Nuevo caso del Subinspector Duarte Naveira. «Nordés» (Primera Parte)

Lu

Lu le dio el sobre y le soltó la mano. Ella se dejó resbalar por la tubería y comenzó a correr. Alcanzó a escuchar ruidos, como de detonaciones, pero ya desde el camino de atrás. Trepó por el desmonte y se alejó monte a través, orientándose por el trazado de la carretera. Sin mirár atrás ni detenerse. Aferrando el sobre en su mano. Con las tímidas luces del día alcanzó las primeras casas, dispersas y de labranza, sólo entonces cesó en su carrera. Se escondió en un recodo al paso de un coche, que resultó ser de reparto de leche y aprovechó para mirar el contenido del sobre, arrugado por la presión de su mano. Lu. Tres fajos de billetes grandes y pequeños, una american express black y un pasaporte. Los ojos se le llenaron de lágrimas de repente, y se las borró, el golpe del pómulo le dolió al rozarlo con la palma de su mano, en la que descubrió también rastros de sangre seca, proveniente de la nariz. Ahora se llamaba Lucía Bahón Riquelme. Lu. Borró otra vez las lágrimas,que, impertinentes, brotaban de sus ojos para rodar por su lastimado rostro. Una vez habían hecho bromas con la foto del pasaporte, si la miras rápido puedo ser tu, le había dicho guiñándole un ojo, y se habían reído. Lu. Se volvió a esconder al paso de otro coche, y guardó el sobre en el bolsillo de la sudadera sin soltarlo de la mano.

Llegó a lo que le pareció el centro de un pueblo, que seguramente había visto siempre a través de la ventanilla de algún coche, pero que ahora no reconoció. Al doblar una esquina, se topó con un nutrido grupo de gente que aguardaba la llegada de un autobús en la parada, unos jugaban con sus móviles, otros charlaban animadamente entre si, un par fumaban, ninguno de ellos notó su presencia. Ella se puso la capucha de la sudadera que llevaba, y su rostro se perdió en la sombra. No consultó a dónde se dirigía el autobús. Cualquier destino era bueno. Cuando llegó el autobús, pagó con uno de los billetes pequeños y buscó un asiento al fondo en ventanilla. No se durmió en todo el trayecto. Tenía demasiadas cosas en las que pensar.

La última parada fue una estación de tren de cercanías. Buscó el panel de información de destinos, y no tardó en encontrar el que buscaba. El aeropuerto de Heathrow.

La mujer que atendía el mostrador de venta de billetes „Last-Minute“, le tendió una hoja con una lista de posibles destinos cuyos vuelos salieran con la mayor prontitud. Recorrió la lista con el dedo índice de su mano izquierda, el único con la uña casi intacta, y se detuvo en el destino listado en quinto lugar. Allí no había estado nunca, pero conocía a alguien. El escondite perfecto.

Pagó en metálico un billete sólo de ida, y de la misma manera compró en una de las tiendas dos pantalones vaqueros, varias camisetas, mudas y unas botas, además de una mochila. Se vistió con ropa limpia, y tiró todo lo que había llevado puesto hasta entonces a la basura, incluidas las zapatillas de deporte, que, descubrió, tenían manchas de sangre. Antes de pasar el control de seguridad, utilizó uno de los ordenadores para uso público, y entró en su perfil de Facebook. Tuvo que hacer memoria para acordarse de su contraseña, hacía mucho tiempo que no entraba. El grupo que buscaba lo encontró rápido, recorrió uno a uno los perfiles de la gente que lo formaba, escrutando los rostros ya que no se acordaba del nombre de la persona que le ocupaba. No pudo evitar exhalar un suspiro de alivio cuando la encontró y descubrió que todavía utilizaba Messenger.

Hola, soy Amanda, te acuerdas de mi?“

 

El porqué de las cosas

Duarte Naveira, apoyado en el cierre de piedra del paseo marítimo, observaba a los surfistas, eran dos y avanzaban contra las olas, bocabajo en las tablas, ayudándose de los brazos para ganar distancia. En un momento se auparon sobre las tablas, y, sin perder el equilibrio, acariciaron con éstas las crestas de las olas, trazando sinuosos caminos en la espuma, para descender después hacia la orilla y dejarse caer en la rompiente, de un gris casi negro a aquellas horas. Nunca lo había intentado. Pachangas con una pelota en el agua, hacer el pino, entrar a la carrera salpicando a diestro y siniestro, sí, ese era más su estilo, pero lo de mantenerse sobre las tablas o esperar horas a que hubiera olas no era para él. No tenía tanta paciencia.

-Ya la van a sacar- La voz de Corcubión le devolvió a la razón por la que estaba allí a aquellas horas de la mañana, se volvió a mirar hacia uno de los portales de la acera de enfrente. Alguien había avisado a la prensa, y dos equipos esperaban en la acera, controlados por varios de sus compañeros. Él no iba a acercarse, ya había visto todo lo que tenía que ver en el quinto derecha durante gran parte de la noche, pero necesitaba hablar con el juez y con el forense de guardia. Optó por llamar a Omar al móvil de servicio, los de la televisión iban a estar bastante rato apostados y no quería hablar con ellos, aún no.

-Todavía estáis arriba?- Preguntó al tiempo que alzaba la vista hasta el quinto piso, ahora con las ventanas abiertas de par en par, Omar se acercó al ventanal de lo que era el salón, aún con mono blanco y mascarilla, y le saludó con la mano.

-La están bajando a pie, no cabe en el ascensor- Su voz sonaba enlatada tras la mascarilla, Duarte asintió con la cabeza.

-El tipo es zurdo, y calza el cuarenta y cinco- Apuntó, Omar le mostró el pulgar de su mano derecha enguantada desde el ventanal.

-Positivo, esta tarde te decimos más- Y desapareció del ventanal hacia el interior de la vivienda, Duarte se volvió hacia Corcubión, que también parecía muy interesado en las maniobras de los surfistas.

-Una vez lo intenté y casi ahogo, llegué a la orilla y la besé como el Papa tío, increíble- Duarte evitó reirse ante la imagen de su compañero besando el arenal, y le indicó el quinto piso con la mano.

-Cuando subas, cierra las ventanas y las persianas, en toda la casa, precintas y dejas a Rubén en la puerta arriba- Ordenó volviendo a meter el móvil en el bolsillo del pantalón, Corcubión asintió y se dispuso a cruzar al otro lado de la calle.

Duarte miró la hora, las nueve en punto. Dudó un instante, entre si ir directamente a comisaría o pasarse primero por casa a darse una ducha y a dormir al menos un par de horas. Se decidió por la segunda opción, y se dirigió despacio hacia el semáforo. Se paró en una de las cafeterías de Rubine a tomar un café con un bocadillo de jamón, dándose cuenta entonces del hambre que tenía, ya que desde la cena no había vuelto a probar bocado. Después de dar buena cuenta del bocadillo, puso rumbo a su casa atravesando la Plaza de Pontevedra. Hacía pocos meses que se había mudado a un piso en el edificio conocido en la ciudad como „Casa Barrié“, un quinto, recién rehabilitado, muy luminoso, que daba a la Plaza de Vigo. Cuatro dormitorios, salón-comedor, una más que espaciosa cocina y dos baños. Le sobraban habitaciones, y todavía no había acabado de amueblarlo, pero era su casa y se sentía a gusto en ella. Además, Gelo, que trabajaba a turnos, justo enfrente, en la lonja, se quedaba muchas veces a dormir o hacía camino por el, de modo que podía decirse que lo compartían.

Cuando llegó a casa, se lo encontró tratando de interpretar las instrucciones de una cómoda de IKEA, ya montada, que tenía ante él, y de la que le habían quedado tres tornillos sobrantes.

-Yo no lo pillo, neno, ya está toda aquelada, si la tocas no se tuerce ni nada….y me sobran estos tres rollos….-Duarte se encogió de hombros, antes de poder contestarle, hubo de bostezar y restregarse los ojos.

-A veces traen de más, de repuesto…

-Puede, pero me raya…no sé, las pongo en un cacharrito, y si veo que tal la deshago….

-Muchas gracias….vamos a dejarla así…y si cae cae…como yo ahora mismo, que ya ni te veo…- Gelo rio, y le dio una palmada en el hombro, que casi le hace perder el equilibrio.

-Vete a sobar…que andas derrengao…- Duarte hubo de darle la razón y se alejó por el pasillo- una cuestión…aquí arriba hay un colegio o algo?-Duarte se volvió, ya con los ojos cerrados, sin comprender lo que quería decir- Sí, neno, encima de ti..no sé dónde…un montón de chavalitos todos calcaos y vestidos igual…

-Ni idea…- Acertó a contestar Duarte y se metió en su habitación, Gelo se encogió de hombros y se dirigió a su vez a la cocina, a dejar las tres tuercas en uno de los cajones de la encimera.

Eusebio Cabanillas tenía un cráneo perfecto. Llevaba el pelo crespo, ya blanco, muy corto, lo que favorecía apreciar su forma. En invierno se cubría la cabeza con una boina negra, cuando el tiempo comenzaba a mejorar la cambiaba por un sombrero tipo Panamá. Si se tuviera que poner un adjetivo a su rostro, rectilíneo con curvas precisas sería el adecuado, tomando como referente su afilada nariz que sostenía unas gafas redondas y metálicas, y su nuez, que, sobresaliendo de su delgado cuello, se movía al ritmo de las palabras que pronunciaba. Muchos le llamaban el „hombre gabardina“, ya que, sin tener en cuenta qué tiempo hiciera, era lo que siempre usaba para abrigarse, cruzada siempre por su sempiterna cartera de cuero, curtida a lo largo de todos los años que llevaba de servicio como forense.

Pero aquella tarde, Cabanillas, no recibió al grupo encargado de la investigación del caso ni con gabardina ni con sombrero Panamá, lo hizo en su uniforme dos-piezas verde, y aún sin haberse sacado la cofia del mismo color de la cabeza. A Duarte y Jon, se habían unido, en el despacho de Cabanillas, el teniente Gutiérrez de la Guardia Civil y Lola Requena, responsable del Grupo de Delitos de Violencia de Género.

-Os entrego el preliminar, ya sabéis como va esto, falta el definitivo, pero lo que sí os puedo decir es que las puñaladas, cinco, le atravesaron el corazon y le causaron la muerte casi en el acto, no hay marcas de defensa…

-No le dio tiempo…- Anotó Lola, Cabanillas levantó las cejas y se encogió levemente de hombros.

-Lo dicho, es el preliminar, mañana a más tardar os doy mayores detalles…

-Violación?- Quiso saber Gutierrez, Cabanillas negó con la cabeza y pasó a entregarles una carpeta azul. Iba comentarles algo más, cuando escucharon unos gritos provenientes del pasillo. Al abrir la puerta para ver lo que estaba pasando, se encontraron con un grupo de personas compuesto por familiares de la chica asesinada y varios psicólogos.

-Por qué!!?Por qué le dejó pasar!!? Por qué!!?

-Cálmate, mamá, por Dios…

-No quiero calmarme!!…No me da la puta gana de calmarme!!…Quiero saber por qué!…Por qué le dejó pasar esa hija mía! Déjame!! – Y la mujer, en la desesperación de su rabia y dolor, se soltó el brazo por el que la tenía agarrada su hija, incapaz a su vez de secarse ya las lágrimas que corrían por su rostro, desencajado e inflamado en llanto. La mujer se acercó a ellos con los puños cerrados, y una expresión de furiosa tenacidad en su encendido rostro.- Por qué!!?Por qué…le dejó pasar!!…- Y clavó sus arrasados ojos en cada uno de ellos, buscando una respuesta.

-No..le dejó pasar…la puerta estaba abierta porque ella, al parecer, iba a bajar la basura…la bolsa estaba junto a ella, alguien debió abrirle la puerta del portal y él subió..- Trató de explicar Duarte, buscando las palabras, Lola salió en su ayuda.

-Seguramente fue una casualidad…- Anotó.

-Este no es de casualidades….es un hijo de su puta madre!, eso es lo que es….y ella a bajar la basura!…y dale, coño!!, y yo a decirle que no la baje por la noche….que por la noche no…que la baje por la mañana….pero no!! Y qué…y qué!!??…Que alguien me explique…por Dios…por Dios que alguien me explique por caridad….!!- Y se derrumbó en llanto en brazos de su hija y de la psicóloga que la había estado acompañando, su marido, testigo mudo de la escena, abrazado a si mismo, tras ella, optó por dejarse caer sobre una silla del pasillo, con la cabeza entre las manos. Por un instante, un halo de profunda tristeza inundó el pasillo, y paralizó a todos los presentes. La llegada de un médico, que alguien había llamado para atender a la madre, hizo que todo volviese a funcionar otra vez. De alguna manera. Casi torpe. Como los que caminan por el pasillo de un tren en marcha.

-Se recorrió la casa entera el tío…no dejó títere con cabeza…y menos mal que salió el vecino y se encontró el percal…

-Aún olía a gas cuando llegué yo…

-Si llega a explotar…mira…no quiero ni pensarlo, mejor no…mal cuerpo ya tengo…sí o sí…

-Lo encontraron en la playa….

-Pero no se tiró a ahogar…a que no?- Y Jon le miró casi furioso, Duarte suspiró y negó con la cabeza, Jon golpeó el volante del coche en el que estaban sentados con las manos y maldijo en vasco- Sí o sí…macho…“por qué?“ preguntaba la amá…eso me gustaría saberlo a mí….- Miró un instante al frente, negando con la cabeza, y luego se pasó las manos por el rostro.- Te acerco a casa?

-Sí…mañana será otro día…

-Ya te digo….con lo bien que íbamos oye….

-Seguro que volvemos a la buena racha…

-Además, ya no llueve..

-No lo digas muy alto…- Jon rio entonces, y, encendiendo el coche, se adentró en el tráfico.

 

La estrategia del erizo

Amanda había decidido bajarse del autobús del aeropuerto en lo que le pareció la entrada a la ciudad, lo último que necesitaba en aquel momento era perderse más de lo que ya estaba. Se había comprado unas gafas oscuras en uno de los Duty Free del aeropuerto, lo suficientemente anchas como para tapar los golpes que jalonaban su rostro y no ser objeto de miradas curiosas. Miró a su alrededor, antes de decidirse a caminar hacia algún lado, necesitaba encontrar un hostal o un hotel donde poder reponer fuerzas y avisar a su amiga Macu de su llegada. La había conocido hacía muchos años en un campamento de equitación en Escocia, en el que habían compartido habitación. Entonces no existía Facebook, pero cuando éste llegó, la cuadra que lo había organizado había invitado a todos aquellos que alguna vez hubieran participado en alguno de sus campamentos a unirse a su grupo, y ella había aceptado gustosa. Le gustaba montar, aunque últimamente no lo hiciese muy a menudo. Macu había respondido a su mensaje casi inmediatamente, se acordaba de ella, y se alegró mucho de que hubiera decidido visitar A Coruña . Habían quedado en que Amanda se pondría en contacto en cuanto llegase. En la parada había un inmenso panel con un mapa de la ciudad, un punto rojo con un „Usted está aquí“ la ayudó a situarse, siguió con un dedo la arteria y encontró lo que buscaba. El Hotel Avenida. Miró a lo lejos, sólo tenía que cruzar al otro lado. No sería muy complicado.

La mujer que la atendió en la recepción no le pidió que se sacase las gafas oscuras cuando le entregó el pasaporte. Eso la tranquilizó, de esa forma ella era prácticamente una fotocopia de Lu. Lu. Pensar en ella y formársele un nudo en la garganta era uno. Carraspeó. Pagó en metálico una noche por adelantado, ya que no sabía cuándo vería a Macu. Su habitación estaba en el primer piso, nada más entrar cerró las cortinas y se sentó sobre la cama. Si bien estaba agotada, sabía que no sería capaz de dormir. Ni de relajarse y descansar. Todavía no podía respirar hondo. Todavía no entendía qué le estaba pasando. Y sobre todo, porqué. Decidió darse una ducha, eso la ayudaría a encontrar un poco de calma. En la ducha descubrió otros golpes que no sabía que tenía, en los costados, los brazos, y los muslos. Vístete, le había apremiado Lu en mitad de la noche y le había entregado un chandal y unas zapatillas, rápido no es coña, ella le había preguntado qué pasaba, se asustó al escuchar tiros, ven, no te sueltes y habían salido corriendo del cuarto. Sólo se acordaba de que eran dos hombres enormes y que de repente ella había volado contra uno de los aparadores de la porcelana, mientras Lu trataba de neutralizar al otro, después el tipo la había vapuleado como un pelele y por último propinado varios puñetazos, hasta que Lu le voló los sesos tras hacer lo propio con el otro. Lu. Salta y corre, no pares de correr. Y eso es lo que llevaba haciendo desde entonces. Sin saber porqué. Prefería no pensar en Eric. El nudo se le hacía entonces demasiado grande. Todo a su tiempo. Se cambió de ropa, y bajó a recepción a preguntar si podría utilizar un ordenador.

Hola Macu! Ya estoy aquí!“ – Macu le contestó casi inmediatamente.

Hola Amanda! Qué alegría! Dónde estás?“

Estoy en un hotel, el „Hotel Avenida“ „

El del Pasaje?“

Supongo…:) „

Me pilla de paso, paso a buscarte en cuanto acabe aquí, dentro de dos horas…te viene bien?“

Perfecto, aquí estaré! :)“- Macu le contestó con un corazón, ella sonrió levemente y se lo devolvió.

Intentó tumbarse en la cama, pero no era capaz de relajarse, se sentó en el borde y encendió la televisión. Zapeó un poco entre canales y se decidió por un canal multitienda, en el que en ese momento explicaban cómo utilizar un artilugio que transformaba una piña común y corriente en una figura con forma de erizo, con ojos de uva. El erizo. Pensó en su estrategia de defensa, y decidió que la adoptaría a partir de ese momento. Siempre lo había encontrado un animalito fascinante.

Macu seguía igual. Ahora llevaba el pelo, castaño y liso, en una melena hasta los hombros, entonces la había tenido más larga, pero su rostro pecoso de facciones pequeñas dominadas por unos curiosos ojos verdes, era el mismo, ahora sonriéndole al tiempo que abría los brazos de par en par para invitarla a un abrazo, que, sinceramente, ella necesitaba más que ninguna otra cosa en el mundo.

-Sólo tienes esta mochila?

-Sí…nada más…

-Pues nada…te vienes a casa y arreglado..

-Si te viene mal yo…

-Qué va! A a mi no me visita nunca nadie…no sabes la ilusión que me hace verte…ven, dejé el coche en „clientes“…no creo que…en fin…

-Podemos irnos…ya pagué..

-Ah!…pues vamos pues….

El Opel-Corsa de Macu olía tanto a Lavanda, que tenían que circular con las ventanillas bajadas. Las culpables eran unas cestas con esa planta, que ocupaban el asiento de atrás y el maletero.

-Es que trabajo para una empresa que organiza bodas….y no las querían…no te imaginas lo que llega a tirar la gente después de una boda… hija…las cestas son monísimas y…bueno ya pensaré qué hago con la lavanda…- Le explicó alzando la voz para hacerse entender por culpa del ruido que entraba por las ventanillas, Amanda se volvió para ver las cestas y hubo de darle la razón, eran de bambú azul.

-Vives sola?

-No! Vivo con mi hijo, Lois…el niño más guapo del universo!- Y volvió a reir, Amanda asintió, pero no preguntó más.- Tiene papá…no creas!…si es lo que estás pensando…pero no está por la labor…bueno..está…cuando le apetece y no tiene otra cosa que hacer….ya sabes…hombres!- E hizo un gesto desvaido con la mano, Amanda sonrió- Hoy por ejemplo lo tiene él….me lo devuelve mañana…y entonces lo conoces….- Amanda, distraida con el ruido, el olor de la lavanda, y lo que veía a través de la ventanilla, no entendió lo que había dicho- Digo que ya lo conocerás mañana!- Repitió Macu alzando un poco más la voz, Amanda alzó las cejas y volvió a la ventanilla. Mañana. Le gustaba aquella palabra.

Era un espacio de tiempo en el que todo podía ocurrir.

 

V.

Comienzan hablando en kazajo, el otro cambia al inglés, no le hace gracia pero lo acepta, no le gusta el inglés. Demasiado simple.

-Ha visitado Facebook. Aún está viva.

-La policía hace esas cosas.

-Se ha movido en el tiempo. Buscó a una persona. Eso no lo hace la policía.

-A quién? Y dónde?

-Te lo mando por mensaje.

-Y él?

-Negativo. Tiene que ser ella.

-Ok.

Focus

Ser valiente. Asumir la cobardía. Asomarse al borde. O no. Poder o no. Ser capaz de. Tratar de no querer. Tratar de no sentir. Siempre son otros, nunca uno mismo. Otro no duerme, otro no puede pensar. Fue lo mejor. Fue lo mejor para todos. Tratar de no querer. Tratar de hilar un pensamiento. Tratar de dormir. No querer. No sentir. Conversación ausente. Creer las propias mentiras. Creer las mentiras de otros. Mentir. Esconder el dolor. No llorar más. Para qué. Volver en ti. Breve despedida. Ya está.

Nekane Johnson

De ir a algún sitio, Irving quería ir a Las Vegas. Podrían perdirle a su primo Larry la caravana, y hacer el viaje en ella. Casi setecientas millas. Si las hicieran de una vez les llevaría nueve horas, pero podrían hacerlo en tres tramos. Ida y vuelta. Nekane no tenía nada en contra de Las Vegas, pero prefería ir en avión. Ahorraban tiempo y el dinero de la gasolina. Se suponía que el viaje de luna de miel tenía que ser inolvidable, y ella no quería asociarlo con horas y horas de contemplación del desierto de Utah. Pero Irving ya había comenzado a hacer planes de horarios de pausas y a buscar trayectos alternativos que quizás les ahorrasen un poco de tiempo, y ella le dejaba. En algo tenía que ocuparse. Ella ya tenía bastante con sus gafas. Siete dioptrías en el ojo derecho y ocho en el izquierdo. Había intentado usar lentillas, pero le habían provocado una alergia tal, que había tenido que andar con gafas de sol graduadas durante varias semanas hasta que sus ojos dejaron de parecer los de un campeón de pesos pesados justo después de ganar el último round. Su oculista, el Dr. Silverman, le había explicado que era posible una operación de reducción de las dioptrías,pero que en su caso conllevaba riesgo debido a una deformación en la córnea. O eso es lo que ella había entendido. Y eso que el Dr. Silverman se lo había explicado en la figura de un ojo de plástico que se podía deshacer en sus diferentes partes, y que a ella le había dado un poco de grima. Pero no había dicho nada. Se había limitado a asentir y darle la razón con lo de la córnea. El caso era que su prima Meredith opinaba que una novia no podía llevar semejantes gafas de pasta negras en su día. Que o bien las cambiaba por un modelo más liviano o ese día iba sin ellas. A lo que Nekane le había respondido que la segunda opción no era negociable, ya que sin gafas era lo más parecido a un topo, y no quería perderse su propia boda por no poder ver lo que pasaba a su alrededor. Así que Meredith, cada vez que iba de visita, le llevaba varios modelos de gafas para probar, que le suministraba su amigo Corey quien trabajaba en una óptica en Colorado Springs. Solían entonces pasar todo el tiempo de la visita discutiendo sobre qué par le quedaba mejor, pero hasta ahora no había encontrado uno que reuniese las condiciones adecuadas. Mientras tanto ella seguía usando sus gafas de pasta negras. Las mismas que usaba desde los quince años. La anteriores, de pasta irisada en rosa, se las había aplastado Reverendo con la pezuña de su pata posterior derecha. Reverendo era el caballo de su tío Cliff. Y no había tenido la culpa. Ella había dejado las gafas sobre un montón de paja, no se acordaba muy bien porqué, y Reverendo pasó por allí. En fin. Que fueran o no a Las Vegas de viaje de novios, ella tenía más cosas de las que ocuparse.

-Yo creo que las perlas en rojo te quedarían mejor, por el negro del pelo, digo….

-Tú crees…?

-Las perlas blancas las lleva todo el mundo, pero el recogido con los tirabuzones y con perlas rojas sería algo nuevo…

-No sé qué decirte de los tirabuzones…

-Si no quieres que te caigan por el lado, te los subimos un poco y listo…- Nekane se contempló en el espejo, Brittney le había peinado con el recogido que llevaría a la boda, para verlo hecho y hacerse una idea, un tinglado de tirabuzones y perlas blancas, varios de los cuales le caían enmarcando el lado derecho de la cara, menuda y de facciones finas, presidida por las gafas de pasta, que hacían parecer enormes sus ojos marrones tras los lentes. No pudo evitar un gesto de escepticismo, y luego sonrió, acariciando las perlas que adornaban los tirabuzones.

-Y dices que nadie las lleva, rojas, me refiero…

-No, todas las llevan blancas, o beis…

-Ya….le preguntaré a Irving a ver qué le parece…

-Pero sólo de las perlas…- Bromeó Brittney guiñándole un ojo en su reflejo del espejo, Nekane asintió con la cabeza y le devolvió el gesto.

De vuelta a casa, encontró a Irving apoyado en la encimera de la cocina, tomando a morro una cerveza, todavía vestido con el uniforme de vigilante de prisiones. Irving trabajaba como vigilante en la prisión del estado, de seguridad media, que estaba a las afueras del pueblo. Con el fin de ponerse en forma para la boda, había decido ir y volver andando al trabajo, otros dos colegas se habían unido a su causa, y otros tres se lo estaban pensando. Se estaban planteando hacerse una camiseta con “Equipo Irving” como lema. Pero sólo era una idea.

-Hombre…no sé…en rojo parecerá que te has caido en una cuba de uvas…en blanco es más….liviano…

-Liviano…

-Te queda bien, cariño…te sientes bien con él?

-Sí…

-Pues es lo más importante, cariño, en rojo o en blanco, estarás preciosa…

-Irving…me voy a poner colorada..- Irving le dio un sonoro beso en la frente,y dejó la cerveza vacía sobre la encimera.

-Me voy a la ducha….que hay de cena?

-Pollo con verduras…..tengo que caber en un vestido…- Irving sonrió

-Haremos dos camisetas “Equipo Irving” y “Equipo Nekane”….- Rio antes de dirigirse al baño, Nekane alcanzó a darle un azote en el culo, al que Irving protestó entre risas.

El supermercado donde trabajaba Nekane abría a las siete de la mañana. Pero ella entraba a la seis y media. Así ayudaba a Travis, el encargado, a reponer las cosas que habían quedado pendientes del día anterior o colocar lo que hubiera quedado descolocado. No era un supermercado grande, pero tenía de todo, y era el único del pueblo. El siguiente estaba en el Centro Comercial, a cien kilómetros de distancia. Ella se ocupaba de la caja, Jonathan se encargaba del mantenimiento y Travis lo supervisaba todo.

Los primeros clientes solían aparecer a las siete y media, las madres con los bebés llegaban a eso de las nueve, después empezaban a llamar los de los ranchos para hacer sus encargos, que Jonathan se encargaría de repartir al mediodía. A veces venían turistas, pero no a menudo. Solían quedarse en los moteles más cercanos a los cañones y al río Gunnison, donde, con la llegada del buen tiempo, se podía hacer rafting. Por eso le sorprendió la presencia de los dos hombres que hicieron su entrada a las once, y que claramente no eran vecinos del pueblo. Vestían ropa deportiva, botas de montaña y portaban sendas mochilas. Hablaban entre si en un idioma que ella no entendía y dieron varias vueltas al establecimiento antes de decidirse a comprar nada. Llegaron a la caja portando una garrafa de dos litros de jugo de naranja, dos cajas de donuts y dos tazas tipo termo que estaban de oferta.

-Kaixo, zer moduz?- Nekane pasó la garrafa por el escaner sin atender a lo que el hombre acababa de decir, pensando que estaría hablando con su amigo, pero el hombre insistió en repetir la misma frase, esta vez rozándole levemente un brazo- Zer moduz?- Nekane le miró abriendo mucho los ojos, ya de por si agrandados, tras los cristales de sus gafas y parpadeó dos veces, sin entender lo que le estaba preguntando.

-Perdón…?

-Zer moduz, ni Haritz naiz…- Nekane, por un momento pensó que había perdido la facultad de entender lo que decían las personas, como había oído que les pasaba a aquellos justo antes de tener un ictus. E iba a decir algo al respecto, cuando ambos hombres sonrieron.- Te pregunto cómo estas, me llamo Haritz…- Aclaró ya en inglés el que se encontraba frente a ella, señalándose a si mismo y luego a su amigo- Este se llama Eneko- Nekane sonrió, sin saber muy bien por qué, la voz de Travis tras ella la hizo volverse.

-Te están molestando, Nekane?- Se interesó, poniendo el tono más serio que conocía en la voz, ella negó con la cabeza, aún adornada con tirabuzones y perlas, e hizo un gesto desvaido con la mano, quitándole importancia a lo que estaba pasando.

-No, Travis, sólo estamos charlando…- Travis asintió sin apartar la vista de los dos turistas y después volvió a desparecer tras los estantes de patatas fritas.

-Tienes un nombre en nuestro idioma, por eso pensé que lo hablabas…

-Qué idioma?

-El idioma de nuestro país, el País Vasco, tu nombre en nuestro idioma significa Dolores…

-Dolores?

-Sí…sería la traducción aproximada, la del mio, Haritz, es Roble…este se llama Eneko…y dicen que es Ignacio…pero no sé yo…- El otro rio e hizo como que le empujaba en broma, Nekane también rio y pasó el resto de productos por el escaner, el hombre que se llamaba Eneko le entregó el dinero para pagar.- Pues nada, ya nos vamos, precioso esto…pero tenemos que seguir ruta..

-Muchas Gracias…

-Agur, guapetona…- Se despidió el hombre llamado Haritz antes de abandonar el supermercado, Nekane se despidió con la mano.

-Adiós, muchas gracias, feliz viaje…

Nada más llegar a casa esa tarde, Nekane se sentó ante el ordenador y buscó “Pais Vasco” en Google. En eso estaba cuando llegó Irving, luciendo su recien estrenada camiseta gris con el lema “EQUIPO IRVING” a la altura del pecho, regalo de sus compañeros de la carcel, también le habían regalado una con el lema “EQUIPO NEKANE”, ésta en rosa con el lema en rojo.

-Qué miras?

-Hoy un turista que pasó por el super, me dijo que mi nombre en el idioma de su país significaba Dolores…

-Dolores?…y qué país es?

-El País Vasco…

-Dolores Johnson….no suena mal, como a actriz…

-Irving…- Y se puso colorada, Irving se sentó junto a ella y sacó su telefono móvil.

-Vamos a ver….País Vasco…ni idea…

-Mira ves?….la capital es Vitoria, y hay otra ciudad que se llama Bilbao….es bonito…

-Hombre…bonito…mira estas fotos de aquí….de cosas ardiendo..

-Ya…pero miras las fechas Irving….ves?

-Ah…pues si….

-Mira Irving…en Bilbao hay un museo que se llama Guggenheim…

-No quiero ser yo el que camine por esas placas de metal un día de agosto, cariño…

-Pues es bonito….

-De qué me suena a mí Guggenheim?

-Tiene mar…

-Aquí dice que corren delante de toros por las calles…

-No Irving, eso es en Navarra, eso es otro sitio, más abajo…en Bilbao no corren delante de toros…

-Y también se filmó “Juego de Tronos”…

-En Bilbao?…- Y le miró con los ojos muy abiertos, Irving amplió algo en la pantalla de su móvil y dibujó un gesto de escepticismo.

-En un acantilado…o algo así…pero como siempre está tan oscuro, pueden rodarlo en nuestro patio que no lo reconoceríamos, cariño…

-Ya…

-San Juan de Gazte….San Juan de Gazte… da igual…..qué hay de cena?

-Filetes de pavo con ensalada….Podríamos ir a Bilbao de luna de miel?- Irving la miró sorprendido.

-A dónde?

-A Bilbao…bueno, al País Vasco….al fin y al cabo mi nombre es de allí…

-No sé yo, cariño…

-Miré también el tuyo, y significa “Agua Fresca” en escocés…

-Escocés?….

-Sí…y mira, los hombres de las fotos son pelirrojos como tú Irving…

-Yo sólo toqué el tamborín en el instituto….de gaitero tengo poco, cariño…- Nekane rio y apagó el ordenador.

-Pones tú la mesa?

El viernes decidieron ir al cine, que estaba en el Centro Comercial. Irían a la última sesión, antes pasearían por la zona de tiendas y cenarían algo en uno de los restaurantes. Apenas encontraron tráfico, la carretera dibujaba una linea recta que dividía el agreste paisaje en dos.

-Le pregunté a mamá por qué se había decidido a llamarme Nekane, y me dijo que cuando estaba embarazada de mi había visto a una mujer en la tele que se llamaba así…y le había gustado…

-Dolores Johnson….podrías cambiarlo….suena bien…como a actriz…

-Irving….un anotador de la NBA se llama como tú…y un escritor…

-En serio?

-El turista se llamaba Haritz…que significa Roble, me gusta…

-No sé yo…”Roble, ven aquí…”….

-Mira…Hunter ya ha colocado el arco nuevo con el nombre del rancho en rojo…le ha quedado bien…

-Le conté a mi tío lo de los toros…ya sabes, lo de correr delante y eso,y me dijo que hace poco se le escaparon dos de los sementales y tuvo que venir la guardia nacional…bueno un par o así…porque llegaron a la carretera…

-Qué horror!

-Sí….a uno lograron cogerlo..pero al otro tuvieron que pegarle un tiro…

-Ay no..

-Es que les venía encima a todo dar….una mole de una tonelada, cariño….ahí no corre ni la guardia nacional, sabes?

-Ya…

-Pero aún tiene chuletones….le dije que nos los guardase para después de la boda, que ahora estamos a plan…

-Es que tenemos que caber en los trajes, Irving…

-Claro, cariño….y las perlas rojas te van a quedar muy bien….como todo

-Irving…

Meses más tarde, después de sopesar las distintas opciones para el viaje de luna de miel, se decidieron por viajar a Nueva York.

Allí también había un Museo Guggenheim.

S3

Gottfried Kirchner pone todos los días el despertador para las cinco, aunque en realidad se levante a las cinco y diez. Si se levantase a las cinco en punto, según suena la alarma, le sobrarían entonces diez minutos y no sabría exactamente en qué ocuparse durante ese preciso lapso de tiempo. Si se levantase a las cinco, se ducharía hasta las cinco y diez, dejaría la ropa preparada de víspera , así que se vestiría a las cinco y quince, de cinco y veinte a cinco y cuarenta desayunaría su té con leche y dos panecillos con miel y mantequilla, y estaría preparado para salir de su casa a las cinco y cincuenta. Llegaría a la estación a las seis y dos minutos, y tendría que esperar todavía cerca de doce minutos hasta la llegada de su tren. Levantándose a las cinco y diez, sale de su casa a las seis en punto y llega a la estación a las seis y doce minutos. El S3 llega a esa hora siempre puntual. En caso de retraso, suele ser sólo de tres minutos.

Llega a la estación de destino a las seis cuarenta y cinco, y recorre a pie la distancia entre la estación y el recinto perteneciente a Rothkirch. De diez a quince minutos de paseo diario. Si nieva, diez, ya que suele apurar el paso.

Gottfried Kirchner trabaja en el departamento de calidad de Congelados Rothkirch. Desde hace veinticinco años. El veinte de abril. Entonces había caído en viernes, seguramente un fallo en el departamento de personal. Los nuevos contratados en Congelados Rothkirch siempre empiezan en lunes.

Llega a su despacho a las siete y cinco, y abre la ventana, cuelga su abrigo, y la vuelva a cerrar. Después enciende su ordenador y comienza con las carpetas que ha de repasar hasta las once y media, hora a la que baja a la cantina a comer.

Aquel día comió con Schroeder y Kröpke, no hablaron de nada en particular, Kröpke acabó antes y no tomó café, tenía que enviar dos Emails urgentes. Schroeder y él tomaron café, mientras leían distraídamente las hojas del periódico local, que alguien se había olvidado sobre la mesa. Cuando Schroeder se fue, él volvió a hojear el periódico, le había parecido ver algo en la sección de esquelas. Y allí estaba. Marlis Gießkanne*. Marlis. Tenía que ser ella. Su inseparable compañera de colegio y después en el instituto. La casa de ella colindaba con la suya entonces, y había formado parte de su infancia y juventud. Una chica guapa y de agradable conversación. Después le había perdido la pista. Sus caminos se habían separado en algún momento y nunca más la había vuelto a ver. Hasta hoy. Había fallecido hacía tres días. Sintió un eco de tristeza, al rememorar su tiempo juntos. Le sobrevivía su hijo, Kevin Gießkanne. No se nombraba marido ni más familia. No habría funeral, el sábado a partir de las doce,aquellos que quisieran, podían pasar al domicilio familiar a presentar su respetos a los allegados. Decidió que iría. Al menos llevar un ramo de flores y darles el pésame.

El sábado amaneció soleado, pero frío. Los sábados solía levantarse a las nueve, desayunar sin prisa e ir a la compra, era el único día en que utilizaba su coche. No solía comprar demasiadas cosas, pero detestaba caminar cargado con bolsas. Compró un ramo de flores en el que predominaban el lila y el verde, que le pareció lo suficientemente sobrio para la ocasión. Marlis había vivido un pueblo más lejos, tan cerca y sin embargo no la había visto nunca, pensó, mientras conducía hacia la dirección que se había dado en el periódico.

La casa de Marlis era la última de una serie de casas adosadas y de idéntico aspecto, casas construidas en los cincuenta, de tejados a dos aguas y dos plantas, pintadas de un color que alguna vez había sido beis, zócalo marrón, ventanas con contras de madera. Cuando llegó, no tuvo que buscar mucho para saber cuál era, la puerta estaba abierta y un grupo de gente se entretenía delante, charlando en la acera. Se fijó en que, en su mayoría, era gente joven, alguno no alcanzaba los veinte años.

-Buenos Días…es esta la casa de Marlis Gießkanne?- Preguntó inseguro al llegar hasta ellos, los chicos asintieron y le señalaron la puerta abierta.

-Si, pase por favor, Kevin está dentro…- Indicaron amablemente, Gottfried entró entonces en la casa. El angosto recibidor daba paso a un pasillo, del que partía una escalera, y se adentraba hacia lo que supuso eran el salón y la cocina, de donde provenían voces enfrascadas en una conversación.

Se quedó en el umbral de la estancia que era la sala, sin atreverse a entrar, un grupo de chicos y chicas estaban sentados en el sofá y varias sillas, si bien se dieron cuenta de su presencia, continuaron con su conversación, mientras bebían de sus tazas o comían de sus platos, sin prestarle demasiada atención. Uno de los chicos se incorporó de su asiento, y se acercó a él. Era alto y delgado, tenía el pelo negro rizo corto y la piel cetrina, sus facciones finas y nariz recta en perfecta conjunción con unos penetrantes ojos castaños le hicieron recordar a Gottfried a uno de los guías que había tenido una vez en un viaje a Túnez, hacía muchos años. El chico le ofreció la mano y una franca sonrisa.

-Hola, Buenos Días, soy Kevin, muchas gracias por venir- Se presentó estrechándole la mano.

-Yo soy Gottfried Kirchner, siento mucho la muerte de tu madre, fuimos vecinos y amigos de jóvenes, me enteré por el periódico…- Explicó entregándole las flores, Kevin asintió y sonrió levemente.

-Muchas gracias, es muy bonito…un momento…Jessika?- Una chica que estaba sentada en una de las sillas se acercó entonces, estaba completamente vestida de negro, a conjunto con su larga y lacia melena, que llevaba con raya al medio y caía en cascada enmarcando un rostro maquillado en un tono de maquillaje muy pálido,casi blanco, con labios también negros, tenía los ojos verdes pulcramente ribeteados de kajal, sonrió al ver las flores, y también le ofreció la mano, manicurada en lila.

-Buenos Días, yo soy Jessika, muchas gracias por venir…y por las flores, son preciosas, las pondré en un jarrón…- Y cogiendo el ramo se alejó por el pasillo.

-Le puedo ofrecer café, te, cerveza…también hay bizcochos…venga, por favor..- Explicó Kevin y le indicó que le siguiese hasta la anexa cocina, ahora habilitada como bufet para la recepción.

-Tomaría un café, gracias- Kevin sonrió y se dispuso a preparárselo- Te importa si te pregunto de qué murió tu madre?- Kevin le miró fugazmente, mientras preparaba la cafetera.

-Cancer linfático…hace dos años que la diagnosticaron, fue muy rápido…pero nunca se espera, la verdad- Cortó un trozo de una tarta de queso, y poniéndolo sobre un plato, se lo entregó. Gottfried levantó las cejas y se lo agradeció- Lo hizo Jessika…está buenísimo.- Tras el primer bocado, Gottfried no pudo sino darle la razón, Kevin esbozó un gesto de orgullo y asintió con la cabeza.

-Y tú vivías con ella?

-Sí, acabé mi formación profesional hace un año, justo después ella empezó a empeorar y me dediqué a cuidarla…no pude enviar curriculums ni mirar nada, lo haré ahora, supongo…

-Qué hiciste?

-Técnico de Laboratorio….

-Y en qué querrías trabajar?

-En realidad me da igual…hombre, igual no, pero poner pie en algún sitio y avanzar, no sé….lo tengo difícil porque voy con un poco de retraso…todo se andará…

-Ya…me consta que me acabas de conocer, pero cuenta conmigo para lo que necesites, apreciaba mucho a tu madre…- Kevin le sonrió agradecido y se dispuso a servirle el café, que Gottfried quiso con leche y sin azucar. En eso hizo su entrada un chico negro de enormes ojos azules, vestido con el uniforme de la compañía de tranvías, portando dos bandejas tapadas con papel de estraza.

-Mi madre viene después con el resto….me ha dado esto, cuidado aún quema un poco- Advirtió entregándole su carga a Kevin quien soltó un silbido.

-Tenemos comida para meses…

-Ya conoces a mamá….tiene miedo de que te mueras de inanición…- Bromeó el chico del uniforme, quien advirtiendo a Gottfried le ofreció su mano.

-Hola, yo soy Reinhardt Mgabe..- Gottfried se presentó también- Antes de irme te robo un trozo de la tarta de Jessi…tienes sirope de choco?- Kevin le entregó un plato con un trozo y una botella de sirope, Reinhardt hizo girar los ojos después del primer bocado- Debería ponerle copyright….esto no es de este mundo…- Y aún alabando el pastel se fue a la sala.

-Otro café?

-Pues sí, mira, y, si puede ser otro trozo de tarta….

-Ya le dije que era de impresión- Y Kevin le sirvió otro café acompañado de tarta de queso.

-Y ahora…estás solo?…quiero decir…

-Sí…mi madre, como sabrá, era hija única y mis abuelos murieron hace mucho tiempo, sólo éramos ella y yo…solo, lo que se dice solo, no me quedo, Jessika y yo llevamos ya cuatro años juntos y como puede ver…amigos no me faltan..- Y extendió las manos en el aire, como para abarcar a toda la gente que iba llegando a la reunión y de la cual oían ya las voces en el pasillo, Gottfried sonrió y asintió con la cabeza, e iba a decir algo, pero dos mujeres y un hombre, portando bandejas, entraron en la cocina.

-Kevin!…Deja que te abrace!- Exclamó emocionada una de las mujeres ,y, tras depositar la bandeja sobre una encimera, engulló a Kevin en un sentido abrazo. Gottlieb aprovechó para abandonar la cocina, a la que entraba ya más gente llevando comida, y se quedó en medio del pasillo, saboreando el trozo de tarta, entre un ir y venir de aquellos que ya estaba en la casa y los que iban llegando, la mayoría chicos y chicas jóvenes, muchos de ellos acompañados de sus padres. Quiso devolver el plato y la taza a la cocina, pero ésta estaba tomada por una multitud, al igual que la sala. Optó por dejarlo sobre una cómoda del pasillo, y dirigirse a la salida, donde se encontró con Jessika, ocupada en recibir y despedir a los asistentes.

-Muchas gracias por todo, aquí os dejo mi tarjeta para lo que necesitéis….volveré en otro momento..despídeme de Kevin, por favor- Se despidió, y le entregó su tarjeta, Jessika le estrechó la mano y dibujó una cálida sonrisa en sus labios negros.

-Gracias a usted por venir, y por las flores…- Y le señaló un jarrón, que ahora adornaba la mesa del recibidor.

Esa noche, Gottfried soñó que regresaba a Túnez.Pero no era Túnez. Era un lugar sin contornos ni formas por el que paseaba, en compañía de gente que no conocía pero con la que hablaba distendidamente y con la que, en algún momento, se sentó en una playa, que no era playa, a comer un sabroso trozo de tarta de queso. Se despertó antes de que sonara el despertador, con una única idea en la cabeza.

Lo primero que hizo al llegar a su despacho, tras abrir la ventana y volverla a cerrar, y aún antes de leer sus Emails, fue consultar la Intranet de la empresa. Encontró lo que buscaba después de dar varias vueltas. Ernest Melb. Su secretaria le comunicó que éste estaba en un congreso en Burdeos, y que regresaría el viernes.Nunca antes le había parecido a Gottfried que los días de una semana pudieran pasar con tanta lentitud. Pero al fin llegó el viernes. Y con él Melb. Le encontró en uno de los laboratorios, haciendo inventario.Le explicó su idea y Melb le dijo que, por su parte,no habría problema.

Cuando salió del trabajo, en lugar de tomar el S3 hacia su casa, lo tomó en dirección contraria. Se había olvidado de preguntarle Kevin por un teléfono de contacto, así que se había decidido por acercarse de nuevo hasta su casa para hablar con él del tema, y así, después, poder pensar en otra cosa, ya que desde su visita del sábado, le había sido imposible.

Jessika salió a abrir la puerta, con la melena recogida en un moño alto, mandil de cocina y las manos protegidas con guantes de horno, sin dejar de lado el kajal, esta vez sus labios eran lilas. Cuando sonrió al verle,arqueando una ceja, Gottfried supo a quién le recordaba, a Yvonne DiCarlo en su papel por excelencia. Él también hubo de sonreír a su ocurrencia, siempre le había gustado esa serie.

-Hola Gottfried! Qué sorpresa!…pase…estoy ultimando la cena, Kevin está en el sótano…- Y le invitó a pasar, fuese lo que fuese que estuviera cocinando, la casa estaba invadida por un olor delicioso.

-Qué bien huele…

-Guiso de venado, lo hay esta semana en el Aldi, llega justo a tiempo para quedarse a cenar…

-No os sintáis obligados…- Jessika le miró desoslayo mientras revolvía algo en una tartera e hizo un gesto desvaido con la otra mano, aún enguantada. Kevin entró portando una pesada caja repleta de artilugios de metal, y tras dejarla en el suelo, le estrechó la mano a Gottfried.

-Estaba en el sótano, tengo que desmontar la casa, mi casero quiere renovarla…no sé ni por dónde empezar…Llega a usted a tiempo para cenar…

-No era mi intención importunar, yo sólo quería…

-Importunar? Me hace usted un favor, Jessi ha hecho guiso de venado como para invitar a toda la calle…- Exageró Kevin abriendo los brazos como queriendo abarcar la cocina y todo lo que ella contenía, Jessika rio y le echó la lengua.

-No sé cocinar para dos….qué quieres que haga?…- Kevin se encogió de hombros y le envió un beso aéreo, para luego dirigirse a Gottfried, que asistía a la escena sonriendo para si, sin decidirse a participar, aún aferrado a su cartera de mano y vistiendo su abrigo.

-Deme el abrigo y la cartera, póngase cómodo, enseguida cenamos…- Invitó Kevin, animándole a entregarle el abrigo y la cartera, que después colocó en un armario del pasillo.

Entre los dos pusieron la mesa para cenar en la misma cocina, Kevin abrió una botella de vino para la ocasión.

-Pues usted dirá…- Animó Kevin, una vez le hubo servido una buena porción de venado acompañado de bolas de puré de patata y col roja.

-Muchas gracias….verás…la última vez que nos vimos, me comentaste que estabas buscando trabajo en lo tuyo, y, bueno, yo trabajo en Rothkirch, seguro que nos conoces…pues bien, si hay algo en Rothkirch son laboratorios y pensé que quizás…en fin, que me informé, y efectivamente hay todavía una plaza vacante de empleado en prácticas en el Laboratorio de Verduras…y bueno, he venido a preguntarte si estarías interesado en ocuparla- Se lo explicó con tranquilidad, como solía hacer la cosas, mirándoles alternativamente en su discurso. Kevin y Jessika siguieron su explicación sin atreverse a llevarse a la boca el bocado que tenían ya preparado en sus tenedores, y casi sin parpadear.

-Yo?…quiero decir…una plaza en prácticas para mi?- Acertó a preguntar Kevin, como temiendo haber malinterpretado lo que acababa de escuchar, Gottfried asintió con la cabeza y tomó un primer bocado del guiso, Jessika y Kevin se miraron sorprendidos, a Kevin casi le dio la risa- Pues…sí, claro…muchísimas gracias por pensar en mi Gottfried, muy amable de su parte…- Gottfried hizo un gesto con la mano en el aire y sonrió.

-Nada que agradecer, es lo mínimo….y, por favor, tratadme de tú, compartís conmigo mesa y vino, no cabe el usted….a propósito…en mi vida he probado un venado tan exquisito…es..magia hecha carne..- Jessika se llevó las manos a las mejillas, que aún maquilladas en pálido se habían sonrojado, Kevin alzó su vaso de vino y Gottfried le imitó, ella, hizo lo mismo casi sin atreverse.

-Por la magia y sus misterios!- Y los tres rieron su ocurrencia, para después dar buena cuenta del asado.

La entrevista se fijó para el martes siguiente, y Kevin comenzó a trabajar como empleado en prácticas para Congelados Rothkirch el lunes. Como era norma para los nuevos empleados. Coincidía con Gottfried siempre en la pausa del mediodía, en la que compartían mesa y pormenores del día, Kevin le iba informando del lento desmantelamiento de su casa, para el que no había prisa, ya que su casero no la tenía, pero era algo que ocupaba todo su tiempo tras el trabajo, Gottfried acordó con él ayudarle los sábados que necesitase, cuando había tenido que desmantelar él solo la casa de sus padres se le había hecho eterno. De vez en cuando Kevin le traía un tupper en el que cabían dos porciones de lo que se le hubiese ocurrido guisar a Jessika, que si bien hacía virguerías en la cocina, había comenzado a hacer prácticas como diseñadora gráfica en Heidelberger Druckmaschinen.

-El Sr. Schubert quiere verte en su despacho- Le anunció la voz de Petra Schilling, secretaria de la dirección, al responder a la primera llamada de la mañana, Gottfried sintió como de repente se le abría un abismo inmenso en el estómago.

-A mí?…por qué?

-No lo sé…sólo se me ha dicho que te avise…

-Ahora mismo?

-A poder ser, sí…- Y colgó. Gottfried hizo lo mismo. Antes de incorporarse se sirvió un vaso de agua, la boca se le había vuelto de pergamino.

Seguro que es por Kevin, pensaba mientras se dirigía a la dirección, situada en el edificio anexo al suyo, qué habrá hecho el chico? O qué no habrá hecho? Seguro que no le quieren renovar el contrato de prácticas, después de tres meses es lo normal, pues a ver por qué…será porque se llama Kevin, y qué culpa tiene él de llamarse así, si además está en el santoral, y el apellido es el de su madre, que buen trabajo hizo, ella sola, para sacarlo adelante después de todo lo que le pasó, y qué otro apellido iba a tener, vamos a ver…y sí, parece uno recién llegado de por allá, pero no lo es, vamos, sólo hay que escucharle hablar, es que la gente no escucha o qué?….y lo pienso decir, sea lo que sea lo que tengan que decirme, yo me pondré de su parte, qué pueden hacerme a mí?…les saldría por una fortuna despedirme, y además, cómo van a despedirme por dar mi opinión, vivimos en democracia…vamos digo yo…..con la ilusión que tienen los dos, porque es una delicia verles….ella tan gótica y sus tartas de queso….porque vamos a ver, la compañía de tranvías confía un autobús lleno de personas a Reinhardt, y es más negro que el betún, y no pasa nada……no, no puedes conducir el autobús porque eres negro…no, eso no se lo dijeron los de Tranvías…pues eso.. a ver por qué le van a decir a Kevin que no puede seguir aquí porque se llama como se llama y encima es como es….un argelino desplazado, como dice él…no hay derecho. No pasarán. Bueno Gottfried, no te embales.

Cuando llegó a la antesala del despacho del director, Petra, sentada tras su mesa escribiendo algo en su ordenador, le indicó con un gesto de la mano que podía pasar, sin levantar la vista de loque estaba haciendo. Gottfried respiró hondo, y, tras llamar a la puerta, entró en el despacho.

-Kirchner! Gracias por venir tan pronto…sin cita previa…- Saludo el Sr. Schubert incorporándose de su sillón para estrecharle la mano, frente a él, junto a la mesa de despacho estaba sentado Ernest Melb, quien imitó al director y también se incorporó para saludarle, su presencia hizo que el abismo estomacal de Gottfried tomase dimensiones de agujero negro, buscó respirar hondo, pero no lo consiguió.

-Siéntese, por favor…quiere usted beber algo?Agua, zumo…- Ofrecio el Sr. Schubert, un hombre corpulento y de pelo crespo blanco, encasquetado en un traje azul cobalto con corbata gris, Gottfried se fijo en sus zapatos, y se preguntó cómo había podido atarse unos cordones tan finos, se pasó la mano por el rostro para despejar semejantes ideas, que no supo de dónde podían venirle, seguramente producto del nerviosismo.

-Agua, un vaso de agua…gracias- Acertó a decir, Melb fue el encargado de servírsela y se la entregó acompañando el gesto con una amable sonrisa, Gottfried trató de corresponderle sin conseguirlo, el agujero negro había cobrado vida propia y se movía a una velocidad trepidante por su abdomen.

-Pues verá, Kirchner, si le hemos hecho venir, es para darle las gracias- Comenzó Schubert elocuentemente extendiendo sus manos en el aire mientras Melb asentía sin perder su franca sonrisa, Gottfried se sintió en ese momento como aquel que gana metros para tomar impulso con el fin de derribar una puerta con el hombro, y justo en el momento del impacto, ésta se abre. Y sólo pudo toser. Y con la tos se vació su cabeza. De palabras e ideas. Se quedó en blanco.

-Queríamos agradecerle personalmente su descubrimiento, porque el Sr. Gießkanne, es un descubrimiento…

-Un diamante en bruto…- Anotó Melb

-Viniendo de usted no podíamos esperar otra cosa…

-Resumiendo….no vamos a correr el riesgo de que la competencia nos lo quite a la primera de cambio…así que no vamos a esperar más y le vamos a hacer fijo…

-Hoy en día, las noticias vuelan, y una persona de la valía de Gießkanne puede recibir ofertas tentadoras…y no nos lo podemos permitir…

-Hacía muchos años que no tenía la suerte de contar con una persona así en mi equipo….tan…exacto…sí, esa es la palabra…exacto…sin un pero en sus acciones….

-Lo dicho, Kirchner, muchas gracias….hemos pensado en cómo agradecérselo…

-Y hemos llegado a la conclusión de que con seguridad le hará a usted mucha ilusión participar en el Congreso Internacional de Calidad Congelada en Barbados…

-Barbados…- Repitió Gottfried, quien como por arte de ensalmo encontró de nuevo su voz, al no encontrar la relación entre los congelados y las Islas Barbados.

-En Junio….Petra le dará detalles….gran nivel…

-Ya…

-De nuevo, eternamente agradecidos…

-La aguja en el pajar.

Gottfried salió del despacho con la sensación de que caminaba como los astronautas lo habían hecho sobre la luna. Sin ser muy consciente de alcanzar con los pies la pulcra moqueta. De haber tenido un superpoder en aquel momento, le hubiera gustado poder volar.

Kevin Gießkanne pone el despertador todos los días para las cinco. Se da una ducha corta, se viste con la ropa que deja preparada del día anterior y despierta a Gottfried. Mientras éste se ducha, él prepara el té, pone el café y le da el primer aviso a Jessika. Después Gottfried y él desayunan cada uno su té y su café, con un trozo del bizcocho que Jessika haya horneado. A las seis menos dos minutos, Kevin le da el segundo aviso a Jessika. Gottfried y él salen de casa a las seis en punto. Llegan a la estación a las seis y doce minutos.

El S3 llega a esa hora siempre puntual.

En caso de retraso, suele ser sólo de tres minutos.

*Gießkanne → Regadera en alemán.

Principio y Final

Estábamos todos dentro. De eso me acuerdo. Porque al salir de clase para la pausa, no se podía dar un paso por la gente que había en el pasillo. Supongo que llovía o hacía frío. O ambas cosas. July me dijo de bajar al hall. Y bajamos. July era rubia, de ojos claros, con pelo muy rizo y pecosa, yo también tenía el pelo rizo, pero era su opuesto. Quizás por eso nos hicimos amigas. Había nacido en Londres, donde sus padres habían emigrado y todavía residían. Ella cursaba conmigo primero de BUP. Nunca me explicó el porqué, ni yo se lo pregunté. Esas cosas, entonces, carecían de total importancia.

El hall estaba repleto de gente. Ni ella ni yo teníamos hambre, así que no nos dirigimos a la cafetería, deambulamos un rato entre la multitud y después nos acercamos a la zona del mural. Era un mural del “Guernika” que ocupaba toda una pared, a lo largo de la cual había un banco. Para nuestra sorpresa todavía había sitio, justo en el centro. Y nos sentamos.

Les descubrimos antes que ellos a nosotras. Eran cuatro. De COU. Desde mi perspectiva de primero de BUP, eran cuatro hombres hechos y derechos, altos, fornidos y con aquel atractivo que desprende lo inalcanzable. Dos ya fumaban, sin querer hacerse los interesantes, simplemente lo eran, al menos a mis ojos, con sus cazadoras de cuero y sus plumíferos JHayber en rojo y azul. Hablaban y reían sin hacernos caso. Ni nosotras lo pedíamos, de hecho, teníamos nuestra propia conversación. No me acuerdo sobre qué. Pero era nuestra.

-Y tú cómo te llamas?

La pregunta vino de la nada. Y allí se quedó. Al no saber nosotras a quién iba dirigida.

-eh! Tú cómo te llamas?

Esta vez July y yo alzamos la vista. El de la cazadora de cuero, se lo preguntaba a July, mostrando gran interés.

-Yo?…July-

-Julia

-No, Julia no….July

-July

-Sí

Y entonces. Sin más. Los cuatro a la vez comenzaron a cantar, dando palmas.

-“ERES TÚ MI RAZÓN MI VERDAAAD, Y POR ESO TE QUIERO CANTAAAR,MI CANCIÓN ES SENCILLA Y SINCERAA NADA MÁAAS…OHOH JULY TE QUIERO CANTAAAR, TÚ HAS SIDO PRINCIPIO Y FINAAAL, EL PRINCIPIO DE MI NUEVA VIDA…EL FINAL DE MI SOLEDAAAD…OHOH JULY…!…

Repitieron la secuencia otra vez, demostrando unas inusitadas dotes vocales a capela, y lo coronaron todo con una tanda de aplausos a si mismos entre risas. Y sonó el timbre. Y con la desbandada, se perdieron en la multitud. July y yo nos quedamos sentadas. July me miró con los ojos muy abiertos, y la expresión de aquel que descubre que le ha tocado la lotería. Yo no sabía que decirle.

-Tú oíste?

-Sí…

-Desde luego….

-Ya..

-Habrá que subir…

-Habrá…

Al año siguiente July regresó a Londres. Nunca supe porqué, ni ella pudo explicármelo. El de la cazadora de cuero, se casó mucho después con Laura la de C.

Pero esa ya sería otra canción.

*“OhOh July” Los Diablos (1972)

Grada Norte

Sven H. Con motivo del Campeonato Alevín de Fútbol que tendrá lugar durante los próximos fines de semana, he formado este grupo para poder coordinar mejor la logística. Bienvenidos a GRADA NORTE!.

Sylvia T. En el recinto en el que se celebra no hay gradas.

Sven H. Me pareció un nombre bonito. Suena grande.

Tilo T. BANCADA POTENTE

Silke B. Tilo, céntrate.

Sylvia T. Ni tampoco hay bancos.

Sven H. Ahora no puedo cambiarlo…queda así.

Silke B. A mí me paso lo mismo. GRADA NORTE sea.

Oswald B. Podemos llevar bancos y mesas plegables.

Frank S. Oeoeoeoeoe!! 🙂

Tilo T. Yo puedo decorar con banderolas de colores.

Sven H. Yo me ocupo de los postes y la tela para las pancartas.

Silke B. Es un partido de fútbol, no una manifestación.

Sylvia T. “Ánimo. Estamos aquí”

Tilo T. “Arriba. Siempre arriba”

Frank S. Booooombaa Olavava Olavavava!!

Beate S. Y dónde enchufamos la máquina de pancakes?

Sylvia T. Hay que hacer pancakes? Cuántos?

Mareike B. Yo llevo patatas fritas de bolsa.

Sven B. Pan qué?

Silke B. Pancartas, Beate, Pancartas!

Mareike B. Y Gusanitos.

– – – – – – –

Sven H. Ya os he enviado los horarios de los partidos. Los nuestros están en los grupos A, B y C. Necesito a alguien que se encargue de llevar los uniformes. Juntos llegamos! 🙂

Oswald B. Yo puedo llevar los uniformes. Dime a dónde.

Silke B. De paseo, si te parece Ossi… 😉

Tilo T. Yo puedo llevar a tres de cualquier grupo, con o sin uniforme. También las pancartas.

Anne H. Yo puedo hacer varios viajes, con cinco. Voy a llevar sandwiches. Falta el agua.

Tilo T. Yo llevo el agua. Sin gas. Sven H. a dónde vamos todos juntos?

Mareike B. Y Brezel.

Beate S. Van a cortar el gas? Cuándo?

Sven H. Es un slogan, como “No pasarán” “ Si quieres, puedes”. En total somos ocho coches. Yo llevo las mesas y los bancos. Siete. Son catorce niños. Alguien bueno en mates? 😉

Mareike B. Yo voy andando.

Frank S. “EEEOOO EEEEEOOOO Daylight come and I want go hoooome”

Silke B. La mejor opción es reunirnos con los coches delante del Ayuntamiento y repartir niños y comida. También Bananas, Frank S. ;). Después vamos en caravana hasta el campo. Yo puedo recoger a Mareike.

Beate S. Y quién alquila la caravana? Yo no tengo carnet de eso.

Sylvia T. Yo llevo las banderolas,tres sillas plegables, el botiquín, dos termos con café, tazas, vasos y platos de plástico, dos bizcochos, una ensalada de pasta, mantas, las mudas, paragüas y tijeras. Sitio para un niño (menudo).

Tilo T. Sylvia T. for President! 🙂

Mareike B. Yo voy andando y ya van vestidos con el uniforme. Llevo patatas fritas de bolsa.

Sven H. Falta cordón y cinta aislante.

Tilo T. Lo lees mal y montamos la película 🙂 🙂

Silke B. Centrémonos.

Roswitha R. No creo que talar los árboles sea la solución. Pensad en todos los pajaritos que se quedan sin casa!

Anne H. En ese recinto tampoco hay árboles.

Mareike B. Y gusanitos.

Beate S.. No creo que se puedan llevar hachas.

Roswitha R. Uuuups…me confundí de grupo 🙂

Oswald B. Los nuestros…de qué color van? Tengo más camisetas azules que pantalones rojos. Yo puedo llevar seis y una pancarta.

Sylvia T. Seis qué?

Beate S. A quién hay que aislar?. Yo llevo un machete.

Mareike B. Y Brezel.

– – – – – –

Anne H. Muchas Gracias a tod@s por vuestra ayuda! Sven os manda un saludo!

Sylvia T. Que se mejore! También es mala pata!

Silke B. “Mal dedo”, Silvia T.

Tilo T. Es que la mesa se plegó sola. Así Claks!

Oswald B. Hemos colocado todas las cosas en nuestro patio. Pasad a recogerlas cuando queráis.

Frank S. Yo ya repartí a los niños que quedaban. Devolví los bancos. Doblé las pancartas. Y tiré la basura.

Anne H. Frank S. Misión Cumplida 😉

Mareike B. Es de alguien un machete?

Silke B. Yo lavo los uniformes y ducho niños. Propios y ajenos 😉

Tilo T. Tenemos los puntos! Yo llevo la cerveza!

Frank S. A dónde?

Oswald B. Ya encargué pizzas. Aún hay ensalada y sandwiches.

Sven H. Os quiero.

Silke B. Nadine W. si me lees, he encontrado a tu hija.

Beate S. A quién hay que poner puntos?

Anne H. Yo llevo música.

Mareike B. Yo tengo cacahuetes.

Tilo T. “It´s coming home, it´s coming home”!!

Frank S. Quién?

Anne H. Big in Japan 😉

Beate S. Quién viene de Japón? Yo puedo ir a buscarlo.

Mareike B. Y limones.

El malo de la película

-Entonces me acompañas…

-Sí, pero depende de cuánto dure, quedé con Lolo para ayudarle con la cocina…

-Osea que te vienes…

-Sí, ya te dije que sí…pero…

-A las doce en la puerta, te envío la dirección por aquí…

-Pero cuánto dura…?

-Gracias Alvar!…eres un sol!…- Y colgó.

Alvar también colgó y miró la hora. Las diez. Aún podía ir a correr su hora, volver, ducharse y llegar a tiempo a dónde fuese que Analía quería que le acompañase. Y así hizo. Cuando volvía de su habitual recorrido, le llegó el mensaje con la dirección, y al ver dónde era, hubo de aumentar el ritmo para no llegar con retraso.

En realidad no era una puerta, era el portalón de acceso a una nave situada entre otras naves idénticas y numeradas en un polígono industrial a las afueras de la ciudad. El autobús le había dejado a veinte minutos, y el último trecho casi lo había tenido que hacer corriendo, sin saber muy bien porqué, pero si había algo que no soportaba era llegar tarde, aunque la cita no fuese suya.

-Estoy bien?- Analía dio una vuelta sobre si misma, llevaba una falda larga negra y una camisola gris, la melena castaña se la había recogido en un moño, los pies en unas bailarinas negras, no llevaba ni los labios pintados, lo que le hacía tener un aspecto un tanto gris.

-Pareces una seglar…no sé…tú sabrás…

-Es que es de lo que se trata, es un drama…

-De monjas…

-No lo sé, pero mandan venir así…

-Y ahora qué hacemos?

-Entrar…supongo que ya habrá más gente…- Alvar accionó la manilla del portalón, y haciendo un amago de reverencia, le dejó pasar primero, Analía le respondió con una circunspecta genuflexión, pareja a su aspecto.

El interior de la nave había sido reconvertido en un enorme espacio de modernas dimensiones,dividido en dos alturas,en hierro fundido, madera y paneles acristalados. Tal como había predicho Analía, una pequeña multitud de mujeres ataviadas con ropas similares a las de ella y con el mismo peinado, estaban ya reunidas ante una puerta con el número 5 en rojo.

-Y yo mientras…qué hago?- Preguntó Alvar mirando a su alrededor, Analía se encogió de hombros mientras releía unos papeles en voz baja.

-Si cruzas esa puerta de ahí encontrarás una sala con sillones y cojines gigantes….

-Cojines gigantes?…café tienen?- Analía le miró, de pronto sumamente triste.

-“ Y si no te vuelvo a ver, recuerda que te quise….”- Alvar rio y asintió convencido.

-Ya…pues te espero ahí dentro entonces….y si tanto me quieres, cuando acabes me buscas- Analía parpadeó varias veces con ojos vidriosos y asintió, para después alejarse hacia la puerta 5.

La puerta que le había dicho Analía estaba cerrada, así que decidió buscar otra sala que estuviese abierta. Recorrió un ancho y muy largo pasillo de paredes de cristal azul hasta que hubo de torcer a su izquierda y tomar otro más corto, éste recubierto de metal imitando óxido donde por fin encontró una puerta, esta vez deslizante, de madera negra,y que pudo abrir. Accedió entonces a una sala iluminada por una gigantesca claraboya, el suelo era de cemento industrial y estaba ocupada de dos sofás verdes y cuatro butacones rojos, de cómodo aspecto, que rodeaban varias mesas bajas de madera que imitaban palés. Sobre éstas había botellines de agua, vasos, y unas carpetas azules. Alvar se sentó en uno de los sofás, y se sirvió un vaso de agua, reparó entonces en las carpetas azules y, cogiendo una, la abrió. Contenía dos hojas, con lo que parecía un diálogo, en inglés, entre un tal Grish y un tal Silas. Se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que no leía en inglés, tanto como el que hacía que había acabado Filología, sonrió, aquel era un buen comienzo. Iba a leerlo ya por tercera vez, cuando una puerta lateral, que no había visto, se abrió.

-Se te habrá hecho eterno….- La voz de la chica buscaba la disculpa en el tono, al tiempo que dejaba caer los brazos casi teatralmente, en vaqueros y camiseta con el pelo azul medio recogido con dos hebillas de purpurina y unas gafas de pasta rojas, a Alvar le recordó a una muñeca Manga, iba a explicarle el motivo de su presencia en aquella sala, pero no le dio tiempo- Te habrá dado tiempo a leerlo….seguro…dime que sí…- Rogó la chica mientras le miraba suplicante, Alvar se incorporó y asintió, incapaz de hacer otra cosa. Ella sonrió y se colocó bien las gafas- Perfecto, ven, ya te están esperando…antes…tú eres…

-Alvar…

-Alvar?

-Alvar Quintero López

-Alvar Quintero….y por qué no estás en mi lista?- Se lo preguntó sin mirarle mientras le guiaba por un pasillo de paredes de piedra verde amatista, Alvar iba a aclarárselo, pero ella se volvió de pronto con el dedo índice de su mano derecha extendido hacia el techo.

-Por la Q…nunca la coge el puto sistema…tú ven…- Caminaron todavía un par de metros, hasta alcanzar una puerta corredera de acero rojo, que la chica deslizó sin dificultad, dándole paso a una enorme estancia iluminada por infinidad de focos que pendían del techo y tomada por un ejército de gente que pululaba entre cámaras, máquinas y cables. Alvar estuvo tentado a dar la vuelta, y salir corriendo, pero llevado por la curiosidad de hasta dónde le llevaría la situación que se había creado, decidió seguirla sorteando cables y aparatos, hasta un grupo de gente que contemplaba un monitor.

-Aquí os traigo al último….no me miréis a mí, revisad el sistema y poned una camarita en la puta sala….así no hay quién trabaje…en fin, Alvar Quintero…- Y le señaló con la mano, como quien presenta el premio final en un concurso, Alvar levantó una mano a su vez sin atreverse siquiera a saludar.

-Jorge Cadenabe- Repitió uno de los hombres, adelantándose al resto para ofrecerle la suya, que Alvar estrechó agradecido, el resto se presentó de viva voz, y Alvar no se quedó con ningún nombre.- Ven, te explico.

Cadenabe le guió hasta una especie de escenario sobre el que había un cajón de madera.

-Verás…Alvar..era..tú nombre?, sí?..verás Alvar…tú situación es la siguiente…Grish es uno de tus hombres de confianza, pero te ha traicionado colaborando con el FBI, tú lo has descubierto y le traen ante ti para que se explique…

-Y yo estoy furioso…o cómo?

-Eso ya lo decides tú….si has leido el dialogo ya te habrás puesto en situación…- Alvar carraspeó y asintió, sin decidirse a contestar, Cadenabe sonrió y suspiró- Listo?

-Sí…supongo…- Logró articular Alvar, Cadenabe llamó a un chico, que se presentó como Javi, y le daría la réplica de Grish- Sólo una cosa….Sr. Cadenabe…yo, entonces, para entendernos, soy el malo…-Cadenabe rio y asintió.

-Exacto, Alvar, tú eres el malo de la película…- Alvar también le sonrió, y mientras uno de los técnicos colocaba bien unos focos, y Javi se convertía en Grish, volvió a leer su parte del dialogo, repitiéndolo en voz baja, como creía que lo hubiera hecho la única persona realmente mala que había conocido en su vida.

Una vez estuvo todo listo, Cadenabe ordenó silencio, y la luz de los focos se adecuó a las dos figuras sobre el improvisado escenario. Alvar Quintero, entonces, dejó de ser quien era, para convertirse en Silas y su propia interpretación de la maldad.

Después, el silencio se hizo tangible. Cuando levantó la vista, Cadenabe y su equipo, la chica del pelo azul, y un número importante de técnicos le miraban en silencio, incapaces de moverse, y con el miedo lacrado en la expresión de sus rostros. Nada se movía. Ni siquiera el silencio.

-Que alguien…me traiga un vaso de algo..- La voz de Javi, casi una exhalación, aún sentado sobre el cajón, rompió el sortilegio. Alvar hizo con su mano visera, para ver mejor, y sonrió.

-Ya está?…O lo hacemos otra vez?…o cómo?…

Veinticuatro horas después, ya tenía agente y un billete de avión a Los Ángeles. Si bien el director y el productor de la película habían visto su prueba de casting en video, querían comprobar que era real, y, de serlo, vivirlo en primera persona. Alvar se lo tomó con calma, como todo lo que hacía. Le había aclarado a Cadenabe quién era y la verdadera razón de su presencia en aquel lugar, pero aquel no le había dado importancia, reduciéndolo a una anécdota que, según dijo, daría mucho juego, él se preguntó para qué, pero no le dio más vueltas. Analía le hizo prometer que le mandaría videos por Whatsapp desde que aterrizara en LAX, y le ayudó a hacerse una cuenta en Instagram, cosa que el que ahora era su agente, un tal Juan Luís, recibió con alegría, ya que, según él, eso haría las cosas más fáciles. Alvar no le preguntó porqué, hasta entonces no había tenído una cuenta y había tenido una existencia feliz. Como foto de portada puso una en la que se tapaba medio rostro con una mano, y la otra mitad, según Juan Luís, te obligaba a tragar saliba dos veces. Analía y él le habían mirado escépticos. Se la había hecho él mismo, después de la ducha y antes de afeitarse. Nada fuera de lo común.

El lugar donde iba a tener que hacer la prueba, era seis veces más grande que el primero, y la cantidad de gente que pululaba alrededor le pareció más una manifestación de técnicos que otra cosa. Conocía al director por la prensa, e incluso le parecía haber visto una película suya, pero no se atrevió a decirselo, por miedo a que no fuese él, y quedar mal nada más empezar. El productor ni le sonaba. Esta vez la réplica de Grish se la iba a dar el actor que interpretaría el papel,un tal Scott, un hombre más o menos de su edad, que llegó acompañado de un pequeño batallón de gente, su mujer y un bebé, y que, en correcto español, se alegró mucho de conocerle.

Un hombre con cascos y guantes ordenó silencio. Alguien atenuó la luz. Silas recibe a Grish. Esta vez, el silencio que reinó al final, resultó tan aplastante, que el productor hubo de incorporarse de su asiento para, tras alcanzar una papelera, vomitar. Scott escondió el rostro entre sus manos, y se abandonó a un sentido, sincero y reparador llanto. El director, con la mirada fija en Alvar, parpadeaba lento, como el que piensa en algo, sin llegar a saber el qué. Alvar, buscó a Juan Luís en la multitud y le guiño un ojo, éste se enjugó los suyos con el embés de una mano, y trató de, al menos, devolverle un gesto amable, sin conseguirlo.

-Como te lo den, no va a haber quien me pare…

-Sales corriendo…o cómo?

-Del grito que doy…

-Y si no me lo dan, no pasa nada….ya estar aquí, yo, tú ya viste quién me felicitó en la entrada….a mí, ÉL…eso ya es mi Oscar…

-Yo no fui capaz ni de decirle Hola…seré boba…

-Me colocas bien la corbata?….

-Te llaman la “personificación de la maldad”…..y con este traje eres la “personificación de la elegancia”…

-No exageres….

-Una cosa…

-Dime…

-Quiero siempre preguntártela y nunca encuentro el momento…

-Tú dirás…

-Tú….en quién pensaste para dar vida a Silas?

-En alguien lleno de maldad…

-Ya…pero quién?

-En Arús, el bedel de mi colegio.

Espumoso Dorée

Hoy soñé contigo. Llegaste a mi casa y te sentaste en una de las sillas del salón. Venías a tratar la venta de mi casa. Querrías comprarla. Yo no sabía que mi casa estuviera en venta. Sabía que más pronto que tarde tendría que mudarme, pero mi casera nunca me había hablado de querer venderla. No te lo dije. Acepté el hecho sin más. Entonces se nos unió otra persona. Alguien le debió abrir la puerta. Un chico rubio con el pelo en visera y gafas de pasta, con el que coincido siempre en el autobús. Él también quería comprar la casa. Os pregunté si queríais tomar algo. Decís vino. En un aparador enorme, en una habitación con apenas luz, como toda la casa, encontré toda clase de vasos, tazas, y copas, infinidad de copas, pero ninguna de vino. Pero tienen que estar ahí. Pienso. Seis al menos. Pero no estaban. Al fondo descubro unas de tallo largo, tipo globo. Al sacarlas tintinea el resto del contenido del estante. Busco vino y no lo encuentro. Todo el vino que compro y nunca bebo debe estar en algún sitio. Recorrí una casa en penumbra y con muchos pasillos y aparadores repletos de cosas. Pero no encontré el vino. Regresé al salón, y tú estabas ya sirviendo las copas con algo. Te pregunté dónde lo habías encontrado. Me contestaste un tanto molesto que sólo era Espumoso Dorée, pero que serviría. Me pregunté cuándo había comprado yo tal cosa. Dorée. Se no unió entonces la mujer del chico rubio. Que nos explicó que sus hijos ya iban a la guardería solos y que eso era necesario para su desarrollo espiritual. El chico rubio abrió una ventana, y me descubrió que mi casa era un chalet adosado, la otra casa tiene sólo una ventana, desde la que nos observaba una mujer aterrorizada. El chico rubio dijo que él querría inspeccionar la otra parte. La otra parte estaba llena de escaleras y era muy estrecha. No encontramos a la mujer. Ahora en mi casa había más gente. Todos bebían vino. Una chica de melena roja quería arreglar una persiana. Tú le ayudas. Yo os digo que no está rota, que es eléctrica. Pero vosotros no me hacéis caso. La mujer del chico rubio me explica que comprar una casa es lo mínimo que ha de hacerse en esta vida. Su marido me dice que ahora es el momento. Y todos se van. No sé por qué. Y nos quedamos solos tù y yo. Tú me preguntaste en cuánto quedaba el precio. Yo no tengo ni idea. Me cuentas que tendrías que tirar tabiques, levantar suelos y pintar, además de cambiar los marcos de las ventanas y alzar una planta más. Yo te digo que me parece muy bien. Este es el momento, me dijiste, y tomaste el último trago de tu copa. Luego te levantaste, me abrazaste como despedida, y te fuiste. No me entristeció tu partida. Ni tampoco me alegró. Porque no te conozco.

El Rey de la Gravilla

El teléfono era de baquelita roja. Y estaba colgado de la pared del recibidor. El auricular tenía un cable tan largo, que podíamos llevarlo sin problemas por todo el apartamento mientras hablábamos. No sonaba como el resto de los teléfonos. Era lo más parecido a una alarma de incendios, que siempre nos cogía desprevenidos. El apartamento era pequeño. Un dormitorio, una sala, una cocina y un baño completo, que cabía en el espacio equivalente al de una cabina telefónica. La ventana del salón se abría a un balcón minúsculo, desde donde, si alguien se asomara descolgando medio cuerpo por la barandilla y girando la cabeza hacia la derecha, se podía ver el Castillo. Tal como nos lo había demostrado nuestro casero, cuando lo habíamos ido a ver por primera vez.

Por aquel entonces, Leander ya había acabado la carrera de derecho, y visitaba los cursos obligatorios de pasantía. Yo había hecho lo propio con la mía de Historia del Arte combinada con Filología Románica, por la rama de Francés, y todavía no sabía qué hacer de mi vida. Adentrarme en el tortuoso mundo de los doctorados, o decantarme por la rama de magisterio. Mientras no me decidía, impartía clases de pintura al óleo en la Volkshochschule (Universidad Popular) y ayudaba un par de horas a las semana en la biblioteca pública. Nuestra vida discurría en el limbo de aquellos que ni son ya estudiantes, ni todavía han entrado de lleno en el mundo laboral adulto. Además era verano. Con lo cual, la sensación de vivir en vacaciones se hacía más patente.

Aquella mañana yo me había decidido por fin a planchar mis pantalones de lino. Tenía tres. En beig, azul añil y rojo. Una oferta tres por uno que no había podido dejar escapar. Leander había comprado una tabla de planchar casi tan grande como nuestra sala, y yo la había colocado ante la ventana abierta al balcón, por una parte, porque así conseguía un poco de corriente que amainase el calor reinante, por otra para distraerme con lo que pudiese pasar en la calle, muy transitada por aquellos que se decidían por subir a pie al Castillo. Estaba tratando de decidirme si añadir un poco de colonia al agua de la plancha, cuando sonó el teléfono. Del susto arrojé la botella de agua de lavanda contra el sofá, como quien arroja una bomba de mano. Y todo se llenó de olor a lavanda. Pero eso a mí no me importó. Yo sólo corrí a coger el teléfono y lograr el cese de aquel ruido atronador que era su timbre.

-Pippa!

-….

-No te acuerdas de mi?!

-Pues no sé…

-Soy Malte!

-Malte?

-Si! Malte, tu Malte…

-Ya…qué quieres Malte?

-Pues verás, estoy por casualidad en la ciudad y pensé…pues mira, voy a llamar a Pippa para ver cómo está….

-Y cómo has sabido mi teléfono?

-Estás en la guía….

-Ya…

-Si eso nos pasamos esta tarde, para una cervecita…

-Nos pasamos?Malte…

-Ach, Pippa….me alegrará verte, a tí y a…a..

-Leander?

-Eso, Leander….a las cinco?

-Malte…

-Chau!

Malte Henle nunca había sabido escuchar. Habíamos salido cerca de un año, cuando ambos habíamos llegado a la ciudad para empezar nuestras respectivas carreras. Él había empezado Políticas con Historia, para dejarlo después por Geología con Biología, pasando por Sociología y Pedagogía, y por último Antropología y Estudios Americanos. Además de no saber, ni querer, escuchar, Malte era vago. En todos los sentidos. Incluso para llevar una relación. Cuando lo dejé, ni se había preocupado por preguntarme el motivo. Hubiese supuesto pronunciar demasiadas palabras. No le había vuelto a ver desde entonces. Que se hubiese tomado la molestia de buscar mi teléfono, y demostrase tanto interés en concertar una cita, me resultó más que sospechoso. Pero la gente cambia, pensé, y, a lo mejor, Malte, había aprendido a llevar conversaciones con más personas que consigo mismo.

-Y dices que viene con más gente?

-“Nos pasamos”dijo….

-Bueno, el pack es de seis birras….si son más bajo a por otro…

-Tenemos zumo…

-Qué bien huele a lavanda…..que el olor de los arbustos de la cuesta llegue hasta aquí….y tan…envolvente….

-Ya, es que…-

Pero no me dio tiempo a explicarle a Leander más, ya que sonó el timbre del telefonillo del portal.

Malte seguía igual, pero con el pelo algo más largo y había ganado un poco de peso, con la camisa blanca, los vaqueros y los mocasines, me pareció por un momento un cantante melódico salido de las revistas del corazón, ella era rubia, el pelo largo acababa en una suerte de tirabuzones, y enmarcaba una cara alargada con una nariz a juego, medio disimulada por una gran cantidad de maquillaje, el suyo era un estilo ibicenco profuso en volantes blancos y flecos, coronado por unas sandalias doradas de cuña muy altas.

-Ella es Jenny, mi esposa

-Hola, un placer conoceros….un apartamento….encantador, he de decir…y cómo huele a lavanda….encantador…

-De los arbustos supongo…-Anotó Leander, yo iba a decir algo,pero opté por no dar explicaciones

-Encantador…

Los dos se sentaron en el sofá de la sala, y nosotros ocupamos dos sillas frente a ellos, sin saber muy bien cómo comenzar una conversación. Malte fue quien tomó la iniciativa, adelantándose en el sofá.

-Nosotros, desde que nos casamos, vivimos en Sankt Leon-Rot, el padre de Jenny es Gottlieb Grebmüller…- Y nos miró como dando por sentado que conocíamos al Sr. Grebmüller, Leander y yo nos miramos escépticos.- Gottlieb Grebmüller?…claro que le conocéis mi suegro es “El Rey de la Gravilla”…- Jenny asintió con una orgullosa sonrisa en su rectilíneo rostro y se apartó uno de sus mechones, yo a mi vez sonreí a Leander quien tomó un trago de su cerveza como toda expresión de sentimiento hacia aquel hecho.- Y…bueno…no me voy a andar por las ramas. No hay cosa que más desee Gottlieb, y a la postre nosotros, qué duda cabe, que tener nietos….ya lo intentamos desde antes de la boda….y de eso hace ya dos años….y todavía no ha sido posible…en fin, a lo que que iba…el asunto es el siguiente…soy consciente de las dificultades que estáis pasando..- Leander y yo nos miramos de nuevo, pero él no nos dejó hablar- …una vida así es difícil, nos consta…y por eso queríamos plantearos una solución lucrativa a ambos problemas….tú y yo Pippa estuvimos una vez juntos…como recordarás…y dónde hubo fuego siempre quedan cenizas, lógicamente…o rescoldos…o bueno…en fin, que donde hubo algo aún puede arder una llama a la esperanza…y…entonces, haciendo uso de esa llama, engendraríamos un hijo….que, una vez trajeses al mundo nos entregarías…..no gratis, por supuesto, esas cosas tienen su precio….y podríamos llegar a un acuerdo que nos beneficiara a todos- Se hizo el silencio. Leander y yo no nos movimos un ápice. No podíamos. Supongo. Y de pronto, nuestro teléfono atronó el momento, provocando que todos diesemos un respingo a la vez en nuestros asientos. Leander se incorporó a coger la llamada, le oí atenderla en algún lugar, y Malte y su mujer también se incorporaron con intención de marcharse.

-Pues ya queda dicho….os lo pensáis…y cuando estés dispuesta nos lo dices….

-Ya…

-Encantador….y la lavanda….no tengo palabras ….

-Ya…- Les acompañé hasta la puerta, y sin muchas despedidas, se fueron. Leander ya había colgado el auricular sobre el teléfono en la pared y tamborileaba los dedos sobre él, yo aún aferraba la manilla de la puerta. Nos miramos un instante.

-Tú querías ir hoy a IKEA, no?- Preguntó Leander

-Sí..

-Pues está hecho, era Meike, nos presta el coche.

Hoy, a la vuelta del Instituto, todos lo semáforos me tocaron en rojo. En uno de ellos, el lateral de un camión rodó hasta la altura de mi ventanilla “ Grebmüller y Herederos. El Rey de la Gravilla”, y me acordé de aquel día de hace veinticinco años. Y del olor a lavanda.

Cuando llegue a casa, tengo que recordarle a Leander que tenemos que ir a IKEA.

La luz de los días

A Musa le gustaba llegar cuando todavía no había nadie. Las extensas parcelas de cesped vacías, las piscinas con la superficie del agua intacta, algún jardinero aquí o allá, y quizás Reinhardt tomando alguna prueba de agua en las piletas de arriba. Nadie más. A aquellas horas de la mañana, todavía no parecía verano. La brisa era fresca, y la hierba estaba mojada. A veces el cielo aún era gris. El azul aparecía más tarde. Llegaba en bicicleta, el trayecto desde su casa hasta la piscina era sólo de media hora, si encontraba los semáforos a su favor, se reducía a quince minutos.

Nadar le había salvado la vida, y después había hecho de eso su trabajo. Era socorrista diplomado y trabajaba para el Ayuntamiento en las piscinas municipales. En invierno en la cubierta del centro, en verano rotaba entre las tres al aire libre. Hoy le tocaba la que colindaba con el zoo, la más grande de todas.

Rike empezaba hoy más tarde, si no habrían venido juntos. Como todo lo que hacían. Él la llamaba Amor, así, con mayúsculas, ella a él Musi. Se habían conocido mientras ambos preparaban las pruebas de acceso para las plazas de socorrista, y no se habían vuelto a separar. Habían aprobado a la primera y conseguido plaza al mismo tiempo. La suerte pasa a veces una vez en la vida, y a su modo de ver, esto justo le había ocurrido a él al conocer a Rike. Ella le había confesado que, en lo que primero en que se había fijado en él, era en su nariz, aerodinámicamente curva, en perfecta conjunción con su rostro, él se había fijado en su pelo, rubio y liso, que temblaba cuando ella caminaba, y en su sonrisa, la luz de sus días. Cuando le decía eso, ella reía, y aún le parecía que la quería más. Omi, la abuela de Rike, cuando iban de visita le pasaba siempre un billete a escondidas, para que le compres algo a tu tesoro, le decía, y le guiñaba un ojo, y él le daba un beso. Los padres le presentaban ya como su yerno. Si la suerte era un tren, él lo había cogido a tiempo.

Al llegar, consultó en el panel de turnos dónde debía empezar su día. Normalmente rotaban los servicios, de forma que aquellos que atendían la piscina infantil en el primer turno, después atendían la de adultos, y viceversa, y un tercer grupo atendía la venta de helados,para después ocuparse de las piscinas.

Él primero se ocuparía de la piscina infantil, con Klaus. Después, hacia el mediodía, de la venta de helados, con Rike. Era sábado, así que iba a tener muchas cosas a las que atender. Pero él se lo tomaba con calma, la mejor manera de abordar las cosas. La piscina infantil no estuvo muy visitada aquella mañana, cuatro bebés y dos niños pequeños con manguitos, acompañados todos de sus madres. A las doce, sin embargo, con la llegada de la primera horda de bañistas, se llenó, teniendo que llamar a una compañera, para cubrir las necesidades por completo. Sin más incidencias que recordar a un par de padres que estaba prohibido saltar desde el borde, a la una se dirigió a vender helados.

Eran cinco. El cabecilla caminaba unos pasos por delante del resto, dejando claro su posición dentro del grupo. Llevaba un bañador de flores chillonas, el pelo negro y abundante engominado, aún para venir a la piscina, pulcramente peinado con raya al lado, camina con los brazos ligeramente separados del cuerpo, para parecer más ancho de lo que ya es. Diga lo que diga, el grupo le ríe la gracia, piropean a las chicas al pasar, en su idioma, ellas no les entienden, y ellos se ríen, se empujan en juegos, aún siendo hombres adultos. Llegan al mostrador de venta de helados y esperan su turno, el cabecilla, siempre delante. Musa repartía distraido el dinero suelto de la venta anterior en el cajetín de la caja registradora, al alzar la vista, le descubrió ante él. Y regresó. Regresó al encargo de su madre. Llena las tres garrafas de agua, y lleva a Ibrahim contigo. Pero Ibrahim no quiere ir con él. Está ayudando a su padre a arreglar la moto. La dichosa moto. Ve tú, nosotros vamos después. Antes de salir del patio, aún llega a escuchar el arranque de la moto. Ibrahim y su padre ríen. La dichosa moto. En la fuente de abajo hay demasiada gente, así que va a la de arriba. Sube el cerro corriendo. Ya no le cuesta. Primero escucha las ráfagas de ametralladora. Después los morteros. Y los gritos. Aquellos gritos. Él se tira al suelo, tras el muro de la fuente. El suelo tiembla, y el aire se llena de humo y arena. Él se hace un ovillo. Después el silencio. Órdenes y gritos. Ruegos por piedad. Se atreve a asormarse desde su escondite. Han reunido a los supervivientes ante una de las casas. Distingue a su padre y a Ibrahim entre ellos. Piedad. Gritos. Los hombres armados comandados por uno que porta un enorme revolver, apuntan con los rifles, y a la orden del hombre del revolver disparan en ráfagas. Las personas frente al muro caen abatidas casi a la vez. El pelotón grita victorioso. El hombre del revolver, se acerca a los recién fusilados y los remata de un tiro en la cabeza. Luego se vuelve hacia el pelotón y, levantando el revolver en el aire, grita alentándolos, riendo y jaleando su acción, mostrando su perfecta dentadura, sus ojos brillando al sol.

Los mismos ojos, y la misma sonrisa, que Musa ahora tenía ante si.

Incapaz de moverse, parpadeó lento, como queriendo borrar la imagen, sin conseguirlo, el otro se volvió a medias hacia el grupo que le acompañaba y comentó algo, y el grupo se rio, luego volvió a Musa y le dijo algo en su idioma. El idioma que él creía que ambos compartían, pero Musa no reaccionó,incapaz de apartar su mirada de la de él. El grupo volvió a reir y el cabecilla tintineó las monedas contra el mostrador, repitiendo la frase que ya había dicho antes. Pero Musa decididió no entenderle. Y se encogió de hombros, negando con la cabeza, y dirigiéndose a él en la lengua que ahora era suya. El otro le señaló entonces los helados que quería en el tablón de muestrario, y él se los entregó, el vuelto se lo dejó sobre el mostrador. No les dedicó ni una despedida. Les observó alejarse y perderse en la multitud que ya se había hecho con el recinto, aún incapaz de moverse. Musi. Musi. Tierra llamado a Musi. La voz de Rike junto a él, le devolvió al presente, como al sonámbulo al que se despierta de repente. Rike. Amor. Dónde estabas?le preguna ella.Y ríe. Él la quiso imitar, pero no pudo. Sólo logró toser. Manfred te necesita en la grande de abajo, ya me quedo yo aquí, después Mara nos invita a su grill y ya vamos desde aquí….Musa asintió sin saber muy bien a qué. Le acarició la cabeza y le dio un beso en la frente antes de irse. Rike. Luz de sus días.

Los localizó nada más llegar a la piscina grande de la parte de abajo del recinto. Jugaban a empujarse unos a otros en el borde de la parte profunda. Unos se empujaban a otros y, aquel que alcanzara el borde, ha de evitar caer al agua. Musa se sentó en su silla alta de vigilante, sin perderles de vista. El cabecilla era el que más empujaba, pero él mismo nunca alcanzaba el borde. Musa le observó desembarazarse de los abrazos que buscan tirarle al agua, su miedo maquillado de carcajadas, la violencia innecesaria de sus manos, las patadas para liberarse si alguno llegara a lograr acercarle al borde. No sabe nadar. La conclusión le llegó justo en el momento en el que dos de los hombres del grupo, lograron, gracias a una llave parecida a las usadas en lucha libre, arrojar al cabecilla y a los otros tres al agua. Musa les vio desaparecer bajo la superficie. Su corazón iba tan rápido que podía sentirlo en la garganta. Cuando el agua volvió a la calma, primero emergió uno, después un segundo. Y el agua permaneció inmóvil. Musa saltó entonces de su silla, y de tres zancadas, alcanzó el borde de la piscina, desde donde se lanzó de cabeza. Le alcanzó a medio camino hacia el fondo, y rodeándole con un brazo por la parte alta del pecho, le izó hacia la superficie. Manfred le ayudó a sacarle del agua, y Musa le puso de lado. Y sin más, se fue corriendo. Atravesó la distancia entre la pileta en la que se encontraban, y las puertas de acceso salvando escaleras y gente, como si no pesara. Sin oir nada. Ni a nadie. Y abandonó el recinto. Sin parar de correr. Descalzo. Empapado. Y cogió velocidad. Y abrió los brazos en cruz al viento y abrió los ojos contra el sol. Y por un momento voló. Y pudo por fin respirar hondo. Y distinguir el color del sol. Descubrir el azul del cielo y alegrarse por los latidos de su corazón. Y escuchó una voz. Llamándole. Tratando de alcanzarle. Y Musa dejó de volar. Y cuando ella le alcanzó, la abrazó como si fuese la primera vez en mucho tiempo. Y se enredó en su pelo. En su abrazo. Musi. Dónde ibas, Musi?. Y él rio. Como si lo hiciera por primera vez en mucho tiempo. Y ella también. La luz de sus días.