Os presento el nuevo caso de mi Subinspector Duarte Naveira, que cumple sus funciones en La Coruña (Galicia. España). A continuación, os dejo el primer capítulo.

I-

En Ikea le habían dicho que la tuerca que necesitaba ya no se fabricaba. Cómo se podía dejar de fabricar una tuerca?. El caso era que no la tenían en stock. Le recomendaron acercarse hasta Leroy-Merlín a probar suerte, está al fondo de la plaza,y la chica le señaló algún lugar a su espalda, su primera idea fue contestarle que si creía que era tonto o corto de entendederas, que sabía dónde estaba la dichosa tienda, y una retaíla de despropósitos. Pero se metió la tuerca en el bolsillo del pantalón, ensayó su mejor sonrisa, y se fue. Dudó si comprarse allí un perrito con todo tipo de cosas encima, pero tenía hambre de más, no había podido comer al mediodía y ahora tenía un hueco en el estomago de dimensiones considerables.

Seguía lloviendo, y cortinas de agua arrasaban la plaza por la que grupos de gente corrían hacia los distintos negocios buscando protección. Toda la ciudad había tenido la misma idea ese sábado: acercarse a Marineda City a pasar la tarde. Él no. Él había ido a buscar una tuerca que se había dejado de fabricar.

Le recibió una ola de calor de la calefación al cruzar la puerta principal, y se sacó la parka. Y después la bufanda. Se dejó puesto el jersey, ya que, pensó, si seguía quitandose cosas acabaría por quedarse en calzoncillos. Y no era cuestión de dar un espectáculo, él era una persona sumamente discreta. Se abrió paso a través de la marea de gente que atestaba el centro comercial y buscó en uno de los mapas de tiendas el Kentucky-Fried-Chicken, tras lo cual dedujo estaría en algún punto del segundo piso. La multitud en las escaleras le recordó la de los metros en hora punta.

La mujer empujaba una silla de bebé, en la que iba dormida una criatura de unos dos años. Sobre la silla descansaban diversas prendas de abrigo, y colgaban varias bolsas de plástico con compras, dos niños más se agarraban al buggy mientras comían algo parecido a un bollo de leche y miraban a su alrededor entre cansados y aburridos. Hubiese sido una escena normal en aquel centro comercial a esas horas de la tarde, si no fuera porque la mujer parecía muy nerviosa y gritaba un nombre de niña a la multitud que la rodeaba, llevaba el pelo en una cola de caballo deshecha y su rostro estaba congestionado por el calor reinante y la angustia con la que sus ojos buscaban algo en todas direcciones. Paula. Llamaba a Paula. Y el que parecía el mayor de los niños también, aunque con desgana, la misma con la que comía el bollo. Él quiso pasar de largo, podía ver el Kentucky al fondo y su estomago clamaba algo con lo que llenarse, pero los gritos de aquella mujer pudieron más.

-Es que no la encuentro, en Primark estaba agarrada al carro, y en la panadería también….le di los bollos a Pedro para que los repartiese…y..y..y ahora no la encuentro…- Estaba a punto de llorar, se apartaba mechones de cabello del rostro y la mano le temblaba levemente.

-Cuántos años tiene?- Se lo preguntó con tranquilidad, ella respiró hondo y volvió a apartarse un mechón.

-Tres. Tiene tres.

-Miraste en Primark? A veces vuelven a por cosas que quieren…

-Lo recorrí dos veces y me ayudó uno de los chicos de allí….no la encuentro….no está…- Observó como el sudor perlaba su frente y sus ojos vagaban frenéticos por la multitud.

-Mamá, quiero pis- La vocecita del menor de los niños la enervó y meneó la cabeza sin saber muy bien qué hacer.

-Vamos a hacer una cosa….yo me llamo Duarte Naveira y soy policía, vete al baño con…

-Germán, se llama Germán…

-Pues vete al baño con Germán y yo me quedo con los otros dos hasta que vuelvas- Ella le miró desconfiada y él sacó del bolsillo su cartera con su placa para despejar dudas. Ella agarró al niño y a paso vivo se dirigió a los aseos más próximos.

-Tu tienes una pistola?- El otro hermano le miraba con los ojos muy abiertos sosteniendo en el aire el bollo de leche, sin acertar a masticar, Duarte asintió y él también, sin creérselo todavía- Y disparas?.

-A veces- El niño volvió a asentir llevándose el bollo a la boca, si apartar de él su sorprendida mirada.

La madre volvió a los pocos minutos, casi a la carrera, su nerviosismo había aumentado y estaba al borde de las lágrimas.

-Voy a buscar a los de seguridad, tienes una foto de ella?- La mujer sacó con mano temblorosa su cartera del bolso que estaba colgado de la silla, y de uno de los apartados una foto tamaño carnet de una niña morena con melena paje y un lazo azul sonriendo a la cámara.

-Es la del colegio, ahora tiene el pelo más largo…

-No te preocupes, siéntate en este banco de aquí, y yo me ocupo de traerte a Paula, de acuerdo?- Y volvió a buscar la tranquilidad en su voz, para dársela a ella, que asintió y buscó sentarse en el banco- Y vosotros os quedáis aquí con mamá, vale?- Los niños asintieron con la cabeza, y ella les cogió de la mano, como para asegurarse de que no se le iban a escapar.

Encontró a una de los vigilantes cerca de los ascensores, se identificó como agente y le explicó lo sucedido, ella llamó por walky a tres de sus colegas, que se presentaron poco después, todos fotografiaron con sus dispositivos móviles la foto y repartieron el centro comercial en cuatro zonas. Él volvió a Primark y lo recorrió por zonas, peinando los pasillos y abriendo los probadores, incluso los que estaban ocupados, haciendo caso omiso de las consecuentes protestas. Continuó por un negocio de ropa de deporte al que siguieron otros, también de ropa, y dos de zapatos, además de todos los pasillos y aledaños de la planta. Al cabo de media hora, los cuatro vigilantes y él se volvieron a encontrar en los ascensores. Ni rastro de Paula.

-Llamamos nosotros o llamas tú?- El guarda de seguridad se lo dijo ya con el móvil de servicio en la mano, y Duarte sacó el suyo, teniendo que admitir que, si lo hacía él, los trámites irían más rápido.

-Que alguien acompañe a la madre, debe estar al borde del ataque de nervios- Ordenó mientras marcaba, otro de los guardas se alejó corriendo hacia el banco donde él la había dejado.

El inspector Regueira llegó acompañado de cinco patrullas, sin luces ni sirenas, lo último que necesitaban era pánico, carreras y curiosos. Él le esperó en la puerta del hall principal, para resumirle los hechos y mostrarle la foto a sus colegas.

-Y además en tu día libre- Apuntó Regueira, Duarte se encogió de hombros pero no contestó- Ana está de camino con Huertas, van a estar con la madre en el hotel. Hay padre?

-No le pregunté, pero en la cartera tenía una foto de un hombre…si es el padre o no eso ya es otra cosa…- Regueira sonrió y ambos se dirigieron al interior del centro comercial, al que parecía haber llegado más gente .

Los integrantes de las cinco patrullas y todos los agentes de seguridad del centro, dividieron el perímetro total a rastrear en cuadrículas sobre el plano en papel y comenzaron a buscar a Paula.

-Con este día, está claro, todo el mundo cae aquí…- Quiso explicarse Regueira asomado al balcón del segundo piso, observando el hormiguero de gente en el piso de abajo entrando y saliendo de las tiendas, o tomando algo en los locales de comida, Duarte se fijó en la lámparas, que pendían del techo a diferentes alturas, la última vez eran otras.

-Es más fácil aparcar- Regueira le dió la razón, un agente se acercó a la carrera con una bolsa de plástico en la mano.

-Qué hay?-y Duarte sintió que el corazón le empezaba a latir más rápido, al tiempo que Regueira tomaba en sus manos la bolsa.

-La madre lo ha identificado. Es el lazo de la niña. Lo encontramos flotando en la fuente de la plaza…- Regueira le miró como esperando más información, que no llegó.

-Osea que no está aquí dentro- Duarte y el agente se mantuvieron en silencio.- Gracias, lléveselo a Miranda.- El agente se alejó de nuevo corriendo.-Puede estar en cualquier sitio…

-Y con cualquiera…

-Vamos a pensar que no. Primero el carro y luego los bueyes Naveira, una vez encontré a un crío debajo de la cama de sus abuelos…al día siguiente de empezar a buscarlo. Imagínate tú..-Regueira se mesó el cabello canoso con las manos- y aquí no se puede fumar, ni siquiera yo, claro…- Duarte se permitió sonreír, aunque la ocasión no lo brindara.

-Vamos a fuera si quieres, aquí dentro hace demasiado calor..- Regueira aceptó y se encaminaron a la salida.

Ya había parado de llover, pero se había hecho de noche y un viento helado recorría a ráfagas la plaza por la que pululaba gente envuelta en abrigos y gabardinas, cargando bolsas o con carros de compra, Duarte se preguntó por qué saldrían del supermercado con el carro si había acceso directo al aparcamiento. Regueira no se había acabado el pitillo cuando dos agentes les hicieron señas desde el fondo de la plaza, y ambos corrieron hacia ellos. Duarte podía sentir el corazón atenazándole la garganta.

-La tenemos. Viva. La tenemos- Acertó a decir el agente, sin poder esconder su alegría, Regueira le dió una palmada en la espalda a Duarte al tiempo que soltaba el ensayo de una carcajada y seguía a su hombre al interior del aparcamiento, Duarte se mesó el cabello con las manos y expulsó el aire que debía de haber estado conteniendo todo ese tiempo sin darse cuenta.

– Estaba dentro de un carro de compra, en la zona más alejada del aparcamiento, empapada y muerta de frío la criatura, ni lloraba ya…- El agente lo explicaba mientras avanzaba a grandes zancadas, llegaron al punto donde la habían encontrado casi al mismo tiempo que la ambulancia. La niña estaba en brazos de una agente, envuelta en una manta térmica color cobre, muy pálida y con los labios lila, aferrada a una especie de perro de peluche, también empapado.

-Hola Paula, ahora viene tu mamá, sí?- Acertó a decirle Duarte, notando de pronto una ola de alivio al ver girar la cabecita mojada hacia él, mirándole con unos inmensos ojos negros asustados y perdidos.

-La versión más plausible es que la niña se perdió, se fue hasta el aparcamiento a buscar el coche de su madre y, confundida, se acomodó en un carro a esperar- Explicaba Regueira leyendo por encima el informe que acababa de recibir a primera hora de la mañana, Duarte, de pie en la ventana observando el pesado caer de la lluvia negó con la cabeza.

-Y el lazo? Cómo explicas el lazo? Y estaba al borde de la hipotermia- Indicó mostrando su desacuerdo, Regueira dibujó un gesto de escepticismo.

-Se le caería mientras jugaba en la fuente, ayer también llovía mucho- Y cerró la carpeta, sin tener intención de continuar con el asunto.

-Además el carro era de Ikea, cómo llegó alli?

-Alguien que compró y lo dejó con los otros, yo lo hago todo el tiempo- Regueira se incorporó y cogió su chaqueta.- Un café?

-Lorena, la madre de la niña, llamó antes, va a pasarse, voy más tarde- Dijo acercándose a su mesa, Regueira asintió y salió del despacho.

Lorena llegó una hora después,acompañada de su marido, con una caja Marqués de Riscal, dijeron que no se habían decidido por los bombones y que un vino siempre venía bien.

-La dejaron ingresada, le faltó muy poco para la hipotermia, la pobre…claro, debió de oírme decir a sus hermanos, si os perdéis id al coche y ella hizo lo mismo, pero Gracias a Dios quedó en un susto…no llegas a estar tú allí y no sé yo..- Los ojos se le llenaron de lágrimas y su marido le paso la mano por el hombro para tratar de consolarla.

-Cosas de niños…anécdotas para contarles de mayores- Añadió, Duarte le dio la razón asintiendo.

-Y muchas gracias por el perro de peluche, la lata que me dio toda la tarde por el dichoso perro que yo no le compré, y al final vosotros le regaláis uno muy parecido…está como loca con el, no lo suelta- Comentó Lorena, Duarte pareció dudar un instante a qué se refería, pero sonrió de todas formas.

-Había oído que en Alemania y Estados Unidos la policía les regalaba ositos de peluche a los niños que viven experiencias traumáticas, no sabía que aquí ahora también. Preciosa idea, de verdad. Nunca sabremos cómo agradecéroslo- Y ambos se incorporaron, para no alargar más la visita, les acompañó hasta la puerta de la comisaría, y luego volvió al despacho.

Regueira llegó poco después.

-Qué detalle el vino, no? Les encontré en el semáforo, también me dieron las gracias por el perrito- Explicó colgando su chaqueta empapada de lluvia.

Duarte ,apoyado en el quicio de la ventana con los brazos cruzados le miraba sin dar cabida a broma alguna, Regueira se quedó a medio camino de su mesa.

-Qué pasa?

-Nosotros no le regalamos ningún perrito.