Llaves, cartera,móvil, paraguas y gafas. Marcelo Quintanilla no pudo evitar sentirse muy orgulloso de sí mismo en aquel momento, lo había encontrado todo a la primera y sin tener que pensar dónde estaba cada cosa. Tener las cosas en su sitio, quieras que no, ayuda, le había dicho siempre su madre, y tenía razón. Ahora a la calle, a dar su ronda mañanera, el pan, echar la primitiva, el periódico, acercarse a ver si ya habían puesto las ventanas del edificio que estaban construyendo más abajo, fíjate tú qué le importaba a él, que no había puesto una ventana en su vida, pero era por curiosidad y por las grúas, siempre le habían fascinado las grúas, con el vértigo que él tenía, nunca se le hubiera ocurrido postular para ser conductor de grúas, se decía conductor de grúas o eran técnicos, ahora no lo iba a mirar, operarios, eso era, operarios de grúa, allá arriba, que ni se les ve. En fin, pan, primitiva y periódico. Ya iba a salir, cuando sonó el teléfono fijo. Era su hijo.

  • Dígame?
  • Papá…estás bien?
  • Perfectamente..
  • Es que te estoy llamando al móvil y no lo coges…
  • Es que lo tengo dentro de la cartera, y no me doy cuenta…
  • Vale, mira es que te llamo porque te voy a subir a Colin….
  • Y ese quién es?
  • Mi perro, papá, parece mentira, mi perro…
  • Ah! ChowChow…
  • Colin, se llama Colin…
  • Ya, pero es un ChowChow…o no?
  • Sí, pero…da igual, te lo mando ya por el ascensor para no perder tiempo, que tengo que ir al ambulatorio y no lo puedo llevar…
  • Bueno, pues mándalo y ya va conmigo de paseo…
  • Vale…

Marcelo abrió la puerta de su casa, y salió al descansillo, en seguida ya vio como subía el ascensor y en cuanto llegó a su piso, abrió la puerta y le dio la bienvenida al perro que él llamaba ChowChow, un ChowChow en tonos beig y marrones, de esponjoso pelaje y ojos soñadores que no dudó en alzar las patas delanteras contra sus rodillas en cuanto le vio. Marcelo rio y entró con él en el piso, si ahora iba a salir con el perro no podía llevar paraguas, así que tenía que buscar el gorro que siempre se ponía en tales ocasiones. Se dirigía a su habitación, a buscar el gorro en su armario, cuando, ahora sí, notó la vibración del móvil en la cartera. Era su hija.

  • Hola, dime…
  • Hola..dónde estás?
  • Pues ahora en casa, pero…
  • Pues de perlas, porque me salvas la vida….la guarde de Simón tiene una fuga de agua y hasta nuevo aviso nada, así que te lo subo y lo recojo cuando salga…
  • Bueno, y…
  • Ya tiene todo en la mochilita…ahora mismo estamos..

Marcelo metió el móvil en el bolsillo del pantalón, y se dirigió a la cocina, con tanta llamada le había entrado sed, también le puso agua a ChowChow en el recipiente que ya tenía para él junto al tendedero. No había acabado de beber el vaso, cuando ya oyó las llaves en la puerta de entrada y la conversación que su hija sostenía con Simón explicándole por qué se tenía que quedar con el abuelo. En cuanto le vio, Simón decidió que los brazos de Marcelo eran mucho más cómodos que los de su madre, quien le entregó la mochilita, y tras darles un beso a ambos, se apresuró a meterse de nuevo en el ascensor para no llegar tarde a trabajar. Marcelo puso a Simón en el suelo, y suspiró, en teoría podría bajar con ChowChow y Simón a comprar el pan y luego ir al parque, a darle pan a los patos y a los columpios. Para eso iba a necesitar la sillita de urgencia que su hija le había dejado para esos casos, y que estaba en una de las habitaciones que ya no usaba. Seguido de ChowChow y de Simón, no había recorrido ni medio pasillo, cuando sonaron el telefonillo y el teléfono fijo a la vez, lo que causó que ChowChow se asustase y comenzase a ladrar, y Simón a hacer pucheros. Marcelo cogió al niño en brazos,  acarició la cabeza a ChowChow,  y se decantó por atender el telefonillo.

  • Sí?
  • Somos los de la derrama…está usted en casa?
  • Pues mire….
  • Dentro de veinte minutos se hará en su casa la oscuridad…pero no se preocupe..
  • Cómo dice..?
  • Gracias, muy amable…

Marcelo se quedó mirando el auricular del telefonillo, sin saber muy bien si se trataba de una broma, o la derrama iba a tener lugar de una vez por todas. Para cerciorarse, aún con Simón en brazos, y seguido de cerca por ChowChow regresó al salón, y desde la ventana, pudo ver que, efectivamente, un enorme camión había aparcado delante del edificio y un nutrido grupo de obreros se disponía a montar un andamio. Suspiró y se sentó en el sofá, ChowChow se acostó en el cojín que tenía para él cerca de la calefacción, Simón miraba a su abuelo espectante, como sólo miran los niños cuando saben que todo es posible, Marcelo le sonrió e iba a decirle algo, cuando sintió la vibración de su móvil en el pantalón. Era su otra hija.

  • Dime..
  • Papá estás bien?
  • Perfectamente..
  • Es que te llamé al fijo, no me cogiste, y hace un rato este me daba todo el tiempo comunicando y claro, yo ya iba a llamar a los Bomberos de Cádiz…
  • De Huelva..
  • Qué pasa en Huelva?
  • Los Bomberos que dices, son los de Huelva…
  • Ah! Pues yo siempre pensé que eran de Cádiz fíjate…
  • Y de Huelva aquí, aún iban a tardar….
  • Qué va…en fin, necesitas algo de la plaza? Estoy a dos números..
  • Si eso una meigas…y pan..
  • Te noto cansado…
  • Pse…
  • Nada, hoy hace un día prefecto para una caminata de las tuyas, paraguas, teléfono, gafas y via…o no?