«No te preocupes por mi
Por un momento crucé al otro lado y luché con esas bestias gigantes
Sólo te quise decir que no dejé de creer, pero era grande la sensación
De vértigo constante
Tengo un plan.Salir corriendo hasta que todo se arregle
Me alejaba como el ruido de una ambulancia entre la gente
Y aunque te pese, te juro que esto no es lo que parece….“
Leiva
PLANTEAMIENTO.
Max Sterlitz-Lomas de Buroaga
Max Sterlitz-Lomas de Buroaga recorrió desperezándose el largo pasillo que separaba su dormitorio de la cocina. Iba descalzo y todavía en pijama, para ambas cosas tenía una excusa, si por algo había hecho instalar suelo calefactor era para poder andar por la casa sin zapatillas ya que, según él, uno de los placeres de la vida era la posibilidad de caminar descalzo, en cuanto al pijama, de tela de algodón a cuadros azules y blancos, él mantenía la opinión de que los sábados por la mañana se podía dormir hasta despertarse uno por si mismo, sin necesidad de alarmas ni despertador, y permanecer hasta el mediodía en pijama disfrutando de un largo desayuno mientras se leía la prensa del día, con todos sus suplementos. Max Sterlitz-Lomas de Buroaga era un hombre alto, y, aún en pijama, de porte elegante, hacía unos meses que había cumplido los cincuenta, pero no los aparentaba, su pelo, algo largo, conservaba aún el color caoba que había comenzado a desaparecer en las sienes, y su rostro, de facciones finas, sólo acusaba alguna arruga alrededor de sus enormes ojos verde agua. Únicamente usaba gafas para leer, y siempre se las olvidaba en todas partes. Por lo demás, se consideraba un hombre sano, y, aquella mañana de sábado, feliz. Su mujer, Malucha, a la que llamaban así como diminutivo de María Lucinda, se había ido hacía dos meses a vivir a Nueva York, llevándose consigo a sus dos hijas. No se habían separado. Malucha había recibido una oferta que no había podido rechazar de un importante buffete de abogados asentados en aquella ciudad, y, tras calibrar ambos brevemente los pros y los contras, habían decidido que más valía pájaro en mano que ciento volando y que esos trenes sólo pasaban una vez en la vida, y toda la retaila de frases que se suelen decir en tales situaciones, y las tres se habían marchado a la Gran Manzana, dejándole a él solo atrás. Ahora hablaba con ellas y las veía con más fercuencia que antes, a través de todas las redes sociales posibles en las que ellas le habían abierto cuentas y por constantes videollamadas para las que siempre tenía tiempo. Max Sterlitz- Lomas de Buroaga no trabajaba. Lo había hecho un tiempo. Y le había gustado. Incluso había aumentado el volumen de su fortuna, haciendo buenas inversiones y comprando y vendiendo acciones de aquí para allá. Pero lo había dejado. Él se dedicaba a supervisar el legado de su familia, como le había gustado siempre decir a su madre, y velar porque no desapareciese.
Y aquella mañana de sábado se disponía a desayunar con calma y sin prisas. Ese era el fin de semana libre de Lidia, la mujer empleada interna, que se ocupaba de las labores domésticas, así que hubo de preparárselo él mismo. Pero no le importó, buscó en las alacenas su cafetera italiana para cuatro tazas y se entregó al secreto deleite de rellenarla de café y agua. Su mujer había comprado una cafetera automática y complicadísima, que reinaba sobre la encimera, pero que él no sabía utilizar, Lidia era ya una experta en el tema, pero ahora no estaba, así que ya tenía excusa para usar su vieja cafetera, que conservaba desde sus tiempos de estudiante en Salamanca. Sonrió al recordar aquella época y, mientras preparaba el café comenzó a silvar „Clavelitos“. Mientras subía el café, metió varias rebanadas de pan en la tostadora y salió de la cocina para dirigirse a la puerta principal. Abrió la puerta, y respiró tranquilo al encontrar sobre el felpudo los cuatro periódicos que tenía abonados.
Colocó todo lo que tenía pensado tomar de desayuno sobre la mesa de la cocina, seis tostadas de pan de molde, queso de cabra, mantequilla, mermelada de fresas, un bol con nueces y una botella de zumo de melocotón muy frío. Café con leche, más leche que café, en tazón mediano. Tres de azucar. Por una vez, las gafas estaban ya sobre la mesa, seguramente se las había olvidado allí la noche anterior.
El Osasuna pierde frente al Málaga por goleada, él nunca había sido de fútbol, ni de tenis, tampoco de padel cuando se había puesto de moda, a él lo que le gustaba era bailar, ahí sí que se hacía ejercicio, comenzó a silvar „Lets twist again“. Mueren quinientas personas en China por la rotura de una presa….Pensó que si la rotura de la presa hubiera ocurrido en cualquier país europeo ese titular sería primera página y no se hablaría de otra cosa. Quinientas personas son muchas personas, aquí y en China, y si hubiera tenido un interlocutor a quien convencer, lo hubiera hecho. Agotadas las entradas para el concierto de Anaís Maura…Conocida en su casa a la hora de comer, y casi rio, llevándose a la boca la taza de café.
Fue entonces cuando leyó el titular. Y la taza se le calló de la mano, rebotó en la mesa y aterrizó sobre su regazo, dejando tras si un rastro de café con leche caliente. Él trató de incorporarse al tiempo que soltaba un grito, pero sólo consiguió resbalar en el café, perder pie y, llevándose la silla por delante, caer cuan largo era al suelo, todo ello sin soltar la hoja del periódico a la que se había aferrado como si fuera lo último que fuera a hacer en su vida. Maldijo al tratar de incorporarse, trató de leer otra vez la noticia, pero sus gafas habían volado hacía algún lugar, se estiró a cogerlas, una patilla se había doblado, volvió a maldecir, pero pudo cerciorarse de que había leído bien. Metió la mano en el bolsillo del pantalón del pijama, cuyas perneras estaban empapadas en café, y sacó su móvil, que, milagrosamente, no había sufrido daño alguno. Deslizó sus dedos por la pantalla. Respiró hondo al ver que aún guardaba el contacto en su agenda. Pulsó llamada.
- Buenos Días…Sí soy yo…Tenemos que vernos. Es urgente.
Isabel Palacios López
El arquitecto había decidido que el mejor lugar para tener una visión global de la situación era el descansillo que hacía la escalinata entre planta baja y el primer piso. Y allí estaban todos, el arquitecto, el aparejador, el delegado de Patrimonio Histórico, el presidente de la Asociación de Vecinos, el abogado que representaba a los últimos propietarios conocidos, el representante de la empresa constructora que deseaba comprar y sanear el edificio, su representante legal, e Isabel Palacios y Fernando Aragón, de la empresa Montatanto, a la que se había encargado la labor de servir de enlace entre todas las partes. Todos ellos con casco amarillo y zamarra de obra reglamentarios, trataban de seguir la explicación sucinta del arquitecto sobre una copia de los planos que les había entregado. El edificio era una de las últimas casas-palacio de la ciudad, situada en la que ahora era una zona exclusiva , y cuyo destino todavía no estaba claro, variando desde viviendas de lujo a hotel, todo ello conservando su apariencia y estructura originales.
Isabel Palacios había elegido situarse en el rincón del descansillo, el casco cubría apenas su media melena rubia con alisado japones, sus facciones de muñeca de porcelana con leves rastros de pecas y sagaces ojos azules, denotaban una profunda concentración en el punto del techo del que colgaba una gigantesca lámpara de araña, profusa en cristalitos, que colgaba de lo que parecía un macizo bloque labrado de acero fundido. Siempre había tenido predilección por ese tipo de lámparas. Las labores de mantenimiento que conllevaban, para otra persona podían suponer un suplicio, pero no para Isabel Palacios, para ella la limpieza individual de cada uno de los cristales y los brazos de los que colgaban resultaba reparador y casi tántrico. Aquella lámpara había sobrevivido varias guerras, años de abandono y dos comunas okupa. Aquella lámpara tenía que ser suya. Estaba pensando en cómo convencer a todas las partes que el mejor fin para esa lámpara era que ella se hiciese cargo, cuando notó vibrar su móvil privado en el bolsillo del pantalón. No hizo caso, y continuó con su labor de peritaje visual de la lámpara. Cuando ya vibró por tercera vez, suspiró dándose por vencida y lo cogió sin mirar quién era.
- Sea lo que sea hasta las tres no voy a poder….- Abrió mucho los ojos y parpadeó dos veces, luego sonrió levemente y abriéndose paso entre la pequeña multitud subió la escalinata, no sin antes hacerle un gesto con la mano libre a Fernando, quien asintió sin más, para después continuar anotando algo en un Ipad.- Cuánto tiempo….yo siempre estoy liada, pero para ti siempre tendré tiempo….cuéntame..- Y se acercó a lo que había sido una galería que se abría a un jardín, ahora cubierto de escombro, las ventanas todavía conservaban los antiguos cortinones, rasgados y apolillados, ella se fijó en las preciosa bolas de los bordones que las sujetaban, de plata maciza labrada, tan sucia, que parecía latón, cogió uno entre sus dedos- Que me siente…amigo mío ya no hay nada que me asuste a estas alturas…- Fernando escuchó su ahogado chillido y subió un par de escalones, para cerciorarse de que estaba bien, Isabel, apoyada contra uno de los marcos,se volvió a medias para tranquilizarle con un gesto vaído, y él volvió a bajar no muy convencido. Ella apoyó su frente contra el cristal con los ojos cerrados y se llevó la mano libre a la boca- Sí….- Susurró con un hilo de voz- ..sigo aquí….lo sé, qué necesitas…cuenta conmigo..nosotros….eso déjamelo a mí- Y abriendo los ojos, de pronto fríos y sin luz, los clavó en el jardín abandonado, ladeando levemente la cabeza- Nada me hará más feliz.
Pilar Fuentes Varela
Pilar Fuentes Varela había sido de bebé un querubín. Una criatura rubia, de ojos azules y rasgos perfectamente dulces, enmarcados por unos tirabuzones tupidos y sedosos.
Con el paso de los años, Pilar se convirtió en lo más parecido a un hada, de facciones delicadas y un cuerpo de perfecta complexión, sostenido por las piernas mejor formadas del hemisferio Norte, como una vez le había dicho un profesor de ballet.
Pero Pilar Fuentes Varela no era un ángel. Ni un hada. Ni le gustaba mostrar sus maravillosas piernas.
Dentro de Pilar vivía un niño contestón y malhablado, que evolucionó a un hombre de hablar soez y pocos modales, que, si bien dominaba sus expresiones, le había permitido, sin embargo, sentirse mujer para el resto de los ámbitos.
Pilar Fuentes Varela vestía siempre traje chaqueta pantalón con zapatos ingleses de cordones. A la pregunta de porqué no se ponía tacones, solía responder que con tacos parecería una puta jirafa. Y que ella no era ni puta, ni jirafa.
Aquel ángel malhablado era la jefa de sala del club más exclusivo de la ciudad, el Club Lust (*“Ganas“, en alemán). Un local que ocupaba toda una manzana, y que por el día era cafetería- restaurante, mientras que por la noche cobraba vida como elitista club nocturno, con estricto derecho de admisión.
Ella era la gobernanta de un pequeño ejército de empleados, que, si fueran preguntados, no dirían una mala palabra de ella, ya que, en aquel ángel malhumorado, latía un buen corazón.
- Ya hablaste con el jíbaro de Tomás?
- No, no me coge el teléfono…
- Que qué? Pues déjamelo a mí que se lo traga…el fulano ese…
- Es que a lo mejor…
- A lo mejor ni peor, se lo traga, con salsa…
- Es que tenía enferma a la madre…
- Acabáramos…Introducción, Nudo y Desenlace era no?…tú te jamaste el nudo, tragaaldabas….y esto qué es?- Y señaló una fuente con lo que parecía una masa blanca.
- Bechamel de croquetas…
- Y el jamón?
- Sin gluten y veganas…
- Entonces no son croquetas coño, es dieta para cólicos de vesícula joder…..estoy arriba si me buscan, y si no me buscan también….- Y mandándole un beso por el aire se alejó hacia el fondo de la cocina, desapareciendo por la puerta que daba al comedor.El local contaba también con un primer piso, un pequeño entresuelo, donde se encontraban los despachos desde donde se organizaba el complejo funcionamiento del club. Pilar dejó el abrigo sobre el sofá de la antesala que daba paso a resto de estancias, y entró en una sala de tamaño medio, presidida por una mesa de trabajo de madera maciza labrada que contrastaba con el resto del mobiliario, moderno y de sencillas líneas. Abrió las cortinas y las ventanas, que se abrían a un enorme patio de manzana, y contempló por un instante la vista que se le ofrecía, miró al cielo, no parecía que ese día fuera a llover. Iba a sentarse a la mesa de trabajo cuando le sonó el móvil.
- Dime cabronazo….estoy a punto de tirarme en paracaidas…qué coño te parece que estoy haciendo alma de cántaro?….exacto…ya estás hablando conmigo o no?…ah…no me des un puto susto que hoy me levanté de buenas….- buscó sentarse en el sillón de despacho- ya estoy….has empreñao a alguna…hijo qué quieres….a ver joder…-cerró los ojos y apoyó la cabeza en la mano- no puede ser….hijodelagranputaasíloarrolleuntrenmecagoenlaputadebastos….qué?…ya me ocupo yo…yo también a tí corazón.
Filigrana
María del Carmen Ridruejo miraba con desconfianza a la mujer con la que le había tocado bailar aquella mañana. Una mujer alta, delgada, de pelo caoba oscuro con mechas de un tono más claro en una media melena, abundante y perfectamente peinada que descansaba sobre sus hombros, el traje chaqueta tipo chanel acababa de darle el toque de elegancia que cerraba el conjunto, aderezado por un rostro que le recordaba al de alguien del que no conseguía recordar el nombre, y que era un calco del suyo.
- No te gusta la canción, Carmencita?- Preguntó la mujer, mientras trataba de llevar el ritmo de la canción que sonaba desde una cadena de música al fondo de la improvisada sala de baile, un viejo pasodoble con ritmo machacón. María del Carmen Ridruejo achinó levemente los ojos, como para fijar la vista y poder mirarla con más atención, también ella tratando de llevar el ritmo del pasodoble.
- Me va a perdonar…pero usted quién es?- Preguntó por fin después de parecer haberlo pensado mucho rato, la mujer de pelo caoba sonrió con dulzura y le arregló innecesariamente un poco el cuello de la blusa, e iba a contestar, pero Maria del Carmen se encogió de hombros y se adelantó- Porque usted no es mi hija…- La mujer alzó las cejas un instante, pero mantuvo la sonrisa, María del Carmen negó con la cabeza- Porque si de algo estoy segura es que yo parí un varón, un niño hermosísimo…la que parió una niña fue mi hermana…también preciosa, pero el mio era un niño…y él sí que baila bien, no como usted…porque él es bailarín profesional, sabe usted?….como los ángeles baila mi hijo, su prima no, es más patosa, como la madre…y…usted me recuerda a..ay cómo se llamaba aquella…si mujer…la Bancroft…usted es la Bancroft- Y su voz sonó a victoria, como la de aquel que da con el dato que buscaba por mucho tiempo, y sonrió orgullosa, luego le acarició la melena con los dedos,la mujer con la que bailaba arqueó una ceja y casi rio, pero logró no hacerlo- Tiene usted un pelo precioso….- Anotó María del Carmen, luego parpadeó lento y miró hacia algún lugar,para después volver a la mujer con la que le había tocado bailar-….porque…yo…usted no habrá visto a mi hijo, hace tanto tiempo que no viene…- La mujer con la que bailaba, ladeó levemente la cabeza, buscó sonreír e iba a decir algo, pero el pasodoble cesó de sonar de repente, y todos tuvieron que aplaudir, casi al mismo tiempo, una chica uniformada con casaca y pantalón azules se acercó a ellas y cogió a María del Carmen del brazo.
- Ven Carmencita, que ya está puesto el refrigerio…- Anunció, y guiñándole un ojo a la mujer con la que había bailado María del Carmen hasta ese momento, se alejó lentamente con ella del brazo. La mujer las observó un momento alejarse, se colocó mejor la chaqueta y atusó la melena, para después dirigirse a paso vivo sobre sus tacones hacia la puerta de salida de la sala. Sin bajar el ritmo del paso, cruzó el pasillo y entró en el servicio de señoras, dónde, sin más, apoyó la cabeza con los ojos cerrados sobre los azulejos de la pared, al tiempo que dejaba exhalar un sonoro gemido agónico, rodeándose a la vez el vientre con los brazos.
- Ay Fili…te encuentras bien?- Una voz preocupada que parecía provenir del fondo del espacio que ocupaba el servicio, la hizo incorporarse, pero no se volvió inmediatamente, antes carraspeó y se arregló la blusa.
- Sí..sí…no es nada, debí de comer algo malo..- Inventó dibujando la mejor de sus sonrisas al volverse, la mujer que le había preguntado, una enfermera uniformada de azul, como la de la sala de baile, también sonrió aliviada.
- Si necesitases algo dínoslo…- Invitó, y antes de salir le acarició un brazo con cariño, a lo cual la mujer con el traje Chanel correspondió con un beso de aire y una sonrisa leve. En cuanto la enfermera hubo salido del servicio, apoyó la espalda en la pared y respiró hondo mientras apretaba los lagrimales con las puntas de dos dedos. En eso le sonó el móvil, que sacó del bolsillo de la chaqueta para contestar la llamada sin mirar quién podía ser.
- Qué pasa ahora…?- Preguntó por todo saludo, no porque le interesase lo que quisiera su interlocutor, sino porque siempre contestaba así al teleléfono- ah..hola…qué?…en un lugar de La Mancha de cuyo nombre me tengo que acordar….no, no me reconoce…me sigue confundiendo con la Bancroft, al final me lo voy a acabar creyendo…ya lo sé mi vida por eso me confunde….bueno…y qué te pasa entonces?…ya..bueno un día compro un jabón y te lavo la boca….hijaporDior…cuatro frases y diez coños, que yo no tengo, por otra parte….vernos „con urgencia“…- Y arqueó una ceja dibujando en su rostro un claro gesto de escepticismo- ay hija no me asustes…pues cuando llegue a casa te llamo…o ya me esperas allí, como quieras…estás embarazada o algo?- Se apartó el móvil del oído un instante para no oir lo que su interlocutora decía a voces- Haya paz…ya..vale, yo también….anda que te ondulen…chao – Y finalizó la llamada, para meter después el teléfono de nuevo en el bolsillo, cerró sus enormes ojos castaños un instante y, tras respirar hondo otra vez, salió del baño.
Elodie Rampling
Ruperto Pereira Morente dejó de hacer lo que estaba haciendo, sacar la publicidad de los parabrisas de los coches aparcados en la sección A del Parking subterráneo, cuando la vio acercarse. Una mujer alta, en un elegante vestido- abrigo beig con zapatos de tacón y bolso a juego, con una melena caoba lisa, que descansaba en sus hombros y sobre un chal rojo con el que se abrigaba el cuello. Se acercó a él sonriendo, y él no pudo más que devolverle la sonrisa a aquel rostro de medalla, coronado por unos ojos de almendra de los que no pudo separar los suyos.
- Creo que he aparcado mal, espero no sea un problema- Y parpadeó, al tiempo que cambiaba el bolso de brazo, sin dejar de sonreir, Ruperto fue incapaz de encontrar su voz y hubo de toser, negando con la cabeza- Uy esa tos, que no sea nada, mil gracias- Y dando media vuelta sobre sus tacones volvió a alejarse dando un golpe a la melena, dejando tras si un eco de perfume, tan sutil, que Ruperto se descubrió dando dos pasos escudriñando el aire con la nariz tras el, y le hizo compañía el resto del día, como la sensación que queda tras ver un arcoiris o el breve vuelo de una pompa de jabón.
La mujer cruzó la avenida por el semaforo, con esos tacones no podía arriesgarse a cruzar por otro lado, y entró en el Hotel en el que tenía su cita. Sin mirar ni a derecha ni a izquierda se dirigió con paso seguro al restaurante, sin pasar inadvertida a los presentes en el lobby a aquellas horas de la mañana ni a la chica de Recepción quien, como toda reacción se ajustó bien la casaca del uniforme y dibujó un ápice de sonrisa, que desapareció tan rápido como la mujer tras las puertas del restaurante.
Recorrió la distancia entre la puerta y la mesa a la que se sentaba la persona con la que había quedado a paso más vivo del habitual, olvidandose ya de los tacones y cogiendo el bolso en la mano.
- Espero que lo que tengas que contarme sea muy importante, soy un hombre muy ocupado- Espetó sin rodeos, dejando caer el bolso sobre la silla frente al único comensal que ocupaba la mesa.
- Cada vez que te escucho esa voz, me dan escalofríos, de verdad, cómo lo haces?, te has implantado un chip en las cuerdas vocales? Buenos Días Eladio, me alegro de verte y ya he pedido, el tuyo solo- Contestó el comensal invitándole a tomar asiento con un gesto. Ella se sentó y se sacó el abrigo, colgándolo sobre la silla, se dejó puesto el chal, ahora más holgado, se mesó la melena y posó sus antebrazos sobre la mesa entrelazando los dedos.
- Todo es cuestión de controlar la respiración, ya te lo dije, el resto es práctica, en fin, la cambio por ser tú– Y sonriendo a su comensal como solo lo hacía con él, olvidando el papel, se aclaró levemente la garganta- Voilá- musitó entonces con voz varonil.
- Quiero arruinar la vida de Gregorio Hinojosa Valcuende.
- Si me dijeras que quieres acabar con ella, también podrías contar conmigo.
- Eso sería ponerme a su altura, quiero hundirle. Sólo eso.
- Y qué plan tienes? O mejor formulado….qué pinto yo en el hundimiento?- El camarero se acercó entonces, y puso lo que había sido encargado sobre la mesa, dos cafés, uno con leche, el otro solo, y un cesta con bollos de leche, ella sonrió a su comensal al tiempo que cogía un bollo con las puntas de los dedos- Sigues siendo muy detallista, macho, mato por los bollos de leche….y que aún te acuerdes.
- En otra vida fui elefante, creo que es por eso – Tomó un breve sorbo de su café, ella alzó las cejas dando cuenta del bollo, y él le pasó un recorte de periódico. Ella cesó de mascar el bollo y por un instante la luminosidad que desprendía su rostro desapareció tras leerlo, se recompuso en seguida y tomó su café solo de una vez.
- Dime lo que necesitas.
Dámaso Canosa López
- El Sr.Canosa no está, todavía no ha vuelto de su Terapia de Arpa- Explicó amablemente la chica que atendía la Recepción de Gestoría Canosa, ante la pregunta de Max Sterlitz de si su jefe se encontraba en la oficina.
- Terapia de Arpa?- Alcanzó a preguntar Max, que nunca había escuchado semejante cosa, la chica sonrió.
- No es lejos, le puedo dar la dirección si lo desea- Ofreció.
La Terapia de Arpa, tenía lugar en un centro de meditación y yoga, no muy lejos de la gestoría. Al entrar en las instalaciones a Max le dio la impresión de estar entrando en otra dimensión, ya que la decoración y la luz eran de un blanco nuclear y reinaba un total silencio. Por un momento dudó si pasar, pero después se decidió a entrar y se internó por un pasillo blanco y sin esquinas que se perdía hacía el fondo del local. Sólo tuvo que seguir el eco del arpa, para dar con la estancia donde la terapia tenía lugar. Se quedó en el arco que daba acceso al espacio, que carecía de ventanas, y estaba iluminado de forma indirecta con multitud de lámparas de sal, a lo largo de las paredes estaban situadas chaisselonges, ocupadas por gente que parecía dormir mientras una mujer, en el centro de la sala, tocaba una delicada melodía en un arpa de madera lacada negra. Max se retiró un par de pasos, y se sentó a esperar en una de las butacas situadas en el pasillo.
- Max…Max?….Se ruega al Sr. Max Sterlitz se presente en la Tierra…- Quien esto decía, con marcado acento argentino, era un hombre de mediana estatura y pelo blanco, vestido con ropa de sport, que sacudía el brazo de Max, que se había quedado profundamente dormido en la butaca. Max entreabrió los ojos y se incorporó tratando de no perder el equilibrio al tiempo que soltaba un silbido.
- No entiendo nada….a mí el arpa me enerva normalmente…- Se disculpó frotándose los ojos con las manos, el hombre de pelo blanco rio y le dio unas palmadas en la espalda.
- No esta, esta es especial…- Max sonrió y le abrazó a modo de saludo.
- Me alegro de verte Dámaso..
- Yo también, qué puedo hacer por vos…- Se interesó Dámaso poniéndose una chaqueta.
- Tienes tiempo para un café?
- Y para dos también…
Max buscó sentarse en una de las mesas del fondo en el local donde decidieron tomar el café, lejos de la barra y del bullicio.
- No me voy a andar por las ramas, Dámaso. Quiero arruinar la vida de Gregorio Hinojosa Valcuende- Dámaso que se disponía a echar azucar a su café con leche en vaso, le miró sin mover un músculo de su afable rostro, clavando en él sus vivos ojos negros.
- Y eso se os ocurrió así de repente…..- Max sacó del bolsillo de su chaqueta el recorte de periódico y se lo pasó, Dámaso lo leyó y levantó las cejas.
- Hijo de mil putas….el mismo esquema…
- Calcado…
- Y yo dónde cuadro en tu plan….si querés cagarlo a trompadas yo….
- Quiero hundirlo en la miseria, literalmente…- Dámaso bebió un trago de su café, y se secó la boca cuidadosamente con la servilleta, luego entrelazó las manos y le miró.
- Gregorio Hinojosa me robó lo más preciado que uno puede tener en mi gremio, Max, mi credibilidad. Hizo que mi nombre fuese sinónimo de estafa y malasartes, me quedé sin un solo cliente, tuve que despedir a todos mis empleados, algunos ya cercanos a la jubilación, tuve que vender mi casa, cargar con culpas que no eran mías, empezar desde el puto cero….estuve tentado a quitarme del medio, sabés?…pero no lo hice…me ha costado quince años armar mi vida otra vez. Si vos lo hundís en la miseria….yo lo empujo al fondo.
Manuma
Elodie e Isabel se encontraron en la puerta del edificio ante el que habían quedado y Elodie marcó la clave en el cuadro de números, en lugar de un telefonillo, que daba acceso al inmueble. Estaban esperando el ascensor, cuando una señora con pañoleta oscura, gafas de sol y un amplio abrigo que le llegaba hasta los tobillos, bajo el último tramo de la escalera a paso muy rápido y abandonó el edificio sin mirarlas ni dirigirles una palabra. Ni Elodie ni Isabel le dieron importancia al detalle, y una vez llegó el ascensor, marcaron el quinto. Cada piso tenía sólo una puerta, de brillante madera labrada y oscura. Elodie pulsó el timbre, que sonó como una dulce melodía de campanas al vuelo. Esperaron pacientemente un par de minutos, y volvió a timbrar, esta vez con más insistencia. Entonces pudieron escuchar pasos que se acercaban presurosos a la puerta y ésta se abrió. Ante ellas apareció un hombre alto y joven, que parecía recien salido de un anuncio de colonias, con el pelo oscuro aún húmedo de una ducha reciente,descalzo y que representaba la elegancia en persona aún vistiendo una simple camiseta blanca y unos vaqueros.
- Bon Jour mes dames!- Saludó regalándoles una sonrisa que iluminó los ojos verdes que culminaban su perfecto rostro.
- Buenos Días Manuma…o Iñaki o Donovan…quién eres hoy?- Preguntó Elodie, él rio y les dio paso a la vivienda, cerrando con cuidado la puerta.
- Yo soy siempre yo, Eladio…a propósito la de Vallés me llamó de tu parte, que conste, yo no a ella…- Aclaró, Elodie asintió e hizo un gesto desvaido con la mano para quitarle importancia.
- Creo que no os conocéis, ella es Isabel Palacios- Presentó, Manuma se adelantó y le dio dos besos.
- Encantado Isabel…queréis un café o algo…yo me estaba haciendo uno..- Y las guió hasta la cocina, una enorme estancia amueblada en blanco y beig inundada de luz, Isabel no pudo esconder su sorpresa.
- Me encanta…el piso es tuyo?-Preguntó mientras recorría la cocina fijándose en las alacenas, Manuma, la miró fugazmente mientras apretaba los botones de una máquina de café eléctrica que había en una de las encimeras.
- No, de un amigo- Elodie sonrió para si, pero se mantuvo en silencio- Vosotras me diréis en qué os puedo ayudar- Quiso saber Manuma, apoyándose en la encimera y mirándolas a ambas alternativamente. Elodie miró a Isabel, y ésta carraspeó, para después arreglarse innecesariamente un poco su siempre impecable melena.
- Necesitamos tu ayuda en un asunto…un tanto delicado..- Comenzó, buscando las palabras adecuadas para explicarse, Elodie suspiró.
- Queremos que colabores con nosotros en el hundimiento y caida de Gregorio Hinojosa Valcuende- Resumió, Isabel le dio la razón con un gesto de la cabeza. Manuma se encogió levemente de hombros.
- Y ese quién es?- Preguntó, Isabel arqueó una ceja.
- Si nadie te lo ha presentado nunca, es porque es un impresentable….
- Si hay que darle de hostias…yo no…
- No va a haber hostias…al menos por ahora…pero existe un plan para hundirle y te necesitamos…
- Para qué?
- Para que hagas lo que mejor sabes hacer..- Anotó Elodie, él la miró un instante tratando de calibrar lo que acababa de decir.
- Yo no hago hombres…si eso es…
- Ni yo tampoco, Manuma…y eso no viene al caso…-Anotó Elodie colocándose mejor el echarpe de angora verde que llevaba en un hombro.
- Harás un bien a la humanidad..- Indicó Isabel, Manuma rio, tenía una risa acorde con su apariencia, en eso la cafetera anunció que los cafés ya estaban listos. Tras preguntar cómo los quería cada una, los sirvió en tres tazas.
- Y no es ilegal…- Ambas negaron con la cabeza, Manuma tomó un trago de su café con leche y se encogió levemente de hombros- y..por qué?
- Eso se te explicará en su momento- Aclaró Isabel removiendo su capuchino.
- Y qué gano yo con todo eso?- Quiso saber Manuma, Isabel ladeó levemente la cabeza y sonrió enigmática.
- El cielo
Helados
- Yo necesito que me ayudéis- Pilar y Filigrana se miraron, y luego volvieron a Elodie.
- Yo con tías no quiero nada….ni un besamanos, fíjate cómo te digo..- Soltó Filigrana, arreglándose la falda.
- Por cuánto y con quién?- Ofreció Pilar
- Ay mira esta!
- Aquí donde me ves no me como un rosco….
- Y el del otro día qué? Ese rosco lo querría yo…
- Hacen el paseillo….pero no la corrida…
- Qué fisna ella…
- Es la verdad, joder…ni a medias me dejan…
- Bueno, a ver, estáis o no estáis…que tengo que irme…
- Otra que tal baila…..dime de qué va y te digo….- Acabó Filigrana, sentándose mejor.
- Necesito un bolo con Gregorio Hinojosa Valcuende…
- Uy!…urticaria! Qué digo…prefiero un herpes en los cojones, fíjate lo que te digo….o tirarme de cabeza a la fuente de la Cibeles sin agua….
- Si es para echarle la raba por dentro de la bragueta, cuenta conmigo…
- Vosotras no tenéis que hacer nada…con él físicamente, sólo ayudarme a que caiga en una trampa…
- De osos…y que le arranque una pierna…
- Con una soga al cuello…y yo tiro de la palanca….hecho…
- Sin que él se de cuenta, ni él ni nadie…
- Le ponemos burundanga en el GinTonic…
- Lo dejamos encerrado en un „Panic-Room“ y tiene que escuchar Marilyn Mason en bucle…
- Os estáis yendo del tema…
- Si nos dices el tema…pues a lo mejor, preciosidad…
- A ver….hay que montar una bacanal..- Filigrana soltó un chillido y dio palmas.
- Uy! Eso es lo mío…- Pilar, por su parte, encendió un cigarrillo y se relajó en la butaca, estirando sus largas piernas, al tiempo que expulsaba el humo hacia el techo, después suspiró.
- Y por dónde quieres empezar?
- Por comprar helados
Concilio
El Ambigú era un antiguo cine reconvertido en club nocturno con actuaciones en directo. Su aspecto exterior seguía siendo el mismo que cuando era un cine, con la única salvedad del nombre del local en letras rojas sobre la marquesina.
Manuma llegó hasta la puerta, tras asegurarse de que estaba en la dirección correcta, traspasó la puerta de acceso. El amplio hall de entrada estaba desierto, y el ropero, a mano derecha, vacío. Estaba a punto de plantearse avanzar hacia la puerta a lo que había sido la platea, cuando un hombre con el pelo recogido en un moño, vestido con un mono naranja y portando un cubo con fregona, apareció por una puerta lateral.
- Hola! Buenos Días!….eres tú el tuno?- Preguntó alegrándose mucho de verle, Manuma casi rio, le habían llamado muchas cosas en su vida, pero nunca tuno.
- No, no soy el tuno…
- Estamos cerradas, mañana a partir de las diez otra vez, ok mi vida?- Explicó el hombre del mono naranja mientras se dirigía hacia otra puerta, Manuma le detuvo.
- Espera…yo he quedado aquí con Filigrana..- Explicó no muy seguro.
- Ah bueno!…entonces sígueme mi amor…y cuidado no resbales, aunque seguro que hasta eso lo haces bonito..- Dijo el hombre, Manuma sonrió y guiñándole un ojo afirmó con la cabeza dándole la razón, lo que provocó la carcajada del otro.
Explicándole cosas sin parar, le llevó por las bambalinas del local, hasta uno de los camerinos, del que abrió la puerta sin llamar.
- Fili…aquí te traigo un caramelito de fresa..- Anunció dando paso a Manuma a la estancia muy bien iluminada, en la que en ese momento se encontraba Filigrana con un hombre, que parecía estar despidiéndose, vestido con ropa de entrenamiento y que portaba una voluminosa bolsa de deporte.
- Cuando lleguemos te llamo…chau- Dijo el hombre, muy alto, de pelo negro muy corto y brazos tan largos como remos, según le pareció a Manuma, que se tuvo que apartar para dejarle salir del camerino, Filigrana con una vestido largo de lana y el pelo recogido en una cola de caballo no se volvió enseguida.
- Tiene el caramelito un nombre?- Preguntó aún sin volverse, el hombre del mono naranja invitó a Manuma a entrar y él mismo se fue, cerrando la puerta.
- Yo soy Manuma…Eladio me citó aquí..- Explicó Manuma, Filigrana se volvió entonces y le observó desde detras de unas amplias gafas oscuras que casi ocultaban la mitad de su rostro, sonrió levemente y con un gesto de su mano, le ofreció asiento en una de las butacas repatidas por la habitación, amplia, tapizada de armarios empotrados y presidida por una mesa de maquillaje con un espejo rodeado de bombillas que ocupaba toda una pared.
- Eres el primero…siéntate donde quieras, Manuma…porque eres fan o cómo?- Preguntó curiosa mientras se observaba las uñas, pulcramente manicuradas en lila. Manuma sonrió y negó con la cabeza.
- Sabes guardar un secreto?- Preguntó, Filigrana abrió las manos teatralmente y levantó una ceja.
- La duda ofende
- Siempre me han llamado así…por mi nombre real, Manuel María, de ahí Manuma…- Explicó Manuma, dandose cuenta que era la primera vez que se lo contaba a alguien, Filigrana sonrió.
- Los dos son bonitos…como tú- Concedió, Manuma rio y se quitó la chaqueta- Pilar quedó de traer cafés y demás, sólo te puedo ofrecer agua- Y Filigrana sirvió dos vasos.- Sabes tú porqué las concentraciones de equipos tienen que ser en lugares recónditos?- Preguntó, para después beber un trago de agua.
- Pues…supongo que para que nadie les moleste, por?-Contestó Manuma, ella hizo un mohín con la boca y suspiró.
- Ya no voy a los partidos…porque me daban ganas de tirarme al agua y ponerme hacer aguadillas a todos lo que le querían quitar la pelota…- Maluma le miró sin seguirle el hilo, ella sonrió levemente.
- Arturo…es jugador de waterpolo…por eso..- Aclaró, Manuma levantó las cejas y bebió un poco de agua.
- Y dónde es la concentración?
- En Hechingen
- Dónde?
- Lo dicho….
El siguiente en llegar fue Max, acompañado de Dámaso, y poco después fueron apareciendo el resto de los convocados, la última fue Pilar, que llegó portando dos cajas con pastas de Titulcia y una bolsa con dos termos de café. Filigrana sacó de uno de los armarios empotrados tazas y vasos para todos los presentes, quienes se presentaron unos a otros en un desordenado barullo, que se fue calmando a medida que cada uno fue recibiendo su café y eligiendo su pasta.
- Antes de nada, muchas gracias a todos y todas por venir. Por si alguno todavía no lo sabe, mi nombre es Max Sterlitz y yo os he embarcado en esta empresa de la que espero salgamos bien…..creo que todos vosotros conocéis a Gregorio Hinojosa y la clase de persona que es, pero seguro que os preguntáis porqué quiero hundirle…pues bien, para ello he de comenzar por el principio y, en ese principio se encuentra mi hermana Susana, Süsse, para nosotros…
- Max..por favor…no..- Interrumpió Isabel, aferrándose a la mano de Fernando, quien apoyado en uno de los armarios, cerró por un momento los ojos, Elodie se acercó a ella y la besó en la sien, rodeándole la cintura con un brazo al tiempo que, con cariño infinito, la atraía contra si. Max se contempló un momento las manos y luego la miró sin ocultar su tristeza.
- Lo sé, Isabel…pero es necesario que sepan toda la verdad…- Explicó, Isabel asintió con la cabeza y la apoyó en el hombro de Elodie, sin soltar la mano de Fernando.- Mi hermana Süsse, se casó con Gregorio Hinojosa.. y está muerta…- En los minutos siguientes, Max relató la historia de su hermana, que, de alguna manera, también era la suya, sin ahorrar detalles y siguiendo una fatal cronología. Al final de su explicación, ninguno de los presentes fue capaz de decir una palabra, ni de mirarse unos a otros, tratando de asimilar lo que Max había contado.- Ahora tiene planeado hacer lo mismo, se ha prometido con una chica, casi una niña, y planea casarse…
- Y tú, con razón, quieres impedirlo…- Anotó Pilar, atreviéndose a romper el silencio, Max meneó la cabeza sin afirmar ni negar.
- No exáctamente…
- Nuestro objetivo es hacer de esa boda, la boda más costosa jamás vista en este país y que, llegado el día, no llegue a celebrarse….pero que Gregorio Hinojosa tenga que hacerse cargo de los ingentes gastos…- Le ayudó Isabel, ya más repuesta, Max continuó.
- Pero que no pueda hacerlo…porque sus cuentas, que tiene, y muchas, repartidas por medio mundo, estarán vacías…gracias a la labor de Dámaso, aquí presente…-Explicó, presentando a Dámaso, quien hizo una ligera inclinación de cabeza.
- Todo Plan A, necesita su Plan B…así que el nuestro será encontrar una mujer que se quede embarazada de Gregorio Hinojosa y provoque un escándalo tal que ese matrimonio se acabe deshaciendo…y si los dos planes salen a la vez,más que mejor..- Explicó Elodie entonces.
- Una „vendedora de helados“…- Recordó Filigrana, Elodie le dio la razón señalándola con un dedo y luego miró a todos los presentes.
- Entre rusos, se entiende como „vendedora de helados“ un tipo de mujer tipo pin-up, con exceso de todo, incluida la falta de verguenza….mi contacto tiene varias, nos enviará la que ella considere la mejor para la ocasión, tan hormonada, que Gregorio Hinojosa sólo tendrá que rozarla para que se embarace…- Explicó. Manuma, que se había mantenido en un más que discreto segundo plano durante todas las explicaciones, carraspeó.
- Y…yo..entonces, qué pinto?- Preguntó casi sin atreverse, Elodie sonrió.
- Tú eres el encargado de llevarte a la chica de calle…- Descubrió, Manuma levantó las cejas.
- Para que no quiera casarse…
- Para que no pueda vivir sin ti…- Anotó Filigrana, Manuma rio y tomó un bocado de la pasta que tenía en la mano.
- Nada más fácil…- Contestó él, guiñándole un ojo, que ella correspondió haciendo rolar los ojos.
- Isabel, creo que tú tienes todo preparado…- Dijo entonces Max, Isabel alcanzó entonces una maletita que había traido consigo, y comenzó a sacar carpetas de cartón, cada una de ellas con un móvil adherido.
- Para evitar futuras búsquedas de responsabilidades, no utilizaremos nuestros móviles personales, sino móviles de usar y tirar que, cuando todo acabe, se destruirán, no habrá Emails ni llamadas a fijos, todas las comunicaciones se harán a través de este móvil o en persona. Cada uno de vosotros recibirá además una tarjeta de crédito, con acceso a la cuenta donde Max ha depositado dinero para los gastos que pudiérais tener. Fernando y yo, como Montatanto, seremos los organizadores de la boda, si alguna cosa necesitáramos os lo haríamos saber; Elodie, Pilar y Filigrana, os encargaréis de organizar una fiesta a la que Gregorio acuda, si hay algo que le guste son las fiestas, y tenga relaciones con la chica en cuestión, en esta carpeta tenéis todo lo necesario;Manuma, en tu carpeta, además de la tarjeta de crédito, encontrarás la de socio del Real Madrid, del Atletico y pases VIP para ambos estadios, además de pases para todos los clubs y salas de fiesta de nivel de la ciudad, tu nombre es Pablo Llanos-Brubaker…
- Brubaker?- Alcanzó a preguntar Manuma, Isabel le miró fugazmente.
- Me encanta la película, pasa algo?..
- A mí también…ese final che…único..- Comentó Dámaso cerrando un puño, Isabel sonrió y le imitó, para seguir después con su explicación.
- Yo te pasaré semanalmente todos los eventos, actos, fiestas, entrenos, conciertos, charlas y salidas en general que tenga la chica….que se llama…a todo esto Carolina Gil de Atienza…alias Cocón desde hace poco…y es muy mona, también tienes foto…la quieren hacer it-girl de Instagram a marchas forzadas…de ahí tanto evento…pero estarás muy entretenido…- Y le pasó su carpeta- Dámaso, tú te encargas de buscar las cuentas, vaciarlas en la fecha de la boda y repartir el dinero de forma que jamás se encuentre, en el caso de que la chica rusa se quede embarazada, reservarás una parte de ese dinero para ella y su hijo, ya que bastante tendrá con tenerlo como padre…
- Por mi no hay problema…sólo que..voy a necesitar un asistente…- Opinó Dámaso, el resto de los presentes,excepto Manuma, dirigió sus miradas entonces a Filigrana, quién ante esa reacción se llevó la mano al pecho.
- Yo?!…si aún no llevo bien la tabla del ocho…
- Pero tu prima sí…- Recordó Pilar, Filigrana levantó las cejas.
- Lourdes?…Trabaja en Hacienda…muy práctico…
- Pues los pones en contacto y listo- Acabó Isabel-
- Para cualquier cosa podéis llamarme y contar con mi ayuda, no estaré muy visible, porque Gregorio me conoce y si me viera rondando podría sospechar….creo que todo está ya aclarado…- Dijo Max.
- No, todo no…falta ponernos un nombre…- Opinó Dámaso
- Un nombre?
- Esto es lo más parecido a una operación…hay que ponerle nombre…
- Operación Hundimiento- Opinó Pilar, pero no tuvo éxito.
- Operación Asítepudras- Colaboró Filigrana sin poder evitar reirse
- La mina que se buscó es una nena muy joven y sin experiencia de la vida, no?…pues ya está Mirlo Blanco- Dijo Dámaso, y todos parecieron de acuerdo.
- Operación MirloBlanco pues…- Concedió Max, Dámaso levantó un dedo.
- Nosotros entonces somos los MirloBlanco…y esa será nuestra contraseña si tuviéramos que acudir a una persona ajena a este grupo…
- MirloBlanco!- Y todos brindaron alzando cada uno su taza de café.
Qué intriga!
Besos
Mercedes
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Qué será, será…. Bicos mil!
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