Al final se decidió por el trayecto de vuelta andando, en el de ida en taxi apenas había podido reconocer la ciudad de nuevo, incluso hubo momentos en los que no sabía dónde estaba. Su hermana siempre se las había arreglado para que, llegado el momento, él solucionase sus problemas, y ahora se trataba de recoger el regalo de cumpleaños de la madrina de sus sobrinos en El Corte Inglés. No le había puesto impedimentos, sólo iba a quedarse una semana y no era cuestión de tener un enfado con ella nada más llegar, además el regalo era una caja que no pesaba y le habían dado una bolsita muy cómoda. Había aprovechado para comprarse unos guantes, los suyos se los había dejado olvidados. Escogió la ruta que le pareció le llevaría más directo, cruzando Cuatro Caminos por el antiguo conservatorio para alcanzar la arteria de salida de la ciudad, hizo desde allí un par de fotos con su móvil del efecto de la luz filtrada a través de las nubes, hacia la zona del puerto. Su hermana le había dado un paraguas, con razón, parecía que quería comenzar a llover. Subió hacia lo que había sido el Cine Equitativa, y que ahora eran unos juzgados, abiertos a la Plaza de Vigo. Se sorprendió de ver gente sentada fuera en las terrazas, aún a riesgo de lluvia, y una temperatura que invitaba más a buscar el calor del interior de los locales que aguantar el frío en el exterior, aún solapado por las calefacciones al efecto. A esa hora de la tarde la plaza bullía de niños de todas las edades y tamaños, acompañados por nutridos grupos de padres que buscaban la zona más abrigada de la plaza, escapando de las corrientes que, según recordaba, siempre la habían surcado.

Fue entonces cuando escuchó su nombre. Pero el suyo de verdad. No el de ahora. La voz. En un primer momento no la reconoció, tenía el pelo de otro color y con otro peinado, buscaba ir informal en su vestimenta, y eso fue lo que le despistó, ya que ella nunca lo había sido. Informal. La chaqueta corta de bisón no la hacía lograr su objetivo, por más que los vaqueros estuvieran algo deshilachados en las rodillas, y las botas tuvieran efecto desgastado. Maté. Y se quedó en blanco.

-Nacho! Cuánto tiempo, cómo estás?- No encontró su voz y hubo de carraspear. Y toser. Y al fin sonrió sin querer realmente. Y ella buscó dos besos.

-Bien, bien. De visita- Y le mostró la bolsa de compra como si con eso explicase el por qué de su presencia en la ciudad tras casi veinte años de ausencia, y se preguntó por qué no habría cogido hacia Juan Florez, en vez de cruzar esa dichosa plaza. Maté – Y tu?- Los ojos de ella no le dejaban ni un segundo, buscando retenerle un poco más, en su azul intenso.

-Aquí, con los enanos, tengo dos, esos dos que trepan con uniforme del cole- Y le señaló uno de los juegos infantiles donde una veintena de niños trepaba y se balanceaba, él no supo distinguir los de ella, pero asintió- Por dónde andas?Estás desaparecido.

-Ya. Estoy en casa de Paloma, una semana. Nada más.- No iba a decirle dónde estaba ahora. Buscó el final de la calle con la mirada, deseando poder alcanzarlo, ella se arregló un poco más el pelo y sonrió sin apartarse, casi cortándole el paso.

-Vas a ir a la reunión?.- No supo a qué se refería, pero optó por encogerse de hombros.

-No lo sé, estoy un poco liado, ya veremos.- Y esta vez él le da dos besos y avanza una zancada, ella aprovecha para darle un abrazo, él la secunda a medias.- Adiós, me alegro de verte.- Mintió. Y la dejó atrás. Otra vez. Aún pudo sentir su presencia tras él un rato, hasta que cruzó el semáforo y subió por la perpendicular.

-Tu sabes algo de una reunión?.- Se lo preguntó a su hermana mientras preparaba la cena, Paloma le miró y asintió.

-Leí algo en Facebook, tu GrupoB, los veinticinco.- Y alzó las cejas, al tiempo que apagaba el horno y dejaba un par de cacharros en el lavadero, él soltó un soplido y se mesó el cabello.- Vas a ir?.- Y en el tono de Paloma notó la confirmación de lo que él ya había decidido y negó con la cabeza, y ella también mientras cortaba el pan.

-Hoy vi a Maté.- Paloma cesó de cortar el pan un instante, para luego continuar, pero se mantuvo en silencio. Los dos niños entraron entonces en la cocina discutiendo, seguidos de Manuel, el marido de Paloma, que parecía querer interceder sin poder conseguirlo, y Nacho optó por llevar los platos al comedor para comenzar a poner la mesa.

Se levantó antes que nadie, no quería cambiar el ritmo,así aprovechaba para hacer ya el café y sacar las cosas del lavaplatos. Los niños y Manuel se fueron poco antes de las nueve, Paloma tenía un horario más flexible, así que podían desayunar los dos con calma. No siempre había sido así. Había habido un tiempo de peleas, gritos y portazos. Pero ahora se sentaban cada uno frente a su café, respetando el silencio del otro.

-Una vez se me abrazó llorando en la Plaza de Lugo, imagínate el papelón.- Dijo ella de repente, como si él ya supiese sobre lo que iba a hablar, él, que repasaba sin demasiada atención unas hojas de publicidad de un supermercado la miró sin entender.- Maté. Un llanto sentidísimo, y la gente mirando. Te diré.

-Tiene dos críos ahora, parece que le va bien.- Y pasó la hoja de la publicidad, dándole a entender algo que ella obvió.

-Decía que no sabía por qué te habías ido.- Él levantó de nuevo la vista de la publicidad y la posó en ella optando por el silencio, Paloma removió el café y ladeó levemente la cabeza.- Ya lo sé, ya lo sé, yo sólo te digo lo que ella andaba diciendo.-Él bebió un sorbo de café.

-Quieres tostadas?

-No cambies de tema Nacho.

-Yo no empecé la conversación y no sé a qué viene ahora recordar todo aquello.- Y se levantó para hacer las tostadas. Paloma bebió un poco más de café, pero antes de que pudiese decir nada, a él le sonó el móvil. Notó como se le iluminaba la cara al ver quién llamaba, y alcanzó a escucharle contestar en inglés mientras se alejaba hacia el fondo de la casa.

Había quedado con el de la inmobiliaria a las once, en el reparto tras la muerte de su madre, hacía ya un año, le habían tocado el piso de la Plaza de Maestro Mateo y las fincas en Guitiriz, a su hermana el piso donde ya residía y la casa en Portonovo. Lo habían considerado un reparto justo, los muebles de valor se los había dado a ella, él sólo se había quedado con el ajedrez y el reloj de su padre,y la que había sido la pulsera de pedida de su madre.Tercero con ascensor de nueva factura, tres dormitorios, salón comedor, cocina, cuarto de baño completo y uno de servicio. Les recibió el olor a cerrado, el de la inmobiliaria se apuró a abrir la ventana de la cocina para ventilar un poco, mientras él se dirigía al salón comedor, única estancia exterior con tres ventanas que daban a la plaza, ahora desierta y barrida por una llovizna insistente que había comenzado a caer nada más había salido de la casa de su hermana. Se le ocurrió que el piso tenía un aspecto fantasmal, huérfano de muebles, con los suelos de madera oscura que no ayudaban a regalarle la luz que siempre le había faltado.

-No va a haber problema para moverlo.- La voz del agente le sacó de sus elucubraciones sobre luces y sombras.

-No tengo realmente prisa, pero tampoco quiero ser esclavo de él.- El agente pareció darle la razón y apuntó algo en una tablet.

-Este es el valor actual, según el perito que te dije.- Y le mostró unos datos, Nacho no pudo evitar soltar una carcajada y negar con la cabeza sin llegar a creérselo del todo.

-Me estás tomado el pelo.- El agente secundó su risa, pero no bromeaba, Nacho se apoyó en el repecho de la ventana mirando hacia la plaza.

-Así sea pues.- Y el agente volvió a arrastrar algo en su tablet y ,por una suerte de causa efecto indescifrable, con un crujido como de trueno las nubes acabaron de romperse, y la llovizna dio paso a la lluvia. Nacho se alegró de tener paraguas.

La única persona con la que había mantenido contacto desde que abandonara la ciudad era su amigo Rivera. Él había sido el único al que había contado su plan, y le ayudó llevándole al aeropuerto aquella madrugada en una de las camionetas de reparto de la panificadora de sus padres. El único que había sabido el destino del vuelo. Le llamó después de despedir al de la inmobiliaria, desde debajo de una marquesina, no le apetecía volver todavía a casa y la lluvia no invitaba a un paseo. Respondió a su llamada casi a gritos, a través de ruidos de maquinaria y voces. Siempre que le llamaba pareciera que Rivera se encontrase en el epicentro del estallido de la Tercera Guerra Mundial, ecos de las labores en su panificadora en las naves de La Grela. Se acordaba de cuando volvían a las altas horas a casa y antes de retirarse pasaban por el obrador del padre a que les hiciese un bocadillo, que solían comerse como si fuese el último sobre la faz de la tierra. Rivera había dejado a su novia embarazada cuando ésta contaba diecisiete y él dieciocho, él había actuado de testigo en la boda, que recordaría como otra noche de juerga, sólo que después Rivera comenzó a trabajar con su padre y se veían en el parque infantil de La Marina en lugar de ir de vinos.

-Recibí tu mensaje, pero no pude contestarte.- Le saludó abriéndole la puerta del copiloto de su Volkswagen Polo, él se apresuró a entrar, estaba cayendo la lluvia que parecía no haber caído en meses.- Tu ya estarás acostumbrado, porque por allá será igual, sólo que en inglés.- Él rió y le dio un leve puñetazo en el hombro.- Te voy a llevar a un sitio que no conoces.

-Hay muchos sitios que ya no conozco, créeme.- Rivera insultó a uno que le había comido el carril y remarcó su sarta de insultos con el claxon, para después volver a sonreír como si nada hubiese pasado.

-Vas flipar

-Neno.- Anotó él, Rivera soltó una carcajada de la suyas, como con altavoz, y le dio una palmada en el muslo.

Se sentaron ante uno de los ventanales de la cafetería del mirador de San Pedro, desde donde se les abría la vista total a la ciudad, ahora sumida en la niebla y la lluvia.

-A Pablo siempre le digo que él viene de aquí.- Anotó Rivera tomando un trago de su cerveza sin alcohol, Nacho casi se atraganta.

-Hombre, puesto así…

-A Mari le da mucha rabia, pero es la verdad, es lo que hay.- Rivera era un hombre grande y ancho, sin llegar a poder incluirle en el apartado de gordo, poseedor de una abundante mata de pelo, la lograba mantener a raya con un corte correcto y algo de espuma, sus facciones anchas, como su persona, eran incapaces de no abrirse en una carcajada a cada ocasión y en tiempos había sido él a quien llamar si hubiera que empezar una pelea.

-Vi a Maté.- Rivera dejó su botellín de cerveza a medio camino entre la mesa y su boca, y le miró de reojo, pero no dijo nada, se limitó a beber un trago largo.- En la Plaza de Vigo, salió de la nada…

-Como el monstruo del Lago Ness…

-Rivera…

-Yo hace años que no la veo, al principio si, me aparecía por la panadería a preguntar, pero después paró.- Nacho perdió su mirada en las nubes bajas y el cansino caer de la lluvia.

-Me preguntó si iba a la reunión.- Rivera asintió.

-Si, algo oí, del Grupo B, yo no voy, para qué, el único con el que mantengo contacto eres tu y mira dónde vives, imagínate el resto.

-Fue la mejor decisión.

-La mejor.

-Rápido y sin dolor.

-Lo de rápido si, pero lo del dolor creo que ella no estará de acuerdo.

-Tu me entiendes.

-Siempre nos entendimos bien, o no?

-La vi y no sentí nada. Nada.

-Tienes a Elisenda.- Las facciones de Nacho se relajaron en una sonrisa y bebió un trago de su botellín.

-Te veo mal.

-Es que estoy bien. Elisenda, los chavales y yo, no me hace falta más.

-Los chavales que ya no son chavales, por las fotos que me envías.

-Liam tiene diecisiete, Ivy quince, los tuyos ya te hacen abuelo.

-Pablo casi, veinticinco cumplidos, Rubén veinte, se lo toma con calma…Ivy?cómo se os ocurrió?

-Con los apellidos que tiene no teníamos muchas opciones.

-Roade Reeves.

-Tu lo has dicho.

-Cómo les llaman….”Roud”?.- Y soltó una carcajada de altavoz, y Nacho amenazó con despeinarle.

-Me gusta mi vida tal como es.

-Además, sé de un par que sólo te quieren a ti en el sonido.- Nacho le miró sin seguirle, Rivera le mostró la palma de su mano.- Yo soy todavía de Cds y leo la letra pequeña, y te encuentro siempre….no sé a quién se le ocurrió lo de Iggy, pero, en fin..-Nacho rió y tomó un trago largo.

-Ignacio les era complicado, de ahí Iggy.- Rivera asintió,aunque no parecía muy convencido.

-Una cosa, Maté y tu, también erais de aquí o más del “Avenida”.- Bromeó casi tragándose la carcajada, Nacho negó con la cabeza secundándole.

-Rivera!

Le dejó delante de la puerta de la casa de su hermana, ya cayendo la tarde en la oscuridad de la noche, aunque apenas daban las cinco. Rivera prometió escaparse a hacerles una visita en cuanto pudiese, y sabía que lo haría, ya que se había escapado en varias ocasiones antes. Y siempre era un punto seguido, como si se viesen todos los días. No le apetecía ir hasta Guitiriz a visitar una fincas rústicas en el medio de la nada, así que aprovechó el tiempo que le quedaba hasta su partida para recorrer la ciudad a pie, a veces acompañado por su hermana, quien le guiaba a lugares que en su recuerdo aún eran campo, y ambos se reían de poder hacer ya suya la frase que se le suele achacar a los viejos. Llamó a Elisenda un par de veces por videollamada para mostrarle dónde estaba, y al sólo verla ya la echó de menos, y ella le ofrecía te a través de la pantalla entre risas o sus hijos le preguntaban cosas atropelladamente y a la vez, y querría teletransportarse a su casa, y se despedía a disgusto, deseando que los días hasta su vuelo pasasen rápido. Además había recibido un par de llamadas del estudio de grabación del que era socio, y tenía la sensación de estar perdiendo el tiempo.

-Es justo al lado de la Iglesia de los Capuchinos.- Paloma siempre daba por sentado que él sabía dónde estaban todas las iglesias de la ciudad, pareció enervarse un poco al notar su ignorancia.- Si, hombre, la de enfrente del colegio Labaca, el que era rosa.- Nacho sacó su móvil y tecleó algo con dedos ágiles, para asentir luego, dándose cuenta de dónde se refería.- caíste?

-No sabía que esa fuese los Capuchinos, creía que era la otra de más adelante…cómo se llama?.

-San Pedro de Mezonzo…a dónde vas a dar!, pues allí vas y me recoges dos uniformes de la niña para coger la bastilla.- Nacho se puso la chaqueta y cogió un paraguas plegable.- Y compra pan.

-Y de paso hago una ofrenda al Apostol.- Paloma escondió la cara de él entre sus manos y le dio un sonoro beso en la mejilla.

-Y no te mojes.- Él le devolvió el beso sonriendo, y la dejó inmersa en el proyecto de biología de su hijo.

Evitó pasar por la Plaza de Vigo, y recorrió todo Juan Florez, acordándose de lo larga que era, hasta la altura de la iglesia que le había dicho su hermana. Los uniformes ya estaban listos,y al preguntar el precio se sorprendió de lo baratos que eran los arreglos, en comparación con las fortunas que tenía que abonar a veces. Tomó después la perpendicular hacia el puerto,recorrería Linares Rivas y haría camino por la Fnac, un desvío largo pero necesario, a su entender, además tenía que comprar pan y quería ver si encontraba algo para Elisenda.

Se estaba preguntando si todavía habría acceso libre al puerto, cuando lo escuchó. Su nombre de nuevo. Su voz. Y allí estaba. Maté. Esta vez con una abrigo de ante forrado de piel y botas a conjunto, delante de él. No recordaba sus ojos tan azules.

-El mundo es un pañuelo, Nacho.- En su tono sonó casi como una amenaza, más que un saludo. Sintió un eco. No supo de qué. Para no perder la costumbre carraspeó, pero no contestó.- No viniste el sábado.-Por un momento no supo a qué se refería.- A la reunión, no apareciste.- Llegó entonces un eco más nítido, de la forma que tenía de echarle en cara cosas. Entonces. Lejos. Y ahora volvía.

-Estoy muy liado, no tuve tiempo.- Y se arrepintió de haberle dado una explicación.

-Entra, tengo que hablar contigo.- Y le abrió la puerta de la cafetería ante la que se encontraban, dándole espacio para entrar. Él no se movió un ápice.

-Pero yo no contigo.- Y le sostuvo la mirada azul, que se clavó pertinaz y casi fría en la suya.

-Entra, me debes un café.- Él se adelantó un paso y cerró la puerta sin apartar sus ojos de los de ella.

-No te debo nada, Maté. Nada.- Y sin esperar su respuesta, se alejó de ella. Confirmándose a si mismo la razón por la que la había dejado entonces. Y lo volvía a hacer ahora.

No sintió su presencia tras él mientras avanzaba.

Algo especial tenía que tener la lluvia.