Llega el Dr. Gutiérrez. Lo sé porque siempre entra por la puerta lateral, y esa hace un ruido como de clak que después más tarde pasa desapercibida entre el resto de los ruidos. Pero ahora sólo se escucha ese. Sé que es Gutiérrez porque conduce un BMW. Y reconocería su sonido entre mil coches que hubiera. Entonces son las seis. Dentro de una hora entrarán a despertarme y adecentarme. Pero yo llevo despierto desde las cinco. Es automático. Eso ya no va a cambiar, después de toda una vida despertándome a esa hora. Caigo piedra en pozo a las diez de la noche. No necesito pastilla. Cierro los ojos y ya. Y los abro a las cinco. La cabeza me funciona perfectamente, pero sólo eso. Creo que ellos no lo saben, y lo prefiero, así me dejan tranquilo. Después que me adecentan, me sientan en la silla y la ChiquitaSimpática me lleva hasta el comedor. La llamo así porque me dijo su nombre, pero se me perdió en la cabeza, como hacen las cosas que se cuelan por el sumidero del lavabo, y después no las puedes recuperar. Me cuenta su vida y milagros, y yo hasta intento reirme, pero no muevo ni un músculo, de sus idas y venidas con sus amigolas, y de su novio conductor de autobús. Eso sí me quedó, ves?. Quizás porque es de mi gremio. Yo soy chófer. Bueno, lo fui. Pero uno no deja de ser una cosa sólo por no ejercerla. Yo era de los de gorrade plato y guantes. Llegué al puesto por dos razones, alguien dio su palabra por mi, y mi planta. Porque yo tenía muy buena planta. Yo era alto, tenía las espaldas anchas y tenía andares marciales, o eso sostenía mi suegra. Lo que yo tenía eran unas piernas largas, que es otra cosa. De todo eso no queda nada, o casi nada. Sólo lo que todavía está en mi cabeza, que no es todo lo que era, pero es bastante. En fin, que por bien-plantado me dieron el puesto. Mi Javiera y yo nos acabábamos de casar, así que nos vino muy bien que su madre hablase por mi, porque ella era la cocinera de la casa ya desde tiempos de los antiguos Señores y por eso cuadró. Un cuartito encima del garaje. Pero no necesitábamos más. Mi Javiera. El tronío, la guapeza, la solera,y el embrujo de la noche sevillana, no lo cambio por la gracia cortijera, y el trapío de mi jaca jerezana…Lo mal que cantaba y lo que le gustaba. Callarás, acababa rogándole su madre, pero ella seguía. Como ahora no puedo reirme, me rio por dentro. Y esto a qué viene?. Pues…Por los chóferes. Ya me voy por los Cerros de Úbeda, que también fui por ellos, dicho sea de paso, pero ahora no. Los Señores Nuevos, como les llamaba mi suegro, no eran nuevos, era el hijo y su mujer, cuando yo llegué ya llevaban varios años casados y tenían dos hijos. Aquella casa era lo más parecido a un hormiguero. Servicio por todas partes, familia, visitas. Y yo llevando y trayendo gente y encargos ciudad arriba, ciudad abajo. Después de la guerra el mío era uno de los pocos coches que circulaban, recuerdo que aún había calles con cráteres de bombas. Qué cosas. A quien más llevaba y traía era a la Señora. La Señora. Cómo se llamaba?. La Señora. Ya, pero nombre tenía. Pero cuál?. Ay. Bueno, ya vendrá. La Señora no era muy guapa, era un conjunto resultón. Que es como la definía mi suegra. Yo sólo veía a mi Javiera. Todos los día tenía planes, o sola, o con amigas o con el Señor. Apenas paraba por casa. Y por ende, yo tampoco. Pero es lo que había. La Señora. Pues ya me vendrá. No ella, el nombre, claro está. Aquí hay uno que siempre me cuenta que por la noche le vienen a visitar todos sus muertos, y que él no quiere dormir porque está convencido de que quieren llevarle con ellos, y que él no quiere, y a mí qué me importa, pero como no puedo hacer nada pues que hable. Como el Fermín, que cree que todos los que presentan el parte cruzaron con él el Ebro, y les saluda. A mí no me viene a visitar nadie. Nadie muerto, quiero decir. A mí me viene a visitar gente viva. Unos jóvenes, que saben mi nombre, me traen cosas, me abrazan,me llevan de paseo por ahí y me cuentan cosas. Y yo ni flores. Yo creo que se confunden de persona. En fin. Y esto a qué viene?. Pues…La Señora. Tenía un nombre corto. Pero ponle tú. Tenía una voz como de contar cuentos, y una risa contagiosa. El Señor, de poder, la hubiera subido a un altar, tenían buen ten-con-tén. „En Dulce Recuerdo“. Y esto a qué viene?. Pues estamos bien. Esto viene de la Cochinchina. La Cochinchina. Se llamaba Luciano y vino de la Cochinchina, eso es. El hermano del Señor llegó de visita a pasar un tiempo a la casa, no me acuerdo qué se le había perdido a él por la Cochinchina, pero de allí venía. Tenía un bigotito fino, de esos que se llevaban, y fumaba sin parar. „En Dulce Recuerdo“. Ya sé. Ese tal Luciano vino a quedarse, y coincidió con el día festivo. No. No era un día festivo, había un desfile, eso es, un desfile de siete estallos al que iban a acudir todos. Pero todos, todos. El servicio y la familia y toda la gente que poblaba aquella casa se iban a ver el dichoso desfile. Así fue, ahora ya me acuerdo. Todos menos la Señora, que estaba un poco acatarrada y el Señor bajó a decirme que prefería que yo me quedara también por si ella precisase de algo, tener el coche a disposición, y yo me quedé de mil amores, no soy yo de desfiles. Cuando se fueron, se hizo un silencio raro, como cuando se apaga una radio de golpe, y yo aproveché para sentarme en la butaca de la entrada a leer el periódico. No llevaba ni dos hojas pasadas, cuando escuché los gritos. Primero pensé que serían de la gente que pasaba por la calle, camino del desfile, pero no. Eran gritos de mujer, y provenían de arriba. Ni doblé el periódico, y me tiré escaleras arriba, las voces me guiaron hasta la puerta de la que era la „salita“ de la Señora. Por supuesto entré en tromba, tales eran los gritos. Cuando un grito se te corta en la garganta, te quedas sin aire. Es un garrote vil invisible, que de primeras te echa para atrás, como si te disparasen a bocajarro. A mi también me tiró, me paró la pared. La Señora con la ropa rota, en paños menores y el tal Luciano en el suelo con un cuchillo clavado en el cuello. Un cuadro. Y yo sin aire. Ella me miró como miran los locos furiosos, y respirando fuerte, buscando el aliento, temblaba. Yo atiné por fin a moverme, y me acerqué, con piernas como sin hueso. El tipo estaba muerto, con los ojos muy abiertos, y dos boqueras de sangre en la boca, con los brazos en cruz cuan largo era, con aquel bigotito. Miré a la señora, que a su vez me seguía mirando como los locos, me señaló con el dedo índice de su mano derecha muy crispado y casi escupiendo las palabras sentenció „No es No, y Sí es Si“. Y yo asentí, porque hasta ahí, en aquel momento, llegaba yo. Esto no ha sucedido nunca, y yo volví a darle la razón. Porque, por un momento, pensé que quizás me había quedado dormido y aquello era una pesadilla. Ayúdame a borrarle de la faz de la tierra. Precipitaciones y vientos moderados en la mitad Norte peninsular, uso de cadenas en amplias zonas del Pirineo Aragonés. El Sevilla se medirá hoy con el Osasuna, que sólo depende de si mismo… Y esto a qué viene?. La Península Ibérica está rodeada de agua por todas partes, menos por una que son los Pirineos, Señor Maestro Juan. No. De ahí no es. Es la radio. Acabáramos. A dónde ibas a dar?. La Cochinchina. Eso era. La ayudé. En las películas de gangsters envuelven los cadáveres en alfombras, y Santas Pascuas. Pues no Señor. Quería verlos yo a ellos trantando de levantar semejante peso. Ni ForzínForzón. Desistimos y lo envolvimos en una manta que había sobre un sofá. Le dejamos el cuchillo puesto, para no soltar la sangría. „En Dulce Recuerdo“ tanía grabado en la plata. Regalo de mi boda, me dijo la Señora, un bendito regalo de mi boda. Le dije que yo me ocuparía entonces, pero ella dijo que estábamos juntos en aquello y que sólo necesitábamos un coche y un lugar perdido donde dejarle para siempre. Me acordé de la finca de mi tío Miñaque, que tenía un pozo sin agua sin penar, allá donde a nadie se le pierde nada nunca. Entre unas cosas y otras, la Señora se había olvidado de que estaba en paños menores y corrió a buscar un abrigo y un pañuelo para la cabeza, porque tenía pelos de loca. Lo que pesaba el tío cabrón. Energúmeno Inoperante, Individuo, Sinvergüenza SinLey, Atorrante Hijodemilperras, Malnacido del Demonio, Criatura de los Infiernos, Así la niebla te trague, Que las columnas del firmamento caigan y te aplasten por siempre jamás….Y otras lindezas iba llamándole la Señora al cadaver, y también maldijo que aquella casa no tuviera al menos montacargas. La cantidad de escalones que bajamos no tiene nombre. Cada poco nos parábamos a recuperar aliento. Ya en el garaje, lo metimos en el maletero, y nos largamos. Ella detrás, yo delante, sin gorra y con un temblor general que venía como de dentro. Como el sudor. Allá nos fuimos, dando una vuelta enorme, porque las calles estaban cortadas por el desfile de marras. No me acuerdo lo que tardamos, ni cómo llegamos. Pero llegamos. Al medio de la nada que eran las tierras de mi tío Miñaque, y allí estaba el pozo. Volvimos a cargar el petate, y lo tiramos dentro. La Señora se acercó al borde y aún le escupió dos veces. Después volvimos al coche sin mirar atrás. A nuestro regreso, el desfile ya había terminado y las calles estaban repletas de gente. Pero en la casa todavía no había nadie. Subimos a la salita, y entre los dos volvimos a dejarla como si no hubiera pasado nada. Entonces, la Señora, que ya no tenía cara de loca, sin más ni más, se quitó el abrigo, los paños menores, el pañuelo y los zapatos, quedó en cueros frente a mí, que ya sólo pensaba en que me llevara la muerte del aire que me iba y me venía, e hizo un atillo con las ropas rotas. Me las entregó. Eternas Gracias, me dijo, quémalo todo. Salimos de la salita, y la vi entrar en su cuarto. Yo regresé al garaje y metí el atillo en el fondo de un barril de paños con grasa de coche. Lo quemé todo después. No me acuerdo cuando. Porque estando en eso, escuché a Javiera llamarme. Y la casa volvió a llenarse de gente.
Javiera fue la que vino diciendo que la Señora estaba malísima en la cama, con fiebre y todo. Y que no quería ver a nadie. A mi no me entraba sacramento al cuerpo. Ni agua. Antes fumaba, pero ahora más. Lo único que me calmaba un poco era la intimidad con Javiera. Lo nunca visto. Y ella como una novia. Ay Javiera. La gota que colmó mi vaso fue la visita del Inspector General de Policia con su mujer. Les tuve que ir a buscar a su casa, y después de la cena llevarles de vuelta. Al parecer, nada más llegar me caí redondo en la cocina. Le echaron la culpa a la gripe. Como la de la Señora, que seguía en cama, sin querer ver a nadie.
El Señor comenzó a escamarse de la ausencia de su hermano semanas después. Pero al parecer dejó de preguntarse dónde estaría, porque llegó a la conclusión de que seguramente habría vuelto a Cochinchina sin despedirse para no dar disgusto. Para no dar disgusto. Energúmeno Inoperante. Tio cabrón. Disgusto. Ya. Yo salí de mi gripe y la Señora también. La Señora. Cómo se llamaba?. Ya me vendrá. Se instaló un ascensor en la casa… Entonces él me dijo de ir a casa de Lito, y yo digo, dije qué pasa qué pasa, y digo, dice, que hay cosa que celebrar, y ay pensé yo, digo, dice, que sale Lito todo bien vestido y la Lina de peluquería, y yo ay ay, digo, y me dice que qué creo que va a pasar, y yo digo, dice, pues si me pinchas no sangro mi vida, y ya sacó la cajita, dice, y yo que a llorar, sabes?, de rodillas y todo, buenobueno, ay, digo, qué bonito coño, qué bonito… Y esto a qué viene?. Ni flores. La ChiquitaSimpática y su novio. Me lleva a la galería. Pues muy bien. Entonces cómo fue la cosa?. Espera. La cosa después…Frank Sinatra. No. Frank Sinatra. Bueno, sí, pero la cosa es otra. Un día la Señora me cogió a solas y me dijo que había venido gente a preguntar por el paradero del Individuo, que es como ella le llamaba al tío cabrón del bigotito, como le llamaba yo, y que era mejor poner tierra de por medio, que tenía un plan y que yo estaba incluido, porque o jugamos todos o se rompe la baraja, y yo le dije de Javiera, y ella me dijo que ella también estaba en el plan, y que ya me lo diría el Señor, y que me hiciera de nuevas, y yo le dije que Gracias Señora, y ella me dijo que nosotros éramos de tú porque no teníamos secretos y yo le di la razón, y ahí quedó la cosa. Entonces…entonces, el Señor, al poco, nos llamó a Javiera y a mí para decirnos que nos llevaban con ellos a Nueva York, a vivir un tiempo allí con la tía de la Señora que los había invitado y por negocios que él quería tratar. La Javiera se quedó de piedra, y yo noté que la piedra que yo tenía encima desaparecía. La Javiera iría en condición de doncella de compañía de la Señora, y yo de lo mismo pero del Señor. Como si nos tocara la lotería. Así te lo digo. Y allá nos fuimos. Los Señores, los dos crios, la niñera inglesa, la Javiera y servidor. Qué grande es Nueva York. No había nada pequeño o roto. Allí me hice mi primer traje, en el mismo sitio que el Señor, y Javiera idem de lienzo en lo de la Señora. Vimos mundo. Vimos cantar a Frank Sinatra. Por eso. Ves?. De ahí venía. Nos hubieramos quedado de mil amores. La Javiera aprendió inglés antes que nadie. Pasamos allí dos años, y volvimos distintos. Yo ya no volví a ser chófer, ni Javiera a lo suyo. Por la confianza que ya había con el Señor, que para mi ya era Tomás, al llegar me dieron la gerencia de la parte mecánica de una empresa de autobuses GranTurismo que empezaban entonces, y la Javiera fue Señora de su propia casa. Y lo que son las cosas, la Señora y mi Javiera se quedaron en estado al tiempo, no contentas con una, dos veces, y las dos veces fueron niñas. Nunca se hizo diferencia entre esas cuatro. Se criaron juntas, e hicieron todas lo mismo en los mejores sitios. Mis princesitas. La cosa empezó con diez autobuses, y después ampliamos a camiones, y más autobuses, y más cosas. Supongo que ese autobús que pasa por ahí ahora también es mío. No lo sé. Ni ya me importa. A veces pienso que la Señora hizo todo aquello por mi, por miedo a que yo le hiciera chantaje, o algo así. Pero después recapacito, si caíamos, caíamos los dos. O jugamos todos o se rompe la baraja. Una frase que siempre me encantó usar. Aquí vienen los jóvenes que me visitan. Me ponen una gorra porque me llevan por ahí. Yo ni flores. A quien no veo desde hace mucho es a mis princesitas, por dónde andarán?. Bueno, si vienen, ya me lo anunciarán. Anunciar. La Señora. Anunciación. Nuncia. Eso era. Nuncia. Un nombre corto.