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Alquimista de Historias

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Alquimista de Historias

Archivos mensuales: octubre 2018

Tómbola

06 sábado Oct 2018

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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– Aún no nos podemos ir….aún falta gente!- Mari tenía que gritar para hacerse oír entre el ruido atronador que les rodeaba, proveniente de las atracciones de feria, las tómbolas, los puestos de comida, la orquesta y las miles de almas que se habían congregado allí aquella noche de agosto para celebrar el día grande de aquel pueblo, donde ellas pasaban el verano. Y una chochona se acaba de llevar!!Ahí va la chochona!!Que se van que se van!!. Vicente se les acercó abriéndose paso entre la multitud, traía de la mano a una chica morena en bermudas y top rosa de cuello barco con volantes. Le pareció que tenía una expresión un tanto bovina y la boca abultada, lo que se vio explicado en el momento en que la abrió para saludarlas y se fijó en el complicado aparato dental que portaba. ArrribaArriba todos arrriba vaamos!!. Geni le comentó algo, pero no la pudo oir, sólo mover los labios y soltar lo que le pareció una carcajada.

-Tomás viene ahora, y Rober nos busca más tarde!!- Aclaró Vicente acercando mucho su boca a ellas y alzando la voz lo suficiente para que le entendiesen, vio a Laurita avanzar entre la gente ,sofocada y con el ceño fruncido, apartando a dos señoras que le cortaban el paso, sin pararse a pedir disculpas. Por mucho que dijesen las otras la permanente le quedaba mal, con aquel flequillo ridículo, para la ocasión había elegido un vestido de flores azules y verdes ceñido, por encima de la rodilla y sandalias blancas de tacón cuadrado. Avanti tutti a tutti jorobi ahí van los camellitos más rápidos del Gobí!!.

-Joder para la gente!Hooola!!Creí que no llegaba!!- Todos asintieron, sólo ella pudo oírla.

Tomás apareció poco después, de pronto, tras Geni, dándole un susto, que era lo que pretendía, ella le empujó haciéndose la ofendida, pero no era verdad, llevaba toda la tarde hablando de él, que si Tomás esto, que si Tomás aquello, notó que se arreglaba el pelo, corregía la postura y sonreía tontamente, Tomás metió las manos en los bolsillos y se balanceó sobre los talones, al tiempo que alzaba la vista pareciendo querer comprobar el tendido de luces que cruzaba la plaza de parte a parte. La niña bonita, Ay! esa niña bonita, quién la tiene que se van que se van !!!.

Deciden moverse hacia uno de los laterales de la plaza, para poder hablar en un tono de voz normal y saber a dónde ir, Cartagenera morena,dorada con luz de luna,Cartagenera Cartageneraaa, pierden a Vicente que aparece al poco viniendo del extremo opuesto, se había visto absorbido por una conga gigantesca que le había arrastrado hasta casi los tiovivos, la chica del aparato se ríe y ella puede observar las gomas que unen las piezas superiores de su dentadura metálica con las de abajo. Cada pieza una goma. Cada una de un color. Al menos. Se está preguntando qué labor de ingeniería supondría para esa chica comer algo, cuando Laurita la agarra del brazo y tira de ella hacia el semáforo. ARRRIBA que nos vamooos, SI SI, cántame un pasodoble españooool.

El local donde se meten está abarrotado de gente, como la calle, y todos los rincones del pueblo, apenas se puede dar un paso sin pisar a alguien. De nuevo tienen que hablar a gritos. Tomás y Vicente se van a la barra a pedir, y ellas se quedan solas en corro moviéndose sin mucho ánimo al ritmo de la música. CHIQUILLA!! Por la mañana yo me levanto y voy corriendo desde mi cama…

Ella se dio cuenta de que había llegado Rober porque Laurita le dio un codazo que casi le tira el vaso de coca-cola de la mano, venía acompañado de un chico alto y moreno que ella no conocía y que Rober presentó como Gonzalo, Laurita le volvió a dar un codazo y le comentó algo a Geni que asintió con la cabeza, tratando de no sonreír más tontamente de lo que llevaba haciendo desde hacia un buen rato, ella le dio un codazo a Laurita y le preguntó con un gesto qué pasaba.

-Este es el “Tiburón”-Le dijo al oído, ella la miró sin saber a qué se refería y se topó con la incredulidad en el gesto de ambas mientras sorbían de sus respectivas pajitas, ella se fijó en Gonzalo entonces, quién trataba de tener una conversación con Vicente. Alto, vaqueros azul oscuro, camisa clara, pelo castaño, ojos de un color inedintificable con aquella luz, con el moreno que regala el verano en la playa, y sus facciones podrían distinguirse incluso en una multitud, en general no estaba mal, nada que ver con el mundo de los escualos. Volvió a mirar a sus dos amigas encogiéndose de hombros, todavía sin saber a qué se referían llamándole “Tiburón”. Laurita hizo girar sus ojos mirando al techo y Geni negó con la cabeza al tiempo que volvía a sorber de su copa. Pero ninguna le aclaró más.Me lleva él o me lo llevo yo, pa que se acabe la vaina…En el siguiente local ni siquiera pueden entrar, se quedan fuera fundiéndose con otro grupo de gente conocida. Alguien le pasa un vaso con coca-cola, la pajita tiene de adorno una sombrilla mínima. Levanta la vista para ver quién es.

-No les quedaba Cola, es Pepsi, pero con muchos hielos- Tiene los ojos verde-musgo, ahora si que puede ver el color, sonríe y la hace sonreír a ella también, sin que ella sepa muy bien por qué. Le agradece la copa, preguntándose cómo habría sabido que tenía sed.

Vicente y el ingenio bucal, Geni y Tomás, Laurita se ha quedado retrasada con unos conocidos de sus padres, Rober con su primo Luís, ella y Gonzalo caminan a la par, él las manos en los bolsillos, ella los pulgares en las trabillas de las bermudas.

-Y tú también pasas el verano aquí?- Ella asiente.

-Y tú?

-No, vinimos a comer a casa de Rober y me quedé.

-Hoy está todo a tope- Él sonríe, ella también, sin saber muy bien por qué.

….As a river flows, gently to the sea, darling so it goes, some things are ment to be….En un puesto de tiro al blanco a él le tocan unas castañuelas, a ella un llavero del Atlético de Madrid.OOOOOOOOHHHHBABY my heart is full of love and desire for you So come on down and do what you’ve got to do. Una conga la quiere absorber pero una mano la rescata a tiempo y queda en la suya. Laurita se le acerca y atropelladamente le cuenta algo sobre una tía de su clase que tiene un novio haciendo la mili en Marín, antes de que pueda acabar, ambas reciben sendos algodones de azucar y la misma mano la hace perderse en la multitud en dirección al palco de la música. La reina de la noche, la diosa del vudú, yo no podré salvarme, podrás salvarte tu?…. Alcanza a ver a Laurita dándole un bocado al algodón de azucar al tiempo que la mira sin dar crédito. ….No tengo tiempo que perder, y ya se va el último tren… Y él la guía en el medio de una multitud danzante, y la hace girar, y ella ríe. Y él también. La mano de ella en la suya. Ella sólo le ve a él. Él no puede desprender sus ojos de ella …Porque pareces dormida, porque buscando tu sonrisa, estaría toda mi vida….

Muchos años después ella se acordó de aquella noche, y de que Laurita había llamado a Gonzalo „Tiburón“, nunca había entendido por qué. Quizás porque si tuviese que compararle con algún pez, sería con un delfín. Ella siempre había soñado con nadar con delfines. Y eso era, en definitiva, lo que llevaba haciendo desde entonces con él. Nada que ver con escualos.

….Bailar pegados es bailar, igual que baila el mar, con los delfines, en un solo salón, dos bailarines….

La Fase

04 jueves Oct 2018

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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A Miguel se lo había tragado la tierra. Pero de eso se enteró después. Lo último que recordaba era haber bajado al fondo de la zanja a asegurarse de que el grosor de las tuberías que iban a instalar era el adecuado, y no como la vez anterior, que habían resultado ser tres centímetros más anchas de lo que deberían. Había soñado con su hermano Leo, habían ido de la mano por el arcén de una carretera que parecía no tener fin, en un momento Leo se había detenido y sentado en el badén, él le había secundado y se habían puesto a mirar pasar los coches. Sin saber por qué, al rato él se había incorporado y había querido cruzar al otro lado para ver de cerca algo que le había llamado la atención, pero Leo le había tirado levemente del pantalón y le había vuelto a hacer sentar mientras meneaba su cabeza negativamente, “eso no se hace, todos lo saben”, le había dicho con dulce voz infantil de boca rota mirándole con sus tranquilos ojos azules, y él le había hecho caso. Y entonces se había despertado. De repente. Con la sensación de haber emergido desde el fondo del mar. Buscó a Leo a su lado. Y la razón de su ausencia le vino de golpe a la cabeza, a pesar de haber estado siempre ahí. Leo llevaba muerto cuarenta y cinco años. Y él no lo había conocido.

Entonces habían entrado varias enfermeras y médicos en el habitáculo, todo se volvió confuso, al menos para él, y todo comenzó a dar vueltas. Supuso que le habían sedado. Esta vez no soñó.

No se había roto nada, ni siquiera la crisma, como le gustaba decir a Marina, su mujer, sólo una piedra le había dado un golpe en la cabeza y le había dejado inconsciente, el peso de la tierra que le había caído encima había hecho el resto. Se pasó un mes de baja, más por prevenir que otra cosa, y después volvió a sus zanjas, pero sin bajar a ellas. El jefe del equipo de ingenieros del Ayuntamiento le había propuesto cambiar el trabajo de campo, por el de oficina, pero él había declinado la invitación, a él le gustaba su trabajo tal y como era, al aire libre a pesar de las inclemencias del tiempo, y de los incontables imprevistos que las obras civiles siempre llevaban consigo.

-Tu madre está en el ambulatorio, pero viene enseguida, sólo va por recetas- Su tía Carmen le recibió con dos besos, pero manteniendo los brazos en el aire, ya que tenía las manos embadurnadas de lo que parecía la mezcla de empanado. La siguió hasta la cocina, donde freía bistecs y patatas fritas, la ensalada ya estaba hecha.- Coge un plato y come, que tienes cara de hambre- Él sonrió y no opuso resistencia a la invitación, sirviéndose dos bistecs y dos cucharadas de patatas recién fritas, Carmen le puso un platito con ensalada.

-Muy pronto coméis.

-Y a quién vamos a esperar?Las dos solas, ya me dirás…- Él asiente mientras da cuenta del bistec, que siempre le parece más jugoso allí que en ningún otro sitio.- Fina trajo dos bolsas de ropa para la niña, después las llevas.

Una vez hubo dado cuenta de todo lo que tenía en el plato, Carmen insistió en prepararle café, mientras lo hacía él se dirigió a la habitación de ella a recoger las bolsas de ropa. Al querer cogerlas, se fijó. Allí estaban los tres. Cada uno en su marco, casi formando un tríptico de plata, tras el que había un pequeño jarrón con flores de plástico. Se acercó un poco más. Leo, Laura y Luís. Leo en blanco y negro abrazado a un perro de plástico, con la bendita sonrisa de sus apenas tres años, Laura más seria, también en blanco y negro, con el pelo recogido muy tirante en un moñito sobre su cabeza, había llegado a cumplir los tres, y Luís, ya en color, sonriendo hacia algún lugar fuera de foco, el pelo rubio algo largo, camisa de cuadros, sólo había cumplido dos. No se habían muerto a la vez, lo habían hecho por separado, y cada uno a su manera. Él había llegado contra todo pronóstico, cuando su madre ya no se suponía que podía engendrar hijo alguno y su padre ya pasaba más tiempo viajando que en casa. No se hablaba de aquello. Tampoco había habido fotos sobre mesas, o historias contadas sobre ellos. Él siempre había sabido de su existencia, pero como se sabe de la existencia de otras personas, sin sentirlos suyos. A Leo le había arrollado un coche, al querer cruzar la carretera estando con su madre, Laura se había precipitado desde la terraza del tejado de la casa de sus abuelos mientras contemplaba desde allí la procesión de Santa María, Luis se había ahogado en un tonel de plástico donde se almacenaba agua de lluvia. Cada uno a su manera. A él se lo había tragado la tierra, pero aún estaba aquí.

-Los tengo aquí, a veces les hablo, fíjate tu qué tontería- La voz de su tía le sacó de sus pensamientos, la miró intentando sonreír.

-Bueno mujer, no pasa nada…- Carmen colocó bien los ya de por sí bien colocados marcos, y le acarició la cara.

-El café ya está.- Y abandonaron la habitación, cerrando la puerta tras sí.

Leocadia, su madre, llegó al poco, con varias bolsas de compra y con el apuro propio de las personas que se saben esperadas para comer. Se alegró de verle y se lo demostró como solía, acariciándole un brazo sólo una vez y levantando las cejas en una mueca que quería parecer una sonrisa.

-Ya cogiste las bolsas? A qué hora entras?

-Mujer, déjale tomar el café…-Protestó Carmen mientras servía los platos de ambas.

-Yo sólo pregunto, como no vienes entre semana…- Y partió un trozo de pan sin mirarle, él se encogió de hombros y removió el café.

-Tenemos una obra aquí al lado…

-Otra vez?- Carmen le miró al borde de perder la paciencia- Qué pasa ahora?

-Alcantarillado

-Ay hombre por Dios, que dentro de poco ya me compro el casco…- A él le dio la risa, Carmen meneó la cabeza, su madre sólo alzó las cejas con su mueca guiñando los ojos.

Las dejó ya en la sobremesa, prometiendo pasarse el fin de semana con Marina y la niña, y después condujo sin prisa de vuelta, la reunión no podía empezar sin él y nunca le había gustado la velocidad.

Laura le miraba tan seria, que él pensó que él había hecho algo realmente malo, ella ladeó la cabeza y casi sonrió.

-Hola Miguel- tenía una voz cristalina y fresca, llevaba el pelo en un moño tirante sobre su cabeza, y un vestido blanco de tela de crepe de falda disparada con enaguas, le llamó la atención que iba descalza.

-No llevas zapatos?

-No, ven..-Y le cogió de la mano, guiándole por una especie de plataforma de cemento, que le recordó un parking vacío y barrido por el viento, caminando despacio llegaron al borde, que se abría a un paisaje que no supo identificar, ella se sentó y él la imitó.-

-No se ve nada- Anotó él, ella balanceó la piernas, y le miró con su casi sonrisa.

-Sólo se ve lo que se quiere ver, Miguel…- El asintió, aunque soplaba viento, él no sentía frío.

-Y ahora qué hacemos?

-Lo que tú quieras

-Podemos saltar, no está tan alto- Ella le mira y ladea la cabeza, ya no sonríe, le acaricia el rostro con su manita, suave, casi sin rozarle.

-No, Miguel, eso no se hace, todo el mundo lo sabe…

-Ya, pero mira, de verdad no es tan alto…- Ella le coge la mano.

-Sólo ves lo que quieres ver, Miguel….

Se incorporó en la cama dando un grito, Marina dio la luz y se incorporó a su vez.

-Qué susto, qué pasa?…estás pálido..- Él se pasó las manos por el rostro y trató de respirar con normalidad sin conseguirlo, ella alcanzó el vaso de agua de su mesilla y se lo acercó, él lo cogió con mano tan temblorosa que ella tuvo que ayudarle a beber- Qué soñaste, hombre? Ay pobre…

-No me acuerdo…no lo sé…- Acertó a responder, para beber varios tragos después, y encontrar su respiración otra vez.

-Dejo la luz encendida?

-No hace falta…perdona

-Ay cielo por Dios…toma, ponte otro almohadón..así no estás tan hundido…- Y dándole un beso, se volvió a acostar y apagó la luz, él se recostó en los mullidos almohadones y contempló las sombras del techo. Recordaba lo que había soñado. Cada palabra.

El badén era demasiado alto. Y la curva ciega. Había aparcado el coche en uno de los caminos de tierra que salían a la carretera nacional, y caminado hasta el punto en el que el coche se había llevado por delante a su hermano Leo. Enfrente entonces había casas bajas, de una sola planta, donde hoy se erguían edificios de viviendas,ante las que él se encontraba en la acera, ausente ésta a lo largo del badén, se fijó que el ayuntamiento había instalado un espejo y dos vallas con fluorescentes a la salida de la curva, lo que permitía ver a los que venían en la otra dirección si otro coche la cortaba o no, ya que a esa altura la carretera, además, se estrechaba. Entonces no había habido espejo, y su madre, al parecer había estado sentada con Leo en el badén. Recorrió el trecho dos veces. Le resultó imposible seguir el curso de la carretera, la curva se cerraba en el badén, y la hacía desaparecer. Era una curva ciega de libro. Se estaba preguntando por qué su madre había elegido justo ese punto para ir a dar la merienda a su hermano aquella tarde, cuando le sonó el móvil. Su compañero Macías precisaba las medidas de unos muros de contención, le prometió pasarse por la oficina en una hora, y colgó. Luego volvió al coche, tardó en poder cruzar. Siempre pasaban coches, y a demasiada velocidad.

-Podemos pasarnos por Ikea para verlos, en el catálogo pintan bien- Marina le mostró el catálogo del que hablaba, señalando la hoja donde estaban los sofás, él asintió.

-Por mi sí, además necesitamos cucharitas de esas de plástico….no sé dónde están todas las que compramos la última vez- Marina rió

-Eso pregúntaselo a Antía- Ironizó refiriéndose a su hija, que en breve cumpliría tres años,y que jugaba parloteando para sí, en el suelo ante ellos, con un par de muñecas y cochecitos, él dibujó un gesto de escepticismo en broma.

-Mejor nos pasamos y compramos otras cien- escuchó a Marina todavía reírse mientras se alejaba hacia la cocina, Antía le miró sonriendo y le mostró una de las muñecas, a la que había hecho un perfecto moño tirante en lo alto de la cabeza, Miguel iba a decirle algo, pero Marina le llamó desde la cocina, necesitaba su altura para alcanzar algo en una alacena.

La que había sido la casa de sus abuelos, era ahora un restaurante de tres tenedores y una estrella Michelín. Lo habían ampliado hacia atrás, hacia lo que había sido la huerta, y construido un aparcamiento para clientes. Si bien el interior había sido totalmente reformado, el exterior había permanecido inalterado, más por las normas de Patrimonio, que por la voluntad de los nuevos propietarios. Macías se extrañó de la cara elección para comer, habiendo mesones más baratos también cerca, pero él le convenció con el chuletón de buey. A punto de pedir ya el café, se excusó para ir al baño, y subió las escaleras, los baños estaban justo al final, sin embargo él torció a la izquierda y se dirigió hacia la salida a la terraza, donde, cuando hacía buen tiempo también había mesas, y ahora estaba vacía. La puerta de acceso no estaba cerrada. La terraza estaba rodeada por una balaustrada alta y negra, sin filigranas. Se acercó. La balaustrada le llegaba a él al tórax. En las fotos antiguas, era la misma.

-Necesita algo?- La voz de un camarero le hizo volverse.

-Sólo estaba haciendo unas fotos de las vistas,realmente preciosas-Mintió haciendo que guardaba su móvil en el bolsillo, el camarero no pudo ocultar su extrañeza, las vistas estaban justo hacia el otro lado, en esa dirección sólo se podía disfrutar de una preciosa vista de la nacional y casas de nueva construcción pertenecientes al feismo más arraigado.-Gracias- Y salió de la terraza, volviendo junto a Macías que ya había pedido café.

Estaba lloviendo. De forma torrencial. Y no había dónde resguardarse. Pero él no sentía la lluvia contra su cuerpo. Ni frío. Tampoco calor. Sólo alzaba la cabeza contra la lluvia y se mesaba el pelo, como bajo la ducha. Cuando volvió a mirar a su alrededor, le vio. Luis le miraba también a él, riendo como lo hacen los niños que esperan de ti que les persigas, y eso hizo él, y Luis lanzó una carcajada de voltera y se alejó corriendo chapoteando con una botas de agua que le quedaban demasiado grandes, corría muy seguro para su corta edad, y se volvía de vez en cuando, sin dejar de reír. Le alcanzó al llegar a lo que parecía un pozo con bordes de piedra oradado en el suelo, ya completamente inundado por aquella lluvia diluviana, él se asomó al pozo, en cuyo centro se abría paso un remolino en forma de tornado acuático que giraba a gran velocidad, Luís sin embargo se mantenía alejado, quieto, mirándole sin sonreír.

-No!-Y su voz infantil rompió la lluvia, y él le miró sin entender, el remolino le invitaba a probar su sinergía, extendió la mano-No!Vem!- Volvió a gritar Luís y se alejó corriendo de nuevo llamándole con su manita, a él le costó decidirse, pero al fin le siguió. Luís ahora saltaba sobre los charcos- Vem! Eto si!- Y volvió a dar volteretas con su risa, y él le imitó en sus saltos, y en su risa, enfrentando su rostro a la lluvia.

-Miguel! Miguel!- Marina le sacudía con fuerza, él volvió entonces, a desgana- De qué te ríes? Yo también quiero reírme así- Dijo divertida, él por un momento no supo qué contestar y eligió la risa.

-Ni idea..

-Pues cuando te acuerdes, me lo dices…te lo estabas pasando bomba- Bromeó ella apagando de nuevo la luz, Miguel ahogó una carcajada en la garganta. Mañana se compraría una botas de agua.

La reunión se estaba haciendo interminable, ya habían revisado los planos tres veces y corregido los errores, no había nada más que hablar. Pero Peón, se empeñaba en calcular los supuestos a largo plazo, lo que no llevaba a ningún sitio en una obra de ese calibre. Al final le convencieron de hacerlo el lunes, el viernes no era día de supuestos a largo plazo. Él aceptó casi a regañadientes y dio por fin terminada la reunión. Miguel salió el primero, había quedado con Marina para ir a Ikea, a comprar un sofá nuevo y cientos de cucharitas de plástico. Llegó a casa con una hora de retraso.

-Ya estoy aquí…estáis listas?

-Estoy lista

-Y Antía?

-Se la dejé a tu madre, no iba a aguantar tanto tiempo….Miguel?…Miguel?!- Pero sólo le contestó el estruendo de la puerta de la calle al cerrase.

Se saltó a posta dos semáforos y un ceda, además de superar el límite de velocidad en varios trechos, se dio cuenta del flash de los radares, y de los gestos de la gente en las aceras a su paso, escuchaba el crujir de sus neumáticos, pero le parecía que eran los de otro. Ni siquiera aparcó, pulsó el timbre de la casa hasta que Carmen salió a abrir asustada por el ruido sin fin.

-Dónde está mamá?!-Gritó sin querer.

-En el parque con la niña, como no llueve…- Miguel se lanzó a la carrera entonces, hacía mucho tiempo que no corría, se sorprendió de poder todavía ganar velocidad por zancada. Llegó al parque sin aliento, girando sobre si mismo, para lograr una visión total. Y la vio. Antía. Estaba trepando por las piedras de acceso al estanque. Quiso correr tan rápido, que tropezó y cayó, pero volvió a incorporarse y a grandes zancadas recorrió la distancia, quiso llamarla, pero no encontró voz. La alcanzó, y la recogió entre sus brazos apretándola contra sí, tratando de respirar, la niña se alegró de verle y le abrazó, al tiempo que farfullaba algo sobre patos e islas. Él no volvió a encontrar su aliento, mientras buscaba a su madre en la distancia. Leocadia también le miraba a él, había recogido unas flores, al fondo, junto a los bancos, no se movía. Sólo le miraba. Para después dirigirse a la calle que accedía al parque. Él recorrió despacio la distancia también, sin soltar a Antía que seguía contando algo sobre patos e islas. Vio venir de frente a Carmen, caminaba lento, con los dedos engarzados unos en otros, sin apartar su vista de padre e hija, se paró y no continuó avanzando, como aquel que se da por vencido antes de llegar a alguna meta, él se acercó a ella, mientras divisaba la figura de su madre alejándose en la distancia, sin mirar atrás. Carmen escondió la mano de él en las suyas temblorosas y buscó sus ojos.

-Yo..a veces les hablo, sabes?

-Bueno mujer, no pasa nada….

Ágata

03 miércoles Oct 2018

Posted by Alquimista de Historias in Relatos

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Me voy a tumbar aquí. No le veo. Está en la cocina. Sólo quiero cerrar los ojos un rato. Sólo un rato.

– Ahí hay mucho polvo.

Pues no me deja en paz. No voy a abrir los ojos. No se acerca. Me roza. Me aparto un poco.

-Déjame en paz.

-Ayer dormiste toda la tarde, no me vengas con que estás cansada.

-Vete.

-Seguro que es porque soy negro.

Y yo persa. Qué tendrá que ver. Sólo quiero que me deje en paz. Me voy más al fondo. A lo oscuro. Así no me ve.

-Tienes los ojos casi amarillos.

Él los tiene azules. Irisados con beig. Miro hacia otro lado. A ver si lo entiende.

-Ahí hay un calcetín.

Me aparto. No sé qué hacer. Efectivamente. Es un calcetín verde. Me encantan los calcetines.

-A ti también te gustan los calcetines?

Se acerca a mí. Acaricia el calcetín. Yo también.

-Me llamo Ágata.

-Yo Sansón. No digas nada…

-Pues Ágata…

-Es de lana.

-Verde. Y suave. Suaaave. Toma.

-Suaave.

-Perdona. Tu no sabes lo que es viajar doce horas junto a una cacatúa brasileña….

Me roza. Yo le rozo también. Le paso el calcetín. Me acuesto y cierro los ojos. Él también. Compartimos calcetín.

-Estos dos son también de madejas de lana?

-Sip.

-Detesto las madejas.

-Yo también.

-Sansón.

-Qué

-Acércate más.

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