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Subinspector Naveira. „Tengo una muñeca“(IV)

31 jueves Ene 2019

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IV- Xoxón

Ella hubiera escogido otro estampado para las cortinas. Verde musgo de fondo con unicornios alados amarillo mostaza no entraba dentro de sus baremos del buen gusto, tenía que admitir que al cerrarlas regalaban discreción y oscuridad, a falta de persianas, ausentes en toda la casa. Hacían juego con los cobertores de las camas, afortunadamente sólo en el tono de verde,y las mesillas de noche. Loreto le había hecho caso y se había decidido por poner dos camas en el dormitorio de invitados, puestas juntas parecían una de matrimonio. De matrimonio malavenido, ya que a ella le parecía de un ancho exagerado. Pancho y ella dormían también en dos camas juntas, que en comparación le parecían ahora diminutas. Y luego estaba el suelo. Loreto les había dado en la mano, nada más llegar, unas zapatillas de fieltro grises, las suyas con bordados dorados, las del padre con renos azules, y había metido los zapatos en un armario empotrado en la entrada. Les había dicho el tipo de madera que era, pero a ella ya se le había olvidado; era oscura, suave, y muy cara. No se podía andar con zapatos por encima. A lo mejor le copiaba la idea del armario, la de las zapatillas también, pero tenía que madurarla.

La semana se le había pasado volando, tenía la impresión de no haber podido hablar demasiado con Loreto, pero la veía feliz y eso era lo único que le importaba. Archi y ella seguían tan enamorados como el primer día, y la niña era una cucada, si se la cogía de la mano ya intentaba caminar y articulaba balbuceos que Loreto interpretaba como “mamá” y Archi como “papá”, a ella le parecían las gárgaras guturales de cualquier bebé. La chica que tenían para la niña era japonesa, y le hablaba en japonés. Loreto les había explicado que así Zoe, con el tiempo, tendría de base ya tres idiomas muy importantes para su futuro, el inglés por Archi, el español por ella y el japonés con Aiko. Pancho encontraba la idea brillante, ella se había unido a la opinión, abrigando esperanzas de poder hablar con su nieta algún día en algún idioma inteligible para ambas.

Se habían decidido por volver el lunes por la mañana, para aprovechar mejor el domingo pero al final se habían tenido que quedar en casa porque no paraba de llover, así que había dedicado parte de la tarde a hacer las maletas, no quería dejarlo para última hora, además, como de costumbre, había comprado demasiadas cosas que temía no cupiesen. Cuando acabó, bajó escaleras y por las risas y conversaciones que provenían de la cocina, supuso que se habían puesto todos a hacer la cena. Si había algo que no le gustaba, era cocinar, así que miró el reloj y sigilosamente volvió sobre sus pasos al piso de arriba. Era hora de llamar a Santa.

La llamó al móvil. Contestó al segundo tono. Tranquila, demasiado tranquila.

-Hola, soy yo, todo bien?- Preguntó Xoxón dando un tono festivo a su voz, que contrastaba con la forma con la que involuntariamente jugaba con el bordón que adornaba las cortinas, un unicornio verde musgo de raso.

-Si, todo bien- Contestó la voz de Santa, estaba demasiado tranquila, Xoxón carraspeó y buscó la risa, casi nerviosa.

-Ya no queda nada, mañana ya nos tienes por ahí- Dijo mientras recorría el contorno del unicornio con el pulgar. Silencio.- Santi? Sigues ahí?

-Mañana? No volvíais pasado?- Xoxón soltó el unicornio para rodearse el talle con el brazo, y alzó la vista hacia el cubrepersianas, una de las costuras había dejado a uno de los unicornios sin cabeza. Volvió a buscar la risa, se le daba bien, podía haber sido una buena actriz.

-Lo cambiamos a última hora….no te lo había dicho? Se me debió pasar, en fin, quieres algo de Londres?- Algo no iba bien. Silencio- Santi? Estás bien?

-Si, ya te dije que todo bien María Encarnación. No traigas la lluvia, por favor- Ahora no tuvo que fingir, y la risa le vino sola, volvió a carraspear. Quizás sólo eran cosas suyas. Todo bien.

-Bueno pues, hasta mañana….está Piluca por ahí? Tengo que…-

-Está tendiendo atrás- La respuesta llegó antes de que ella pudiera terminar la frase, asintió con la cabeza automáticamente y sonrió.

-Pues nada, mañana nos vemos entonces –

-Si, adiós- Y la comunicación se cortó. Demasiado tranquila. Meneó la cabeza tratando de descartar la idea, y buscó su pitillera en el bolsillo de atrás del pantalón. Esa era otra, en la casa no se podía fumar. Entró en el baño anexo y abrió la ventana de par en par, la primera calada la aspiró profunda para expulsar el humo lentamente hacia el exterior,que se perdió en los hilos de niebla. Todo bien.

La sobrecargo les anunció el desvío al aeropuerto de Santiago de Compostela poco antes de aterrizar. No dio razón alguna. Así que pensaron que sería por la niebla. Más vale prevenir, le dijo Pancho, ella se limitó a seguir admirando el mar de nubes por la ventanilla. Nada más aterrizar, buscó el teléfono de su amiga Irene, que vivía en Santiago, para que les hiciese el favor de ir a recogerles y llevarles a La Coruña, encargo que la otra aceptó gustosa.

-Años que no voy a Londres, fíjate, ahora voy más a Paris…-Comentaba Irene cogiendo del brazo a Xoxón.

-Esa cae en Semana Santa- Apuntó Pancho, que llevaba el carrito con las maletas.

-No me extraña que os desviaran con la que hay montada en Coruña..

-Y luego que pasó?- Y Pancho paró en seco para volverse hacia ellas.

-Claro, vosotros no os enterásteis…pues que apareció una niña solita por las pistas de Alvedro…así de repente…y además como disfrazada y no saben cómo llegó allí ni nada…mira..- E Irene sacó su móvil del bolso y deslizando el dedo les mostró algo en la pantalla, Xoxón se llevó la mano a la boca y su rostro se desencajó- Xoxón? Jesús…estás pálida…

-Si…puede ser…espera, me voy a…sentar…

-Estás mal, nena? Eso es de las turbulencias fijo…- Se preocupó Pancho, Irene la guió hasta un grupo de asientos y Xoxón se sentó, pasándose la mano por la frente, su rostro aún del color del papel.

-Pancho…busca agua…esto es de la tensión seguro- Anotó Irene ayudándola a sentarse mejor, Pancho se alejó a paso rápido hacia una de las máquinas de venta de bebidas. Después de beber un par de tragos, el color regresó poco a poco al rostro de Xoxón, si bien no pudo desmaquillar de él la expresión que le había regalado el visionado de la pantalla del móvil de su amiga.

Xoxón Mosquera residía en un edificio de corte señorial conocido como “Casa Barrié”sito en la avenida que discurría paralela al puerto, dos pisos unidos comunicados por una  puerta, y que se abrían a él. En el derecha vivía ella, en el izquierda su hermana Santa. Nada más dejar las maletas en el recibidor de su piso y mientras Pancho e Irene se ponían cómodos en el salón, Xoxón, con la excusa de ir al baño, se dirigió a la puerta que comunicaba su piso con el de su hermana. Se sorprendió de encontrar el pasillo a oscuras, encendió una de las lamparitas de pared, desde algún lugar le llegó un rumor de voces, pero no supo distinguir si era la radio o la televisión.

-Santi?…- Preguntó mientras recorría el pasillo ahora en penumbra, pero nadie contestó, las puertas de las habitaciones estaban cerradas, y según se iba adentrando en la casa la oscuridad se hacía mayor, optó por encender otra lamparita, que le regaló algo más de luz, y se dirigió al salón desde donde le llegaba el murmullo de voces y tras doblar el codo del pasillo los reflejos azules de la televisión. Alcanzó el umbral y entró, las persianas estaban bajadas y las cortinas echadas, la estancia sólo la iluminaba una intermitente y siempre cambiante luz azul del programa que había en el aparato, a un volumen un tanto alto. Su mirada vagó por los muebles hacia el sofá, antes había estado de lado, ahora de frente a la televisión, al igual que las dos butacas. Algo llamó su atención entonces. Una gran cantidad de bultos que, debido a la oscuridad y sin gafas, no pudo distinguir, y que ocupaban los asientos, retrocedió dos pasos y dio la luz de la lámpara del techo. Muñecas. De todos tipos y tamaños. Unas sentadas junto a otras. En perfectas hileras.Sobre el sofá y las butacas. Mudas espectadoras de la programación de tarde. Se llevó la mano a la boca.

-Te pedí que no trajeses la lluvia….- La voz cristalina de Santa a su espalda la hizo dar un respingo y un chillido involuntario, cuando se volvió su hermana ya era una sombra que se alejaba despacio por el pasillo, fumando un pitillo y regalándole una de sus sonoras carcajadas- Nunca aprendes, Encarnación, nunca aprendes…- Y desapareció en la oscuridad del fondo del pasillo, Xoxón se apoyó en el marco de la puerta del salón y se llevó la mano al pecho, tratando de volver a respirar a un ritmo normal, negó con la cabeza y cerró los ojos. Tenía razón. Ella era de las que no aprendían.

-Piluca…hola, buenas tardes…no tendrás por ahí una aspirina..- Xoxón entró en la cocina de su piso y buscó apoyarse en uno de los armarios-alacena del suelo al techo, Piluca, la mujer que que trabajaba para ella haciendo las labores de la casa la miró preocupada.

-Qué mala cara tiene…le preparo la cama? O le hago una sopa..la comida ya está en la mesa- Xoxón cerró los ojos y meneó la cabeza negativamente acariciándose la frente con los dedos de una mano.

-Una aspirina bastará…otra cosa…qué tal fue todo?- Piluca abrió uno de los cajones y sacó una caja de aspirina efervescente, luego se apoyó en la encimera, y miró fugazmente hacia el patio- Qué pasa?- Xoxón crispó sin querer el tono, y volvió a cerrar los ojos contra su mano.

-Su hermana se fue…luego volvió, pero se fue…..

-Bueno…como las otras veces…

-Ya…pero quiero que lo sepa…..y ahora las rompe..- Xoxón levantó la vista hacia ella, sin entender a qué se refería.

-Qué es lo que rompe, Piluca?

-Las muñecas….el viernes entré es su habitación y estaban todas estradas y rotas…

-Pues te doy el dinero y le compras otras…qué problema hay?

-Yo? ay yo ahí ya no…cómpreselas usted que sabe cuáles le gustan…porque ya sabe que…

-Ya lo sé, Piluca, ya lo sé…- La voz de Xoxón sonó de pronto enervada y cansada, al igual que sus gestos, sin embargo respiró hondo, miró al techo y buscó una media sonrisa.

-Perdona…es la cabeza, me va a estallar….después salgo y se las compro yo- Piluca asintió y le pasó una aspirina con un vaso de agua- Gracias…debió de ser la presión del avión- Piluca, levantó las cejas y se secó las manos al mandil.

-Si, seguro- Anotó, para después salir de la cocina.

 

Por la luz que nos alumbra

Cuando Gelo llegó esa tarde a casa, se encontró a su madre limpiando los azulejos de la cocina con un cepillito mínimo, que mojaba a intervalos regulares en un cubo de playa lleno de agua jabonosa, tan concentrada estaba en su labor, que no pareció darse cuenta de la llegada de su hijo, sin embargo cuando éste iba a dar media vuelta y seguir camino hacia la sala, le llamó.

-Ven aquí- Instó, sin cesar de cepillar con fuerza el borde de un azulejo, Gelo volvió a entrar en la cocina y se apoyó en una encimera, metiendo las manos en los bolsillos. Cuando su madre se ponía a limpiar los azulejos de la cocina con tanta fruición, era señal de que tenía un problema que no sabía solucionar,así que  esperó a que acabase de cepillar el azulejo de turno.

-Qué tes*?- Piluca, con el ceño fruncido de aquellos que se concentran en una ardua labor, le miró fugazmente, luego se pasó el embés del brazo derecho por la frente, y contempló el cepillito- A ver mulleriña….desembucha- Piluca se quitó los guantes y se apoyó a su vez en la encimera frente a él con los brazos cruzados.

-Se me volvió a ir….y yo qué iba a hacer….xa me dirás….

-Quién? No te pillo…

-Santa….la hermana de la Mosquera, y si sólo se fuera de paseo pero…- Y torciendo el gesto de su pecoso rostro giró la cabeza hacia la ventana del patio, llevándose su mano derecha al cuello, mientras dejaba la otra abarcando su ancho talle.

-Que buya hizo entonces?

-Yo creo…yo eh?….por esta luz que nos alumbra…que ella fue lo de la chavala del aeropuerto…- Y le miró arqueando una ceja, como retándole a demostrarle lo contrario. Gelo soltó un silbido y se ajustó innecesariamente el gorro de lana negro que llevaba puesto.

-Tu flipas neno, y cómo….me explico…que no rige está claro…pero birlar una chavala ya es otro rollo….

-Cuando rompe las muñecas es que le va a dar lo que le da a ella…..que no la quieras ver…y el otro día rompió una morea de ellas….la hermana pretendía que yo le comprara nuevas….ponte aquí e ves A Coruña* le dije básicamente…..sólo me faltaba, no sabes? Para que a colla eu xusto do revés*…que no la quieras ver….- Gelo miró la hora.

-Yo me tengo que pirar a buscar a las chavalas a natación….con todo eso qué me quieres decir…me explico….yo qué pinto?- Piluca respiró hondo y recompuso su postura,como quien se prepara a dar una sentencia,sin apartar de él un ápice sus vivos ojos verdes.

-Quiero que llames a Naveira

-A Naveira? Para qué?…me explico…tu te montas películas…

-Ya, pero si resulta que es ella, la madre que te parió, que es esta de aquí, eh?, es la que va a achantar con todo…..porque eses son así non sabes?….la culpa fue de Piluca que lo sabía y no dijo nada…..y no me da la gana….Tu hermana en esa plataforma de Dios que sólo le pido a la Virgen Santísima que no se los lleve una ola, tú doblando turnos y con sus chavalas de arriba para abajo, y yo, además de todo lo que tengo que hacerle a esa gente, ahora de cancerbero…non filliño non*..buena es Piluca Abuín….porque la hermana hoy tenía el cuerpo roto…por algo será…no perdemos nada por hablar con él..

-Bueno, pues ya lo llamaré…

-Non, chama-o xa *

*Qué tienes?

*Te pones aquí y ves La Coruña (Dicho coloquial que se utiliza cuando una persona no se cree lo que le están contando)

*Para que la coja justo del revés.

*No hijo no.

*No, llámalo ya.

Subinspector Naveira. „Tengo una muñeca“(III).

28 lunes Ene 2019

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III- Chisco Valbuena.

Se lo habían dicho ya dentro, pero la voz enlatada de Ginés se lo confirmó por el walky cuando preparaban el transportín para acercarlo al avión. Cancelado por niebla, mejor prevenir, y esas cosas, se iba a montar una buena, pero eso a Chisco no le importaba, después de diez meses en paro le habían llamado para este trabajo y pretendía hacerlo lo mejor posible. Riles, su compañero esa mañana, comprobaba algo en unas hojas que le habían entregado los de equipajes y tarareaba ,como siempre, una canción que Chisco no logró identificar. La niebla había bajado de pronto, como si una mano caprichosa la hubiera arrojado sobre ellos, y ya no se distinguía siquiera la pista.

-Esto no levanta hasta mañana- Dictaminó Riles mirando hacia donde tendría que estar la pista, ahora sólo una pared de niebla densa y blanca, Chisco cargó dos mantas y se puso los cascos para protegerse del ruido. Ambos se subieron al transportín y Riles condujo hasta el lateral del avión, que había sido bautizado con el nombre Magallanes, Chisco se preguntó por qué le habrían puesto el nombre de un marino a una aeronave, Albatros le quedaría mejor, o Tucán, por ejemplo.

-Hay cinco tablas de windsurf con las velas! Son ganas de llevar cosas!- Le gritó Riles separándole uno de los auriculares de los cascos para que pudiera oirle, Chisco se encogió de hombros y sonrió, Riles meneó la cabeza al tiempo que se ajustaba sus cascos.

Riles subió por la rampa sobre la que pondrían los equipajes para pasarlos luego al transportín y se introdujo en la bodega, volvió a aparecer con dos maletas amarillas duras que pasó a poner sobre la rampa, Chisco pulsó entonces el botón rojo para que comenzase a rotar. Colocó esas dos primeras maletas de canto contra una de los laterales del remolque, aunque eran duras, si se ponía demasiado peso sobre ellas podrían romperse, y él no podía permitirse ese error. Él quería hacer su trabajo lo mejor posible. Les siguieron dos juegos de maletas Louis Vuitton, una blanda Samsonite blanca con el emblema del Real Madrid, un trolley azul y dos bolsas de deporte de neopreno verde. Nunca apartaba la vista de la rampa. Pero se volvió a mirar hacia donde debía estar la pista. Nunca supo por qué. Y la vio. La criatura llevaba el pelo en dos coletas y lucía un vestidito de tul verde de manga corta con purpurina, que brillaba según los pliegues que el viento helador brindaba a la tela, llevaba agarrado una especie de perro de peluche que arrastraba por el suelo, deshilando la niebla con pasitos inseguros de charol rojo.

-Esta gente no las piensa….esta gente no las piensa!- Y salió corriendo hacia ella, esquivando apenas el remolque, Riles, ajeno a lo que acababa de ver, recogía en ese momento la primera tabla y al verle salir corriendo casi la deja caer sin dar crédito.

-Eh! Y me como yo las tablas solo…o qué!!- Le gritó, gesticulando nervioso dejando ahora caer sobre la rampa la funda de la tabla de surf.

Pero Chisco no le oía, corría todo lo rápido que le daban las piernas hacia aquella aparición, extendiendo los brazos y gritando, la criatura también extendió sus bracitos hacia él y por un momento le pareció que le sonreía. Alcanzó a agarrarla por debajo de los brazos y la sujetó ante si, casi sin aliento y fijando la vista, para convencerse que era real. Tenía el pelo azul y sus ojos parecían de cristal, trataba de decirle algo y entonces fue cuando se fijó en sus labios morados, sin soltarla se desabrochó la zamarra del uniforme y la abrigó contra él, rodeándola con sus brazos. Mientras volvía sobre sus pasos la sentía tiritar, y se dio cuenta del temblor de sus propias manos, casi incapaces de sostenerla. Acercó su rostro a su carita helada, sintiendo su aliento entrecortado. Y entonces pudo volver a recuperar el suyo.

El teniente Penedo se quitó la gorra reglamentaria y se secó el sudor con una manga, para luego volver a ajustársela a la cabeza, notaba la camisa pegada al cuerpo por debajo de la casaca del uniforme. Lo curioso es que no tenía calor, sólo demasiadas cosas a qué atender. Hasta hacía dos horas el lunes había comenzado como cualquier otro, con la excepción del banco de niebla que se había posado justo encima del aeropuerto y había hecho anular vuelos , eso entraba dentro de lo previsible, y no entraba dentro de sus responsabilidades tener que explicárselo a los perjudicados. Alguna vez alguno alzaba más la voz que el resto, pero todo se mantenía bajo control. Hasta hacía dos horas su mayor preocupación había sido el control de cinco tablas de surf que debían ir como equipaje pesado en el vuelo a Barcelona de las siete. Ahora estaba en una de las dependencias de aduanas, rodeado de un grupo vociferante de agentes de la Guardia Civil y de la Policía Nacional que trataba de ponerse de acuerdo en el siguiente paso a seguir. Ya había ordenado silencio varias veces, y hasta dado un puñetazo en la mesa, pero el silencio sólo había durado justo la frase que había querido decir, para desaparecer en una maraña de conversaciones indescifrables. Se fijó entonces en Chisco. El único que estaba en silencio, como él. Sentado a una de las mesas, aferrado a una botella de Aquarius, aún encasquetado en el uniforme de faena y con la mirada perdida en algún lugar, su nerviosismo era patente en el temblor de una de sus piernas que movía sin cesar bajo la mesa.

-Quieres otro?- Preguntó ofreciéndole otra botella de la bebida isitónica, Chisco pareció sobresaltarse al oir su voz, le miró casi asustado y asintió con la cabeza.

-Pero la niña está bien, no?- Quiso saber al tiempo que hacía ceder la rosca del Aquarius, Penedo hizo un leve movimiento de cabeza que denotaba sus dudas.

-Allá se la llevaron a mil por hora, estaba ya azul la pobre, menos mal que tu la encontraste- Y le dio una palmada en el hombro, Chisco se llevó la botella a la boca y bebió un trago largo, sólo tenía sed, y el estomago revuelto, daría cualquier cosa por fumar un pitillo pero justo en la pared de enfrente colgaba un cartel en cuatro idiomas que lo prohibía.- Y ahora qué tengo que hacer- Y miró a Penedo con la expresión de aquel que espera la solución absoluta a su problema en la respuesta del otro.

-Eso mismo me gustaría saber a mi- Suspiró Penedo dándole otra palmada en el mismo hombro, Chisco dibujo un gesto de escepticismo y volvió a la pared del Prohibido Fumar.

Naveira entró al poco acompañado de Jon, llevaba en una mano un móvil de servicio que estaba sonando,mientras con la otra atendía una llamada por otro. Recorrió los rostros de todos los presentes y se paró en Chisco, sin dejar de atender la llamada, le indicó algo a su compañero con una gesto y éste se acercó a la mesa.

-Francisco Valbuena?- Preguntó, Chisco se incorporó como un resorte cuan alto era y asintió con la cabeza- Te importaría acompañarnos?- Chisco miró a Penedo como pidiéndole permiso y éste se lo confirmó con una leve sonrisa.

-Y entonces qué se hace aquí? -Preguntó uno de los presentes dirigiéndose a Naveira, éste levantó las cejas sin dejar la llamada que atendía y volvió a desaparecer, antes llamó a Penedo con la otra mano.

-El perímetro ya lo cerrásteis, ya lo vi , nadie sale y nadie entra, los que estén aquí para volar los trasladáis a Santiago, ya hablé con Mariñas, los autobuses están de camino, el resto se cancela hasta nueva orden. Ahora os toca la prensa, te aviso…- Detalló, Penedo se pasó la mano por la cara y carraspeó.

-Qué tal está la niña?-

-En la U.C.I, pero estable- Penedo respiró hondo y llevándose la mano derecha recta a la gorra ,a modo de despedida,volvió a entrar en la estancia de aduanas.

Escoltado por los dos policías, Chisco recorrió un par de pasillos por los que nunca había pasado y le hicieron entrar en otra estancia. Otra vez, como antes había tenido que hacer para para la Guardia Civil, repitió lo que había hecho desde que se había levantado esa mañana a las cinco, cómo Charo la de Cafetería le había recogido delante de la estación de tren, ya que él no tenía carnet, y a ella le pilla de paso. Explicó que él vivía en Los Mayos, ambos policías parecieron comprenderlo, Jon escribía lo que les iba contando en una tablet. Naveira, silenció los dos móviles, que no habían parado de sonar, desde que había recibido el primer aviso; Jon le había pasado a recoger con un coche y a golpe de sirena habían realizado el trayecto desde la ciudad hasta el aeropuerto en un tiempo record. Chisco les explicó que su turno había comenzado a las seis, y su compañero fue Roberto Pérez, al que todos conocían bajo el apodo de Riles, no sabía por qué, primero habían dicho que el avión iba a salir, pero según la niebla se fue poniendo peor, fue un ir y venir, hasta que les habían mandado volver a sacar el equipaje otra vez, y en eso estaban cuando había visto a la cría, pensó que veía mal o que era una muñeca, y después ya había corrido a auxiliarla.

-Está bien? Quiero decir…en serio, es que pensé que se me moría en los brazos- Y se pasó las manos por la cabeza mesándose el cabello,negro y algo largo, su mirada vagaba de uno a otro esperando una respuesta, Naveira se fijó en el color de sus ojos, solía hacerlo, como otras personas se fijan en las manos, los de Chisco Valbuena eran difícil de dilucidar, se decantó por el azulmarino,si bien era un color poco común, y algo rasgados, lo que no restaba fuerza a su mirada, tensa, a tenor de la situación que acababa de vivir.

-Está estable, no se va morir, tranquilo.

-Cómo se llama?

-Pues eso nos gustaría saber a nosotros, te dijo algo?, su nombre, o el nombre de alguien?

-No, creo que no, sólo temblaba

-Ya,y no viste a nadie más merodeando…

-No, todo estaba cubierto de niebla, sólo la vi a ella

-Bueno, pues, por nuestra parte ya está, pero los compañeros de la Guardia Civil también quieren que les contestes una cosas, ahora llamo a Penedo y vas a tener que contarlo otra vez…- Chisco se encogió de hombros y casi dibujó una sonrisa en su rostro de facciones marcadas, en el que se empezaba a acusar cansancio, se pasó una mano por él y carraspeó.

-No hay problema

Un coche patrulla le dejó delante de su edificio a las seis de la tarde. Una vez delante del portal le dio la impresión de que había salido hacía días de casa, todavía llevaba el uniforme fluorescente de faena, que de pronto le pareció pesara toneladas.

-Y luego que te pasó para que te trajese la poli?- La voz de Chente, el dueño del bar del mismo nombre que había en el bajo de su casa, le sacó de su ensimismamiento, echó un soplido y se pasó la mano por la cara.

-Es que hubo un problema, pero ya está- Resumió, Chente se mostró escéptico con la explicación, pero volvió a entrar en el bar sin preguntar nada más, Chisco a su vez entró en el portal.

Llevaba todo el día explicando lo mismo, primero a la policía, después a la Guardia Civil y cuando ya creía que podía irse, a los periodistas que estaban apostados tras el cerco, y fotos, muchas fotos, y cámaras de televisión, llegó un momento que no sabía a dónde tenía que mirar ni a quién contestar, le iba a agradecer toda la vida a Penedo que llegara para sacarlo de allí, sino aún estaría atrapado entre micrófonos.

En su casa no había nadie, como siempre, pero la tele estaba encendida, señal de que su primo Pedro había pasado por allí. La apagó y se sacó la casaca de faena, que tiró sobre el único sofá que había en la sala, pequeña y casi sin muebles, a excepción del sofá, una mesa de centro y la televisión sobre una estantería baja. La nevera para variar estaba vacía, pero alguien había dejado un post-it pegado sobre una tartera grande sobre la cocina“Lentejas con chorizo, bon proveito!”, sonrió, su primo Pedro trabajaba en un mesón y a veces traía comida que sobraba. Supo el hambre que tenía cuando acabó el segundo plato y bebió, en total, cuatro vasos de agua. Camino de su habitación se despojó del pantalón y las botas y se tiró tal cual sobre la cama.

-Chisco! Chisco, joder, despierta!- La voz de Pedro le sonó lejos, se incorporó incapaz de abrir los ojos- A ver hombre!- Su primo Pedro le tiró del brazo y le hizo levantar.

-Pero qué pasa? Déjame tio, no puedo con el culo…

-El culo se te va a caer cuando veas esto, veña!- Chisco le siguió aún con los ojos cerrados hasta la sala, donde de nuevo la televisión estaba encendida.

– Sales en todas, tío, hasta dicen que en Estados Unidos, un tipo te hizo una foto cuando corrías a por la chavalita, toda la serie, en plan desde que corres hasta que la aquelas contra ti…casi lloro…y tu no dices nada- Y le dio un empujón, Chisco guiñó un poco los ojos y se vio a si mismo en la pantalla, en medio de un mar de micrófonos, y la foto de él corriendo hacia la niña, y él en primer plano, y otra foto protegiéndola contra si, ahora sí que se le revolvía el estomago, buscó sentarse en el sofá.

-Fue una movida de tres pares de cojones,ya te contaré con calma, pensé que se me moría, pobriña- Y mesándose el pelo, se tumbó hacia atrás cerrando los ojos- ahora sólo quiero dormir.

-Ahora vas a ser famoso y todo

-Ya, seguro, de momento tengo libre toda la semana, flipa, hasta tengo baja…por no sé qué emocional….la coña – Pedro sacó un pitillo y le ofreció a él, que aceptó gustoso y lo encendió, mientras su primo iba cambiando de canal, Chisco y su hazaña copaban la parrilla.- Qué hora es?

-Las diez

-No trabajas hoy?

-Tuve comidas, por eso las lentejas, y ahora tengo que volver a recoger, hoy hay costilletas de cordero..

-Si puedes traes patatas fritas porfa..

-Quién te verá en Ana Rosa “Pues mira AnaRosa yo es que te soy moi neneiro…”- Chisco le dio un empujón de lado y soltó una carcajada, Pedro se incorporó y le pasó el mando.-Marcho que teño que marchar.

-Lleva llaves

-Ya, lo que voy a fardar…bue!

-Vai de ahí- Pedro se ríó y le revolvió exageradamente el pelo, para después irse, aún riendo.

Se despertó por el ruido de algo que no pudo identificar, y que resultó ser el telefonillo, volvió a hundir la cabeza en la almohada y miró de reojo la hora, las nueve de la mañana, pensó en no abrir, Pedro tenía llaves, y no solían tener visitas, pero quién quiera que fuese insistía. Se levantó sin gana.

-Francisco?- Nadie le llamaba Francisco, a veces ni reaccionaba al nombre.

-….

-Somos de La Voz, tienes tiempo?- Chisco carraspeó y se presionó el puente de la nariz.

-Si….esperadme en el Chente, ahora bajo- Se apuró a escoger una muda de ropa y se dio una ducha rápida, no se paró a afeitarse, sólo se arregló un poco el pelo en el espejo, si algo no era, era ser presumido.

 

 

-Rebeca González Rey, el mes que viene cumplirá tres años, ingresó en nuestro centro hace seis meses, para resumir las causas diré que por abandono, está a la espera de entrar en el plan de acogida familiar. El sábado se celebró en Santiago el Festival Internacional de Marionetas y el Ayuntamiento nos invitó formalmente a asistir con todos nuestros niños….bueno, a nosotros y a todas las instituciones como la nuestra de Galicia….lo aclaro para que se hagan una idea de la cantidad de personas que había entre menores y responsables, nosotros fuimos en dos autobuses. Los nuestros llevaban un gorro verde fosforito y un cartelito identificativo a la vista, con su nombre y el centro al que pertenecían…por si acaso alguno se perdía….- Áurea Blanes paró un instante en su explicación, para pasarse una mano por los ojos, Naveira, sentado junto a ella, le pasó un vaso de agua, que ella aceptó y del que bebió un par de sorbos, luego carraspeó y se arregló, con mano casi temblorosa, el flequillo- Perdón…nuestro espectáculo tuvo lugar en la Praza da Quintana vimos tres funciones, unos gigantes con zancos se pasearon por entre el público, vinieron cabezudos…en fin, todo precioso, y los niños encantados…qué les voy a contar…después volvimos a los autobuses…y ahí fue cuando, al contarlos, la echamos de menos….y ya…- Se volvió a pasar la mano por los ojos y carraspeó, tratando de no perder la compostura- el resto ya lo saben…

Los integrantes del grupo llamado a investigar el caso, se habían reunido en una de las salas de reunión de la Comandancia de la Guardia Civil, un grupo mixto conformado por agentes de ambos cuerpos de La Coruña y venidos desde Santiago, además, debido a la notoriedad que había alcanzado, habían llegado mandos de Madrid y un equipo especial de policía científica. Todos ellos escuchaban en silencio la explicación de Blanes, que era la directora del centro de acogida de menores, dependiente de la Xunta de Galicia, que era el responsable de Rebeca. Por un instante nadie se atrevió a romper el silencio que se instaló en la sala.

-Rebeca está estable, pero faltó muy poco,de verdad, muy poco, para que ahora estuviesemos investigando su muerte…..todavía no sabemos cómo llegó a Coruña, dónde estuvo retenida, ni cuánto tiempo estuvo expuesta al frío, pero lo que es seguro es que fue el suficiente como para provocarle neumonía, os hice una copia del informe médico inicial, para que os hagáis una idea, también le dieron un perro de peluche, pero es distinto al de Paula y de otra marca, además como veis en las fotos, fue maquillada, se le pintó el pelo de azul y…llevaba puestas lentillas de color lila…alguien quiso hacer de ella una muñeca…y lo consiguió…- Naveira accionó el botón del mando del beamer entonces, que proyectó las fotos que se le habían hecho a Rebeca aún disfrazada y después las de su atuendo y complementos, ya analizados individualmente.

-Ya visionamos todas las cámaras de vigilancia posibles…..nada, como si se la hubiera tragado la tierra…-Comentó uno de los guardias civiles provenientes de Santiago.

-Sabemos que posiblemente es una mujer, y que tiene los ojos lila…-Informó Naveira

-O azul claro…-Anotó otro

-Paula insiste con el lila, es un color raro….pero se da…

-Como los de aquella actriz…cómo se llamaba?- Supuso alguien al fondo, pero nadie supo encontrar respuesta a su pregunta. El responsable de la unidad de policía científica se levantó entonces, miró a su alrededor, como buscando un interlocutor, y pareció encontrarlo en Regueira, que se había mantenido en un más que discreto segundo plano, y en el coronel de la guardia civil sentado a su lado.

-Entonces..ahora, por dónde empezamos?- Y su pregunta se quedó, por un instante, suspendida en el aire.

Subinspector Naveira. «Tengo una muñeca » (II)

25 viernes Ene 2019

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II-Habituales

-Ricardo Rivas Ponte, alias “Palito”, y Deodato Rodríguez Hoz, alias “Deos”, ya no están entre los vivos, uno hace dos años, el otro el verano pasado, los otros seis son otra historia. Pallarés cumple en Alicante, Landero y Brañas están localizados en Barcelona y Canle sigue en Conxo, nos quedarían Quintans y Lérez que están por aquí, según el último informe – Duarte leía y repartía los papeles según la situación del sospechoso, fallecidos a la derecha, localizados a la izquierda, pendientes encima de la carpeta. Alrededor de la mesa de reuniones se sentaba el que él consideraba su equipo, formado por Jon Lerchundi, que había venido destinado desde Bilbao hacía cinco años, Luís Meizoso, al que todos llamaban Corcubión, si bien era natural de Oza de los Ríos, y él lo achacaba a bromas del colegio que no llegaba nunca a explicar con claridad, Mariola Alcalde, única mujer que integraba el equipo, que había cambiado las filas de infantería por las de la policia sin que nadie le hubiera pedido razones, ni ella las había aclarado, fiel a su carácter discreto y observador, y Manu Boutureira , informático de carrera, quien había dedicado muchos años de su vida a opositar y había aprobado las del cuerpo de policía cuando ya iba a tirar la toalla y poner rumbo a Alemania.

-No me parece que sea cosa de Quintans, su tipo son niños casi adolescentes, once, doce….suena mal diga como lo diga, “su tipo”, pero ya me entendéis- Apuntó Jon,pasando la palma de su mano derecha por el folio en blanco que tenía ante si, Corcubión se adelantó en la silla y apoyó los antebrazos sobre la mesa.

-Y el de Lérez, sin bien son niñas, no tan pequeñas pero aún no adolescentes, no sé vosotros, pero a mi los casos de este tipo me ponen mal cuerpo…- Y se pasó las manos por el rostro como para apartar ideas inconvenientes, Duarte asintió con la cabeza y se sentó entrelazando las manos sobre los informes.

-Paula sólo sufrió principio de hipotérmia,no hay delito sexual, y según los padres se comporta de una forma normal, de todas formas les hemos enviado a Paz y su gente, para tratar de saber más- Explicó, a Manu se le escapó la risa sin querer, pero todos parecieron entenderlo.

-Una psicóloga infantil que se llama Paz, no sé, me hace gracia, y además ella es tan, como lo digo tan…

-Aplacada- Anotó Mariola casi irónica, pero sin dar cabida a la broma, Manu hizo sonar el dedo anular y el pulgar de su mano izquierda y la señaló con el índice, un gesto muy suyo que le hacía parecerse a un presentador de concursos.

-Hete aquí, aplacada. Paz- Y pintó un punto en el aire, para sonreir después meneando la cabeza y abrir el ordenador portátil que tenía ante si.

-Les hemos pedido a los padres discreción, a lo mejor es un hecho puntual , no queremos crear alarma, por ahora se atienen a su palabra- Continuó Duarte, abriendo una carpeta- Jon, tu y yo vamos a hacerle una visita a Quintans, Mariola y Corcubión hacéis lo propio con Lérez, lo haremos al mismo tiempo, para que no se avisen, ya sabéis como son, Manu, tengo esto para ti- Y le pasó varias fotografías de un perro de peluche beig y un lápiz de memoria, Manu se puso entonces sus gafas, que sólo usaba cuando no quería perder detalle alguno de lo que debía ver- Paula no se separa de él, ni de día ni de noche, Paz opina que no sería bueno quitárselo, así que lo fotografiamos desde todos los ángulos posibles, incluida la solapa de la marca. Necesitamos fabricante, distribuidor y puntos de venta. La científica ya sacó lo que pudo, osea, nada.

-Se hará lo que se pueda- Suspiró Manu, al tiempo que se fijaba con más atención en las fotos.

-Y Regueira?- La pregunta de Jon quedó en el aire de pronto, Duarte entrelazó las manos de nuevo.

-Nos ha dado via libre, le mantendremos informado, él está liado con los okupas- El resto del equipo dejó exhalar un bufido indistinto, que Jon acompañó de una carcajada, Corcubión agitó las manos como quien aparta algo de si y Mariola enarcó las cejas como toda muestra de opinión, Manu les miró achinando levemente los ojos tras las gafas sin entender muy bien a qué se referían.

Jon y Duarte decidieron utilizar uno de los coches que normalmente se usaban para vigilancia, para acercarse al último domicilio conocido de Quintans en A Silva. No querían levantar alertas innecesarias, al fin y al cabo sólo querían hacerle un par de preguntas. Siempre que tenía que ir a A Silva, a Duarte le parecía que abandonaba la civilización para sumergirse en un paisaje de campos valdíos, casas viejas de planta baja, huertas y carreteras estrechas, si bien se encontraba a escasa media hora de la ciudad.

La casa donde supuestamente residía Quintans, era una casa de dos plantas de cemento visto y ventanas de aluminio, alguna grieta jalonaba ya su fachada , floreada de humedades, y todas las cortinas, de un indescifrable color oscuro, estaban echadas, a pesar de que el día estaba nublado. Estaba rodeada de una franja de tierra con matojos de hierba a ratos y de un murete bajo hecho de bloques de ladrillo con una cancela que pretendía cerrar el acceso, si bien carecía de manilla y colgaba de un gozne. Lo que impedía realmente el acceso a la casa era un dogo argentino blanco, sentado ante la puerta y que alzó las orejas al verles aparecer.

-Seré muchas cosas, pero kamikaze no – Apuntó Jon sin perder de vista al perro, Duarte alzó las cejas y miró hacia las ventanas, ya que le había parecido ver moverse una de las cortinas del piso de arriba.

-Ya nos vieron- Una cortina se descorrió a medias y una silueta abrió la ventana, una mujer de pelo blanco en una cola de caballo y mandil de cuadros se asomó, no parecía muy contenta por la inesperada visita.

-Os perdisteis luego?- Preguntó, para después secarse la nariz con un pañuelo.

-Buenos Días, querríamos hablar con Manuel Quintans Reboredo – Informó Duarte, la mujer volvió a secarse la nariz.

-Y luego que le queréis?- Quiso saber, el dogo argentino se incorporó entonces y ambos hombre dieron un paso atrás al mismo tiempo.- No hace nada…

-Sólo queremos preguntarle unas cosas…y puede que no haga nada, pero podría prenderlo por favor?- Instó Duarte, la mujer se apartó de la ventana y la volvió a cerrar. Poco después la puerta de aluminio y celosías se abría, la mujer salió con una correa en la mano, ajustó el enganche al collar del perro y se sonó la nariz.

-Entrar, que ya se levantó- Invitó, perdiéndose con el perro en el interior de la casa, Duarte y Jon traspasaron la cancela y la siguieron.

El interior de la casa estaba en penumbra, si bien el exterior dejaba mucho que desear, una vez dentro les recibió un orden y limpieza que no se esperaban, las ventanas hacia la parte de atrás tenían las cortinas descorridas de modo que a medida que avanzaban hacia el interior la penumbra desapareció. De algún lugar les llegaron los ladridos del perro, al que la mujer había encerrado en alguna habitación. Manuel Quintans les esperaba de pie en la cocina, era un hombre de mediana estatura de pelo algo largo castaño, ataviado con un chandal dos piezas verde con franjas blancas a intervalos y unas zapatillas de felpa marrones, cuando ellos entraron en la cocina se disponía a preparar café.

-Buenos Días Manuel- Saludó Duarte desde el umbral de la puerta, Manuel se volvió a medias y dio lumbre al hornillo de gas.

-Hombre! Buenos Días Naveira y…compañía, queréis café?- Preguntó, tenía la voz algo cascada y con un tono nasal causado por un catarro más que evidente en la rojez de su nariz.

-No gracias, ya llevamos varios hoy- Declinó Jon mientras se apoyaba en el marco de la puerta, Duarte entró en la amplia y recogida cocina, Quintans se apuró entonces a ofrecerle la mano a ambos, y les invitó a tomar asiento a la mesa, Jon optó por quedarse en la puerta, Duarte aceptó la invitación.

-Y qué es lo que me queréis?- Preguntó Quintans, sacando un pañuelo de papel del bolsillo del chandal y sonándose con estruendo. Duarte sacó un sobre del bolsillo interior de su chaqueta, y de él una fotografía 13×18 de una niña morena, de pelo castaño en media melena recogido a un lado por una ebilla con forma de pez y grandes ojos negros que sonreía a la cámara.

-La conoces?- Preguntó Duarte deslizándola sobre la mesa hacia él, Quintans se secó los ojos acuosos con el pañuelo y acercó un poco más la foto.

-No,de nada, quién es?- Duarte miró fugazmente a Jon, quien a su vez le miró a él, para después volver a observar la vista al patio que ofrecía la ventana.

-Paula Covas Laiño, tiene tres años – Informó, Manuel hizo un gesto de escepticismo y volvió a deslizar la foto hacia Duarte.

-De nada, de verdad, qué le pasó?- Quiso saber, para luego verse presa de una ataque de tos bronquial, del que acabó librándose tras varios carraspeos- Perdonar, no me lo quito de encima.

-Alguien quiso llevársela del Marineda el sábado por la tarde- Quintans alzó la cejas y volvió a toser, para luego negar con la cabeza.

-Pues yo no fui,como dijo el otro, porque el sábado por la tarde tuve que ir a la Residencia que me ahogaba, no me dejaron allí de milagro- Explicó incorporándose y se acercó a la cocina para apartar la cafetera que acababa de anunciar que el café ya estaba listo- No queréis no?Lo compra mi hermana en Froiz, no tiene nada que evidiar al caro- Duarte negó con la cabeza, Jon se limitó a cambiar de postura.

-Y cuándo dices que fuiste a la Residencia?

-Cuando me levanté eran las once y ya pitaba, a las doce y pico ya mi madre llamó al 112, porque ni sprays ni hostias, con perdón, así que a diez por minuto me chimparon para allá, de mucho no me enteré, pero sería la una cuando entré y me dejaron ir ya de noche a las diez o así, querían dejarme allí, pero yo no quise…- Y un nuevo ataque de tos le hizo apoyarse e una alacena, se limpió los ojos con un pañuelo y abrió la alacena para coger una taza- Así que,como dijo el otro, yo no fui.

-Y tampoco oíste nada

-Qué iba a oir? Si estuve aquí todo el tiempo, voy de cama a la tele y a veces ni eso, Qué iba a oir?- Insistió Quintans mientras se servía un café solo largo.

-Si llegases a enterarte de algo, ya sabes dónde estamos…

-Sé, sé…si tal no os preocupéis que ya os digo, pero a mi que me registren, como dijo el otro..- Anotó Quintáns tomando un sorbo del humeante café, Duarte se incorporó y volvió a guardar la foto en su pechera.

-Pues nada, que te mejores

-Se intentará, se intentará Naveira, perdonar si no os acompaño, pero no puedo estar al frío- Y les miró por encima de la taza, al tiempo que les guiñaba uno de sus ojos acuosos, Jon y Duarte asintieron y abandonaron la cocina hacia la puerta de salida. Cuando la puerta se cerró tras ellos, la mujer de mandil entró en la cocina con el dogo agarrado a la correa.

-E logo que che querían eses?*

-Mamai…*

-Mellor calare logo…*

-Eso- Y la mujer se alejó por el pasillo seguida del dogo, perdiéndose ambos en la penumbra.

Jon y Naveira regresaron a comisaría. Mariola y Corcubión estaban también de vuelta, habían traido detenido a Lérez y el Grupo de Menores se estaba haciendo cargo de una niña, casi adolescente, que, un tanto confundida, no parecía saber lo que estaba pasando.

-Al parecer es su sobrina, que está de visita…- Explicó Corcubión, Naveira le miró descreido, Jon soltó una falsa carcajada.

-Visitar una niña a Lérez, justo a él..

-Ya, por eso está aquí

-Y la niña qué dice?

-Nada, se la llevan ahora, pero llegamos a tiempo…- Naveira meneó la cabeza, Jon se alejó por el pasillo maldiciendo en vasco y Corcubión volvió a su ordenador para seguir con su informe. Manu llamó a Naveira desde la puerta de la sala de ordenadores.

-Ya revisamos las grabaciones de las cámaras de vigilancia del Marineda- Anotó invitándole a pasar. Naveira se sentó junto a él para ver las imagenes- Efectivamente la madre entró en la confitería, con los cuatro, Paula iba de su mano, el mayor va suelto, el pequeño dormido, y Germán cogido de la silla. Ella compra los bollos de leche, y se los va pasando al mayor, aquí entra un grupo de chicos haciendo el monas. La madre coge el carrito, y sale. Pero Paula ya no está. Lo ves?. Hemos mirado desde todas las perspectivas posibles. Y he repetido la escena, una y otra vez. Paula parece haberse desintegrado en el aire. No la vemos. Tampoco en el aparcamiento. La persona que lo haya hecho sabía dónde están las cámaras. Una obra maestra de secuestro…

-Vio que la buscábamos y tuvo que dejarla, mira a ver si consigues alguna vista general de la plaza…

-Ya lo hice, demasiado oscura, demasiada gente, filtré gente bajita y niños, pero ni rastro…

-Gracias, sigue intentándolo, a ver si hay suerte…- Manu asintió y se puso manos a la obra.

-Por la tarde te podremos decir más del perrito de marras, por ahora sólo te puedo asegurar que no se comercializó en España, es de factura y distribución polaca…

-Polaca?…- Manu se encogió de hombros y volvió a sus cámaras del Marineda.

Naveira miró el reloj, eran casi las dos, decidió que iría a casa a comer algo y por la tarde volvería para ver lo del peluche y hacerle un par de preguntas a Lérez.

Después de que Fe, su ex-novia, decidiera que él ya no formaba parte de su vida y se quedara en el piso que habían compartido durante cuatro años, él había tenido que buscar otro lugar dónde,al menos,dejar sus cosas, y había alquilado un apartamento en la zona de A Gaiteira. De eso hacia un año, y todavía tenía muchas cosas en cajas de mudanza, de vez en cuando se decidía a deshacer una. Pero sin demasiado empeño. Al principio había abrigado la esperanza de que Fe se replantease su decisión, pero poco a poco había tenido que rendirse a la evidencia. Fe amaba ahora a una mujer. Pero él, tenía que admitirlo, la seguía queriendo a ella. Su nudo gordiano particular, que intentaba sobrellevar lo mejor que podía. Cuando se lo había contado a Jon, éste le había dicho que podía darse con un canto en los dientes, ya que a él la suya, entonces, le había dejado por una idea, al menos tienes algo físico al que culpar. Y había conseguido hacerle reir.

Encontró en el correo una carta informativa del jefe de su comunidad de vecinos , en la que le comunicaba el reciente hallazgo de asbesto es los materiales con los que estaba construido su edificio, y se le instaba a buscar otra vivienda con la mayor prontitud, para facilitar las futuras obras que se tenían que realizar en el inmueble para combatir el nocivo mineral, como habían dado en llamarle. Él se dejó caer sobre el sofá del salón, único mueble en toda la estancia y recorrió el techo con la mirada,  buscando infructuosamente alguna señal externa que delatase el peligro que le acechaba. En eso estaba cuando le sonó el móvil de servicio.

-Hola, soy Paz. Te necesitamos aquí.

-No hay problema, dime dónde es aquí..

-Ya, perdona, en casa de Paula..

-Conseguisteis algo?

-Tú ven..

La casa de Paula era un piso en el, a su modo de ver, complejo entramado de calles y bloques que conformaban Matogrande, todas las casas le parecían la misma y daban a la misma plaza. Estaba a punto de llamar a Paz para preguntarle otra vez el número de bloque, cuando atisbó la figura de Jon haciéndole aspavientos desde un portal al otro lado de una de las plazas.

-No se separa del perrito, ni de día ni de noche, y pinta, ya pintaba antes, pero ahora es distinto, todo es lila…- Paz le hablaba en susurro, en el recibidor de la vivienda.- Tienes mi permiso y el de los padres para hacerle preguntas…pero te aviso…es muy suya.- Naveira la siguió al salón, una estancia amplia pero atestada de muebles, o al menos eso le pareció a él, teniendo en cuenta que el suyo estaba vacío. Paula dibujaba arrodillada ante la mesa de centro en la zona de sofás. Llevaba el pelo castaño oscuro en dos coletas a los lados de la cabeza, adornadas por sendos lazos verdes, y le habían puesto un mono de forro polar rojo demasiado abrigoso. No levantó la vista de lo que estaba haciendo cuando Naveira buscó sentarse en el sofá frente a ella. Los padres y Jon optaron por manterse cerca de la puerta, para no entorpecer la entrevista, Paz ocupó una de las butacas .

-Hola Paula, te acuerdas de mi?

-No, quién elles?- y continuó coloreando la hoja con un lapicero lila.

-Yo me llamo Duarte Naveira, y quiero saber cómo estás, ya no tienes frío?

-No, que quielles?… ahora estoy pintando, no lo ves?, mira, es el cielo y esto es el sol y aquí es el campo…

-Qué bien pintas!, pero me estoy fijando en tu perrito, y es precioso, me lo dejas?

-No, es mío, cómpiate tú uno si quielles, pero este no…- Y eligió otro lapicero en otro tono de lila, sin regalarle ni el atisbo de una mirada.

-Y quién te lo dio a ti, Paula? Quién te dio el perrito?…

-Ella- Paz abrió mucho los ojos un instante y se incorporó en su asiento.

-Ella…es una señora?- Se atrevió a intervenir, articulando la frase con suma prudencia. Paula retocó el cielo con otro lapicero lila.

-Ella es no es una señolla, ella es mi amiga no tuya…

-Y cómo era tu amiga? Nos lo puedes decir?- La niña ladeó levemente la cabeza, mientras parecía observar su obra, sin coger otro lapicero, en silencio- Nos la puedes pintar, Paula?

-Clallo, mira…- La niña cogió una hoja nueva y un lapicero lila claro, con mano segura pintó toda la hoja de ese color, sin dejar un resquicio de blanco.

-Muy bien, Paula…y por qué es lila?- Preguntó Naveira, Paula levantó la vista y clavó en él su profundos ojos negros.

-Porque ella mira así.

*-Qué querían esos de ti?

*-Mamá

*Mejor callar,entonces

Subinspector Naveira. „Tengo una muñeca“. (I)

20 domingo Ene 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Os presento el nuevo caso de mi Subinspector Duarte Naveira, que cumple sus funciones en La Coruña (Galicia. España). A continuación, os dejo el primer capítulo.

I-

En Ikea le habían dicho que la tuerca que necesitaba ya no se fabricaba. Cómo se podía dejar de fabricar una tuerca?. El caso era que no la tenían en stock. Le recomendaron acercarse hasta Leroy-Merlín a probar suerte, está al fondo de la plaza,y la chica le señaló algún lugar a su espalda, su primera idea fue contestarle que si creía que era tonto o corto de entendederas, que sabía dónde estaba la dichosa tienda, y una retaíla de despropósitos. Pero se metió la tuerca en el bolsillo del pantalón, ensayó su mejor sonrisa, y se fue. Dudó si comprarse allí un perrito con todo tipo de cosas encima, pero tenía hambre de más, no había podido comer al mediodía y ahora tenía un hueco en el estomago de dimensiones considerables.

Seguía lloviendo, y cortinas de agua arrasaban la plaza por la que grupos de gente corrían hacia los distintos negocios buscando protección. Toda la ciudad había tenido la misma idea ese sábado: acercarse a Marineda City a pasar la tarde. Él no. Él había ido a buscar una tuerca que se había dejado de fabricar.

Le recibió una ola de calor de la calefación al cruzar la puerta principal, y se sacó la parka. Y después la bufanda. Se dejó puesto el jersey, ya que, pensó, si seguía quitandose cosas acabaría por quedarse en calzoncillos. Y no era cuestión de dar un espectáculo, él era una persona sumamente discreta. Se abrió paso a través de la marea de gente que atestaba el centro comercial y buscó en uno de los mapas de tiendas el Kentucky-Fried-Chicken, tras lo cual dedujo estaría en algún punto del segundo piso. La multitud en las escaleras le recordó la de los metros en hora punta.

La mujer empujaba una silla de bebé, en la que iba dormida una criatura de unos dos años. Sobre la silla descansaban diversas prendas de abrigo, y colgaban varias bolsas de plástico con compras, dos niños más se agarraban al buggy mientras comían algo parecido a un bollo de leche y miraban a su alrededor entre cansados y aburridos. Hubiese sido una escena normal en aquel centro comercial a esas horas de la tarde, si no fuera porque la mujer parecía muy nerviosa y gritaba un nombre de niña a la multitud que la rodeaba, llevaba el pelo en una cola de caballo deshecha y su rostro estaba congestionado por el calor reinante y la angustia con la que sus ojos buscaban algo en todas direcciones. Paula. Llamaba a Paula. Y el que parecía el mayor de los niños también, aunque con desgana, la misma con la que comía el bollo. Él quiso pasar de largo, podía ver el Kentucky al fondo y su estomago clamaba algo con lo que llenarse, pero los gritos de aquella mujer pudieron más.

-Es que no la encuentro, en Primark estaba agarrada al carro, y en la panadería también….le di los bollos a Pedro para que los repartiese…y..y..y ahora no la encuentro…- Estaba a punto de llorar, se apartaba mechones de cabello del rostro y la mano le temblaba levemente.

-Cuántos años tiene?- Se lo preguntó con tranquilidad, ella respiró hondo y volvió a apartarse un mechón.

-Tres. Tiene tres.

-Miraste en Primark? A veces vuelven a por cosas que quieren…

-Lo recorrí dos veces y me ayudó uno de los chicos de allí….no la encuentro….no está…- Observó como el sudor perlaba su frente y sus ojos vagaban frenéticos por la multitud.

-Mamá, quiero pis- La vocecita del menor de los niños la enervó y meneó la cabeza sin saber muy bien qué hacer.

-Vamos a hacer una cosa….yo me llamo Duarte Naveira y soy policía, vete al baño con…

-Germán, se llama Germán…

-Pues vete al baño con Germán y yo me quedo con los otros dos hasta que vuelvas- Ella le miró desconfiada y él sacó del bolsillo su cartera con su placa para despejar dudas. Ella agarró al niño y a paso vivo se dirigió a los aseos más próximos.

-Tu tienes una pistola?- El otro hermano le miraba con los ojos muy abiertos sosteniendo en el aire el bollo de leche, sin acertar a masticar, Duarte asintió y él también, sin creérselo todavía- Y disparas?.

-A veces- El niño volvió a asentir llevándose el bollo a la boca, si apartar de él su sorprendida mirada.

La madre volvió a los pocos minutos, casi a la carrera, su nerviosismo había aumentado y estaba al borde de las lágrimas.

-Voy a buscar a los de seguridad, tienes una foto de ella?- La mujer sacó con mano temblorosa su cartera del bolso que estaba colgado de la silla, y de uno de los apartados una foto tamaño carnet de una niña morena con melena paje y un lazo azul sonriendo a la cámara.

-Es la del colegio, ahora tiene el pelo más largo…

-No te preocupes, siéntate en este banco de aquí, y yo me ocupo de traerte a Paula, de acuerdo?- Y volvió a buscar la tranquilidad en su voz, para dársela a ella, que asintió y buscó sentarse en el banco- Y vosotros os quedáis aquí con mamá, vale?- Los niños asintieron con la cabeza, y ella les cogió de la mano, como para asegurarse de que no se le iban a escapar.

Encontró a una de los vigilantes cerca de los ascensores, se identificó como agente y le explicó lo sucedido, ella llamó por walky a tres de sus colegas, que se presentaron poco después, todos fotografiaron con sus dispositivos móviles la foto y repartieron el centro comercial en cuatro zonas. Él volvió a Primark y lo recorrió por zonas, peinando los pasillos y abriendo los probadores, incluso los que estaban ocupados, haciendo caso omiso de las consecuentes protestas. Continuó por un negocio de ropa de deporte al que siguieron otros, también de ropa, y dos de zapatos, además de todos los pasillos y aledaños de la planta. Al cabo de media hora, los cuatro vigilantes y él se volvieron a encontrar en los ascensores. Ni rastro de Paula.

-Llamamos nosotros o llamas tú?- El guarda de seguridad se lo dijo ya con el móvil de servicio en la mano, y Duarte sacó el suyo, teniendo que admitir que, si lo hacía él, los trámites irían más rápido.

-Que alguien acompañe a la madre, debe estar al borde del ataque de nervios- Ordenó mientras marcaba, otro de los guardas se alejó corriendo hacia el banco donde él la había dejado.

El inspector Regueira llegó acompañado de cinco patrullas, sin luces ni sirenas, lo último que necesitaban era pánico, carreras y curiosos. Él le esperó en la puerta del hall principal, para resumirle los hechos y mostrarle la foto a sus colegas.

-Y además en tu día libre- Apuntó Regueira, Duarte se encogió de hombros pero no contestó- Ana está de camino con Huertas, van a estar con la madre en el hotel. Hay padre?

-No le pregunté, pero en la cartera tenía una foto de un hombre…si es el padre o no eso ya es otra cosa…- Regueira sonrió y ambos se dirigieron al interior del centro comercial, al que parecía haber llegado más gente .

Los integrantes de las cinco patrullas y todos los agentes de seguridad del centro, dividieron el perímetro total a rastrear en cuadrículas sobre el plano en papel y comenzaron a buscar a Paula.

-Con este día, está claro, todo el mundo cae aquí…- Quiso explicarse Regueira asomado al balcón del segundo piso, observando el hormiguero de gente en el piso de abajo entrando y saliendo de las tiendas, o tomando algo en los locales de comida, Duarte se fijó en la lámparas, que pendían del techo a diferentes alturas, la última vez eran otras.

-Es más fácil aparcar- Regueira le dió la razón, un agente se acercó a la carrera con una bolsa de plástico en la mano.

-Qué hay?-y Duarte sintió que el corazón le empezaba a latir más rápido, al tiempo que Regueira tomaba en sus manos la bolsa.

-La madre lo ha identificado. Es el lazo de la niña. Lo encontramos flotando en la fuente de la plaza…- Regueira le miró como esperando más información, que no llegó.

-Osea que no está aquí dentro- Duarte y el agente se mantuvieron en silencio.- Gracias, lléveselo a Miranda.- El agente se alejó de nuevo corriendo.-Puede estar en cualquier sitio…

-Y con cualquiera…

-Vamos a pensar que no. Primero el carro y luego los bueyes Naveira, una vez encontré a un crío debajo de la cama de sus abuelos…al día siguiente de empezar a buscarlo. Imagínate tú..-Regueira se mesó el cabello canoso con las manos- y aquí no se puede fumar, ni siquiera yo, claro…- Duarte se permitió sonreír, aunque la ocasión no lo brindara.

-Vamos a fuera si quieres, aquí dentro hace demasiado calor..- Regueira aceptó y se encaminaron a la salida.

Ya había parado de llover, pero se había hecho de noche y un viento helado recorría a ráfagas la plaza por la que pululaba gente envuelta en abrigos y gabardinas, cargando bolsas o con carros de compra, Duarte se preguntó por qué saldrían del supermercado con el carro si había acceso directo al aparcamiento. Regueira no se había acabado el pitillo cuando dos agentes les hicieron señas desde el fondo de la plaza, y ambos corrieron hacia ellos. Duarte podía sentir el corazón atenazándole la garganta.

-La tenemos. Viva. La tenemos- Acertó a decir el agente, sin poder esconder su alegría, Regueira le dió una palmada en la espalda a Duarte al tiempo que soltaba el ensayo de una carcajada y seguía a su hombre al interior del aparcamiento, Duarte se mesó el cabello con las manos y expulsó el aire que debía de haber estado conteniendo todo ese tiempo sin darse cuenta.

– Estaba dentro de un carro de compra, en la zona más alejada del aparcamiento, empapada y muerta de frío la criatura, ni lloraba ya…- El agente lo explicaba mientras avanzaba a grandes zancadas, llegaron al punto donde la habían encontrado casi al mismo tiempo que la ambulancia. La niña estaba en brazos de una agente, envuelta en una manta térmica color cobre, muy pálida y con los labios lila, aferrada a una especie de perro de peluche, también empapado.

-Hola Paula, ahora viene tu mamá, sí?- Acertó a decirle Duarte, notando de pronto una ola de alivio al ver girar la cabecita mojada hacia él, mirándole con unos inmensos ojos negros asustados y perdidos.

-La versión más plausible es que la niña se perdió, se fue hasta el aparcamiento a buscar el coche de su madre y, confundida, se acomodó en un carro a esperar- Explicaba Regueira leyendo por encima el informe que acababa de recibir a primera hora de la mañana, Duarte, de pie en la ventana observando el pesado caer de la lluvia negó con la cabeza.

-Y el lazo? Cómo explicas el lazo? Y estaba al borde de la hipotermia- Indicó mostrando su desacuerdo, Regueira dibujó un gesto de escepticismo.

-Se le caería mientras jugaba en la fuente, ayer también llovía mucho- Y cerró la carpeta, sin tener intención de continuar con el asunto.

-Además el carro era de Ikea, cómo llegó alli?

-Alguien que compró y lo dejó con los otros, yo lo hago todo el tiempo- Regueira se incorporó y cogió su chaqueta.- Un café?

-Lorena, la madre de la niña, llamó antes, va a pasarse, voy más tarde- Dijo acercándose a su mesa, Regueira asintió y salió del despacho.

Lorena llegó una hora después,acompañada de su marido, con una caja Marqués de Riscal, dijeron que no se habían decidido por los bombones y que un vino siempre venía bien.

-La dejaron ingresada, le faltó muy poco para la hipotermia, la pobre…claro, debió de oírme decir a sus hermanos, si os perdéis id al coche y ella hizo lo mismo, pero Gracias a Dios quedó en un susto…no llegas a estar tú allí y no sé yo..- Los ojos se le llenaron de lágrimas y su marido le paso la mano por el hombro para tratar de consolarla.

-Cosas de niños…anécdotas para contarles de mayores- Añadió, Duarte le dio la razón asintiendo.

-Y muchas gracias por el perro de peluche, la lata que me dio toda la tarde por el dichoso perro que yo no le compré, y al final vosotros le regaláis uno muy parecido…está como loca con el, no lo suelta- Comentó Lorena, Duarte pareció dudar un instante a qué se refería, pero sonrió de todas formas.

-Había oído que en Alemania y Estados Unidos la policía les regalaba ositos de peluche a los niños que viven experiencias traumáticas, no sabía que aquí ahora también. Preciosa idea, de verdad. Nunca sabremos cómo agradecéroslo- Y ambos se incorporaron, para no alargar más la visita, les acompañó hasta la puerta de la comisaría, y luego volvió al despacho.

Regueira llegó poco después.

-Qué detalle el vino, no? Les encontré en el semáforo, también me dieron las gracias por el perrito- Explicó colgando su chaqueta empapada de lluvia.

Duarte ,apoyado en el quicio de la ventana con los brazos cruzados le miraba sin dar cabida a broma alguna, Regueira se quedó a medio camino de su mesa.

-Qué pasa?

-Nosotros no le regalamos ningún perrito.

 

 

Manchester

16 miércoles Ene 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Luz azul y ligera brisa. El día empezaba bien. Sisac cerró la puerta de su casa tras si y se alejó caminando despacio calle arriba. En su último mensaje, Héctor, el nuevo guardabosques, había dicho que llegarían hacia el mediodía. Su hija Nené y él ya habían adecentado la casa días antes, ahora sólo quería abrir las ventanas y asegurarse de que todo estaba en orden para los nuevos inquilinos.

La casa estaba algo alejada del resto, era la última antes de la senda que conducía a las rutas de subida a los montes, muy concurridas todo el año, pero sobre todo con la llegada del buen tiempo. Era una construcción de dos plantas de piedra vista, con dos mansardas, a la que se accedía por una rampa de adoquines en dos tonos de gris con el motivo de la rosa de los vientos. Abrió la pesada puerta de madera maciza y se detuvo un instante en el umbral, sólo le recibió el silencio, sonrió levemente al pensar que a partir de ese día se llenaría de vida otra vez. Comenzó por abrir las ventanas y las contraventanas de la planta baja, ocupada por un amplio salón-comedor con chimenea, la cocina y un aseo, luego subió al piso superior, repartido en tres dormitorios y un cuarto de baño completo. Al abrir las ventanas del último de los cuartos, se paró un instante a contemplar la impresionante vista de los montes y las cumbres desde allí, si bien le habían acompañado toda su vida, no se cansaba de admirarlos en su inmensidad de roca y verde.

-Mamá quiere saber si necesitarán más mantas- La voz de Nené, tras él, una chica morena con cola de caballo, en vaqueros y abrigada con un plumas verde, le asustó, no la había oído llegar, ella sonrió y le mostró las mantas que llevaba en los brazos.

-Puedes dejárselas sobre las camas, y que ellos decidan- Comentó él, Nené dejó entonces una de las mantas sobre una de las camas gemelas.

-Voy a dejar correr un rato el agua- Y salió del cuarto, Sisac la siguió y volvió al piso inferior, para comprobar que todos los electrodomésticos que había en la cocina funcionaban. Después, padre e hija se sentaron en un banco en la terraza que daba a la parte de atrás, a la que se salía por el salón.

-Son él y su hija, solos…

-Que yo sepa sí, eso me dijo.

-Estarán separados, o algo.

-No le pregunté, no quise ser tan indiscreto….

-Y tú dices que yo podría cuidar de la niña…

-Sólo si quieres, todavía no tiene plaza en la guardería de abajo, será cuestión de semanas, y te ganas unos cuartos…

-Qué tiempo tiene?

-Dos y medio….- A Nené le dio la risa, él la miró sin entender por qué.

-Se viene hasta aquí, solo, con un bebé de dos años, a cuidar la flora y fauna….tiene arrestos, me gusta- Decidió, cerrando los ojos contra el tímido sol, que apenas calentaba, pero que ya se atrevía a salir, Sisac meneó la cabeza, pero no dijo nada.

Héctor llegó un poco antes de las dos de la tarde, al volante de un Mini Cooper Countryman azul con un pequeño remolque acoplado.

-Lo dicho, arrestos no le faltan- Sentenció Nené al ver el coche aparcar ante la casa, Sisac se pasó la mano por el cabello, blanco y crespo, y meneando la cabeza, como dándola por imposible, se dispuso a recibir al nuevo vecino.

-Buenas!- Saludó un sonriente Héctor al salir del coche, extendiendo teatralmente los brazos, Sisac le ofreció la mano y un abrazo de bienvenida, Nené le dio dos besos. Era un hombre joven, ni alto ni bajo, de pelo rizo castaño ,algo largo, y gafas Truman, ataviado con vaqueros y una camisa de cuadritos azules, Nené se fijó en que calzaba unas robustas botas de senderismo, al menos, pensó , antes de mirar a través de la ventanilla para descubrir a una criatura que dormía en una sillita reglamentaria.- Se durmió justo en el cruce, Oona siempre hace lo mismo- Comentó su padre al tiempo que abría la portezuela, luego, medio metiéndose en el coche, la libró de los arneses y la sacó de la silla, sosteniéndola en brazos, con la cabecita sobre su hombro, la niña no hizo visos de despertarse. Sisac y Nené le guiaron al piso de arriba, donde él la acostó en una de las camas gemelas de uno de los tres dormitorios, Nené cerró la ventana y echó las cortinas.

Al poco se les unió Chusa, la mujer de Sisac y madre de Nené, quien trajo varias tarteras de comida y una botella de vino, con los que la familia quiso darle la bienvenida al nuevo guardabosques. Hasta su jubilación,hacia pocos meses, ese había sido el trabajo de Sisac, quien le entregaba el relevo con gusto, y no tardó en hacer planes con él para, en los próximos días, subir al monte y explicarle sobre el terreno su nuevo puesto.

-Mañana a las nueve, ya puedo estar aquí- Confirmó Nené cuando ya se iban, Héctor sonrió e iba a comentarle algo, cuando otra cosa llamó su atención, una pequeña torre de piedras sobre el murete que bordeaba la casa.

-Vaya! Es la primera vez que lo veo con mis propios ojos, es muy dificil lograr que se mantengan..- Comentó señalando la torre, compuesta de cuatro piedras planas y lisas, colocadas unas sobre otras en delicado equilibrio vertical, Nené , Chusa y él se acercaron para verla más de cerca.

-Qué barbaridad! Estaba ya antes? No me fijé…la gente hace torres de piedras por ahí arriba, ya las tengo visto, pero así…Sicac?- Chusa se volvió hacia su marido, el único que no se había acercado, y que parecía buscar algo con la mirada a su alrededor- Sisac?…mira, tienen un nombre…cómo era?- Sisac la miró un tanto distraido y se pasó las manos por el rostro varias veces, antes de acercarse.

-Ni idea…- Sentenció

-Ya lo miraré…- Anotó Hector, quien aprovechó para sacarle una foto a la torre de piedras con su móvil- Increíble.- Sisac levantó las cejas un instante y pareció buscar algo en la lejanía, luego se rascó la nuca.

-Bueno, nos vamos pues, mañana es otro día- Dijo dándole una palmada en el hombro, y comenzó a bajar la rampa, seguido de Chusa y Nené.

Los días que siguieron, Héctor los ocupó en organizar la casa con la ayuda de Nené y Chusa, y en ponerse al día con Sisac recorriendo la zona. Salían al amanecer y volvían a la caída de la tarde, con los mapas en papel plagados de crucecitas de colores y los dispositivos electrónicos cargados de nueva información que Héctor debía estudiar y catalogar, Sicac, en ese aspecto, se alegraba de no tener que volver a hacerlo. Nené se quedaba a cargo de Oona, una niña con el pelo rizo de su padre y unos vivos ojos verdes, con la que Nené hizo buenas migas, si bien la niña no era muy juguetona ni se reía demasiado. Es una niña muy seria, le había comentado a su madre, y ésta le había respondido que no había niños de esa edad que fueran serios, que a lo mejor todavía no se había adaptado a aquello, con tanto campo, teniendo en cuenta que ellos venían de una ciudad. Nené optó por darle la razón, pero de todas formas buscó en Internet juegos con los que poder entretenerla. Le gustaban los niños. Pero lo suyo era la contabilidad.

-Le di la cena y se quedó frita, dormía ya mucho antes o empezó aquí?-Se interesó Nené, Héctor acababa de llegar del monte y se dejó caer sobre una de las sillas de la cocina- Aún queda estofado…para ti, y todos los vecinos a los que quieras invitar, ya sabes las raciones de mi madre..- Él rio y, quitándose las gafas, se apretó el puente de la nariz.

-Siempre ha dormido bien, y tampoco me ha dado problemas con la comida, es una niña muy buena…- Explicó, Nené optó por no comentarle su seriedad, a lo mejor era sólo una fase, como había leído en un foro- Seguro que os preguntáis dónde está su madre- Nené le miró en silencio, era algo que todo el pueblo se estaba preguntando, pero nadie se había atrevido todavía a sacarlo a colación, Hector se incorporó y acercándose despacio a la ventana, apoyó sus manos en el alfeizar, mirando hacia el exterior- Horas después de nacer Oona, ya en la habitación, ella estaba en la cama con ella en brazos, y me la pasó, “Abre la ventana, por favor, tengo mucho calor” me dijo, y nada más acabar de decir la frase inclinó la cabeza hacia atrás contra la almohada y dejó caer los brazos…ni siquiera cerró los ojos. Una aneurisma, nos dijeron después. Y allí me quedé yo, con Oona en brazos, sin saber cómo moverme. Tardé dos años en averiguarlo, y decidí venir aquí- Se volvió hacia ella, y se la encontró mirándole con los ojos muy abiertos y una mano aferrada a la boca- La gente dice que es una nena seria, la verdad es que risas lo que se dice risas, no ha visto muchas por mi parte……pero seguro que eso va a cambiar, porque quiero que cambie…..estoy seguro- Y él le sonrió, para lograr apartar el gesto de horror del rostro de ella, consiguiéndolo a medias.

-Gracias..

-Por?

-Por contármelo…

-No quiero vivir nunca más entre fantasmas.

En mitad de la noche, algo despertó a Héctor. Miró el reloj, faltaban minutos para las tres. Iba a volver a dormir, cuando escuchó de nuevo lo que le había despertado. Era la voz de Oona. Se incorporó en la cama y encendió la luz de la mesilla. Parecía estar riéndose. Se puso las gafas y salió de la cama, ya en el pasillo, las carcajadas infantiles le sacaron de dudas y abrió la puerta del cuarto que ocupaba Oona, contiguo al suyo.

-Mia papá, mia! “Son tus perzúmenes mujé! loz que me sulibeyaaan!Loz que me sulibeyaaan! Son tus perzúmenes mujeeeé!”- Oona, de pie en el centro del cuarto en penumbra, movía los pies al ritmo poniendo los bracitos en jarras contra sus caderas, mientras cantaba la estrofa a voz en cuello con su medialengua, Héctor achinó los ojos y se ajustó las gafas, para después dar la luz, ella se rio y dio dos palmadas- OH!! “Tus ojoooz zon de colibríiii, ay como mi aleteeyaaan!!Ay cómo mi aleteeeyaan!!”– Por un fugaz momento, Héctor pensó que él mismo estaba sumido en un sueño absurdo.

-Oona, mi vida….qué..?..ven..tranquila..ven- Y la cogió en brazos, ella se abrazó a él y le dió un sonoro beso.

-Qué coza ez el sulibeyo?- Preguntó su vocecita después, él la miró preocupado y le tomó la temperatura con la mano contra la frente, ni rastro de fiebre, ella volvió a romper a reir con ganas y a dar palmadas, él le dió un beso y decidió llevársela con él, ella se giró un instante y pareció despedirse de su cuarto con las dos manos al mismo tiempo, y apoyó su cabecita en su hombro- Loz que me zulibeyaan….loz que me zulibeeeyaaan…- Y aún cantando la metió junto a él en la cama, ella le dio otro beso y, sin más, volvió a quedarse profundamente dormida. Héctor se quitó las gafas y se apretó el puente de la nariz, no pudo evitar reirse. Él también se había preguntado muchas qué era el “sulibeyo”.

-Sólo a tí se te ocurre…..ya….ya cuando vi las piedras…pensé…pero no podía ser, pensé que te habrías ido ya….Los Perjúmenes…a dónde fuíste a dar…y por qué?….a ver…vaya susto ese padre…ya…tú ríete que no tiene gracia….qué quieres? Ella no está…no está aquí….te digo que no….te crees que no la busqué?…y la busco…no creas…pero no está….marchate….ya….ya lo sé…..pero deja a la criatura en paz…..te quieres callar?….para ya…

-Papá…con quién hablas?- Sisac se volvió y se encogió de hombros, disfranzando una especie de sonrisa, Nené sonrió también.

-Con nadie, conmigo mismo..

-Tú sabías que tenemos ese disco….en vinilo, nada más y nada menos? Mira- Y levantó un dedo para hacerle escuchar la canción que ahora sonaba en el equipo de sonido, él asintió y se pasó las manos por el cabello sin darle más importancia- Pero que conste que yo no se la canté….ni idea de dónde la pudo escuchar, a lo mejor en la radio el otro día- Nené se alejó hacia la cocina- Espiridión Pichincha…-Y soltó una carcajada- de dónde sacarán esos nombres- Sisac negó con la cabeza y miró hacia algún lugar del comedor como pensando, luego hizo un gesto de hastío con la mano y salió de la casa dando un portazo.

Oona decidió lanzarse a hablar. Y no parar. Consigo misma y con cualquiera que le saliera al paso. Y descubrieron que sabía reir. Una risa como de gaseosa, que salpicaba sin piedad y contagiaba a todo aquel en su radio de acción. A veces se reía sola, de repente, sin venir a cuento, y se explicaba cosas ininteligibles a si misma, o canturreaba canciones irreconocibles. Su entretenimiento favorito era hacer torres con piedras, planas y lisas, que colocaba verticalmente unas sobre otras en sorprendente equilibrio, las tiraba y las volvía a hacer a su antojo, repartidas por la propiedad.

-Increible, tan pequeña, y ya es capaz…a mí se me caen siempre- Comentó Héctor, mientras la observaba desde la ventana del salón formar una de esas torres en el jardín de Sisac, habían adoptado la costumbre de reunirse los sábados a comer todos juntos, Chusa sonrió y le ofreció una cerveza fria que él aceptó gustoso.

-Le vino bien el cambio, de eso no cabe duda- Él le dio la razón con un gesto y bebió un trago largo de su cerveza, se fijó entonces en una foto enmarcada sobre la mesa junto a la ventana, dos hombres y una mujer jóvenes, altripechados con aperos de montaña reían en blanco y negro a la cámara en lo que parecía un descanso durante una subida.

-Son Manchester, Luz y Sisac, de los tres, sólo Sisac está vivo…- Héctor la miró e iba preguntar algo, pero ella se adelantó cogiendo el marco entre las manos.

-Sucedió va a hacer dentro de poco cuarenta años, mucho antes de conocer yo a Sisac, tenían planeada una subida, pero Sisac no pudo ir, porque estaba enfermo con gripe, los otros dos sí que subieron, pero no regresaron, el cuerpo de él pudieron encontrarlo, ella no apareció nunca, se habían criado juntos, Sisac no habla de eso…

-Manchester? -Chusa sonrió y acarició el cristal del marco.

-Le pusieron ese mote porque su única ilusión era marcharse con Luz a Manchester, nadie le llamaba de otra forma…- El revuelo de la llegada de Sisac con otros invitados les hizo dejar la foto en su sitio, y salir al jardín. Al ver llegar a Sisac, Oona salió corriendo hacia él.

-Sisá! Sisá! Mia, mia!- Sisac rio y la cogió en brazos, pero ella quiso volver al suelo, – mia, mia, “Para que nooo me olviiideeezzz …ni ziquiera un momentooo…y zigamoz unidos los doz gracias a los dreecuerdoozzz!!!”- Sisac negó con la cabeza y comenzó a reirse a carcajadas, mientras ella le dedicaba la canción moviendo teatralmente las manos, ante la sorpresa de todos los presentes. Héctor sacó su móvil y comenzó a grabarla.

-Tengo que grabar esto…sino no me lo cree nadie- Musitó divertido, Sisac sin parar de reirse la cogió en brazos y la abrazó contra sí.

-No te voy a olvidar…..no te preocupes…- Susurró, Nené se la cogió de los brazos.

-Ven aquí calandria-Y Oona le dio un beso, para apoyar después su cabecita en su hombro, Héctor alzó las cejas y ella le guiñó un ojo.- Voy a ser su representante, que lo sepas…

Durante la comida, Héctor se fijó en un ala-delta que sobrevolaba las cumbres, por un momento se preguntó desde dónde habría despegado y dónde pensaba aterrizar al observar cómo se perdía entre las nubes todavía bajas, pero apartó la idea para seguir disfrutando de la tarde del sábado con tranquilidad.

-Sisac? Me has continuado tú el jersey que le estoy haciendo a la niña?- Preguntó Chusa días después, mostrándole su labor de punto, Sisac, que leía el periódico sentado a la mesa del comedor la miró sin entender a qué se refería.

-Yo? No sé ni coger las agujas…cómo te la voy a continuar?

-Es que yo hice una del derecho, otra del revés, derecho, revés, ocho azul, ocho verde, ocho amarillo, y ahora hay un buen trozo revés, derecho, revés, derecho, amarillo, azul, verde….y no cuadra…

-Sería Nené…

-Ya le pregunté, no le gusta hacer punto

-Pues no sé, la harías y te olvidaste…

-Puede ser, voy a tener que ir al médico, ayer quise ordenar el armario de la ropa de cama y cuando lo abrí ya estaba ordenado, y Nené tampoco fue, hasta colgué un ramito de lavanda….y que no me acuerde…- Sisac alisó despacio la hoja del periódico que leía y volvió a ponerse las gafas.

-No te preocupes….puede pasar….-Chusa se encogió de hombros y salió del salón meneando la cabeza, sin poder explicarse los sucedido, Sisac miró un instante hacia fuera y respiró hondo, para continuar con su lectura.

Nené, mientras tanto, jugaba con Oona a las cocinitas, habían dispuesto una batería de tarteras de juguete sobre la mesa de la cocina y la niña se entretenía rellenándolas de garbanzos, habas y lentejas, mezclando unos con otros mientras canturreaba una canción, como ahora era su costumbre, de rodillas sobre una silla, concentrada en su labor. Nené ordenó la ya de por si ordenada cocina, y subió un momento al piso superior a buscar ropa para lavar, desde allí escuchó la voz de Héctor, que se había parado a hablar con un vecino en el camino, había salido temprano y volvía para comer. Cuando Nené volvió a la cocina, Oona le salió al paso portando un precioso ramo de flores silvestres, ella misma llevaba la cabeza adornada con una corona de margaritas y hiedras, la niña le tendió el ramo con una sonrisa que hizo brillar sus enormes ojos verdes.

-Oh! Muchas Gracias, Oona, pero….- La niña la salpicó con su risa de gaseosa y volvió corriendo a la mesa a continuar con sus comiditas, Héctor entró entonces con dos conejos y una bolsa de lechugas, Nené le mostró el ramo y no pudo evitar ponerse colorada- Muchas gracias, hombre, es precioso y huele muy bien…qué detalle, no tenías por qué…- Héctor parpadeó tras sus gafas varias veces y optó por sonreír, sin saber muy bien a qué se refería, luego asintió.

-De nada…de nada, esto…mira lo que me ha dado Ernesto- Acertó a decir mostrándole lo que traía, ella le sonrió, encantada con las flores.

-Voy a ponerlas en agua…- Y abandonó la cocina en busca de un jarrón, Héctor se quedó un instante parado, todavía con su carga en las manos, la risa de su hija le sacó de sus pensamientos, la niña seguía jugando con las legumbres y las tarteras.

-“Doz gardeniaaz para tiiii, con ellaz quero disirr…te querooo, te adorooo…mi viaaaa..”- Héctor meneó la cabeza, preguntándose de dónde había sacado su hija ese amor repentino por las canciones antiguas, y colocó su carga sobre la encimera de la cocina.

-Desde cuándo sabes tú hacer punto?….vamos a ver…..que no fuiste tú?…entonces quién?yo no fui y Nené tampoco….y orden tampoco fue nunca lo tuyo…….ya, entonces quién….y además te metes a casamentero….- Una ráfaga de viento sacudió los árboles y le quitó a Sisac su gorra. Caminaba por un sendero entre los árboles, Héctor le había pedido si, en su paseo diario,podría señalar los árboles que debían ser talados. Él haría lo propio en otra zona, además quería ir hasta la zona de las simas con un equipo de expertos para hacer inventario de las rutas peligrosas, ahora que parecía que el buen tiempo se había instalado por fin en la zona- No te pongas así….que te creo…primero un ramo que no lo salta un torero, después un cesto hecho a mano repleto de arándanos y rosas…con lo que le gustan a Nené los arándanos….y las rosas…por supuesto….que a tí no te gustaban…ya lo sé…por eso me extrañó…pero romántico eras…”Para que no me olvides”…..- Sisac rio y el viento le envolvió en un torbellino de hojas, pero él ni se inmutó- hoy por fin la lleva al cine….a lo mejor lo hizo él …pero no veo yo a Héctor haciendo cestos….en fin….a lo que iba…..pues si no lo sabes tú…yo sólo te oigo a ti, porque lo que es ver…..que?…Chusa? Chusa va a ir al médico, ya cree que pierde….no te rías….el otro día metió pollo al ajillo y sacó después pollo al estragón….- El viento le quitó la gorra otra vez- Pararás de reir?……por qué no te marchas?….no la esperes más….ya….las promesas se las lleva el viento viejo amigo….- Una racha de viento casi le lanzó contra un arbol- serás cabrito….no te pongas así…..a mí no me molestas, lo digo por ti, no te cansas de esperar?….no sin ella, ya…..la eternidad por delante…..tú que puedes, haz lo que quieras….pero por favor, no le cantes más a la nena- Tres hojas parecieron entonces bailar ante él, llevadas por una ligera brisa, él sonrió- esa justo no me importa ves?- Y se alejó sendero arriba, entre los árboles, que un viento caprichoso agitaba a su paso, tarareando “La Boheme” de Aznavour.

-Así que eras tú.

-Quién sino, Manchester?, sólo estamos tú y yo.

-Ya, eramos más…pero acabaron por irse…y tú, por qué te has quedado?

-En principio sólo tenía que buscarte…después se lió un poco…

-Con labores de punto, ramos de flores y pollos al estragón?

-No te rías…anda que tú con tus grandes éxitos de los setenta…verás es que yo antes tenía un DIY Blog de esas cosas….

-Un qué?

-Claro, es imposible que sepas qué es eso…..yo le decía a la gente a través de un medio que se llama Internet cómo hacer determinadas cosas….también labores de punto….y, lo siento, pero la de Chusa no cuadraba como la estaba haciendo..

-Y también quisiste hacer cuadrar a los otros dos…o qué?

-Sólo necesitaban un empujoncito…y el cesto me quedó monísimo…

-Arándanos y rosas?…

-No te rías…a veces hay que usar la imaginación….que no desaparece..por cierto…ya me explicarás la telepatía, se me resiste….

-Es cuestión de práctica….

-Tiempo tenemos…

-Ya….otra cosa…para qué me buscabas?

-Yo soy la que se cayó en la sima…y…

-La que andan buscando ahora todos esos…

-La misma….perdí el control del ala-delta y allá me fui…después ya sabes….y ella me ayudó…ella me envió…

-Quién?

-Luz….no sabe salir, estamos muy abajo, y tiene miedo de hacerlo, te está esperando, ella me dijo dónde encontrarte…..mira…el helicóptero, ya habrán encontrado el ala….ven, te llevaré con ella….ya es hora…

-Gracias…

-No hay de qué….

Sisac se puso la gorra y salió de su casa, cerrando la puerta tras si. Cielo despejado, apenas brisa, el día empezaba bien. Al querer bajar los tres peldaños de la acera que rodeaba su casa, reparó en ellas. Dos torres de piedras planas y lisas, colocadas en difícil equilibrio vertical, descansaban, una junto a la otra, sobre el murete. Sisac sonrió, y miró hacia las cumbres, en las que aún se deshilaba la niebla.

– Saludad Manchester por mi- Y, lentamente, se alejó calle arriba, tarareando la canción que, una vez, el viento le había regalado.

Cápsula

10 jueves Ene 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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-Hemos encontrado una cápsula

-Una cápsula..

-Si, una cápsula, ahí, la ve?

-Pues…

-Es algo normal, suele pasar…que se formen cápsulas…

-Y cómo ha llegado ahi?…quiero decir…

-No llegó ahí desde ningún sitio….se formó, suele pasar..

-…

-Es una operación sencilla, con anestesia general y todo el titingó….pero simple

-Qué es el titingó?…

-Todo lo que conlleva una cirugía, lo normal, nada de qué preocuparse…

-Pero no es mortal..

-El qué?

-La cápsula esa…- El médico hizo girar el bolígrafo que tenía entre los dedos y guiñó levemente los ojos.

-No…lo que sí tiene que hacer es beber mucha agua, dos litros al día mínimo, sin gas, eso sí…

-Por qué sin gas?- El médico levantó las cejas y miró hacia la ventana al tiempo que hacía girar el bolígrafo entre los dedos otra vez, volvió a él y parpadeó varias veces.

-Mejor sin gas, así no hincha…

-La cápsula…

-No, usted…

-Ya

-Pida cita fuera para preparar el preoperatorio, y no se preocupe, lo dicho, nada fuera de lo normal…- Luis María se incorporó para irse y tras estrecharle la mano se dispuso a salir de la consulta- ah…y procure no hacer movimientos bruscos o caerse, la tenemos localizada, pero nunca se sabe…- Luis María asintió y abandonó la consulta, cerrando la puerta tras si.

Una cápsula, pensó mientras caminaba hacia casa, cómo se me ha podido formar una cápsula, y sobre todo, de qué, porque esas cápsulas serán de algo, digo yo, algo mio de dentro, porque yo no me tragué ninguna cosa de ese tamaño jamás, ni canicas de pequeño, como hacía mi hermano, que beba agua, dos litros nada más ni nada menos, con lo poco que bebo yo, con dos vasos me llega para todo el día, pero qué se le va a hacer, y cómo me la extirparán?, porque esa es otra, a lo mejor me la destruyen con láser, o me la aspiran con esas aspiradoras que tienen ellos, mira que si me meten a los encargados de hacerla desaparecer en un submarino minúsculo y me los inyectan, como en aquella película….recuerdo que se perdían, si eso ocurriera con los míos, cómo iban entonces a dar a tiempo con la cápsula, porque lo de que sean tan minúsculos tiene una duración limitada y entonces volverían a su tamaño original, pero dentro de mi, qué horror, entonces ni cápsula ni nada, allí los rescataban en una lágrima, eso iba a ser imposible conmigo, porque no lloro, nunca, me emociono un poco, pero llorar lo que se dice llorar, Luis María, tú no lloras, ni siquiera con aquella de aquel perro, que esperaba al dueño que se había muerto, en la estación, Encarna se puso a morir, yo ni plin, supongo que me pondrían colírios o algo, otra cosa es cómo iban a abrirse camino hasta mis ojos, y cómo iban los de fuera a saber por cuál ojo iban a salir, bueno, hoy en día estarían conectados, y se mandarían mensajes, como hacen los astronautas, o la cápsula explota antes, por eso lo del gas, porque si yo hincho, ella también, por lógica, y entonces qué?, si bebo tanta agua y va y explota, apaga y vámonos, como para que no me pille en casa, y cómo lo explico, es que tengo una cápsula, me confunden con lo que no soy, no me dejan explicarme, supongo que me pondré además a sudar frío, porque a tí, Luis María, en tales situaciones, se te da por sudar frío, y entre eso y la inundación interna, apaga y vámonos, y a ver como se lo explico yo a Encarna, con lo agobiada que es, es capaz de acompañarles en el submarino.

Todavía sumido en esas divagaciones, Luis María sacó las llaves del bolsillo de su cazadora y abrió la puerta de su casa. Encarna, su mujer, salió de la cocina al pasillo a recibirle, en delantal, y blandiendo una espumadera.

-Menos mal que llegas que ya estaba a punto de subir por las paredes que ni el espiderman ese no sabes lo que le ha vuelto a ocurrir a tu hijo porque es tu hijo yo lo parí pero es tuyo pues a tu hijo se le ha vuelto a romper la pantalla del móvil otra vez no le bastaba con una que ahora van dos y va y me dice que si le doy dinero para otro el muy carota que hace nada que le compramos este y ahora quiere otro pues que le ponga cinta celo o tiritas o que se comunique por tam-tam o que use las cabinas como hacíamos nosotros y estamos aquí que no nos pasó nada que cinco duros daban para una conversación larga ya ya me dice ya ya y luego está tu hija que salió a mi madre en eso y necesita otra vez ceñidores porque lo suyo no es espetera son “Los cañones de Navarone” como mi madre no la veas ahora yo la Plana Mayor que te voy a contar que no sepas y voy a ir con ella de expedición porque ir con tu hija es ir de expedición acabo como Cabeza de Vaca cuando vio por fin el otro lado pero con la diferencia de que yo tengo que volver atrás porque allí no es ya sabes como es ella de original en sus actos. Y acabo de freir las patatas, ahora voy con los huevos, tu quieres uno o dos?

-Uno

Isla Margarita

05 sábado Ene 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Mi vestido era de organdí azul cielo. En un principio iba a llevar un lazo gris perla en la cintura,con una voluminosa lazada detrás, pero mamá acabó cediendo a mi idea de que con la lazada iba a parecer una niña con moño-coca y un vestido largo, así que el lazo gris perla se quedó, pero sin lazada. No recuerdo de qué color eran los zapatos. Pero no eran blancos. De blanco sólo puede ir tu hermana. Tenían hebilla. De eso sí me acuerdo.

El vestido de mi hermana parecía como de una de esas damas de los grabados de la Edad Media, con cola y el cuello subía en un capuchón blanco muy tieso bajo el que emergía la cabeza de Consuelo, con un moño alto y tirante que, a mi modo de ver, le achinaba la expresión. Pero yo no dije nada. El que sí había dicho algo había sido mi hermano José Enrique. Según él, había sido un acierto no celebrar la boda en la capilla de los Padres Capuchinos, ya que así no confundiríamos a Consuelo con uno de ellos llegado el momento. Consuelo se había puesto a llorar. Y mamá había reprendido a mi hermano. Papá se había limitado a quitarle importancia. José Enrique se había reído. Yo también. Porque todo lo que había dicho o hecho hasta entonces mi hermano, siempre me había hecho gracia.

El vestido de mamá era azul cobalto, de una tela tan tiesa que no le permitía casi moverse, coronado por una mantilla española negra clavada tras una especie de tupé „Arriba España“ y su inseparable collar de perlas, que se arreglaba incesantemente, como siempre que estaba nerviosa.

Una vez Consuelo estuviera vestida, el tío Nemesio nos llevaría a mamá, José Enrique, la tía Carmela y a mí en el coche hasta la iglesia, papá se quedaría con Consuelo hasta el momento de hacer su aparición estelar, como había dicho mi abuela. Cuando nos íbamos, mamá me envió a buscar a José Enrique a su cuarto, pero no estaba allí. Habrá ido ya a pie, dictaminó papá. Por los nervios, dilucidó mamá.

Cuando llegamos, Hipólito, el novio, ya estaba allí, saludando a los invitados que iban llegando. Mamá me susurró que con él podría hacerse una guitarra, y me acuerdo que me reí.

En el bullicio de los saludos en la escalinata de la iglesia, mamá me preguntó si no me acordaba de Conrado, y él me dio dos besos. Conrado era el mejor amigo de Hipólito. Habían ido juntos a estudiar ingeniería a Madrid, y yo le recordaba de verle a veces con Hipólito, pero nunca había hablado con él. Desde la perspectiva de mis recién estrenados dieciocho años, mi futuro cuñado y sus amigos con veinticinco se movían en una órbita distinta a la mía. A Conrado le gustó mi vestido, y me puse colorada, él sonrió. En eso estábamos cuando apareció Fuensanta, cuñada de Hipólito, que estaba casada con su hermano Maximino. Había llegado sola en un taxi, llevaba en brazos a su hijo pequeño Rodrigo y de la mano al mayor, Alfonso.

-Y Maximino?- Lo preguntó nada más alcanzar el primer peldaño de la escalinata, después de haberle buscado entre los presentes, alguien se le acercó y le cogió a Rodrigo de los brazos. Nadie supo darle razón. Su suegra quiso saber por qué no habían venido juntos, y Fuensanta explicó que él había salido con la excusa de despejar un poco la cabeza y no había regresado, y que por eso ella había tenido que venir en taxi. Su suegra se había colocado bien la mantilla sobre los hombros, pero se abstuvo de decir nada, fingiendo buscar algo en la distancia.

Cuando entramos en la iglesia, nos dirigimos al que sería nuestro banco, y mamá echó otra vez de menos a José Enrique. Conrado, que seguía con nosotras, le confirmó que no estaba tras echar un vistazo rápido a los bancos ya casi totalmente ocupados. Mamá se arregló entonces el collar de perlas, a punto de perder los nervios y le buscó también con angustia en la multitud. Pues habrá vuelto a casa, supuso, buscando la voz, se habrá puesto malo o algo, y buscó sentarse. Conrado consultó el reloj, faltaba media hora para que llegase mi hermana. Mamá le miró desde el fondo de su angustia y luego me miró a mí.

-Conrado, acompaña, por favor, a la niña a casa, y mira si está allí- Y su voz casi se había quebrado en el ruego, Conrado asintió y se acercó a unos de sus amigos, al que explicó algo que no pude oir y éste le entregó las llaves de su coche. Recuerdo que yo no sabía lo que tenía que hacer, y Conrado me ofreció su brazo y salimos muy rápido de la iglesia. El coche de su amigo estaba aparcado casi enfrente, y Conrado salió disparado con él hacia nuestra casa. No hablamos nada en el trayecto, él atento al denso tráfico del sábado, yo sin atreverme a mover un músculo al verme por primera vez sola, con un hombre casi desconocido, en un habitáculo tan reducido. Tras aparcar, casi a la carrera, fuimos hasta mi casa. El lento subir del ascensor hasta nuestro piso, se nos hizo eterno, y a mí, con los nervios, se me calleron la llaves, dos veces, al intentar abrir la puerta, teniendo finalmente que hacerlo él. Consuelo y papá ya se habían marchado. Mi casa, envuelta en el desorden típico de los prolegómenos de una boda, estaba desierta. Llamamos a José Enrique, varias veces, yo fui hasta su habitación, a la cocina, y al cuarto de la plancha, donde también teníamos el botiquín, por si acaso le hubiese dado algo allí. Sin éxito. Entonces, al regresar al recibidor por el pasillo, vi a Conrado entrar en el despacho de papá, y le seguí. Tras comprobar que mi hermano tampoco estaba allí, íbamos a irnos, cuando Conrado se percató de un sobre blanco sobre la impoluta mesa de despacho de papá. No estaba dirigido a nadie. Conrado lo abrió y extrajo una hoja de papel doblada en cuatro. Su rostro se descompuso. Y después perdió el color. Buscó apoyarse un instante en la mesa, y se recompuso, tras carraspear. Yo le miraba sin entender nada. Le pregunté qué ocurría y quise saber qué ponía la carta.

-Esto no se lo puedo hacer a Hipólito- Dijo entonces, negando con la cabeza- es su día y el de Consuelo- Yo seguía sin entender nada, y me estaba comenzando a asustar, de repente a nuestro alrededor la casa se había convertido en una tumba de silencio.Conrado metió la carta otra vez en el sobre, y éste en un bolsillo interior de la chaqueta de su traje, luego se volvió hacia mi y me sujetó con suavidad los brazos.- Maripaz, esto no ha ocurrido nunca, de acuerdo?, nosotros no encontramos nada, Luis Enrique no estaba en casa. Nada. No vimos nada- Yo asentí, sin saber a qué, y él me dio un beso en la frente- Bien. Y ahora tenemos que llegar a tiempo a una boda.

No recuerdo el viaje de vuelta, pero sí que llegamos justo para ver entrar a Consuelo con papá. Entramos por un lateral, yo me coloqué junto al tío Nemesio, Conrado junto a Fuensanta, no sin antes mentirle la más bonita de sus sonrisas a mi madre al tiempo que hacía un gesto desvaído con la mano, que, de alguna forma, la tranquilizó, porque, respiró hondo sin arreglarse el collar de perlas y se concentró en ver llegar a su hija mayor al altar, donde ya la esperaba un emocionado Hipólito.

Conrado salió junto a mí en todas las fotos que se hicieron ese día, cogidos del brazo, los dos únicos rostros serios en un mar de sonrisas.

El tío Nemesio nos llevó a mamá y a mí a casa cerca de la medianoche, al entrar, mamá, automáticamente, llamó a José Enrique, pero sólo le contestó el silencio. No se arregló el collar, sólo negó con la cabeza y me pidió que cogiese dos aspirinas del botiquín. Una para ella y otra para mi. A mí no me dolía la cabeza. Simplemente no sabía cómo pensar. Ni qué.

Nos despertó el insistente timbre de la puerta a las ocho de la mañana. Papá salió a abrir, malponiéndose el batín, jurando por lo bajo contra aquel que osaba molestar a esas horas de un domingo-trasboda, yo le seguí por el pasillo, sin bata ni zapatillas. Era Fuensanta. Envuelta en un convulso llanto, vestida de cualquier manera, aferrada al brazo de su padre, quien no tenía mejor aspecto. No hizo falta que preguntásemos qué había pasado. Fuensanta lo gritó nada más entrar, cerrando los puños en lo alto, su rostro en una mueca de desesperación. Maximino se había ido con José Enrique. Recuerdo que papá y yo, por un instante fugaz, no supimos reaccionar, como si una especie de maleficio nos hubiera convertido en estatuas allí mismo, del que nos liberó un nuevo grito, esta vez de Ernesto, el padre de Fuensanta, quien se había llevado la mano al pecho.Entonces, Mamá llegó corriendo, en camisón, preguntando si era algo con José Enrique. Y todo se hundió en un pozo de llantos y gritos. Yo no grité. Ni lloré. Me alejé sin que nadie se diera cuenta, y me deslicé dentro de la habitación de mi hermano, el cuarto de un hombre soltero de veintidós años, y me acerqué al mapamundi que él había colgado de la pared junto a su escritorio, contra una placa de corcho. Durante meses había ido pinchando chinchetas azules sobre todos los lugares que él querría visitar algún día, y me había ido explicando el porqué de cada chincheta. Ahora, sin embargo, había una chincheta nueva, roja y más grande. Estaba clavada sobre Isla Margarita, ante las costas de Venezuela. Acaricié la chincheta y, sin querer, los ojos se me llenaron de lágrimas. Alguien me llamó entonces, desde algún lugar, y salí del cuarto sin ser vista.

Conrado y yo nos casamos un año después. De una boda sale otra, dicen, y a nosotros nos unió aquella. Jamás volvimos a saber ni de José Enrique ni de Maximino. Yo nunca les juzgué. Su felicidad trajo la mía y nunca pude agradecérselo.

Encontré la carta que entonces no pude leer, mientras buscaba un alfiler de corbata, en una caja. Fue por eso que viajé cincuenta y cuatro años en el tiempo. Si no me apuro vamos a llegar tarde a la boda del nieto de Fuensanta y Maximino. Yo no voy de organdí, ni llevo mantilla, sigo fiel a mi moño-coca, hoy adornado con un tocado que me compró mi hija.

Voy a convencer a Conrado de ir de viaje a Isla Margarita.

Aún conservo la chincheta.

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