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Alquimista de Historias

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Alquimista de Historias

Archivos mensuales: marzo 2019

Primera Fila

26 martes Mar 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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“587 formas de llevar un abrigo”. Cuando me lo pasó Genaro pensé que se trataría de una novela. Pero no. En el libro se detallan, literalmente, 587 formas de llevar un abrigo, además de una sucinta explicación de qué es un abrigo y para qué sirve, que ocupa las trescientas páginas restantes. Le dije a Genaro que me leería sólo las cien primeras, pero me dijo que arriba le querían dar preferencia, ya que tenía que salir para las rebajas. A la vez estoy tratando con Cayetana, “ Caye. Mi vida en la Frontrow”. Luís y yo vamos a las reuniones con sendos cafés solos dobles y bien dormidos. Yo creo que sentarse en el andén, en un banco, a ver pasar los trenes es mucho más divertido. Pero no se lo digo a nadie. Ni a Luís. Él es el que la acompaña de vez en cuando, para que se pueda hacer una idea, según ella. El otro día me confesó que, la última vez, entre que apagaron las luces y después pusieron a Andrea Bocelli, se quedó frito. Se despertó con los aplausos. Nadie se había dado cuenta.

Genaro ha colgado en la web de la editorial el cartel de completo. No vamos a admitir más manuscritos, ni en papel ni por correo electrónico. No quiere que le pase otra vez lo del año pasado con el archivo, cuando, al volcar una estantería con el peso, tuvieron que venir los bomberos a rescatar a los dos que, de casualidad, se encontraban dentro. Según él, vamos sobrados con lo que ya tenemos.

Sobre mi mesa, además del libro de los abrigos, y las experiencias de Caye, me esperan otras cuatro obras. “Que te folle un pez”, sobre un hombre y una mujer que tienen una relación amor odio mientras recorren el mundo en un velero, “La princesa mentida” sobre una chica que se casa con un jeque árabe y se lleva mal con sus suegras, “Hasta aquí llegué” que narra las experiencia de dos escaladores vascos en los Alpes y “ Siéntete flor” un libro de autoayuda a través de las plantas. Ya los he leido todos. No me compraría ninguno.

Hace un par de días, a pesar del cartel de “completo”, nos llegó un manuscrito. La de recepción me lo dio a mí porque justo pasaba por allí, si no, estoy seguro de que hubiera acabado en la maquina de destrucción de papel. Se titulaba “Todo va bien”. Lo empecé por curiosidad y no lo solté hasta que llegué a la última hoja, con el corazón encogido y una tremendas ganas de llorar. Luís hasta me preguntó si me había pasado algo, cuando entré en la cocina a tomar un vaso de agua. Me tuve que tomar dos. Le expliqué, y se lo pasé. Él optó por llamar a su padre. No se hablaban desde hacía tres años. Después, se fue sin dar explicaciones de a dónde. Se lo quise pasar a Genaro, pero no me dio ni la opción. Que le enviase una amable negativa. Envié el correo con la cabeza, pero no con el corazón. A vuelta de correo me llegó la contestación:

„Estimados Señores,

Les agradezco que hayan dado tan pronta respuesta a mi propuesta. También querría felicitarles por tener tantos manuscritos a leer y estimar. Eso sólo puede significar que hay gente que todavía escribe, persevera en la idea de que su obra sea publicada y tienen la suerte de que su manuscrito sea aceptado por un agente o una editorial con tal fin.

Me imagino tamaña tarea como asistir como participante al Festival del Queso Rodante que tiene lugar en Gloucester (Inglaterra) (Link). Por favor, no piensen que les estoy comparando con un queso, y menos rodante. Sólo es una comparación, o metáfora, o llámenlo como quieran. El caso es que, lograr que un manuscrito llegue a ser leído por alguien fuera del ámbito familiar, y que además esa persona sea un agente literario, o trabaje en el mundo editorial, es, al menos, tan raro como alcanzar el queso al que me refería antes.

Me despido pues, dejándoles tiempo para seguir leyendo otras cosas.

Reciban un cordial saludo,

Adela M.”

La llamé al momento. Nos encontramos en Gloucester.

Una casa en Boston

23 sábado Mar 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Mi tíoabuelo Bernabé desapareció la noche del 18 de Julio de 1936. En un primer momento lo achacaron al desorden reinante, pensaron que se habría refugiado en la casa de algún conocido. Pero según fueron pasando los días, esa hipótesis se dejó de lado, para abrazar la peor de las posibles. Mi abuelo y mi bisabuelo se recorrieron morgues oficiales y morgues improvisadas, escrutaron cadáveres que encontraban a su paso por las calles, lo buscaron entre los fusilados, llegaron a visitar dos cárceles. Pero Bernabé no apareció. Permaneció en el recuerdo de la familia en una foto enmarcada en plata,encima de una mesa en el salón de la casa de mis bisabuelos. En blanco y negro, un hombre joven, sentado de medio lado, el pelo abundante peinado hacia atrás, mirando con atractiva seriedad hacia algún punto en el horizonte.

Hasta las once de la mañana de un jueves de octubre. Yo trabajaba entonces en la sección de sucesos en el periódico, y me habían asignado la cobertura de un incidente en una zapatería. Cuando sonó el teléfono, estaba tratando de convencer a Leónidas, el colega que ocupaba la mesa frente a la mía, de que tirarle al dependiente un zapato no se puede considerar un suceso, él me recordó que no había sido sólo uno, sino todos los pares del expositor y no sólo al dependiente, sino contra todos los clientes que se encontraban en el establecimiento en ese momento. Le recordé que nadie había resultado herido, y que la mujer causante del incidente no había sido siquiera arrestada, lo que convertía ,a mi modo de ver, el caso, en un “episodio curioso”. Leónidas estaba pensando en cómo rebatir mi idea, cuando hube de atender la llamada.

-Bernabé Suárez, Sucesos….

-Buenos Días, Sr. Suárez, mi nombre es Aniceto Campoamor, le llamo desde mi notaría, Notaría Campoamor, porque necesitaría que se pasase por aquí…

-Notaría Campoamor? De qué se trata…algo que ver con uno de mis casos?

-No, Sr. Suárez, es algo privado, que desearía no tratar por teléfono…cuándo tendría usted tiempo para pasarse por aquí?

-Esta misma tarde, si le viene a usted bien….me deja usted muy intrigado..

-No se preocupe Sr. Suárez, muchas gracias y hasta esta tarde.

-Leónidas?

-Sigo opinando que es un “Suceso sin precedentes”….

-Como quieras, pero…tú sabes dónde queda la Notaría Campoamor?

La Notaría Campoamor ocupaba el quinto piso de un edificio que había vivido mejores tiempos, y carecía de ascensor. Entonces faltaban todavía un par de años para el cambio de milenio, pero ya había una fiebre por modernizarlo todo o pasarlo a su versión digital, me alegré de que todavía existiesen lugares como aquel. Si bien llegué a la puerta del establecimiento sin resuello y hube de apoyarme por un instante en la pared del rellano. Me abrió la puerta una mujer menuda,con un rostro que me recordó al de un roedor, de pelo blanco recogido en un complicado moño, encasquetada en un traje chaqueta azul cielo, y que me miró por encima de unas enormes gafas de pasta, sujetas por una cadenita de plástico rosa.

-Bernabé Suarez?- Me lo preguntó antes de darme siquiera la oportunidad de explicarme, luego se apartó y me ofreció paso- Pase a la sala, por favor, el Sr. Campoamor le atenderá enseguida -Las sillas de la salita eran de madera, y estaban alineadas a lo largo de las paredes, en el centro de la habitación había una mesa baja de madera, con revistas y periódicos, la ventana, que daba a un patio interior, tenía visillos beig con dibujos de gruyas. Apenas me había sentado, cuando la mujer regresó.- Acompáñeme, por favor.

La seguí a través de un pasillo estrecho, que formaba meandros a lo largo del recorrido, dejando atrás innumerables puertas caoba oscura, hasta llegar a una en la que el corredor terminaba, formando una especie de recibidor en el que también habia dos sillas, idénticas a las de la sala de espera.

Aniceto Campoamor era un hombre muy alto y delgado, de pelo entrecano y expresión sonriente en sus tranquilos ojos azules, me sorprendió que no llevara traje, todos los notarios con lo que había tenido que ver hasta ese momento lo habían llevado, pero no Campoamor. Se acercó a mi con el andar desgarbado de las personas altas, en vaqueros y camisa de cuadros verdes, para ofrecerme su huesuda mano, que estrechó la mía con la presión justa.

-Muchas gracias por venir…

-La verdad es que me mata la curiosidad…

-Siéntese, por favor, trataré de ser breve…- Y ocupó su silla al otro lado de la mesa de despacho, sobre la que había una serie de sobres.- Antes de nada, he de aclararle que este cometido mio es serio y totalmente legal, y que yo sólo me limito a cumplir las instrucciones que se me han dado- Supongo que debió observar mi expresión de sorpresa con una dosis de miedo, porque me sonrió tranquilo y cogió un sobre entre sus largos dedos.- La persona que ha depositado en mi su confianza, me ha dado instrucciones muy precisas, que paso a explicarle: Ante mi tengo cinco sobres cerrados, cada uno de ellos con un número escrito, del uno al cinco. En el primero de los sobres encontrará usted una misiva en la que mi representado le explicará los detalles. No me está premitido entregarle todos los sobres juntos, hoy le entregaré el primero, y, una vez haya realizado las labores que en él se le indican, le entregaré el siguiente, y así sucesivamente. En el caso de que usted decida, antes de que yo le entregue este primer sobre, no hacerse cargo, podrá usted desentenderse, tras firmar esta declaración jurada.

-Y de qué se trata? Exactamente?

-Como ya le he dicho, en este primer sobre encontrará la explicación, no estoy autorizado a desvelarle más….- Lo único que se me ocurrió fue encogerme de hombros y extender mi mano derecha para que me entregase el sobre, Campoamor levantó las cejas un instante- Está usted seguro?

-Como de ninguna otra cosa en mi vida- Campoamor me entregó entonces un sobre blanco, rectangular, con el número 1 en negro en el centro.

-Las intrucciones dicen, que usted ha de leer el contenido con tranquilidad, sólo me permito advertirle de una cosa, y me salto el protocolo, y es que el tiempo no juega a su favor, sólo eso, hasta ahí puedo leer, que decían en el concurso aquel- Y sonrió, entrelazando de nuevo los dedos de las manos- como ya le he dicho, después regresa usted a por el resto.- Yo observé el sobre un momento y lo metí dentro de la bolsa que siempre llevaba conmigo, luego me incorporé y Campoamor me imitó, ofreciéndome la mano, que yo estreché.-Mucha suerte, y aquí estoy para lo que necesite.

-Me pongo a ello en cuanto pueda, espero no defraudar…

-No lo hará, Sr. Suárez, estoy seguro….

En cuanto salí de la notaría, paré un taxi para que me llevara hasta mi casa. No había tenido tanta curiosidad por nada desde la primera vez que había alzado el vuelo en un ala delta. No me paré ni a colgar la trenka. Y por fin pude abrir el sobre.

“ Estimado Bernabé,

Cuando leas esta carta yo ya habré muerto. Otra vez. Pero en esta ocasión de verdad. Mi nombre es el tuyo, también compartimos apellido, el primero, el de mi padre y el del tuyo, hijo de mi hermano Gregorio. Si estás leyendo esta carta, el chico de Campoamor te ha explicado bien las instrucciones. Tú serás a partir de este momento mis ojos y mis manos en esta mi última aventura. Al final de una vida, se han de cerrar todo aquellos capítulos que siguen inconclusos. En mi caso son cinco.

Antes de empezar, te contaré quién fui yo una vez.

En 1936 yo tenía veintidós años, ninguna preocupación y la vida por delante. O al menos eso creía. Estudiaba derecho, porque era lo que se suponía que tenia que estudiar un hombre de mi posición. Porque yo tenía una posición. Pertenecía a la familia Suárez, estandarte de la Alta Sociedad de aquel Madrid. Y digo aquel, porque, asumo, ya no existe. Mis días transcurrían sin mayor percance o problema salientable, que el dinero no pudiera subsanar. La vida que todo joven desea. Pero no yo. Por eso mantenía otra. Una doble vida. Que transcurría paralela a la oficial, pero siempre en la sombra. O mejor dicho, en la penumbra. En esa semioscuridad del teatro. Las bambalinas, las luces, la tramoya, las tablas,y la fiebre siempre alta del vodevil. Y de la música. Yo era pianista en un teatro de vodevil.

La música lo era todo para mi. Lo seguirá siendo hasta el final. Y en aquel ambiente me movía como pez en el agua. No lo creerás, pero quien me introdujo en él fue el padre de Campoamor, rubio y largo como un día sin pan, que decían las chicas, quien también se sentía atraido por ese mundo, si bien por otros motivos, que no tenían nada que ver con la música. Eran tiempos revueltos, aquellos,de consignas y discusiones políticas, de ideas encontradas. Y yo bebía de ellas. Defendiendo la que siempre ha sido mi posición. De la que entonces aún se podía hablar y después ya no. Y allí conocí a la inigualable Filomena Palomares, quien, una tarde de julio, me prestó quinientas pesetas. Prometí que se las devolvería algún día. Y ese día ha llegado.

Adjunto a esta primera carta, encontrarás un sobre con un billete. La inigualable Filomena Palomares reside ahora en el Hogar Torrehermosa, también adjuntas, las señas.”

-No creo que vaya a entenderte nada, pero puedes intentarlo, la edad, ya sabes…-La enfermera me lo explicaba mientras avanzábamos por el pasillo de linóleo azul, los cuadros de las paredes eran abstractos, de colores chillones, por un momento pensé que, de tener que verlos todos los días acabaría por darles la vuelta.

La habitación de Filomena Palomares era la última del pasillo, un habitáculo de medianas dimensiones, decorado con una cama hospitalaria cubierta con un edredón verde agua, un armario blanco empotrado y una mesa camilla con un mantel del mismo color que el edredón, junto a una ventana que daba a un jardín. Al menos. Recuerdo que pensé. Al menos poder ver un jardín y no un muro. Y allí estaba sentada Filomena en una silla de ruedas, con la mirada perdida en los árboles. Tenía el pelo blanco corto, y, para la edad que supuse ya contaba, un rostro libre de arrugas, de enormes ojos y nariz recta. Ataviada con un chándal, una manta cubría sus piernas, sobre su regazo descansaban sus manos, nerviudas y desfiguradas por el reuma. Me fijé en que portaba numerosos anillos y varias pulseras en cada muñeca, y me pregunté cómo serían capaces de ponérselas y sacárselas, habida cuenta del estado de sus dedos. La voz de la enfermera me sacó de mis pensamientos.

-Aquí la tienes, recién peinada y arreglada para el día, fresca y guapa como una flor, verdad Filomena?…No se sorprenda si no te habla o no te mira, la edad, ya sabes…pero oir oye, ver es otra cosa…verdad Filomena?- Y le acarició la cabeza, sin tener que forzar la sonrisa, lo que me demostró que le tenía verdadero afecto. Filomena no se inmutó, continuó mirando hacia fuera, sin que pareciese ser consciente de nuestra presencia.- Puedes llevarla al jardín, o ir a la galería de atrás, como quieras….avísanos cuando te vayas- Tras explicarme esto, la enfermera abandonó el cuarto, cerrando la puerta tras si.

Me quedé de pie en el centro de la habitación, sin saber muy bien qué hacer o decir.

-Se ha ido ya esa cotorra?- Me asusté, Filomena continuaba mirando hacia fuera, su voz era clara y cristalina, con el tono que da la edad. Contesté afirmativamente y volvió su rostro , clavando en mi sus suspicaces ojos negros- Tu eres nieto de Bernabé – Dictaminó al tiempo que elevaba una ceja y levantaba la barbilla, no pude evitar sonreir y asentí, para después acercarme a la mesa camilla, aún con la trenka en los brazos.

-Era mi tío-abuelo, yo soy nieto de Gregorio- Expliqué, ella pareció pensar un instante y asintió.

-Siéntate hombre, no te quedes ahí de jueves..- Invitó señalándome una silla frente a ella.- Eres su viva estampa….- Para ser sincero, nunca nadie me lo había dicho, así que volví a sonreir y me encogí de hombros- Tú dirás en qué puedo ayudarte, pollo- Yo suspiré, y dejé mi parka sobre el respaldo de mi silla.

-Pues verá usted…

-Trátame de tú, que áun soy una chavala….

-Gracias…pues…a ver…..hace unos días el Sr. Campoamor me llamó a su despacho…

-El Niceto? – Se sorprendió

-Su hijo, también se llama Aniceto- Ella asintió y me animó con un tintineante gesto a que continuara.

-Pues eso…que Aniceto Campoamor, hijo, me llamó a su despacho, y…bueno, resumiendo, me dio una carta de mi tio abuelo en la que me encargaba de hacerte entrega de algo- Expliqué, ella parpadeó varias veces y se colocó mejor una pulsera.

-A mí?- Yo saqué de mi bolsa el sobre donde estaba el billete, sobre el que estaba escrito su nombre con cuidada caligrafía, y se lo entregué, ella lo cogió con suma delicadeza. Acarició las letras de su nombre con las curvas puntas de sus dedos, y una sonrisa se atrevió a aparecer sus labios- Bernabé…- Susurró, luego despegó el sobre, y extrajo su contenido. Un billete de quinientas pesetas. Primero soltó un amago de carcajada, y luego se llevó una mano a la boca. Me miró, con sus expresivos ojos muy abiertos.- Tú fumas?- Yo contesté que no, entonces ella buscó algo entre los pliegues de su bata. Un cigarrillo negro y un mechero aparecieron después entre los dedos de su mano derecha.- Esto hay que celebrarlo….abre esa ventana de ahí, – me indicó haciendo un gesto con la cabeza, yo obedecí, y volví a sentarme- Y si entran…es tuyo,que lo sepas- me advirtió, para, con increíble facilidad, a pesar de sus torturados dedos, dar lumbre al cigarrillo. Expulsó el humo despacio hacia el techo, y después me miró enarcando una ceja.- Bueno…quieres que te cuente o no- reí, tenía que admitir que me hubiera defraudado lo contrario. Y me contó.

-Ahora las descubren. A todas. Por la calle, dicen. Entonces no. La de tablas que tuve que zapatear yo, hasta que tuve siquiera la opción de pertenecer al “cuerpo de baile”. Porque eso era lo que René nos decía que eramos, el “cuerpo de baile”. Cuerpos si que teníamos. Te diré. Lo de bailar, ahora, bailar, bailar, era otra cosa. Yo era vicetiple, lo de bedete llegó después. Vicetiple era yo. Fifí “La Tremenda”. Puedes reirte, no me importa. Yo también me río, ves?. “La Tremenda” porque no me veas ahora, pero yo tenía un cuerpazo, y una delantera, que ni la del Madrid de Di Stéfano. Hasta tienes su risa. Aquello se llenaba todas las noches, porque no había otra cosa. De hombres y de mujeres, no creas. De todo había. Entonces el “cuerpo de baile” salía, al ritmo, llevábamos una especie de falda, mas corta por delante que por detrás, con volantes, como las del can-cán, pero no tan cortita….se nos veían sólo las pantorrillas, fíjate tú que corta, y una parte de arriba acorsetada de escote generoso. A las que teníamos exceso de equipaje, por así decirlo, nos lo subía y centraba, las otras hacían sus apaños con algodones y gasas. Nosotras, como dije, entrabamos al ritmo, chinda-chunda-chinda-chunda, nos cogíamos del brazo hasta formar una hilera que llenaba todo el escenario, que por otra parte tampoco era el del Real y teníamos que apretarnos, y entonces avanzábamos cantando “Si vas a París papá/cuidado con los apaches/si en juerga de taxis vas/procura salvar los baches…” ,y al decir “baches” dábamos un pequeño saltito y todo lo acorsetado y sin acorsetar temblaba. Y aquello se caía. Fíjate tú. Sólo con eso. Con un simple saltito. En fin. Bernabé era el pianista de la orquesta. Orquesta. Suena enorme. Eran un pianista, un clarinete, percusión, trompeta y un contrabajo…o un violón…no me acuerdo, pero metía miedo de grande. A él lo había traído el Niceto, hombre más alto nunca vi, que le gustaban más las chicas que los pirulís, y ellas se lo rifaban te diré, porque lo que tenía de alto, lo tenía de simpático….si soy sincera de notario, nunca le vi…pero…en fin. A tu tío, como tenía el apellido que tenía,al principio le tomamos por un niño bien, que quisiera divertirse un rato….pero no. Bernabé era de otra madera. A veces me quedaba embobada, escuchándole tocar el piano, cuando todo estaba vacío. Nunca volví a escuchar algo así. Nos hicimos muy amigos. Él me contaba sus cosas y yo las mías. Amigos de verdad. Sin segundas. Yo ya estaba con “El niño de la Tramoya”…no te rías, había intentado ser novillero allá en su pueblo, pero lo volteó una vaquilla y nunca más quiso ni olerlas, y trabajaba de tramoyista, por eso le llamaba así. Mi Juan Carlos. Bernabé estaba con Sara. Pero a lo que íbamos. Al día de autos….primera vez que digo tal cosa….fíjate. Madrid era un desastre. Un verdadero desastre. Estaba todo muy revuelto y pasaban muchas cosas. Lo único que continuaba igual eran las funciones, la gente aún quería divertirse.

Sé que fue un viernes por la tarde, porque había quedado en mi casa con la Juana para que la ayudase a remendar el corpiño o algo así…en fin, que estando en eso, apareció Bernabé apuradísimo, él era un hombre muy tranquilo…por lo general, me pidió un aparte…fíjate tú qué difícil, con mis padres, mis hermanos, un primo que estaba de milicias y la Juana y su corpiño de marras…en un piso que era poco más que esta habitación…no te lo creerás pero es cierto….y éramos felices…en fin, que Bernabé quiso un aparte, y el único aparte posible era el retrete del descansillo….y allí nos metimos. Sí, hijo sí, el retrete estaba en el descansillo….como lo oyes… Necesitaba dinero. Me reí. Él. Un Suárez. Pidiendome a mi, “La Tremenda”, parné. No le pregunté para qué….mi banco era mi sostén, tenía un falso dobladillo en el izquierdo. Le dí todo lo que tenía. Quinientas pesetas, en billetes de cien. Es mucho, me dijo al contarlo. Si lo necesitas, es tuyo. Me abrazó, recogió mis manos en las suyas. Algún día te lo devolveré. Me volví a reir. Y se fue. Nunca más le volví a ver. Al día siguiente a esas horas ya estábamos en guerra. Juan Carlos iba al frente por el día y por la noche hacía la tramoya….qué sin vivir!, tu no lo sabes bien….no saber si vive o muere…..y yo salía a bailar buscando las ganas dónde no las tenía…y entonces veía subir los sacos de cambio de fondo, y las volvía a tener…porque eso significaba que estaba de vuelta….Después de la guerra se dedicó a la construcción, y nos fue bien, muy bien…el decía que ahora el único frente que tenía que mirar era el mio…el muy ladrón…mi Juan Carlos…tuvimos dos chiquillos. La parejita, que decían…..a mi no me dicen nada, pero yo creo que esta ala la donó mi churumbel, no sé por qué me da…mi hija salió a mí en lo de “Tremenda”, pero de vicetiple lo mínimo….en fin…pues me vienen muy bien estas quinientas, fíjate. Ahora sólo tengo que pensar…cómo coso yo un falso dobladillo en el izquierdo.

Me fui prometiendo volver, y tarareando “Si vas a París papa”. Leónidas, al escucharla, me recordó que en París no había apaches, a lo que yo le respondí que, sin embargo, había muchos baches. Regresé a la notaría Campoamor aquella misma tarde, impaciente por recibir el sobre número dos.

-Muchos recuerdos de parte de Filomena…

-De “La Tremenda”?- Se atrevió a bromear Campoamor

-Tremenda sigue siendo…

-Me alegra.- Campoamor abrió uno de los cajones de su mesa y sacó un sobre.- El número dos- Y me lo entregó, para entrelazar después los dedos de sus manos y apoyar sonriendo los codos sobre el escritorio.

-El número dos.

De nuevo volví a parar un taxi. Y otra vez abrí el sobre nada más llegué a mi casa. Impaciente por saber, a dónde me llevaría el encargo esta vez.

“ A Virtudes Ledesma y a mí nos prometieron. Y digo “nos prometieron”, porque yo nunca sentí nada por ella y me consta que ella tampoco por mi. Sin embargo, oficialmente, éramos novios desde hacía tres años y ya habíamos celebrado la pedida de mano. Yo le regalé una pulsera de oro blanco con diamantes, ella a mí un alfiler de corbata de oro en forma de flecha, con un rubí. Virtudes era una chica muy callada, si bien cuando trabábamos conversación la tenía amena e incluso a veces nos reíamos, nuestra relación no se basaba en el dialogo. Nuestra relación no se basaba en nada. Íbamos al teatro, a la ópera, asistíamos a los bailes de sociedad, meriendas, al hipódromo. De haber llegado a casarnos, nuestra vida posterior hubiera sido la misma, con la única salvedad de residir bajo el mismo techo y juntarnos sólo lo absolutamente necesario con el fin de la procreación. Virtudes era una chica guapa, muy rubia, de ojos azules, melena sedosa, con buena figura y modales de princesa. Supongo que cualquier otro hubiera caído rendido a sus encantos, para mi, sin embargo, unos días sin verla, se me representaban vacaciones. La última vez que la vi, fue delante de su portal. Prometí volver en seguida. Espero hacerlo aún a tiempo. Adjunto a esta carta, además de las señas, hay un sobre que contiene algo que le pertenece.”

-La Señora le recibirá en un momento, pase, por favor- La mujer uniformada en blanco y gris, me guió por un amplio recibidor y un pasillo, para darme después paso a un salón inundado de luz, que se abría a tres balcones. No me había resultado complicado dar con la dirección, ya que el edificio se encontraba a dos calles de la casa de mis abuelos, en el Barrio de Salamanca. Una de las mesas que adornaban la estancia, lucía repleta de marcos de fotos en todos los tamaños y gamas de color, desde el blanco y negro, a las más antiguas casi ocres,pasando por las más recientes en color. Uno de los marcos más grandes, en plata con grabados de hojas, guardaba una foto de boda de estudio en blanco y negro, con un novio vestido de uniforme militar de gala y una novia cuyo aspecto me confirmó la existencia de las hadas. Unos pasos a mi espalda me hicieron volverme.

-Si no estuviera segura de que estoy en mis cabales, diría que estoy viendo visiones- La voz de Virtudes Ledesma, correspondía con su aspecto, delicada y armoniosa. Era una mujer alta, con el pelo en una media melena blanca con reflejos rubios, que enmarcaba un rostro que había sido angelical , ahora un tanto ajado por la edad, pero sin perder el encanto. Se apoyaba en un bastón y se acercó a mí midiendo sus pasos- Tú tienes que ser de los Suárez…

-Soy el nieto de Gregorio…- Ella sonrió y me ofreció la mejilla, en la que le di dos besos, luego se dirigió a una de las butacas y se sentó con cuidado, animándome con un gesto a hacer lo mismo en una frente a ella.-

-Micaela trae café ahora mismo…..pues qué alegría, años que no veo a tu abuela, viviendo casi al lado..- La chica uniformada volvió a aparecer, empujando un carro con un servicio de café y un plato de pastas, a mi me sirvió uno con leche, a Virtudes uno solo.- Por la tensión y porque no me gusta la leche…- Me lo aclaró como quien cuenta un secreto que nadie debería saber, ni siquiera Micaela, que, tras servirnos abandonó sijilosamente el salón.- Tú dirás….te miro y sigo sin creérmelo, de verdad…ver para creer- Yo me reí y ella alzó las cejas tras la taza.

-Verá usted..

-Usted? Tan mayor me ves?- Preguntó haciéndose la sorprendida y dejando la taza en el aire.

-Pues verás, Virtudes, Aniceto Campoamor se puso en contacto conmigo…

-Niceto? Qué raro, no?

-El hijo…

-Ah, sigue tal alto?- Y rio divertida, yo asentí, Campoamor era un hombre realmente alto.

-Como decía, se puso en contacto conmigo, mi tío abuelo Bernabé dejó encargado que te devolviese algo- Expliqué al tiempo que sacaba el sobre de dentro de mi bolsa, ella levantó las cejas más que sorprendida.

-A mí? Pues no sé qué le pude yo haber prestado….- Yo le entregué el sobre y ella lo despegó con sumo cuidado. De su interior extrajo un alfiler de corbata de oro con un rubí. Abrió mucho la boca y se llevó la mano a la sien.

-Dios Bendito!….por favor, asegúrame que no me he caido y estoy alucinando cosas sin sentido…que todo es posible…- Yo negué con la cabeza y ella sostuvo el alfiler por un instante ante si.- El dichoso alfiler…- Me miró y suspiró, luego pareció pensar un instante y volvió a sonreir un tanto misteriosa.- Creo que a ti puedo contartelo…si no a quién? No?

-Por mi encantado…

-Toma una pasta, están buenísimas…. en fin. Y ahora…por dónde empiezo?. Nuestro noviazgo era una pantomima. Es una de esas cosas que me alegro que ya no se den, ves?. No sé por qué regla de tres teníamos que ser novios, pero lo éramos y no contentos con eso, nos prometimos. O mejor dicho, me prometieron, porque yo no estaba por la labor…pero yo calladita, decía a todo que sí. Mamá trajo un día el alfiler, y me dijo que ese iba a ser el regalo de pedida para Bernabé…si algo no usaba Bernabé eran corbatas, él era más de pajaritas, y así se lo dije…pero ya estaba comprado y no había más que hablar. Y luego estaba el rubí. En fin…que a mi no me gustaba el alfiler, bueno, lo que a mi no me gustaba era lo que significaba. El comienzo de la cuenta atrás para mi matrimonio con Bernabé. Me vuelvo a aburrir sólo de recordarlo…no me entiendas mal, Bernabé no era en absoluto aburrido, más bien lo contrario, pero yo creo que siento más por este carrito que lo que sentía por él. Además, ni coincidíamos en los gustos…mira, a él le encantaba ir a la ópera, yo tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para no dormirme. Tocaba muy bien el piano, y sabía mucho de música, yo oído el justo para oirte, y canto muy mal. Luego estaban los paseos, aquellos paseos eternos con mamá y papá, o con sus padres, buscando conversación. Un aburrimiento. A mi lo que me gustaban eran los toros e ir al futbol…no te rías, aquí donde me ves…pero cómo se lo iba a decir a mis padres, a los toros se iba cuando había que ir, pero una vez, o dos, por decir que habíamos ido….por mi hubiera ido siempre que hubiera habido ocasión, y soy “colchonera”. Y muy orgullosa. Y no me digas que porque me gusta sufrir….porque lo estamos haciendo muy bien…..es que hasta te ríes igual….ver para creer. Quedar con Bernabé…y hacer cábalas de cómo no dormirme, era uno. El dieciocho de julio cayó en sábado, hacía un día espléndido, y cómo no, tocaba paseo….vino a buscarme a media mañana, no sé por qué fuimos solos, y él tenía como prisa….no sé, dimos un par de vueltas por aquí, nada fuera de lo común…eso sí, había mucha gente por la calle, de eso sí que me acuerdo, ves?…y que le pregunté qué se estaría celebrando que no nos habíamos enterado, llegamos a mi portal y él se acordó de que tenía que decirle algo a su padre…me dijo que le daría el recado y que volvería en seguida. Esa fue la última vez que le vi. Esa noche estabamos oficialmente en guerra unos contra otros. Que desapareciese fue lo mejor que me pudo pasar. Todos se preocuparon y le buscaron por todas partes, supongo que esperaron de mi que fuese una Magdalena y me hundiese en un pozo de tristeza….pero no. Porque sabía que Bernabé estaba bien. No sé por qué…pero tenía ese pálpito…y tú no has hecho más que confirmármelo. Durante la guerra conocí al que después sería mi marido, Hugo…vino a explicarnos…cómo era? “Formas de evacuación y salvamento” o algo así…pero sólo evacuó mi mente y salvó mi corazón….ríete pero es cierto…..llegó a Coronel. Tuvimos seis…tras, tras..uno después de otro, cuatro chicos y dos chicas, ya no sé los bisnietos que tengo, la última vez casi no cupimos en la foto….está por ahí. Sabes una cosa? Todavía tengo la pulsera, que era divina y sigue siendo…lo que voy a hacer es ponerme el alfiler sujetando el pañuelo que siempre llevo, y voy con la moda….porque todo vuelve. Todo. Incluso los que piensas que no lo harían nunca más.

Campoamor me recibió ya con el tercer sobre en la mano, apoyado en su mesa de despacho cuan largo era, le conté de Virtudes y su aficción al futbol colchonero, él sonrió y sacando su cartera del bolsillo, extrajo un carnet de socio. Me guiñó un ojo, y me entregó el sobre.

-Número tres…

-Este viene con esta caja, cuidado que rompe- Me advirtió, al tiempo que me alcanzaba una bolsa de plástico blanca, que contenía una caja de cartón.

-Qué es?

-Cada cosa a su tiempo, Sr. Suarez.

Por no romper la tradición que yo mismo había empezado, paré un taxi para volver a casa. Y allí, conocer los detalles de mi nueva misión.

“No muy lejos de la casa de mis padres, había una tienda de ultramarinos “Ultramarinos Carreira. Productos de Ultramar”. Los únicos productos que se podían considerar de “ultramar” que allí se vendían era el bacalao noruego y los arenques en salmuera, pero por lo demás era un ultramarinos muy bien surtido, que cubría las necesidades de la vecindad que ocupaba. El propietario era un gallego de Padrón, Venancio Carreira, hombre simpático y amable donde los hubiera. Su hijo Ovidio, era el encargado de servir los pedidos a los domicilios. Era un chico un poco más joven que yo, corpulento y fuerte, tan simpático como su padre, al que le gustaban los chistes malos y tenía una risa atronadora. Además tocaba la mandolina, y sabía afinar pianos, con lo cual en algún lugar debía de haber estado escrito que él y yo no haríamos amigos. Madrid iba de mal en peor, por todas partes había manifestaciones, altercados e incidentes violentos. La tarde del diecisiete de julio, mi amigo Amos (ya habrá tiempo de hablar de él),que trabajaba en el consulado general de Estados Unidos, me llamó por teléfono, para confirmarme lo que llevaba semanas temiendo. Era cuestión de horas que la situación desembocase en un golpe de estado. Me contó que al día siguiente por la tarde, él abandonaría el país, y me invitó a hacerlo con él. Yo pensé en mis padres, en mi hermano, y en Sara. Sara. Le dije que si me iba, sería con ella. No puso impedimento. Me impuso discreción y me dio las intrucciones de cómo llegar al lugar del encuentro. Un lugar del que nunca había oído hablar, lejos de Madrid. Corrí a casa de Filomena. Sabía que ella tenía siempre metálico consigo. Después busqué a Sara en el teatro. Pero no la encontré. Nosotros teníamos coche. Incluso un chófer. Pero cogerlo levantaría sospechas y preguntas que no necesitaba. De vuelta a casa, ensimismado en las maquinaciones de mi huida, pasé por delante del ultramarinos. Ovidio me llamó desde el callejón al que daba la trastienda, apoyado en una flamante camioneta. Te mentiría si te dijese que vi a Ovidio. Yo sólo vi, en aquel momento, la camioneta.Y no lo pensé dos veces. Él me quiso explicar algo, pero yo lo cogí del brazo y le hice entrar en la camioneta. Le expliqué, sin entrar en demasiados detalles, lo que necesitaba de él al día siguiente. Y para mi sorpresa, aceptó. Sin necesidad de cómos o porqués. Quedamos de encontrarnos en ese mismo sitio, al día siguiente a las cinco , ya que, tras leer las instrucciones del lugar que me había dicho Amos, calculó que, al menos, necesitaríamos una hora o más hasta allí.

Decidí ir en busca de Sara. Recorrí todos los talleres de costura en los que, recordaba me había dicho, a veces ayudaba. Di con ella en el último. Le conté mi plan, y el punto de encuentro. Me dijo que sí. Que allí estaría. Yo no trabajaba esa noche en el teatro, así que quedamos de vernos, al día siguiente, a la hora acordada. Recuerdo que me abrazó muy fuerte, y me dio un beso.

Al día siguiente, dieciocho de julio, Ovidio y yo nos encontramos como habíamos quedado. Como excusa, le había dicho a su padre, que iba a recoger unas cebollas que tenían encargadas. A las seis ya comenzamos a oir tracas, como de petardos. Son tiros, me dijo él. Y me apremió a irnos. Sara. Allí estaré,me había dicho. El ruido. Recuerdo el ruido. De pronto había mucho ruido. A las seis y cuarto, Ovidio me agarró del brazo. Ya no viene, y tú te tienes que ir, me dijo. En la parte de atrás de la camioneta, había colocado un enorme cesto, me dijo que era mejor que me escondiese allí. Y así hice. Me tapó con un montón de sacos, y lo cerró sobre mi.

Perdí la noción del tiempo. Noté que nos pararon un par de veces, pero el viaje continuó después sin más problemas.

Cuando volvió a abrir la tapa, y me liberó de los sacos, anochecía. Estábamos en medio de un páramo, en lo que que yo di en identificar como “ninguna parte”, a poca distancia distinguí un aeroplano,ya en marcha, y a Amos, haciéndome señas con los brazos junto a él. Me despedí de Ovidio con un fuerte abrazo. No sé cómo podré agradecértelo nunca, le dije. Cuando vuelvas, tráeme una botella de Chivas Regal, me dijo. Hecho, prometí. Y me alejé hacia donde me esperaba Amos.

Junto a esta carta, encontrarás una caja de cartón. Debes entregársela,bajo las señas indicadas, a su legítimo propietario.”

-Hace dos años que no conoce a nadie. Está fuerte como un roble, y nos agota caminando, no creas, pero para él somos auténticos desconocidos….a veces nos trata de usted- Venancio Carreira, el hijo de Ovidio, me recibió al día siguiente a primera hora de la tarde, en su casa de las afueras de Madrid- siempre me contaba la historia cuando era niño, para él supuso toda una aventura, ven, está en la sala viendo el telediario…..”el parte” como él lo llama, es lo único que le gusta ver- Me guió hasta la sala, situada al fondo de la casa. Ovidio estaba sentado en un butacón frente al televisor, donde un locutor decía en aquel momento las noticias, él observaba concentrado las imágenes, ayudado de unas gafas, aún sentado, seguía siendo un hombre corpulento.- Papá?, mira, tienes visita- Anunció Venancio, Ovidio apartó la vista del televisor y su mirada vagó lenta hasta nosotros, tras parpadear dos veces, se quitó las gafas.

-Bernabé! Hombre! Volviste, macho! – Exclamó, al tiempo que se incorporaba sin dificultad alguna, Venancio y yo nos miramos sin dar crédito y sin poder articular palabra- Ven aqui!Déjame darte un abrazo, hombre!- Y me vi engullido por un abrazo proporcional al tamaño de su persona, su hijo hubo de intervenir para que no me rompiese las costillas.

-Papá, ven, ya está…ven- Ovidio me soltó al fin, y me miró con una sonrisa exultante, que iluminaba su rotundo rostro, Venancio le guió otra vez hasta el butacón y apagó la televisión, invitándome tomar asiento en otra butaca.

-Ves? Hombre de poca Fe….te dije que volvería…- Replicó Ovidio señalándome, pero dirigiéndose a su hijo, quien asintió aún sin salir del todo de su asombro.

-Ovidio….te he traido algo- Acerté a decir, Ovidio parpadeó un par de veces, pero permaneció en silencio, yo miré a Venancio, buscando su aprobación y éste me la dio con un gesto de sus cejas. Extraje entonces la caja de cartón de mi bolsa, y la abrí. Dentro había una botella de Chivas Regal de treinta años. Venancio soltó un silbido, Ovidio dio una palmada y soltó una carcajada que atronó la sala.

-La primera vez que vi despegar un bicho de esos, allá…dónde era?…lejísimos…..en unas eras….y bruuuuumbrummmm ziiiisch allá voló- E hizo con su mano un movimiento que quiso imitar el depegue de un avión- Neno…trae vasos! Volviste, Bernabé….ves? Qué te dije….hombre de poca Fe?…- Y quiso coger la botella, pero su hijo se adelantó- trae vasos…neno!- Venancio le acarició un hombro, y me guiñó un ojo sin que él se diese cuenta.

-Voy…sólo faltaría!- Exclamó, luego se dirigió a una aparador donde había vasos y botellas.

-A la vuelta, a mitad de camino…me confiscaron la camioneta, macho…un poco más y se chafa el plan….- Yo asentí, incapaz de hacer otra cosa al observar la sincera emoción en sus ojos, Venancio regresó con tres vasos de whisky mediados con un liquido ambar, que nos entregó. Ovidio fue el primero en alzarlo.

-Por todos los que no volvieron! Ea!- Exclamó, y el nudo en mi garganta se acabó de romper, como también observé en el hijo, y ambos acudimos a tomar un sorbo del mosto de nuestros vasos, Ovidio se tomó el suyo de un trago y después soltó un suspiro satisfecho.- Volviste, Bernabé..ves? Qué te dije, hombre de poca Fe?

La fugaz clarividencia de Ovidio me acompañó días, y después volví a retomar mis visitas a Campoamor. En esta ocasión sobre su mesa, además del sobre, había un precioso ramo de flores compuesto de tulipanes en tonos naranja y tallos de verde, en perfecta combinación.

-Muchas Gracias, Sr. Campoamor, no tenía usted porqué..- Bromeé a la vista del ramo, Campoamor sonrió con su amabilidad habitual y cogió el sobre.- Ovidio me creyó mi tío….fue..no sé como explicarlo…

-Esos momentos son como estrellas fugaces, Sr. Suárez, hay que disfrutarlos en el preciso instante en que suceden…

-No hubiera podido describirlo mejor….

-Número cuatro?

-Número cuatro

A veces pienso que el taxi que siempre paraba, era el mismo, pero la verdad es que nunca me fijé.

“Conocí a Sara Bejerano cuando comencé a trabajar en el teatro. Ella era la que se encargaba del atrezzo y su mantenimiento, ya que era modista. O como ella solía decir, “costurera”. Me enamoré de ella sin remedio, y ella de mi. Llevar una doble vida no es fácil. Durante el día vivía según unos cánones completamente impuestos, por la noche cómo yo quería y con quién quería.Y esa persona era Sara. No era muy alta, y siempre llevaba el pelo suelto, una melena caoba, con la que ella jugaba a su antojo, en todo el tiempo que estuvimos juntos, sólo le conocí un abrigo, de lana roja, que había hecho ella misma, como todo lo que vestía. Yo le decía que tenía ojos de ardilla, por lo vivos que eran, y ella me respondía que debía postular para ser galán de película, por las tonterías que se me ocurría decir a las chicas. Sara era hija única, y vivía con su madre, una mujer viuda, enlutada y siempre triste, que, a veces, la acompañaba al teatro. Yo nunca me hubiera casado con Virtudes. Yo quería casarme con Sara Bejerano. Cuando la situación en Madrid comenzó a complicarse, se lo planteé. Nos casaríamos y le presentaría a mis padres los hechos consumados, en el amplio sentido de la palabra. Y ella estaba de acuerdo, incluso comenzó a hacer bozetos de cómo querría que fuese su traje de novia. Sara. Cuando Amos me confirmó lo que yo ya temía, y me planteó la huida, la busqué y le dije que nuestro momento había llegado. A veces aún siento su último abrazo, y aquel beso. También el último. Allí estaré, me dijo, y me acarició el rostro. Allí estaré. Sara. Pero no acudió a la cita.

Quise suponer que no quiso abandonar a su madre. Quise suponer que le dio miedo dar el paso. Quise suponer muchas cosas, pero la única cierta es que Sara se quedó mi corazón en empeño y nunca lo recuperé.

Sara no sobrevivió la guerra. Murió en un bombardeo. Uno de tantos. No sé dónde está enterrada, supongo que en una fosa común, en algún lugar. Pero sí sé dónde está la tumba de su madre. Adjunto a esta carta, encontrarás un ramo de tulipanes, la flor favorita de Sara, y los datos necesarios para dar con la tumba.”

La tumba de Dña. María del Carmen Sánchez Portón, se reducía a una pequeña placa de piedra,con su nombre grabado, sobre la tierra de un cementerio situado entre dos pueblos de la sierra.Deposité el ramo sobre ella, y miré a mi alrededor. Yo era el único visitante. 1895-1940. Sólo contaba con cuarenta y cinco años. Respiré hondo. Y me encaminé a la salida.

Encontré a Campoamor llenado una caja de embalar con libros que recogía de las estanterías de su despacho, en el que ya se apilaban tres más. La estancia, antes un tanto abigarrada, estaba ahora un poco desangelada.

-Se muda usted?

-Este es mi último caso, cedo el mando a mi hijo, ya va siendo hora…

-Aniceto…-Campoamor sonrió y asintió.

-Si, la cuarta generación ya…

-Es también tan alto?- Quise saber, Campoamor no pudo evitar reirse.

-Un palmo más que yo….tiene unas oficinas nuevas, con ascensor y toda la pesca, estas las mantedremos….como recuerdo, supongo…- Explicó haciendo un gesto desvaído con la mano.

-Dígame que el quinto no me lleva también a un cementerio- Fingí rogar, alcanzándole un libro de la estantería, él negó con la cabeza, sin perder la sonrisa.

-No puedo adelantarle nada, Sr. Suárez….pero con este sobre termina mi cometido, y como la ocasión lo requiere, me he permitido una libertad- De una zancada, acanzó el extremo opuesto del despacho y abrió la puerta de uno de los armarios, tras la que se escondía una pequeña nevera, de la que extrajo una botella de cava. Yo no pude evitar mostrar mi sorpresa.

-Cosas de mi padre….en esa estantería están las copas- Me indicó, al tiempo que, con ayuda de una bayeta liberaba la botella del corcho, que cedió sin liberar apenas espuma, le pregunté cómo lo lograba, él me guiñó un ojo- Práctica, amigo mío, mucha práctica.-Y llenó las dos copas con el cava- Antes de coger la suya me ofreció la mano- A propósito, yo soy Niceto, me parece absurdo brindar tratándonos de usted- Yo reí y se la estreché.

-Bernabé, encantado- Y cogimos nuestras copas.

-Por las cosas por venir- Sugirió él

-Y que todas sean buenas- Añadí yo.

El taxista casi tuvo que despertarme cuando llegó a la dirección que le había dado. Sin proponérnoslo, Aniceto Campoamor y yo, nos habíamos acabado la botella entre los dos.Muy a mi pesar, hube de dejar la lectura del quinto sobre para el día siguiente.

“ Amos Prescott se relajaba bailando claqué. Tenía una tabla en su oficina, y cuando lo creía necesario, se calzaba los zapatos de baile y comenzaba a bailar sobre ella, improvisando la melodía con el tiptap de las suelas. A veces, se subía al escenario y acompañaba a las coristas levantando las piernas con ellas al compás, o se sentaba conmigo a cuatro manos al piano. Cuando llegaba al teatro se transformaba en el motor de la fiesta, y la vivía con todo su ser, para después, ya al alba, marcharse a casa, darse una ducha, tomarse un café solo, y llegar puntual a su trabajo, como asistente en el consulado general de Estados Unidos en Madrid. Amos Prescott era homosexual, y estaba enamorado de mi. Él mismo me lo confesó, para añadir después que ya tenía asumido que no iba a ser nunca correspondido y que entendería si a partir de aquel momento le dejase de hablar. Amos Prescott es mi mejor amigo. En lo meses que precedieron al comienzo de la guerra, le había manifestado muchas veces que, en el caso hipotético de que todo desembocase en un conflicto bélico, no quería empuñar un arma, ni mucho menos usarla para matar a nadie en defensa de ninguna idea. No tenía madera de héroe ni alma de mártir. Yo sólo quería poder vivir algún día de mi música, con Sara. En paz. Por eso me avisó del golpe de estado, cuando nadie lo sabía aún. Amos se movía en muchos círculos, y sabía muchas cosas, que no siempre podía contarme.

Te ahorraré nuestro periplo hasta que llegamos a Estados Unidos, cerca de un mes después. Nos asentamos en Boston, dónde conseguí trabajo en un conservatorio como profesor de piano, Amos continuó trabajando para el gobierno,en diferentes posiciones. En el conservatorio conocí a Meredith Mulligan, que era profesora de arpa. Nos casamos poco después, y yo adopté su apellido, pasándome a llamar a partir de entonces Bernabé Mulligan. Tuvimos un hijo, al que llamamos como mi padre, Sebastian. Amos fue su padrino y lo quería como suyo. La vida puede dar giros irónicos en ocasiones. Yo huí de una guerra por no querer luchar en ella. Y una guerra, la de Vietnam, nos arrebató a Sebastian. Amos fue en persona a encargarse de la repatriación del cuerpo. Meredith nunca consiguió recuperarse, yo me refugié en mi música y en mis clases. Cuando Meredith murió, volvimos a quedarnos solos, Amos y yo. Fue entonces, cuando se me ocurrió este plan y, haciendo uso de los contactos que Amos aún tenía de sus años en el Gobierno, pudimos trazarlo y dar contigo.

Cuando leas esto yo también me habré ido. Ahora sólo queda él.

Junto con esta carta te adjunto un billete abierto de avión y los datos de contacto de Amos. Es necesario que vayas a Boston. Él estará esperándote”

Amos Prescott era la única persona en la zona de salida de pasajeros, que no sostenía un cartel con un nombre. No era un hombre muy alto, llevaba un abrigo de lana azul y tenía el pelo canoso que enmarcaba una facciones algo marcadas, suavizadas por sus enormes ojos negros. Cuando me vio aparecer, sonrió.

-Ahora si que puedo creer en la clonación humana- Saludó, antes de darme un abrazo, yo me reí.

Cogimos un taxi, en el exterior de la terminal, que pronto se perdió en el tráfico de la autopista.

-Yo ya no conduzco, mis ojos no ven como antes

-No tienes ni un poco de acento…- Él me sonrió y enarcó las cejas.

-Llevo más años hablando español que inglés…además me gusta más

-A dónde vamos?

-A tu casa- Le miré sin saber qué decir- En Beacon Hills- Y volvió a sonreirme tranquilo.

Poco después, el taxi paró en la calle que Amos le había dicho al conductor.

Yo saqué mi maleta del maletero y me fijé entonces en el edificio ante el que estábamos, una casa unifamiliar de tres plantas a la que se accedía por una escalera de cuatro peldaños. Amos me indicó con un gesto que subiese los escalones, y, sin perder la sonrisa, me entregó la llave.

La giré entonces en la cerradura. La puerta se abrió con suma facilidad.

Échame a mí la culpa.

15 viernes Mar 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Nos presentó Moncho. No me acuerdo dónde. Pero había más gente, tú estabas con unas amigas. Te pedí el teléfono y te llamé al día siguiente. No tuvimos un noviazgo largo. Tú me dijiste que no querías ser una novia eterna, y yo no tenía nada en contra de ponerlo todo por escrito. Yo empecé en el banco y tú te quedaste en casa mientras no encontrabas algo. Eso dijiste. Pero eso no cambió. Moncho y Carmela tuvieron a Daniel al poco tiempo. Ricardo y Teresa a Silvia. Poco a poco nuestro círculo de amigos nos fue rodeando de niños, y, sin querer, a ejercer una especie de presión silenciosa. Porque nosotros no teníamos. No venían. Y no era por no intentarlo. Ese no era el problema. A tí no parecía importarte, ya vendrán, les decías. Ya vendrán. Pasaron tres años y seguían sin venir. Y a mí comenzó a importarme. Porque veía a los otros con sus niños, y no podía evitar sentir una inmensa envidia. Y te lo dije. A tí seguía sin importarte, pero aceptaste mi propuesta de consultar un médico. Tú lo buscaste. El Dr. Moyano, en la capital. Te pregunté por qué no íbamos al tuyo, y me dijiste que aquel era mejor. Y yo te creí. Recuerdo que tuve que pedir un día en el banco. Nos hicieron pruebas de todo tipo. Sólo les faltó la de Rayos X. El Dr. Moyano nos dijo que en un mes tendrían los resultados y que ya nos llamarían para concertar otra cita. En esa época Ignacio y yo abrimos la gestoría. Por las mañanas el banco, por las tardes la gestoría. Un sábado por la mañana, me presentaste una carta. Había llegado el día anterior, pero no quisiste abrirla sin mi. La culpa era mía. Mi porcentaje de infertilidad era total. Por eso no venían. Recuerdo la pena súbita que sentí. Tú me abrazaste, y me dijiste que a tí eso no te importaba. Que me querías. Sobre todas las cosas. Y que lo importante era que nos teníamos el uno al otro. No necesitábamos nada ni a nadie más. Y lo hicimos, como para confirmarlo. Nos comenzó a ir muy bien. Los contactos correctos, el momento indicado. Nos hicimos grandes. Comenzamos a aparecer en la foto. Tú quisiste que nos mudáramos a una villa. Yo te dije que iba a ser demasiado grande para los dos solos. Tú argumentaste que así podríamos recibir gente sin molestar a los vecinos. Te propuse adoptar, en aquel momento era relativamente sencillo. Nos teníamos el uno al otro, me dijiste, no necesitábamos a nadie más. Treinta años. De regalo te llevé a París. Treinta años.

La conocí porque comenzó a trabajar en Contabilidad. Divorciada. Ni joven ni mayor. En mi misma onda. Conectamos enseguida. Y sucedió. Comenzamos a vernos. Sin pensar en nada más. Sin mirar a los lados antes de cruzar, como se suele decir. Hace dos días vino a mi despacho a primera hora. Y me presentó un predictor positivo. No supe cómo reaccionar. Opté por explicarle mi problema. Y ella me explicó su ciclos. Ahora sé que el cuerpo femenino es lo más parecido a un ingenio de relojería. Incluidos los retrasos. El silencio puede pesar. Y en él nos sentamos ella y yo, para tratar de comprender lo que estaba pasando. Después busqué el teléfono del Dr. Moyano. Ya está jubilado, pero sigue acudiendo diariamente a su consulta. Ahora es una clínica. Aceptó gustoso recibirnos. Le expliqué lo que había pasado y él lo escuchó todo. Hasta el final. Luego se incorporó y abrió un armario, que estaba repleto de carpetas. Nuestro caso ocupaba la número cuatro. Me entregó los resultados de nuestras pruebas. Nunca habíamos pasado a recogerlas. Ambos diez de diez. Todo correcto. Via libre. Él entonces había asumido que nuestras dudas se habían resuelto por si mismas, a la vista de los datos. Me dio una copia. Nos deseó lo mejor.

He hablado con Ignacio. Siempre le había considerado un hermano. Él sólo me lo confirmó. Tenemos contactos lejos. Y allí nos iremos. Los tres.

Sólo he pasado a recoger mi pasaporte y escribirte esta nota. Ignacio enviará a alguien a por el resto de mis cosas.

No encabecé esta carta con una demostración de sentimiento hacia ti, porque ya no te quiero. No la acabaré midiendo el tiempo hasta nuestro reencuentro.

Porque no te quiero volver a ver.

Salta, Candela, Salta! (Dedicada a mi hermana)

10 domingo Mar 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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„13:32 S4 nach Kaiserslautern via Heidelberg fährt von Gleis nummer 2.Regional-Express von Mannhein Hauptbahnhof nach Frankfurt am Main Hauptbahnhof, der ursprünglich um 13:00 Uhr aus Gleis 2 fahren sollte, fährt heute aus Gleis 3. Direkt gegenüber.“

Loli no se movió. Siguió oteando un punto indefinido en la distancia, parpadeando lento, como si tuviera que tomar una decisión de vital importancia, y allí, en aquel punto, estuviese escrita la respuesta. Su hermana Candela también miró hacia allí. Sin encontrar nada especial en el andén de enfrente.

-Qué dijo?- Le preguntó, mientras se colocaba bien la mochilita que llevaba a la espalda.

-Quién?- Loli pareció querer fijar la vista en algo, y guiñó los ojos levemente, todavía ocupada en observar el andén contrario.

-La de megafonía

-Aquí estamos bien…

-No, como miras hacia allí…- Loli la miró entonces, sin saber a qué se refería, y cotejó los billetes que tenía aún en la mano.

-Ya llega ahora- Y los guardó en el bolsillo pequeño de su mochila.

Hizo su entrada entonces el S4 a Kaiserslautern via Heidelberg, apenas dos minutos después, en el andén contiguo, el Regional -Express a Frankfurt/Main. El estrecho andén se había ido llenando poco poco en los diez minutos anteriores a la llegada de ambos trenes, de pasajeros que deseaban tomarlos, con sus maletas, mochilas, bolsas, bicicletas y enseres de todo tipo, que la gente, por algún motivo, decide llevar consigo en un viaje en tren. A esta multitud espectante e impaciente, se le unió la riada de pasajeros que abandonaron los trenes, también arrastrando, cargando y trastabillando sus equipajes, empujándose unos a otros, en su afán de llegar lo antes posible a cualquier sitio. Candela cogió a Loli del brazo, después de que dos japoneses acarreando dos bicicletas casi se la llevasen por delante en su carrera para alcanzar las escaleras y cambiar de andén.

-Mira que si no nos podemos sentar…- Alcanzó a comentar Candela, Loli negó con la cabeza.

-Eso aquí no pasa..- Candela la miró escéptica, al encontrarse ellas en medio de una pequeña multitud, que, eso sí, silenciosa y ordenadamente iba entrando al vagón.

Una vez dentro, Candela siguió a Loli a través de un vagón ya completamente ocupado, a la mitad del segundo, Loli paró en seco y la dejó pasar a un asiento de ventanilla, ocupando rápidamente ella el contiguo.

-Además vamos en la dirección del tren…mira tú que bien- Dijo ofreciéndole una sonrisa triunfante, Candela sonrió también y se quitó la mochila.

Nada más arrancar el tren hizo su aparición la orquesta. Primero aparecieron dos contrabajos, seguidos de dos chelos y un trombón, además de los instrumentos arrastraban maletas,o, a la par que el instrumento, cargaban una mochila. El chico del trombón iba a disculparse con Loli por casi habérselo echado encima, por culpa de un traqueteo del tren, cuando en dirección contraria avanzó un matrimonio con un carrito de bebé,dos maletas, una mochila de montaña y tres niños pequeños, uno de ellos un bebé, que el hombre llevaba en brazos.

-Na toll…

-Einfach zurück…

-Nee, geht nicht…

-Das ist aber lustig!..

-Die Kinder, geben Sie mir die Kinder…

-….Y ahora?

-Coge esto…

-Wären Sie so nett….Daaanke…- Y Loli le pasó a Candela la pesada funda de un violonchelo, mientras ella acomodaba en su regazo la funda de un violín.

-Wo müssen Sie hin?

-Ein Wagen weiter….der Ulli ist schon da…

-Der Ulli…

-Mein Schwager, der ist früher eingestiegen…

-Esta gente se pone hablar….qué se dicen?- La voz de Candela le llegó a su hermana tras el violonchelo, Loli acomodó mejor el violín.

-Lo mejor es que se suban al reposabrazos…..ves? No te digo yo…. – Tras repartir los instrumentos, las maletas y las mochilas entre distintos pasajeros, los músicos pasaron a encaramarse a los reposabrazos y apoyarse en los portaequipajes del lado contrario, formando una suerte de pérgola humana, bajo la que avanzó la pareja, empujando carrito y portando maletas, seguida de los dos niños. Todo amenizado por las risas de los músicos y los comentarios jocosos de otros pasajeros.

-Y luego dicen que no tienen humor….- Comentó Loli al tiempo que ayudaba a devolver ambos instrumentos a sus dueños, quienes siguieron entonces en su avance por el pasillo, aún entre risas.

-Inventiva no les falta- Anotó Candela, Loli rio y se acomodó mejor en el asiento.

El viaje continuó sin más incidencias por cerca de cuarenta minutos, en los que Loli sacó los bocadillos que les servirían de almuerzo de la mochila, y se entretuvieron contemplando el paisaje y las estaciones que dejaban a su paso.

El revisor, que hasta ese momento no había hecho acto de presencia, pasó casi a la carrera en sentido contrario a la dirección del tren, sujetándose a los cabezales de los asientos. Regresó después seguido de otro colega, igualmente vestido, ambos con gesto preocupado y hablando casi a la vez uno con el otro,al tiempo que recorrían el vagón tan rápido como lo había hecho el primero de ellos antes.

Y el tren paró. Candela miró hacia fuera. Estaban en medio de una nada marrón. Ni siquiera había árboles. Sólo nada. Loli, tan extrañada como ella, se encogió de hombros ante la pregunta de otro de los pasajeros.

„Wir bitten dafür um Verständnis. Reisende können den Zug im Fall von Havarien erst verlassen, wenn sicher ist, dass keine Gefährdung vorliegt. Aber als Ausnahmefall MÜSSEN SIE DEN ZUG VERLASSEN. WIR BITTEN UM VERLASSEN DES ZUGES GEEHRTE FAHRGÄSTE. Wiederhole: VERLASSEN SIE DEN ZUG!!“ -La voz enlatada del revisor rompió la calma.

Y el vagón entero, incluida Loli, se levantó a una.

-Qué pasa?- Quiso saber Candela.

-Levanta…

-Pero qué…?

„Wir bitten um Verständnis. Ruhe bewahren. Sehre geehrte Fahrgäste, DER ZUG MUSS VERLASSEN WERDEN. SOFORT. WIEDERHOLE. SOFORT VERLASSEN WERDEN!!.RUHE IS DIE DIVISE…“

– Hay que salir de aqui…- Dijo Loli poniéndose la mochila y entregándole a Candela la suya, su asiento estaba a mitad del pasillo, ahora ocupado por una aglomeración de gente, que trataba de recuperar sus pertenencias de los portaequipajes, volver a ponerse zapatos, guardar comida en tuppers, doblar periódicos, despertar niños dormidos y no empujarse unos a otros, en un nervioso desorden.

„Einmal draußen, meine sehr geehrte Fahrgäste, MÜSSEN SIE, wiederhole, MÜSSEN SIE, die Gleisen überqueren und die SOFORT VERLASSEN. Die Gleisen MÜSSEN verlassen werden, um Ihre Sicherheit zu bewahren. DER ZUG MUSS VERLASSEN WERDEN!.“

-Pero qué pasa, Loli?….-Quiso saber Candela, Loli la cogió de la mano y se abrió paso al pasillo, avanzando en la alterada multitud que empujaba y apremiaba, ya alzando la voz y perdiendo los nervios. Llevadas por la fuerza de la multitud, llegaron al reducido recibidor entre vagones, donde se encontraban las puertas de salida. Alguien había abierto una de ellas. Loli, en el fragor de la masa, soltó de la mano a Candela, perdiéndola ésta en un muro de gente, que la arrastró sin voluntad por el habitáculo. Hasta que alcanzó la puerta. El Regional- Express era un tren alto, de dos pisos, cuyas puertas de acceso, a campo abierto y fuera de una estación, podían llegar a alcanzar del metro y medio a los dos metros de altura. Dependiendo del terreno. A Candela se le representó tener que saltar en paracaidas.

-Salta, Candela,salta!- Escuchó la voz de Loli desde algún sitio, pero no pudo moverse, aferrada a la barra de la puerta.

-Springen Sie doch!- Gritó un hombre tras ella.

-Salta! Candela! Mírame! Salta!

-Mensch! Machen Sie was!

-Was soll ich machen!! Sie schubsen??!

-Doch!

-Spinnshndu!

-Springen Sie doch, Mensch!

-Salta, Candela! Salta!

Y Candela saltó. Soltando al tiempo un grito,como el que cae en un sima sin fondo. Se encontró entonces en la franja de gravilla negra entre las vias. Loli volvió a cogerla de la mano.

-Corre!

„VERLASSEN SIE DIE GLEISEN!! ERREICHEN SIE DIE GEGENÜBENLIEGENDE GEBÄUDE!SOFORT!“

Candela miró a su alrededor, tras atravesar las vias y, de la mano de Loli, tratando de correr campo a través. Descubrió entonces una marea humana que, como ella, avanzaba penosamente en su misma dirección. Hombres, mujeres, niños, acarreaban maletas, mochilas, capachos, cochecitos, trombones, violonchelos, sillas de ruedas, bicicletas, cestas y neveras portátiles en desordenada huída del tren y de las vias. Por un momento se acordó de las películas de guerra, en las que, justo en ese momento, aparecerían los bombarderos.

-Pero qué pasa!- Alcanzó a preguntar, Loli, casi sin aliento, aferrada a su mano, corría como hacía mucho tiempo que no la veía correr.

-Corre, tú corre- Musitó sin volverse

„Die klimaanlage funktioniert endgültig nicht!!. Meine Damen und Herren. Bitte erreichen Sie die gegenüberliegende Gebäude!!!“- La voz a través del altavoz del tren les alcanzó a medio trecho entre el tren y una especie de granjas que Candela logró divisar en la distancia.

Sin parar un momento a coger resuello, alcanzaron lo que de lejos parecían granjas, y de cerca eran los edificios de una fábrica de piensos, donde estaban ya aparcados dos autobuses, al pie de los cuales, les hacían señas dos empleados de la empresa de ferrocarriles.

-Y ahora?…

-Tú ven….apura- Loli, sin soltarla de la mano, esforzó el último sprint hasta los autobuses y entró en uno de ellos, ocupando esta vez ella uno de los asientos de ventanilla, donde se dejó caer, tratando de recuperar la respiración, Candela la imitó.

-Pero qué pasaba?- Loli rebuscó en su mochila.

-Nada, el aire acondicionado….quieres agua?

 

  • No traduje las frases en Alemán, para que el lector se haga cargo de la confusión de la protagonista. Gracias.

El Cónsul

07 jueves Mar 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Lois Ribadulla fotografió la gaviota, pero salió movida. Se había sentado en una de las terrazas de La Marina a tomar algo, antes de seguir camino. Una caña y una tapa de tortilla. Al sol. Como de vacaciones. Pero sin moverse del sitio. Fotografió otra gaviota, contra el cielo azul, con las alas desplegadas. Ahora sí que había salido bien. La quiso subir a Instagram bajo el hashtag “gaviotaalviento”, pero ya había cerca de doscientas cincuenta mil entradas, “elvientoylagaviota” sólo ciento cincuenta mil, “gaviotavuelavuela” veinte mil. Optó por “quiénfueragaviota”, con sólo cinco mil. Inmediatamente le gustó a Claudia. A veces se preguntaba si le espiaba por satélite desde Ontario. Sonrió, algún día iría a Ontario a preguntárselo.

El hombre apareció de repente junto a él, y casi le asustó. Llevaba un impermeable amarillo como los de faena de los marineros, pantalones vaqueros que habían visto mejores días y los pies en unos náuticos que alguna vez habían sido azules, ahora eran grises. Tenía el pelo rizo claro de canas con reflejos castaños, algo largo y encrespado, su tez estaba curtida por el sol y sus facciones denotaban cansancio. La claridad le hacía guiñar los ojos, y parecía buscar algo en la bolsa de plástico que portaba en la mano, mientras murmuraba algo para si, que Lois no pudo entender. Se sentó en la mesa junto a Lois, y soltó un largo suspiro, dejó la bolsa sobre la mesa y se pasó las manos por el rostro, para tratar de despejarse. Luego miró a Lois, tratando de fijar la vista.

-Buenos Días…

-Buenos Días…

-Me podrías decir en qué hora vivo?

-La una y media…

-Muchas gracias……es que yo no sé….esto es de locos…- Y se pasó la mano por el rostro mientras negaba con la cabeza, Lois sonrió y esperó a que se explicase- Tú vete…tú vete que….tal…y….me voy….y bueno….qué dolor de cabeza…qué dolor de cabeza….

-Necesita usted una aspirina?

-No…o sí….ya no lo sé…la verdad…ya no sé ni lo que necesito…agua, eso….agua sí que…

-Cuando salga el chico…

-Qué chico?

-El camarero

-Ah!…ya…- Se frotó los ojos con las manos, y trató de fijar la vista hacia el puerto, alzó las cejas y negó con la cabeza- ni idea…aunque me mates….yo sin gafas…lo nunca visto…..literalmente…tú vete que no pasa nada….y yo…ahora qué hago…claro…- Se mesó el pelo y volvió a soltar un suspiro agotado, dejó caer los brazos a ambos lados de la silla- pues nada….

-Está usted solo?- Se interesó Lois, para tomar después un trago de su cerveza, el hombre alzó las cejas y formó un gesto de esceptismo en su rectilíneo rostro, ahora marcado por el cansancio y el desánimo.

-No…solo…solo nunca estoy…además están los del Atolón…

-Qué Atolón?

-El Atolón 527…- Lois dejó el vaso de cerveza a medio camino entre la mesa y su boca, sin entender a qué se refería, aquel hombre, a su modo de ver, sufría alguna clase de transtorno. El hombre le miró y se pasó otra vez la mano por el rostro, trató de fijar la vista, pero se dio por vencido y negó con la cabeza- El Atolón 527…yo soy el Cónsul General….no creas..lo heredé….fíjate tú…que piensas….total…qué va a pasar en un Atolón allá…pues sí pasa…fíjate….

-Qué…pasa..en un Atolón?…Vive gente?- Quiso saber Lois, el hombre soltó un suspiro sonoro y movió una mano en el aire.

-Debo tener ahora una cantidad de trabajo atrasado…..por lo del referendum….sabes?….

-Referendum…

-Sí…..tienen derecho a Referendum….y lo van a hacer….por el cuento de las perlas…en fin…que no lo creerás…pero están por todas partes…

-Quién?

-Los ciudadanos del 527….a veces no doy…no doy….se instalan o viajan y pierden cosas….y luego está la élite…

-Qué élite?

-Los de saltos de trampolín…..tenemos dos platas….y también me tengo que ocupar….no de que salten…pero….

-Ya- Lois pensó que aquel hombre, claramente, no regía, pero no parecía peligroso y, aún sin mucho sentido, tenía una conversación agradable. En eso el camarero se acercó a ellos, preguntando si el nuevo cliente deseaba algo.

-Agua, una botella grande de agua….y un café, con leche..a ver si así…- El camarero asintió y volvió a irse, el hombre buscó algo en sus bolsillos, y sacó un puñado arrugado de billetes verdes.

-Dólares!….Y yo por qué tengo dólares?…..aceptan dólares?….

-Le invito yo, no se preocupe…- Se ofreció Lois, el hombre le miró agradablemente sorpendido.

-Gracias,hombre….

-Yo soy Lois

-Yo me llamo, Haakon…

-Haakon?

-Sí, Haakon Liverssen….para servir a Dios y a usted…fíjate tú de qué me voy a acordar….qué dolor de cabeza….por favor- Y se apretó el puente de la nariz con los dedos.

-Noruego?

-Yo…de noruego sólo tengo eso….el nombre…herencias de mi padre…como el Atolón….

-Ya- El camarero trajo la botella de agua y el café, Haakon se sirvió un vaso grande y se lo bebió de una vez, casi acto seguido se sirvió un segundo e hizo lo mismo.

-Supongo que….tanto pensar seca…

-Ya

-Ahora tendrán que venir…

-Quién?

-Ellos

-Ellos quién?

-Esa gente que me dijo que vendría….

-Los del Atolón?- Haakon alzó la vista entonces hacia el cielo y parpadeó varias veces, Lois, sin querer también miró hacia el cielo.

-Qué?…No..hombre…los otros…la gente que quedó de venir a recogerme

-A recogerle…cómo?

-Ay, yo ya eso ya….ellos sabrán que tienen experiencia en estas lides….- Lois iba a decirle algo al respecto, cuando un coche aparcó ante ellos, y de él salieron dos hombres.

-Sr. Liverssen! Por fin damos con usted!- Exclamó uno de ellos haciendo un gesto de alivio con los brazos, Haakon se llevó una mano a la frente y cerró los ojos.

-Le dijimos que se quedase en la habitación….- Apuntó el segundo.

-Pero vamos a ver…..necesitaba sentir tierra bajo los pies….y volver en mi….a todo esto…dónde está mi barco?- Los dos hombres se miraron entre si, como buscando uno la explicación en el otro.

-Pues…suponemos que lo reflotarán…..

-Reflotar han dicho?- Haakon miró entonces a Lois, que había asistido a la conversación sin saber muy bien qué estaba pasando, y éste se encogió de hombros, Haakon se tapó el rostro con una mano y negó con la cabeza- Yo sólo quería dar una vuelta…..una vuelta…una….y te diré las que di….pues nada….qué dolor de cabeza….

-Todo bien, Sr. Liverssen?- Se apuró a preguntar uno de los hombres, Haakon se incorporó y cogió su bolsa de plástico, Lois le imitó-

-Y ahora qué?

-Tenemos que llevarle al hospital, para un chequeo…

-Ya…pues habrá que ir…- Y se volvió hacia Lois, ofreciéndole una cansada sonrisa.

-Muchas Gracias, Lois….y perdona el jaleo que te he dado….no tengo tarjetas, es lo que tienen los naufragios supongo…que el mar se lo lleva todo….barcos,gafas, tarjetas….pero mira…tienen ustedes un bolígrafo?- Uno de los hombres se lo ofreció solícito, y Haakon cogió una servilleta donde escribió una serie de datos, instando a Lois a hacer lo mismo.- Este soy yo, @haakonliverssen527 …he visto que estás en Instagram…..estaré encantado de seguirte…mi dirección y esas cosas- Y se rio cansado- ahora no podría seguir ni a mi sombra….en fin- Guardó la servilleta de Lois y le ofreció la mano, que Lois aceptó gustoso. Después, Haakon siguió a los dos hombres hasta el coche, que se alejó tras incorporarse al tráfico.

Lois volvió a sentarse y leyó lo que Haakon había escrito, su nombre completo, su dirección de Email y postal, y su Instagram. Sonrió. Y guardó la servilleta en la cartera para no perderla. Siempre había oído que las apariencias engañan, pero nunca se había visto ante un ejemplo tan claro. Una voz a su derecha le hizo volverse.

-Tendríaustéuneuro?- Preguntó un chico junto a él, ofreciéndole la palma de la mano, en vaqueros y camisa de cuadros, bambas rojas de cordones, casi sonriéndole. Lois abrió la cartera, y le dio una moneda de dos euros. El chico asintió y se lo agradeció, alejándose por la acera. Lois le siguió con la mirada. Nunca sabría cual era su historia. Acabó la cerveza y la tapa. Más tarde, consultó su cuenta. Tenía un nuevo seguidor. Todo un Cónsul General. De un Atolón. El 527.

Un hombre bueno

03 domingo Mar 2019

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Azu no podía hablar. Estaba pálida y los ojos grises se le hundían en las cuencas, invadidas de ojeras. Su pelo castaño claro caía despeinado a ambos lados de su demacrado rostro, lo que provocaba pareciese la viva imagen del desamparo. A pesar del calor reinante, un chal de lana fina rodeaba su cuello, y, casi acurrucada en la silla en la que estaba sentada, se abrigaba con una bata de casa acolchada azul cielo. Ante ella había dispuesto una serie de cuartillas de papel y un bolígrafo, con el que jugaba haciéndolo rodar sobre éstas con el dedo índice de su mano izquierda.

-Y además tienes fiebre- Su prima Alicia ocupaba una silla frente a ella, de alguna manera se parecían, si bien el estado de Azu no daba lugar a comparaciones entre ellas, el ovalo de la cara era el mismo y compartían las mismas facciones finas. Alicia tenía el pelo trigueño, los ojos verdes y su tez algo pecosa brillaba saludable en comparación con la enfermiza palidez de su muda interlocutora. Alicia la miraba interpretando sus gestos, como quien intenta comunicarse con un sordomudo. Azu asintió lentamente con la cabeza a la afirmación que había hecho su prima, mientras escribía “39 1/2” con la zurda. Alicia enarcó una ceja- Ya, entonces…qué hacemos?

“Te pones mi uniforme y te presentas allí”- Alicia leyó y la miró abriendo mucho los ojos- Pero van a  saber que no soy tú-Azu tragó saliba con suma dificultad- “ Los compañeros te cubrirán, el gefe no se va a dar cuenta….demasiado curro”- “Gefe” es con jota, Azu- Corrigió Alicia, Azu abrió la boca para protestar algo, pero sólo consiguió que su rostro se mudase en una mueca de dolor, corrige la la falta de todas formas- Ya, y qué tengo que hacer?- Azu se encogió levemente de hombros.- “El mini-bus sale de la Plaza del Ayuntamiento a las ocho, llegáis allí a las nueve menos pico, y hay que poner las bandejas y todo allí encima”- Alicia asintió en silencio y se apartó un mechón inexistente de cabello de delante del rostro- Allí dónde?- Azu buscó inspiración en la ventana- “En las mesas del bufé”- Alicia pareció entender entonces lo que quería decir- Y después?- Azu mordió el bolígrafo- “Tu estás allí de pié y miras el panorama”- Alicia sonrió-Y los cuartos te los dan después. O cómo?- Se lo preguntó haciendo el gesto de acariciar el dedo índice y el pulgar de la mano derecha, Azu guiñó un poco los ojos y afirmó con la cabeza- “Juancho coge el sobre por ti, ya lo hablamos”- Alicia se arregló innecesariamente la cola de caballo, en la que llevaba sujeta su abundante melena- Y va mucho pijo?-Bromeó, Azu hizo rolar los ojos y ensayó sin conseguirla una sonrisa- “Mucha pasta y mucha tontería”- Alicia se rio y le cogió el bolígrafo para escribir “Te doy un beso”, Azu hizo una mueca de dolor y sus manos se elevaron en un gesto desvaído que quería ordenarle que cesase la broma, lo que no impidió que Alicia soltase una carcajada.

El sábado, Alicia se levantó a las seis y media. Tras ducharse, aún envuelta en la toalla, se tomó un café con leche y dos tostadas con mantequilla y mermelada de fresas, había optado por hacerlo antes de vestirse el uniforme que le había dado su prima, para no mancharlo. Después se vistió el pantalón negro y la especie de casaca blanca de cuello mao, tuvo que buscar un cinturón para  ajustar el pantalón a su talla. El conjunto se completaba con una chapita con el nombre de su prima, sujeta con un imperdible sobre el bolsillo a la izquierda de la pechera de la casaca y una pañoleta azul con el emblema del catering en blanco, que debía de llevar anudada al cuello. Tras peinarse el pelo en una cola de caballo, se sujetó los mechones,que a veces se desprendían de los lados, con varias horquillas color cobre claro y se contempló un instante en el espejo del baño. Ensayó su mejor sonrisa varias veces, y alzó una ceja. Lista. Completó su atuendo con una gruesa chaqueta de lana azul, un bolsito mínimo de cuero marrón, y las deportivas blancas de su prima.

Cuando llegó a la todavía desierta plaza del Ayuntamiento, Juancho le hizo señas desde uno de los laterales. Un grupo heterogéneo de personas, todas vestidas con la misma indumentaria, se entretenían charlando entre si unas, fumando otras, mientras esperaban el microbus.

-Cualquiera diría que sois gemelas…Buenas- Saludó Juancho dándole dos besos, Alicia se encogió de hombros y se arrebujó un poco más en su chaqueta, si bien más tarde, con toda seguridad, haría mucho calor, a esas horas de la mañana una brisa traicionera y fría cruzaba la plaza de parte a parte.- Te explico: De aquí a la finca donde se celebra es una hora más o menos, allí tú no te separes de mi y déjame hablar si el jefe pregunta algo, va a estar tan liado que ni se va a enterar. Primero tenemos que poner las cosas sobre las mesas, esa es la parte divertida, te dan un plano y todo de cómo tiene que lucir, no hay pérdida. Después toca esperar a que llegue la gente, esta boda es de “bufé”, no hay que servir platos y toda la jarana, aquí ellos se lo guisan y ellos se lo comen, literalmente- Y le dio la risa, Alicia asintió y metió las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta- Tú simplemente estás tras tu mesa y miras el panorama, sonríes, les aconsejas si te lo piden , pero normalmente pasan de ti. Mucha tontería, te aviso, pero tu sonríes y ya está…después de un rato se les va a dar por bailar y todo el rollo, y viene la barra libre. Pero de eso ya no nos encargamos nosotros, para eso vienen los otros que ya se quedan hasta que “el último que apague la luz” como quien dice..- Y volvió a darle la risa, Alicia sonrió levemente, Juancho tenía, a su modo de ver, un increíble buen humor a tan tempranas horas de la mañana.

Alasteir Parker-Wyatt y González de Robles se levantó a las ocho de la mañana. Un sábado. De todos los eventos a los que debía acudir, el que más le enervaba era las bodas de mañana los sábados. Los sábados estaban hechos para dormir hasta tarde, una frase que siempre había dicho su padre y que él había hecho suya, si bien no acostumbraba a madrugar nunca. Angelines ya le había dispuesto el desayuno en la antesala de su dormitorio, en la mesa junto a la ventana. Café con leche, cuatro tostadas, un huevo duro y seis tiras de bacon, además de mantequilla y mermelada de fresa. Cogió la taza sin sentarse, y , descorriendo la cortina, miró hacia el exterior. El cielo estaba impecablemente azul, sin atisbo de nube alguna. Sin necesidad de abrir la ventana, sabía que a esas horas aún había brisa fresca, que después desaparecería, para dar paso al calor sofocante. Suspiró y bebió un trago del café. Tras dar buena cuenta del desayuno, se dirigió al baño. Para la ocasión, Amadora le había preparado un traje azul oscuro con chaleco un tono más claro y camisa a juego, la corbata de seda, con finas vetas azules y lilas, completaba el conjunto, los zapatos eran nuevos, negros y de cordones, los gemelos de plata, en forma de elefante. Los últimos que había añadido a su colección, que ya ocupaba tres gavetas de su vestidor. Pensó que tendría que guardarlos de otra forma. Pero aquel no era el momento. En realidad nunca lo era. Y en cuanto abandonó el vestidor, ya lo había borrado de su mente.

Bajó las escaleras, y al llegar al segundo piso se dirigió a un salón, ya inundado de sol que entraba por cuatro grandes ventanales del suelo al techo. Una mujer de larga melena negra, vestida con un vaporoso kimono de seda con motivos florales, estaba de pie ante uno de los ventanales.

-Aún estás a tiempo de venir, Ebra- Anotó él acercándose a una de las cómodas, la mujer se volvió a medias, para volver a mirar hacia el exterior, sin contestar- Como quieras, no creo que vuelva muy tarde- Informó él cogiendo una pitillera de plata de uno de los cajones, luego se dispuso a irse.

-Teir…la camisa va a juego con tus ojos- La voz de ella cruzó el salón casi como una queja, más que una afirmación, él sonrió a medias y abandonó la estancia.

En la iglesia ocupó uno de los últimos bancos. Así podría salir a fumar sin molestar a nadie,si se hacía muy larga, y, cuando todo acabase, se ahorraba tener que tirar arroz o pétalos, o lo que se les hubiera ocurrido tirar al nuevo matrimonio, y llegaba antes al coche. Condujo sin prisa hasta la finca en la que iba a tener lugar la celebración, la familia tenía cuatro hijas, esta era la última que les quedaba por casar, todas las bodas anteriores habían sido celebradas en el mismo lugar. Para él no había ya lugar para las sorpresas. Un aparcacoches le libró de tener que buscar aparcamiento para su Bentley, antes de despedirse le informó que lo aparcaría en la zona verde y le entregó una ficha, él asintió sin prestarle demasiada atención y se dirigió al portón de entrada.

Alicia, desde su posición tras la mesa del buffet, en el segmento de panecillos y cremas para untar, había ya llegado a la conclusión de que todas las mujeres asistentes debían de haberse puesto en contacto previamente a la boda, para no llevar el mismo vestido cocktail. No había una igual a otra. Y luego estaban los zapatos. Los había de todas formas y tamaños, pero todos con, al menos,diez centímetros de tacón. Ella era más de zapato bajo, y por ahora las deportivas les estaban siendo cómodas, aunque ya comenzaba a acusar las horas de pie. Juancho se acercaba de vez en cuando, todavía envuelto en buen humor, y le daba un poco de conversación, pero ella no tenía ganas de romperse la cabeza con nada en aquel momento, bastante tenía con mantener la sonrisa perennemente colgada de sus labios.

-Sabes si este queso tiene lactosa?- La pregunta de una mujer ante ella, la sacó de sus pensamientos, si le hubiera preguntado por la deuda externa de algún país lejano quizás hubiera tenido más idea, se disponía a decirle algo, cuando otra mujer se acercó a la de la lactosa, dando grititos medio histéricos.

-Ven, Ven, tía! Que ya llegó el Dj….está como un queso tía!- Y agarrándola de un brazo se la llevó de allí, Alicia levantó una ceja y miró hacia el fondo del pabellón de carpa, donde parecía estar montándose un alboroto por la llegada de alguien, pero no supo a averiguar quién.

-Ahora van a empezar el bailongo, ya podemos ir recogiendo velas- Juancho se acercó a ella frotándose las manos, ella le imitó y le siguió hacia la salida de la carpa.

Teir observaba a las dos mujeres desde lejos, llevaban un rato queriendo captar su atención. Una movió la melena y se arregló el cinturón del vestido de cocktail, la otra enderezó los hombros y ensayó una sonrisa equívoca, que él interpretó sin tomar en cuenta. Se preguntó si cambiarían alguna vez de estrategia, o si cejarían en su empeño de tratar de sacarle de su obstracismo hacia ellas.

-Hola moreno- Saludó zalamera la más alta, y, adelantándose a darle dos besos, apoyó sus manos en los antebrazos de él, rozándole las mejillas. Él se anticipó a la otra y la besó en el aire. Ellas miran a su alrededor, distraidamente, como para asegurar su territorio. Él sacó un pitillo de la pitillera, les ofreció, la una aceptó gustosa, la otra lo quiere dejar. Llevaban demasiado perfume y él no entiende cómo pueden conservar el maquillaje con el calor reinante- No se te ve por el club- Anotó la menuda, sus ojos le escrutan sin querer perder un detalle de sus gestos, él expulsó el humo hacia un lado y eligió una excusa de su lista.

-Muy ocupado últimamente, ya sabéis, aquí y allá- Explicó moviendo el cigarrillo en el aire, mientras buscaba a alguien hacia donde huir, hubo sin embargo de rendirse a su destino, y les ofreció una sonrisa casi amable, pero sólo casi, tampoco había que exagerar.

-Ebra no ha venido- Se lo afirman, pero se lo preguntan, a pesar de que su ausencia era obvia, como siempre. Él negó con la cabeza, y tomó una calada, pero no les explicó nada. No hay razón. Se hizo un silencio entonces, en el que los tres miraron hacia algún lado.- Te vas a pasar por Madrid?- Avanzó la alta, tendiendo un puente. Él se encogió levemente de hombros, a veces se pasa por Madrid, pero no piensa desvelarles cuándo.

-De vez en cuando, tú también?- Ella se retocó la flor que llevaba junto a la oreja, dejando ver sus desmesurados pendientes, le sonrió de nuevo equivocamente y le arregló la pechera, de por si impecable, él quiso apartarse, pero optó por tomar una calada y expulsar el humo hacia arriba.

-Creo que aún tienes mi teléfono, no?- Él asintió, y saludó a alguien invisible en la distancia. Se disculpó.

-Ya nos vemos entonces- Y se alejó hacia la zona del bar, aún sintiendo sus miradas a su espalda. La voz de su primo Teo le sacó del hilo de sus pensamientos, encaminados a abandonar ya la fiesta.

-Impresentable- Le insultó plantándose delante de él, como el Capitán América o cualquier superhéroe capaz de aparecer de pronto ante una persona como por arte de mágia. Él casi se asustó. Pero se alegró de verle. Siempre se alegra de verle, aunque no se lo demuestre.

-Tratante de mulas- Le responde, Teo arqueó una de sus cejas tras sus gafas de concha, y fingió un gesto de contricción, para luego quitarle el pitillo y robarle una calada, se lo devolvió mirando a su alrededor, como cuando eran chicos- Elvira está dentro, quieres uno?- E hizo ademán de ofrecerle la pitillera. Teo negó con las manos mirando hacia la carpa, y Teir sonrió para si. Teo es asmático, y tiene facultativamente prohibido fumar, ni por activa ni por pasiva. Su mujer, Elvira, le vigilaba como un cancerbero. Como antes había hecho su madre. Pero Teo siempre le robaba caladas a su primo, sabiéndole su aliado en todas las batallas.

-Vamos a traer dos yeguas de allá,tienes que venir a verlas- Le anunció, señalándole con el dedo índice de la mano derecha. Si había algo que irritara a Alasteir Parker- Wyatt era que le dijesen lo que tenía que hacer. Le daba la impresión de ser tratado como un niño pequeño. Miró a su primo un instante, y optó por alejarse de él sin decir nada, no tenía ganas de discutir. Teo le siguió pertinaz, como siempre, como de chicos- El jueves a las tres, te paso a buscar- Dio por sentado siguiéndole el paso, Teir se paró y quiso decirle algo, pero Teo dio una palmada y sonrió triunfante, sólo que Teir no sabía qué premio acababa de entregar- Dos y cuarto entonces….las Hernández- Prieto están por ti….qué envidia….y si te vas espérame que yo también me voy, caballero sin espada….- E hizo un gesto marcial de su mano contra su frente, para luego darle una palmada en el hombro y alejarse acomodándose la chaqueta del traje. Teir le siguió un momento con la mirada. Definitivamente se quería ir.

Eran ocho. Arturo, uno de los organizadores de la boda, les había indicado que debían esperar el microbus de regreso al pueblo en uno de los laterales de la finca, junto al muro. Llevaban allí ya cerca de una hora, la tarde había empezado ya a caer, y  todavía no había rastro del microbus. Juancho había intentado localizar a Alfredo, el encargado de la empresa de catering y su jefe, pero al parecer estaba fuera de cobertura.

-Sin cobertura le iba a dejar yo….

-Me parece rarísimo, normalmente esto no pasa….

-Dale otro toque a ver….

-A lo mejor por Instagram…

-Me matan los pies, la próxima vez me muevo un poco más…

-Es que no tengo red…

-Qué red…

-Y mañana el bautizo, no, si voy sobrao este fin de semana…

-Vamos a esperar- Alicia había optado por sentarse en una piedra que sobresalía del muro, y asistía a la conversación sin tomar parte, desde algún lugar llegó el eco de música y los gritos de los invitados.

-El que pincha…es verdad que es Dj Jones?

-Dj Jones?….pero cuánto dinero tiene esta gente?- Antes de que nadie pudiese contestar, vieron acercarse a Alfredo. Venía corriendo, y parecía muy contrariado.

-Gente! Los del autobús…los del autobús han llamado, que ni para delante ni pa trás….que no arranca!…- El desánimo se abrió paso entre el pequeño grupo, ya que eso suponía que tendrían que llamar taxis, y aunque Alfredo les prometió que les devolvería el dinero después, no todos estaban conformes. Estando en medio de la discusión, sobre quién llamaba al taxi, y cuánto dinero ponía quién, un Bentley Bentayga negro con lunas tintadas y un Range Rover azul de alta gama se detuvieron junto a ellos. Y se hizo el silencio. El primero de ellos bajó la ventanilla del copiloto.

-Me han comentado algo de un autobús estropeado, son ustedes los afectados?- Preguntó una voz de hombre desde el interior, ninguno de ellos pudo distinguir de quién se trataba, la luz del día comenzaba ya a bajar y el hombre sólo era una sombra al volante, Alfredo se asomó a la ventanilla para explicarle la situación, tras lo cual los seguros de las puertas se abrieron automáticamente. De segundo coche salió otro hombre, en mangas de camisa y si corbata, que se acercó al primero. Tras una corta conversación, rodeó el vehículo y se acercó al grupo, era un hombre de mediana edad, con el pelo negro muy corto y gafas de concha.

-Yo puedo llevar a cuatro de ustedes en mi automóvil, en este pueden ir los otros cuatro…y el problema estaría solucionado- Explicó señalándoles el Range Rover, todos estuvieron de acuerdo, y decidieron entre ellos quién irían con quién, al tiempo que Alfredo se deshacía en agradecimientos.

A Alicia le tocó ir en el asiento del copiloto del primer coche, detrás se sentaron dos compañeros más y Juancho, quien al entrar no pudo evitar soltar un silvido al descubrir el lujoso y amplio interior.

-Muchas Gracias, Señor, nos ha sacado usted de un gran problema- Agradeció uno de los chicos, al tiempo que se ajustaba el cinturón de seguridad, el conductor del coche le miró fugazmente por el espejo retrovisor.

-Encantado de poder ayudar- Contestó sin darle mayor importancia, Alicia se quitó la pañoleta, y se ajustó también el cinturón.

-El asiento, bien?- Le preguntó el hombre antes de arrancar, ella le miró y sonrió levemente como respuesta, el le correspondió y se incorporó después a la carretera.

El trayecto transcurrió en silencio, sólo roto en algún momento por la radio, que el conductor del coche encendía de vez en cuando para escuchar la situación del tráfico. Poco antes de abandonar la autovía para dirigirse a la carretera de acceso al pueblo, se interesó por los respectivos domicilios, si bien le ofrecieron que les dejase en la plaza del Ayuntamiento, él insistió en llevarles, ya que, según su opinión, un favor se hace completo o no se hace. A lo cual, hubieron de darle la razón.

El primero en bajar fue Juancho, los otros dos se bajaron juntos, ya que eran vecinos. Alicia se quedó sola entonces, por un momento pensó en bajarse ella también, pero después lo pensó mejor. Para una vez que alguien la acercaba en un coche como ese a algún sitio, tenía que aprovecharla.

– Esta señorita nos dirá la ruta…si quiere…veamos- Indicó el hombre al volante al tiempo que deslizaba sus dedos por la pantalla del navegador- Camino del Río 54?- Alicia asintió afirmativamente y él pulsó un último botón- Allá vamos pues…- Y la voz femenina del navegador dio la primera instrucción- Trabajas desde hace mucho es esto del catering?- Preguntó él, Alicia se decidió a mirarle por fin, le recordaba a alguien, pero no sabía a quién, tenía el pelo castaño oscuro y los ojos claros, y una expresión seria, le pareció que casi triste, pero lo achacó al cansancio propio de todo aquel que acaba de asistir a una boda.

-Yo no trabajo en esto, sustituí a mi prima Azu, que está enferma, esta es mi primera boda en mucho tiempo…

-Pues yo tengo invitaciones a bodas cada fin de semana hasta octubre, hay uno en que incluso tengo dos, además de bautizos,cumpleaños, pedidas de mano…juntas de accionistas…

-Juntas de accionistas?- Y casi le dio la risa, él también sonrió a medias y la miró fugazmente.

-Son insufribles….en serio….de una boda te escabulles mejor- Y a ella le dio la risa, él se decidió a sonreir.- Yo me llamo Teir…bueno, Alasteir…pero nadie me llama así nunca, y tú?.

-Alicia, Alicia Gómez Reino..

-Alicia Gómez Reino….bonito nombre

-Gracias..

-No hay de qué, las cosas como son…- E hizo un gesto explicativo con su mano derecha, fingiendo seriedad, y ella rio otra vez, nunca le habían dicho tal cosa. La voz de mujer del navegador indicó que faltaban cincuenta metros para llegar a destino. Ya habían casi abandonado el pueblo, y se adentraban en unas calles de casas bajas y aceras casi inexistentes, carentes de alumbrado publico y con tramos sin asfaltar,

-Aquí es

-Espera que doy las largas, para que veas algo más…

-Gracias, y que te sea leve con tus juntas…- Él sonrió y meneó negativamente la cabeza, como dándolo por imposible, ella volvió a reir y salió del coche. Él esperó a verla desaparecer tras la puerta de una de las casas bajas y se alejó calle abajo.

El martes Teir se despertó a las nueve. Amadora descorrió las cortinas del cuarto y abrió las ventanas de par en par, su método particular para despertarle desde que era niño, no contenta con eso le retiró las mantas de la cama y las arrojó al suelo.

-El almuerzo ya está , niño, ducha y puerta, que tienes muchas cosas que hacer- Sentenció , Teir protestó algo ininteligible desde debajo de la almohada bajo la que había escondido la cabeza- Y no me hables en inglés, que sabes que no te entiendo- y desapareció en el baño, donde abrió el agua de la ducha.

Bajó las escaleras, recién duchado ,vestido,desayunado y no de muy buen humor, media hora después. En el segundo piso, le salió al paso Ebra, peinándose su larga melena con un cepillo, descalza y envuelta en una bata de seda azul que tenía como motivo mariposas verdes.

-Buenos Días…te has caido de la cama?- Preguntó irónica clavando en él su intensa mirada verde, él le quiso dirigir una mirada a la altura, pero, incapaz, negó con la cabeza y soltó un buche de aire, mientras continuaba bajando las escaleras.

-Cálzate, Ebra…te vas a enfriar…

-Andar descalzo es bueno…no sé para qué…pero es bueno…lo leí en el Telva!…- Le aclaró ella a través del hueco de la escalera, sin dejar de peinarse sus largos mechones.

-Niña, no grites, que no es de recibo…- Acarició la voz de Amadora ya junto a ella, Ebra, se volvió y ladeó la cabeza, pero permaneció en silencio- Ven, que te hago la trenza, que ya pareces El Último Mohicano…

-Daniel Day Lewis y Madeleine Stowe…una película preciosa..

-Ya, tú ven- Y ,del brazo, bajaron juntas las escaleras.

Teir, entretanto, ya estaba en el garaje, a punto de salir con el coche. Tenía que ir a la capital a una junta de accionistas y a la comida posterior, maldecía para si mientras acomodaba un portadocumentos sobre el asiento del copiloto, cuando algo llamó su atención en el suelo. Era una pañoleta azul, con un monograma en blanco, por un momento no supo cómo podía haber llegado aquello a su coche. Entonces se acordó de Alicia. Se le tenía que haber caído cuando la había llevado a casa. Dobló la pañoleta y la colocó sobre el portadocumentos. Luego se mesó el cabello aún húmedo.

-Alicia Gómez Reino- Musitó para si. Sin saber por qué sonrió. Accionó el contacto y acarició la pantalla del navegador con un dedo, para acceder a la dirección.- Alicia Gómez Reino.

-Comprar un lavavajillas sería una estupenda idea- Paco González Reino, primo de Alicia y hermano de Azu, estaba sentado a la mesa de la cocina tomando un café solo, de pie junto a las alacenas,su compadre Moisés, que pasaba más tiempo en aquella casa que en la suya propia,le miró sin dar crédito.

-Y quién lo agencia? Tú?- Preguntó irónico, al tiempo que liaba un cigarrillo, tenía el pelo pelirrojo, muy rizo, y los bucles le caían por delante del rostro. Paco se encogió de hombros y tomó otro sorbo de café, luego guiñó levemente sus ojos azules y alzó las cejas.

-A lo mejor..de segunda mano- Ideó, Moisés meneó negativamente la cabeza y ligó el papel del cigarrillo con la lengua.

-Siempre salen malos…por algo las gente los da- Paco hubo de darle la razón y meneó la cabeza, aún tratando de encontrar una solución.

Entonces sonó el timbre de la puerta, ambos se miraron, y Moisés se escabulló hacia las habitaciones de atrás. Todos los conocidos de la gente de la casa sabían que la puerta estaba siempre abierta, ya que la cerradura estaba estropeada. Todo aquel que llamaba al timbre significaba algún problema. Paco se incorporó entonces cuan largo era y se dispuso a enfrentar el problema, fuese cual fuese, con la taza de café en la mano.

-Buenos Días, qué se le ofrece?- Saludó al ver a Teir, quien en ese momento daba al seguro de su coche con el mando a distancia, al haberse dado cuenta, poco a poco, de a dónde había ido a parar. Luego se volvió,todavía un tanto confundido, hacia Paco,.

-Buenos Días, mi nombre es Teir Parker…y…- Comenzó, sin saber muy bien cómo continuar, con la pañoleta en una mano y las llaves del coche en la otra. Paco tomó un sorbo de su café y asintió con la cabeza.

-Supongo que usted viene de parte del casero, por lo de la parte de atrás- Supuso Paco, dándole paso, Teir carraspeó y casi sin atreverse entró en el reducido y oscuro recibidor, presidido por un enorme cuadro de un ciervo que saltaba una valla, Paco, al notar la expresión de Teir al verlo, lo señaló con un vago gesto de la mano.

-Este no es nuestro, ya estaba aquí- Explicó, Teir parpadeó varias veces y volvió a carraspear, sin saber qué comentar al respecto, Paco le indicó que le siguiese al interior.

-No…yo, en realidad,venía…- Comenzó otra vez Teir, que tropezó entonces con dos pares de botas de goma de caña alta, Paco levantó las cejas contrariado.

-Son las botas de Berta, de cuando iba a las salinas, quedó de venir a buscarlas y ahí siguen…si le interesan…- Ofreció señalándolas, Teir declinó el ofrecimiento amablemente y Paco le dejó entrar primero en la cocina.- He hecho café, no está mal, creo que es etíope, o algo así, quiere una taza?- Ofreció cogiendo ya la cafetera italiana, Teir pensó que, otro café no le iría mal si después quería aguantar despierto una eterna junta de accionistas, así que aceptó la invitación gustoso- Siéntese por ahí, esa azul cojea mucho, el resto van- Invitó señalándole las sillas que rodeaban la mesa de la cocina, Teir optó por quedarse de pie, había tenido que agacharse para pasar por debajo del dintel de la puerta, al igual que Paco, y la estancia era tan reducida, y tan llena de cosas, que no salía de su asombro de todo lo que aquella cocina contenía en tan poco espacio.- Lo quiere solo?- Teir asintió con la cabeza, mientras observaba las alacenas, llegando a la conclusión de que en realidad no eran alacenas de cocina, sino pequeñas mesillas de noche de madera, bien cuadradas unas contra otras- Es usted del Ayuntamiento?- Preguntó Paco, tratando de localizar a Teir en alguno de los problemas que podían llamar a la puerta, Teir guardó las llaves del coche en el bolsillo de su americana y le agradeció la taza de café humeante.

-No, yo he venido a devolver algo a su propietaria- Explicó al fin, tomando un sorbo, tuvo que admitir que estaba realmente bueno.

-Su propietaria?….créame, ninguno de nosotros posee nada en especial, está seguro de que no se ha confundido de calle?- Preguntó irónico Paco volviéndose a sentar en la silla de antes, Teir se estaba preguntando lo mismo, pero su sistema de navegación era el más caro del mercado, no había lugar a dudas. Iba a explicarle el motivo de su visita, cuando escucharon abrirse la puerta de la calle. La persona que entró también tropezó con las botas de Berta.

-Pero bueno! Estas botas un día desaparecen…- Casi maldijo la voz de Alicia, quien apareció después en la puerta de la cocina, su cola de caballo casi deshecha, con una blusa verde agua y vaqueros gastados, su mínimo bolso de cuero en bandolera, parecía tener un largo camino tras si, habida cuenta de su expresión de cansancio. Sus ojos no pudieron abrirse más de sorpresa al descubrir a Teir en la cocina, éste sonrió al verla.

-Et voilá- Dijo señalándosela a Paco con la taza, Paco guiñó levemente los ojos y bebió un sorbo de café, tratando de entender lo que estaba pasando, Alicia no salía de su asombro y miró a Paco buscando una explicación, éste optó por alzar las cejas y mantenerse al margen- Yo soy Teir, el que te trajo la otra noche, y tú eres Alicia Gómez Reino- Y se adelantó a darle dos besos, que ella correspondió con una atónita sonrisa, Paco se acomodó en su asiento, como quien se dispone a ver por fin el final de una película de suspense. Teir le mostró a Alicia la pañoleta y ella dio una palmada al reconocerla.

-Concho!Pensé que la había perdido!, muchas gracias!- Agradeció tomándola de sus manos, Teir no pudo evitar reir, y cayó en la cuenta de que hacía mucho tiempo que no lo hacía.

-Perdona el retraso…la descubrí hoy- Se disculpó, ella hizo un gesto con su mano, quitándole importancia.

-Está bueno el café? Creo que hay galletas en alguna parte- Indicó ella tratando de corresponder de alguna manera, Paco le señalo una de las alacenas y ella sacó de ella un paquete empezado de galletas de nata, Teir observaba sus movimientos en silencio, incapaz de desterrar la sonrisa.- Por favor, siéntate, la azul cojea…- Invitó liberando un poco la pequeña mesa, Teir se sentó entonces junto a Paco, quien seguía intentando encontrar el posible universo paralelo en el que aquellos dos podían haber coincidido, Alicia colocó las galletas en un plato y lo puso sobre la mesa, luego se volvió para preparar otra cafetera.

-Pues qué bien…- Acertó a decir, poniéndola sobre el fuego. – Y cómo diste con esto otra vez?

-Mi navy, este fue el último destino- Explicó Teir, Paco le miró y parpadeó lento, para luego concentrarse otra vez en su café- Desde entonces no volví a coger el coche…pero hoy tengo una cita en la capital…y por eso…

-Con el médico?

-No, junta de accionistas, nada de particular- Paco y Alicia le miraron en silencio, cada uno sacando sus própias conclusiones, hasta que la cafetera anunció que el café ya estaba listo.

-De quién va a ser el coche sino? Es del Gumer fijo…

-Pues ha debido robar un banco, o dos, o algo así…porque el que tenía era un corsa, y viejo….

-O eso o algo del Moisés….

-Y viene a buscarle el ministro de justicia en persona….pues ya le vale….

-Ay!…estas botas…si veo a la Berta se las tiro, así, ves? Tras!

-Quién abrió ya el café etíope? Que lo tenía para…- Azu y su madre Camelia se quedaron clavadas en el umbral de la puerta de la cocina. Camelia cogió de la mano a su hija y se llevó la mano al pecho, al ver a Teir sentado en su cocina, quien se incorporó automáticamente al verlas.

-Teir Parker…mi tía Camelia y mi prima Azu..- Presentó Alicia, Teir les ofreció la mano y ellas se la estrecharon, sin todavía poder articular palabra.

-Nada me gustaría más que quedarme, pero me tengo que ir, muchas gracias por el café….etíope dijísteis?, realmente riquísimo- Comentó Teir, el grupo murmuró algo indistinto y Alicia se dispuso a acompañarle a la puerta.

-Gracias otra vez..- Musitó ya en la calle, sin saber qué hacer con las manos, Teir sacó las llaves del coche de la americana y abrió el seguro sin volverse.

-Gracias por el café y las galletas….dónde las comprásteis?- Se interesó, de repente sus ganas de asistir a la junta de accionistas eran mínimas, si por el fuera se quedaría toda la mañana allí tomando café y comiendo galletas de nata, se mesó el cabello para intentar apartar la idea, sin conseguirlo del todo.

-En el super, 1,20 € un pack de tres- Y por un instante se quedaron en silencio, ella se apartó un mechón inexistente de delante del rostro, y él hizo amago de ir hacia el coche.

-Pues nada, hasta luego- Se despidió él yendo hacia el coche como quien aún quiere decir algo, pero no sabe qué.

-Cuidado en la carretera…- Anotó ella, él se volvió y sonrió.

-Lo tendré, gracias Alicia- Y metiéndose en el coche, tras arrancar se marchó calle abajo, no sin antes dar un golpe de claxon como despedida.

Alicia volvió a entrar en la casa, y se encontró a toda su familia, incluido Moisés, reunida en la cocina. A su entrada, su tía volvió a cogerle la mano a Azu y se llevó la mano al pecho.

-Pero niña…tú qué hiciste?

Ginebra Parker-Wyatt y González de Robles entró midiendo sus pasos en el salón de la planta baja. Éste se extendía en tres amplias estancias acristaladas, que se abrían a una de las terrazas, protegida del sol por toldos de lino ocre. Las tres estancias estaban decoradas en tonos y estilos combinados, que iban del marrón al beij claro, traducidos en sofás, sillones, butacas ,sillas y mesas bajas, que se repartían con mano maestra, de forma que al entrar daba la impresión de atravesar un paisaje de dunas. Teir estaba sentado en un butacón al fondo, en la zona marrón, junto a la ventana. No la había visto entrar, así que se sorprendió un poco al oir su voz.

-Alasteir?- Preguntó, sólo le llamaba así cuando le quería pedir una favor grande, Teir le respondió con un sonido ininteligible sin levantar sus ojos de los papeles que le ocupaban- Tienes algo que hacer hoy?- Teir la miró entonces, estaba impecablemente vestida con un traje pantalón de lino azul y deportivas del mismo color. Amadora le había peinado una trenza que le alcanzaba la media espalda. Teir le mostró los papeles que tenía en la mano.

-Estoy muy ocupado, Ebra, no lo ves?- Dijo queriendo resultar convincente, sin conseguirlo. Ebra se sentó frente a él en un reposapiés y permaneció en silencio sin apartar sus enormes ojos verdes de él. Teir parapadeó varias veces y miró hacia la ventana, suspiró, no tenía uno de sus mejores días, y lo último que necesitaba era una discusión con su hermana, que, igual cómo, no llevaría a ninguna parte.- Qué quieres, Ginebra María del Perpétuo Socorro?- Claudicó, dejando los papeles a un lado, Ebra pareció alegrarse de ser por fin centro de su atención.

-Tengo cita en el fisio, y necesito que me lleves- Explicó arreglándose un poco la blusa.

-Aún mantenemos a Paulo, que te lleve él….

-Pero es que hoy quiero que me lleves tú.- Teir miró al techo buscando paciencia y se incorporó, ella le imitó y le arregló el cuello de la camisa, para después acariciarle la cara. Teir sonrió a medias y se alejó entonces hacia una de las puertas, atravesando la zona beij.

-Diez minutos- Le oyó decir antes de que abandonara el salón. Ebra se colocó mejor tres cadenitas que llevaba al cuello y ensayó algo parecido a una sonrisa. Luego volvió a sentarse en el reposapiés a esperar.

La carretera discurría entre los olivares, se extendían hasta donde alcanzaba la vista,rudos, y en perfectas hileras. “Qué vamos a hacer con esto”, la voz de Ebra rompió el silencio en el coche, y, por un instante, él,no supo a qué se refería, ni se molestó en mirar, quiere responderle que mandará talarlos ,donará la madera para leña y aplanará los terrernos con bulldozers. Pero guardó silencio. Se limitó a encogerse de hombros y poner la radio. No tenía un buen día. Ella tampoco.

La dejó delante de la puerta de la consulta del fisioterapeuta, antes de salir del coche ella le dice que pase a recogerla en dos horas, el trato era llevar nada de recoger, pero ella se alejó antes de que pudiera protestar. No le compensaba volver a la casa, así que decidió acercarse a la tienda donde tenían la lista de boda los Remirez- de las Cuevas, tenían plazas de aparcamiento para clientes y se ahorraba dar vueltas. Titina le recibió como si no le hubiera visto en años, si bien había visitado la tienda hacia dos semanas por el mismo motivo, pero para otra boda.

-Tienen unos candiles preciosos y muy bien de precio- Él se preguntó para qué necesitaría nadie un candil, pero asintió y la siguió por la tienda sin mirar los muebles y todo tipo de objetos decorativos que casi la abarrotan, por encima del hilo musical hizo su aparición el ruido de una aspiradora, Titina se disculpó- Perdona, pero es que prefiero estar yo cuando vienen a limpiar, la anterior no paraba de romperme cosas y no era plan- se arregló un poco el pelo, ya de por si arreglado, y le sonrió, el intentó localizar la aspiradora, pero los muebles se lo impidieron- Este buzón es ideal- Es una caja rectangular de madera azul con tapa en su parte superior y la palabra Post labrada en rojo , el la examinó escéptico,Titina lo volvió a poner donde estaba y continuó su periplo por la tienda explicandole cosas. Y allí estaba la aspiradora. En la zona de aparadores y cómodas, aspirando con cuidado entre dos mesitas de te. La chica estaba de espaldas, el pelo trigueño en una cola de caballo, pantalones vaqueros y camiseta azul, no notó su presencia, estaba a lo suyo. Titina quiso explicarle algo, pero el ruido lo hace imposible y se acercó enervada a la chica- Alicia, Alicia!..por Dios!, tengo una lista, haz el favor de pasar el plumero por la porcelana anda-casi le rogó acariciandose una sien, como si el ruido le fuese a provocar dolor de cabeza, la chica asintió y se volvió. Entonces Teir la reconoció. Alicia Gómez Reino.

-Hey, tú aqui?-Se descubre a si mismo preguntándoselo al tiempo que se acerca, Alicia le miró y sonrió, hace un gesto explicativo con las manos- Trabajo aqui-y extendió sus brazos a los lados como quien abre un cortinaje, Titina les miraba a ambos sin saber en qué contexto aunarlos. Por un momento se quedan los tres en silencio. Titina rio un tanto forzada dando una especie de palmada y le tomó del brazo- Ven, los mosaicos están aqui detrás- Teir se soltó con delicadeza – Creí que trabajabas en catering- Alicia negó con la cabeza al tiempo que recogía el cable de la aspiradora- Sustituí a mi prima, estaba pachucha, lo mio es esto…-explica señalando la aspiradora con un gesto con los ojos. Los tiene verdes. Teir asintió y notó la ligera crispación de Titina- Creo que me llevaré un jarrón- concedió, Titina levanta las cejas y esconde un mechón de pelo tras una oreja- Ahora te busco algo- Y se aleja tras mirar de forma sesgada a Alicia quien seguía en su labor de recoger el cable. Él iba a comentarle algo, pero Titina apareció ante él con un pesado candelabro con infinidad de brazos.

-Estos candelabros de plata de ocho brazos, por ejemplo, con peana de marmol rosa- Y se lo entregó para que pudiera apreciar a qué se refería- Quinientos la pieza, nada mal.- Alicia, a la espalda de Titina, miró entonces a Teir abriendo mucho los ojos, queriendo así desaconsejarle semejante compra, y le señaló disimuladamente, haciendo como que pasaba un paño, una caja-joyero de madera rojiza y brillante, que, como único adorno tenía una bonita cerradura de plata con una llave de la que colgaba un bordón dorado.Teir entendió lo que quería decirle y dejó el candelabro a un lado.

-Muy bonito, pero…quizás esta caja- Decidió cogiéndola de encima de la mesa, Titina arqueó una ceja y se colocó bien las pulseras.

-Como quieras…no es mucho…

-Lo importante es el gesto, no?…pues ya está…- Terminó Teir entregándosela, Titina maquilló una leve sonrisa y se alejó con la caja. Teir aprovechó para acercarse a Alicia.

-Muchas gracias….al final siempre acabo comprando jarrones- Admitió casi disculpándose, ella sonrió y se apartó un mechón invisible de delante del rostro, guardándolo tras una oreja..

-“Una caja así viste una mesa”, no es mía, lo leí en algún sitio- Delató sin apenas alzar la voz y pendiente del posible regreso de Titina, él también miró en la dirección por la que se había alejado.

-Para la próxima encomienda, te pido consejo- Anunció, ella rio y se tapó la boca para no llamar la atención, él asintió fingiendo seriedad- En serio, no se hable más- En eso regresó Titina, con una tarjeta para adjuntar al regalo. Alicia hizo como que recogía el cable de la aspiradora.

-Alicia, arriba habría que deshacer cajas, Carmen ya está en ello….si pudieses ayudarla- Comentó Titina, sin dedicarle siquiera una mirada, Alicia contestó que sin problema, y se alejó con la aspiradora en la mano. Teir la siguió con la mirada, e iba a decirle algo, pero Titina reclamó su atención.- He de insistirte en que es poco….pero tú verás.

Él cogió el bolígrafo que le ofrecía, y, apoyando la tarjeta sobre una cómoda, escribió la frase que siempre rezaba en sus tarjetas de regalo. “Os desean lo mejor, Teir y Ebra Parker-Wyatt G.d.R.”

-Buenas tardes, Beautiful, te puedo acercar a algún sitio?

Alicia soltó una especie de chillido y se apartó automáticamente de un salto del borde de la acera por la que caminaba hacia casa, cuando alzó la vista y descubrió a Teir al volante del coche del que provenía la voz, no pudo sino reirse. Él abrió la puerta del copiloto para dejarla entrar.

-Si me dices que me estás siguiendo, me bajo y llamo a la Guardia Civil… -Anunció ella antes de ponerse el cinturón, él sonrió y dudó un instante.

-Yo sólo pasaba por aquí….- Argumentó levántando las manos abiertas en el aire, como muestra de su inocencia, ella le miró y arqueó una ceja, para después concederle también una sonrisa y apartarse una mechón invisible de delante del rostro.

-Tengo otra encomienda..

-Qué raro!

-Una comunión, gemelos..

-Niños o Niñas?

-Niñas…

-Si les compras dos casas de la Barbie, le da un disgusto a la madre..- Él rio y le señaló la guantera.

-En la guantera está la lista…

-Ah! Hasta tienen lista…acabáramos!- Y ella hizo un falso gesto de sorpresa, antes de abrir la guantera, él negó con la cabeza y le volvió a dar la risa. Había olvidado dónde la había guardado, y ahora la volvía a encontrar. Alicia Gómez Reino, pensó.- “Estancia de dos semanas de campamento en Irlanda..”, “Dos juegos completos de desayuno de Villeroy & Boch”….parece la lista de regalos de los premios Nescafé….

-Tal cual…

-Pues casi me inclino por las casas de las Barbies, fíjate…

-Pues sea….y eso dónde se compra?

-En Sánchez Juguetes, tú dale que yo te guío…- Él volvió a reir, y se incorporó a la carretera.

Comenzó entonces una colaboración eficaz y bien orquestada. Las celebraciones a las que Teir estaba invitado y para las que necesitaba regalo estaban planeadas con meses de antelación, con lo cual hicieron una lista de prioridad temporal, que iban trabajando a medida que iban comprando el presente correspondiente. En un principio quedaban una vez a la semana, pero después la frecuencia fue aumentando hasta encontrarse casi todos los días, Teir le mandaba un mensaje por Whatsapp para saber dónde tenía que pasar a recogerla, según dónde ella estuviese trabajando o no, y juntos iban a los negocios donde estuviera la lista, excepto a Titina, donde iba él solo y ya con la pieza escogida de antemano.

-Hoy no te viene a recoger Kennedy?- Preguntó su tía Camelia, Alicia y Azu sentadas junto a ella a la sombra de la parte de atrás de la casa, hojeaban un catálogo de muebles de jardín, Alicia la miró y sonrió.

-No, hoy no….y por qué le llama Kennedy, tía?

-Porque se le da un aire….sólo que en alto, el Kennedy otro no era alto- Puntualizó Camelia levantando el dedo índice de la mano derecha, Alicia rio y pasó otra hoja.- Vive en la casa grande del alto del olivar?-Alicia asintió con la cabeza, y Camelia se santiguó dos veces besando después la cruz de oro que llevaba al cuello en una cadena, Alicia la miró sin esconder su sorpresa.

-Ay tía…y por qué se santigua usted?-Indagó, Camelia levantó las cejas, pero guardó silencio.

-No nos deje así, madre…qué pasa?- Insistió Azu, pero Camelia , que tenía una revista de crucigramas en el regazo, se puso las gafas y volvió a ellos.

Alicia cerró el catálogo y se volvió en la silla hacia ella, para insistir, pero le sonó el móvil.Sonrió al ver el número y deslizando el dedo sobre la pantalla entró en la casa para contestar.

-Digamelo, madre, ahora que no está….qué pasa?- Camelia guiñó los ojos para leer mejor algo.

-“Dícese del que sufre”….”sufridor” de toda la vida…por mucho que en la radio digan “sufriente”…- Y dio por terminada el turno de preguntas, Azu negó con la cabeza. En eso, Alicia regresó arreglándose la cola de caballo y ya con el bolso en bandolera.

-Pues al final sí…..que no fue a la capital- Explicó.

-Viene hasta aquí?- Ella asintió, y las dos mujeres se incorporaron casi a la vez, ella rio.- Es que nunca nos lo perdemos, verdad, madre?.

El Bentley negro paró delante de la casa apenas veinte minutos después, Teir se bajó y le abrió a Alicia la puerta del copiloto, dándole paso al coche con una leve reverencia imitando a un lacayo, ella soltó una carcajada y se subió, antes de rodear el coche para volver a subir, Teir se despidió con la mano de las dos personas que observaban la escena desde el interior de la casa, a través de la ventana de la cocina, luego el coche desapareció calle abajo.

-Y esto cómo acaba, madre?

-Como tenga que acabar.

Las dos semanas que siguieron, no hubo compras, ya que Teir tuvo que ausentarse a arreglar asuntos a Madrid y Valencia. Alicia, repartió su tiempo entre los trabajos de limpieza de locales y ayudar en el cuidado de su primo Juanlu, quien, tras un accidente de trabajo, yacía en la cama sin poder moverse. Su mujer, Flori, para solventar su ya de por si precaria situación económica, había comenzado a trabajar de interna en una casa en el pueblo vecino, y la famila, a turnos, se ocupaba del cuidado de Juanlu y de los dos hijos.

-Si lo giras hacia ahí, yo lo aguanto por aquí, a la de tres y yo estiro- Explicaba Paco, él y Alicia estaban en los lados opuestos a la cama dónde se encontraba Juanlu, le acababan de lavar y cambiar el pijama, ahora se disponían a mudar las sábanas, Alicia se separó un mechón rebelde que le caía por delate de la cara con un soplido y asintió- A la de tres? Venga va….con cuidado- Ella entonces giró a Juanlu, que gimió quedo y Paco estiró la sábana mientras le sujetaba la espalda con la otra mano, luego volvieron a acostarle con suma lentitud, lo que no evitó que Juanlu se quejara otra vez- Listo, limpio como una patena- Sentenció Paco, limpiándose el sudor con un kleenex, Alicia recogió la ropa del suelo y salió del cuarto para poner la lavadora, Paco entreabrió la ventana y corrió la cortina, para tamizar el sol.Luego la siguió.

-Después vuelvo y la cuelgo, que en nada se seca- Dijo Alicia, mientras metía la ropa en la lavadora, Paco se apoyó en el quicio de la puerta del cuarto de baño.

-Alicia, yo quiero que sepas que por mi no hay problema- Ella le miró y se apartó el pelo de delante de la cara, sin saber a qué se refería, él alzó las cejas- “el inglés” me refiero, la gente va diciendo cosas, que ni les van ni les vienen…y yo quiero que tú lo sepas, que por mi aquí paz y después gloria…- Ella se recogió los mechones tras las orejas, y frunció algo el ceño.

-Primero que no es “inglés”, y segundo que ayudar a elegir regalos no es nada malo…pero gracias Paco, ya sé lo que me quieres decir…- Paco sonrió y sacó una cajetilla de tabaco blanda del bolsillo del pantalón.

-Las que tú tienes, salgo al vicio y hacemos la cocina?- Ella cerró la puerta de la lavadora y dio una vuelta a la rosca del programa, luego pulsó la tecla para que comenzase a lavar. Acto seguido, dio una palmada y le sonrió, Paco le correspondió con un beso en el aire y ambos salieron del cuarto de baño.

Después de arreglar la cocina, se sentaron a la sombra a esperar la llegada de Azu, quien tomaría el relevo. Alicia se fue en cuanto su prima llegó, Titina le había pedido a Alicia si podía ayudarles a desembalar cajas y no quería llegar tarde.

-Hola Beautiful- Su voz desde la oscuridad la asustó al salir del negocio, ya de noche, y ella se llevó la mano a la boca para reprimir mal un grito, le adivinó apoyado contra la pared.

-Y a tí qué se te ha perdido a estas horas aquí?- Preguntó a media voz, acercándose a él, y mirando al tiempo a su alrededor, la calle estaba desierta. Él le tomó una mano y la atrajo hacia si con suavidad. Sin darle tiempo a reaccionar, la buscó.

-Esto- Dijo, como respuesta a su pregunta,mientras escondía el rostro de ella entre las manos, ella acertó a sonreir y se las acarició, buscándole entonces a su vez.

– Siempre pensé que érais seres especiales, que no teníais que ver con la gente de este planeta – Musitó ella, casi hablándole a la penumbra, envuelta en una fina manta que cubría su denudez, medio acurrucada en una de la butacas junto a la terraza, Teir descalzo y sólo vestido con los vaqueros, se sentó junto a ella en la otra butaca al tiempo que le entregaba una cerveza helada.

-Pues no, también vamos al vater por la mañana y nos duelen los pies- Aclaró recostándose en la butaca y tomando un trago de la cerveza, ella le miró y rio, con su risa de catarata, que contagió en él una franca sonrisa.

-Y también os gusta hacerlo a horas intempestivas…

-Si, pero sólo con rubias pecosas…- Y otra catarata cruzó la penumbra.

-Y este es tu picadero…o qué?- Comentó ella tras un largo trago, él alzó las cejas un instante y, cerrando los ojos, se pasó la botella helada por la frente.

-No…los compramos sobre plano, una inversión como otra, en total cuatro, este es el único amueblado- Explicó, concentrado en sentir como su frente se enfriaba por momentos.

-Te duele la cabeza?

-No, es la manera más rápida de resfrescar las ideas- Alicia sonrió y le imitó, descubriendo la peculiar sensación. Permanecieron un rato así, pasándose las cervezas por la frente, en silencio.

-Si nos ve alguien…nos toman por una secta- La voz de ella rompió la oscuridad que se había apoderado del salón, Teir soltó una carcajada, hacía tanto tiempo que no lo hacía que después hubo de toser y beber lo que quedaba de la cerveza.

-Beautiful?

-Dime, Kennedy…

-Nos tenemos que ir…

La dejó en la puerta de su casa casa entrada la noche. Él acaricia el volante con la palma de la mano derecha. Ella le pregunta si pasa algo. El niega con la cabeza, sus ojos en algún punto de la oscuridad. Se decide a mirarla y ella a él. Silencio. No necesitan explicarse nada. A ella le da la risa. Él vuelve a menear la cabeza. Sonríe. Y apoya la cabeza sobre el volante, como dándose por vencido. Ella ríe y le acaricia la espalda. Hasta mañana. Él le da un último beso. Hasta por la tarde. Ella salió entonces del coche, y él esperó a verla desaparecer en la casa, antes de seguir camino.

-Pues sí que estaba sucia la tienda…- La voz de Azu la recibió desde la puerta de la cocina, ella sonrió y se apartó un mechón invisible de delante de la cara- Espera…espera una momento, déjame que te vea, niña…-Y cogiéndola de la mano, la hizo entrar en la cocina, dando la luz. Ninguna de las dos pudo contener la risa.-Tú has salido hoy por la Puerta Grande- Alicia quiso soltar una carcajada, pero se tapó la boca, Azu hizo lo mismo.-

-Tanto se nota?- Preguntó Alicia, sin saber muy bien qué hacer con las manos.

-Te tiene camelada, no lo puedes negar…- Azu le dio un azote cariñoso, y Alicia rio escondiendo la boca, para no despertar a nadie, luego ambas salieron de la cocina hacia su cuarto.- y él….dio la vuelta al ruedo?

-A hombros!- Y entonces si que no pudieron callar la risa, y al ver encenderse la luz bajo la puerta de su tía, se apuraron a entrar en su habitación.

-Y tú?….de dónde vienes?- Preguntó la voz de Ebra desde la oscuridad del salón principal, Teir dio la luz del recibidor y dejó las llaves sobre la cómoda, mientras se dirigía hacia las escaleras.

-De por ahí….con Miguel y estos…- Mintió como explicación, subiendo ya las escaleras, Ebra salió al recibidor entonces, el kimono hoy era rojo con gruyas amarillas, estaba descalza, como de costumbre y su larga melena negra caía en cascada sobre sus hombros. Cruzó los brazos y le siguió un trecho escaleras arriba, guiñando los ojos inquisitivamente.

-En Londres?- Preguntó irónica, a sabiendas de que el tal Miguel se encontraba en la capital inglesa, él cesó un instante en su ascensión, pero continuó sin volverse.

-Ebra….- Advirtió cuando ya alcanzaba el segundo tramo de la escalera, de peldaños alfombrados en verde.

-Ebra, qué?!….Si yo me fuera a ir por ahí una noche…te avisaría…no?- Su voz retumbó en todas las paredes, Teir se frotó los ojos con las palmas de las manos y se volvió.

-Tú nunca te vas una noche, Ebra, y si así fuese, y no me llamases…no te haría una escena, Buenas Noches- Y a buen paso la dejó tras de si, desapareciendo en sus dependencias del tercer piso. Ebra le siguió con la mirada, y esperó un instante a verle aparecer de nuevo, para disculparse, como normalmente solía ocurrir. Pero Teir no regresó. Ella bajó entonces la escalinata de nuevo, lentamente, y sacando un peine de uno de los bolsillos del kimono comenzó a peinarse uno de los largos mechones mientras dirigía sus pasos de nuevo al salón.

-“Una escena” dice….el tiempo que hace que no hago yo “escenas”…

Lo primero que hacía Teir nada más despertarse era llamar a Alicia. Normalmente pasaba a buscarla hacia el mediodía, así que Alicia había acabado por acudir a sus labores de limpieza en las primeras horas de la mañana, para poder estar con él el resto del día. Iban a la capital a resolver los encargos correspondientes y después regresaban al apartamento, lejos de miradas curiosas y comentarios que ya empezaban a inundar el pueblo, algunos más benignos que otros, pero que todavía no habían llegado a más y ellos procuraban no alimentar, llevando su relación de la forma más discreta posible.

-Me tengo que ir…- Alicia se levantó de la butaca junto a la terraza, y se arregló la blusa, dispuesta ya a colgarse el bolso, habían pasado toda la mañana eligiendo una vajilla en la capital, y después se habían traido un menú chino para comer en el apartamento. Teir, recostado en la butaca vecina, la miró contrariado.

-A dónde? No tenías hoy el día libre?- Alicia se calzó las zapatillas de deporte y se arregló la cola de caballo.

-A casa de mi primo Juanlu, desde lo de la obra no se puede mover y, como Flori no está en toda la semana, nos turnamos entre todos…. hoy me toca a mí- Se lo explica sin darle importancia, como a todas las cosas buenas o malas que le pudieran pasar. Teir se incorporó en su asiento y tardó un instante en reaccionar. Parpadeó. Alicia sonrió para si, sabe que cuando Teir no entiende algo parpadea varias veces, como si hacerlo aclarase sus dudas.

-Lo de la obra? Qué obra?- Alicia intentó resumir toda la historia en su cabeza, y abrió las manos en el aire, buscando como empezar al tiempo que buscaba las palabras en algún lugar de la lejanía. Suspiró al fin y dejó caer los brazos, dándose por vencida, sin llegar siquiera a intentarlo. Teir la miró, y alzó las cejas, dejándole tiempo.

-Trabaja en la construción?- Preguntó finalmente, Alicia asintió y, lentamente, se volvió a sentar.

-Él andaba a las obras, y hace un año se cayó por el hueco de un ascensor…bueno, me explico, por donde tendría que haber estado el ascensor, cinco pisos….- Y dejó caer la palma de su mano sobre su rodilla, en caida libre, como lo había hecho su primo. El ruido de la palmada sobre la piel, disgustó a Teir, quien torció el gesto, al imaginarse la escena.

-Pero esas cosas las hace el seguro, lo de mandar una persona que ayude y eso…por qué tienes que ir tú?- Quiso saber, sacando su pitillera del bolsillo, para encender luego un pitillo, que movió en el aire con un gesto desvaido al tiempo que expulsaba el humo- Y, además, supongo que habrá tenido una indemnización- Su mirada encontró la de Alicia, errante por las montañas que se distinguían a lo lejos, con los ojos un poco guiñados, como tratando de distinguir algo impreciso en la distancia. Negó lentamente con la cabeza, para luego inclinarla y arreglarse la bastilla de la falda con la punta de los dedos.

-Cómo que no…?Sean cuales fueran las circunstancias, estuviese o no allí el ascensor, se trata de un accidente laboral claro- Explicó Teir, moviendo el pitillo a la vez que hablaba y expulsando el humo hacia arriba, Alicia se encogió de hombros y entrelazó las manos contra la rodilla, mirándole de soslayo.

-Le dijeron que nones- Su frase quedó suspendida en el aire por un momento, en el que Teir la miró sin comprender, mientras parecía recorrer de memoria todos los artículos legales que aún tenía atesorados en algún lugar de su cabeza.Tomó otra calada y soltó el humo despacio. Alicia le miró casi sin atreverse, la mirada de él estaba clavada en algún lugar de la terraza. Sin parpadear.

-Estaba en nómina?- Ella respondió afirmativamente con la cabeza.

-Bueno, me explico….creo que estaba en una de esas empresas que mandan gente a otra empresa y….- Teir tomó ora calada del cigarrillo y asintió sin dejarla terminar.

-Una subcontrata- Aclaró y apagó el cigarrillo contra un cenicero en el suelo, Alicia se encogió de hombros. Teir se levantó de la butaca y le ofreció la mano, ella se la cogió y él la ayudó a incorporarse.- Cómo dices que se llama tu primo?- Alicia le miró sin saber a dónde quería llegar.

-Hola,soy yo, necesito un pasante

-Para?

-Para qué voy a necesitar un pasante………..?Para bailar un tango?

-Podía ser, tengo una ahora, la hija de Silvestre Aguilar el que se casó con la pequeña de…

-No me importa quién es, sólo que trabaje rápido.

-Qué tienes entonces?

-Te envío a Paulo, mañana a las ocho.

-La dejarás desayunar…

-A las ocho

Y le colgó el teléfono a su primo Teo sin despedirse, para continuar con la labor de separar los papeles en distintas pilas encima de la mesa del comedor. Contratos, subcontratos, pólizas, circulares, cartas, recibos, recetas, volantes , atestados e informes médicos, además de tres montones de tarjetas telefónicas prepago, billetes de autobús, facturas de productos de higiene y fotos. Cuando lo tuvo todo organizado, abrió uno de los aparadores y fue sacando piezas de una colección de dragones de porcelana china, que fue colocando sobre los distintos montones a modo de pisapapeles. Luego sacó un pitillo de la pitillera y, tras encenderlo, expulsó el aire despacio recorriendo la mesa con la mirada. Volvió a coger el móvil.

-Hola Satur, soy Teir……….., ya, bien, te llamo por el siguiente tema:Tu sigues haciendo peritajes?

 

-Déjale en paz- La voz cargada de insulto y desfachatez, hizo que Alicia se volviese, pero no le dio el gusto de alterarse, se limitó a alzar una ceja y enderezar los hombros, la mujer la miró aviesamente, con un gesto de desprecio tenaz- Te crees que le importas? No eres más que un pasatiempo, cuando se canse te dejará, como tiene que ser. Él tiene ya bastante con lo suyo, como para perder el tiempo contigo. Este es un primer aviso, no me hagas darte un segundo- Y la señaló con un dedo largo y delgado del que pendían varios anillos, Alicia no cambió un ápice su expresión ni se molestó en hacer uso de su voz, pero le mantuvo la mirada hasta que la otra no tuvo otra opción sino apartar la suya,y, con un golpe de su profusamente enlacada melena se alejó, castigando las baldosas del hall de entrada del edificio de oficinas en el que se encontraban en la capital para entregar documentos del caso de Juanlu. Alicia la siguió con la mirada, hasta que desapareció por la puerta, pensando en todas las cosas que podía haberle dicho, cuando la voz de Teir interrumpió su retaíla mental.

-No te preocupes por ella, Beautiful, su marido tiene otro desde hace años, y está amargada, yo también lo estaría…la verdad- Comentó mientras ordenaba una serie de papeles de colores, Alicia sonrió levemente, todavía ordenando sus ideas- Creo que voy a mandar a Marta, porque hay que volver….tú sabías que todavía hay que entregar cosas por triplicado y en persona?

-Pues claro, tú en qué mundo vives?- Él casi le dio la razón con un gesto y le ofreció su brazo.

-Y ahora a comer…no tienes hambre? Una hora esperando….yo no me explico- Ella le miró incrédula y negó con la cabeza dándole por imposible.

-A ti te pasa algo y no me lo quieres decir…- Comentó él ya en el coche de vuelta, ella continuó mirando por la ventanilla.

-A mí? No….qué me va a pasar?- Preguntó sin dejar de mirar el paisaje.

-Si has dicho cinco palabras desde que salimos del restaurante ya son muchas- Ella se aparató un mechón invisible de la cara y cruzó los brazos en silencio- Beautiful….?

-La tipa esa…me dijo que “ya tenías bastante con lo tuyo”….mira Kennedy, si es que estás casado o algo así….me bajo aquí mismo, sabes?….yo…- Las facciones de Teir se endurecieron por un instante, luego la miró fugazmente.

-Nadie te ha contado aún nada de “lo mío”?- Ella negó con la cabeza casi asustada.

-Pues entonces, te lo cuento yo.

-Mis padres, mi mujer Carmen, su hermana Laura, su marido Guillermo con sus hijos Álvaro y Manuel, mi hermano Oliver, su mujer Paula con sus hijos Carlota y Ben, y mi cuñado Pedro con sus hijos Juan y Jacobo. Ebra fue la única del grupo que sobrevivió…yo, tenía que hacer unas llamadas, iba a subir más tarde, lo último que me dijo Carmen fue “No te olvides los guantes”…lo guantes…Y les vi irse hacia los telesillas, tirándose bolas de nieve y riendo. En las películas se oye un estruendo, o vibran cosas….allí no. Cuando bajé a recepción había una mujer gritando fuera de si….aún tengo sus gritos en la cabeza,…y el personal del hotel corría de un lado a otro, como pollos sin cabeza. Preguntas qué pasa y te dicen que un accidente. No te preocupas. Entonces un señor inglés, lívido como una sábana te dice la palabra que lo explica todo. Avalancha. Me quedé clavado. Como en una campana de vacío. Sin poder moverme. Y acto seguido piensas que ellos seguro que no estaban allí, ellos seguro que no. Pero sí. Nos llaman “esa gente”, como si fueramos de otro planeta, como dijiste tú. Pero no tienen ni idea.Y “esa gente”soy yo. Que qué llevaban puesto. Alguna característica especial?. Y tú no te acuerdas si el pantalón de esquí de tu sobrino pequeño era verde o lila. O si tu madre llevaba gafas. Si el reloj de tu mujer era Tissot o Longines, si tu hermano tenía un lunar en la palma de la mano…No te los dejan ver. Sólo polaroids de cosas. De dedos con anillos y cascos rotos. Catorce cadáveres. Catorce autopsias. Y regresas en un avión con catorce ataudes. Ebra estuvo en coma mucho tiempo, rota, tiene clavos por todo el cuerpo. La nieve se llevó a sesenta. Sólo sobrevivieron cuatro. De alguna forma…Ebra se quedó allí también…Pasó dos años enteros sin decir una palabra. Deshice casas. Vendí coches. Compré guardamuebles. Doné ropa. Mis suegros convirtieron la que había sido mi casa en una especie de mausoleo…así que me mudé aquí. Era la casa matriz de mi padre. Nunca la habíamos usado, así que no nos recuerda a nada ni a nadie. Y allí estamos Ebra y yo desde entonces, con la buena de Amadora. Ellos se van….y nos dejan con sus recuerdos. Siempre están ahí. Aunque los quieras olvidar…..No es fácil convivir con fantasmas.- Se lo explicó con calma, estaban sentados en un banco en un alto del olivar, desde el que se divisaba el imponente paisaje de árboles y el pueblo, casi escondido en un rincón del valle, Alicia le había cogido una mano y se secaba las lágrimas de las mejillas con la otra, incapaz de cesar el llanto, él la atrajo hacia si y le besó la cabeza, ella apoyó la cabeza en su hombro cerrando los ojos.

-Y tú?- Preguntó él después de un rato en silencio, ella le miró y volvió otra vez a cerrar los ojos.

-A mí….me dejó por otra…- Dijo recogiéndose un mechón tras la oreja, él alzó la cejas sorprendido, acariciándole la cabeza.

-Imposible…en serio?- Ella le miró otra vez y asintió sonriendo levemente, callando que la otra venía en bolsitas de gramo a gramo, y una de aquellas bolsitas había sido la de más, de alguna forma ella también era viuda, pero su duelo ya se había ido hacía mucho tiempo, sólo le había quedado el recuerdo de algo que había sido y después no fue, aquel tiempo de muerte lenta. Sacudió la cabeza por un instante y entrelazó sus dedos con los de él. Él le levantó la barbilla con suavidad y le secó las últimas lágrimas con la palma de la mano.

-Ven, vamos, te voy a presentar “lo mío”.

Encontraron a Amadora tratando con la cocinera la cena en la cocina, amplia y bañada en la luz del porche al que daba, al verles entrar la cocinera se fue. Teir presentó a las dos mujeres, y luego se marchó a buscar a Ebra. Amadora llevaba un vestido mandilón negro y unas zapatillas planas del mismo color, el pelo cano lo recogía en un moño mínimo en la nuca. En cuanto se quedaron solas, Amadora la observó desde el extramo de la cocina, con las manos entrelazadas contra el vientre, sin apartar un ápice la mirada. Alicia, cabizbaja, se separó un par de mechones invisibles y respiró hondo ensayando una sonrisa, al alzar la vista se encontró con la sonrisa de Amadora, leve, pero amable.

-Tú eres la de Antonio el de los Cuencos- Dictaminó sin más, Alicia suspiró otra vez, ahora de alivio, y sonrió ante el recuerdo de su abuelo.

-Falta desde hace dos años…- Comentó con el respeto debido, Amadora asintió y se colocó bien una de las ebillas, tenía unas manos anchas y fuertes , pero bien cuidadas. Se acercó a ella despacio, hasta tenerla ante si, y le cogió una mano con suavidad, sus ojos negros, pequeños y audaces escrutaron los de Alicia, sin mudar el gesto.

-Escondió a mi padre….y nos dio su pan- Su voz queda deshizo algo en la garganta de Alicia, quien se llevó las manos a la mejilla, Amadora le recogió un mechón tras la oreja casi como una caricia- Tienes sus ojos- Y asintió como confirmándose algo a si misma, las voces de Ebra y Teir en el pasillo hicieron que se apartara, no sin antes apretarle levemente la mano, sin apartar sus ojos de ella, transmitiendole algo que sólo ellas entendieron y sellaron con lágrimas que no llegaron a derramar.

– Hola Alicia…yo soy Ebra- Hoy la bata era de seda amarilla con nenúfares verdes y azules, la melena en cascada, los pies descalzos, ladeó levemente la cabeza y pareció querer sonreir, luego se acercó a ella y la cogió del brazo- Ven, que te enseño nuestro casoplón….que este es un soso…- Y abandonó con ella la cocina, Amadora y Teir se miraron sin ocultar su asombro de ser testigos de volver a ver a Ebra mostrar interés por algo, y se dispusieron a seguirlas.

Un vehículo especial para transporte de minusválidos aparcó delante de la casa de Juanlu y Flori a la hora acordada. Tres hombres le sacaron de la casa en una silla de ruedas adaptada, y la rampa del coche hizo el resto. Flori se había puesto el vestido de flores que había llevado a la boda de su hermana, y una de sus sobrinas le había dejado unos zapatos salón que casaban con los pétalos azules del vestido, Azu le había hecho el pelo y las uñas. Escogió una cartera de mano, para después decantarse por un bolso charol, que dejó sobre la cama para elegir un bolso grande gris, Alicia acabó por entregarle un bolso cuadrado negro de piel, y, cogiéndola del brazo la guió fuera de la casa. Ella misma se había decidido por un camisero y sandalias blancas. Teir les abrió la puerta de su coche, y la comitiva se puso en camino al despacho de su primo Teo, que también era el suyo, donde iba a tener lugar la reunión con “la otra parte”, como habían acabado por definirlos.

El encuentro entre las partes iba a tener lugar en la sala de reuniones más grande de las que contaba el despacho, presidida por una larga mesa de caoba rodeada de doce sillas. Tras las debidas presentaciones, Teir se sitiuó en su lado de la mesa junto a Marta, la chica que le había servido de pasante durante la preparación del caso y Juanlu en su silla de ruedas, los cuatro letrados de la parte contraria se acomodaron frente a ellos. Alicia, Flori y Teo se sentaron en tres butacas a cierta distancia, de forma que podían presenciarlo todo como si estuvieran sentados en un teatro.

Lo que sucedió durante la hora siguiente, se podría describir como una opera en tres actos. En el primer acto, Teir, con el aplomo y minuciosidad de un experto narrador de historias, detalló los hechos que les ocupaban sin olvidar dato alguno, y blindó su versión de forma que la otra parte sólo pudo asentir visiblemente incómoda. En el segundo acto se fraguó un ataque masivo, contundente y por varios frentes, como el arranque de las sinfonías, sin alzar un momento la voz ni perder la calma mientras con batuta maestra les robaba los argumentos que habían pensado esgrimir en su defensa,antes siquiera de que pudieran hacer uso de ellos. En el tercero, un invisible ejército avanzó a paso seguro, desmontando todo halo de argumento, defensa o protesta a su paso, y sin tomar prisioneros, hasta que no quedó nada más que admitir, sino el triunfo de su verdad. En ese momento, Teo, se hubiera incorporado de su asiento y aplaudido mientras gritaba la bravura de la acción, como haría cualquier espectador extasiado ante un final sublime, pero se limitó a sonreir más que feliz y a dar una única palmada; Alicia sintió de pronto que su corazón no le cabía en el pecho y por un momento fue incapaz de moverse, ya que temió que, si lo hiciera, le saldría por boca, así que se la tapó con la mano; Flori,llegado ese momento, sólo pudo hundir el rostro entre sus manos, y romper por fin a llorar.

-Perroflauta- Le alcanzó junto al buffet de golosinas, Teir se dirigía hacia el exterior a fumar. Le había prometido al padre de la novia que se quedaría al discurso de los postres, pero después se iría. Teo le tiró de la levita del chaqué, él por un momento no supo si enervarse o imitarle.

-AmanteBandido- Le soltó buscando la pitillera, Teo le miró un tanto confundido, la última vez que se le hubiera podido tachar de algo semejante quedaba casi veinticinco años atrás, Carolina Revuelta Ortiz, ella tenía entonces diecisiete años y había contado con su total consentimiento, se preguntó cómo Teir podía saberlo. Teir sacó un pitillo y,sin ofrecerle, salió a la terraza.

-Deberías plantearte volver por el despacho, qué pena no haberlo grabado….nos alegraste el día….sin contar la nueva cartera de clientes que nos ha traido el caso- Teo se apoyó en la balaustrada y cruzó los brazos, mirándole un tanto espectante, Teir soltó el humo despacio y se encogió de hombros.

-Sabía que Juanlu tenía razón. Otros no tienen tanta- Sentenció mientras observaba a los niños de arras jugando a pillar por el jardín, uno se resbaló entonces en la hierba y todos estallaron en risas, Teir también sonrió levemente, Teo iba a decirle algo, pero él se le adelantó- Sé lo que vas a preguntar, Alicia está conmigo. Nada más que añadir.- Teo, que no había llegado ni a abrir la boca, se pasó la mano por el cabello ralo y rio, Teir le pasó el pitillo- Elvira está al fondo- Anotó sin mirarle, Teo echó un rápido vistazo al interior de la sala y apuró una calada, expulsando el humo hacia arriba.

-Parece una chica seria- Teir le volvió a coger el pitillo y asintió en silencio.

Y compartieron silencio y pitillo. El llanto de un niño de arras les hizo volver a la realidad. Para sorpresa de Teo, fue Teir el primero en reaccionar y bajar la escalinata de dos en dos para acercarse a la criatura que lloraba sin consuelo tirada sobre uno de los caminos de grabilla. Teo le observó cogerle en brazos e inspeccionar la lastimada rodilla, algo debió de decirle al niño, porque paró de llorar y rodeó su cuello con sus bracitos mientras lo acercaba a la casa. Hacía unos meses ni se hubiera inmutado. Algo había cambiado en su primo, y se alegró de volver a tenerle. Como antes.

Tras los discursos, como había prometido, Teir se fue de la boda. Había quedado con Alicia de pasar a buscarla por la tarde, pero antes quería pasar por casa a cambiarse el chaqué, del que ya se quitó la levita y el chaleco antes de entrar en el coche.

-La Ebra se ha ido- Amadora no esperó a que entrase en la casa, salió a recibirlo casi corriendo en la medida que le permitían las piernas, el nerviosismo en su voz se traducía en su gesto, una mezcla de preocupación y profunda pena. Teir no cerró la puerta del coche, se mesó el pelo con las manos y miró al cielo, tratando de mantener la calma- Se llevó el coche, niño, Virgen Santísima!…cuando quise ver ya iba lanzada por ahí abajo- Se explicaba al borde de las lágrimas, señalando hacia algún lugar en la distancia, Teir se borró el sudor de la frente con una manga y le cogió las manos a Amadora con delicadeza.

-Llama al Dr. Bohórquez…yo la busco- Y volviendo a meterse en el coche, se marchó de nuevo, dejando a Amadora con las manos entrelazadas contra el pecho.

“La Repleta” es una maciza construcción blanca en forma de U que se eleva como única nota de color en el paisaje marrón y beig, en parte está rodeada por un muro blanco y en etapas por empalizadas. Cuando Teir llegó, el portón de acceso a la propiedad por su lado norte está abierto de par en par, confirmando sus sospechas. La calzada que llevaba a la plaza en semicírculo que se abría ante la puerta principal de la casa, ha sido invadida por las malas hierbas y tierra que lleva y trae el viento. Con algún desconchado, la fachada del edificio se yergue blanca e imponente,aún con los postigos cerrados,ante el visitante.

Un Audi está aparcado en el centro de la plaza. Cuando sale de su coche le recibe el silencio. Incómodo y con su peso específico. No hay brisa, y el sol cae a plomo. Cerró la puerta del coche y se atrevió a afrontar la casa. Por un instante la angustia vuelve. Respiró hondo y se frotó los ojos con las palmas de las manos, obligándose a dirigir sus pasos hacia ella.

La puerta sólo estaba echada, el silencio del exterior se extendía hacia el interior. Como un amusoleo de paredes blancas y ralas, con suelos de cerámica de gres ocre. Lentamente cruzó el amplio recibidor, para subir la antaño majestuosa escalera bifurcada con pasamanos de madera labrada, que aún conserva su alfombra roja. Se detuvo en la bifurcación a la derecha, y se apoyó un instante en el pasamanos para secarse el sudor de la frente con la otra manga, la camisa ya se le ha pegado a la espalda y siente que le cuesta respirar. Respiró hondo y encaró el resto de los alfombrados peldaños. En la planta principal se paró a escuchar, un suave ronroneo lejano rompía el silencio pertinaz, dirigió sus pasos por un ancho pasillo que rodeaba el balcón a la escalera y abriendo una puerta de dos hojas, avanzó por una amplia estancia de suelos de madera y vigas artesanadas. El suelo cruge bajo sus pies, en la penumbra de los postigos echados. En el otro lado abre otra puerta de doble hoja y avanza por otro largo pasillo de suelos ocre y paredes blancas desnudas. Se detuvo a escuchar. El ronroneo es ahora más cercano. Se obligó a continuar, y tras borrarse de nuevo el sudor con la manga, se mesó el cabello. Se detuvo en un pequeño recibidor con tres puertas. Logró distinguir de dónde provenía el ronroneo y se decidió por la puerta a su izquierda.

Ebra estaba sentada en el suelo dándole la espalda, abrazada a si misma y meciéndose de lado a lado, parecía repetir una y otra vez la misma frase, como si fuera una oración que sólo ella pudiera entender. Teir se quedó en el umbral, incapaz de dar un paso más. Ella había abierto los postigos de las ventanas y la luz inundaba la amplia estancia, vacía como las otras.

-Mira lo que hago mamá mira loque hago mamá mira lo que hago mamá mira lo que hago mamá…- El llanto no interrumpe su cantinela, Teir miró hacia algún lugar, tratando de contener el suyo y se frotó los ojos con las palmas de las manos. La llama, casi en susurro, pero ella no le escucha, sigue meciéndose y repitiendo su oración. La vuelve a llamar, esta vez alza un poco más la voz, pero con cuidado, como si se fuera a romper. Ella se detiene un instante y ladea la cabeza, para continuar en su movimiento, pero ahora en silencio. Teir avanzó un paso y buscó ponerse en cuclillas.

-Ven conmigo Ebra- Su voz en un ruego, Ebra se detuvo de nuevo, y se volvió a medias, él no podía ver su rostro.

-Has tirado…sus cosas, has …tirado sus cosas….ya no me queda nada de ellos…cómo has podido?- Le echó en cara rota en llanto, casi sin articular las palabras, gime, y se encoge como presa de un dolor, Teir negó con la cabeza y acarició el suelo con los dedos.

-No es verdad…Ebra, todo está guardado, aún lo tienes si lo quieres- Se lo dice con cuidado, buscando las palabras, midiendo su propio dolor, Ebra gime de nuevo y vuelve a encogerse.

-Mira lo que hago mamá….hacían ángeles sobre la nieve…sobre la nieve mira lo que hago mamá…ángeles sobre la nieve…hacían ángeles…- Y lo repite meciéndose de nuevo de lado a lado, Teir se incorporó y se acercó a ella, sentándose a su lado. El rostro de ella es una máscara de llanto, arrasado y ausente, Teir la rodea con un brazo y la atrae hacia si con cuidado, ella se deja abrazar, pero no le mira.

-Quieres tener sus cosas?- Le preguntó besándole la cabeza, Ebra asintió y cerrando los ojos con fuerza dejó libre un gemido casi animal, al tiempo que se encogía contra él. Teir escondió la cabeza de ella bajo su mano y se la acarició, cerrando los ojos a su vez.

Alicia estaba ya pagando la compra en el supermercado del pueblo con Azu, cuando recibió el mensaje de Whatsapp. Sin dar explicación alguna a su prima, salió casi corriendo del establecimiento, Azu cogio las dos bolsas que habían comprado y la siguió asustada.

-Pero qué pasa?…no me asustes….- Advirtió, Alicia deslizó un dedo por la pantalla del móvil para hacer una llamada, pero antes de que pudiera hablar con nadie , el coche de Teir apareció ante ellas y mal aparcó en la acera de enfrente- Pero…qué pasa?…- Alicia cruzó la calle, con el corazón en la garganta, Teir salió del coche y buscó su abrazo, ella le miró un instante y le acarició el rostro, viva imagen del cansancio y la tristeza- Todo bien?- Le pregunta casi en susurro, él asiente sin hablar, y,sin soltarla, tarda en responder- Ven- Susurra casi sin voz, y vuelve a coche, ella lo rodeó y abrió la puerta del copiloto. El coche desapareció entonces a gran velocidad calle arriba. Azu, que había observado la escena, miró a su alrededor sin saber muy bien qué hacer, y cogiendo las bolsas decidió poner rumbo a casa.

Teir conducía en silencio, con la mano iquierda, mientras mantenía cogida la de Alicia con la derecha. Alicia no apartaba su mirada de él, como quien observa una bomba de relojería, tratandode adivinar qué puede haber pasado.

-Está bien?- Se atreve a preguntar, él niega con la cabeza.

-Ella…nunca va estar bien…- Concede, casi diciendolo para si.

-A dónde vamos?

-A visitar fantasmas.

El guardamuebles se encontraba en una nave industrial a pocos kilometros del pueblo. El encargado les salió al paso en cuanto Teir aparcó el coche delante del edificio, con ayuda de dos operarios ya había localizado las cajas que Teir quería recuperar. Eran seis. Tres cajas de cartón con una E pintada y tres contenedores grandes de plastico, uno con la letra P y los otros dos con una J. Entre todos cargaron el coche con las cajas que cupieron, el encargado les seguiría en el suyo con el resto.

Ebra dormía cuando llegaron a la casa, entre los dos hombres dejaron las cajas en el salón del segundo piso, para que pudiera verlas cuando despertara. Después Teir, acompañado de Alicia, se retiró al tercer piso, a darse una ducha, y, tratar por fin de encontrar algo de calma.

-Mi primo Henry se casa el sábado doce- Se lo dijo mientras encendía un pitillo, era el cuarto del día, claramente estaba bajando el ritmo, Alicia, que hojeaba un catálogo de armarios chinos sentada en el sofá, no le mira, algo había llamado su atención.

-Veinte mil pavos por un armario rojo, que no digo que no sea bonito, pero bueno, en aquel otro sitio al que fuimos costaban muchísimo menos….- Y pasó la hoja, Teir expulsa el humo despacio.

-Quiero que vengas conmigo

-A dónde?- Compara escéptica armarios en diferentes hojas, Teir sonrió para si.

-A la boda de Henry- Alicia levantó la vista de los armarios, la dejó vagar un momento por la mesa de centro y la alzó incrédula, como si hubiera escuchado mal. Silencio. Teir le sostuvo la mirada. Y ella supo que no bromeaba.

-Contigo juntos?- En su voz casi la risa, Teir toma una nueva calada y expulsa el humo hacia arriba, como ella sabe que hace cuando algo le apremia y no sabe como solucionarlo.

-Es ridículo continuar así. Estamos juntos y punto….creo que está más que claro, al menos para mi…y quiero que lo esté también para el resto- No gesticulaba, se explicaba con calma, sin apartar su mirada de ella, percibe su miedo como en ráfagas, él sabe que Alicia nunca se pone nerviosa, pero ahora respiraba más rápido. Ella desvió la mirada hacia algún lugar y volvió a él, pero continúa en silencio.

-Y Ebra?- Su voz casi un susurro, como si hubiera pensado en alto, Teir no contestó, sólo se encogió de hombros, y toma una larga calada, el humo se perdió hacia la terraza, buscando salida por el ventanal abierto.

-Vienes o no?- Alicia se incorporó y se colgó el bolso, no sabe qué hacer con las manos.

-No lo sé..

-Cómo que no lo sabes?

-No lo sé…la gente…

-La gente, la gente….siempre la gente, estoy hasta los cojones de la gente…- Alzó la voz, y casi se exasperó, ella se alejó hacia la puerta- Beautiful…Alicia…ven, perdona, dime si vienes o no…espera..- Su voz casi un ruego, Alicia se volvió, un tanto confundida, aún sin saber qué hacer con sus manos, frunce fugazmente el ceño.

-No lo sé- Y abriendo la puerta se fue, cerrandola con cuidado tras si.

Teir se quedó solo. Miró al techo y respiró hondo. Luego se acercó a la ventana de la terraza, buscando algo sin distinguir nada. Volvió entonces al salón midiendo sus pasos y mirándose los pies. Escuchó el silencio. Su mirada vagó otra vez hacia el exterior. Parpadeó levemente. Sus facciones se relajaron entonces por un momento ante el escarceo de una sonrisa.

Alicia enfrentó los días siguientes como un autómata. Se levantaba temprano, ponía el café, le abría la puerta al perro, ponía la lavadora, tendía lo que se habia lavado por la noche, despertaba a Paco, le llevaba los polvos de la tensión a su tía y le daba el primer aviso a su prima. Ningún mensaje en el móvil. Ni ella mandaba alguno. Intentó hacer la vida que hasta hacía no tantos meses había sido la suya, sin cambios resaltables y en su orden. Sin embargo había un vacío, imposible de llenar con nada, que se llevaba toda su energía, y le regalaba los síntomas de una gripe de verano, sólo quesin fiebre ni dolor de cuerpo.

-El Kennedy….se ha esfumado ya?- Acertó a preguntar su tía una mañana, mientras pelaba patatas sentada a la mesa de la cocina. Alicia, que leía el periódico sin leer, negó con la cabeza para luego incorporarse y abandonar la cocina. Su tía la siguió con la mirada y alzó las cejas, formando un rictus escéptico con la boca.

-Pues será que sí…- Supuso, cogiendo otra patata.

-Me han llamado de arriba, la Ebra quiere que la peine el sábado, porque le gustó cómo la dejé la última vez- Alicia no había visto a su prima Azu tan entusiasmada desde que, con quince años, Jano el de Picos la había llevado a dar una vuelta en moto. Asintió con la cabeza, y continuó sacandolas hojas secas a los geranios de la ventana. Azu se le acercó un poco más.

-Pero a tí qué te pasa? Ni sí, ni no, ni todo lo contrario….pareces un fantasma…te ha hecho algo?- Y la cogió de las manos, que habían comenzado a sacar hojas sin tino.- Alicia, corazón, mírame…- Y Alicia por fin se rindió y la miró con ojos vidriosos.

-Es que no lo sé, Azu, no lo sé…- Azu la miró sin comprender, pero antes de que Alicia pudiese explicarse, una furgoneta de reparto de Mensajería Grenoble, aparcó junto a la casa.

-Alicia Gómez Reino?- Las dos mujeres,aún cogidas de la mano, le miraron extrañadas y le confirmaron que era la dirección que buscaba. El chico abrió la puerta trasera de la furgoneta y sacó dos cajas blancas con lazada roja, con las que se acercó a ellas.

-Envío urgente…si haces el favor…- Y les indicó con los ojos una máquina de acuse de recibo portátil. Azu salió de una vez de su asombro y le cogió las cajas, que, aunque grandes, apenas pesaban, Alicia alcanzó la centralita y firmó con el bolígrafo que pendía del ella- Gracias guapísimas, hasta más ver…- Y a paso vivo, volvió a subirse a la furgoneta y desapareció.

Azu llevó las cajas al interior de la casa, y las posó sobre una de las camas gemelas de su habitación, Alicia se rodeó el vientre con los brazos sin apartar sus ojos de las cajas, de un blanco inmaculado y con un meticuloso lazo rojo. Azu acarició el discreto logo grabado en negro en uno de los vértices y se volvió hacia ella sin poder contener la emoción.

-Blanco y en botella….leche.

Alasteir Parker-Wyatt y González de Robles llevaba cerca de veinte minutos sin apartar la vista del fondo de la plaza. Había intentado matar el tiempo charlando con otros invitados, controlando sus mensajes de Whatsapp, fumando su ya décimo cigarrillo del día y contando los pasos que había desde su posición hasta la puerta de la iglesia. Pero ahora miraba hacia el fondo de la plaza, sin permitirse apenas parpadear. Y entonces la vio. Al fin. Se había puesto el traje y los zapatos que él le había enviado. Su prima le había arreglado el pelo en un moño bajo. Sin saber muy bien qué hacer con ella, llevaba en la mano la cartera a juego con el traje y los zapatos de tacón. Avanzó sin prisa, con la mirada fija en él, hasta que le alcanzó.

-Hola Kennedy

-Buenas, Beautiful…

-Y tú?…Cómo has acertado mi talla?

-Es que yo, entre otras cosas, soy experto en pesos y medidas- Contestó él, arreglándole con delicadeza un detalle de la manga, Alicia se apartó un mechón invisible de la frente e iba a decirle algo, cuando la voz de Ebra la hizo volverse.

-Alicia!- y casi se le cae la cartera de la mano, que finalmente se colocó bajo el brazo, y notó como un calor insólito le subía a la cara y le pareció que muchos mechones se apostaran de una vez sobre su frente, robándole el don de la palabra- Qué bien que has venido…me encanta tu cocktail, ven, que te presento…que este es un soso…- Ebra llevaba el pelo en una media melena medio recogida a un lado con un bonito tocado de plumas y lucía un traje azul cobalto, sin mediar más palabra la cogió del brazo y la guió hacia la iglesia.

Teir las observó perderse en el interior del templo, y, tras ajustarse mejor los gemelos de la camisa, las imitó, alegrándose, por primera vez en mucho tiempo, de asistir a una boda de mañana.

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