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Alquimista de Historias

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Archivos mensuales: enero 2020

El Espejo

11 sábado Ene 2020

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Alexey Abramovich Zhelezov les había visto desde la ventana del salón abrirse paso a duras penas a través de la nieve. Los conocía a los dos. Uno se protegía del frío con un abrigo que claramente le quedaba muy grande, y un gorro de piel marrón que debía apartarse del rostro a cada zancada que trataba de dar sobre la masa nevada; el otro llevaba una gruesa casaca verde, su gorro, también de piel, era blanco y lo llevaba calado hasta las orejas, portaba un fusil, y, sin saber todavía muy bien qué hacer con él, lo cambiaba de hombro a cada zancada. Alexey Abramovich Zhelezov esperó a que llegasen al pie de las escaleras que daban acceso a su porche para salir a recibirles. No se puso el abrigo. Tampoco el sombrero. Sabía que la visita sería breve.

-Buenos Días Alexey Abramovich- Saludó el del gorro blanco al tiempo que se lo quitaba, y daba un codazo al otro para que hiciera lo mismo, cosa que hizo sin dilación.

-Buenos Días Alexey Abramovich- Repitió el segundo con el mismo respeto que había tenido el otro.

-Buenos Días Ilya Petrovich, Buenos Días Nikolay Milovich, a qué debo el honor de su visita?- Alexey Abramovich Zhelezov paseó su intensa mirada azul del uno al otro, sin perder su amable sonrisa. Los dos jóvenes, apenas unos muchachos, por un momento se quedaron en silencio, aferrando las manos a sus gorros, y devolviéndole apenas una leve sonrisa.

-Alexey Abramovich…- Comenzó Ilya Petrovich, para luego carraspear y colgarse mejor el fusil, el pelo rubio y algo largo, ahora húmedo, se le había pegado a la frente, y se lo apartó con una mano, como para aunar valor- Alexey Abramovich…el camarada Barilov ha dado orden de confiscar todos los espejos para su destrucción inmediata…-Explicó por fin, y miró a su compañero con claro gesto de orgullo por haberse explicado con la claridad necesaria, el otro sonrió confirmándoselo. Alexey Abramovich Zhelezov asintió lentamente con la cabeza y cruzó los brazos ante su pecho.

-Ilya Petrovich, qué tiene que ver esa orden conmigo?- Preguntó curioso. Ilya Petrovich miró a su compañero, quien a su vez le miró a él de soslayo, y volvió a carraspear.

-Hemos venido a que nos entregues tu espejo- Dijo por fin, sus palabras dejaron una nube de vapor, que no tardó en desaparecer, ante su rostro.

Alexey Abramovich Zhelezov alzó las cejas, y se pasó la mano derecha por la cabeza, de pelo rizado y bien cortado.

-Entiendo, han venido a por mi espejo para destruirlo…- Repitió, ambos muchachos asintieron a la vez en silencio.- por orden del camarada Barilov.

-Así es, Alexey Abramovich, de forma inmediata- Constató Nikolay Milovich, que hasta entonces no había dicho una palabra.

-Nikolay Milovich, Ilya Petrovich, para lograrlo tendrán ustedes que matarme- Nada más hubo pronunciado Alexey Abramovich estas palabras, algo metálico cayó en el interior de la casa haciendo gran estruendo, lo que acabó por asustar a los dos muchachos que, de pronto, parecían haber perdido todo el color del rostro, e hizo volverse a medias a Alexey Abramovich hacia la puerta entreabierta.- Ira..? Todo bien?- Preguntó hacia la casa.

-Sí..Aliosha..todo bien..- Contestó la voz de su mujer desde el interior.

Irina Davidovna Zhelezova había tirado al suelo sin querer la tapa del samowar al querer acercarse un poco más a la ventana, uno de los pliegues de la manta en la que había envuelto a Misha, su hijo recién nacido,a quien tenía en brazos, se había enredado en el grifo y el samowar se había tambaleado. Irina Davidovna buscó con la mirada el pequeño espejo, que colgaba de la pared junto a la galería. Se acordó entonces de lo que le había contado su comadre Masha Gregorovna, de cómo unos días antes un grupo de hombres había entrado en su casa a buscar los espejos que pudieran tener y al entrar en tromba habían sacudido el armario de la loza y todas las tazas, platos y demás utensilios de porcelana que se encontraban en el mueble se rompieron en mil añicos, además habían traido consigo todo el barro y nieve que habían acumulado en su camino hasta su casa, y el suelo recién encerado se había convertido en una pista fangosa y deslizante, y ella no había podido moverse del único rincón que había quedado seco, pero eso no había sido lo peor, ni que se hubieran llevado el espejo, que, según le confió, ya estaba desconchado y con tantas manchas que para mirarse en él había que buscar la esquina inferior derecha, sino que con todo el jaleo se habían retrasado en preparar el té y además, al haberse roto todas las tazas, Olia, su marido, había tenido que ir andando bajo telones de nieve hasta el colmado de el Viejo Leon Agarov a comprar cuatro tazas y cuatro platos. Los había comprado azules. Ella los hubiera preferido de flores verdes. Pero al menos pudieron tomar el té y su suegra dejó de llorar, porque llorar sabía, pero limpiar no. Y su hermana Nastia había tenido que limpiar el desastre, porque ella todavía estaba en la cuarentena y gracias que se mantenía en pie. Irina Davidovna Zhelezova achinó levemente sus enormes ojos verdes mientras observaba el espejo, y decidió para si, que, antes de que una cosa así llegara a sucederle, ella misma lo rompería de vez. Luego suspiró hondo, y, con cuidado de no chocar otra vez contra el samowar se acercó un poco más a la ventana.

-Pero eso no es lo que nos han ordenado…Alexey Abramovich..- Consiguió hilar Nikolay Milovich, Ilya Petrovich se pasó una mano por el rostro para apartarse el agua nieve que había comenzado a caer, y asintió, parpadeando contra los copos.

-Nosotros…sólo tenemos que llevarnos tu espejo, Alexey Abramovich- Aclaró, como si Alexey Abramovich todavía no le hubiera entendido. Alexey Abramovich miró hacia el cielo un instante, una inmensidad blanca que ya no se diferenciaba de la masa nevada que los rodeaba, y luego a los dos muchachos, con una amable sonrisa que hizo brillar sus audazes ojos azules.

-Ya le he entendido, Ilya Petrovich, y como le he dicho antes tendrán ustedes que matarme, ese espejo perteneció a mi padre, antes a mi abuelo y tiempo ha, al padre de éste, todos se miraron en ese espejo para afeitarse cada mañana, como yo lo he hecho esta misma mañana, y algún día lo hará mi hijo Mijail Alexievich- Narró con calma, Nikolay Milovich e Ilya Petrovich le escucharon en silencio, Nikolay Milovich pareció abrir la boca para decir algo, pero luego la cerró y se apartó la nieve que cubría su cabeza y rostro, achinando los ojos para poder verle mejor, Ilya Petrovich hizo lo mismo y sacudió su sombrero, que hasta entonces había aferrado entre sus manos, luego miró a Alexey Abramovich.

-Nosotros…consultaremos al camarada Barilov- Decidió, su compañero se quiso poner ya el sombrero, pero Ilya Petrovich se lo impidió con un codazo- Nikolay Milovich y yo te deseamos un buen día, Alexey Abramovich..- Nikolay Milovich pareció verse obligado a cuadrarse ante Alexey Abramovich.

-Feliz Día, Alexey Abramovich- Deseó casi militarmente, a lo que Alexey Abramovich contestó con su amable sonrisa y un ligero asentir con la cabeza.

Dicho esto, ambos muchachos se calaron los gorros, dieron media vuelta y comenzaron a abrirse camino a grandes zancadas en dirección contraria a la que habían venido. Alexey Abramovich esperó a verles desaparecer entre las cortinas de nieve que ya caían, para entrar de nuevo en su casa.

En todos los acontecimientos importantes de la historia de la humanidad, la metereología también quiso ser partícipe y, así, después, ser recordada siempre en relación con el acontecimiento. En el invierno de la Revolución Rusa hizo tanto frío y nevó tanto como nunca había nevado antes, ni nunca nevó después. Incapaces de hacer frente a las masas de nieve, los ciudadanos rusos además de vivir una revolución, aprendieron a convivir con una masa helada que había engullido paisaje y poblaciones.

Dos días después de la visita de los dos muchachos, Alexey Abramovich Zhelevov apreció a través de la ventana del salón, y discerniendo entre ráfagas de densa nieve, lo que le pareció un caballo en los aledaños de su casa. Salió a recibir al visitante. No se puso el abrigo. Tampoco el sombrero. Sabía que la visita sería breve.

-Buenos Días Alexey Abramovich- Quien esto dijo, era un hombre subido a un sublime y bien pertrechado caballo, él mismo llevaba una amplia y abrigosa casaca marrón, como sus pantalones, rematados por unas botas de montar con espuelas de plata labrada, abrigaba su cabeza con un sombrero de piel marrón y una bufanda que casi le cubría el rostro. Trataba de mantener al caballo quieto sin demasiado éxito, aferrándose a las bridas y las silla cada vez que el animal se movía en su inquietud.

-Buenos Días Vgeny Anatolich Barilov- Contestó Alexey Abramovich, sin moverse de su porche, el otro frenó como pudo al caballo, que amenazaba con salir al galope- Mal día para salir a cabalgar…

-Mal día, ya no se distinguen las casas…- Comentó Barilov, Alexey Abramovich asintió en silencio.

-En algún momento parará de nevar..- Anotó, Barilov frenó al caballo de nuevo, que quiso por un instante alzarse sobre sus patas traseras.

-En algún momento, Alexey Abramovich, en algún momento…- Dijo Barilov, Alexey Abramovich sonrió y se pasó la mano por el cabello, rizado y bien cortado.

-Que tengas un buen día, Vgeny Anatolich Barilov- Deseó, Barilov se llevó la mano enguantada al sombero.

-Lo mismo te digo Alexey Abramovich Zhelezov- Y sin más, dio rienda suelta al caballo, y se alejó, perdiéndose entre la niebla.

-Aliosha…todo bien?- Preguntó la voz de Irina Davidovna desde el interior de la casa.

-Sí, Iroshka..todo bien

El pequeño espejo sobrevivió la Revolución, las purgas, los movimientos de masas, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la Perestroika, la Caida del Telón de Acero y todas las mudanzas de la familia Zhelezov, en cuyo salón de su casa de Moscú aún cuelga hoy.

 

 

Dedicada a la Familia Zhelezov. Por Todo.

Dietrich

05 domingo Ene 2020

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Rita Berger tenía mejores cosas que hacer que visitar a su cuñada. Hedwig se había roto un hombro tratando de recoger el ramo de novia de la hija de su prima Mónika, cosa que nadie había acabado de entender muy bien, ya que Hedwig hacía poco que había celebrado las bodas de plata con Horst y no tenían problema alguno en el matrimonio que hiciese auspiciar una separación. Hedwig había explicado que si se había decidido a dar el salto había sido porque se había fijado en la elaborada lazada de raso rojo que adornaba el ramo, y pensó que esa era la lazada que quería tener para envolver la maceta en la que tenía la flor de Pascua que le había regalado su ahijada hacía dos años. El rojo de la lazada era igual al de las hojas. Le habían tenido que poner un clavo, en algún lugar, Rita no sabía dónde. Ni tampoco le importaba, en realidad. Ella tenía muchas cosas que hacer, pero había prometido pasarse, y era lo primero que iba a hacer aquella mañana, después haría un par de compras, se acercaría hasta correos, y volvería a casa justo a tiempo para preparar la comida. Hizo camino por detrás de la escuela, y fue allí, donde se encontró con la especie de montaña hecha con muebles, aperos, ropa y restos indescifrables de lo que habían conformado las pertenencias de los habitantes de una casa que iban a renovar. Alguien había amontonado las cosas sobre la acera para que pudieran ser recogidas por el Servicio de PuntoLimpio, y colocado un cartel con letras rojas, en el que se podía leer „Si te gusta algo, llévatelo 😉 „. Rita iba a pasar de largo, cuando la vio. Era una caja de madera, un perfecto cubo, de madera oscura y brillante, colocada sobre lo que en algún momento había sido un aparador. Se acercó para mirarla con más detenimiento, y la cogió entre las manos, no tenía ni un rasguño y la madera parecía buena, al moverla, algo hizo ruido en su interior, intentó abrirla, pero descubrió entonces la presencia de una minúscula cerradura. Por un instante dudó si llevársela o no, nadie trabajaba en la casa como para preguntar, y el cartel lo decía muy claro, así que la metió en una de las bolsas que llevaba consigo, y continuó camino hacia la casa de Hedwig.

-Tengo tanta hambre que me comería esta puerta cruda, así, sin salsa ni nada, qué hay hoy?…anda…esto es nuevo, qué es?- Henning, el marido de Rita, cogió la caja de madera de la encimera de la cocina, y la sacudió levemente, causando que algo rebotase en el interior- Es un juego?

-No Henning, es una caja de madera muy bonita, déjala ahí… la encontré en un Punto Limpio..

-Hay algo dentro

-Ya lo sé, pero no se puede abrir

-Eso se arregla en un momento…

-Eh!, que te conozco y acabas rompiéndola, ya pensaré algo…toma, lleva esta fuente a la mesa…

Poco después se les unió Volker, su hijo mayor, que si bien ya se había independizado, iba a comer siempre a casa de sus padres, entre otras razones, porque si bien lo había intentado, cocinase lo que cocinase, nunca resultaba comestible.

-Heike quiere ir al concierto de Andrea Berg…- Rita y Henning dejaron el bocado que querían llevarse a la boca, a medio camino entre el plato y sus bocas ya abiertas, y le miraron en silencio, luego se miraron entre si, Henning se encogió de hombros y se llevó el bocado a la boca, Rita levantó las cejas e iba a decir algo, pero optó por seguir el ejemplo de su marido. Volker, concentrado en cortar el bistek panado en salsa de champiñones, se llevó un bocado grande a la boca y perdió por un momento la mirada en la vista de los ventanales del comedor.- Si aún fuera Cro o alguno de estos…pero la Berg…- Explicó, casi como si se lo hiciese a si mismo, Rita carraspeó.

-Y es por aquí cerca?

-No qué va….es allá abajo en algún lugar, tendríamos que quedarnos en un hotel incluso…yo no lo tengo muy claro…

-Ya..- Apuntó Henning, Rita le conminó con la mirada, Volker, todavía observando el paisaje dibujó un gesto de escepticismo en su rostro, y suspiró como lo haría aquel que da por perdida una batalla que ni siquiera ha comenzado.

-Hablando de Heike…una pregunta, su padre era cerrajero verdad?- Preguntó Rita, Volker regresó de su viaje por el paisaje y parpadeó varias veces, luego asintió con la cabeza para después beber un trago largo de agua.- Tú crees que aún conservará sus Dietrichs?- Ahora fueron el padre y el hijo quienes la miraron sin entender lo que quería decir.

-Y para qué necesitas tú un Dietrich?-Se atrevió Volker

-Para abrir mi caja…

-Qué caja?

-La que encontré hoy por la mañana…

-Pero eso se arregla en un momento…- Propuso Volker, su padre le dio la razón con un gesto, Rita hizo un gesto de negación feaciente con las manos.

-Nada de eso, es una caja preciosa y no quiero que se rompa…puedes preguntarle a Heike?

-Por preguntar…- Concedió Volker, al tiempo que se servía otro bistek y más puré de patatas.

 

„– Dónde está la caja?

-Donde te dije que la dejaría

-Nop..

-Yo la dejé allí a las diez en punto, tal como acordamos.

-Yo pasé a las diez y diez, y no había nada, sólo escombros y cosas, pero ninguna caja…

-Diez y diez?

-Me cogió un atasco…

-Pues vuelve y mira bien, a veces la gente mueve las cosas…Ok?

-Ok“

-Heike..

-Dime Tesoro…

-Tu padre conserva aún sus Dietrichs?

-Y para qué necesitas tu tal cosa?

-No..es que…

-Es ilegal ir abriendo casas así como así…

-Ya..es que..

-Ya nada…no me imagino visitándote en la carcel de Stammheim la verdad…

-Stammheim?…pero qué..?

-Además está lejísimos y ya sabes que yo no conduzco por la autopista, y por las nacionales llegaría a sabe Dios qué hora y ya no te podría ver porque ya no sería el tiempo de visitas y supongo que encima no me pagarían la gasolina….si aún te metiesen en Mannheim…

-Pero..tú que historia te estás montando?…Por qué iban a meterme a la carcel..a mí…yo…

-No, si encima te haces el tonto…Tesoro…yo no estoy hecha para ser la novia de un convicto…

-Heike…de qué diablos en vinagre estás hablando?

-Porque estas cosas traen cola y me acaban por enchironar a mi, y me pillan despistada en el interrogatorio y les confieso que fui yo quien robó el pintalabios carmín entonces en el CentroComercial, y no Magrit, y que yo me fui de rositas y su padre aún no le habla hoy….ni ella a mí, pero eso es otra cosa, Magrit ya sabes como es, muy suya…

-Heike…

-Dime, Tesoro…

-Pero tú me vas a prestar el Dietrich, si o no?

 

„

-Ni rastro de la caja,ni de las cosas del Punto Limpio…me acerqué hasta la central, pero tampoco está..

-Tenemos un problema..

-Grande..

-Grande no, lo siguiente…

-Entonces?

-Conozco a alguien en el Centro de Reciclaje Municipal, me muevo un poco y te digo, ok?

-Y qué decimos?

-Nada

-Nada?

-Nix

-Por mi ok…

-Me muevo y te digo…chao

-Chao…“

Rita Berger por un instante se vio a si misma como un cirujano a punto de dar comienzo una complicada operación, asiendo como estaba en su mano derecha aquella especie de bisturí, tratando de hacerse una idea de cómo tenía que introducirlo en la mínima cerradura de la caja, ahora situada frente a ella sobre la mesa del comedor. Volker y Henning, junto a ella, observaban la caja con una mezcla de curiosidad y escepticismo, pero no a partes iguales. Rita, suspiró hondo e introdujo la parte más fina del Dietrich en la cerradura, haciéndolo girar con suavidad hasta que,con un chasquido, ésta se abrió. Rita volvió a suspirar aliviada, y se volvió hacia su marido y su hijo, como aquel que supera la más difícil de las pruebas. Y por fin levantó la tapa.

-Llaves?

-Sí, tres…

-Qué desilusión…

-Por?

-Hombre…si aún fueran diamantes o algo…

-Son llaves de consigna de la estación- Rita y Henning miraron a Volker sorprendidos.

-Y tú cómo lo sabes?- Quiso saber su madre.

-Tienen una forma especial y un número…13, 23, 33..

-Nosotros siguiendo a ese agente del FBI en Netflix…y tenemos uno en casa..- Bromeó Henning, Volker le miró descreído negando con la cabeza.

-Pues habrá que ir a devolverlas…

-A mí no me miréis, que ando muy liado y la estación no me coge de camino…-Avisó Volker, Henning se unió a él con un gesto, Rita cogió las tres llaves y las observó un instante.

-Pues yo con el cuento de ir a junto de Hedwig tengo el día partido…- Suspiró. Los tres se miraron y cada uno a su manera asintió con la cabeza, dando por buena una decisión sin necesidad de votación.- Basti?

Basti Berger estaba recostado en uno de los sofás del salón, deslizando sus dedos sobre la pantalla de su móvil y moviendo la cabeza levemente al ritmo de lo que quisiera que oía a través de los voluminosos auriculares con luz de neon azul, ajeno a lo que estaba pasando a escasos metros. Tras llamarle infructuosamente varias veces, Rita se acercó y le quitó los auriculares.

-Va a acabar sordo..

-Qué pasa?- Basti la miró sin entender qué estaba pasando, pero sin soltar su móvil. Rita le mostró las tres llaves sobre la palma de su mano.

-Mañana después de clase, vas a la estación y las devuelves en Información…

-Yo?…No son mías..

-Ni mías tampoco, Basti, ni idea de de quién pueden ser, por eso las devuelves en Información diciendo que las encontraste tiradas por ahí..

-Por dónde?

-Por cualquier sitio…no creo que te pregunten más…- Bastí se encogió de hombros, y se guardó las llaves en el bolsillo, para después volver a colocarse los auriculares, Rita negó con la cabeza como dándolo por imposible y se alejó hacia la cocina.

Basti Berger estaba loco por Regina Hosenfelder. Pero nadie lo sabía. Ni tan siquiera él mismo. La sola presencia de Regina le hacía sentir de pronto una inaudita y, para él,desconocida felicidad en tales cantidades fuera del agua, medio en el que su metro noventa se desplazaba a gran velocidad, sin dificultades y en el que se sentía mejor que fuera de él. De ahí que fuera uno de los mejores del equipo de natación de su Instituto. Regina Hosenfelder no nadaba. Ella estaba en el equipo de Hockey-Hierba. Pero a los dos se les daba bien la Química. Por eso el profesor había decidido que ambos preparasen una presentación sobre „Los hongos y la ventilación en el hogar. Pros y Contras“. Habían decidido quedar siempre los miércoles por la tarde, único día que les venía bien a ambos, para preparar el tema en una de las salas de la Biblioteca Pública. Desde entonces, para Basti Berger la semana sólo tenía un día.

-Basti, hoy podríamos ir juntos a comprar el lápiz de memoria…y los rotuladores, por mucho que lo hagamos con el beamer, quedamos mejor si además hacemos la cartulina explicativa y además es divertido…qué te parece?- Regina se lo explicó moviendo mucho las manos y sin perder su eterna sonrisa, aquella por la que él lograba levantarse todos los días a las seis de la mañana.

-Claro..sin problema! Genial..- Acertó a pronunciar él, articulando lo que le pareció un mueca que quería ser una sonrisa, ella dio un saltito de felicidad y luego ambos se dirigieron al aula de Inglés.

Y así hicieron. Cuando acabaron las clases, cogieron el tranvía hacia el centro y se dirigieron al CentroComercial a hacer sus compras. Fue a la hora de pagar, cuando Basti quiso sacar su cartera del bolsillo, que una de las llaves cayó al suelo y él se acordó de lo que debería hacer con ellas.

-A la estación?…La Policía está más cerca, las entregamos en Objetos Perdidos y listo..además estos ya están en el McDonalds y nos esperan- Explicó Regina mientras metía todo lo que habían comprado en su mochila, Basti asintió dándole la razón, como no podía ser de otra forma, ahora que ya hablaba de ellos en plural.

El agente Matić observó las tres llaves sobre el mostrador, y les dio la vuelta varias veces.

-Y decís que las encontrásteis tiradas…

-Sí esta mañana…justo al bajar del tranvía…se le debieron de caer a alguien..- Explicó Basti, tratando de sonar convincente, Regina asintió sin plantearse otra opción, al igual que el agente Matić, quien cogió un impreso de una de las gavetas y lo situó ante ellos.

-Vuestros datos son voluntarios, sólo necesitamos que pongáis aquí el lugar dónde las encontrásteis, y la hora aproximada, una firmita aquí y ya está..- Explicó señalando con el bolígrafo los recuadros correspondientes. Basti optó por no dar sus datos, sólo precisó el lugar donde al parecer las había encontrado, y la hora. Firmó con rúbrica.- Pues muy bien, chicos, ya estaría…

-Muchas Gracias

-A vosotros- Y la pareja abandonó la comisaría, Matić les observó alejarse, ella le cogió del brazo a él antes de bajar las escaleras, y él, tras abrir la puerta, la dejó salir primero. Matić sonrió, y se acordó de cuando cortejaba a su Sadia, aquella inaudita y, para él, desconocida felicidad en tales cantidades fuera de un campo de futbol, sacó su móvil y miró por un momento su fondo de pantalla. Suspiró hondo, acarició el cristal con suavidad, y meneando la cabeza se dirigió con las llaves a Objetos Perdidos.

El agente Tinaz escuchó la explicación de Matić, y buscó una caja de caudales, situada en una de las estanterías que tapizaban las paredes de su oficina, en el centro de la cual se encontraba su mesa, sobre la cual la situó. Tras buscar la llave adecuada en un cajón, la abrió. Dentro de la caja de caudales había almacenadas centenares de llaves, de todos los tipos, colores, formas y tamaños, nuevas, viejas, de colores, sueltas o en manojos. Tinaz buscó una arandela metálica con una chapa de plático azul, y colgó las tres llaves de ella, para luego añadirlas a las ya almacenadas y volver a colocar la caja de caudales en su sitio de la estantería.

 

„

-Me voy con mi mujer a Brasil…tú qué haces?

-Si tú me estás diciendo que te vas a Brasil, entonces es que el destino es Australia, con lo cual te diré que el mío es Sudáfrica para que pienses que es Noruega…

-Cuídate..

-Lo mismo…“

 

 

*Dietrich: Especie de ganzúa que es utilizada por los cerrajeros.

*Andrea Berg:https://www.youtube.com/watch?v=i3Xc53oYWic

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