La Gente de W.

Le dieron la bienvenida dos hombres que no podían ser más dispares. No sólo en estatura, sino también en apariencia. El más alto y atlético vestía un impecable traje azul, claramente hecho a medida, al igual que los zapatos. Tenía el pelo oscuro, salpicado ya con alguna cana, y un rostro de facciones finas, que se iluminó con una tranquila sonrisa al verla. El otro hombre era exactamente una cabeza más bajo que el primero, y su complexión era ancha. No llevaba traje, sino un pantalón vaquero roto en las rodillas y una camiseta verde que había visto mejores tiempos, se calzaba con unas zapatillas de deporte Air-Jordan blancas, que contrastaban por lo nuevas con su desaliñada apariencia. Su pelo era negro, algo largo y mal peinado, que enmarcaba un rostro difícil y de facciones grandes. También sonrió al verla, dejando entonces a la vista una maravillosa dentadura blanca.

  • Bienvenida! Ya pensábamos que no venías- Saludó el más alto, al tiempo que se acercaba a ella a darle dos besos, el otro imitó el gesto.
  • Qué bueno que vino- Dijo, sin dejar de sonreír, con un marcado acento que ella, en su mapamundi mental, localizó a la primera como de Colombia.
  • Estuve dudando, no creáis, hasta casi el último momento…-Confesó, el más alto la invitó a cogerse de su brazo.
  • Normal, a mí me pasaría lo mismo, ven, que te llevo a donde están todos- Invitó, ella le miró francamente sorprendida.
  • Todos?- Los dos hombres se miraron, para confirmarse el uno al otro la información, y asintieron a la vez.
  • Pues.. sí, todos los que tienen que estar- Aclaró el más alto. Ella levantó levemente las cejas, pero no dijo nada.

La guiaron hasta un salón muy amplio, bañado en la luz que entraba por unos ventanales que se abrían a una terraza. Estaba dividido en tres ambientes, en agradables tonos beig y tierra, que se deshilaban en sofás, butacas, butacones, chaisselonges, sillas, sillones, mesas bajas de distinta factura y tipos de madera y multitud de alfombras, que acababan de dar calidez a la estancia. No había ni un solo asiento libre. Un variopinto y numeroso grupo de gente charlaba animadamente entre si, mientras daba buena cuenta de la comida que podían obtener de un buen surtido bufet que se extendía sobre varias encimeras a lo largo de una de las paredes del salón. Hombres, mujeres y niños, heterogéneamente vestidos, y sin denominador común en el físico que hiciese pensar que perteneciesen a una sola familia que, por algún motivo, se hubiera reunido allí. Cuando se dieron cuenta de su presencia, unos se fueron avisando a los otros, a través de leves codazos y gestos, y por un instante se hizo el silencio, que, sin más dilación se vio roto por una inmensa ola de voces en forma de saludos de bienvenida. Alguno incluso aplaudió de alegría al reconocerla. Ella también se alegró mucho de verles, y no pudo más que taparse el rostro con las manos para esconder a medias lo colorada que acababa de ponerse. Si algo no le gustaba era ser el centro de atención. Desde el fondo de la sala  se acercó un mujer. No era delgada, pero los kilos que pudiera tener de más los tenía repartidos por el cuerpo en perfecta manera. Llevaba el pelo castaño oscuro liso en una cuidada melena, que reposaba en los hombros y enconjuntaba con su rostro, de facciones pequeñas, pómulos redondos y almendrados ojos negros que descansaban en unas ligeras ojeras, apenas visibles en su tez de india clara. Vestía un pantalón Capri lila, y un top de crepe en tonos amarillos y rosas, llevaba en lo pies unas sandalias de tacón bajo con tiras de purpurina azul y un historiado lazo lila en el empeine. Se acercó a la recién llegada con las manos, primorosamente manicuradas en lila, entrelazadas, como quien se dispone a rezar, regalándole una flamante y cálida sonrisa.

  • Ay, Dios me la bendiga, Dios me la bendiga, qué alegría tan inmensa, deje que la bese mihija…- Y la abrazó, para plantarle después un sonoro beso en cada mejilla. La recién llegada supo de quién se trataba aún antes de que la mujer se presentara- Bienvenida, yo soy Lonly, bueno Onlidelonly, pero soy Lonly, ya usted sabe, venga tome asiento, que ya le busqué yo misma el sillón para que esté cómoda- Con una encantadora sonrisa, le indicó al hombre que todavía la llevaba del brazo que ahora era ella, Lonly, la que se hacía cargo, y, tomando el relevo, la llevó hasta una butaca con reposapiés ergonómicos.
  • Tome asiento, que seguro que está cansada…- Indicó. La recién llegada hubo de darle la razón, y se sentó en la butaca, que resultó ser muy cómoda, y colocó los pies sobre los reposapiés. No pudo evitar soltar un suspiro de alivio. Antes de que pudiera decir nada, el hombre del traje a medida que la había recibido, le entregó un vaso grande y helado envuelto en una preciosa servilleta.
  • Limonada sin azúcar, con hielo granizado y menta- Anotó, ella se lo agradeció y bebió un trago largo, mientras se preguntaba cómo había sabido él que tenía sed.
  • Muchas gracias, Eloy..- El hombre del traje sonrió solícito e hizo una ligera inclinación de cabeza, para después ocupar un asiento en un sofá de tres junto a otras dos personas. El hombre de la camiseta verde se sentó en una silla de lona, y Lonly junto a ella en una butaca marrón con lunares beig.
  • Bueno, pues antes de empesar, dar la bienvenida a todos y agradeser vivamente su presensia en este momento tan espesial- Comenzó Lonly, al tiempo que ponía en orden unos papeles sobre su regazo- crusial es aclarar que no habrá una lista de preferensia, ni turnos de palabra, todos los aquí presentes que deseen hablar, mostrar su opinión, preguntar o simplemente saludar, podrán haserlo sin problema, claro está dentro de un orden y sin armar bulla, todos tendrán su tiempo..- Explicó, con su cadencia dulce y calma, de eses y eles suaves en lugar de erres, que invitaba siempre  seguir escuchándola, dijese lo que dijese.

Por un momento se hizo un silencio que nadie parecía atreverse  romper.

  • And now the explosion….o qué?…you see?- El hombre de camiseta verde lo dijo al tiempo que miraba a su alrededor, como quien aguarda una sucesión de acontecimientos que sólo sucedieran en su cabeza, lo que provocó un murmullo de alarma entre los presentes y que Eloy se llevase dos dedos al puente de su nariz, cerrase los ojos y negase con la cabeza, Lonly se limitó a suspirar brevemente y ordenar mejor sus hojas.
  • Warren, deja de decir eso, no va a haber explosión alguna…- Casi rogó Eloy, Warren miró entonces a la recién llegada, que había aprovechado para beber un trago  de limonada, y, a su vez, le miraba a él levantando las cejas por encima del borde del vaso.
  • No hay más explosiones…- Quiso confirmar Warren, mientras hacía un gesto de final con sus manos, ella negó con la cabeza.
  • No, Warren, de momento no y en tu historia sólo la que ya hubo, puedes estar tranquilo…- Aclaró, Warren asintió y se relajó contra el respaldo de su silla.
  • Entonces tengo que platicar con la Señora Leguineche…-Musitó mesándose el cabello.
  • Eso puede arreglarse, no te preocupes- Le tranquilizó la recién llegada, él dibujó un gesto de escepticismo en su rostro, pero pareció darse por contento.

Lonly miró un instante a su alrededor y dio la vuelta a una hoja, luego carraspeó.

  • Entonses podemos proseder con las solisitudes de atensión – Dictaminó, para después arreglarse mejor las pulseras que adornaban sus finas muñecas. Todos los presentes se miraron unos a otros, sin que ninguno se atreviese a ser el primero, hasta que un hombre, que hasta ese momento había estado sentado al fondo de la sala, se incorporó y se dirigió hacia ellas, atrayendo entonces todas las miradas hacia si.
  • Hombre, Naveira! Moi boas! Qué tal?- Exclamó la recién llegada al verle, y, a tenor de su sonrisa, alegrándose mucho de su presencia. Naveira hizo un gesto desvaído con la mano a modo de saludo general, y se acercó a darle dos besos, para luego sentarse en una silla cerca de ella.
  • Hola boas, no pensaba que fuera a haber tanta peña…- Confesó mirando a su alrededor sin salir apenas de su asombro.
  • Tú dirás..- Invitó ella, Naveira abrió las manos ante si y meneó la cabeza en un gesto que lo decía todo y nada, y que la hizo preocuparse.- Qué pasó?
  • A ver…por dónde empiezo?..lo más importante: Necesito más personal…
  • Por?- Quiso saber ella, sin entender muy bien a qué se refería, Naveira levantó las cejas y soltó un soplido.
  • Ahora mismo tengo cuatro casos abiertos…cuatro, en cuatro líneas temporales distintas, con lo cual unos suceden antes o después que otros y es, literalmente, un desfase…en tres palabras: necesito más personal- Explicó, ella asintió dándole la razón.
  • Pues tienes razón, no me acordaba que fuesen tantos…pero has de admitir que tienes a Sola, y eso ya te resuelve mucho…y eres amigo personal de Chisco Valbuena, no te quejarás..- Concedió.
  • Bueno, sí, Sola es lo mejor que nos pudo pasar…ella y Gracián, por supuesto…y Chisco es mucho Chisco, guapo y con pelasso como dice él..
  • De portada…pero lo dicho…La Troupe en general, pero esos dos son uno…
  • Cada uno en lo suyo….pero Sola nos ayuda a partir de un caso, antes de ese hay otro que se las trae y estamos a oscuras…- Ella sopesó un instante la situación.
  • Cuánta gente necesitas?
  • Por lo menos dos más…- Ella no vio ningún problema.
  • Hecho, en cuanto pueda te los mando…
  • De perlas…- Antes de que pudiera decir nada más, otro hombre, sentado un poco más lejos se acercó a ellos.
  • Yo tengo el mismo problema…Hola Buenas, antes de nada, perdón por meterme así de repente, pero además de gente lo que me falta es tiempo y vine porque Gencha se empeñó que si no…- Quien así se presentaba era un hombre alto, de pelo castaño algo largo y gafas de pasta, vestido con vaqueros, camisa blanca y blazer.
  • Manel, mi espía tranquilo….- Saludó ella, Manel sonrió casi descreído.
  • Tranquilísimo….pero lo dicho, dos cosas: gente y necesitamos que te decidas por un nombre para la Operación…o bien Operación Pasarela u Operación Zarewitsch….- Explicó.
  • Zarewitsch?- Quiso saber la recién llegada, y de pronto un rumor recorrió la estancia, algunos miraron hacia las puertas, otros incluso hicieron amago de irse, hasta que quedó claro que sólo le habían nombrado.- Operación Pasarela, sin duda, de lo contrario os delataréis…él sabe que le llaman así.
  • No hay nada que él no sepa…ahí está el problema, en fin…qué te voy a contar a ti, ah! Y antes de irme, tengo un mensaje de parte de Rodrigo Albián y Cari, para aquellos que se preguntan qué es de su vida, su historia continúa y viven felices en Nueva York, fin del mensaje…y marcho que teño que marchar…- Resumió, para después dirigirse a paso rápido hacia una puerta lateral, por la que desapareció. Lonly aprovechó ese momento para informarse de sus asuntos pendientes.
  • Ustedes están hablando de “Gente”, no es sierto?, estos dos caballeros nesesitan más “Gente” para arreglar sus asuntos, verdad?- Comenzó a explicar, dirigiéndose a la recién llegada, quien asintió a lo que decía- Pues bien, nuestro problema es el contrario y digo “nuestro”, discúlpen, porque yo también hablo en representación del Ilustre Edelweiss Mellado-Link, Gobernador de nuestro territorio y sus aguas, Dios lo guarde,  y que me ha encargado perentoriamente la resolusión de esta cuestión: Cuánta “Gente” más va a venir a nuestro territorio? Actualmente tenemos contabilisados a 140 personas en calidad de refugiado, y al pareser dentro del programa de “Reparto Equitativo” resibiremos en breve 100 más, no es sierto?..con lo cual nesesitamos saber si el número aumentará, porque nuestro territorio no es muy grande y nuestras infraestructuras no están pensadas para eso, verdad?- Mientras explicaba la situación, Lonly movía las manos acorde a cada dato y miraba a los presentes alternativamente, sin dudar de sus afirmaciones ni alzar la voz más de lo necesario, como correspondía a su cargo de Jefa de Prensa y Portavoz del Refugiado, cargo que había tenido varias nominaciones, y al final, por votación, se había quedado en esa. La recién llegada, que la había escuchado con atención, pensó un momento antes de contestar.
  • Yo sabía de 157, supongo que los 17 que faltan son los que tenían otras opciones, del “Reparto Equitativo” había escuchado algo, pero no sabía que iba a ser tan rápido… y respondiendo a tu pregunta, lamentablemente, a lo largo del tiempo, recibiréis más, cuántos? No lo sé, todos aquellos afortunados que consigan llegar…- Explicó, no sin un eco de pena en su frase final. Lonly parpadeó lento, y le cogió una mano mientras asentía con la cabeza haciéndose cargo de lo que acababa de escuchar.
  • Entiendo, entonses va a ser nesesario el Convenio Isleño…o Islas Unidas…o Somos Isla…todavía estamos en conversasiones, ya tu sabes mihija, no sé donde se dise “Muchos cosineros salan la sopa”, pero es bien sierto..- Dijo, buscando gente de su opinión entre los presentes, quienes se la dieron, como la recién llegada, quien aprovechó para beber otro trago de su deliciosa limonada.- Y bueno, en una de mis hojitas encontré un nombre escrito, y parese ser que es de alguien que tiene que ver con lo mio, pero no lo sé porque yo no lo escribí…- Anotó Lonly mientras buscaba la anotación en sus hojas, cuando la encontró se la entregó a la recién llegada.
  • Victor Cuevas Tren….- Leyó casi para si, pareció darse cuenta entonces de quién se trataba y sonrió- Victor Cuevas Tren!- Exclamó entonces mirando a su alrededor, Lonly repitió el llamado y Eloy se incorporó a gritar el nombre de forma que pudiera ser oído por todos los presentes en la sala, que pronto se llenó de un rumor de voces, que sólo cesó cuando un chico joven, que, hasta ese momento había estado recostado en un butacón, se incorporó y levantó la mano, para después acercarse casi sin atreverse a la zona en la que se encontraban Lonly y la recién llegada.
  • Mil perdones, es que de donde yo vengo, ahora mismo, si alguien llama tu nombre completo, o bien te escondes o sales por patas…- Se disculpó, era un chico alto, con el pelo oscuro muy corto, barba de varios días y enormes ojos castaños que miraban a su alrededor sin perder detalle, su ropa, vaqueros y una camisa sobre una camiseta, tenía el color de aquello que ya se ha lavado demasiadas veces, y sus robustas botas ya habían recorrido muchos kilómetros.
  • No te preocupes, aquí estás a salvo..- Confió la recién llegada, el chico se pasó una mano por la cabeza- En qué puedo ayudarte, Victor?

El chico respiró hondo y por fin pareció decidirse a formular su pregunta.

  • Es una pregunta rara, pero sé que sólo tú tienes la respuesta- Dijo por fin, la recién llegada le animó con un gesto a formularla- Por qué yo?

Todas las miradas se dirigieron entonces hacia la recién llegada, que no parecía sorprendida por la pregunta.

  • Porque siempre tiene que haber alguien que haga las cosas, Victor, y ese alguien eres tú- Contestó tranquila, Victor sopesó la respuesta un instante y asintió con la cabeza.
  • La verdad es que sí…- Musitó pasandose otra vez una mano por la cabeza, la recién llegada sonrió.
  • Además, Victor, tú eres el nuevo Carlos, saben que existes, pero no quién ni cómo eres- Desveló casi a media voz, Victor la miró y rio casi escéptico.
  • Tampoco hay que exagerar…- Bromeó haciendo un gesto de contención con las manos.
  • Espero haber contestado a tu pregunta- Se interesó la recién llegada, él sonrió como respuesta e iba a añadir algo cuando, desde algún lugar, llegó el eco de una orquesta tocando un pasodoble.
  • Soy yo, o eso es una orquesta?- Preguntó la recién llegada sin saber muy bien desde dónde venía la música. Eloy la sacó de su duda.
  • Es Carballeira, han montado un palco en la playa y están ensayando para después…
  • Después…- Dudó ella,  Eloy sonrió misterioso, pero no desveló el secreto. Victor se frotó las manos, como quien se alegra ya de algo que todavía no ha sucedido.
  • Pues ya estaría, yo me abro y me voy delante del palco que ni quiero pensar la última vez que viví semejante fantasía… muchas gracias y hasta más ver- Se despidió, para acto seguido dirigirse a los ventanales que se abrían a la terraza, y desaparecer por uno de ellos, que estaba abierto de par en par. Allí se cruzó con una estrafalaria figura, que hizo su entrada en la sala dejando claro en cada paso su presencia.
  • Freeman!- Exclamó entonces la recién llegada, al tiempo que se incorporaba de su asiento y se tapaba la boca con las manos, sin creerse lo que estaba viendo. El peculiar personaje abrió sus largos brazos y abrió sus manos con las palmas hacia el techo, para después recogerlos en un profunda e historiada reverencia de la que emergió con una flamante sonrisa en su rostro de ébano en el que brillaban unos enormes ojos azules. Era un hombre de fina corpulencia, con el pelo en cortas rastas adornadas por cuentas de colores, iba ataviado con unos pantalones de camuflaje, de donde colgaban unas gafas de snowboard, y una pulcra camiseta blanca de los RollingStones, sobre la que vestía una casaca azul marino de húsar con botonería de bordados ojales dorados en pasamanería, bordados que también jalonaban las mangas, presillas y puños, outfit que remataba con unas botas militares, que, si uno se fijaba bien, cada pie era de un modelo distinto, sólo diferenciable por la forma de la puntera. Se dirigió despacio hasta ella, con la elegancia que tienen las panteras, acariciando con su mirada a todos los presentes.
  • Cuéntame cosas, my Darling, Freeman hoy tiene tiempo- Saludó con una voz profunda con engolamiento británico, al tiempo que chasqueaba dos dedos de su mano derecha, la recién llegada rio y se volvió a sentar.
  • Hola Freeman, no te imaginas la alegría que me da verte, y que estés bien…- Dijo , él dibujó una especie de gesto de escepticismo en su rostro sin perder la sonrisa, al tiempo que movía las manos en el aire como quien separa telarañas.
  • Estar bien es un estado mental, my Darling, otra cosa es dónde tu me dejaste, ni en el Yin ni el Yan, ni aquí ni allá, y Freeman es un hombre muy ocupado..
  • Lo sé, lo sé, está todo listo, sólo tengo que ponerme…
  • No hay prisa, “Vísteme despacio, que tengo prisa” le dijo Napoleón a su nervioso ayuda de cámara, y yo no la tengo, Freeman nunca tiene prisa…pero necesito un Yan para mi Yin, tu ya me entiendes, Sweetchildofmine….
  • Te doy mi palabra, Freeman, sólo me falta calcular distancias y tiempos…
  • Velocidad es el espacio dividido entre el tiempo….o no, who cares…, toda esa comida es for free? Si tenéis Darleejing Tee entonces Freeman es feliz…
  • Estoy segura de que sí…
  • Pues entonces…Nunca olviden vitaminarse y mineralizarse…- Se despidió, moviendo las manos en el aire y dirigiendo sus felinos pasos hacia el bufet. La recién llegada miró a Lonly.
  • Qué bien me lo estoy pasando, no pensé que fuera a ser tan divertido…- Comentó, Lonly le cogió una mano y sonrió con aquella ternura suya, que hacía a los demás sonreír también.
  • Qué punto viene ahora?- Quiso saber la recién llegada, esta vez fue Eloy quien le dio respuesta.
  • Ahora toca “Grandes Secundarios” entre los que estoy yo al parecer, no sabía que llegaba siquiera a esa categoría…- Explicó mientras consultaba una libretita, sin poder evitar reírse, la recién llegada se encogió de hombros.
  • Las cosas como son, sin ti la trama en la que te mueves no es la misma…- Comentó dándolo por sentado, Eloy enarcó levemente las cejas y pareció darle la razón con un gesto, luego suspiró.
  • Sea como fuere, todos te envían un saludo…
  • Cómo está Fausto?- Quiso saber ella, el sonrió para si y carraspeó.
  • Fausto…es Fausto, bien, con sus coches y esas cosas…viene más tarde, ya sabes cómo es…
  • Me alegrará verle…- En eso, un rumor de voces les hizo mirar hacia un lateral de la sala. Por una de las puertas, había hecho su aparición una mujer que avanzaba hacia ellos con la seguridad que da tener mucho mundo. Tenía el pelo caoba en una melena con ondas de agua, que enmarcaba un rostro de muñeca de duros ojos verdes, vestía un traje chaqueta entallado de lana lila oscuro, y adornaba su cuello con una pañoleta de seda gris, de su antebrazo izquierdo colgaba un bolso negro y en esa mano sostenía sólo por una patilla unas gafas oscuras, entre los dedos índice y anular de su mano derecha un cigarrillo todavía sin encender.
  • Perpetua! No gano para sorpresas hoy..- Se alegró la recién llegada al reconocerla, la mujer soltó una carcajada cristalina y deliciosa, para después enviarle un beso con un delicado gesto.
  • Sólo tres personas me llaman así, y tú eres una de ellas, no es maravilloso?- Comentó, con una voz casi quejosa sin caer en el mimo, luego suspiró y alzó levemente la mano con el cigarrillo, gesto que provocó inmediatamente que dos hombres y una mujer se incorporasen a ofrecerle fuego, ella aceptó la lumbre de la chica y se lo agradeció con un guiño.
  • Dime, Perpetua, qué puedo hacer por ti?- Quiso saber la recién llegada, Perpetua tomó una calada del cigarrillo y soltó el humo hacia el techo, después posó en ella su mirada esmeralda enarcando una ceja.
  • Tántas cosas, querida, podrías hacer por mi, tántas cosas…pero hoy sólo tengo una encomienda, y es el vestido de boda de Marina..- Comenzó a explicar, la recién llegada se llevó una mano a la cabeza y asintió con gesto culpable- Yo necesito encargar la tela, pagar al estraperlista, y el contante para pagar a las modistas, porque son varias, un vestido así no se hace solo, y lo más importante es el transporte…porque, vida mía, no pretenderás que esta que lo vale suba hasta allá a caballo, porque tren no hay y aunque lo hubiera, reina, no lo verán tus ojos, por lo tanto preciso de automóviles, en plural, y parné, que más vale que sobre y no que falte..- Enunció sin dejar de mover el cigarrillo en el aire.
  • Toda la razón, Perpetua, lo tendrás todo, te lo aseguro..- Afirmó la recién llegada, Perpetua tomó una nueva calada y volvió a expulsar el humo hacia arriba.
  • Y otro percal, es si subo yo sola o también mis chicas?, la duda ofende, pero nunca está de más preguntar..- Inquirió casi divertida.
  • Por supuesto con tus chicas, Perpetua, en más coches..porque autobuses no hay, creo..- Dudó la recién llegada, Perpetua le regaló su risa de nuevo.
  • Criatura, en este momento de donde yo vengo hasta la nada tiene su precio, y a propósito de precio, esa orquesta que está ahí fuera en cuánto saldría?..- Quiso saber, la recién llegada sonrió, pero negó con la cabeza.
  • Sintiéndolo mucho, esta orquesta no va en tu historia….pero no te preocupes, que te encuentro una..- Prometió, Perpetua rio de nuevo, pero esta vez descreída.
  • Sólo encontrarás cornetas, de eso no falta, cornetas…pero ya me mandarás aviso por Cantinela si lo logras…- Dijo, para después suspirar y mirar a su alrededor.
  • Dónde la has dejado, a Cantinela? – Quiso saber la recién llegada, la mirada de Perpetua se suavizó un instante y señaló la terraza con un movimiento de cabeza.
  • Nunca se pierde unas buenas piezas…- Indicó, luego tomó otra calada y volvió a expulsar el humo según su costumbre- y en verdad, esta que lo es, tampoco….algún voluntario?- Y antes de que nadie pudiera reaccionar, Warren ya estaba ofreciéndole galantemente el brazo para acompañarla, ella le sonrió melosa, y por último le guiñó un ojo a la recién de llegada antes de alejarse con Warren hacia las puertas de la terraza.
  • Ahora sólo falta que aparezca Trosiak y ya es el acabose….- Comentó la recién llegada, y se topó con la cara de circunstancias de Lonly quien dirigió su mirada hacia el exterior, y ella la siguió sin saber muy bien qué tenía que buscar, ya que sólo podía adivinar el tronco de un árbol.
  • En realidad, él no pudo venir pero envió a un emisario…y cuando supimos que venías….se convirtió en ese árbol, afortunadamente llegó a tiempo a la playa para “plantarse”…no me puedo creer que esté diciendo esto..- Explicó Eloy pasándose una mano por la cabeza, la recién llegada rio, dándose cuenta de a quién se refería.
  • Pobre Tris, seguro que se puso nervioso…y claro, se convierte en cualquier árbol…- aclaró, Eloy levantó las cejas sin salir de su asombro.
  • Ahora toca un punto, que todos hemos estado de acuerdo que hay que tratar, ya que es de vital importancia y nos concierne a todos- Instó Eloy, ella le animó a continuar- Todos los aquí presentes, exceptuando la versión corta de los casos de Naveira , formamos parte de tramas que, según tengo entendido, no vas a poder subir al Blog de WordPress, y nos gustaría saber el porqué.
  • Antes de nada, decir que no he tomado esa decisión por propia voluntad, sino porque WordPress no permite grandes formatos, al menos dentro del convenio en el que trabajo, sólo es posible si se suben en partes, cosa que consigo con los casos de Naveira, pero con el stress que supone tener que subir todas las partes a la vez, ya que de lo contrario el final quedará siempre como la última parte subida, y, claro, lógicamente, no tiene sentido. Por lo tanto subo sólo una versión corta, o en la que sólo hay una trama, y las tramas secundarias se quedan en boxes, literalmente. Todos vosotros formáis parte de historias largas, sagas y “spin-off” de los relatos ya subidos protagonizados por esos “Grandes Secundarios” que decías antes. No penséis que no quiero que salgáis a la luz, es un problema de formatos…
  • Has intentado enviarnos a alguna editorial? Ellos tienen más formatos in peto..- Quiso saber Naveira, ella se encogió de hombros, al tiempo que componía un gesto de derrota.
  • Lo intenté muchas veces, a grandes editoriales, pequeñas, independientes, cool, sin ser cool,  sólo para mujeres, sólo para autores noveles, de novela negra…di una, y seguro que han recibido mi Email preguntando si puedo enviaros via manuscrito, de muchas aún estoy esperando la respuesta o me dicen que no coincidimos con su catálogo…da igual qué editorial, o qué catalogo tengan, nunca nos pueden admitir…y por eso no os puedo sacar a la luz…
  • Y si nos envías porque sí?- Preguntó una chica que estaba sentada un poco más atrás, la recién llegada negó con la cabeza.
  • No admiten manuscritos no solicitados…- Aclaró.
  • Pero cómo van a solicitar tu manuscrito si no saben que existes….- Quiso saber Naveira.
  • Claramente tienen poderes telepáticos, Naveira, parece mentira..- Rio Eloy, Naveira lo imitó.
  • Y luego está el problema de no saber cuánta gente me lee en realidad, os aseguro que me da igual, yo hilvano vuestras historias porque sin ellas pierdo el equilibrio que necesito para mi día a día, sin importarme quién pueda o quiera leerme, pero WordPress no me da datos precisos…por ejemplo pueden pasar semanas sin que un alma me lea, no me importa, pues bien, de pronto WordPress me manda “fuegos artificiales” para darme la enhorabuena ya que me han leido dos mil personas….lo que no concuerda con que durante semanas, según la estadística, me haya leído sólo el señor número cero….y repito que no me importa, pero a veces me enerva…claramente algo no cuadra…
  • Pero tienes una bonita comunidad en WordPress, tengo entendido…- Comentó alguien entre los presentes, la recién llegada sonrió feliz.
  • Actualmente me siguen 127 personas, y yo les sigo, en maravilloso intercambio, estoy muy a gusto…formatos arriba o abajo…- Explicó.
  • Pero nuestras historias van a continuar, y tener fin y esas cosas…- Preguntó otro, ella asintió.
  • De hecho lo primero que veo es el final….y el título, pero podéis estar tranquil@s todas las historias serán acabadas…algún día..- Aseguró, lo que provocó una ola de rumores de alivio, al que se unió Lonly, con un sentido suspiro.
  • Bueno pues, aclarado esto, sólo falta el último punto…que ya dejamos para el final, porque es muy divertido…- Anunció Eloy, la recién llegada abrió mucho los ojos sorprendida- A ver qué se les ocurre ahora…

Entonces, una puerta lateral de doble hoja se abrió de repente de par en par en medio de una explosión de confetti multicolor al tiempo que el ObladíObladá de los Beatles atronaba la sala, lo que provocó que todos comenzasen a aplaudir al ritmo. De la nube de confetti surgieron dos personas, un chico y una chica que no parecían estar de acuerdo, ya que él entró bailando al ritmo, riendo y tirando serpentinas a mansalva, mientras que ella, si bien iba a su lado, parecía desear que la tragase la tierra.

  • Hoooolaaa Peoooplee!! Buenos Días, o Tardes o Noches…o lo que sea…pero Buenos!!- Exclamó el chico entre risas, ella hizo un gesto desvaído con la mano a modo de saludo.
  • Querida, le presento a “Desorden H”- Presentó Lonly, mientras se quitaba confetti del pelo.La recién llegada rio.
  • “Desorden H”?…os ha pasado el nombre mi madre?…porque es una definición suya…- Quiso saber, el chico y la chica se miraron y negaron con la cabeza.
  • No, él es Desorden y yo soy H…no hay más- Aclaró ella, era una chica menuda, de melena negra con flequillo, que enmarcaba un rostro de expresión sumamente seria, y vestida de negro.
  • Yo no soy desordenado….la creatividad puede conmigo, creo hasta dormido…- Se presentó él, un chico alto y desgarbado, con el pelo teñido de amarillo pollito y portador de una gafas de pasta verde agua, vestía un chándal multicolor y calzaba unas deportivas con lucecitas en sus suelas, que se iluminaban a cada paso que daba.
  • Encantada de conoceros…qué puedo hacer por vosotros?- Se interesó la recién llegada.
  • Nosotros somos los encargados de la sección “Dirección Artística, Persecuciones, Desencuentros armados, Fuerzas Desatadas de la Naturaleza, Bandas Sonoras y Nocturnidades Alevosas”- Desgranó H, a lo que Desorden asintió con la cabeza.
  • Y tenemos varias cuestiones a preguntar…esto es: Muchas de las canciones que suenan de fondo en algunas de tus historias no pertenecen al mismo hilo temporal de la historia….con lo cual no pueden formar parte de su banda sonora…sintiéndolo mucho…- Explicó, la recién llegada sonrió.
  • Si te refieres a la canción que bailan Adi de Toledo y su mujer en la verbena, por supuesto que la canción en su versión actual no pertenece a su hilo, pero la orquesta la puede tocar como bolero…- Propuso, Desorden y H se miraron, y parecieron entenderse.
  • Vale- Anotó H, Desorden consultó su Ipad.
  • El inspector Salinas persigue a todo correr a una sospechosa por la Gran Vía….y de fondo suena “Los Perjúmenes”….sólo nos interesa saber qué te pasa a ti con esa canción y qué tiene que ver con la acción…- La recién llegada soltó una carcajada.
  • Es una canción que me encanta….y lo único que tiene que ver con la acción es que la sospechosa es un canto de mujer, peligrosa y va armada..- Aclaró, Desorden y H volvieron a mirarse, y asintieron.
  • Naveira, aquí presente, y su equipo, se pierden en Perillo por la noche mientras buscan a dos sospechosos….de fondo suena “Mi gran noche” de Rafael….yo lo encuentro magnífico, H opina que perderse es una situación angustiosa y que no cuadra..- Explicó Desorden, Naveira que consultaba algo en su móvil sonrió para si.
  • Abogo para que subir y bajar corriendo tres veces, por la noche, al Alto de Perillo desde la Nacional sea considerado deporte olímpico….no me lo recuerdes…- Musitó sin levantar la vista del móvil.
  • En realidad sólo suena en mi cabeza…así que no hay más problema…- Anotó la recién llegada, H sopesó la respuesta y asintió, Desorden sonrió victorioso.- Para que os hagáis una idea, cada vez que escucho la banda sonora de “Los siete magníficos” me entran unas ganas terribles de montar a caballo, y el tema “Lara” de “Doctor Zhivago” me da una paz inmensa…no sé, soy así…- Explicó encogiéndose de hombros, Desorden rio.
  • Para eso estamos nosotros….no te preocupes…
  • Gracias…
  • ObladíObladá como canción protesta….en serio?- Anotó H, la recién llegada negó con la cabeza.
  • No es una canción protesta, es una declaración de intenciones…cada vez que, en la trama, va a suceder algo, ellos la ponen a todo volumen, no yo…es un símbolo y esas cosas…
  • Vale- Acotó H, Desorden escribió algo en el Ipad.
  • Y ya estaría…porque después tenemos que tratar los temas: Avalanchas y Desplazamientos Incontrolados de Grandes Multitudes…pero no hay tantos, así que podemos tratarlo después…y también Dani Martín..
  • Dani Martín?…Por?
  • Por eso mismo, amor mío, todo tiene un límite…incluso para mi…que ya consigo escuchar estoicamente “Ojos de hielo”, que esa es otra, y H se va a hacer del Club de Fans de Neil Diamond…- H le miró con un claro gesto de escepticismo, la recién llegada se rio a carcajadas.- Pero eso después…
  • Después…?- Preguntó la recién llegada extrañada, Lonly intercambió con Eloy una mirada de confirmación y la invitó a incorporarse.
  • Ahora nos vamos a ir a fuera un ratico, hase demasiado tiempo que no ve el mar mihija…y Carballeira lo tiene ya todo ok para nosotros..- Indicó ofreciéndole el brazo.

Todos los asistentes, entonces, se dirigieron hacia las puertas de salida a la terraza. Cuando Lonly y la recién llegada estaba a punto de llegar a las puertas, una niñita con dos chichos adornados con lazos, y ataviada con un precioso vestidito rojo con bordado de nido de abeja en el pecho y zapatitos de charol, le tiró a la recién llegada de la chaqueta.

  • Hola Dalia! Hola princesa bonita!- Saludó la recién llegada cogiéndola en brazos, Dalia le dio un sonoro beso- Qué vestido más bonito! Quién te puso tan guapa?
  • Mizigam..-Contestó la niña con una luminosa sonrisa señalando el exterior, la recién llegada se emocionó.
  • Michigan? Vamos a buscarla?- La niña asintió mientras jugaba con uno de sus chichos, la recién llegada la volvió a dejar en el suelo y la cogió de la manito, al tiempo que volvía a confiar en el brazo de Lonly, para, sin prisa, salir de la estancia siguiendo el rumor del mar y de la música.

Y yo? Quién soy yo? Me han puesto muchos nombres, pero mi favorito es Omnisciente, no sé, es como que resume muy bien mi trabajo. No hay nada que yo no sepa, vea, escuche, oiga, presuma, huela, vilipendie, intuya o traduzca. Nada. Sé lo que estás pensando. Y ahora también me voy. Pero sólo un rato. No tengas cuidado.

Ángulo Muerto

Silvita no se lo podía creer. Un sitio en la ventana. Normalmente eran las mayores las que los copaban, echando a los más pequeños a un lado, como si fueran simples insectos, o eso le parecía a Silvita, que no se caracterizaba ni por su altura ni por su corpulencia, ella era más bien menuda, de hecho, el peto del uniforme le bailaba, por más que le hubieran metido a los lados ya dos veces. Pero eso a Silvita no le importaba. Ella sólo aspiraba a sentarse en un asiento de ventana en el autobús del colegio. Y por fin el día había llegado. En el lado derecho, en el que, a la vuelta, siempre se veían más cosas, porque su ruta era la Ruta2, y esa ruta era la del Centro. Y todo pasaba en el Centro. O eso es lo que le había oído decir a su madre, y que por eso vivían allí, y no a las afueras, en una de esas urbanizaciones nuevas que estaban haciendo. Ellos no eran de campo. Ellos eran de Centro. Silvita no había entendido lo que su madre había querido decir, porque a ella le gustaban los pájaros, y las flores, y los caballos, pero también el Centro. Y sentarse en los asientos de las ventanas de los coches. En el coche de casa nunca lo conseguía, porque siempre iba por el medio, metida a presión entre dos de sus hermanos. Ella hacía el número cuatro. De un total de cinco. Tinito aún no sabía hablar, tampoco andar, sólo lloraba, comía y dormía. Él era el número cinco. Valentín. Tinito. Se lo había puesto ella. Porque cuando llegó era más pequeño que su muñeca preferida, que se llamaba Tina. De ahí Tinito. Hoy hace sol. Hay mucha gente por la calle, los comercios están abiertos y los escaparates lucen sus mejores galas, también hay mucho tráfico, y el autobús avanza muy pocos metros antes de tener que pararse siempre en  medio de un concierto de bocinas apremiantes. Silvita se fija en el escaparate de una joyería, que, a la luz de la tarde, parecía el lugar en el que alguien hubiera escondido un tesoro. Oro, diamantes y perlas, milimétricamente colocados en perfecta sintonía. Cuando haga la Comunión su madrina le regalará una cadenita de oro, como a sus hermanas antes de ella. Pero para para eso aún falta. Se aleja la cueva del tesoro, y ella aún tiene la vista prendida en su luz dorada. Entonces le ve. Justo delante de ella, entre dos coches, con aquella presencia que le hacía único entre todos los hombres. Su padre. Y antes de que ella pueda siquiera golpear con los nudillos la ventana para llamar su atención, él mira hacia donde ella está y su rostro, hasta ese momento sonriente y tranquilo, se transforma en una mueca entre la sorpresa y la estupefacción, que la hace reír y saludarle con la mano hasta que poco a poco su figura se aleja a medida que el autobús avanza entre el tráfico. Silvita todavía sonríe. Es lo que tiene ir sentada en la ventana. Pueden pasar cosas extraordinarias, como descubrir cuevas con tesoros o ver a su padre, a quien podía pasar días sin ver. Por lo mucho que tenía que trabajar. Según les decía su madre. Lo que sucedió después, Silvita lo guardaría en su cabeza como el episodio más feliz de su infancia, y, de haber podido, lo hubiera enmarcado, para poder revivirlo cuando le viniese en gana. El autobús se detuvo de nuevo, entre bocinas y exabruptos, y por la puerta de delante entró su padre, llamándola, como si ella fuera la única pasajera del vehículo, avanzando por el pasillo con los brazos abiertos y su mejor sonrisa, como si viniese a salvarla de un peligro inminente. La cogió en brazos como si de una pluma se tratase, y abandonó con ella y su cartera el autobús, sin pararse a mirar las reacciones de había causado con ese gesto. Qué alegría, Silvita, haberte visto hoy por casualidad, le dijo achuchándola contra si, riendo, con aquella risa suya, capaz de hacer cesar la lluvia o parar el mundo, ven, vamos a merendar rico. Y aquel gigante con gabardina la cogió de la mano, y se fueron a merendar rico, chocolate con churros, después compraron piruletas de muchos colores y por último encargaron dos pollos asados con patatas en un lugar muy lleno de gente, que a ella le pareció inmenso, y que olía deliciosamente a cebolla y pan recién hecho. En el taxi, sentada en su regazo, apoyó los brazos en el borde de la ventanilla, y la frente contra el cristal observando el rápido pasar de las luces ante ella. El culmen para aquella tarde de ensueño. La cena casi pareció Navidad, y esa noche soñó que volaba entre nubes cargadas de anillos diamantes.

Anillos que se parecían al que, desde esa tarde, lucía Adelaida Contreras López en el dedo anular de su mano derecha, y que brillaba a la luz cada vez que pulsaba a velocidad de vértigo las teclas de la máquina de escribir en su puesto de trabajo como secretaria de dirección, ya recuperada del apuro. Todo se pudiera haber ido al traste, de no haber sido por la rapidez de reflejos de él. Al final, nada que no pudieran arreglar un chocolate con churros y dos pollos asados.

Bering

De todos los mares del mundo, me tuvo que tocar ese. La culpa fue mía por tardar en levantarme a recoger el papelito. A quién se le ocurre hacerlo todavía con “papelitos”?. Pero pensándolo bien, es la mejor opción. Además eran todos iguales, los debió de hacer con una máquina o algo. O los pidió por Internet: Océanos y Mares del mundo/Papelitos. Pues no, sale papel para paredes con mapas. Ahí no los pidió. Los compraría en los chinos. No sé. Da igual. A Riquelme le tocó el Mar del Norte, y a Graciela el Mar de la China. Fastidiadísimos porque era mucho. Y voy yo, y me toca el Mar de Bering. Qué suerte, me dicen. En fin. Lo primero que pensé al ponerme a ello, fue en cómo se descubre un mar. Quiero decir, el mar ya existía antes de que a tí se te ocurriera pasar por allí. Vamos, digo yo. Al menos que tengas poderes inusitados, y vas tú y lo creas de la nada, y lo inundas todo. Ala. En plan Splaschh. Un subidón total, entre algas, sal y arena. Esas algas que se te enredan en los pies, y no te dejan salir. De esas. Pero pongamos que ya esté. Cómo le pones nombre?. Esa gente debía ser superdotada, o algo. Soy yo, y aún pueden estar esperando hoy. El caso es que este mar se llama así porque un tipo con ese apellido feneció allí. Sí, feneció. Que es lo mismo que morirse, pero queda mejor y eso. Entonces yo me pregunto qué lleva a un danés a pegarse semejante paliza hasta allá arriba, al quinto coño, no una sino dos ocasiones, y la respuesta me la dio mi abuela, que siempre me dice que si hago las cosas mal, entonces tengo doble trabajo, porque las tengo entonces que hacer dos veces. Y eso le pasó al danés. Y feneció en su intento. Eso sí, cuidadito, no sólo le pusieron su apellido a la isla donde feneció, sino también al mar. El novio de mi prima, una vez, pagó para que pusiesen su nombre a una tormenta. Olga. Más tarde nos enteramos de que había sido la que había hecho desaparecer parte de una isla en Polinesia. Después lo dejaron. Pero no por eso. Por desgaste, o eso se dijo. Cosas. Lo bueno que saco de todo esto, es que ya sé a dónde puedo enviar a mi hermana sin que después se chive a mi madre. Mira Trini, vete a las Islas Aleutianas. No me puede echar nada en cara. La estoy enviando a que haga turismo de frío, que también lo hay. No todo es AllInclusive y piscina que te crió. El problema va a ser si se informa, porque entonces dirá que la estoy llamando foca. Pero no creo. No es Trini de informarse. En general. Al parecer el Aleutiano es una lengua que se está extinguiendo. Voy a mirar si se puede estudiar aleutiano. Salvemos el aleutiano. Iba a ir yo de cool hablando aleutiano con la peña, aunque yo de aleutiano tengo poco la verdad. Yo sirvo para espía, soy un tipo muy normal. Del que después del tiroteo, los testigos declararían que nunca hubieran pensado semejante cosa de mi, ya que siempre digo Buenos Días. Estoy pensando que para la presentación, voy a ir vestido de esquimal, con caña de pescar y todo. Pertenecen los aleutianos al pueblo esquimal?.Ya estamos.  A ver por qué no me tocó el Mar Tirreno. Por ejemplo. En fin. Ahora lo que tengo que hacer sin falta es ensayar la coreografía para gimnasia, porque con el cuento de que no podemos correr y sudar al mismo tiempo, a Camino se le ocurrió que bailásemos en el sitio. Silvia, como delegada, dijo que parecíamos presos de una cárcel tailandesa que había visto en una película, y Camino le dijo que no iba a haber juego con ningún calamar, que bailar era sano. Cuando te veo mamá, como un fórmula one paso de 0 a 100, contigo implosioné de ti me envenené, yo ya no sé qué hacer me abrazaste y volé, te juro que volé …y entones tenemos que dar un salto y caer abriendo los brazos, como si volásemos o algo así. Y no me sale después de la vuelta rara esa. Porque yo bailar bailo bien, pero a mi aire. No como un preso tailandés. Es el calamar un plato tradicional en Tailandia?. Puede el hombre volar?. Voy a buscar un video de focas. Son unos animales adorables.

El Favor

Dos mujeres. Dos perspectivas.

La Una

Ahí viene. Da igual lo que se ponga, todo le queda bien. Y luego están los andares. De zancada larga, desgarbada, pero elegante. Cómo será ser así?. Cómo será tener esa melena rubia lacia y poder moverla como quieras?. Yo no tengo melena. Tengo una mata de pelo ingobernable. Yo tengo el mismo tipo de pelo que la Aniston. Y ya se lo tengo dicho a Raque, que me lo corte como la Aniston. Pero ella se ríe, y me dice que que esas están tan operadas, que hasta se operan el pelo. Y me sigue dejando como siempre. Raque no me entiende. Cola de caballo hoy, cola de caballo mañana. Esta también lleva cola de caballo a veces, pero en ella es un himno a la cola de caballo. Hasta se balancea con gracia. Cómo será levantarse por la mañana y ver esa cara en el espejo?. Yo primero tengo que ponerme las gafas para ver algo. Eso de entrada. Y después, prefiero meterme directamente en la ducha. Total…Ella es de esas que es maravillosa ya nada más levantarse. Y seguro que se despierta junto a un tipo también estupendo, con sonrisa profidén. Bueno, Blas profidén, lo que se dice profidén, su sonrisa no es, pero poco le falta. Yo le digo que tiene la sonrisa del Cruise antes de la ortodoncia. Y él me dice que no entiende eso de la escientología y que él es más de „FastyelFurius“. Blas no me entiende lo que quiero decir. Pero despertar a su lado „es bien“, como dice mi hermano. A dónde irá? Me cruzo con ella a la misma hora. Saldrá del curro me imagino. Dónde trabajará? Seguro que es de esas que trabaja en una oficina de moqueta mullida, y despachos con paredes de cristal. Y no hace nada en especial. Porque un día le pregunté a la prima de Blas, que trabaja en una de esas, que qué hacían, y no me supo explicar, porque ella está en la recepción, pero no es que se maten, según me dijo. Pues sí. Le pega. Estar sentada en un despachito cuco, con ventanales del suelo al techo, haciendo sólo una cosa a la vez. Habrá estudiado algo de derecho con otra cosa en una privada, y después, directamente, fue jefa. O algo así. Yo soy burocrata, y a mucha honra. Sin mi se para el mundo. Somos Legión.Tan rubia ella. Tan perfecta. Me recuerda a aquella, cómo se llamaba?, tanta cosa, tanta cosa, para al final morir de la forma más tonta. Seguro que le quedan bien los bikinis. Habría que hacerle un monumento al que inventó el pareo. Yo no me apeo de él en verano. Que hay que estar orgullosa de las lorzas, vale sí, pero yo con pareo. Cómo será tener poco pecho? Escuché una vez que las personas con mucho pecho tienen buena voz. Blas se rio un mes. Con razón. Yo cuando canto, pareciera que me están pisando el meñique con un tacón de aguja. En fin. A dónde irá? Es la elegancia en movimiento. Seguro que tiene un nombre acorde, como Candela, Jimena, MaríaVictoria, Mafalda. O Meri con -e-. Al final, se llamen como se llamen, todas se llaman Meri con -e-. Que no Mari, cuidadito. Ellas no son Maris. Son Meris. Con -e-. Ofcourse. A mi me gusta mi nombre. Me representa. Y no admite diminutivos. Ahí queda eso. Vivirá por el centro. Le pega. En un piso-palacio decorado en blanco y beig. Todo el. De cocina impoluta, porque no la usa. De restaurante en restaurante y tiro porque me toca. Yo me lo paso pipa cocinando, además, para algo se inventó el lavaplatos. Vamos digo yo. Esas chaquetas largas de lana, sólo le quedan bien a gente como ella. Largas como un día sin pan. Yo soy más de abrigos amplios, como este, que encontré en una de „Segunda Mano“, me sobra por todos sitios, y la lazada es prominente, pero es como llevar una estufa y no pesa. Yo con una de esas parecería un espectro informe penante. Uy. He debido de mirarla mucho hoy. Ay que se me acerca. Qué palo. Cómo le explico que no es de mala fe. Que soy su club de fans. Cómo le explico…A ver…Cómo dices?

La Otra

Tengo un grano en el culo. En el culo mismo no. Justo en el pliegue de la cacha con el muslo. Pliegue es mucho decir, porque yo no tengo apenas cachas. Pero es ahí. Y es totalmente inaccesible, como el otro. Voy a tener que hacer el mismo proceso otra vez. Pero ahora en la otra cacha. Ya me dijo el dermatologo que podía pasar, así que volveré a que me libere de esta tortura, como me liberó del otro. Porque yo estoy convencida de que lo mío con el grano es como parir, que te da igual quién te esté viendo el culo o cómo, con tal de que el dolor cese, o eso me dijo mi madre, y me acordé. Porque cuando el hombre por fin me durmió la zona con el spray ese, casi lloro de alegría. Una arenita. Una puta arenita era la causante. Y claro, me acordé de cuando me senté en aquel camino de cabras, porque no podía más, y después me sacudí. Pero no lo suficiente. Lo que hace una arenita. Si aún Humberto estuviera aquí. Pero no. Está en algún lugar en aguas Filipinas, arreglando los motores del Galina. Me encantó el nombre. Ayer me llamó por face-time para preguntarme si sería necesario soldar. Eran las tres de la mañana, pero no me importó. Yo por Humberto, al fin del mundo. Que fue donde nos conocimos. En un barco, por supuesto, dónde si no?. Atrapados en los hielos polares en un barco congelador. Para otros una pesadilla, para nosotros casi una luna de miel. Mi hermana no lo entiende. No que yo sea Técnica de Frío Industrial, eso sí, lo que no entiende es que Humberto sea mi tipo. Y yo le digo que mi tipo fueron siempre mucho más bajos que yo. Ella dice que Humberto es lo más parecido a un perrito de aguas. Pero qué quieres, como diría Kissinger, ya, pero es mi perrito de aguas. Yo creo que dentro de mi habita una mujer bajita y regordeta. Porque mi gran complejo es que no soy regordeta. Con lo que como, podría serlo perfectamente. Pero no sé a dónde se va. Desaparece. Y me quedo como soy. Un espagueti con melena. Cómo será tener un culo grande? Y barriga? Envidio tanto a las que tienen canalillo. Cómo será?. Como la chica con la que me cruzo siempre, y me mira como si me conoce, y yo no me acuerdo de conocerla. Es una „mujer cañón“ que diría mi abuela. Lo tiene todo en abundancia. Hasta lleva gafas, y ni te das cuenta. Yo puedo servir de oteador. Y luego está mi voz. Tengo voz de señor. Pero ya desde que dije la primera palabra, según mi madre. Como si fumase dos paquetes de Gitanes al día. Pero soy feliz. Si no fuera por este puto grano. Maldita la hora en que me senté, coño.Y ahora al catastro. Nosotros que nos las prometíamos tan felices con la mudanza, y va y se tiene que ir a Filipinas. El apartamento está lleno de cajas, lo que llevo puesto me lo prestó mi hermana. Ella y sus chaquetas de lana. Antes casi me mato porque se me enredó un pie. Pero cuando llegue Humberto vamos a poner la casa preciosa. Tuve que comprar un calentador de agua y un termo, para hacerme el te que me dio el dermatologo. Para drenar, dijo. Drenar qué?, si soy la definición de „Espíritu de la Golosina“, lo buscas y al lado está mi foto. Y me meo. Todo el rato. Como ahora. Llevo toda la calle buscando un bar al que entrar a usar el servicio, pero no hay ni uno. Sólo una sucursal del Banco de Santander. Me dieron ganas de entrar, y gritar „Esto no es un atraco, sólo quiero mear!“, pero me corté. Como no encuentre uno me meo encima. Ahí viene la chica-cañón. Y me mira. Lleva un abrigo de los que me gustan, así, grandes. Ya sé. Me meo. Voy pedirle que abra el abrigo para hacer de pantalla, y meo entre dos coches. Es que maldita la hora….a ver…

En Dulce Recuerdo

Llega el Dr. Gutiérrez. Lo sé porque siempre entra por la puerta lateral, y esa hace un ruido como de clak que después más tarde pasa desapercibida entre el resto de los ruidos. Pero ahora sólo se escucha ese. Sé que es Gutiérrez porque conduce un BMW. Y reconocería su sonido entre mil coches que hubiera. Entonces son las seis. Dentro de una hora entrarán a despertarme y adecentarme. Pero yo llevo despierto desde las cinco. Es automático. Eso ya no va a cambiar, después de toda una vida despertándome a esa hora. Caigo piedra en pozo a las diez de la noche. No necesito pastilla. Cierro los ojos y ya. Y los abro a las cinco. La cabeza me funciona perfectamente, pero sólo eso. Creo que ellos no lo saben, y lo prefiero, así me dejan tranquilo. Después que me adecentan, me sientan en la silla y la ChiquitaSimpática me lleva hasta el comedor. La llamo así porque me dijo su nombre, pero se me perdió en la cabeza, como hacen las cosas que se cuelan por el sumidero del lavabo, y después no las puedes recuperar. Me cuenta su vida y milagros, y yo hasta intento reirme, pero no muevo ni un músculo, de sus idas y venidas con sus amigolas, y de su novio conductor de autobús. Eso sí me quedó, ves?. Quizás porque es de mi gremio. Yo soy chófer. Bueno, lo fui. Pero uno no deja de ser una cosa sólo por no ejercerla. Yo era de los de gorrade plato y guantes. Llegué al puesto por dos razones, alguien dio su palabra por mi, y mi planta. Porque yo tenía muy buena planta. Yo era alto, tenía las espaldas anchas y tenía andares marciales, o eso sostenía mi suegra. Lo que yo tenía eran unas piernas largas, que es otra cosa. De todo eso no queda nada, o casi nada. Sólo lo que todavía está en mi cabeza, que no es todo lo que era, pero es bastante. En fin, que por bien-plantado me dieron el puesto. Mi Javiera y yo nos acabábamos de casar, así que nos vino muy bien que su madre hablase por mi, porque ella era la cocinera de la casa ya desde tiempos de los antiguos Señores y por eso cuadró. Un cuartito encima del garaje. Pero no necesitábamos más. Mi Javiera. El tronío, la guapeza, la solera,y el embrujo de la noche sevillana, no lo cambio por la gracia cortijera, y el trapío de mi jaca jerezana…Lo mal que cantaba y lo que le gustaba. Callarás, acababa rogándole su madre, pero ella seguía. Como ahora no puedo reirme, me rio por dentro. Y esto a qué viene?. Pues…Por los chóferes. Ya me voy por los Cerros de Úbeda, que también fui por ellos, dicho sea de paso, pero ahora no. Los Señores Nuevos, como les llamaba mi suegro, no eran nuevos, era el hijo y su mujer, cuando yo llegué ya llevaban varios años casados y tenían dos hijos. Aquella casa era lo más parecido a un hormiguero. Servicio por todas partes, familia, visitas. Y yo llevando y trayendo gente y encargos ciudad arriba, ciudad abajo. Después de la guerra el mío era uno de los pocos coches que circulaban, recuerdo que aún había calles con cráteres de bombas. Qué cosas. A quien más llevaba y traía era a la Señora. La Señora. Cómo se llamaba?. La Señora. Ya, pero nombre tenía. Pero cuál?. Ay. Bueno, ya vendrá. La Señora no era muy guapa, era un conjunto resultón. Que es como la definía mi suegra. Yo sólo veía a mi Javiera. Todos los día tenía planes, o sola, o con amigas o con el Señor. Apenas paraba por casa. Y por ende, yo tampoco. Pero es lo que había. La Señora. Pues ya me vendrá. No ella, el nombre, claro está. Aquí hay uno que siempre me cuenta que por la noche le vienen a visitar todos sus muertos, y que él no quiere dormir porque está convencido de que quieren llevarle con ellos, y que él no quiere, y a mí qué me importa, pero como no puedo hacer nada pues que hable. Como el Fermín, que cree que todos los que presentan el parte cruzaron con él el Ebro, y les saluda. A mí no me viene a visitar nadie. Nadie muerto, quiero decir. A mí me viene a visitar gente viva. Unos jóvenes, que saben mi nombre, me traen cosas, me abrazan,me llevan de paseo por ahí y me cuentan cosas. Y yo ni flores. Yo creo que se confunden de persona. En fin. Y esto a qué viene?. Pues…La Señora. Tenía un nombre corto. Pero ponle tú. Tenía una voz como de contar cuentos, y una risa contagiosa. El Señor, de poder, la hubiera subido a un altar, tenían buen ten-con-tén. „En Dulce Recuerdo“. Y esto a qué viene?. Pues estamos bien. Esto viene de la Cochinchina. La Cochinchina. Se llamaba Luciano y vino de la Cochinchina, eso es. El hermano del Señor llegó de visita a pasar un tiempo a la casa, no me acuerdo qué se le había perdido a él por la Cochinchina, pero de allí venía. Tenía un bigotito fino, de esos que se llevaban, y fumaba sin parar. „En Dulce Recuerdo“. Ya sé. Ese tal Luciano vino a quedarse, y coincidió con el día festivo. No. No era un día festivo, había un desfile, eso es, un desfile de siete estallos al que iban a acudir todos. Pero todos, todos. El servicio y la familia y toda la gente que poblaba aquella casa se iban a ver el dichoso desfile. Así fue, ahora ya me acuerdo. Todos menos la Señora, que estaba un poco acatarrada y el Señor bajó a decirme que prefería que yo me quedara también por si ella precisase de algo, tener el coche a disposición, y yo me quedé de mil amores, no soy yo de desfiles. Cuando se fueron, se hizo un silencio raro, como cuando se apaga una radio de golpe, y yo aproveché para sentarme en la butaca de la entrada a leer el periódico. No llevaba ni dos hojas pasadas, cuando escuché los gritos. Primero pensé que serían de la gente que pasaba por la calle, camino del desfile, pero no. Eran gritos de mujer, y provenían de arriba. Ni doblé el periódico, y me tiré escaleras arriba, las voces me guiaron hasta la puerta de la que era la „salita“ de la Señora. Por supuesto entré en tromba, tales eran los gritos. Cuando un grito se te corta en la garganta, te quedas sin aire. Es un garrote vil invisible, que de primeras te echa para atrás, como si te disparasen a bocajarro. A mi también me tiró, me paró la pared. La Señora con la ropa rota, en paños menores y el tal Luciano en el suelo con un cuchillo clavado en el cuello. Un cuadro. Y yo sin aire. Ella me miró como miran los locos furiosos, y respirando fuerte, buscando el aliento, temblaba. Yo atiné por fin a moverme, y me acerqué, con piernas como sin hueso. El tipo estaba muerto, con los ojos muy abiertos, y dos boqueras de sangre en la boca, con los brazos en cruz cuan largo era, con aquel bigotito. Miré a la señora, que a su vez me seguía mirando como los locos, me señaló con el dedo índice de su mano derecha muy crispado y casi escupiendo las palabras sentenció „No es No, y Sí es Si“. Y yo asentí, porque hasta ahí, en aquel momento, llegaba yo. Esto no ha sucedido nunca, y yo volví a darle la razón. Porque, por un momento, pensé que quizás me había quedado dormido y aquello era una pesadilla. Ayúdame a borrarle de la faz de la tierra. Precipitaciones y vientos moderados en la mitad Norte peninsular, uso de cadenas en amplias zonas del Pirineo Aragonés. El Sevilla se medirá hoy con el Osasuna, que sólo depende de si mismo… Y esto a qué viene?. La Península Ibérica está rodeada de agua por todas partes, menos por una que son los Pirineos, Señor Maestro Juan. No. De ahí no es. Es la radio. Acabáramos. A dónde ibas a dar?. La Cochinchina. Eso era. La ayudé. En las películas de gangsters envuelven los cadáveres en alfombras, y Santas Pascuas. Pues no Señor. Quería verlos yo a ellos trantando de levantar semejante peso. Ni ForzínForzón. Desistimos y lo envolvimos en una manta que había sobre un sofá. Le dejamos el cuchillo puesto, para no soltar la sangría. „En Dulce Recuerdo“ tanía grabado en la plata. Regalo de mi boda, me dijo la Señora, un bendito regalo de mi boda. Le dije que yo me ocuparía entonces, pero ella dijo que estábamos juntos en aquello y que sólo necesitábamos un coche y un lugar perdido donde dejarle para siempre. Me acordé de la finca de mi tío Miñaque, que tenía un pozo sin agua sin penar, allá donde a nadie se le pierde nada nunca. Entre unas cosas y otras, la Señora se había olvidado de que estaba en paños menores y corrió a buscar un abrigo y un pañuelo para la cabeza, porque tenía pelos de loca. Lo que pesaba el tío cabrón. Energúmeno Inoperante, Individuo, Sinvergüenza SinLey, Atorrante Hijodemilperras, Malnacido del Demonio, Criatura de los Infiernos, Así la niebla te trague, Que las columnas del firmamento caigan y te aplasten por siempre jamás….Y otras lindezas iba llamándole la Señora al cadaver, y también maldijo que aquella casa no tuviera al menos montacargas. La cantidad de escalones que bajamos no tiene nombre. Cada poco nos parábamos a recuperar aliento. Ya en el garaje, lo metimos en el maletero, y nos largamos. Ella detrás, yo delante, sin gorra y con un temblor general que venía como de dentro. Como el sudor. Allá nos fuimos, dando una vuelta enorme, porque las calles estaban cortadas por el desfile de marras. No me acuerdo lo que tardamos, ni cómo llegamos. Pero llegamos. Al medio de la nada que eran las tierras de mi tío Miñaque, y allí estaba el pozo. Volvimos a cargar el petate, y lo tiramos dentro. La Señora se acercó al borde y aún le escupió dos veces. Después volvimos al coche sin mirar atrás. A nuestro regreso, el desfile ya había terminado y las calles estaban repletas de gente. Pero en la casa todavía no había nadie. Subimos a la salita, y entre los dos volvimos a dejarla como si no hubiera pasado nada. Entonces, la Señora, que ya no tenía cara de loca, sin más ni más, se quitó el abrigo, los paños menores, el pañuelo y los zapatos, quedó en cueros frente a mí, que ya sólo pensaba en que me llevara la muerte del aire que me iba y me venía, e hizo un atillo con las ropas rotas. Me las entregó. Eternas Gracias, me dijo, quémalo todo. Salimos de la salita, y la vi entrar en su cuarto. Yo regresé al garaje y metí el atillo en el fondo de un barril de paños con grasa de coche. Lo quemé todo después. No me acuerdo cuando. Porque estando en eso, escuché a Javiera llamarme. Y la casa volvió a llenarse de gente.

Javiera fue la que vino diciendo que la Señora estaba malísima en la cama, con fiebre y todo. Y que no quería ver a nadie. A mi no me entraba sacramento al cuerpo. Ni agua. Antes fumaba, pero ahora más. Lo único que me calmaba un poco era la intimidad con Javiera. Lo nunca visto. Y ella como una novia. Ay Javiera. La gota que colmó mi vaso fue la visita del Inspector General de Policia con su mujer. Les tuve que ir a buscar a su casa, y después de la cena llevarles de vuelta. Al parecer, nada más llegar me caí redondo en la cocina. Le echaron la culpa a la gripe. Como la de la Señora, que seguía en cama, sin querer ver a nadie.

El Señor comenzó a escamarse de la ausencia de su hermano semanas después. Pero al parecer dejó de preguntarse dónde estaría, porque llegó a la conclusión de que seguramente habría vuelto a Cochinchina sin despedirse para no dar disgusto. Para no dar disgusto. Energúmeno Inoperante. Tio cabrón. Disgusto. Ya. Yo salí de mi gripe y la Señora también. La Señora. Cómo se llamaba?. Ya me vendrá. Se instaló un ascensor en la casa… Entonces él me dijo de ir a casa de Lito, y yo digo, dije qué pasa qué pasa, y digo, dice, que hay cosa que celebrar, y ay pensé yo, digo, dice, que sale Lito todo bien vestido y la Lina de peluquería, y yo ay ay, digo, y me dice que qué creo que va a pasar, y yo digo, dice, pues si me pinchas no sangro mi vida, y ya sacó la cajita, dice, y yo que a llorar, sabes?, de rodillas y todo, buenobueno, ay, digo, qué bonito coño, qué bonito… Y esto a qué viene?. Ni flores. La ChiquitaSimpática y su novio. Me lleva a la galería. Pues muy bien. Entonces cómo fue la cosa?. Espera. La cosa después…Frank Sinatra. No. Frank Sinatra. Bueno, sí, pero la cosa es otra. Un día la Señora me cogió a solas y me dijo que había venido gente a preguntar por el paradero del Individuo, que es como ella le llamaba al tío cabrón del bigotito, como le llamaba yo, y que era mejor poner tierra de por medio, que tenía un plan y que yo estaba incluido, porque o jugamos todos o se rompe la baraja, y yo le dije de Javiera, y ella me dijo que ella también estaba en el plan, y que ya me lo diría el Señor, y que me hiciera de nuevas, y yo le dije que Gracias Señora, y ella me dijo que nosotros éramos de tú porque no teníamos secretos y yo le di la razón, y ahí quedó la cosa. Entonces…entonces, el Señor, al poco, nos llamó a Javiera y a mí para decirnos que nos llevaban con ellos a Nueva York, a vivir un tiempo allí con la tía de la Señora que los había invitado y por negocios que él quería tratar. La Javiera se quedó de piedra, y yo noté que la piedra que yo tenía encima desaparecía. La Javiera iría en condición de doncella de compañía de la Señora, y yo de lo mismo pero del Señor. Como si nos tocara la lotería. Así te lo digo. Y allá nos fuimos. Los Señores, los dos crios, la niñera inglesa, la Javiera y servidor. Qué grande es Nueva York. No había nada pequeño o roto. Allí me hice mi primer traje, en el mismo sitio que el Señor, y Javiera idem de lienzo en lo de la Señora. Vimos mundo. Vimos cantar a Frank Sinatra. Por eso. Ves?. De ahí venía. Nos hubieramos quedado de mil amores. La Javiera aprendió inglés antes que nadie. Pasamos allí dos años, y volvimos distintos. Yo ya no volví a ser chófer, ni Javiera a lo suyo. Por la confianza que ya había con el Señor, que para mi ya era Tomás, al llegar me dieron la gerencia de la parte mecánica de una empresa de autobuses GranTurismo que empezaban entonces, y la Javiera fue Señora de su propia casa. Y lo que son las cosas, la Señora y mi Javiera se quedaron en estado al tiempo, no contentas con una, dos veces, y las dos veces fueron niñas. Nunca se hizo diferencia entre esas cuatro. Se criaron juntas, e hicieron todas lo mismo en los mejores sitios. Mis princesitas. La cosa empezó con diez autobuses, y después ampliamos a camiones, y más autobuses, y más cosas. Supongo que ese autobús que pasa por ahí ahora también es mío. No lo sé. Ni ya me importa. A veces pienso que la Señora hizo todo aquello por mi, por miedo a que yo le hiciera chantaje, o algo así. Pero después recapacito, si caíamos, caíamos los dos. O jugamos todos o se rompe la baraja. Una frase que siempre me encantó usar. Aquí vienen los jóvenes que me visitan. Me ponen una gorra porque me llevan por ahí. Yo ni flores. A quien no veo desde hace mucho es a mis princesitas, por dónde andarán?. Bueno, si vienen, ya me lo anunciarán. Anunciar. La Señora. Anunciación. Nuncia. Eso era. Nuncia. Un nombre corto.

Consejo de Sabios

En las películas los tipos siempre se llaman Jimmy, o Bobby, también Cody, Rory. Pero no corresponde con la realidad. En mi clase no hay ni uno que se llame así. En todo el pueblo sólo hay un Cody, y es el padre de Beca Williams. Así que no corresponde. Tampoco es verdad que en los institutos no se dé palo al agua. O que nos pasemos la vida cantando por los pasillos y en la cafetería. Sólo tenemos tres fiestas en todo el año, y todas tienen lugar en el último curso. El resto del tiempo, básicamente, nos comemos los mocos. Mi instituto es normal y corriente, como otros cientos de institutos a lo largo y ancho del país. Tampoco tenemos guapo o guapa oficial, ni justo son pareja entre ellos. Malcolm Owens es abiertamente gay desde hace tres años, y Oona Withaker no se lo cree ni va de Miss Universo por la vida, además es una tipa con la que se puede hablar, el año pasado se rapó el pelo al dos, dejó de usar lentillas y volvió a usar gafas de cristal de culo de vaso. Da igual lo que haga, quien es guapo lo es siempre, y Oona lo es. Por fuera y por dentro. Como las tartas de manzana. Nosotros somos el MedioOeste. No lo digo yo. Es la frase que se puede leer en el letrero con el nombre de nuestro pueblo, justo a la entrada, a la derecha. Wiggings Falls. Según parece un tipo apellidado Wiggings decidió hacer parada aquí, otros se le unieron, y decidieron ponerle su nombre al asentamiento. Lo de Falls supongo que lo añadieron porque quedaba bien. Nuestro tramo de río no tiene ni una catarata.

Yo me llamo Parker. Soy el único que se llama así por aquí. A mi hermana mayor decidieron llamarla Peyton, porque a mi madre le había gustado siempre el nombre, en cambio a mi hermano pequeño le llamaron Ernest. Porque, según mi padre, no les cupo la menor duda al verle la cara por primera vez que ese era el nombre que tenía que llevar. Y tuvieron razón. Mi hermano es un Ernest de la vida. Nos apellidamos Bradford. Una vez busqué cuántos Bradford había en el país, y hay varios millones. No todos somos familia. En el pueblo siguiente al nuestro hay otros Bradford, pero no tienen nada que ver con nosotros. Mis padres regentan la única tienda de ferretería y materiales de construcción de la zona. Dame un tornillo, y te diré su nombre.

Como a mis padres les dijeron que yo iba a ser un niño alto y que debían tomar pronto medidas contra un posible encorvamiento de la columna, decidieron apuntarme a cursos de natación. Es el único deporte que practico. Formo parte del equipo del instituto, no estoy entre los mejores, pero me gusta. Y lo importante es participar. No lo digo yo. Es lo que siempre se suele decir en estos casos. Mi mejor amigo se llama Montgomery, no se apellida Cliff, sino Sorensen, y sus padres lo adoptaron cuando tenía tres días de vida. Ellos estaban en una lista de gente que quería adoptar, y una noche les llamaron para que fueran a buscar a Montgomery, que entonces todavía no tenía nombre, a tres estados de distancia, y los Sorensen hicieron el trayecto de una vez sin paradas, firmaron todo lo que había que firmar y desde entonces Montgomery es oficialmente su hijo. Los Sorensen son muy rubios y de ojos azules. Montgomery es de ébano. Esto no lo digo yo. Es un hecho. A los dos nos gusta bailar al ritmo de la música de fondo del supermercado, las películas de espías, las camisas de lana de cuadros, hacer el pino puente bajo el agua, los TikToks de gente que se cae de sitios, los Chicago Bulls, Oona Withaker y colarnos en la Casa McAllister. Bueno, colarnos, lo que se dice colarnos, no lo hacemos. Hay que ir antes a comisaría, decir que quieres entrar, te dan las llaves y ya está. Lo que pasa es que nosotros hacemos como que nos colamos, para darle más emoción. Nadie va a la Casa McAllister. Tienen miedo a los fantasmas. Pero Montgomery y yo tenemos la teoría de que mientras no se sepa si los McAllister están vivos o muertos, no hay fantasmas. Además, los fantasmas no existen. No lo digo yo. Lo dice Peyton. Los McAllister desaparecieron sin dejar rastro un día de noviembre de hace quince años. Desaparecieron todos. El matrimonio, los tres hijos, la madre de la Señora McAllister y el perro. No se fueron en coche, porque los dos coches estaban en el garaje. Tampoco llamaron a ningún servicio de taxis. No se llevaron ni pasaportes, ni dinero, ni ropa. Cuando el hermano de la Señora McAllister fue a la casa tras tratar de contactarles sin éxito, le dio la impresión de que su hermana y su familia habían salido un momento, y que regresarían más tarde. El desayuno estaba servido, las camas todavía sin hacer, la televisión puesta, la lavadora y la secadora esperaban a ser vaciadas, nadie había usado todavía las duchas. Pero ni rastro de las personas que habitaban la casa. Agotaron todas las vías de investigación. La gente llegó a a especular que quizás habían entrado en un programa de protección de testigos, y que esos programas funcionan así. Pero mis padres conocían a los McAllister y no creen esa teoría. Eran los mejores clientes de la ferretería porque el Señor McAllister tenía una empresa de construcción. Además, la Señora McAllister y mi madre habían ido juntas al instituto, y Peyton era de la misma edad que su hija pequeña. Ni la una ni la otra hablan de ello. Mi padre cuenta a veces alguna anécdota. Pero ya menos. El hermano de la Señora McAllister, para evitar saqueos, tiene contratada una empresa que vigila la casa y cuida el enorme jardín. Con el tiempo, el interés por el destino de la familia fue perdiendo fuelle, así que el hermano dio permiso a la policía para permitir la entrada en la casa a todo aquel que tuviera la voluntad de, visitandola, descubrir algo sobre el destino de la familia. Que yo sepa, esa voluntad sólo la tenemos Montgomery y yo. Y, hasta ahora, no hemos descubierto nada que no se supiera antes. En esa casa no hay fantasmas. Sólo silencio.

La idea de visitar la Feria de Inteligencia Artificial fue de Neruda. Neruda es el novio de Peyton. Se llama así porque a su madre le gustaban mucho los poemas del poeta que tiene ese apellido. Ellos se apellidan Halifax. Vio el cartel en algún sitio, y dijo que sería un buen plan para el sábado. Montgomery y Peyton se apuntaron enseguida. Yo los sábados prefieron dormir hasta tarde, y hacer el vago, además nunca me han interesado los robots, a decir verdad, pero al final me convencieron. El padre de Neruda le dejó la minivan, así que fuimos muy cómodos. No debía de haber otra cosa interesante en la que invertir tiempo en toda la ciudad, porque, aunque llegamos relativamente temprano, el recinto ya estaba abarrotado de gente. Resumiendo, llegado un momento Neruda y Peyton se quedaron escuchando a un tipo que hablaba sobre los robots que ayudan a arreglar naves espaciales, y Montgomery y yo decidimos continuar dando vueltas. Nos fijamos en el stand porque ofrecían un menú gratuito, completo, con hamburguesas y patatas fritas, además se podía rellenar el vaso con bebida tantas veces como se quisiese. De paso, si querías, podías hacerte un Test de Inteligencia. Montgomery dijo que con él no contasen, que estaba muy contento con la que creía tener, yo sin embargo me animé. No sé porqué. Montgomery se fue al stand de al lado, a formar figuras con canicas imantadas, y yo hice el dichoso test. Me dieron un Ipad y unos auriculares muy chulos, y me dijeron que me tomase mi tiempo. Lo entregué a los diez minutos, y el chico me dijo que podía tardar lo que me diese la gana, y yo le contesté que ya estaba listo, se sorprendió un poco, pero después le pareció bien, le pregunté si podía quedarme los auriculares, pero me dijo que lamentablemente no era posible. Lamentablente. Recuerdo que me reí. Eran chulos, con luces y esas cosas. En fin. Volvimos cargados con todo tipo de cosas de colorines y que hacían cosas por si solas si pulsabas un botón, bolígrafos, libretas, fundas de Ipad, earpods de promoción, camisetas y vasos termo que te decían la temperatura del líquido con el que los llenaras. Peyton se compró una Barbie conmemorativa. En fin.

Los tipos llamaron a la puerta justo después de que Peyton y Neruda anunciasen que pensaban casarse en verano. Fue como si alguien echa fuegos artificiales, y va y llueve, para que te hagas una idea. Pensamos que serían los padres de Neruda, por eso fue mamá quien abrió la puerta. Pero no, eran dos tipos, con traje, y cara de poker que preguntaron si yo estaba en casa. Dicho lo cual, mi madre empezó a llorar, sin preguntarles la razón por la que querían verme, y el resto pensó que había habido un accidente, alguien había muerto, y esos dos nos venían a dar la noticia. O algo así. Fue una situación rara, que, recordada ahora, provoca risa, pero entonces me confundió bastante. El hecho es que después apareció un tercer tipo, también de traje, pero más amable, que aclaró la razón de la visita, y la situación se calmó. Digo se calmó, porque cuando acabó de decir todo lo que tenía que decirnos, nos quedamos todos en silencio, sin tener ni una idea clara, sentados todos en el salón, mirándole casi sin parpadear. El Test de Inteligencia que yo había hecho en la Feria, había arrojado que yo superaba el nivel establecido. Mi nivel se salía del esquema. La que rompió el hechizo fue Peyton, a quien le dio la risa después de ver mi cara de estupefacción, después Ernest dijo que a partir de ese momento él me llamaría „Cerebro“, Neruda me dijo que eligiese la pildora azul, mamá tuvo que tomar una aspirina y papá dijo que él necesitaba una segunda opinión. Yo me quedé en blanco. Y por primera vez en mi vida no supe qué se suponía que tenía que hacer. Por supuesto, en ese momento, llegaron los padres de Neruda.

Para contrastar el resultado, vinieron dos mujeres muy amables un sábado por la mañana, me dijeron que eligiese el lugar de la casa en el que me sintiese más cómodo para hacer el Test, y yo elegí mi habitación. Por algo la llamo así. Una de ellas se quedó conmigo, la otra, al parecer, se sentó en el pasillo, y mamá le llevó un café. Esta vez tardé ocho minutos.Y me pude quedar con los auriculares, les pregunté si tenían más, porque así no habría peleas por ellos. Nos regalaron una caja de ellos. Tampoco había que exagerar, pero es que son muy chulos.

El resultado fue el mismo. Yo rompo esquemas. No obedezco a la norma. Me salgo por la tangente. Llámame X y acertarás. Por todas estas razones, me dijeron que sería mejor para mi, continuar mi formación en su Instituto. Todos los gastos pagados. Yo dije que en realidad, mis planes eran ir al Community College a hacer algo que me interesase, y después llevar la ferretería de mis padres. Nada más. Mis padres decidieron no influir en mi decisión, ya que todavía estaban haciéndose a la idea de lo estaba pasando conmigo,y, además, tenían que empezar a planear la boda de Peyton. La gente de los Test, que es como yo les llamo, también entendió mi situación, y me dijeron que me dejaban tiempo para pensar en mi futuro sin agobios.

Montgomery fue el único que me dijo que estaba loco si dejaba pasar esa oportunidad. Yo le dije que estaba muy contento con mi vida tal como era, y no quería cambiarla, y él me dijo que esa vida iba a dejar de ser así cuando llegase el verano y, después, todos se fuesen del pueblo a otros sitios lejos, a estudiar o hacer su vida, él incluido, aunque él no se fuese tan lejos y tuviese muy claro que su vocación era ser profesor de primaria. Oona Withaker también se iba a ir. Todavía no sabía si lejos o cerca, pero tampoco iba a estar. Pero yo seguía en mis trece.

Diez pasteles de chocolate de diferentes tipos, formas y gustos colocados formando una perfecta línea sobre la mesa del comedor. Eso fue lo primero que vi al bajar de mi habitación aquel sábado por la mañana. Porque el pastel de boda tenía que ser de chocolate, y la confitería había preparado todos aquellos pasteles de prueba, para que las familias decidiesen. Yo soy más de bizcocho de zanahoria con cobertura de queso. En fin. Iban a venir los padres de Neruda, su hermana, y más gente que yo no conocía de nada a hacer la cata a modo de brunch, y yo iba a ser el encargado de preparar el café. Así que sentí un alivio enorme cuando Ernest, desde el piso de arriba, gritó a todo el que pudiera interesar, que la Gente de los Test acababa de aparcar delante de casa. Por una parte me alegré de no tener que estar todo el día preparando cafés, por otra me pregunté qué querrían de nuevo de mi.

No eran los tipos con cara de poker. Tampoco las mujeres que me habían regalado los cascos chulos. Cuando le vi avanzar hacia mi por el camino, desde el coche hasta la puerta, pensé que yo también quería tener sus andares. Por encima del bien y del mal. Eso fue lo primero que me vino a la cabeza. Sólo vestía pantalones vaqueros, una sencilla camiseta verde y zapatillas de deporte, pero algo le hacía diferente a todos los tipos que vestían así, incluido yo. Tenía cara de litografía, como la de esos autores clásicos que aparecen en los libros. Pelo oscuro medio ensortijado, ni largo ni corto, tez algo pálida y ojos azules como de dibujo animado japonés, grandes y casi tristes. Y digo casi, porque el tipo tenía una sonrisa que me animó a sonreír a mí, sin saber porqué. Se presentó como Sawyer Queen, y me dijo que quería hablar conmigo. En eso, un par de coches aparcaron delante de nuestra casa, y un jolgorio de amigos de mis padres interrumpieron nuestra conversación. Entendí que no iba a ser posible mantener allí una conversación, así que entré y se lo expliqué a medias a mamá, quien automáticamente me entregó dos enormes trozos de tarta de chocolate, recubiertos de dulce de azucar de color azul eléctrico, sobre dos platos de plástico, y dos tenedores. Cogí dos botellines de agua, y me fui.

El único lugar en el que podríamos hablar con calma, sin que nada ni nadie nos interrumpiese, era la Casa MacAllister, y así se lo dije. Si bien no sabía porqué, Sawyer no tuvo problema en ir. Primero tuvimos que ir por las llaves a la comisaría, y después fuimos en coche hasta allí. Me sorprendió un poco que Sawyer no me preguntase nada sobre el protocolo que habíamos seguido, actuaba como si para él fuera la cosa más natural del mundo. Decidí que lo mejor sería sentarnos en lo que había sido el cenador de la piscina, ahora vacía y cubierta por una densa red. Nos sentamos en una de las mesas, de forma que ante nosotros teníamos la piscina y el inmenso jardín, y a nuestra izquierda la casa, oscura y silenciosa.

  • Dices que desaparecieron hace quince años- Lo afirmó, más que lo preguntó, mientras se llevaba a la boca un pedazo de tarta y observaba lo que nos rodeaba, yo asentí y también tomé un trozo. No estaba mal. Quizás un poco de coco de más.- El coco apaga un poco la mermelada, está perfecto de azucar, le doy un ocho, los dos puntos de menos son por las florecitas…- Le miré sin ocultar mi sorpresa. Yo no había dicho una palabra, así que supuse que podía leer mentes. O algo así.- Cantan los pájaros, sea lo que sea que les haya pasado, no fue violento- Anotó sin levantar la vista de su plato, luego me miró y sonrió, y yo también. Para variar.- Parker, tú sabes a qué he venido- Otra vez volví a dudar si afirmaba o preguntaba, pero hube de asentir, ya que tenía razón- Unos tipos que no has visto en tu vida, vienen a decirte que tu cerebro funciona de otra forma y que tienes que irte con ellos, y tú no quieres, por supuesto. Tu vida es perfecta tal como la vives ahora, te llevas bien con tus padres, tienes amigos, en el instituto no te va mal, las chicas te dan bola y tu a ellas. Por qué coño te vas a tener que ir a ningún sitio- Yo iba a decir algo, pero él levantó el tenedor un instante, después de llevarse un nuevo trozo a la boca, invitándome a seguir escuchándole- Entonces no te vas a ningún sitio, vas al Community College a hacer algo, y al poco de empezar te empiezas a aburrir. Un aburrimiento masivo. Cambias de opción. Cambias de horarios. Pero el aburrimiento sigue ahí. Dejas de ir a las clases. No te explicas el porqué, hagas lo que hagas, tu interés por la materia se desvanece en cuestión de horas. Te mientes a ti mismo. El interés se desvanece, porque tú, en realidad, todo eso, ya lo sabes. Como te pasaba en el colegio, y después en el instituto. Pero allí tenías tus técnicas. Tus técnicas anti-aburrimiento. Las tenías tan perfeccionadas, que lograste pasar inadvertido. Eras uno del montón. El problema es que ahora no estás en el colegio. Y entonces decides volver a casa. Tu hermana ya no vive allí, como la mayoría de tus amigos. Empiezas a trabajar con tu padre. Pero el aburrimiento se hace más grande. Pruebas a practicar deporte. Pintar la casa. Hacer inventarios innecesarios. Tu cabeza no trabaja contigo. Ella va más rápido, lo quieras o no. Aventuras fugaces. Visitas ciudades. Da igual donde trabajes, no te adaptas en ningún sitio. No cuadras. Porque tú, aunque sigas mintiendote a tí mismo, no eres del montón, Parker. Tú eres como yo. No, no estás maldito, ni te vas a quemar si te da la luz del sol, simplemente tus neuronas actúan de otra manera. Lo quieras, o no. Así que, lo mejor es que te rindas a la evidencia, y aceptes nuestra proposición. Créeme, no te arrepentirás- Había hablado mientras dejaba vagar sus peculiares ojos azules por el jardín, moviendo el tenedor en el aire, ahora me miraba sin sorpenderse de mi expresión, que reflejaba lo que siente aquel al que quitan la máscara en un baile de disfraces. Por un momento quise llorar. Pero no pude. Sin querer, se me dio por reír. Él asintió y tomó un trago largo del botellín.- Nos han puesto mil nombres. El Instituto tiene uno, lo han cambiado varias veces, pero a mi me gusta llamarnos „Consejo de Sabios“. Somos bastantes, no creas, cuando yo llegué éramos pocos. No tienes que mentirte nunca más, vas a dormir mejor- Yo le miré al sentirme de nuevo descubierto, y él sonrió sin mirarme, atento a algo que pasaba al fondo del jardín- Qué hay ahí ?- Y señaló la parcela de rosales y arbustos que colindaba con la piscina.
  • La fosa séptica- Aclaré yo, él miró hacia la casa, y luego hacia los árboles.
  • Los pájaros se posan en todos los arbustos, menos en esos- Anotó. Nos miramos. Y entendí que yo también tenía el poder de leer mentes.

La reconstrucción de los hechos arrojó que el día anterior a su desaparición, los McAllister habían recibido la visita de una empresa de mantenimiento de fosas sépticas que, después de revisar la de la familia, cerró la tapa, que no tenía candado. Aquellos días hacía mucho viento, y la mañana de los hechos, una ráfaga levantó la tapa. El primero en caer fue el perro, después la hija pequeña de la familia, que estaba jugando con él; ante la tardanza de la niña alguien envió al hermano mediano, que también cayó desvanecido al interior nada más acercarse, lo mismo le ocurrió al mayor, y, uno a uno, al resto de los miembros, en la desesperación de tratar de salvarse unos a otros. Esa noche una tormenta de nieve y hielo azotó la zona. La tapa se cerró sobre los McAllister. Y nació el misterio.

Hasta hoy. El hermano de la Sra. McAllister todavía no sabe qué va a hacer con la casa. Por lo de pronto, ahora al menos hay una tumba con sus nombres y sabemos que están allí. A lo mejor ahora hay fantasmas. Aunque Peyton siga diciendo que no existen.

Yo le hice caso a Sawyer, y acepté la proposición del Instituto. Me di cuenta de que había sido la decisión adecuada nada más llegar. Somos un „Consejo de Sabios“ un tanto peculiar. No tenemos superpoderes, ni batimos records olímpicos, tampoco somos genios locos. Simplemente, cuando tu vas, nosotros ya hemos estado allí.

Jessi

El que vino con la idea fue papá. Que todo nos iba a ir bien de una vez, que no nos íbamos a tener que preocupar por nada, que nos daban vivienda, que había mucho chollo y que era llegar y llenar, que Ellos nos ayudarían. Y mamá quiso saber quiénes era Ellos, y papá la llevó a dónde él había estado, y ella regresó convencida de la idea, y trajeron una tartera enorme con carne guisada, y patatas asadas, y pan de barra de esa que cruje rico, y Fanta. El Micki miró en el mapa dónde quedaba la ciudad a la que nos iríamos, y dijo que allí tenía que haber mucha nieve. Ninguno de nosotros había visto nunca la nieve. Y nos reímos. Mamá organizó una especie de mercadillo para vender las cosas que no nos podíamos llevar en el coche. Una maleta para cada uno, y cuatro cajas. Más no cabía. Los muebles que habían sido de la abuela los dejamos en el garaje de la Consu. Los tapó con una lona negra. Y Micki dijo que parecían de una película de miedo. Y la Consu le dijo que el que metía miedo era él con aquellos pelos. Salimos por la noche, para no despedirnos de nadie, dijo mamá, yo ya me había despedido de todas, y había llorado mucho y esas cosas. Así que no me importó. El Micki también se despidió de la Nuri. Y ella lloró mucho. El Micki sólo se cerró en banda y no nos dirigió la palabra en muchas horas. Tardamos cuatro amaneceres en llegar. No había nieve, pero sí mucho frío. Nos recibieron cuatro de Ellos. Dos hombres y dos mujeres. La que iba a ser nuestra casa era un sexto piso en un bloque de diez. El nuestro estaba rodeado de otros bloques, que formaban placitas entre ellos. Eran placitas sin árboles ni hierba. Como todo el paisaje alrededor. Plano y gris. Ellos nos acompañaron a dar un primer paseo para conocer el lugar. Veinte bloques de diez pisos, dos supermecados, una farmacia, una guardería y dos paradas de autobús. Una en cada dirección. Nada más. Al principio todo fue muy rápido. Todos los días sucedían cosas. Mamá y papá comenzaron a trabajar inmediatamente en la Fábrica. Yo le llamo Fábrica. Pero era un conglomerado de edificios y naves en los que se producía algo que nunca supe realmente qué era. Un autobús los recogía todos los días, según turno, y los devolvía cuando éste se acababa. Al Micki y a mí nos inscribieron en un complejo escolar que estaba a media hora en bus de los bloques. Nos sentíamos como se deben de sentir los extraterrestres cuando encuentran a los humanos. No entendíamos una palabra. Pero sólo al principio. Las clases de apoyo para aprender el idioma nos ayudaron a romper el hielo. Los fines de semana íbamos a las Reuniones de Ellos. Allí coincidíamos con otra gente como nosotros. Escuchábamos las charlas. Y cocinábamos juntos. Esa era la parte divertida. Sólo esa. Las chicas teníamos asignada una especie de Consejera, que se reunía con nosotras en una de las salas, nos teníamos que sentar en el suelo formando un círculo, y ella nos íba haciendo preguntas sobre muchas cosas. Siempre había que contestar. No nos podíamos reír. Eso era lo que me costaba más. Después tenía una conversación con cada una de nosotras a solas. Nos decía „lo que teníamos que hacer“. Yo siempre asentía y prometía que lo haría. Así acababa antes y podía ir a comer. Con el Micki era lo mismo, pero sólo chicos, y un Consejero. Aprovechábamos esos momentos para estar juntos porque con los turnos de papá y mamá era imposible. Cuando acababa la reunión hacíamos excursiones con el coche, para conocer mejor la zona. Mamá llegó a la conclusión de que en realidad no había nada interesante que conocer, ya que todos los núcleos urbanos eran idénticos al nuestro. La única ciudad, propiamente dicha, con calles, semáforos, plazas y tiendas quedaba a sesenta kilómetros. Sólo pudimos ir dos veces. Después vinieron a por el coche. Que si papá y mamá se arreglaban bien con el autobús de empresa y nosotros con el de línea. Que el supermercado estaba a dos calles. Que nos recogerían en una camioneta para ir a los reuniones. Que así ahorraríamos en gasolina. Que era lo mejor para salvaguardar el medioambiente. Papá no dijo nada. Mamá seguía sin entender una palabra, o muy pocas, y no pudo protestar. El Micki y yo les vimos alejarse con el coche desde la ventana de la cocina. Después todo se volvió más gris, como el paisaje. Todos los días eran iguales. Y las semanas. Y los meses. Llegó la nieve. Mucha nieve, tanta, que el Micki y papá se unieron a un grupo de gente que liberaba de ella las aceras con palas. La calefacción no llegaba bien al piso seis desde la caldera, así que teníamos que ir muy abrigados por casa. Mamá compró varias mantas muy abrigosas en el supermercado. Una de ella tenía de motivo un lince. Papá se la dio al Micki, porque así era él, le dijo. Y nos reimos. Pasó el tiempo. Años. Nada cambiaba. Siempre igual. Ellos regulaban el orden de nuestra vida, nosotros la vivíamos. Porque era lo que había que hacer. Hasta que el Micki llegó un día diciendo que su tutor del instituto le había dicho que él podía optar a una beca para hacer un Grado en la Escuela Politécnica que había en la ciudad. Papá dijo que muy bien pero que se lo tendría que consultar a Ellos, y el Micki le contestó que no había había nada que consultar, que sólo había dos becas y una era suya, que sólo tenía que decir que sí y ya estaba, y mamá dijo que ya se vería, que a ver qué decían, y papá dijo que Ellos siempre decidían bien, que mirase cómo nos íba, y el Micki se fue dando un portazo, y mamá quiso ir detrás , pero papá no la dejó, que ya volvería cuando le apretase el hambre. Y el Micki volvió tarde, cuando los dos ya estaban en el turno, y me dijo que a él le daba igual lo que dijesen Ellos, que él quería hacer ese Grado por sus cojones, que para eso se había dejado los ojos para conseguirlo, y yo le dije que le entendía pero qué se hacía entonces, y nos quedamos en silencio. Como siempre que no sabíamos qué hacer. Esa semana nos separaron nada más llegar a la Reunión. Mi Consejera me dio una charla a mí sola, que tuve la impresión que duró horas y horas, echándome en cara cosas que yo no sabía ni que había hecho, y repitiéndome hasta la saciedad „lo que tenía que hacer“, y me entraron ganas de llorar, pero sólo me dio un vaso de agua. No me permitieron comer con el resto. Después supe que ninguno de nosotros pudo comer. Nos llevaron de vuelta a casa a nosotros solos. El Micki hizo como que subía, pero después se marchó sin decir una palabra, mamá estaba rara, como si le diese todo igual, papá volvió a repetir que ya volvería cuando le apretase el hambre. Ellos comenzaron a venir a casa todos los días, y una de esas veces, coincidió que estábamos los cuatro, y el Consejero le dijo al Micki que lo de hacer el Grado no entraba dentro de los planes que Ellos tenían para él y que si insistía o tan siquiera intentaba openerse a la decisión tomada corría el peligro, ya no sólo de ser repudiado del Grupo, sino también de ser devuelto a donde había salido sin más derecho después que el de poder respirar. O algo así. Y papá les dijo que por supuesto, y Micki no dijo nada, y yo tampoco, mamá, que seguía rara, se sentó en el sofá y no hizo nada más. Se fueron no sin antes recordarnos la próxima Reunión, y papá los acompañó a la puerta, y el Micki se fue al cuarto y se cerró por dentro, y mamá no hizo cena porque se quedó sentada en el sofá, y papá se fue al turno, y yo sólo tenía ganas de llorar. Entonces apareció el Max. Yo ya lo conocía de verlo con el Micki por el instituto, y el Micki me dijo que le acompañara a su casa, y yo fui. Max y su familia vivían en un pueblo hacia el otro lado. Yo no sabía que había pueblos así. Con casas normales adosadas y jardín. En la casa de Max hacía calor bonito, de ese que te envuelve y no necesitas mantas, y que salía del suelo. El Micki y yo nos quedamos como tontos mirándonos los pies cuando lo descubrimos al sacarnos los zapatos en la entrada. Y por primera vez en mucho tiempo nos reímos, así, sin más. El Max nos presentó a su padre, que se llamaba Fred, y que nos invitó a quedarnos a comer. El Max y Fred vivían solos porque la madre de Max faltó pronto. El Max le explicó a su padre lo que Micki le había contado, porque el Micki no se atrevía a hacerlo, y Fred se puso muy serio y quiso escuchar nuestra historia, y el Micki se la contó, y Fred le dijo que todo lo que nos habían dicho Ellos era mentira, que nadie nos podía expulsar del país así como así, y que él era libre de decidir qué quería estudiar y dónde, le dijo que el Micki ya tenía la edad necesaria para tomar sus própias decisiones, y que él sabía lo que le estaba diciendo porque él era policía, y que no teníamos que tener miedo de nada. Y nosotros le dijimos que teníamos miedo a lo que Ellos pudieran hacer si no les obedecíamos. Fred quiso saber quiénes eran Ellos. Y Micki le explicó lo que sabía. Que no era mucho. Ellos eran Ellos. No había más. Fred dijo que lo mejor era que no volviesemos a casa, y que nos quedásemos allí, pero el Micki dijo que él quería recoger un par de cosas y yo también, porque sólo teníamos lo puesto, y después volveríamos. Regresamos a casa con el bus, porque Fred dijo que era mejor que nadie sospechase nada, y que él ahora ya estaba sobreaviso, y que no tuviéramos miedo. En casa no había nadie, supusimos que tenían turno, yo estaba tan nerviosa que no sabía qué se suponía que tenía que hacer, el Micki fue directo al aparador del salón a buscar nuestros pasaportes, pero allí no estaban, yo busqué en el cajón de la mesilla de noche de la habitación de nuestros padres, pero tampoco estaban allí. En eso estábamos cuando apareció mamá. Venía con mucha prisa, y sin decir una palabra se fue directa a su armario y sacó dos bolsas de deporte, nos las entregó, y nos apremió a que la siguiéramos, venga rápido, venga, venga, el Micki quiso saber qué a dónde íbamos, que él no se iba a ninguna parte más, y ella que calla la boca, y yo que se me dio por llorar otra vez, y ella que suénate y calla la boca, venga, venga, y bajamos por las escaleras para no esperar el ascensor, y salimos de edificio, y mamá salió corriendo hacia una camioneta de reparto de la Fábrica, correr, correr, venga, venga, y se puso al volante, y yo no sabía que mamá supiese conducir, y el Micki tampoco, pero qué haces, y ella que calla la boca, y la camioneta echó a correr como por propulsión, y mamá sólo decía, venga, venga, y cada vez íba más rápido, y yo pensé que nos matábamos, y Micki le gritaba que qué coño pasaba, y ella que calla la boca carajo, venga, venga, y la mirada fija al frente, que parecía una loca, y con la misma velocidad que supongo que tienen las balas llegamos al pueblo de Max, y derrapamos en la glorieta, y nos metimos por prohibido, y con otro derrape paramos delante de la casa de Max, y mamá salió de la camioneta, y nosotros también, y yo sólo quería vomitar, y Micki quiso decirle algo, pero ella le entregó su bolsa y le acarició la cara, y a mi me entregó la mía con un sobre y también me acarició, y sin más regresó corriendo a la camioneta y desapareció tan rápido como habíamos llegado. Yo vomité. El Micki la llamaba llorando, a gritos, como si así le fuera a oír. Y no me acuerdo de más. Según parece me desmayé. Fred nos dijo que en la carta mamá le había encargado de nuestro cuidado, y especialmente del mío, porque yo aún no era mayor de edad, y le había dado las señas de la Consu. Tres días después Fred y otros policías fueron a la que había sido nuestra casa, pero papá y mamá ya no estaban allí, ahora había otra gente que no sabía de lo que les estaban hablando, en la fábrica les dijeron que papá había solicitado el traslado pero no encontraron a dónde. El lugar donde se celebraban las Reuniones estaba vacío. Como si nunca hubieran existido. Sólo nosotros continuábamos allí.

El Micki comenzó su Grado y lo acabó. Yo también hice uno. El Max pasó de ser el Max, a ser mi Max, porque sin él nada para mi tendría sentido, y se hizo policía como Fred, que nos cuidó al Micki y a mí como si fuéramos suyos. Mandamos un camión de mudanzas a lo de la Consu a buscar los muebles, que aún estaban bajo la lona, y fueron los primeros que pusimos en nuestra casa. El Micki también puso casa. Cerca de la nuestra. Con calefacción que sale del suelo. Y a veces nos quedamos como tontos, mirándonos los pies. Y nos reímos.

Y si recordé todo aquello, fue por culpa del ganso congelado. No del ganso mismo, sino del congelador en el que estaba metido en el super. Porque no me acababa de decidir si coger uno o sólo los muslos, cuando le vi. Justo delante de mi. Mirándome fíjamente, como mira aquel al que has hecho algo imperdonable. El Consejero. Ellos. Otra vez. Y me quedé clavada, incapaz de decir palabra. Y él me agarró el brazo con fuerza, y me dijo que me iba a ir con él y que si decía una palabra…Pero no pudo decir más. No contaba con mi Max. Que lo apartó de mi de un empujón, y le dijo que ya estaba tardando en marcharse de allí, y que no se le ocurriese volver, y que tenía que tener muy presente, que él, mi Max, tenía permiso de armas, y por primera vez vi el miedo en el rostro siempre impenetrable de el Consejero, y casi se cae, y se marchó corriendo. Tampoco contó con las cámaras de videovigilancia del super, y del aparcamiento, y de la autopista. Ahora sólo hay que tirar del ovillo, dijo Fred. El Micki dice que él ya se ha hecho a la idea de que papá y mamá ya no están. Yo no. Yo esperaré hasta que no haya ovillo del que tirar. Mientras aún esté aquí.

Nivel 3

  • Parece que ya despierta…
  • Tú crees?
  • Se ha movido, y ha como medio parpadeado…
  • Bueno, muchos hacen así y después siguen dormidos..
  • Mira, ves?..
  • Tienes razón, vamos a ayudarle un poco…
  • Tú crees?
  • A veces funciona..
  • Ojos abiertos, buena señal..
  • Hola, te daría los Buenos Días, pero nunca sé en qué día vivo…
  • Venimos en son de Paz…
  • Y eso?
  • Siempre quise decir esa frase, y justo cuadra..
  • Pues sí..en fin..no..no…espera..
  • Espera…
  • No intentes nada, todavía no…así..mejor así..
  • Buena señal..
  • No adelantemos acontecimientos, eso nunca es bueno….por qué está aquí?
  • Decisión Equivocada…
  • Tengo que hablar con Nivel 1, „Decisión Equivocada“…no ayuda a nada..
  • Tienes razón…como“Encuentro Súbito“, vete tú a saber…
  • En fin…no sale de su asombro…tú tranquilo, amigo, somos Nivel 3 no tengas miedo..
  • Nos entiende..
  • Perfecto…veamos, Ámbito1 en orden, Ámbito2 también, Ámbito3 ecos de dolor….origen?
  • Nivel 2 mandó esto…
  • Entonces todo en orden, desaparecerá en breve….qué gracioso, frunce el ceño…ahora no puedes hablar, amigo, un poco de paciencia…
  • Solicito traslado?
  • Tú qué dices….Dejá-Vu o no?
  • Siempre es agradable recibir postales…
  • Pues sea…listo…hasta nunca, amigo..
  • Que no te asuste el ruido…el cambio de segmento es lo que tiene…
  • ByeBye…
  • El siguiente ya está en traslado..
  • Causa?
  • Desfase Métrico
  • Definitivamente tengo que hablar con Nivel1

La Rampa

Una mujer sube la cuesta. Va por la acera. Con ella va su hijo de dos años, que va agarrado a cochecito de bebé que ella empuja, en el capacho duerme su otro hijo. Tiene seis semanas. Se acaban de bajar del autobús, por la mañana nevó, y ahora no se ha atrevido a recorrer la distancia desde su casa a pie. Hace demasiado frío. Y hay placas de hielo. Tiene miedo a resbalar. Mejor con el bus. Ya no nieva. Pero el viento se ha quedado, helado y húmedo. Alcanzan el pie de la escalera que conduce a la pasarela que sobrevuela la carretera y que da acceso a la escuela. Cada tarde, desde que tiene que recoger de la escuela a su otro hijo, el mayor, se ve frente a la misma diatriba. Debe elegir entre sacar al bebé del capacho, coger al de dos años de la mano, y aventurarse los tres tramos escaleras arriba, dejando el cochecito atrás, escondido tras una de las columnas, sin tener garantía de encontrarlo de nuevo a la vuelta, o esperar a que pase alguien y que esta persona la ayude a subir con el carrito y al de dos años sin que todos rolen escaleras abajo. Siempre opta por la segunda opción. Siempre pasa alguien. Y ese alguien llega. Ella también tiene que recoger a su hijo. Entre las dos suben el carrito, mientras vigilan que el de dos años no tropiece. Para la vuelta se ofrecerá otra persona. Siempre se ofrece alguien.

Como Gerd. Gerd es el vecino de Adeline. A Adeline le gusta andar a caballo. Anda a caballo desde los cuatro años. Ahora tiene nueve. Y lo hace muy bien, o al menos es lo que dice su profesor de equitación. Según parece, Adeline se mantiene con suma elegancia sobre la silla de montar. Pero no cuando el caballo se asusta y la arroja al suelo. En esos momentos, no. La pierna de Adeline está ahora rota por tres sitios y fija de arriba a abajo en una escayola multicolor jalonada de tornillos y varillas. Adeline no está enferma, solo tiene la pierna „Kaputt“, como le gusta decir a su hermano. Hoy Adeline tiene su presentación de Ciencias Naturales. No está especialmente nerviosa. Si hay algún animal que Adeline adore, además de a los caballos, son las tortugas. Y sobre ellas va a tener que hablar durante cinco minutos. El problema radica en llegar hasta la escuela. Mamá se cogió una semana libre, pero fue de todo punto imposible que ella sola llevase en brazos a Adeline todos los tramos de escaleras que dan acceso a la pasarela, tampoco bajar con ella en brazos la escalinata de acceso al edificio por la parte de atrás. Es que ya tiene un peso, dijo mamá. Así que le tocó a papá. Y ahí es donde entró Gerd. Cada mañana, ambos hombres, antes de ir al trabajo, cargan uno la niña y otro la silla de ruedas escaleras arriba, cruzan la pasarela, y suben la escalera de entrada al módulo. Alli hacen los hombre una pausa. Después sólo queda un último tramo de escalones, ya dentro del módulo, para alcanzar el patio. Allí es donde Adeline se sienta en la silla. Su clase colinda con el patio. Por la tarde la recoge Hagen, un hombre que viene contratado por el seguro. Él aparca en la parte de atrás de la escuela, porque le resulta más cómodo. Siempre habrá alguien que le ayude a subir la escalinata con Adeline y su silla. Adeline recibió hoy un diez y un sticker con una estrellita de purpurina azul por su presentación de las tortugas. Pegó el sticker a la escayola. Brilla con los cambios de luz….

  • No sé tú qué dices, pero yo creo que la presentación de los hechos me quedó muy lograda…
  • Adeline ya anda con muletas…
  • Pero no puede subir escaleras…
  • Y andar lento, muy lento, le dijeron…todavía la cargan..
  • Pues a eso voy…y lo del cochecito…te juro que cuando no pasa nadie me despido de él por si no lo vuelvo a ver…
  • Y entonces ahora cómo empiezas tu petición….
  • Pues mira, yo pensé en esta frase „Este país es conocido mundialmente por tres cosas: Su cerveza, sus futbol y sus ingenieros. Uno de estos últimos bien puede construirnos una rampa….“
  • O dos…
  • O dos…

Cracovia

Me mandó un Whatsapp a media mañana. Necesito verte, me urgía, necesito tu ayuda. Y le dije que sí. Por supuesto. Me dijo que se pasaría inmediatamente, ya que estaba por la zona. Me sorprendió un poco, la verdad, ya que yo a ella no la trato tanto, a quien yo trato es a su hemana. Pero yo soy una persona que siempre está dispuesta a ayudar. Ese es mi problema. En fin. Llegó enseguida, me dio la impresión de que había enviado el mensaje desde la puerta y luego esperó a llamar al timbre. Venía muy apurada, como aquel que necesita hacer un trámite y sabe que llega tarde. A la pregunta de si quería tomar un café, me pidió té y decidimos tomar uno rojo con vainilla que tengo para semejantes ocasiones. Nos sentamos una frente a otra a la mesa del comedor, abrí una cajita de galletas de mantequilla y la puse en el medio. Tú dirás, le dije, dispuesta a ayudarle en lo que fuera que necesitara, ella suspiró, se apartó la melena de los hombros con las manos, y me miró como lo haría un jefe de estado a su ministro de defensa antes de pulsar el botón de Defcon4.

  • Necesito hacerme polaca- Me dijo con gravedad. Yo me quedé en blanco. No en blanco nuclear, sino que en mi cabeza se formó un conglomerado de ideas inconexas sin principio ni fin. Y opté por no decir nada. Ella asintió con la cabeza, como dándome la razón a aquello que yo nunca había dicho- Sí. No hay otra opción. Necesito la nacionalidad polaca ya, es que si no…a ver, siendo polaca las cosas son mucho más fáciles y no tengo que dar tanta vuelta para conseguirlas, entiendes?Todo es una cuestión de tiempo- Y tomó un trago de su té, yo la imité, todavía tratando de dilucidar cuál era mi papel- Mi tía siempre me decía que para cumplir los sueños hay que perseguirlos sin pausa, y eso es lo que estoy haciendo, perseguir sin pausa mi sueño, lo que pasa es que las trabas son demasiadas…
  • Por?- Me atreví a preguntar, por decir algo. No sé. Ella suspiró y extendió las manos sobre la mesa.
  • Porque la vida, mi vida, es así, llena de curvas y baches, como las carretera que lleva hasta aquí que también podían arreglarla todo sea dicho de paso…y yo necesito ser polaca para que todas esas curvas se vuelvan rectas y no tener que caerme para poder volver a levantarme, porque ese es mi problema, me falta el equilibrio, y eso sólo lo voy a conseguir haciendo por fin lo que necesito para conseguir la felicidad plena..y tú dirás, y quién puede decir que es feliz en estos días de incertidumbre, verdad?, pues mucha gente, amiga mía, mucha gente, y yo quiero ser parte de esa gente feliz, viva la gente que es feliz y que hay dónde quiera que vas, por todas partes, y para eso es de suma importancia que yo salte en paracaidas sobre Cracovia…- Y a mi me vinieron a la cabeza todos los acontecimientos históricos que se relacionan con Polonia, y los polacos, y las invasiones, el Pasillo de Dantzig, pianistas, jinetes, frentes del Este, persecuciones, y un violín, un sólo violín, y todas las lágrimas, los mineros y su Solidaridad, aquel compañero que se apellidaba Karpinski, y lo bonita que debe ser Cracovia, también desde el aire, supongo. No sé. – Y esa es la única razón, y buena es, o no?
  • Posiblemente- Respondí yo. Por responder algo. Yo seguía escuchando el violín. Tomé un trago largo de té.
  • Yo aterrizo con el paracaidas en algún lugar de Cracovia, y la gente se acercará a mí…y yo tendré que hablarles, en qué? En polaco, por supuesto, y si tengo la nacionalidad polaca muchísimo mejor, entiendes? Porque si uno sabe el idioma del país ya gana puntos, pero si además muestras el pasaporte, todo lo demás pasa a un segundo plano, teniendo en cuenta que el fin justifica los medios por el bien de la gente, qué gente? La gente que es feliz…- Y yo me fui. Me fui lejos. Me fui a las verbenas de verano, a bucear olas, a días sin reloj y comidas a deshoras, a lo que pudo ser y no fue, pero fue al fin y al cabo, y fue maravilloso, y todas las risas compartidas, como los pisos, con más gente que habitaciones, y donde comen seis comen doce, si tú me dices ven lo dejo todo y vas tú y le dices ven y lo dejáis todo, y de mesa un atlas sobre una caja de cartón, y el Somme en coche es infinito y verde, y el corazón is all over the place, hasta el final, tal como decía la Houston, sólo que a tí no te sale tan bien. La mejor película de Kevin Costner es „No hay salida“, por mucho que después bailara con lobos, se podrá bailar con lobos? Si los amaestras supongo. Los Huskys tienen los ojos de diferente color, de tener perro yo me decidiría por un perro pastor ovejero, al parecer sólo les falta hablar. Qué susto, no? que te hable de pronto el perro. Estoy convencida que mi problema de base fue no haber escogido Hogar en BUP, ahí está el quiz…- Y por eso necesito que hables con Augusto- Y yo salí como de una nube de las que antes había en las discotecas, y ante mi vi AUGUSTO en letras luminosas de colores con purpurina, y supe que no tenía nada que ver con nada de romanos, ni con Algueró, ni con payasos, ni con el padre de Matilde, entonces con qué?.
  • Quién?- Y se lo pregunté con toda la sinceridad que pude reunir, ella asintió con la cabeza.
  • Ya supuse que no tendrías el teléfono, pero tenía que intentarlo…cómo se llama a la embajada polaca?- De haber sido esta la última pregunta antes de ganar el millón en „Quiere ser millonario?“, después me habrían tenido que buscar en la Polinesia.
  • Llamando a la embajada polaca- Contesté, ella volvió a asentir con la cabeza, suspiró y se incorporó al tiempo que se colgaba el bolso.
  • Pues eso, que ya te iré diciendo como va la cosa…muchísimas gracias- La acompañé hasta la puerta y se fue. Después me senté en el sofá. Y ya está. Tú me acabas de despertar.