Yo no soy gallego. Mi familia es de la Capital desde tiempos inmemoriales, literalmente, porque decidimos averiguarlo, ya cansados de la pregunta, y llegados a mis tatarabuelos seguíamos encontrando el mismo origen: La Capital. El nombre de familia para hombre es Bombardino, de mujer Carmen. A mí, como ya sabéis, me llaman Bomba. Lo mejor es que empiece por el principio, y así se entiende todo mejor, tú si quieres me vas preguntando por el medio lo que te parezca. Veamos. Nosotros no somos un “ grupo de garaje”, como se suele denominar a muchas bandas, nosotros somos un “grupo de trastero”, no te rías, es la verdad. Todos vivíamos en el mismo bloque, en Amazonia 10…qué?..sí, el mismo que saltó por los aires, pero afortunadamente el nuestro, bueno, el de nuestras familias, es el 10, el que explotó fue el 4, Amazonia llega hasta el 20. En fin. Vivíamos todos en el mismo bloque, así que nos conocemos desde nuestra más tierna infancia, como suele decirse, pasábamos mucho tiempo juntos. Si algo tiene Amazonia, son trasteros, un kilométrico laberinto de ellos, si pudiesen hablar, contarían muchas cosas, te ríes pero es cierto, y los chavales nos la pasábamos allá abajo haciendo mil cosas. A Pedro le regalaron sus tíos una guitarra eléctrica, y con eso surgió la idea, yo ya estudiaba piano, Tino y Pelayo también se animaron, y como nos faltaba la voz, convencimos a David, que aceptó porque el trastero estaba prácticamente a oscuras y no suponía peligro alguno para su tipo de epilépsia. Dicho y hecho. Allá abajo podíamos hacer el ruido que nos diese la gana, que nadie iba a protestar, porque al principio lo que hacíamos era ruído, no nos engañemos, después ya dimos forma a cosas, y con el tiempo la gente de los bloques bajaba a escucharnos tocar. Hasta que comenzaron las aglomeraciones, mi madre me decía que cualquier día pasaba una desgracia, pero en aquel momento nosotros no pensábamos más que en tocar y pasarlo bien. Un día vino un tipo de un garito, y nos propuso que tocásemos en su local, de gratis, por supuesto, nosotros le advertimos que, de hacerlo, tenía que ser con luces muy tenues o totalmente a oscuras, pero no le dijimos la razón, el tipo no puso pegas, y nos preguntó cómo se llamaba el grupo, y nosotros caímos en ese momento en que no teníamos nombre. Nos miramos, empezamos a decir “Los….”,”Los…”, mientras tratábamos de dar con una denominación, y David, sin más dijo “Somos LOS a secas”. Y así quedó. “Los”. Cada vez que tocábamos en algún sitio, suponía un lleno total, así que no tardamos en tener nuestro circuito, pero no nos regalábamos mucho, no creas, porque cada uno tenía sus obligaciones y David no podía agotarse, y para nosotros eso es sagrado. Nos hicimos más conocidos, llenábamos cualquier sitio, daba igual dónde, era el abarrote. A oscuras. Éramos un misterio. Entonces apareció Hermes Landas y todo cambió para mejor. Firmamos con su discográfica y hasta hoy. Al principio continuamos con la oscuridad, hasta que conseguimos las famosas gafas oscuras de David, sí, esas que ya son su seña de identidad, y que son un diseño especial que le permite estar en el escenario con todos los cambios de luces posibles, sin que le afecten. Qué? Sí, Hermes Landas existe, por supuesto, no es una leyenda urbana, lo que pasa  es que prefiere ser anónimo, no hay más. De hecho, a aquella Conferencia, le habían invitado a él, y fui yo en su lugar, porque yo por Hermes cualquier cosa, y fíjate tú todo lo que eso provocó. Nosotros estábamos en pausa aquel verano, seguimos sin prodigarnos mucho, como bien sabes, y yo, para variar, no tenía nada que hacer, así que allá me fui. Hacía un calor pegajoso, horrible, como de horno, hasta en la sombra, así que, buscando desesperadamente un lugar fresco llegué a la capilla de la abadía. Fue como revivir. Me senté justo al lado de la puerta de la sacristía, porque había corriente, y no molestaba a nadie mientras componía una cosa en mi dispositivo. Earpods, corriente y un piano. La gloria. Cuando me di cuenta, estaba rodeado de gente trajeadísima por todas partes, y descubrí que me había colado en una boda. Entonces, vi junto a mi a un ser de luz. Y pensé que me estaba dando algo por el calor, pero no, era realmente un ser de luz porque el vestido que llevaba brillaba de una forma maravillosa. Hola, yo soy Mariola y soy de Reyes, tú de quién eres?. Y ya la adoré. No me cupo la menor duda. En un momento le confesé que siempre había querido gritar “Yo!” en el momento en el que el cura dice la famosa frase de que si alguien supiese de algún impedimento que hablase en aquel momento o callase para siempre, y me dijo que ella también. Es tan difícil aguantar la risa en una misa solemne. Acabamos llorando. Pero como todos lloraban, nadie se dio cuenta. Nosotros nos casamos en Las Vegas, nos casó el mismísimo Elvis, faltaría más. Cuál es el secreto de nuestro éxito? Me lo preguntan muchas veces, y nunca sé que contestar, yo creo que seguimos siendo aquellos chicos del trastero, disfrutamos haciendo música juntos y, sobre todo, nos queremos mucho, somos piña, no siempre estamos de acuerdo, por supuesto, pero lo hablamos y ya está, sé que sueno melindroso, pero es la verdad. Las letras? También, las trabajamos mucho, mira, mi padre, cuando yo era niño, siempre me decía que tenía que hablar “con propiedad” y eso lo llevo también a las letras. Por ponerte un ejemplo, hay una canción que suena mucho por ahí que en un momento dice “…el mosquito más tonto de la manada”, vamos a ver, a ti te dicen ahora mismo que por la calle avanza una manada de mosquitos y no te dan la piernas para correr, los mosquitos se mueven en nubes. Cuadra tú “nube”. Difícil. Pues se queda “manada” y Santas Pascuas. Nosotros intentamos que nuestras letras cuadren, y que lo que ofrecemos llegue. Se dice de nosotros que somos un “fenómeno global”, encantados que nos comparen con el Cambio Climático, pero lo primeros sorprendidos fuimos nosotros. Con qué momento me quedo? Con la primera vez que llenamos Ventas, Hermes y Liberto no nos dijeron nada los muy cabrones, nos dejaron pensar que iban a ser cuatro gatos. Cuando salimos al escenario, nos recibió nuestra primera ola de entusiasmo colectivo. Yo soy llorón, lo confieso, y me dio llorona. Nos abrazamos en piña y después lo dimos todo. El resto es historia.