Lu
Lu le dio el sobre y le soltó la mano. Ella se dejó resbalar por la tubería y comenzó a correr. Alcanzó a escuchar ruidos, como de detonaciones, pero ya desde el camino de atrás. Trepó por el desmonte y se alejó monte a través, orientándose por el trazado de la carretera. Sin mirár atrás ni detenerse. Aferrando el sobre en su mano. Con las tímidas luces del día alcanzó las primeras casas, dispersas y de labranza, sólo entonces cesó en su carrera. Se escondió en un recodo al paso de un coche, que resultó ser de reparto de leche y aprovechó para mirar el contenido del sobre, arrugado por la presión de su mano. Lu. Tres fajos de billetes grandes y pequeños, una american express black y un pasaporte. Los ojos se le llenaron de lágrimas de repente, y se las borró, el golpe del pómulo le dolió al rozarlo con la palma de su mano, en la que descubrió también rastros de sangre seca, proveniente de la nariz. Ahora se llamaba Lucía Bahón Riquelme. Lu. Borró otra vez las lágrimas,que, impertinentes, brotaban de sus ojos para rodar por su lastimado rostro. Una vez habían hecho bromas con la foto del pasaporte, si la miras rápido puedo ser tu, le había dicho guiñándole un ojo, y se habían reído. Lu. Se volvió a esconder al paso de otro coche, y guardó el sobre en el bolsillo de la sudadera sin soltarlo de la mano.
Llegó a lo que le pareció el centro de un pueblo, que seguramente había visto siempre a través de la ventanilla de algún coche, pero que ahora no reconoció. Al doblar una esquina, se topó con un nutrido grupo de gente que aguardaba la llegada de un autobús en la parada, unos jugaban con sus móviles, otros charlaban animadamente entre si, un par fumaban, ninguno de ellos notó su presencia. Ella se puso la capucha de la sudadera que llevaba, y su rostro se perdió en la sombra. No consultó a dónde se dirigía el autobús. Cualquier destino era bueno. Cuando llegó el autobús, pagó con uno de los billetes pequeños y buscó un asiento al fondo en ventanilla. No se durmió en todo el trayecto. Tenía demasiadas cosas en las que pensar.
La última parada fue una estación de tren de cercanías. Buscó el panel de información de destinos, y no tardó en encontrar el que buscaba. El aeropuerto de Heathrow.
La mujer que atendía el mostrador de venta de billetes „Last-Minute“, le tendió una hoja con una lista de posibles destinos cuyos vuelos salieran con la mayor prontitud. Recorrió la lista con el dedo índice de su mano izquierda, el único con la uña casi intacta, y se detuvo en el destino listado en quinto lugar. Allí no había estado nunca, pero conocía a alguien. El escondite perfecto.
Pagó en metálico un billete sólo de ida, y de la misma manera compró en una de las tiendas dos pantalones vaqueros, varias camisetas, mudas y unas botas, además de una mochila. Se vistió con ropa limpia, y tiró todo lo que había llevado puesto hasta entonces a la basura, incluidas las zapatillas de deporte, que, descubrió, tenían manchas de sangre. Antes de pasar el control de seguridad, utilizó uno de los ordenadores para uso público, y entró en su perfil de Facebook. Tuvo que hacer memoria para acordarse de su contraseña, hacía mucho tiempo que no entraba. El grupo que buscaba lo encontró rápido, recorrió uno a uno los perfiles de la gente que lo formaba, escrutando los rostros ya que no se acordaba del nombre de la persona que le ocupaba. No pudo evitar exhalar un suspiro de alivio cuando la encontró y descubrió que todavía utilizaba Messenger.
„Hola, soy Amanda, te acuerdas de mi?“
El porqué de las cosas
Duarte Naveira, apoyado en el cierre de piedra del paseo marítimo, observaba a los surfistas, eran dos y avanzaban contra las olas, bocabajo en las tablas, ayudándose de los brazos para ganar distancia. En un momento se auparon sobre las tablas, y, sin perder el equilibrio, acariciaron con éstas las crestas de las olas, trazando sinuosos caminos en la espuma, para descender después hacia la orilla y dejarse caer en la rompiente, de un gris casi negro a aquellas horas. Nunca lo había intentado. Pachangas con una pelota en el agua, hacer el pino, entrar a la carrera salpicando a diestro y siniestro, sí, ese era más su estilo, pero lo de mantenerse sobre las tablas o esperar horas a que hubiera olas no era para él. No tenía tanta paciencia.
-Ya la van a sacar- La voz de Corcubión le devolvió a la razón por la que estaba allí a aquellas horas de la mañana, se volvió a mirar hacia uno de los portales de la acera de enfrente. Alguien había avisado a la prensa, y dos equipos esperaban en la acera, controlados por varios de sus compañeros. Él no iba a acercarse, ya había visto todo lo que tenía que ver en el quinto derecha durante gran parte de la noche, pero necesitaba hablar con el juez y con el forense de guardia. Optó por llamar a Omar al móvil de servicio, los de la televisión iban a estar bastante rato apostados y no quería hablar con ellos, aún no.
-Todavía estáis arriba?- Preguntó al tiempo que alzaba la vista hasta el quinto piso, ahora con las ventanas abiertas de par en par, Omar se acercó al ventanal de lo que era el salón, aún con mono blanco y mascarilla, y le saludó con la mano.
-La están bajando a pie, no cabe en el ascensor- Su voz sonaba enlatada tras la mascarilla, Duarte asintió con la cabeza.
-El tipo es zurdo, y calza el cuarenta y cinco- Apuntó, Omar le mostró el pulgar de su mano derecha enguantada desde el ventanal.
-Positivo, esta tarde te decimos más- Y desapareció del ventanal hacia el interior de la vivienda, Duarte se volvió hacia Corcubión, que también parecía muy interesado en las maniobras de los surfistas.
-Una vez lo intenté y casi ahogo, llegué a la orilla y la besé como el Papa tío, increíble- Duarte evitó reirse ante la imagen de su compañero besando el arenal, y le indicó el quinto piso con la mano.
-Cuando subas, cierra las ventanas y las persianas, en toda la casa, precintas y dejas a Rubén en la puerta arriba- Ordenó volviendo a meter el móvil en el bolsillo del pantalón, Corcubión asintió y se dispuso a cruzar al otro lado de la calle.
Duarte miró la hora, las nueve en punto. Dudó un instante, entre si ir directamente a comisaría o pasarse primero por casa a darse una ducha y a dormir al menos un par de horas. Se decidió por la segunda opción, y se dirigió despacio hacia el semáforo. Se paró en una de las cafeterías de Rubine a tomar un café con un bocadillo de jamón, dándose cuenta entonces del hambre que tenía, ya que desde la cena no había vuelto a probar bocado. Después de dar buena cuenta del bocadillo, puso rumbo a su casa atravesando la Plaza de Pontevedra. Hacía pocos meses que se había mudado a un piso en el edificio conocido en la ciudad como „Casa Barrié“, un quinto, recién rehabilitado, muy luminoso, que daba a la Plaza de Vigo. Cuatro dormitorios, salón-comedor, una más que espaciosa cocina y dos baños. Le sobraban habitaciones, y todavía no había acabado de amueblarlo, pero era su casa y se sentía a gusto en ella. Además, Gelo, que trabajaba a turnos, justo enfrente, en la lonja, se quedaba muchas veces a dormir o hacía camino por el, de modo que podía decirse que lo compartían.
Cuando llegó a casa, se lo encontró tratando de interpretar las instrucciones de una cómoda de IKEA, ya montada, que tenía ante él, y de la que le habían quedado tres tornillos sobrantes.
-Yo no lo pillo, neno, ya está toda aquelada, si la tocas no se tuerce ni nada….y me sobran estos tres rollos….-Duarte se encogió de hombros, antes de poder contestarle, hubo de bostezar y restregarse los ojos.
-A veces traen de más, de repuesto…
-Puede, pero me raya…no sé, las pongo en un cacharrito, y si veo que tal la deshago….
-Muchas gracias….vamos a dejarla así…y si cae cae…como yo ahora mismo, que ya ni te veo…- Gelo rio, y le dio una palmada en el hombro, que casi le hace perder el equilibrio.
-Vete a sobar…que andas derrengao…- Duarte hubo de darle la razón y se alejó por el pasillo- una cuestión…aquí arriba hay un colegio o algo?-Duarte se volvió, ya con los ojos cerrados, sin comprender lo que quería decir- Sí, neno, encima de ti..no sé dónde…un montón de chavalitos todos calcaos y vestidos igual…
-Ni idea…- Acertó a contestar Duarte y se metió en su habitación, Gelo se encogió de hombros y se dirigió a su vez a la cocina, a dejar las tres tuercas en uno de los cajones de la encimera.
Eusebio Cabanillas tenía un cráneo perfecto. Llevaba el pelo crespo, ya blanco, muy corto, lo que favorecía apreciar su forma. En invierno se cubría la cabeza con una boina negra, cuando el tiempo comenzaba a mejorar la cambiaba por un sombrero tipo Panamá. Si se tuviera que poner un adjetivo a su rostro, rectilíneo con curvas precisas sería el adecuado, tomando como referente su afilada nariz que sostenía unas gafas redondas y metálicas, y su nuez, que, sobresaliendo de su delgado cuello, se movía al ritmo de las palabras que pronunciaba. Muchos le llamaban el „hombre gabardina“, ya que, sin tener en cuenta qué tiempo hiciera, era lo que siempre usaba para abrigarse, cruzada siempre por su sempiterna cartera de cuero, curtida a lo largo de todos los años que llevaba de servicio como forense.
Pero aquella tarde, Cabanillas, no recibió al grupo encargado de la investigación del caso ni con gabardina ni con sombrero Panamá, lo hizo en su uniforme dos-piezas verde, y aún sin haberse sacado la cofia del mismo color de la cabeza. A Duarte y Jon, se habían unido, en el despacho de Cabanillas, el teniente Gutiérrez de la Guardia Civil y Lola Requena, responsable del Grupo de Delitos de Violencia de Género.
-Os entrego el preliminar, ya sabéis como va esto, falta el definitivo, pero lo que sí os puedo decir es que las puñaladas, cinco, le atravesaron el corazon y le causaron la muerte casi en el acto, no hay marcas de defensa…
-No le dio tiempo…- Anotó Lola, Cabanillas levantó las cejas y se encogió levemente de hombros.
-Lo dicho, es el preliminar, mañana a más tardar os doy mayores detalles…
-Violación?- Quiso saber Gutierrez, Cabanillas negó con la cabeza y pasó a entregarles una carpeta azul. Iba comentarles algo más, cuando escucharon unos gritos provenientes del pasillo. Al abrir la puerta para ver lo que estaba pasando, se encontraron con un grupo de personas compuesto por familiares de la chica asesinada y varios psicólogos.
-Por qué!!?Por qué le dejó pasar!!? Por qué!!?
-Cálmate, mamá, por Dios…
-No quiero calmarme!!…No me da la puta gana de calmarme!!…Quiero saber por qué!…Por qué le dejó pasar esa hija mía! Déjame!! – Y la mujer, en la desesperación de su rabia y dolor, se soltó el brazo por el que la tenía agarrada su hija, incapaz a su vez de secarse ya las lágrimas que corrían por su rostro, desencajado e inflamado en llanto. La mujer se acercó a ellos con los puños cerrados, y una expresión de furiosa tenacidad en su encendido rostro.- Por qué!!?Por qué…le dejó pasar!!…- Y clavó sus arrasados ojos en cada uno de ellos, buscando una respuesta.
-No..le dejó pasar…la puerta estaba abierta porque ella, al parecer, iba a bajar la basura…la bolsa estaba junto a ella, alguien debió abrirle la puerta del portal y él subió..- Trató de explicar Duarte, buscando las palabras, Lola salió en su ayuda.
-Seguramente fue una casualidad…- Anotó.
-Este no es de casualidades….es un hijo de su puta madre!, eso es lo que es….y ella a bajar la basura!…y dale, coño!!, y yo a decirle que no la baje por la noche….que por la noche no…que la baje por la mañana….pero no!! Y qué…y qué!!??…Que alguien me explique…por Dios…por Dios que alguien me explique por caridad….!!- Y se derrumbó en llanto en brazos de su hija y de la psicóloga que la había estado acompañando, su marido, testigo mudo de la escena, abrazado a si mismo, tras ella, optó por dejarse caer sobre una silla del pasillo, con la cabeza entre las manos. Por un instante, un halo de profunda tristeza inundó el pasillo, y paralizó a todos los presentes. La llegada de un médico, que alguien había llamado para atender a la madre, hizo que todo volviese a funcionar otra vez. De alguna manera. Casi torpe. Como los que caminan por el pasillo de un tren en marcha.
-Se recorrió la casa entera el tío…no dejó títere con cabeza…y menos mal que salió el vecino y se encontró el percal…
-Aún olía a gas cuando llegué yo…
-Si llega a explotar…mira…no quiero ni pensarlo, mejor no…mal cuerpo ya tengo…sí o sí…
-Lo encontraron en la playa….
-Pero no se tiró a ahogar…a que no?- Y Jon le miró casi furioso, Duarte suspiró y negó con la cabeza, Jon golpeó el volante del coche en el que estaban sentados con las manos y maldijo en vasco- Sí o sí…macho…“por qué?“ preguntaba la amá…eso me gustaría saberlo a mí….- Miró un instante al frente, negando con la cabeza, y luego se pasó las manos por el rostro.- Te acerco a casa?
-Sí…mañana será otro día…
-Ya te digo….con lo bien que íbamos oye….
-Seguro que volvemos a la buena racha…
-Además, ya no llueve..
-No lo digas muy alto…- Jon rio entonces, y, encendiendo el coche, se adentró en el tráfico.
La estrategia del erizo
Amanda había decidido bajarse del autobús del aeropuerto en lo que le pareció la entrada a la ciudad, lo último que necesitaba en aquel momento era perderse más de lo que ya estaba. Se había comprado unas gafas oscuras en uno de los Duty Free del aeropuerto, lo suficientemente anchas como para tapar los golpes que jalonaban su rostro y no ser objeto de miradas curiosas. Miró a su alrededor, antes de decidirse a caminar hacia algún lado, necesitaba encontrar un hostal o un hotel donde poder reponer fuerzas y avisar a su amiga Macu de su llegada. La había conocido hacía muchos años en un campamento de equitación en Escocia, en el que habían compartido habitación. Entonces no existía Facebook, pero cuando éste llegó, la cuadra que lo había organizado había invitado a todos aquellos que alguna vez hubieran participado en alguno de sus campamentos a unirse a su grupo, y ella había aceptado gustosa. Le gustaba montar, aunque últimamente no lo hiciese muy a menudo. Macu había respondido a su mensaje casi inmediatamente, se acordaba de ella, y se alegró mucho de que hubiera decidido visitar A Coruña . Habían quedado en que Amanda se pondría en contacto en cuanto llegase. En la parada había un inmenso panel con un mapa de la ciudad, un punto rojo con un „Usted está aquí“ la ayudó a situarse, siguió con un dedo la arteria y encontró lo que buscaba. El Hotel Avenida. Miró a lo lejos, sólo tenía que cruzar al otro lado. No sería muy complicado.
La mujer que la atendió en la recepción no le pidió que se sacase las gafas oscuras cuando le entregó el pasaporte. Eso la tranquilizó, de esa forma ella era prácticamente una fotocopia de Lu. Lu. Pensar en ella y formársele un nudo en la garganta era uno. Carraspeó. Pagó en metálico una noche por adelantado, ya que no sabía cuándo vería a Macu. Su habitación estaba en el primer piso, nada más entrar cerró las cortinas y se sentó sobre la cama. Si bien estaba agotada, sabía que no sería capaz de dormir. Ni de relajarse y descansar. Todavía no podía respirar hondo. Todavía no entendía qué le estaba pasando. Y sobre todo, porqué. Decidió darse una ducha, eso la ayudaría a encontrar un poco de calma. En la ducha descubrió otros golpes que no sabía que tenía, en los costados, los brazos, y los muslos. Vístete, le había apremiado Lu en mitad de la noche y le había entregado un chandal y unas zapatillas, rápido no es coña, ella le había preguntado qué pasaba, se asustó al escuchar tiros, ven, no te sueltes y habían salido corriendo del cuarto. Sólo se acordaba de que eran dos hombres enormes y que de repente ella había volado contra uno de los aparadores de la porcelana, mientras Lu trataba de neutralizar al otro, después el tipo la había vapuleado como un pelele y por último propinado varios puñetazos, hasta que Lu le voló los sesos tras hacer lo propio con el otro. Lu. Salta y corre, no pares de correr. Y eso es lo que llevaba haciendo desde entonces. Sin saber porqué. Prefería no pensar en Eric. El nudo se le hacía entonces demasiado grande. Todo a su tiempo. Se cambió de ropa, y bajó a recepción a preguntar si podría utilizar un ordenador.
“Hola Macu! Ya estoy aquí!“ – Macu le contestó casi inmediatamente.
„Hola Amanda! Qué alegría! Dónde estás?“
„Estoy en un hotel, el „Hotel Avenida“ „
„El del Pasaje?“
„Supongo…:) „
„Me pilla de paso, paso a buscarte en cuanto acabe aquí, dentro de dos horas…te viene bien?“
„Perfecto, aquí estaré! :)“- Macu le contestó con un corazón, ella sonrió levemente y se lo devolvió.
Intentó tumbarse en la cama, pero no era capaz de relajarse, se sentó en el borde y encendió la televisión. Zapeó un poco entre canales y se decidió por un canal multitienda, en el que en ese momento explicaban cómo utilizar un artilugio que transformaba una piña común y corriente en una figura con forma de erizo, con ojos de uva. El erizo. Pensó en su estrategia de defensa, y decidió que la adoptaría a partir de ese momento. Siempre lo había encontrado un animalito fascinante.
Macu seguía igual. Ahora llevaba el pelo, castaño y liso, en una melena hasta los hombros, entonces la había tenido más larga, pero su rostro pecoso de facciones pequeñas dominadas por unos curiosos ojos verdes, era el mismo, ahora sonriéndole al tiempo que abría los brazos de par en par para invitarla a un abrazo, que, sinceramente, ella necesitaba más que ninguna otra cosa en el mundo.
-Sólo tienes esta mochila?
-Sí…nada más…
-Pues nada…te vienes a casa y arreglado..
-Si te viene mal yo…
-Qué va! A a mi no me visita nunca nadie…no sabes la ilusión que me hace verte…ven, dejé el coche en „clientes“…no creo que…en fin…
-Podemos irnos…ya pagué..
-Ah!…pues vamos pues….
El Opel-Corsa de Macu olía tanto a Lavanda, que tenían que circular con las ventanillas bajadas. Las culpables eran unas cestas con esa planta, que ocupaban el asiento de atrás y el maletero.
-Es que trabajo para una empresa que organiza bodas….y no las querían…no te imaginas lo que llega a tirar la gente después de una boda… hija…las cestas son monísimas y…bueno ya pensaré qué hago con la lavanda…- Le explicó alzando la voz para hacerse entender por culpa del ruido que entraba por las ventanillas, Amanda se volvió para ver las cestas y hubo de darle la razón, eran de bambú azul.
-Vives sola?
-No! Vivo con mi hijo, Lois…el niño más guapo del universo!- Y volvió a reir, Amanda asintió, pero no preguntó más.- Tiene papá…no creas!…si es lo que estás pensando…pero no está por la labor…bueno..está…cuando le apetece y no tiene otra cosa que hacer….ya sabes…hombres!- E hizo un gesto desvaido con la mano, Amanda sonrió- Hoy por ejemplo lo tiene él….me lo devuelve mañana…y entonces lo conoces….- Amanda, distraida con el ruido, el olor de la lavanda, y lo que veía a través de la ventanilla, no entendió lo que había dicho- Digo que ya lo conocerás mañana!- Repitió Macu alzando un poco más la voz, Amanda alzó las cejas y volvió a la ventanilla. Mañana. Le gustaba aquella palabra.
Era un espacio de tiempo en el que todo podía ocurrir.
V.
Comienzan hablando en kazajo, el otro cambia al inglés, no le hace gracia pero lo acepta, no le gusta el inglés. Demasiado simple.
-Ha visitado Facebook. Aún está viva.
-La policía hace esas cosas.
-Se ha movido en el tiempo. Buscó a una persona. Eso no lo hace la policía.
-A quién? Y dónde?
-Te lo mando por mensaje.
-Y él?
-Negativo. Tiene que ser ella.
-Ok.