Irene se había decidido por hacer el trayecto a pie para empezar a ponerse en forma con motivo de la boda de su prima Cheli. No es que estuviese especialmente gorda, pero se había estado probando vestidos y no había cabido en ninguno de una talla razonable, como había dicho su amiga Vicky, y ella le había contestado que la culpa no era suya sino del diseño de los vestidos, que estaban pensados para gente sin culo ni caderas, y si algo tenía ella eran caderas y un culo razonable, y Vicky se había reído. Seis kilómetros cuesta arriba a paso vivo, aunque sólo fuese una o dos veces a la semana, algo haría. El Sr. Campa y ella habían acordado que, si él estaba en casa ella sólo iría una vez a la semana a hacer la casa, en caso de que él se ausentase, que era con frecuencia, ella acudiría dos veces, para ocuparse de las labores y de su gato Whiskey. Sonrió al pensar en él, cuando el Sr. Campa se lo había presentado no era más que una bolita marrón con vetas beig, que ronroneaba sin parar. Desde entonces había doblado varias veces el tamaño, y ya no ronroneaba todo el rato, pero seguía siendo una bola. El Sr. Campa hasta se había hecho con una correa de paseo para gatos, para hacerle caminar, pero Whiskey era una gato estrictamente casero que se pasaba las horas recostado en la ventana del salón observando el paisaje o durmiendo. Irene pensó que quizás lo podría sacar a dar una vuelta, ahora que ya hacía menos frío.
El Sr. Campa habitaba una casa „lista“, como había dado en llamarla Vicky, para referirse a lo que se daba en denominar una „casa inteligente“. Una construcción gris que se camuflaba con el monte sobre el que estaba edificada, compuesta por varios cubos a diferentes alturas y comunicados entre si por rampas , ya que el Sr. Campa había querido prescindir de escaleras. Carecía de interruptores o enchufes, y sólo obedecía a la voz humana, ella misma no tenía voz, ni tenía nombre, si acaso algo no funcionara aparecía un mensaje en las pequeñas pantallas repatidas por toda la casa y en el móvil. La casa estaba programada para reconocer la voz del Sr. Campa y la de Irene, quien también recibía los mensajes de fallo del sistema en caso de que se diera alguno. Estos eran los únicos mensajes que podía recibir mientras estaba en la casa, ya que el Sr. Campa se había decidido por hacer de su casa un lugar libre de cobertura. Es decir, la casa y sus aledaños eran lo más parecido a una agujero negro. Pero eso a Irene no le importaba, ella iba allí a hacer su trabajo y no necesitaba llamar a nadie, ni que la llamaran.
Llegó al pie de la rampa que subía hasta la casa, y miró su móvil para ver cuánto había tardado, una hora menos un par de minutos, meneó la cabeza y devolvió el móvil al bolsillo de atrás de su pantalón, su meta era hacer el recorrido en media hora. Todavía le quedaba mucho por hacer. Subió la rampa despacio, y al llegar a la casa, se sorprendió de ver el coche del Sr. Campa aparcado delante de la puerta principal de la imponente construcción, la última vez que le había visto, le había dicho que se iba de viaje y que no sabía cuando volvería, por eso había subido ella ese martes y no el jueves, como solía hacer. Se encogió de hombros y continuó ascendiendo un poco más. La casa representaba una isla en un monte de pinos y abetos, y la rampa subía como una alfombra de piedra sobre las puas caidas de todos ellos, bifurcándose hacia la puerta principal y hacia la parte de atrás. Irene optó por entrar por la puerta de atrás, ya que accedía directamente al cubo donde se encontraba la cocina y demás estancias dedicadas a la economía doméstica, como le gustaba llamarla al Sr. Campa, y así no le molestaría en caso de que se encontrase en el cubo principal.
La puerta carecía de manilla y goznes. Irene posó sus dedos índice y corazón sobre la superficie gris oscuro, y ésta se abrió por si sola con un suave chasquido,se deslizó dentro y la puerta se volvió a cerrar tras ella.
Whiskey le salió al paso enredándose maullando en sus piernas.
-Hey Whiskey…hola gordo…qué?…qué pasa?Yo también te he echado de menos…mole que eres una mole…ven – Y, tras sacarse la trenka que llevaba puesta y colgarla en el armario empotrado que había junto a la puerta, le cogió en brazos- Seguro que tienes hambre, tú siempre tienes hambre….sí, tú lameme la cara…qué recibimiento…ven, que tengo que ir a hacer pis y después ya te doy tus cosas…..gordo, podemos entrenar juntos…te hace?- Y rio contra el cuello de Whiskie mientras salía de la cocina, una estancia de amplias dimensiones, casi profesional, en madera y metal de la que salía un pequeño corredor en el que se encontraba un baño de servicio.
Irene abrió la puerta del baño, y Whiskie saltó dando un agudo maullido de sus brazos y se alejó como una centella por el pasillo, Irene no dio crédito a la reacción. Y entonces le vio. Al encarar el baño, le descubrió. El Sr. Campa,y lo que quedaba de su cabeza, estaba sentado sobre la tapa bajada del vater, con los brazos caidos a ambos lados del cuerpo bajo el que se había formado un inmenso charco de sangre.
Irene se llevó las manos a la boca y, como impulsada por una onda expansiva súbita, dio con su espalda contra la pared del pasillo.
Y oyó el murmullo de las voces.
„– Ven Irene, te voy a explicar una cosa- Le había dicho una mañana el Sr. Campa, ella le había seguido hasta el cuarto que él daba en llamar „el despachito“, que era una estancia de reducidas dimensiones y con una ventana fija que no se podía abrir, tipo tragaluz, situada en el pasillo que llevaba a la cocina. Una mesa de obra sobre la que había un ordenador y varias gavetas con papeles, una sencilla silla con ruedas y una estantería de pared a pared repleta de libros y fotos conformaban la decoración del habitáculo, el único de tan reducidas dimensiones en toda la casa- Creo que ha llegado el momento de mostrarte algo, si no lo he hecho antes es porque en realidad es una tontería, pero creo que es bueno que lo sepas por si acaso…- Ella le debió de mirar un tanto asustada, porque él se había reído- Verás..cuando hice la casa, mi arquitecto me convenció para que instalara un PanicRoom, como comprenderás yo me negué, para qué necesitaba yo una cosa de esas, pero él me dijo que hoy en día, con las bandas organizadas que roban casas y otros malvados varios, era necesario tener una….y accedí…
-Como la de Jodi Foster..
-Quién?
-Jodi Foster, también tenía una habitación de esas…
-Ah si?…pues supongo que su arquitecto la habrá convencido también, en fin…te voy a explicar cómo tienes que hacer en caso de que te de un ataque de pánico y no sepas qué hacer…- La que se había reido ahora había sido ella, el Sr. Campa se había acercado a la librería y buscó un libro en particular- Como es de idiotas tener una habitación así, decidí que el mecanismo de entrada se activase al sacar de su sitio „El Idiota“ de Dostojewski…así, ves?- Y al mover el libro de su sitio, se pudo escuchar un ligero chasquido, tras el cual el Sr Campa había empujado levemente la librería, que se abrió como una especie de compuerta. Con un gesto del la mano le indicó que le siguiera al otro lado. La PanicRoom del Sr. Campa era una estancia cuadrada y sin ventanas, iluminada con luces led azules, de suelo acolchado y paredes empaneladas en metal, en un rincón había un edredón y una almohada, por lo demás, la habitación estaba vacía. Una vez los dos estuvieron dentro, la puerta se cerró tras ellos con el mismo chasquido como con el que se había abierto. Por un instante se quedaron los dos en silencio, mirando a su alrededor adaptando su vista a la nueva luz.
-Y ya está…a lo que me negué fue al botón de emergencias, la casa tampoco lo tiene…son cuatro cubos herméticos, quién va a entrar?, si te soy sincero es la primera vez que entro…pero creo que si pulsas aquí..- Y pulsó lo que parecía un interruptor en uno de los paneles, que se deslizó sin hacer ruido dejando a la vista seis pequeñas pantallas, en las que se veían el salón-comedor, el despacho con biblioteca,la habitación del Sr Campa, las diferentes rampas que cruzaban la casa, la cocina ,el exterior de la puerta principal y el despachito- …y desde aquí controlas lo que pasa..o algo así..
-Muchas Gracias…
-Por?
-Por explicármelo..
-De nada, mujer, la casa te hace más caso a tí que a mí…así que imagina- Después le había aclarado que para volver a abrir la puerta, sólo debía dar la orden corta y concisa, el mecanismo sólo obedecía a su voz o a la de él, quien quiera que fuese el intruso, nunca accedería a su interior.“
Irene se deslizó lo más rápido que pudo hacia la puerta del despachito y encaró la librería, que de pronto le pareció atestada de libros, cosas y fotos. Incapaz de controlar el temblor que de pronto se había instalado en todo su ser, recorrió las baldas con la mirada y un dedo, mientras trataba de acordarse del nombre del libro que tenía que usar. Imbecil no era, pensó tratando de respirar con tranquilidad, tonto tampoco, céntrate Irene por tu madre, gilipollas menos, ay por Dios Irene, que te van a matar por…, eso, idiota, El Idiota…Ay Irene que se acercan…aquí, aquí..Y tiró del libró de la forma que el Sr. Campa le había dicho que hiciera, y tras escuchar el chaquido, se apuró a entrar en la estancia que escondía la librería, dejándola cerrar tras si.
Tardó unos instantes en adecuar sus ojos a la luz led azul que inundaba el habitáculo. Casi sin atreverse pulsó el interruptor y uno de los paneles se deslizó silenciosamente para dejar las seis pequeñas pantallas a la vista.
Eran tres.Vestían de negro y estaban a cara descubierta. En aquel momento estaban en el despachito, uno de ellos había activado el ordenador, los otros dos despejaban la estantería de libros, fotos y adornos tirándolos al suelo. Irene se volvió hacia la pared que, en caso de que diesen con el libro, se abriría. No pudo evitar comenzar a temblar otra vez. Pero no se abrió. Los dos que habían tirado todo al suelo, abrieron todas las cajitas que habían adornado la estantería, y, al no encontrar lo que buscaban, las tiraron con rabia contra la pared. El que había conectado el ordenador, tras apagarlo otra vez, les explicó algo en un idioma que Irene no pudo descifrar, y los otros dos apagaron su rabia arrojando varios marcos de fotos contra la estantería. Estaba claro que buscaban algo. Pero qué.
Dando patadas a todo lo que encontraban a su paso, se dirigieron a la cocina, y comenzaron a abrir todos los cajones y alacenas, que devastaron tal y como habían hecho con el despachito. El más alto de ellos, un hombre corpulento y calvo, al que Irene dio en llamar Número1, al abrir uno de los cajones, encontró el sobre con el dinero que el Sr. Campa siempre le dejaba a Irene antes de irse sobre la encimera. Esta vez no le había dado tiempo. Los otros dos, también altos, pero no tan corpulentos, de pelo ralo, uno rubio, el otro moreno, Número2 y Número3 para Irene a partir de ese momento, se acercaron a Número1 para ver lo que había encontrado. Al ver el dinero, comenzaron a discutir, y querer hacerse con el sobre, hasta que Número1 sacó un cuchillo que grandes dimesiones de su espalda y los apuntó con él, lo que frenó a Número2 y Número3 quienes cedieron entonces a que Número1 se quedase con el dinero. Después, los tres, continuaron desvalijando la cocina, en lo que parecía una búsqueda frenética. Pero de qué. Se preguntó Irene. Qué.
A través de las pantallas, Irene les siguió por los corredores, hasta el salón, ya desvalijado, donde Número1 decidió desventrar los sofás a cuchilladas y desfondar todos los muebles, cosa que Número2 y Número3 hicieron a patadas. Irene, a la vista de esto, se tragó un nudo de angustia. Tenía que pensar la manera de salir de la casa, si no quería acabar ella misma como su mobiliario.
Se preguntó que haría LuísCarlos es esa situación. LuísCarlos. Dónde está, cuando realmente se le necesita?. Pues el otro día bien que lo pasásteis tomando cañas, ya, pero luego hay otras veces que no sé hacia dónde vamos, no es el momento de ponerte profunda Irene, de quién va a dónde y con quién. Tú tienes que salir de aquí viva. LuísCarlos dijo una vez que lo mejor es hacerse pequeño e invisible. Aquí quería verle yo a él. Pequeña e invisible. Todo será ponerse.
Se sentó en el suelo acolchado a tratar de trazar un plan, mientras observaba en las pantallas el ir y venir de los tres intrusos por la casa, destrozando muebles, vaciando armarios y lanzando objetos al suelo en su desesperación por encontrar algo, que Irene no tenía ni una idea lejana de lo que podría ser.
La despertó un timbre insistente, que la hizo incorporarse como un resorte. Sin darse cuenta, se había quedado dormida sobre el mullido y acolchado suelo del habitáculo. Primero pensó que se trataba de alguna alarma, después, todavía aturdida por el sueño, se acercó a las pantallas y tuvo que llevarse la mano a la boca para no gritar. El ruido insistente correspondía al timbre de la puerta principal, ante la que se encontraba su hermano Sixto, con el casco de su scooter en ristre, consultando algo en su móvil, que seguramente, de pronto, carecía de cobertura, como todo el radio de la casa y su interior. Irene buscó angustiada con la mirada a los tres intrusos en el resto de las pantallas. Uno de ellos se encontraba en el salón, y se había quedado petrificado en el sitio, los otros dos, en la biblioteca, tampoco se movieron un ápice. Tampoco se llamaron entre ellos. Irene tampoco podía hacer nada más que ser la testigo muda de todo lo que ocurriese, ya que hiciese lo que hiciese, sólo delataría su presencia. Sixto volvió a timbrar varias veces, luego se alejó unos pasos hacia atrás, y comenzó a llamarla a gritos al tiempo que trataba de localizarla también con el móvil. Irene movió negativamente la cabeza. Sixto vete, vete ya, por tu madre que es la mía, no ves que no estoy?, y no des la vuelta hacia el salón que te conozco, vete ya, a dónde vas?, Sixto!.E Irene buscó frenéticamente a su hermano, que había desaparecido del campo de visión de la cámara. Los tres intrusos seguían sin moverse, sólo el del salón se había escondido tras uno de los sofás. Irene respiró un poco más tranquila, ellos tampoco querían dar señales de vida. Sixto apareció de nuevo en el campo de visión de la cámara de la zona de la cocina, las ventanas allí eran tipo tragaluz y fijas, ante él tenía sólo un muro de metal. También allí gritó el nombre de ella y trató de llamarla al móvil. Irene aún tapándose la boca para evitar llamarle ella también, miraba alternativamente lo que hacía su hermano pequeño y los tres intrusos, que seguían sin querer dar señales de vida. Sixto, alzó la vista, hacia las paredes lisas que se alzaban ante él en esa parte de la casa, y pareció encogerse de hombros. Luego, desapareció de la zona de control de la cámara. Le vio dirigirse a su scooter, aún tratando de encontrar cobertura, una vez allí, se guardó el móvil en el bolsillo de la cazadora y, tras ponerse el casco, desapareció de su vista rampa abajo. Irene se dejó caer al suelo de alivio, con la cabeza entre las manos.
Eso significaba que su madre ya la había echado de menos para comer. Era cuestión de tiempo que, si Irene no daba señales de vida, subiese ella misma a buscarla con su padre. Prefirió no pensar en esa opción. Se incorporó para ver lo que hacían los intrusos, ahora ya sabían que, en teoría, tenía que haber alguien más en la casa. Ahora estaban los tres en el salón, y hablaban gesticulando mucho. Tras llegar a algún acuerdo, se dirigieron a la puerta principal, que carecía de manilla o gozne alguno, como todas las puertas de la casa. Era una placa de acero gris en una pared del mismo color.
Intentaron abrirla de todas las formas posibles. Incluso a tiros. Número2, al ver que era imposible abrirla, lanzó una silla contra el ventanal del salón, pero la silla sólo rebotó contra vidrio que ni siquiera vibró ante el golpe, Número1 intentó lo mismo con el ventanal de la biblioteca, con igual resultado, Número3 pareció recordarles la existencia de otra puerta en la cocina. Irene les siguió hasta la cocina, donde la emprendieron a patadas con la placa de metal, sin lograr moverla un ápice. Discutiendo entre ellos, volvieron a la parte del salón y la biblioteca, que estaba situada sobre éste y se asomaba con una balconada de la que nacía la rampa a través de la cual se accedía al salón, ésta a su vez se bifurcaba en otra rampa que llevaba a la habitación del Sr. Campa. Irene pudo ver que también estaba devastada, habían reventado la caja fuerte y espacido su contenido, lo que parecían ser documentos y carpetas, por el suelo, además de destrozar la cama, y desmantelar el armario empotrado de cuatro cuerpos. Estaba preguntándose qué sería lo que buscaban, cuando algo llamó su atención en la pantalla que mostraba la convergencia de las rampas. Whiskey. La cabeza de whiskey ocupaba ahora la pantalla por completo y la lamía, Irene rio y la acarició. Pero tú que haces ahí?, dónde estás subido?, que no te vean, gordo, yo también te quiero, ay no te pongas sentimental, ya pero qué quieres, si hacen eso con los muebles, imagínate con un gato, y antes de que pudiera hilar otro pensamiento, Whiskey había desaparecido de la pantalla. Irene respiró hondo y comenzó a caminar por el habitáculo con las manos en las caderas. Los intrusos no habían podido abrir las puertas porque éstas sólo se habrían con la huella dactilar de los dedos índice y corazón de la mano derecha de ella o del Sr. Campa, ahora mismo ella se encontraba cerca de la cocina, y los intrusos en la otra parte, así que, pensó, lo que podía hacer era salir por la cocina y escapar monte a través. Una vez tuviese cobertura podría pedir ayuda. Sacó su móvil del bolsillo y maldijo en susurro, se había quedado sin batería. De repente se acordó de que tenía ganas de orinar. Pues te aguantas, como el hambre. Ahora no es momento. Bueno, tú no te agobies. Tú hazte pequeña e invisible, como te dijo LuísCarlos, y todo irá bien, ya, lo de invisible no te digo yo que no, pero pequeña va a ser otra cosa, aún acabas de empezar con la dieta. Está claro que estás en schock, céntrate de una puta vez. Objetivos claros, Irene: Cocina, puerta y monte.
Tras cerciorarse de que los tres intrusos se encontraban en la otra parte de la casa, dio la orden concisa y clara de apertura de la puerta, y ésta se abrió con su característico chasquido. Le costó abrirla para poder salir, ya que el suelo, en la otra parte estaba cubierto de libros y restos de lo que había decorado la estantería.
Recorrió el pasillo lo más rápido que pudo, casi de puntillas, y llegó a la cocina. A su paso por ella, los tres habían vaciado el contenido de todas las alacenas sobre el suelo, además de destrozar muchas de ellas a patadas, lo que le había dado el aspecto de zona catastrófica. Irene se abrió paso por un mar de tuppers, cazuelas, sartenes, cubiertos, botellas, moldes, vasos, copas y tazas rotas, tablas y coladores, cubierto todo ello por un manto de harina, cereales, especias, azucar y aceites varios. Cuando por fin llegó a la puerta, posó los dedos sobre la placa. Pero no se abrió. Volvió a repetir el gesto, pero la puerta permaneció cerrada. Como no podía gritar de desesperación, dio un pataleó rápido sobre el suelo jurando bajito. Luego, respiró hondo y volvió a repetir lo mismo. Nada sucedió. Tanta patada, claro, las cosas se rompen, pues a ver ahora qué hago. Pequeña e invisible, sí ya quería verle yo a él ahora aquí, pues sí, querría verle yo aquí ahora, mira tú por dónde, LuísCarlos Luís Carlos, ay Irene, céntrate. Pues vuelves al escondite y esperas, eso, es lo mejor, allí no te van a encontrar.
Y volvió a tratar de abrirse paso sobre el desastre en el que se había convertido la cocina.
Se topó con Número2 al llegar a la puerta, él entró justo cuando ella quería salir, por unas décimas de segundo se quedaron los dos mirándose el uno al otro estupefactos, pero antes de que él pudiera reaccionar Irene le había metido los dedos índices de cada mano a la vez en los ojos, como se lo había visto hacer una vez a alguien en una película. Número2 se encogió sobre si mismo gritando de dolor mientras se tapaba los ojos con las manos, Irene cogió un rodillo de cocina que estaba tirado por el suelo y, sin dudar le propinó un rotundo golpe con el en la cabeza, que hizo a Número2 caer al suelo llevándosela a ella por delante. Sólo me faltaba esto a mí ahora, esta gente qué come?, rocas?. Y con sumo esfuerzo logró liberarse de Número2 e incorporarse. Miró a su alrededor, y sin dudar abrió la despensa-nevera, luego trato de arrastrar a Número2 por un brazo, pero no lo movió ni un centímetro, lo agarró entonces por los dos antebrazos y tiró de él con toda la fuerza que pudo reunir. Logró introducirlo a medias dentro de la despensa-nevera tras tres tirones, y después lo empujó dentro como quien empuja un saco. Cerró la puerta, y subió la temperatura en el panel de control de seis a dieciocho grados. Sólo faltaría que, encima,se me congele, pensó, antes de salir de la cocina.
Uno de los otros dos llamaba a Número2 desde algún lugar, y su llamado se iba acercando. Irene se dio cuenta de que no le daría tiempo de llegar al escondite, así que corrió a meterse dentro de uno de los armarios empotrados que conformaban las paredes del pasillo entre la zona de cocina y la zona de estar. Número3 llamaba a Número2 a voz en cuello, al llegar a la cocina le llamó un par de veces más, y luego, dándose por vencido, volvió sobre sus pasos.
Irene, que se había acurrucado dentro de lo que creía un armario, miró a su alrededor y descubrió que se había metido dentro del almacén de productos de limpieza y mantenimiento general de la casa. Ni lo sueñes,pensó, no eres MacGyver.
„– Pero esta trampilla es enorme- Había anotado ella cuando el Sr.Campa le había mostrado el conducto, situado en una pared de su alcoba, a través del cual, según le había explicado, toda la ropa iba a dar a un contenedor en el garage.
-No hay cosa que más me reviente que tener ropa por lavar, lavada, o por planchar, por todas partes, así que en esta casa no hay lavadora ni secadora, toda la ropa va a través de este conducto al garaje y los jueves vienen a recogerla los de la lavandería, tú sólo les abres la puerta y ellos se encargan de todo, normalmente la traen de vuelta el viernes, en el caso de que esté de viaje, puedes tratar tú con ellos cuándo estás y cuándo no, no hay problema…y sí, la trampilla es grande para que quepan los edredones y almohadas- Le había explicado- ah, y para que Whiskey no se cuele, una vez la uses das la orden „clausura trampilla“ y ya no se vuelve a abrir…
-Whiskey no salta ni del alfeizar…no creo que se le de por bajar por esa rampa Sr. Campa…-El Sr. Campa se había reido.
-Dicen que los gatos tienen siete vidas, Whiskey aún las tiene todas intactas…- Y ambos miraron a Whiskey, que a su vez les miraba desde la cama, donde se había tumbado sin mostrar ningún tipo de interés por lo que ambos trataban“
Irene se acordó de cuando a su primo Nito se le había caido el spray de insecticida en las brasas sobre las que tenían pensado hacer la churrascada. Había sido lo más cerca que ella había estado de la explosión de una bomba. En las estanterías de obra que cubrían las paredes del cuarto en el que se había refugiado, se almacenaban todo tipo de sprays, para todo tipo de usos, en las más diversas formas y tamaños, además de productos de limpieza para baño, cocina, específicos para maderas nobles, parquet, alicatado, placas de metal, para hornos engrasados, plata, y cristal. Además de mopas,papel higiénico, paños, esponjas, estropajos,escobas, fregonas, cepillos y estopas, con las que bien se podría abrir un negocio por la cantidad y variedad en las que estaban presentes.
Irene comenzó por poner como base para su pira todas las valletas que pudo encontrar, sobre éstas el papel higiénico, las mopas y demás pañería, después los estropajos, cepillos, estopas y mochos de fregona, por último fue colocando alrededor todos los sprays y botellas alternados, hasta que las estanterías quedaron vacías y la pira era más alta que su cabeza y ocupaba todo el espacio posible. Por último cogió un encendedor de cocina y contempló por última vez su obra. No eres MacGyver, pero tienes un plan, ya es algo.
Antes de encender la pira, entreabrió la puerta y agudizó el oído. No les podía oír, así que supuso que estarían en la biblioteca o en la alcoba, justo a donde quería ir ella. Se quitaría los zapatos, encedería la pira y tras abandonar el cuarto, ordenaría a la casa oscurecer los cristales de las ventanas y apagar luces. Ella conocía la casa con los ojos cerrados, ellos no, entonces, al abrigo de la oscuridad, se escondería en el hueco que formaban las dos rampas al bifurcarse. En cuanto comenzasen las explosiones, esperaba que Número1 y Número3 saliesen de donde estaban para ver qué pasaba y ella aprovecharía la confusión para alcanzar la trampilla y abandonar la casa por el garaje. Irene, si te sale bien, lo patentas, pensó , mientras se quitaba los zapatos, que acabó por dejar junto a la pira, también se quitó el jersey, para quedarse en camiseta interior, cuánto más ligera mejor. Pequeña e invisible, Irene, ligera tú no eres, admítelo, ya pero más cómoda estoy , o no?, bueno, no hiperventiles, que aún lo vas a fastidiar. Bueno ya está bien, da la llama ya y acaba de una vez. Y eso hizo.
-Oscurece cristales. Apaga luces
Y se hizo la absoluta oscuridad.
Ella, guarnecida en las sombras, corrió lo más rápido que pudo a alcanzar su escondite. Ahora sólo era cuestión de esperar. Primero apareció el humo, que se extendió muy rápido, y se hizo denso, Irene, acurrucada en su escondite, ya estaba empezando a pensar que todo iba a ser eso, humo, pero ni rastro de explosiones, cuando un potente estallido sacudió la casa, y una lengua de fuego acarició el pasillo, ella no pudo evitar dar un chillido.
Número1 y Número3 salieron del dormitorio gritando, desorientados y se dirigieron a la rampa, pero antes de que la pudieran alcanzar, Whiskey se abalanzó contra la cabeza de Número1, aferrándose a ella con sus garras y dando infernales maullidos, que se confundieron con los gritos desesperados de Número1 quien trataba desesperadamente de sacarse a ciegas a aquel ser que había salido de ninguna parte en la oscuridad y que parecía querer destrozarle la cabeza a zarpazos, tras girar varias veces sobre si mismo sin rumbo, tropezó y se cayó aún en lucha con Whiskey de la balconada abajo, impactando contra una de las mesas del salón. Número3, cegado por el humo llamó a su compinche, pero no recibió respuesta, iba a bajar la pasarela cuando sucedieron dos cosas al mismo tiempo. De pronto el sistema de riego antiincendios comenzó a funcionar y simultaneamente Abba, de forma atronadora, rompieron a cantar „Gimme Gimme Gimme“ a través del hilo musical, a tal volumen, que tanto Número3 como Irene hubieron de taparse los oídos. Número3 bajó resbalando por la rampa e Irene vio como se adentraba corriendo por el pasillo, momento que ella aprovechó para salir de su escondite y correr a su vez hacia la rampa, bajo lo que parecía una lluvia torrencial que hacía que resbalara en sus intentos por avanzar, cosa que logró aferrándose al pasamanos. Pero Número3 regresó sobre sus pasos y al creer ver una sombra sobre la rampa sacó su revolver y comenzó a disparar hacia algún lugar, en aquel caos de humo,ruido, agua y oscuridad. „Take me through the darkness, to the break of the day“ se desgañitaba Agnetha en bucle, e Irene avanzó corriendo rampa arriba tan rápido como nunca había hecho antes en su vida y siguió corriendo hasta la habitación, ya allí alcanzó la trampilla y se lanzó por ella como quien se lanza a una piscina.
-Clausura trampillaaaa!!!- Gritó con lo que le quedaba de aliento, con la esperanza de que su orden se escuchase a través del atronador ruido. Resbaló por el conducto de la ropa y aterrizó en un enorme contenedor repleto de ropa de cama, entonces pudo escuchar cómo Número3 trataba infructuosamente de abrir la trampilla a patadas.
Irene salió como pudo del contenedor, se dio cuenta entonces de que tenía heridas en los pies, seguramente provocadas por la multitud de cristales que había esparcidos por el suelo y sobre los que había corrido sin pensar, casi tambaleándose se acercó a la puerta del garaje. Entonces sintió una familiar y suave caricia peluda en sus pies, sonrió entre las lágrimas que ya era incapaz de retener. Whiskey. Se agachó y cogiéndolo en brazos lo abrazó.
-Y tú?…cómo llegaste aquí…gordo?…cuántas vidas has gastado hoy?…- Le preguntó, Whiskey se limitó a lamerle una oreja- Abrir puerta del garaje!- Ordenó ella, y la puerta comenzó a abrirse con su típica lentitud. Y al tiempo que se subía, dejaba a la vista unas botas de reglamento y las perneras de un uniforme verde, que,según la puerta iba desapareciendo en su riel, fue descubriendo a su portador.
El teniente de la Guardia Civil LuisCarlos Cabanillas estaba ante la puerta, sujetando con ambas manos su arma reglamentaria con un gesto concentrado y tenaz en su rostro, que se transformó en una sonrisa de alivio cuando descubrió a Irene ante él, empapada, manchada de hollín, descalza y portando un gato. La familia había denunciado su desaparición, y se había montado un dispositivo de búsqueda por el monte, al oir la explosión, se habían acercado a la casa. Irene dio un paso hacia él y antes de hablar se sopló un mechón de delante de la cara.
-Yo llegué y ellos ya estaban aquí…uno ahora está en la nevera, fresco pero no congelado, otro defenestrado y el tercero supongo que deseando que Abba corte el rollo…que la última que puse Abba fui yo…por lo de Cheli…porque queremos hacerle un baile en la despedida y tenía que ensayar en algún sitio…porque mamá no los soporta ya sabes, pero porqué suena ahora ni idea…y yo no maté al Sr. Campa, ya era cadaver cuando llegué, y ni idea de lo que buscaban…pero no dejaron títere con cabeza… yo me hice pequeña e invisible…y tener una PanicRoom sin botón de urgencias no compensa, te lo digo ya, y yo creo que quería hacer pis, pero ya no. Y este es Whiskey, ya te hablé de él.
Estuve en vilo hasta el final. Menudo temple tuvo Irene. Y sus padres que precavidos.
Qué suspense!
Besos
Mercedes
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Es que cuando Irene tiene un plan….. Muchas Gracias, Mercedes!. Un beso enorme!
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