Mi nombre original de pila es Samuel Echeveste Carro. Cuando me lo cambié lo hice por mi segundo, Enrique, y los dos apellidos de mi abuela paterna Valle Chacón. Me resultó fácil. Puse como motivo que ambos apellidos en esa combinación se iban a perder por falta de descendientes, cosa que era cierta, y me lo concedieron. Lo hice todo en Guadalajara, y como dirección un apartado de correos. Hice también el pasaporte. No fue una decisión tomada en un pronto. Lo planeé con tiempo y calma. Por eso salió bien. Para abrir una nueva puerta, hay que cerrar bien la que dejas atrás, y eso es lo que hice.
El principio. Dónde está el principio.
Mi padre, el que me dio el nombre, vivió el tiempo justo para dejar embarazada a mi madre, casarse con ella, y esperar a que yo naciese. Cuatro meses después se mató en un accidente de coche. Mi madre fue desde entonces una viuda inconsolable, y trabajó para mantenernos a flote. Supongo que me quiso mucho, pero no como a mi padre, yo eso lo tuve claro desde siempre. Enfermó cuando yo tenía diecisiete, y se dejó ir. Se fue en seis meses. Y allí estaba yo, solo en el mundo y con un alquiler que pagar, porque familia a la que acudir no tenía.
Lo primero en lo que encontré trabajo fue en la noche. En una discoteca donde también hice de Relaciones, porque decían que sólo con mi físico las entradas se vendían solas, como iba a comisión por mi podían decir lo que quisiesen. Entonces, por pura casualidad, un compañero,que era go-gó, me habló de un casting y me convenció para que le acompañara. Allí nos fuimos los dos, recuerdo que llovía a chuzos. Llegamos completamente empapados, y él me dijo que seguramente con semejante pinta no nos dejarían participar. Pero lo hicieron. Éramos cientos de tíos allí, una barbaridad. En fin.
Alguien repartió una hojita con un pequeño monologo, en el que un chico se presentaba haciendo partícipe a su interlocutor de detalles de su vida.
Me llamaron de los últimos. Recité el monologo y me fui a cenar con mi amigo el go-gó, cómo se llamaba? Ahora no caigo…Mauro o Mario, o algo así.
Al día siguiente ya me estaban llamando. Y ahí nació Charly el Rubio. El chico gay en un entorno demoledor y hostil. Creo que han llegado a decir que fue una serie histórica, o que marcó época. No sé. A mí, personalmente, fue como si me hubieran lanzado a un barreño de agua helada sin avisar.
Fue durante el rodaje, los primeros días, que conocí a Lorenzo, o Lore, como le gustaba que le llamaran. Él era abiertamente gay, ya entonces hablaba de si mismo en femenino, y toda la parafernalia acorde. Era ayudante de producción. Y se enamoró de mi. Mi personaje, Charly, navegaba entre dos aguas sin decidirse hacia dónde tirar, y Lorenzo dio por sentado que yo navegaba en sus aguas.
Tuve la suficiente visión para no desmentírselo, ni a él ni a nadie, ya que me convertí en un referente, y tenía legiones de admiradores y pretendientes. Yo hasta aquel momento sólo había estado con dos chicas, así que tampoco era un experto en el tema. Pero dejé a Charly suplantar a Samuel, en mi propio beneficio.
Después de tres temporadas, y cuando la serie ya era legendaria, se decidieron por acabarla. Lorenzo, en aquel momento hacía sus pinitos como director, sobre todo cortos y videos. No tenía problemas de pasta, porque su família la tenía. Dinero viejo. Dejad al niño que haga lo que quiera. Yo en cambio, cuando se acabase la serie, seguiría siendo Charly el Rubio, y tendría que buscarme las lentejas.
Así que me volví a lanzar al barril de agua helada, y no me hice de rogar por Lore.
Yo ya escribía cosas, más para mi que para nadie, y Lore comenzó a interesarse por mis escritos, porque para Lore todo lo que yo hiciese o no hiciese era importante. Poco a poco fuimos formando el famoso binomio. Yo las ideas y los guiones, él dirigiendo o produciendo.
Yo mismo me puse un plazo. Cinco años. Me preocupé de guardar ceremoniosamente los derechos de cada una de mis colaboraciones. A frases que se hicieron icónicas, les puse mi copyright. Versiones de mis guiones en otros idiomas. Todo lo que te puedas imaginar y sólo fuese mío, lo puse bajo siete candados. Lore lo sabía, me llamaba exagerado. Que quién me iba a querer robar nada, siendo quien era él. Él. Siendo quien era Él. Nunca dio en pensar que yo pudiera ser alguien y volar libre haciendo lo que me diese la gana.
Éramos la pareja ideal. Dirección, producción y guión en dos personas. Y teníamos que mostrárselo a todo el mundo, todo el rato. En las redes, en revistas, en entrevistas. Sobre todo Lore, yo siempre me mantuve en un segundo plano. A mi no me gustan los perros, y teníamos tres, que Lore decía que eran nuestros hijos. Para mi siempre fueron Perro1, Perro2 y Perro3, los paseaba por show, a veces ni eso. Luego estaban las vacaciones. Yo soy más de montaña y frio, pues no, teníamos que ir con toda nuestra camarilla a islas donde hacía un calor horrible, a lucir palmito y mostrar nuestro amor. O su amor. Repito. Como he dicho, yo me di cinco años.
Yola? Sí, ella también venía. Yola estaba en mi misma situación pero en espejo. Estaba de pareja con Lucero Jones, o Lucía Vázquez, como quieras llamarla, por mis mismas razones. Bueno, eso es lo que suponía yo y confirmé después, porque ella en aquel momento portaba banderas y hacía mucho ruido. Nos calamos en seguida. Yo creo que según nos vimos por primera vez, supimos de qué pie cojeábamos. Pero nunca me lié con ella, ni ella me lo propuso. Cada uno de nosotros tenía su plan, y no podíamos echarlo a perder. Sí, yo tenía relaciones con mujeres, pero del tipo que el dinero paga la discreción. Mucho dinero. Y siempre lejos. Lo suficiente.
Lo fui tejiendo poco a poco. Primero me busqué un buen notario, al que di un poder universal para representarme, y comencé el proceso de cambio de nombre. Después le llevé todos los papeles de los proyectos conjuntos, y él dilucidó cual era mi parte de todas las ganacias hasta ese momento y en el futuro. En algún lugar había leido que para que alguien pudiera considerarse un hombre de éxito, tenía que haber ganado su primer millón de dólares antes de cumplir los treinta. Yo podía considerarme uno con creces.
Por último tuve que elegir mi lugar de huida. Me decidí por Canadá. British Columbia. Porque adoro las montañas, y en general el clima. También la mentalidad canadiense. No sé. Di con este pueblo cuando vine a recoger un premio a Vancouver. Yo solo. Lore odiaba volar y además era invierno, y ya te dije lo suyo con el calor.
Después sólo fue cuestión de esperar. Empezamos a tener problemas, más de los que ya teníamos, porque yo no podía fingir más, y él me quería más que nunca. Era horrible. Para los dos. Y desaparecí.
Mi notario le leyó una explicación. Y hasta hoy.
Aquí me hice arquitecto de interiores, quién me lo iba a decir, porque en realidad empecé por una formación de ebanista. Allí conocí a Audrey, mi mujer. No, no tenemos perro, tenemos gato y dos hijas.
No me arrepiento. El hombre es un lobo para el hombre. Y yo fui lobo cuando tuve que serlo.
Nada más.