8:30- Malrboro light. Dos donuts. Café con leche para llevar. Seat Ibiza rojo.
8:38- „El País“. Caramelos de menta. Deposito lleno. Volkswagen Polo negro.
8:45- Café solo para llevar. Deposito lleno. Volkswagen Golf viejo azul.
Aparecen normalmente a eso de la nueve, en un monovolumen gris multipuerta, o sale él o sale ella. Depende del día. Ella siempre en traje de chaqueta y abrigo en invierno, chinos y blusa en verano, melena tipo paje y tranquila. Muy tranquila. Él, traje y abrigo Loden en invierno, vaqueros y camisa en verano, pelo entrecano y voz amable. Muy amable. Los críos van todos vestidos de uniforme en falda o pantalón y no puedo contabilizarlos, ya que van todos iguales y se parecen. Son más de tres y menos de siete. No gritan, ni se pelean, ni quieren cosas. Depósito lleno, „El País“,„A,B,C“ y „Telva“, metálico.
9:00- Café con leche sin azúcar para llevar. „El País“,Chicles de fresa. Deposito lleno. Seat León azul cobalto.
Ino llega a las nueve y diez. Se disculpa por el retraso, le digo que sólo son diez minutos, y él dice que diez minutos son diez minutos, tengo que darle la razón. Ino mide 2,2 y es negro, no juega al baloncesto y odia nadar. Preguntado por su origen el siempre responde África, como si todos los países del continente se concentrasen en su persona, pero a mi me consta que proviene de Gambia. En otra vida estudió económicas y fue contable, en esta trabaja a turnos en la gasolinera de su suegro, mi tío. También lleva la contabilidad, pero eso sólo lo sé yo.
9.45- Llegan Carmelo y Juande. La pareja de la Guardia Civil. Café solo con azúcar. Cortado con un azucarillo. Todoterreno verde. Juande le pregunta a Ino cuándo pueden volver a entrenar, Ino dice que a él le viene bien los viernes por la tarde, Juande consulta algo en su móvil y asiente. Viernes por la tarde. Carmelo me pregunta por mi tobillo, me recomienda una crema, yo hago que la apunto.
10:30- Cuatro de cada siete días viene él solo. Hoy vienen los dos. Camioneta Volkswagen blanca. Un paquete de Chesterfield. “Marca” y “Aprende a tricotar 3”. Se sonríen. Justo antes de pagar ella se decide por una bolsa XL de M&M´s. El menea la cabeza sonriendo. Ella me guiña un ojo. Las sonrisas son nuevas. La revista también. Antes eran dos paquetes de tabaco. Él le abre la puerta de la camioneta. Van hacia el polígono.
12:00- Segis entra tirando su manojo de llaves al aire y volviendo a recogerlo por la espalda. Tiene práctica. Nunca se le cae. Mono de trabajo gris. Sin afeitar. Dos Red Bull. Ducados. “Marca”. Me pregunta por mi tío. Supongo que bien. Que le diga que ya le tienen las uralitas cortadas. Paga y se me queda mirando. Continúa tirando el manojo al aire. No parpadea. Yo tampoco. Reacciona y se va silbando. Siempre se afeita. Hoy no.
12:30- Gorkan llega en su seat Ibiza verde. Lo aparca atrás. Metro ochenta, fibroso, casi de alambre. Pelo castaño claro. Es inmutable. Su rostro no varía de expresión bajo ninguna circunstancia. Seria y fría. Habla poco. Correcto en las formas. Su mirada verde se mueve despacio. Como él. Hace siempre el turno de tarde o de noche. Ino y yo nos repartimos el resto. Se queda por atrás.
14:30- Remedios y su hija Estefanía. Remedios habla sin puntos ni comas. Recorre el establecimiento tres veces, se para en las estanterías de aperitivos y revistas. “Diez Minutos”, “OK” y un coleccionable de relojes de cuco a piezas. Su hija permanece inmóvil junto a la puerta. Mira hacia fuera. Pantalón vaquero y chaqueta de chándal, zapatillas de deporte nuevas. No se mueve. No le veo el rostro. Cuéntale, niña, cuéntale a Guio dónde estuviste – y la voz de Remedios chirría, apremia, la hija sigue sin moverse- de azafata de cruceros, imagínate, por esos mares de Dios,cuéntale mi niña, cuéntale- Estefanía se vuelve despacio, el rostro del millón de dolares, así creo que las llaman, todo en su sitio, todo perfecto, el pelo lo enmarca aún sin peinar. Mis ojos no la pueden dejar. Cuéntale, mi niña, de las islas y los barcos, dile, no quiere, aún está cansada la pobre- Remedios rebusca en su monedero del suelto. Algo no me cuadra. Algo no va bien. Las pupilas demasiado dilatadas, mirada fija, pálida, inexpresiva en su insultante belleza. Estefanía me cuenta otra versión . Sin decir una palabra. Aparta la vista de la mía. La vuelve a perder en el exterior – Va a empezar en el polígono. Con Arturo. En la oficina. Ahora que ya está de vuelta, mi amor, verdad niña?, está cansada , la pobre, vamos pues- Remedios me da todo el suelto, coge a su hija del brazo. Renault Clio azul. Depósito lleno. Estefanía me mira antes de entrar en el coche. Creo que me sonríe.
15:30- Metro ochenta. Metro setenta. Entre treinta y cuarenta. Rasgos eslavos. Pelo muy corto. Cazadoras de cuero negras, pantalón vaquero, botas de montaña. Audi A4 gris. Hablan entre si sin alzar la voz. El más alto señala algo en la lejanía hacia el este, el otro afirma con la cabeza. El más alto entra en el establecimiento. Vuelve a salir y me mira encogiéndose de hombros. Miro hacia el interior. Gorkan no está dentro. Ni en la trastienda. Tampoco tras las estanterías de repuestos. Gorkan no está. 4 cajetillas de Malboro. Dos botellines de agua. 2 RedBull. Dos palmeras de chocolate. Un coleccionable de relojes de cuco por piezas. Metálico. No hablan inglés. Manos cuidadas. Discretos. Entran a la vez en el coche. Hacia el oeste.
Busco a Gorkan. Lo encuentro reparando el tejadillo que cubre el arcón del hielo. Atrás. A veinte metros del establecimiento. Las tuercas están sueltas. Me lo dice sin dejar de atornillar algo en una de las barras. Concentrado en la labor. Entiendo. Vuelvo al establecimiento. Gorkan a veces ve fantasmas. Los fantasmas no existen.
Cuando llego a casa mi sargento está pasando la aspiradora. En realidad se llama Felipe y es el amor de mi vida. Nos conocimos siendo él sargento. Y entonces me dijeron que si me dirigía a él en el ministerio, le llamase así. Y así le seguí llamando. Nos casamos un diez de julio, sábado, por la mañana. El de bonito y yo de blanco roto. De luna de miel nos fuimos a Costa Rica. De eso hace cuatro años y tres meses. Él ahora es teniente. Pero para mi sigue siendo mi sargento. Él me llama Guiomar. Porque es mi nombre.
Cenamos a las 21:45. Pechugas de pollo con ensalada, mousse de chocolate de postre. Me pregunta por mi día,le cuento pormenorizadamente. Las cosas de palacio van despacio, ya decidirán dónde te ponen. Si te cansas lo dejas y tu tío busca otra persona. Me gusta. Hasta que decidan dónde me ponen. Después se verá. Estamos de acuerdo. Rara vez no. Vemos un capítulo de “House of Cards”. Me pregunto si podré volver a usar zapatos de tacón.
8:30- Chicles de menta. Café solo sin azúcar para llevar. Toyota Prius verde.
8:38- “Hola”. “Crunch XL”. Chocolate para llevar. Twingo azul. Depósito lleno.
8:45- No paran de hablar un segundo. Entre ellas y por el móvil. Ni me miran. Melenas de peluquería, perfume caro. Tacones de marca. “Telva”, “Elle”, “Vanity Fair”, “Hola”, “El País”, Coleccionable de casa de muñecas. Con muñeca. Café solo sin azúcar. Ford K blanco. Tarjeta.
9:00- Hoy sólo tres niños. Excursión a Andorra. Viene ella sola. Lleva un vestido-abrigo amplio. Ligeramente irritable. “ABC”, “El País”. Una bolsa XL de M&Ms. Metálico.
Ino llega puntual. Le ha acercado Beca, que me dice adiós desde el coche. Ino me dice que tiene cita con el pediatra con la niña. Catarro. Supone.
Beca es pelirroja. Mide 1,65 cm y pesa aproximadamente sesenta kilos. La gente con su color de pelo tiene fama de tener mal carácter. Beca tiene carácter,pero no malo. Siempre lleva el pelo recogido en un cola de caballo muy tirante, y camina con paso decidido. Como la gente que sabe a dónde va. Estudió secretariado internacional en la capital y cuando regresó ya lo hizo con Ino. -Arbeh nyandi/-Arbeh jang/-Illafta muriella?/Nllafta bayolehlla Yardi (10) tang/-Yardi Pang!10 meter! For Eteh Nyamataleh! Wo seyataleh. Wo Seyataleh deh/-Hani, Hmang Seya Arbeteyataleh Ok/-So Muntumaleh Ellafitalla?/-Embehlafillala lokun nalaleh/-OK. Color juma/color sefanyadi/Tambakero/OK. Ino encarga diez metros de tela de colores para los vestidos a su primo. Sé algunas palabras. Futunafuloo, Dote. Kodo, Dinero. Mandinka. Beca quiere una boda multicolor. A mis tíos les da igual, con tal de que por fin haya boda.
Ino ayuda a Juande a entrenar para el físico. Según los nuevos baremos tiene que bajar diez kilos de peso y ser capaz de recorrer tres kilómetros en diez minutos. Todavía tienen tres meses. Y ha bajado cuatro. Algo es algo.
9:45- Carmelo viene riéndose de Juande. Juande no le encuentra la gracia. En las prácticas de tiro no acertó ni un blanco. Ni uno. Café solo con azúcar. Cortado con azucarillo. Ino le defiende. Un mal día lo tiene cualquiera. Ya son dos los malos días. Anoto que yo no siempre acierto. Los tres me miran en silencio. En serio. Se miran entre si. Siguen sin creerme. Cría fama.
10:00- Discuten a gritos. Ino se me une en la caja. Nos ignoran. Ella va descalza. Vestido de seda verde. El moño deshecho. Se le ha corrido el rimmel con las lágrimas. El lleva un traje de raya diplomática. Camisa abierta. Ojeras. Sin afeitar. Si no te calmas te dejo aquí. Ino me mira de reojo. Yo trato de localizar su “aquí”. Vete a la mierda. Qué se supone que hacemos ahora. Coge tu puta agua y vámonos. No me toques. Les suenan los móviles. Él responde la llamada. Ella no. Él se va. Ella se acerca con una botella de un litro de Evian. Tiembla. Su rostro está embadurnado de llanto y maquillaje. Ino le ofrece un pañuelo de papel. Ella lo acepta. Le agradece con los ojos. Se le cae el suelto al suelo. Ino le ayuda a recogerlo. Suena un claxon apremiante. Ella se asusta. Se disculpa. Abandona el establecimiento tambaleándose. Porsche Panamera negro. Hacia el oeste.
10:30- Filtros para tabaco de liar. Café solo sin azúcar. In situ. Volkswagen polo azul.
11:10- Could you tell my husband he is an absolute asshole?. Le cobro los dos litros de Solán de Cabras. Metro ochenta, vaqueros y camiseta azul. Sin afeitar. Su marido elige el coleccionable de relojes de cuco y el “Telva Colecciones”. Don´t you dare. Yo también te quiero. Metálico en monedas de un euro. I told you he is an asshole. Opel Zafira gris. Depósito lleno.
12:20Yatedijequenotefiarasdeélqueteibaadejartiradatíaahoranomevengasconmonsergas. ChesterfieldChiclesdementasinazucar. Cuandollegeacasatellamoconcalmaahoratengoquecolgaresmihermanaqueesunaplasta. Ford K rojo. Depósito lleno.
13:00- Ino me dice que sólo quedan dos Magnum de vainilla en el arcón. Decidimos esperar a que llegue Gorkan. El se encarga siempre de ir a la cámara frigorífica. Ino es alérgico al frío.
14:15- “Mis Labores” y “Pronto”. Bolsita de cacahuetes. Seat Ibiza gris. Control de aceite.
14:30- Coca-Cola en lata. Paquete de patatas fritas. “O.K”. Scooter roja. Lo carga a la cuenta de su padre. Ino levanta las cejas. Yo apunto.
15:00- Llega Gorkan. Aparca atrás. Ino hace recuento en la lista de lo que se necesita. Yo me compro “El País” con la película “Rebeca” de regalo. Anoche soñé que volvía a Manderley. Ino se ríe y niega con la cabeza. El es más de musicales. Le da a Gorkan la lista.
Gorkan sale del almacén muy pálido y llorando. Ino y yo no reaccionamos. Gorkan nunca se inmuta por nada, a veces dudamos que pueda sentir. Pero cae al suelo. Ino le acude. Yo me apuro al almacén, no sin antes agarrar el bate. La cámara frigorífica está abierta. Y allí está. Tirada en el suelo. Muerta y helada. Sobre un charco rojo. También helado. Ino y Gorkan llegan a mi lado. „Al menos tiene cabeza“ anota Ino,yo asiento, Gorkan se tapa la boca con la toalla que lleva en la mano y tose. Volvemos a la tienda. Ino dice que hay que llamar a los de verde, yo llamo a los de verde, a los de azul y a mi tío Gerardo.
Y empieza el show de luces y sirenas. Quién es quién. Pasaportes y Documentos. Dónde estaba quién cuándo. Horas y minutos. Llevaba allí dentro dos días. Yo fui la última que entró en la cámara y no había cadáver alguno. Hace tres días y diez horas. Se llevan a Gorkan en ambulancia con un ataque de ansiedad. Ino y yo la miramos alejarse. Ino me ofrece un café largo. Nos sentamos a observar el show de luces y sirenas.
La muerta es Estefanía Márquez López. La hija de Remedios. No la reconocí en el momento de descubrir su cadáver, sólo cuando la envolvían en un plástico blanco después que el juez hiciera las disposiciones, me fijé en la cara, y era ella. Aún con el color que la muerte regala y tras llevar días en una cámara frigorífica, conservaba intacta su belleza. Tiro en el pecho. Muerte en el acto.
Hay una hora al día en la que el establecimiento está fuera de funcionamiento. Esa hora varía dependiendo de como definimos los turnos y esto lo hacemos según nos conviene a los tres. Los defino yo por semanas. En el calendario de pared en el despachito de atrás. Estamos por colores. Yo soy verde, Ino azul y Gorkan amarillo. Tuvo que ser en esa hora. Tengo el cuándo. Pero por qué?. Y por qué ella?. Algo quiso decirme la última vez que la vi. Pero qué?.
No fui ni al entierro ni al funeral. Ino me lo contó después. Al parecer Remedios se ha transtornado. A mi modo de ver ya lo estaba. Sólo ha empeorado.
Mi tío cierra el establecimiento dos días. La cámara sigue precintada.
Me he descolgado por fachadas, tomado al asalto viviendas, corrido en la oscuridad total, sé moverme sin hacer ruido, volverme invisible, y alcanzar un blanco móvil a sesenta metros. Soy agente del Grupo de Operaciones Especiales, especialista en qué, cuándo y dónde, para mi no hay gamas de color, sólo el blanco o el negro, la cara o la cruz, un si o un no. Cinco centímetros a la derecha,son para mi cinco centímetros a la derecha. No supongo nada. Ni dejo nada al azar. Pero el tobillo me lo rompí bajando las escaleras del sótano de mi casa. Conté un peldaño de menos. Me caí con el que estaba de más. Dos tornillos y una placa de titanio. Baja por enfermedad. Pero no estoy enferma. Sólo tengo una placa de titanio en el tobillo. Y el no saber si voy a poder volver a descender por una fachada. Nada más.
Me ofrecí voluntaria a ayudar a mi tío en la gasolinera. Sin cobrar un duro. Para pasar el tiempo. Mi sargento me acercó los primeros días. Ahora ya puedo conducir yo. Mi qué, quién, cuándo, particular. Modus Operandi.
9:45- Carmelo me comenta que Remedios ha desaparecido. Si la ves, avisa. Miro hacia el campo baldío que se abre frente a la gasolinera. Al otro lado de la carretera. Si apareciera por allí, la vería. Sí. No digo nada. A Juande le empieza a sobrar el uniforme. Se lo digo. Le da una palmada en la espalda a Ino. Ino menea la cabeza. El mérito es de este señor de aquí. Café solo con azúcar. Cortado con azucarillo.
10:30- Llegan las revistas nuevas. “National Geographic”, “Mi Bebé” y “Bricolaje Fácil”.
11:00- Ducados. Red-Bull. Dos donuts. Scenic blanco.
11:30-”Mi Bebé”, “Hola”. Dos bolsas de M&Ms. Hoy más tarde. Sin niños. Vestido premamá. Depósito lleno.
11:50- La última cajetilla de Fortuna. Ino charla con alguien fuera. Le aviso que voy atrás.
Yo oigo los golpes. Y los gritos. No veo a Ino. Sólo le oigo gritar. Y golpes. Y alguien más grita y su grito cesa. Me apoyo en la pared. Media zancada. Escucho. Alguien destroza cosas. Un cristal se rompe en mil pedazos. Media zancada. Escucho. Avanzo. Alcanzo la puerta. Siguen los golpes. Frena un coche. Gritos. Cesan. Frena otro coche. Más golpes. Los gritos cesan. De nuevo cristales rotos. Me asomo. Atrás. Me asomo. Atrás. Me deslizo dentro. Zancada. Me protejo tras un expositor. Quién quiera que sea grita fuera de si y golpea cosas. Oigo gritos de dolor. Cesan. Cristales. Frenadas de coches. Me asomo. Las estanterías están caídas, y la mercancía esparcida por el suelo, distingo las piernas de al menos dos personas en el suelo, los cuerpos cubiertos por los restos de los muebles. Y sangre. Mucha sangre. No es un simulacro. Es real. La idea me viene como un mazazo. Tan brutal como los golpes que sigo escuchando. Me agacho. Cuclillas. Alcanzo el extremo del mostrador. Me escondo detrás. Segis. Es Segis. Con un hacha y una pala de nieve. Ambas gotean sangre. Le vislumbro a través de una estantería partida en dos. El mono gris empapado en sangre y sudor. Su rostro es una mueca animal. Mueve el hacha y la pala como aspas de molinos. Grita algo que no entiendo. Da un hachazo a una columna de gasolina. Me agacho. Descubro a Ino. Está tumbado bocabajo fuera. No se mueve. Segis grita y da golpes contra los coches. Rompe las ventanillas. Avanzo en cuclillas. Piso charcos de sangre. Saco mi móvil del bolsillo. Le hago una llamada perdida a Carmelo. Lo pongo en “modo avión”. Quiero volver a avanzar, me apoyo en lo que queda queda de un expositor y se vuelca. Segis grita algo ininteligible. Otra voz le apremia desde lejos. No reconozco de quién. Desde mi nuevo parapeto veo a Ino. En el suelo . El también me mira a mi. Tiene un herida abierta en la pierna y en un brazo. Me mira y parpadea. No se mueve. Vuelve a parpadear. Yo asiento. Segis suelta la pala coge una de las mangueras de suministro. Empieza a regar a su alrededor. Canta a gritos la canción de “La Jardinera”. Ino aprovecha para alejarse un poco arrastrándose, deja un rastro de sangre.
Segis está a cinco metros de Ino. Yo a tres de éste. Angulo recto. Les tengo a los dos en campo. Echo de menos mi arma. Oigo un coche. Distingo el todo terreno verde. Segis les insulta y da un hachazo contra un coche. Emite un alarido bestial. Ino se incorpora entonces. Sus 2,2 metros se lazan con lentitud mineral. Sangre y sudor. Segis le ve. Alza el hacha y la mueve como el aspa de un molino. Me incorporo. Quiero intervenir. Descubro a Juande a diez metros a mi derecha. Ino acaba de incorporarse. Segis aferra el hacha con las dos manos y la alza. Juande grita a Ino. Ino le mira sin entender. Y entonces sucede. Suena un disparo. Entre los ojos. Segis se derrumba. Primero sobre las rodillas, para luego caer como una marioneta a la que le cortasen los hilos. El silencio se puede cortar.
Las sirenas me confunden. Todo se llena de gente y de gritos. Veo a mi sargento bajar de un helicóptero de tráfico. Dos compañeros intentan darle el alto. Pero él viene hacia mi corriendo. Felipe. Y la tierra se abre bajo mis pies. Y caigo en lo oscuro. Nada.
Las olas nos salpican las piernas mientras caminamos por la orilla. La playa se extiende en una lengua infinita, al fondo de la cual parecen confundirse el cielo y el mar cristalino. No necesitamos nada más. Somos dos. Sin cómo ni por qué. Tampoco cuándo. Sólo el dónde.
No llevo reloj.