pero para abajo muy bien, pero después habría que subir el Bob y eso tiene que pesar un mundo, aunque tenía entendido que eran de un fibra muy ligera, entre dos podían subirlo sin problema, y tú cómo vienes al trabajo Eberhardt? Pues en Bob, respondería él tan ancho. No pudo evitar reírse. Ahora, más arriba, ya no había tantas casas, pero las que había eran solemnes, altas y oscuras, rodeadas de muros infranqueables y con interminables tramos de escaleras hasta la puerta principal, apenas visible desde la carretera. La típica casa en la que se podría cometer un crimen y nadie lo descubriría jamás, pensó, o a lo mejor las habitaban criminales de guerra, como había escuchado una vez comentar a alguien, se encogió de hombros, lo que sí era criminal era vivir allí. O no. Según iba avanzando el camino se iba haciendo más plano, y a los lados de la vía se abrían pequeños prados bordeados por vallas de madera, en uno de ellos pastaban caballos en lo que parecía el jardín de la casa de Blancanieves y los Siete Enanitos, por los colores pastel y las contras con tallas de corazones. Para vivir en un sitio así hay que tener un buen perro, un mastín, por ejemplo, imaginó, los mastines son tan grandes como tranquilos, apenas ladran y si lo hacen es sólo una vez, mejor dos mastines, y trabajar desde casa, haciendo la compra on-line, dedicando el tiempo libre a reparar por fin la moto con sidecar de su tío Olaf. Olaf. A ver porqué no le pusieron a él Olaf, con lo que había querido él a su tío Olaf, pues no, le pusieron Eberhardt, en honor de un tipo, en una foto, hermano de alguien, que nadie había conocido nunca, pero su padre se empeñó,y así se quedó. Ahora ya no iba a cambiarlo. Con la burocracia que eso conlleva. Miró despistado hacia su izquierda y casi frenó en seco del susto. Desde una altura de vértigo, el río era una mínima mancha y los coches parecían microscópicos insectos de colores. Miró entonces a su alrededor. Definitivamente se había perdido. Hacía mucho tiempo que no se perdía. La última vez  había sido en Bonn. Nadie se pierde en Bonn. Pues él sí. En fin. Eberhardt, céntrate. En eso se fijó en que, tras él, había otro coche, un Mini azul cobalto, del que ahora se apeaba un hombre joven y se acercaba al suyo, Eberhardt bajó la ventanilla.

  • Yo te seguí porque pensaba que sabías el camino, pero ya vi que no…así que llamé a mi madre y me ha dicho que hay que seguir este camino hasta una casa gris con tallas de búhos y ahí girar a la derecha…después ya llegamos abajo otra vez…- Explicó mientras dibujaba un mapa en el aire, Eberhardt asintió y le agradeció su ayuda. Después continuó camino. Efectivamente al poco llegó hasta una casa blanca, con tallas de búhos en las contras de las ventanas, y tomó el camino de la derecha. Bajar es más sencillo que subir, menos cuando se trata de desescalar montañas, en ese caso lo importante es llevar buen calzado, él no era de escalar así que ese problema no iba a tenerlo nunca, respiró hondo y rio, las cosas que se le ocurren cuando se relaja. Sin más complicaciones alcanzó la estación de cercanías, y tuvo la suerte de que el paso a nivel estaba abierto. Lo cruzó acelerando. No se fiaba de los pasos a nivel. El chico del Mini se despidió de él con un golpe de bocina, y él le respondió con otro, después continuó hacia el puente para dirigirse por fin a su casa. Había que cruzarlo a veinte por hora, ya que estaba en mal estado y no era conveniente atravesarlo a gran velocidad. A la persona que se le había ocurrido esa idea, después se le había quedado la cabeza vacía. Como la suya ahora mismo. Sólo había una cosa. Un mastín ladra poco.

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