Ha adelgazado mucho. No hay mejor dieta que la preocupación y una criatura agarrada a tu falda. Aún guarda la esperanza de que todo se pueda arreglar, de que él abra la puerta con las llaves que conserva, y todo, como en moviola, vuelva atrás. A antes. Si alguna vez lo hubo.

No es buena cocinera, pero cuando se decide a preparar algo comestible, le reserva su porción. Se la lleva a su lugar de trabajo. Tan alta, tan delgada, tan sola. No tiene apetito, le dice, no es bueno para el colesterol. Pero ella siempre reserva su porción.

Quiere darle tiempo a que vuelva. A que se replantee su decisión. Mide el tiempo. Es como caminar a oscuras sin ser ciego, palpando el aire, temiendo el siguiente paso. Temiendo caer.

Pero ella le reserva su porción.

Como antes.