No se movía el aire. Caía el sol como en el juicio final, y yo me había recogido en un alpendre a doblar sacos, que es lo único que puedes hacer a esas horas, el resto no estaban, ahora no me acuerdo dónde estaban, pero allí sólo estaba yo. Escuché el tiro y me quedé parao. Porque yo sé diferenciar cohetes y tiros, o escapes de coches. Que también podía ser. Pero aquello era un tiro de escopeta. Y no podía ser, porque el resto no estaban, y allí sólo estaba yo. Y los señores, claro, pero a esas horas no se dejaban de ver todavía, y menos por allí. Me medio asomé a la puerta del alpendre, por si a caso, y al no ver a nadie, ya fui directo a las cuadras, que quedan justo enfrente a través del patio. Dios me perdone. Dios en su Santo Juicio. Primero le vi al que estaba tirado en el suelo, que era el señor, y lo supe por las ropas y las botas, porque la cabeza no estaba, era una laguna de sangre. Después le vi al chico. Pensé que también era cadáver, de la paliza que tenía encima, arrimao y encogío contra la pared, pero me acerqué y le oí quejarse,para qué voy a mentir ya, estaba más para allá que para acá, y fue cuando me fijé en la escopeta. La tenía entre las manos el chico. Y no hubo más que entender. La agarré, la limpié con un trapo que vi, y se la coloqué al señor sobre el pecho. Luego cogí al chico en brazos, estaba muy mal, estaba muy roto, ya no se movía siquiera, pero yo le llamaba y me pareció que se quejaba bajito. No sabía qué hacer, yo daba voces, pero allí no había nadie, sólo estaba yo. Le llevé hasta la casa guardesa, como la llamaban entonces, donde vivíamos. La Elisa empezó a los gritos de que el chico estaba muerto, y yo que no la podía explicar, le llevemos al cuarto y al acostarlo se quejó, es que estaba muy mal. Para qué voy a callar yo eso ya. Y la Elisa me preguntó por la Sra. Aurora. Que dónde estaba la Sra. Aurora. Que había que llamar al Dr. Salinas y al cuartel. Y salí corriendo hacia la casa grande, porque sólo allí había teléfono, y ya al entrar la vi a la Sra. Aurora, a los pies de la escalera, bocabajo, y con la cabeza descolocada de para el lao, no había nada que hacer por ella. Llamé a Salinas, que llegó crujiendo rueda, y le expliqué el percal. Vio lo de la cuadra, y no me preguntó nada, yo tampoco le expliqué, y ya quiso ver al chico. Elisa se fue con él en el coche, Salinas le envolvió al chico la cabeza en una toalla, que había que llevarlo al hospital, que estaba muy mal, que eso ya lo sabía yo y me dijo de llamar al Sr. Carlos y que él ya había dado parte al cuartel. Y allá se fue crujiendo rueda otra vez, con la Elisa con el chico en brazos y la toalla que no llegaba a nada. Ya no importa. Para qué?. Y se armó la de Dios es Cristo. Con la nacional y los del cuartel. Como pollos sin cabeza. Con perdón. El Sr. Carlos llegó aún estando los dos de cuerpo presente, porque no sabían a dónde llevarlos. Primero quiso ver a la Sra. Aurora. Eramos todos hombres, pero nos llegó verle meterla con sus propias manos en el ataúd que habían traido, le colocó el pelo y las manos, y le oímos rezar bajito por el alma de la Sra. Aurora, y yo le acompañé para mi. Porque aquello imponía. Pero él era muy entero. Después le enseñé la cuadra, él se agachó junto al cuerpo y miró varias veces hacia la pared donde le dije que había encontrado al chico. Se incorporó y nos miramos. Y ya nos lo dijimos todo. Sin decir nada. Cuando entró el teniente Castillo, el Sr. Carlos le dijo que a su modo de ver era un caso claro de suicidio, su cuñado había tirado por las escaleras a su hermana y golpeado casi hasta la muerte a su propio hijo, para después descerrajarse un tiro en la cabeza,y se lo explicó con tal feaciencia, que el Castillo no pudo más que asentir. Además, no le iba a llevar la contraria al Sr. Carlos. Que era coronel. No rezamos por el Sr. No sé quién lo metió en el ataud. Ni cuándo lo enterraron. El chico estuvo más allá que acá bastante tiempo, que si se iba a quedar ciego, que si después no, que si sólo de un ojo, que si no iba a andar, pero salió adelante. El Sr. Carlos se hizo cargo de él. Y de nosotros. Qué íbamos a hacer nosotros allí?. Entonces nos facilitó la casa de los Robledo, muy buena gente. Y el chico? Es un hombre de bien, y sólo tengo que pedir por esta boca. Los jueves no falta. Nunca hablamos de aquello. No sé por qué me acuerdo ahora. Quizás sea porque hoy no se mueve el aire.
Sólo estaba yo
15 sábado May 2021
Posted Relatos
in
Muy buena 👌
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas Gracias, Xoana! Bicos a moreas!
Me gustaMe gusta