La chica me mira incrédula cuando le digo que ocupa mi sitio. Se saca los auriculares. Rola los ojos. Se levanta de mala gana y se sienta uno más adelante, dejándome el asiento de ventanilla medio echado para atrás. No me importa. Así duermo un poco.

La persona que se ha sentado a mi lado sorbe haciendo ruido lo que sea que está bebiendo. Es un chico japonés con auriculares, le habla a su Smartphone en japonés. Escucharlo me adormila de nuevo. Pero cada vez que sorbe del vaso me enerva y me despierto otra vez. Me pregunto si también lo hará en Japón. Japón consta de infinidad de islas. Capital Tokio. Le cuenta algo en rudimentario alemán a su interlocutor. El otro no le entiende. Vuelve a sorber. Es menta-poleo. La menta-poleo me provoca acidez. Miro el paisaje. Se acerca otro japonés con un pasaporte en la mano, a decirle algo al que sorbe. No son japoneses, son coreanos. Corea son dos. Como Cáceres y Badajoz. Capitales Pjönjang y Seúl. El japonés que es coreano se incorpora para acompañar a su amigo. Me fijo en sus pies, lleva chanclas rosas de Hello Kitty. A lo mejor son cómodas. Me duermo en Bensheim.

Me despierta un chirrido del tren. A mi lado está sentada Mia Farrow. Con ese corte de pelo que es tan difícil que le quede bien a otra persona que no sea ella. Pero a ésta le va. Lleva una camiseta que pone “I don´t care”. “Me either” estoy a punto de decirle, pero vuelvo a la ventanilla. Grúas. Decenas de grúas. Me incorporo un poco. Los dos que están en los asientos paralelos pasan bien. Pero llegaron por separado. En estaciones distintas. Se intercambian los números.

La revisora le explica a alguien que tiene que subir las maletas al portaequipajes y dejar libre el pasillo. Es americano. No entiende por qué. “For your own security”. Entonces sí. La revisora se aleja y rola lo ojos. Me pide el billete mientras recita algo para si. Me sonríe. Yo también. Mia Farrow duerme.

Esta noche ha debido haber una invasión extraterrestre y han llenado el mundo de grúas. Ya estamos llegando. La gente se apura a las puertas del vagón. La estación es final de trayecto. Me pregunto para qué tanta prisa.

Me recibe una bocanada de calor al bajar. El chico del asiento paralelo le lleva la maleta a la chica. Van en la misma dirección.

Taxi!