Hoy soñé contigo. Llegaste a mi casa y te sentaste en una de las sillas del salón. Venías a tratar la venta de mi casa. Querrías comprarla. Yo no sabía que mi casa estuviera en venta. Sabía que más pronto que tarde tendría que mudarme, pero mi casera nunca me había hablado de querer venderla. No te lo dije. Acepté el hecho sin más. Entonces se nos unió otra persona. Alguien le debió abrir la puerta. Un chico rubio con el pelo en visera y gafas de pasta, con el que coincido siempre en el autobús. Él también quería comprar la casa. Os pregunté si queríais tomar algo. Decís vino. En un aparador enorme, en una habitación con apenas luz, como toda la casa, encontré toda clase de vasos, tazas, y copas, infinidad de copas, pero ninguna de vino. Pero tienen que estar ahí. Pienso. Seis al menos. Pero no estaban. Al fondo descubro unas de tallo largo, tipo globo. Al sacarlas tintinea el resto del contenido del estante. Busco vino y no lo encuentro. Todo el vino que compro y nunca bebo debe estar en algún sitio. Recorrí una casa en penumbra y con muchos pasillos y aparadores repletos de cosas. Pero no encontré el vino. Regresé al salón, y tú estabas ya siviendo las copas con algo. Te pregunté dónde lo habías encontrado. Me contestaste un tanto molesto que sólo era Espumoso Dorée, pero que serviría. Me pregunté cuándo había comprado yo tal cosa. Dorée. Se no unió entonces la mujer del chico rubio. Que nos explicó que sus hijos ya iban a la guardería solos y que eso era necesario para su desarrollo espiritual. El chico rubio abrió una ventana, y me descubrió que mi casa era un chalet adosado, la otra casa tiene sólo una ventana, desde la que nos observaba una mujer aterrorizada. El chico rubio dijo que él querría inspeccionar la otra parte. La otra parte estaba llena de escaleras y era muy estrecha. No encontramos a la mujer. Ahora en mi casa había más gente. Todos bebían vino. Una chica de melena roja quería arreglar una persiana. Tú le ayudas. Yo os digo que no está rota, que es eléctrica. Pero vosotros no me hacéis caso. La mujer del chico rubio me explica que comprar una casa es lo mínimo que ha de hacerse en esta vida. Su marido me dice que ahora es el momento. Y todos se van. No sé por qué. Y nos quedamos solos tu yo. Tú me preguntaste en cuánto quedaba el precio. Yo no tengo ni idea. Me cuentas que tendrías que tirar tabiques, levantar suelos y pintar, además de cambiar los marcos de las ventanas y alzar una planta más. Yo te digo que me parece muy bien. Este es el momento, me dijiste, y tomaste el último trago de tu copa. Luego te levantaste, me abrazaste como despedida, y te fuiste. No me entristeció tu partida. Ni tampoco me alegró. Porque no te conozco.
Espumoso Dorée
25 jueves Abr 2019
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Diálogo entre desconocidos. Los sueños permiten cosas imposibles.
Besos
Mercedes
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Qué haríamos si no existieran!. Muchas Gracias, Mercedes! Besos!
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