Alexey Abramovich Zhelezov les había visto desde la ventana del salón abrirse paso a duras penas a través de la nieve. Los conocía a los dos. Uno se protegía del frío con un abrigo que claramente le quedaba muy grande, y un gorro de piel marrón que debía apartarse del rostro a cada zancada que trataba de dar sobre la masa nevada; el otro llevaba una gruesa casaca verde, su gorro, también de piel, era blanco y lo llevaba calado hasta las orejas, portaba un fusil, y, sin saber todavía muy bien qué hacer con él, lo cambiaba de hombro a cada zancada. Alexey Abramovich Zhelezov esperó a que llegasen al pie de las escaleras que daban acceso a su porche para salir a recibirles. No se puso el abrigo. Tampoco el sombrero. Sabía que la visita sería breve.
-Buenos Días Alexey Abramovich- Saludó el del gorro blanco al tiempo que se lo quitaba, y daba un codazo al otro para que hiciera lo mismo, cosa que hizo sin dilación.
-Buenos Días Alexey Abramovich- Repitió el segundo con el mismo respeto que había tenido el otro.
-Buenos Días Ilya Petrovich, Buenos Días Nikolay Milovich, a qué debo el honor de su visita?- Alexey Abramovich Zhelezov paseó su intensa mirada azul del uno al otro, sin perder su amable sonrisa. Los dos jóvenes, apenas unos muchachos, por un momento se quedaron en silencio, aferrando las manos a sus gorros, y devolviéndole apenas una leve sonrisa.
-Alexey Abramovich…- Comenzó Ilya Petrovich, para luego carraspear y colgarse mejor el fusil, el pelo rubio y algo largo, ahora húmedo, se le había pegado a la frente, y se lo apartó con una mano, como para aunar valor- Alexey Abramovich…el camarada Barilov ha dado orden de confiscar todos los espejos para su destrucción inmediata…-Explicó por fin, y miró a su compañero con claro gesto de orgullo por haberse explicado con la claridad necesaria, el otro sonrió confirmándoselo. Alexey Abramovich Zhelezov asintió lentamente con la cabeza y cruzó los brazos ante su pecho.
-Ilya Petrovich, qué tiene que ver esa orden conmigo?- Preguntó curioso. Ilya Petrovich miró a su compañero, quien a su vez le miró a él de soslayo, y volvió a carraspear.
-Hemos venido a que nos entregues tu espejo- Dijo por fin, sus palabras dejaron una nube de vapor, que no tardó en desaparecer, ante su rostro.
Alexey Abramovich Zhelezov alzó las cejas, y se pasó la mano derecha por la cabeza, de pelo rizado y bien cortado.
-Entiendo, han venido a por mi espejo para destruirlo…- Repitió, ambos muchachos asintieron a la vez en silencio.- por orden del camarada Barilov.
-Así es, Alexey Abramovich, de forma inmediata- Constató Nikolay Milovich, que hasta entonces no había dicho una palabra.
-Nikolay Milovich, Ilya Petrovich, para lograrlo tendrán ustedes que matarme- Nada más hubo pronunciado Alexey Abramovich estas palabras, algo metálico cayó en el interior de la casa haciendo gran estruendo, lo que acabó por asustar a los dos muchachos que, de pronto, parecían haber perdido todo el color del rostro, e hizo volverse a medias a Alexey Abramovich hacia la puerta entreabierta.- Ira..? Todo bien?- Preguntó hacia la casa.
-Sí..Aliosha..todo bien..- Contestó la voz de su mujer desde el interior.
Irina Davidovna Zhelezova había tirado al suelo sin querer la tapa del samowar al querer acercarse un poco más a la ventana, uno de los pliegues de la manta en la que había envuelto a Misha, su hijo recién nacido,a quien tenía en brazos, se había enredado en el grifo y el samowar se había tambaleado. Irina Davidovna buscó con la mirada el pequeño espejo, que colgaba de la pared junto a la galería. Se acordó entonces de lo que le había contado su comadre Masha Gregorovna, de cómo unos días antes un grupo de hombres había entrado en su casa a buscar los espejos que pudieran tener y al entrar en tromba habían sacudido el armario de la loza y todas las tazas, platos y demás utensilios de porcelana que se encontraban en el mueble se rompieron en mil añicos, además habían traido consigo todo el barro y nieve que habían acumulado en su camino hasta su casa, y el suelo recién encerado se había convertido en una pista fangosa y deslizante, y ella no había podido moverse del único rincón que había quedado seco, pero eso no había sido lo peor, ni que se hubieran llevado el espejo, que, según le confió, ya estaba desconchado y con tantas manchas que para mirarse en él había que buscar la esquina inferior derecha, sino que con todo el jaleo se habían retrasado en preparar el té y además, al haberse roto todas las tazas, Olia, su marido, había tenido que ir andando bajo telones de nieve hasta el colmado de el Viejo Leon Agarov a comprar cuatro tazas y cuatro platos. Los había comprado azules. Ella los hubiera preferido de flores verdes. Pero al menos pudieron tomar el té y su suegra dejó de llorar, porque llorar sabía, pero limpiar no. Y su hermana Nastia había tenido que limpiar el desastre, porque ella todavía estaba en la cuarentena y gracias que se mantenía en pie. Irina Davidovna Zhelezova achinó levemente sus enormes ojos verdes mientras observaba el espejo, y decidió para si, que, antes de que una cosa así llegara a sucederle, ella misma lo rompería de vez. Luego suspiró hondo, y, con cuidado de no chocar otra vez contra el samowar se acercó un poco más a la ventana.
-Pero eso no es lo que nos han ordenado…Alexey Abramovich..- Consiguió hilar Nikolay Milovich, Ilya Petrovich se pasó una mano por el rostro para apartarse el agua nieve que había comenzado a caer, y asintió, parpadeando contra los copos.
-Nosotros…sólo tenemos que llevarnos tu espejo, Alexey Abramovich- Aclaró, como si Alexey Abramovich todavía no le hubiera entendido. Alexey Abramovich miró hacia el cielo un instante, una inmensidad blanca que ya no se diferenciaba de la masa nevada que los rodeaba, y luego a los dos muchachos, con una amable sonrisa que hizo brillar sus audazes ojos azules.
-Ya le he entendido, Ilya Petrovich, y como le he dicho antes tendrán ustedes que matarme, ese espejo perteneció a mi padre, antes a mi abuelo y tiempo ha, al padre de éste, todos se miraron en ese espejo para afeitarse cada mañana, como yo lo he hecho esta misma mañana, y algún día lo hará mi hijo Mijail Alexievich- Narró con calma, Nikolay Milovich e Ilya Petrovich le escucharon en silencio, Nikolay Milovich pareció abrir la boca para decir algo, pero luego la cerró y se apartó la nieve que cubría su cabeza y rostro, achinando los ojos para poder verle mejor, Ilya Petrovich hizo lo mismo y sacudió su sombrero, que hasta entonces había aferrado entre sus manos, luego miró a Alexey Abramovich.
-Nosotros…consultaremos al camarada Barilov- Decidió, su compañero se quiso poner ya el sombrero, pero Ilya Petrovich se lo impidió con un codazo- Nikolay Milovich y yo te deseamos un buen día, Alexey Abramovich..- Nikolay Milovich pareció verse obligado a cuadrarse ante Alexey Abramovich.
-Feliz Día, Alexey Abramovich- Deseó casi militarmente, a lo que Alexey Abramovich contestó con su amable sonrisa y un ligero asentir con la cabeza.
Dicho esto, ambos muchachos se calaron los gorros, dieron media vuelta y comenzaron a abrirse camino a grandes zancadas en dirección contraria a la que habían venido. Alexey Abramovich esperó a verles desaparecer entre las cortinas de nieve que ya caían, para entrar de nuevo en su casa.
En todos los acontecimientos importantes de la historia de la humanidad, la metereología también quiso ser partícipe y, así, después, ser recordada siempre en relación con el acontecimiento. En el invierno de la Revolución Rusa hizo tanto frío y nevó tanto como nunca había nevado antes, ni nunca nevó después. Incapaces de hacer frente a las masas de nieve, los ciudadanos rusos además de vivir una revolución, aprendieron a convivir con una masa helada que había engullido paisaje y poblaciones.
Dos días después de la visita de los dos muchachos, Alexey Abramovich Zhelevov apreció a través de la ventana del salón, y discerniendo entre ráfagas de densa nieve, lo que le pareció un caballo en los aledaños de su casa. Salió a recibir al visitante. No se puso el abrigo. Tampoco el sombrero. Sabía que la visita sería breve.
-Buenos Días Alexey Abramovich- Quien esto dijo, era un hombre subido a un sublime y bien pertrechado caballo, él mismo llevaba una amplia y abrigosa casaca marrón, como sus pantalones, rematados por unas botas de montar con espuelas de plata labrada, abrigaba su cabeza con un sombrero de piel marrón y una bufanda que casi le cubría el rostro. Trataba de mantener al caballo quieto sin demasiado éxito, aferrándose a las bridas y las silla cada vez que el animal se movía en su inquietud.
-Buenos Días Vgeny Anatolich Barilov- Contestó Alexey Abramovich, sin moverse de su porche, el otro frenó como pudo al caballo, que amenazaba con salir al galope- Mal día para salir a cabalgar…
-Mal día, ya no se distinguen las casas…- Comentó Barilov, Alexey Abramovich asintió en silencio.
-En algún momento parará de nevar..- Anotó, Barilov frenó al caballo de nuevo, que quiso por un instante alzarse sobre sus patas traseras.
-En algún momento, Alexey Abramovich, en algún momento…- Dijo Barilov, Alexey Abramovich sonrió y se pasó la mano por el cabello, rizado y bien cortado.
-Que tengas un buen día, Vgeny Anatolich Barilov- Deseó, Barilov se llevó la mano enguantada al sombero.
-Lo mismo te digo Alexey Abramovich Zhelezov- Y sin más, dio rienda suelta al caballo, y se alejó, perdiéndose entre la niebla.
-Aliosha…todo bien?- Preguntó la voz de Irina Davidovna desde el interior de la casa.
-Sí, Iroshka..todo bien
El pequeño espejo sobrevivió la Revolución, las purgas, los movimientos de masas, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la Perestroika, la Caida del Telón de Acero y todas las mudanzas de la familia Zhelezov, en cuyo salón de su casa de Moscú aún cuelga hoy.
Dedicada a la Familia Zhelezov. Por Todo.
Qué suerte tuvo el espejo. Plasmas muy bien el ambiente de la Revolución Rusa.
Besos
Mercedes
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Un espejo testigo de la historia. Muchas Gracias, Mercedes! «Spasibo»!. Un beso enorme.
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Qué significa «Spasibo»?
Besos
Mercedes
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«Gracias» en ruso, se pronuncia con -a- «Spasiba», pero se escribe con -o-. 😉
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Nunca te acostarás sin saber una cosa más.
Besos
Mercedes
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Un beso enorme, Mercedes! 🙂
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