Hoy ha venido Brittany. No viene nunca, ya que vive fuera del país. Pero el problema con la pared se ha complicado, y el jefe de obra quería hablar con ella. Él todavía no está. Brittany apareció de repente, desde detrás de la mata de malvas, y casi me asustó, sólo casi, ya que antes había escuchado pasos que se acercaban por el sendero de baldosas que lleva al jardín desde la entrada. Pensé que sería la vecina, dijo que se pasaría. Ha venido en coche, un BMW tan grande que no lo salta un torero, literalmente, porque por mucho tonelaje que tenga un toro con toda su corpulencia, ese coche lo supera. Brittany se mueve y habla muy rápido, yo la comparo con un colibrí al que se le hubiera suministrado cafeína, y mantiene sus enormes ojos azules siempre muy abiertos, como si alguien en algún momento le hubiera dado un susto y todavía no se hubiera recuperado de la impresión. Me dice que habría que sacar las malas hierbas de entre las baldosas, que es muy fácil, y saca una para demostrármelo, yo le explico sin perder la calma que Gunther cortó la hierba y la maleza hace un mes, pero que ese jardín es como esas selvas asiáticas en las que la maleza crece a medida que la vas cortando. Sólo hay que tirar, y ya sale, me contesta, y parpadea dos veces, espera que yo arranque al menos una hierba. Pero no lo hago. Le dedico mi sonrisa japonesa y no me muevo. Como buen colibrí, se aleja hacia la escalera de acceso al sótano desde el jardín. Suspira y entrelaza los dedos de las manos al ver la escalera, me mira ensoñada, casi en trance, y me dice que ellos siempre tenían macetas con petunias a ambos lados de la escalera, en todos los escalones, una alegría daba verlas, yo le digo que me puedo imaginar la alegría que sentían ellos al ver las petunias, pero que seguro que no es comparable con la mía cada vez que la bajo aferrada al pasamanos y logro llegar a su fin sin resbalar en el musgo y las grietas que la jalonan. Ella asiente, y me dice que las macetas siempre eran portuguesas. Qué bien.
Llega el jefe de obra, un tal Schimanski, que la saluda llamándola Sra. Schmitt. Yo estoy convencida de que sus padres le pusieron Brittany para dar color al Schmitt. Tiene un hermano. Él tiene un nombre de esos que suenan como un tren de mercancías, pero con sólo una vocal. Se llevan mal. Ella dice que él es un gangster.
Sólo le vi una vez. Pasó por delante de la casa en su Mercedes, muy lentamente y mirándome desafiante desde dentro. Tan pendiente estaba de ser desafiante, que casi atropella a Sr.Holper, que casualmente pasaba por allí. Por mirar tanto pa ti, metín un zoco na merda, que diría mi abuela.
Schimanski le tira los tejos a Brittany. Y ella los recoge gustosa y se los tira de vuelta. Por un momento estoy tentada a ofrecerles una de las habitaciones. Pero no digo nada. Ellos que son blancos que se entiendan, que dirían en Dominicana. Entiendo que habría que tirar el muro, y otras muchas cosas que Brittany no está dispuesta a hacer. Pero tiene que hacerlas. Schimanski la convence. De eso no me cupo nunca la menor duda.
Damos juntos la vuelta a la casa, para inspeccionar otros posibles desperfectos. Brittany recuerda las pérgolas de rosas y los arbustos en forma de mariposa, Schimanski intenta hacerse una una idea, al menos, yo voy atenta a no tropezar con los restos de la acera rota. Pasamos por delante de unas argollas clavadas en uno de los muros, y Brittany gime al tiempo que se lleva las manos al pecho. Schimanski se apura a asistirla, yo sólo veo tres argollas negras algo oxidadas. Brittany sonríe embelesada, y nos dice que allí sujetaba ella a sus caballos, Schimanski le pregunta por los nombres, Mimí, Piti y Balú. Schimanski se rie al decir que la novia de su hermano también se llama Mimí, yo no acabo de comprender cómo se le puede poner a un caballo el nombre de un oso.
El resto del paseo de inspección, Brittany nos deleita con la narración de la película que ya sólo existe en su cabeza de cómo era su casa y el jardín cuando la familia todavía residía allí. Schimanski juega sus cartas, yo llego a la conclusión que ya no es Brittany quien nos acompaña, sino Scarlet O´Hara, quien por fin, ha podido regresar a Tara. Tara. Les dejo alejarse solos hacia lo que un día fue un estanque. Qué pasará con estos dos?. Francamente, queridos, me importa un bledo.