Gottfried Kirchner pone todos los días el despertador para las cinco, aunque en realidad se levante a las cinco y diez. Si se levantase a las cinco en punto, según suena la alarma, le sobrarían entonces diez minutos y no sabría exactamente en qué ocuparse durante ese preciso lapso de tiempo. Si se levantase a las cinco, se ducharía hasta las cinco y diez, dejaría la ropa preparada de víspera , así que se vestiría a las cinco y quince, de cinco y veinte a cinco y cuarenta desayunaría su té con leche y dos panecillos con miel y mantequilla, y estaría preparado para salir de su casa a las cinco y cincuenta. Llegaría a la estación a las seis y dos minutos, y tendría que esperar todavía cerca de doce minutos hasta la llegada de su tren. Levantándose a las cinco y diez, sale de su casa a las seis en punto y llega a la estación a las seis y doce minutos. El S3 llega a esa hora siempre puntual. En caso de retraso, suele ser sólo de tres minutos.
Llega a la estación de destino a las seis cuarenta y cinco, y recorre a pie la distancia entre la estación y el recinto perteneciente a Rothkirch. De diez a quince minutos de paseo diario. Si nieva, diez, ya que suele apurar el paso.
Gottfried Kirchner trabaja en el departamento de calidad de Congelados Rothkirch. Desde hace veinticinco años. El veinte de abril. Entonces había caído en viernes, seguramente un fallo en el departamento de personal. Los nuevos contratados en Congelados Rothkirch siempre empiezan en lunes.
Llega a su despacho a las siete y cinco, y abre la ventana, cuelga su abrigo, y la vuelva a cerrar. Después enciende su ordenador y comienza con las carpetas que ha de repasar hasta las once y media, hora a la que baja a la cantina a comer.
Aquel día comió con Schroeder y Kröpke, no hablaron de nada en particular, Kröpke acabó antes y no tomó café, tenía que enviar dos Emails urgentes. Schroeder y él tomaron café, mientras leían distraídamente las hojas del periódico local, que alguien se había olvidado sobre la mesa. Cuando Schroeder se fue, él volvió a hojear el periódico, le había parecido ver algo en la sección de esquelas. Y allí estaba. Marlis Gießkanne*. Marlis. Tenía que ser ella. Su inseparable compañera de colegio y después en el instituto. La casa de ella colindaba con la suya entonces, y había formado parte de su infancia y juventud. Una chica guapa y de agradable conversación. Después le había perdido la pista. Sus caminos se habían separado en algún momento y nunca más la había vuelto a ver. Hasta hoy. Había fallecido hacía tres días. Sintió un eco de tristeza, al rememorar su tiempo juntos. Le sobrevivía su hijo, Kevin Gießkanne. No se nombraba marido ni más familia. No habría funeral, el sábado a partir de las doce,aquellos que quisieran, podían pasar al domicilio familiar a presentar su respetos a los allegados. Decidió que iría. Al menos llevar un ramo de flores y darles el pésame.
El sábado amaneció soleado, pero frío. Los sábados solía levantarse a las nueve, desayunar sin prisa e ir a la compra, era el único día en que utilizaba su coche. No solía comprar demasiadas cosas, pero detestaba caminar cargado con bolsas. Compró un ramo de flores en el que predominaban el lila y el verde, que le pareció lo suficientemente sobrio para la ocasión. Marlis había vivido un pueblo más lejos, tan cerca y sin embargo no la había visto nunca, pensó, mientras conducía hacia la dirección que se había dado en el periódico.
La casa de Marlis era la última de una serie de casas adosadas y de idéntico aspecto, casas construidas en los cincuenta, de tejados a dos aguas y dos plantas, pintadas de un color que alguna vez había sido beis, zócalo marrón, ventanas con contras de madera. Cuando llegó, no tuvo que buscar mucho para saber cuál era, la puerta estaba abierta y un grupo de gente se entretenía delante, charlando en la acera. Se fijó en que, en su mayoría, era gente joven, alguno no alcanzaba los veinte años.
-Buenos Días…es esta la casa de Marlis Gießkanne?- Preguntó inseguro al llegar hasta ellos, los chicos asintieron y le señalaron la puerta abierta.
-Si, pase por favor, Kevin está dentro…- Indicaron amablemente, Gottfried entró entonces en la casa. El angosto recibidor daba paso a un pasillo, del que partía una escalera, y se adentraba hacia lo que supuso eran el salón y la cocina, de donde provenían voces enfrascadas en una conversación.
Se quedó en el umbral de la estancia que era la sala, sin atreverse a entrar, un grupo de chicos y chicas estaban sentados en el sofá y varias sillas, si bien se dieron cuenta de su presencia, continuaron con su conversación, mientras bebían de sus tazas o comían de sus platos, sin prestarle demasiada atención. Uno de los chicos se incorporó de su asiento, y se acercó a él. Era alto y delgado, tenía el pelo negro rizo corto y la piel cetrina, sus facciones finas y nariz recta en perfecta conjunción con unos penetrantes ojos castaños le hicieron recordar a Gottfried a uno de los guías que había tenido una vez en un viaje a Túnez, hacía muchos años. El chico le ofreció la mano y una franca sonrisa.
-Hola, Buenos Días, soy Kevin, muchas gracias por venir- Se presentó estrechándole la mano.
-Yo soy Gottfried Kirchner, siento mucho la muerte de tu madre, fuimos vecinos y amigos de jóvenes, me enteré por el periódico…- Explicó entregándole las flores, Kevin asintió y sonrió levemente.
-Muchas gracias, es muy bonito…un momento…Jessika?- Una chica que estaba sentada en una de las sillas se acercó entonces, estaba completamente vestida de negro, a conjunto con su larga y lacia melena, que llevaba con raya al medio y caía en cascada enmarcando un rostro maquillado en un tono de maquillaje muy pálido,casi blanco, con labios también negros, tenía los ojos verdes pulcramente ribeteados de kajal, sonrió al ver las flores, y también le ofreció la mano, manicurada en lila.
-Buenos Días, yo soy Jessika, muchas gracias por venir…y por las flores, son preciosas, las pondré en un jarrón…- Y cogiendo el ramo se alejó por el pasillo.
-Le puedo ofrecer café, te, cerveza…también hay bizcochos…venga, por favor..- Explicó Kevin y le indicó que le siguiese hasta la anexa cocina, ahora habilitada como bufet para la recepción.
-Tomaría un café, gracias- Kevin sonrió y se dispuso a preparárselo- Te importa si te pregunto de qué murió tu madre?- Kevin le miró fugazmente, mientras preparaba la cafetera.
-Cancer linfático…hace dos años que la diagnosticaron, fue muy rápido…pero nunca se espera, la verdad- Cortó un trozo de una tarta de queso, y poniéndolo sobre un plato, se lo entregó. Gottfried levantó las cejas y se lo agradeció- Lo hizo Jessika…está buenísimo.- Tras el primer bocado, Gottfried no pudo sino darle la razón, Kevin esbozó un gesto de orgullo y asintió con la cabeza.
-Y tú vivías con ella?
-Sí, acabé mi formación profesional hace un año, justo después ella empezó a empeorar y me dediqué a cuidarla…no pude enviar curriculums ni mirar nada, lo haré ahora, supongo…
-Qué hiciste?
-Técnico de Laboratorio….
-Y en qué querrías trabajar?
-En realidad me da igual…hombre, igual no, pero poner pie en algún sitio y avanzar, no sé….lo tengo difícil porque voy con un poco de retraso…todo se andará…
-Ya…me consta que me acabas de conocer, pero cuenta conmigo para lo que necesites, apreciaba mucho a tu madre…- Kevin le sonrió agradecido y se dispuso a servirle el café, que Gottfried quiso con leche y sin azucar. En eso hizo su entrada un chico negro de enormes ojos azules, vestido con el uniforme de la compañía de tranvías, portando dos bandejas tapadas con papel de estraza.
-Mi madre viene después con el resto….me ha dado esto, cuidado aún quema un poco- Advirtió entregándole su carga a Kevin quien soltó un silbido.
-Tenemos comida para meses…
-Ya conoces a mamá….tiene miedo de que te mueras de inanición…- Bromeó el chico del uniforme, quien advirtiendo a Gottfried le ofreció su mano.
-Hola, yo soy Reinhardt Mgabe..- Gottfried se presentó también- Antes de irme te robo un trozo de la tarta de Jessi…tienes sirope de choco?- Kevin le entregó un plato con un trozo y una botella de sirope, Reinhardt hizo girar los ojos después del primer bocado- Debería ponerle copyright….esto no es de este mundo…- Y aún alabando el pastel se fue a la sala.
-Otro café?
-Pues sí, mira, y, si puede ser otro trozo de tarta….
-Ya le dije que era de impresión- Y Kevin le sirvió otro café acompañado de tarta de queso.
-Y ahora…estás solo?…quiero decir…
-Sí…mi madre, como sabrá, era hija única y mis abuelos murieron hace mucho tiempo, sólo éramos ella y yo…solo, lo que se dice solo, no me quedo, Jessika y yo llevamos ya cuatro años juntos y como puede ver…amigos no me faltan..- Y extendió las manos en el aire, como para abarcar a toda la gente que iba llegando a la reunión y de la cual oían ya las voces en el pasillo, Gottfried sonrió y asintió con la cabeza, e iba a decir algo, pero dos mujeres y un hombre, portando bandejas, entraron en la cocina.
-Kevin!…Deja que te abrace!- Exclamó emocionada una de las mujeres ,y, tras depositar la bandeja sobre una encimera, engulló a Kevin en un sentido abrazo. Gottlieb aprovechó para abandonar la cocina, a la que entraba ya más gente llevando comida, y se quedó en medio del pasillo, saboreando el trozo de tarta, entre un ir y venir de aquellos que ya estaba en la casa y los que iban llegando, la mayoría chicos y chicas jóvenes, muchos de ellos acompañados de sus padres. Quiso devolver el plato y la taza a la cocina, pero ésta estaba tomada por una multitud, al igual que la sala. Optó por dejarlo sobre una cómoda del pasillo, y dirigirse a la salida, donde se encontró con Jessika, ocupada en recibir y despedir a los asistentes.
-Muchas gracias por todo, aquí os dejo mi tarjeta para lo que necesitéis….volveré en otro momento..despídeme de Kevin, por favor- Se despidió, y le entregó su tarjeta, Jessika le estrechó la mano y dibujó una cálida sonrisa en sus labios negros.
-Gracias a usted por venir, y por las flores…- Y le señaló un jarrón, que ahora adornaba la mesa del recibidor.
Esa noche, Gottfried soñó que regresaba a Túnez.Pero no era Túnez. Era un lugar sin contornos ni formas por el que paseaba, en compañía de gente que no conocía pero con la que hablaba distendidamente y con la que, en algún momento, se sentó en una playa, que no era playa, a comer un sabroso trozo de tarta de queso. Se despertó antes de que sonara el despertador, con una única idea en la cabeza.
Lo primero que hizo al llegar a su despacho, tras abrir la ventana y volverla a cerrar, y aún antes de leer sus Emails, fue consultar la Intranet de la empresa. Encontró lo que buscaba después de dar varias vueltas. Ernest Melb. Su secretaria le comunicó que éste estaba en un congreso en Burdeos, y que regresaría el viernes.Nunca antes le había parecido a Gottfried que los días de una semana pudieran pasar con tanta lentitud. Pero al fin llegó el viernes. Y con él Melb. Le encontró en uno de los laboratorios, haciendo inventario.Le explicó su idea y Melb le dijo que, por su parte,no habría problema.
Cuando salió del trabajo, en lugar de tomar el S3 hacia su casa, lo tomó en dirección contraria. Se había olvidado de preguntarle Kevin por un teléfono de contacto, así que se había decidido por acercarse de nuevo hasta su casa para hablar con él del tema, y así, después, poder pensar en otra cosa, ya que desde su visita del sábado, le había sido imposible.
Jessika salió a abrir la puerta, con la melena recogida en un moño alto, mandil de cocina y las manos protegidas con guantes de horno, sin dejar de lado el kajal, esta vez sus labios eran lilas. Cuando sonrió al verle,arqueando una ceja, Gottfried supo a quién le recordaba, a Yvonne DiCarlo en su papel por excelencia. Él también hubo de sonreír a su ocurrencia, siempre le había gustado esa serie.
-Hola Gottfried! Qué sorpresa!…pase…estoy ultimando la cena, Kevin está en el sótano…- Y le invitó a pasar, fuese lo que fuese que estuviera cocinando, la casa estaba invadida por un olor delicioso.
-Qué bien huele…
-Guiso de venado, lo hay esta semana en el Aldi, llega justo a tiempo para quedarse a cenar…
-No os sintáis obligados…- Jessika le miró desoslayo mientras revolvía algo en una tartera e hizo un gesto desvaido con la otra mano, aún enguantada. Kevin entró portando una pesada caja repleta de artilugios de metal, y tras dejarla en el suelo, le estrechó la mano a Gottfried.
-Estaba en el sótano, tengo que desmontar la casa, mi casero quiere renovarla…no sé ni por dónde empezar…Llega a usted a tiempo para cenar…
-No era mi intención importunar, yo sólo quería…
-Importunar? Me hace usted un favor, Jessi ha hecho guiso de venado como para invitar a toda la calle…- Exageró Kevin abriendo los brazos como queriendo abarcar la cocina y todo lo que ella contenía, Jessika rio y le echó la lengua.
-No sé cocinar para dos….qué quieres que haga?…- Kevin se encogió de hombros y le envió un beso aéreo, para luego dirigirse a Gottfried, que asistía a la escena sonriendo para si, sin decidirse a participar, aún aferrado a su cartera de mano y vistiendo su abrigo.
-Deme el abrigo y la cartera, póngase cómodo, enseguida cenamos…- Invitó Kevin, animándole a entregarle el abrigo y la cartera, que después colocó en un armario del pasillo.
Entre los dos pusieron la mesa para cenar en la misma cocina, Kevin abrió una botella de vino para la ocasión.
-Pues usted dirá…- Animó Kevin, una vez le hubo servido una buena porción de venado acompañado de bolas de puré de patata y col roja.
-Muchas gracias….verás…la última vez que nos vimos, me comentaste que estabas buscando trabajo en lo tuyo, y, bueno, yo trabajo en Rothkirch, seguro que nos conoces…pues bien, si hay algo en Rothkirch son laboratorios y pensé que quizás…en fin, que me informé, y efectivamente hay todavía una plaza vacante de empleado en prácticas en el Laboratorio de Verduras…y bueno, he venido a preguntarte si estarías interesado en ocuparla- Se lo explicó con tranquilidad, como solía hacer la cosas, mirándoles alternativamente en su discurso. Kevin y Jessika siguieron su explicación sin atreverse a llevarse a la boca el bocado que tenían ya preparado en sus tenedores, y casi sin parpadear.
-Yo?…quiero decir…una plaza en prácticas para mi?- Acertó a preguntar Kevin, como temiendo haber malinterpretado lo que acababa de escuchar, Gottfried asintió con la cabeza y tomó un primer bocado del guiso, Jessika y Kevin se miraron sorprendidos, a Kevin casi le dio la risa- Pues…sí, claro…muchísimas gracias por pensar en mi Gottfried, muy amable de su parte…- Gottfried hizo un gesto con la mano en el aire y sonrió.
-Nada que agradecer, es lo mínimo….y, por favor, tratadme de tú, compartís conmigo mesa y vino, no cabe el usted….a propósito…en mi vida he probado un venado tan exquisito…es..magia hecha carne..- Jessika se llevó las manos a las mejillas, que aún maquilladas en pálido se habían sonrojado, Kevin alzó su vaso de vino y Gottfried le imitó, ella, hizo lo mismo casi sin atreverse.
-Por la magia y sus misterios!- Y los tres rieron su ocurrencia, para después dar buena cuenta del asado.
La entrevista se fijó para el martes siguiente, y Kevin comenzó a trabajar como empleado en prácticas para Congelados Rothkirch el lunes. Como era norma para los nuevos empleados. Coincidía con Gottfried siempre en la pausa del mediodía, en la que compartían mesa y pormenores del día, Kevin le iba informando del lento desmantelamiento de su casa, para el que no había prisa, ya que su casero no la tenía, pero era algo que ocupaba todo su tiempo tras el trabajo, Gottfried acordó con él ayudarle los sábados que necesitase, cuando había tenido que desmantelar él solo la casa de sus padres se le había hecho eterno. De vez en cuando Kevin le traía un tupper en el que cabían dos porciones de lo que se le hubiese ocurrido guisar a Jessika, que si bien hacía virguerías en la cocina, había comenzado a hacer prácticas como diseñadora gráfica en Heidelberger Druckmaschinen.
-El Sr. Schubert quiere verte en su despacho- Le anunció la voz de Petra Schilling, secretaria de la dirección, al responder a la primera llamada de la mañana, Gottfried sintió como de repente se le abría un abismo inmenso en el estómago.
-A mí?…por qué?
-No lo sé…sólo se me ha dicho que te avise…
-Ahora mismo?
-A poder ser, sí…- Y colgó. Gottfried hizo lo mismo. Antes de incorporarse se sirvió un vaso de agua, la boca se le había vuelto de pergamino.
Seguro que es por Kevin, pensaba mientras se dirigía a la dirección, situada en el edificio anexo al suyo, qué habrá hecho el chico? O qué no habrá hecho? Seguro que no le quieren renovar el contrato de prácticas, después de tres meses es lo normal, pues a ver por qué…será porque se llama Kevin, y qué culpa tiene él de llamarse así, si además está en el santoral, y el apellido es el de su madre, que buen trabajo hizo, ella sola, para sacarlo adelante después de todo lo que le pasó, y qué otro apellido iba a tener, vamos a ver…y sí, parece uno recién llegado de por allá, pero no lo es, vamos, sólo hay que escucharle hablar, es que la gente no escucha o qué?….y lo pienso decir, sea lo que sea lo que tengan que decirme, yo me pondré de su parte, qué pueden hacerme a mí?…les saldría por una fortuna despedirme, y además, cómo van a despedirme por dar mi opinión, vivimos en democracia…vamos digo yo…..con la ilusión que tienen los dos, porque es una delicia verles….ella tan gótica y sus tartas de queso….porque vamos a ver, la compañía de tranvías confía un autobús lleno de personas a Reinhardt, y es más negro que el betún, y no pasa nada……no, no puedes conducir el autobús porque eres negro…no, eso no se lo dijeron los de Tranvías…pues eso.. a ver por qué le van a decir a Kevin que no puede seguir aquí porque se llama como se llama y encima es como es….un argelino desplazado, como dice él…no hay derecho. No pasarán. Bueno Gottfried, no te embales.
Cuando llegó a la antesala del despacho del director, Petra, sentada tras su mesa escribiendo algo en su ordenador, le indicó con un gesto de la mano que podía pasar, sin levantar la vista de loque estaba haciendo. Gottfried respiró hondo, y, tras llamar a la puerta, entró en el despacho.
-Kirchner! Gracias por venir tan pronto…sin cita previa…- Saludo el Sr. Schubert incorporándose de su sillón para estrecharle la mano, frente a él, junto a la mesa de despacho estaba sentado Ernest Melb, quien imitó al director y también se incorporó para saludarle, su presencia hizo que el abismo estomacal de Gottfried tomase dimensiones de agujero negro, buscó respirar hondo, pero no lo consiguió.
-Siéntese, por favor…quiere usted beber algo?Agua, zumo…- Ofrecio el Sr. Schubert, un hombre corpulento y de pelo crespo blanco, encasquetado en un traje azul cobalto con corbata gris, Gottfried se fijo en sus zapatos, y se preguntó cómo había podido atarse unos cordones tan finos, se pasó la mano por el rostro para despejar semejantes ideas, que no supo de dónde podían venirle, seguramente producto del nerviosismo.
-Agua, un vaso de agua…gracias- Acertó a decir, Melb fue el encargado de servírsela y se la entregó acompañando el gesto con una amable sonrisa, Gottfried trató de corresponderle sin conseguirlo, el agujero negro había cobrado vida propia y se movía a una velocidad trepidante por su abdomen.
-Pues verá, Kirchner, si le hemos hecho venir, es para darle las gracias- Comenzó Schubert elocuentemente extendiendo sus manos en el aire mientras Melb asentía sin perder su franca sonrisa, Gottfried se sintió en ese momento como aquel que gana metros para tomar impulso con el fin de derribar una puerta con el hombro, y justo en el momento del impacto, ésta se abre. Y sólo pudo toser. Y con la tos se vació su cabeza. De palabras e ideas. Se quedó en blanco.
-Queríamos agradecerle personalmente su descubrimiento, porque el Sr. Gießkanne, es un descubrimiento…
-Un diamante en bruto…- Anotó Melb
-Viniendo de usted no podíamos esperar otra cosa…
-Resumiendo….no vamos a correr el riesgo de que la competencia nos lo quite a la primera de cambio…así que no vamos a esperar más y le vamos a hacer fijo…
-Hoy en día, las noticias vuelan, y una persona de la valía de Gießkanne puede recibir ofertas tentadoras…y no nos lo podemos permitir…
-Hacía muchos años que no tenía la suerte de contar con una persona así en mi equipo….tan…exacto…sí, esa es la palabra…exacto…sin un pero en sus acciones….
-Lo dicho, Kirchner, muchas gracias….hemos pensado en cómo agradecérselo…
-Y hemos llegado a la conclusión de que con seguridad le hará a usted mucha ilusión participar en el Congreso Internacional de Calidad Congelada en Barbados…
-Barbados…- Repitió Gottfried, quien como por arte de ensalmo encontró de nuevo su voz, al no encontrar la relación entre los congelados y las Islas Barbados.
-En Junio….Petra le dará detalles….gran nivel…
-Ya…
-De nuevo, eternamente agradecidos…
-La aguja en el pajar.
Gottfried salió del despacho con la sensación de que caminaba como los astronautas lo habían hecho sobre la luna. Sin ser muy consciente de alcanzar con los pies la pulcra moqueta. De haber tenido un superpoder en aquel momento, le hubiera gustado poder volar.
Kevin Gießkanne pone el despertador todos los días para las cinco. Se da una ducha corta, se viste con la ropa que deja preparada del día anterior y despierta a Gottfried. Mientras éste se ducha, él prepara el té, pone el café y le da el primer aviso a Jessika. Después Gottfried y él desayunan cada uno su té y su café, con un trozo del bizcocho que Jessika haya horneado. A las seis menos dos minutos, Kevin le da el segundo aviso a Jessika. Gottfried y él salen de casa a las seis en punto. Llegan a la estación a las seis y doce minutos.
El S3 llega a esa hora siempre puntual.
En caso de retraso, suele ser sólo de tres minutos.
*Gießkanne → Regadera en alemán.
Qué historia tan preciosa!
Qué empatía entre los protagonistas!
Besos
Mercedes
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Muchas Gracias, Mercedes!. Un beso enorme!
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