El Curso

Oo> Orientierungsleuchte, die, pl. (Luces de orientación)

Samir se acerca a mi mesa, casi sin atreverse, con el libro de texto en una mano y el lápiz en la otra. Le animo a que me pregunte lo que quiera con un gesto amable y sonrío. Intento acompañarlo todo con una sonrisa. Amable. A poder ser. No todo el mundo lo es con ellos. Samir también me sonríe, tiene los dientes blancos y perfectamente alineados. Su boca lo intenta, pero sus ojos siguen tristes. Me señala con la mina del lápiz la palabra que titula el capítulo. Hoy hemos recibido el libro nuevo, el anterior era un cuaderno de diez hojas con el alfabeto y los números del uno al veinte. Sin palabras. Sólo letras y dígitos. Tendríamos para por lo menos tres meses, nos había asegurado Mona. A los seis días fotocopiábamos material extra, y ella no se podía explicar por qué. El libro nuevo contiene también ejercicios con el alfabeto. La primera lección es la letra O. La O mayúscula y la o minúscula. Hank pensó, cuando lo había abierto por primera vez, que se trataba de una errata. La primera letra del alfabeto es la A, me lo había dicho como contestando a una pregunta que yo nunca le había formulado, más para reafirmárselo a sí mismo que otra cosa. Pero no. En este libro la primera letra del alfabeto es la O, la mayúscula y la minúscula. Orientierungsleuchte, die, pl.(Luces de orientación). Samir me mira esperando una explicación. Sé que sabe un poco más de alemán que el resto, así que intento aclararle la duda- La luz, las luces- Y le señalo las que iluminan el aula, él asiente sin apartar de mi su mirada, concentrada en no perder ninguno de mis gestos- Una luz, dos luces- El vuelve a asentir- Orientación….- Me incorporo y le señalo un punto en el horizonte de la clase, muevo mi brazo como lo haría un árbitro de fútbol al ordenar que el juego continúe tras una falta. Samir me mira fijamente, sin mover un músculo, yo carraspeo y señalo diferentes puntos en el aula y trazo una línea imaginaria entre ellos. Samir parpadea y dice algo en sirio, que yo no entiendo, y ambos miramos a Hussein, que hace rato nos observa tratando de dilucidar lo que yo interpreto. Hussein sabe alemán. Ha superado ya el nivel B1. No tendría que estar aquí. Pero alguien le incluyó en la lista de analfabetos de su campo y tiene que asistir. Lo quiera o no. -Son las luces que se utilizan para orientar a la gente en la oscuridad, en una casa….o en una zona oscura…- Me explico. Hussein piensa un instante.- Si está oscuro, hay encender la luz- Lo repite en sirio, Samir asiente, yo también lo veo lógico- Ya, Hussein, pero verás, si una casa está a oscuras y alguien se levanta por la noche a algo, al baño, o a cualquier otra cosa…- Busco las palabras, dibujo la situación con mis manos, lento, ambos me miran sin parpadear- Entonces encender luz- Repite Hussein, se lo explica a Samir, éste sonríe y me dice algo que no entiendo- Dise que la palabra sinifica “Interruptor”…- Yo niego con la cabeza- No. Eso es “Schalter, der”- Se lo escribo en el cuaderno, si lo hiciera en la pizarra, el resto de integrantes también querrían saber a qué me refiero, y todo se complicaría más.- Aquí en Europa existen luces que se ponen en los enchufes, o pegadas en la pared…normalmente para que los niños no tengan miedo si se levantan…- Hussein recorre por un instante el aula con la mirada, pensando, Samir nos mira a ambos, sin querer perderse ni un gesto- Si niño levantar para pis, encender luz o llamar a baba..- Le explica a Samir, que asiente, yo también lo veo lógico- Digamos que es una luz “extra”, Hussein- Y hago hincapié en la palabra “extra”, Samir la repite, es una palabra que escuchan a menudo, hay muchas cosas que han de pedir de esa forma. Extra. Hussein le explica, y él sonríe, me da las gracias, le digo que no hay de qué, que me pregunte lo que quiera, vuelve a su sitio, y se lo explica a su hermano, a quien escucho decir la palabra “extra”al tiempo que señala el techo, se encoge de hombros, Samir también. Hussein no sabe si sonreír, yo le invito haciéndolo yo- No sé por qué ponen esa palabra de primera, la verdad…- Intento explicar lo inexplicable, Hussein levanta las cejas y suspira- Ameise (Hormiga), Die Ameise/ Ameisen es más fasil…- Yo le doy la razón con un gesto. Laila se acerca con el libro en la mano,es irakí, hace un mes que lee y escribe, ya puede ir a hacer la compra sola, su trabajadora social le ha comprado de regalo un carrito de la compra con ruedas que siempre trae consigo y muestra orgullosa, como si fuera su trofeo, hoy lleva un pañuelo verde de tul con estrellitas que brillan según les dé la luz, le digo que me gusta y ella se ríe tapándose la boca, me señala la segunda palabra del libro: “Pächter, der (Arrendatario)”, Hussein alza las cejas y juega con su bolígrafo haciéndolo girar sobre sus nudillos. Laila me mira esperando una explicación, yo no encuentro gestos en mi repertorio,miro la hora- Pausa? Hoy pausa antes?- No tienen nada en contra, se levantan a la vez, como un solo hombre, le digo a Laila que se lo explicaré después de la pausa, ella asiente y vuelve a su sitio, haciendo brillar las estrellitas de su pañuelo a su paso.

Hank y yo vamos durante la pausa al centro comercial que está enfrente a comprar “Luces de orientación”, me dice que con un poco de suerte si preguntamos a alguien encontramos también un “Arrendatario” que pueda explicarles qué significa serlo, me hace reír. Hank es americano, de Massachusetts, la ciudad que ya existía antes de que la cantasen los BeeGees, como siempre aclara. Él en realidad es experto en Marketing y Publicidad, y tenía éxito en lo suyo, pero decidió dedicarse a la enseñanza de alemán para extranjeros y ahora específicamente a refugiados. Le pregunté una vez el por qué del cambio. Sólo me contestó que más vale prevenir que curar. Compramos dos tipos de Orientierungsleuchte. No encontramos Pächter.

Happy tiene cita hoy en el dentista. Por fin le van a poner los dientes que le faltan. Happy tiene ya tres hijos, con tres mujeres distintas. Savaneh es de Gambia, y apunta que si ya tenía éxito sin dientes, cuando se los pongan van a tener que poner cordón policial al campo. Happy se ríe, haciendo honor a su nombre. Supongo que por eso se lo pusieron. Happy es de Nigeria. Le encargo que vigile a Yusuf. Ha abierto la ventana y está asomado. Yusuf es kurdo. Lo primero que hace al entrar en el aula es abrir todas las ventanas de par en par, y asomarse. A veces más, a veces menos. Hoy está muy nervioso. Antes de asomarse recorrió el aula tres veces. Happy se asoma junto a él. Parecen el punto y la i. Les escucho hablar. Me pregunto en qué idioma. Le he traido más Mandalas a Michael. Ya se sienta con el resto, pero sigue sin hablar. Él también es de Nigeria. Tiene Síndrome de Shock-Post-Traumático. Sólo me ha dicho a mí por qué. Ya puede dormir. Quiere ser jardinero. Hoy le he traido un Mandalas de Jardines Mágicos. Savaneh también quiere pintar Jardines Mágicos. Creo que es una buena idea. En la fotocopiadora me encuentro con Mona, me dice que tengo que explicarles el funcionamiento de una trilladora y me pasa un taco de fotocopias de la máquina, le pregunto por qué, y me dice que es importante que esa gente sepa de esas cosas. Le pregunto si ella sabe como funciona una trilladora. No sabe qué contestarme. Le digo que sería importante que lo supiese. Jardines Mágicos.

Hank y yo unimos grupos. Vamos a jugar al Trivial según nuestra propia versión. Cada uno de los participantes escribe su nombre en el encerado en una cuadrícula. Cada pregunta acertada, un palito. No formamos equipos. La última vez llegaron a las manos. Cada uno de por si. El que gane se lleva una caja de galletas surtidas. Los otros bolsitas de ositos de gominola. Todos ganan. Kevin Costner mató a Kennedy. Hank no entiende por qué me río, él siempre lo había sospechado. El Mundial de fútbol del año 1990 lo ganó Schweinersteiger. Él solo. Por el medio les metemos preguntas que les caerán en sus respectivos exámenes para conseguir la nacionalidad alemana. El alcalde de Berlín más famoso fue Klaus Wowereit. Happy se lleva la caja de galletas. Nos regala su primera sonrisa Profidén. Llega la pausa y yo salgo de primera, veo entonces avanzar por el pasillo a tres hombres negros que caminan a tres en fondo y a la par, con la elegancia de las panteras, mirando al frente, antes de que pueda averiguar quiénes son, me veo devuelta de un tirón al interior del aula. Happy cierra la puerta y sujeta la manilla, me doy cuenta entonces de su altura. No sonríe. Todos guardan silencio. Hank no parpadea. Yo tampoco. Happy se pasa el largo y huesudo dedo índice de su mano izquierda por su cuello, y suelta una suerte de silbido. Luego niega con la cabeza. -Nadie sale -y nos mira a todos alternativamente, todos asentimos, Hank quiere decir algo, Michael le posa suavemente una mano en el pecho y le manda callar con un dedo sobre sus labios rotos, parpadea lentamente, no necesita más, Hank asiente, Savaneh se sitúa junto a mi. Nadie se mueve. Escuchamos voces en el pasillo. Alguien ríe a carcajadas. Otros corren. Conversaciones a gritos en Mandinka. Nadie se mueve. Voces y más gritos. Carreras de nuevo. Después silencio. Nadie se mueve. -Tú! ,- Happy señala a Amin, el chico sirio, quien da un respingo. -Tú sales y miras.- Amin asiente, Happy abre la puerta, le agarra la camiseta por detrás mientras Amin se asoma al pasillo, alza el pulgar de su mano derecha. Happy le suelta a él y la manilla. Asiente, y todos salen del aula. Hank y yo nos hemos quedado clavados. Happy nos mira, es la primera vez que le veo serio. – Si los volvéis a ver, y yo no estoy, corred sin mirar atrás-Habla quedo, le damos las gracias, sin estar todavía muy seguros de qué, él asiente y sale del aula, cerrando la puerta despacio tras sí. Hank se deja caer sobre una silla y se tapa la cara con las manos, yo me siento a su lado.

-Corred sin mirar atrás….

-Y utilizó bien los verbos, si te fijas…

-Y sabe cuál es la capital de Mecklenburg-Vorpommern….

-Aún conserva las dotes de mando…

-Más vale prevenir que curar….

Plumas (Basada en hechos reales….)

Mire usted la cosa es que mi inquilina apestaba no ella sino su cojín y como se fue ella no el cojín pues aproveché para lavarlo y que desapareciera el hedor de mi inquilina y se desintegró el cojín no ella y ahora tengo que comprar una lavadora nueva sin que se enteren mi mujer ni mi inquilina porque está llena de plumas la maquinaria no mi inquilina y traté de quitarlas y me corté mire aún sangra un poco pero están enredadas las plumas no las dos me refiero y tiene que ser el mismo modelo porque sino se va a dar cuenta mi mujer quiero decir mi inquilina no o a lo mejor sí y no sabría qué decir y ya la subí yo solo al patio de atrás para que no la vea nadie a la lavadora no a mi inquilina y claro no sé dónde está el punto limpio más lejano y tengo que limpiar el suelo del sótano que es de esos antiguos que no puedes raspar y lo intenté con el cepillo de dientes pero al final usé la pala de nieve y se notan los raspones pero puede ser de cualquier cosa un perro por ejemplo o un hamster que hubiera entrado un día y tal y tengo un tirón aquí ve? Pero eso se arregla la lavadora no y son las siete y esto sólo me pasa a mi y por favor dígame que tiene usted el mismo cojín por ahí a ver cómo me explico yo sin que me denuncie o algo y mi mujer mi-mu-jer. Ya son las siete?

Winston

Siempre que vuelve vuela a Houston y luego alquila un coche. Podría coger un vuelo interestatal, pero suelen ser aviones pequeños y le reconocerían en seguida. Prefiere recorrer la 10 sin prisa, escuchando la radio y descubriendo los cambios que se han podido dar en el trayecto desde la última vez. En Weimar hace parada, come algo sin salir del coche y estira las piernas, antes de continuar por la 77. En uno de los tramos unos caballos galopan al otro lado de un cercado, como queriendo hacer competencia a los coches, sonríe, se acuerda de cuando se desplazaba en uno, de la sensación de libertad y de las galopadas sin rumbo fijo, los rodeos y las fiestas en los graneros. Lilly-Mae. El suyo corría siempre más rápido, y ella reía saludándole desde lejos con el sombrero, enderezándose en la silla, sacudiendo la melena negra con sus carcajadas. Lilly-Mae. Cascabel. La había conocido el día que su madre la había traido al mundo, ya que la suya le había traido a él en la habitación contigua. No se habían vuelto a separar. Se habían casado nada más acabar el instituto, nada grande, los de siempre y una barbacoa, ella llevó un vestido mexicano blanco con bordes azules y una botas de montar rojas, había hecho todo el camino hasta San Antonio para encontrarlas, pero así era Lilly-Mae, lo que se proponía lo conseguía. Él había comenzado a trabajar en el negocio de repuestos de BigJoe y ella en la tienda de Leslie-Ann. PapaRay, el padre de ella, consiguió un trailer a buen precio y lo colocó junto al suyo para ellos. Una mañana LittleJoe le buscó en la parte de las llantas, había venido corriendo y llevaba el sombrero en la mano. Lilly-Mae. Corre, chico, corre. Primero la llevaron al dispensario del Dr. Willson. Pero nada más llegar, el Dr. Willson había llamado a la ambulacia de los bomberos de Wallace. Él llegó justo a tiempo de que le empujaran a la parte de atrás y la ambulancia saliese como una bala hacia el hospital del condado. Lilly-Mae sangraba a borbotones por la nariz y un oido. Y el Dr. Willson gritaba que tenía que ser posible ir más rápido. Y él gritaba también. Porque la llamaba y ella no se despertaba. Le cogió la mano hasta que el Dr. Willson y dos enfermeras tuvieron que impedirle atravesar la puerta a la U.C.I. Infarto Cerebral.

Tres días y tres noches después entró en coma. Él no se movió de su lado en todo el tiempo, incapaz de soltar su mano. Primero les dijeron que era posible que no despertara nunca. Después que si lo hacía, sería con daños irreparables. Lilly-Mae abrió los ojos un lunes de octubre, y se quedó con ellos mirando al vacio, sin parpadear. Él había abrigado la esperanza de llegar un día y encontrarla sentada en la cama, peinándose la melena y preguntándole por qué había tardado tanto. Pero ese día no llegó. Y ella seguía mirando al vacio. Para entonces habían comenzado a llegar facturas que él no podía pagar. La familia vendió un par de cosas. Pero no llegó ni para empezar. BigJoe le dijo que su cuñado Vaughn conocía a un tipo que necesitaba gente para un nuevo centro comercial en Austin, que pagaban bien. Comenzó recogiendo los carros de compra abandonados, más tarde cambió a la sección de deportes. Y allí le había encontrado Randall Cooper, apertrechándose para ir a hacer Rafting en Colorado con su entonces novio Neill. Le hizo fotos con una polaroid que compró in situ y le dio su tarjeta. Dos días después volvió acompañado de Marge. Ella no tenía intención de hacer rafting. Una semana más tarde se mudaba a New York. En nada su rostro apareció en las pantallas de Times-Square. Pagó sus deudas e hizo trasladar a Lilly-Mae a un sanatorio especializado, lo suficientemente cerca, para que la familia pudiera ir de visita. Como centro de operaciones eligió Londres, lejos de todo aquello que representaba su vida anterior. Y allí había conocido a Cynthia Watson, con la que mantenía una extremadamente discreta relación desde entonces.Lo que Lilly-Mae se proponía, lo conseguía, y se había propuesto continuar viva.

No se sorprendió al encontrar a papaRay cuando entró en la habitación que ocupaba Lilly-Mae, la enfermera que se encargaba de ella le había dicho que, desde que se había jubilado un par de años atrás, se pasaba el día sentado en una butaca junto a ella, leyendo el periódico y haciendo crucigramas, antes de que anocheciera se marchaba a casa y volvía a primera hora de la mañana. Levantó la mirada del periódico al verle, y sonrió, hizo amago de levantarse pero él se adelantó a abrazarle, mira quién ha venido Lilly-Mae, tu chicoguapo, todo el camino desde Londres sólo por verte, comentó con voz queda dejando el periódico y las gafas sobre la mesa camilla que hacía de mesilla. Él miró a Lilly-Mae, ahora tenía el pelo muy corto, una sonda se perdía en su nariz, se sorprendió de ver dos goteros, tiene bronquitis, le informó papaRay antes de que pudiera decir nada, casi sin atreverse le acarició una mano, cerrada entorno a una férula, ni fría ni caliente, su mirada perdida en su infinito, inamovible. Le pregunta por los conocidos, todos bien, tu madre tiene una cadera nueva y ya vuelve a bailar otra vez, él sonríe, ya lo sabía, pero se hace de nuevas, el otro día movió un dedo, el médico dice que no, pero te juro chicoguapo que lo movió, verdad Lilly-Mae?, él asiente y la mira, y por un instante espera que pase algo, pero sabe que no va a suceder. Su Lilly-Mae ya no está. Se fue hace mucho tiempo. Tengo que hablar con el Dr. Willms, papaRay, te puedo llevar a casa si quieres, papaRay piensa un instante y asiente, Ok, él mira a Lilly-Mae otra vez. Su Lilly-Mae. Y le aparta con ternura un mechón de la frente, para luego acariciar con los dedos la mejilla. Dónde estás?, piensa,dónde estás?,intenta respirar hondo y se dirige a la puerta.

El Dr. Willms no le cuenta nada nuevo, sólo que podría ser posible que papaRay haya comenzado con episodios seniles, él acepta su propuesta de tomar cartas en el asunto, y añade que se hará cargo también, sin reparar en gastos, el Dr. Willms asiente aliviado, de vez en cuando es agradable no tener que discutir sobre según qué temas.

PapaRay le da un beso en la frente a Lilly-Mae antes de apartarse de la cama, él acaricia el cobertor, hasta pronto Cascabel piensa, y siente un nudo en el pecho, carraspea para deshacerlo y le ofrece a papaRay su brazo, juntos abandonan el cuarto.

PapaRay vivía en una casa de planta baja que él le había comprado, a diez minutos del sanatorio, poco antes del traslado de su hija. Le acompaña hasta la puerta y se la abre, quieres pasar?, mejor no, ya me voy, cuídate chicoguapo, tu también papaRay lo intentaré, y se abrazan en el umbral, él se aleja despacio sin conseguir siquiera respirar, ella lo sabe y lo entiende, chicoguapo, y te quiere igual, la voz de papaRay le hizo volverse sin poder retener las lágrimas y alcanzó a ver como la puerta se cerraba con queda lentitud.

7:10

Si sólo pudiese describirles. Ser capaz de pasar a papel lo que pienso cuando les veo. El pelo, su forma de andar, de fumar o de llevar el bolso. No sé sus nombres. Sólo coinciden conmigo en el espacio y en el tiempo.

Como el chico con rastas y barba de chivo, con bermudas de Coronel Tapioca, bajo las que lleva unas mallas elásticas para hacer deporte, y dos camisas sobrepuestas. En pleno enero. Lo catalogo de estudiante que ha agotado la ropa limpia y acude a la ropa de verano. La mujer con gabardina beig que lee de pie, hoy toca Thomas Mann. O la chica con la bolsa de tela de Harrods. Con su pelo rojo y sus ojos profundos. Hoy lleva bailarinas de purpurina y calentinas claramente hechas a mano. O el chico que coge el autobús dos paradas después de ella, siempre por la puerta del conductor, ella se sienta siempre en el asiento de la ventana, en frente de la puerta de en medio. Cuando él entra, el autobús ya va lleno y se queda en el primer tramo de pasillo. Es el más alto de los tres que entran. Le calculo dieciséis. Ella quince. Las chicas buscan su saludo, le comentan cosas banales, los chicos hacen piña su alrededor, su atractivo es claro, su voz ya profunda. Y lo sabe. Y la busca en la distancia entre las cabezas de los viajeros.

Ella lleva aparato en los dientes y no sabe todavía qué hacer con el pelo, tan rojo, y tanta cantidad, hoy lleva una diadema elástica. Sabe en qué parada sube él. Le mira subir. Nada más. No se maquilla, ni mira constantemente su móvil. Mira por la ventana, el río hoy está helado. En una parada sube un hombre muy alto, y se planta como una sequoia en el medio. El aprovecha un frenazo para moverse diez centimetros a la derecha, de forma que ella queda entre la sequoia y la mujer que lee a Thomas Mann. Ella sigue mirando el rio helado. Dos chicas le enseñan algo a él en sus móviles. Todos ríen. La sonrisa de él podría provocar el deshielo de un glaciar. Y lo sabe. Y las chicas también. Sólo ella parece ajena. Atenta a la ventanilla. Al río helado. Pero también a su voz. Y al juego de reflejos en el cristal, que le permite ver su imagen. Y llega la parada del instituto. Y ambos bajan. Ella por la puerta del medio. El por la de delante. El hace que se abrocha un zapato, hasta que ella llega a su altura. Y avanzan a la par hacia la puerta del instituto, él rodeado de su séquito , ella aferrada a su bolsa de Harrods, sin regalarle ni un soslayo.

Hoy los tres entran por la puerta del medio, los otros dos parecen no entender por qué, el autobús hoy va muy lleno. Ha vuelto a nevar. El consigue avanzar hasta la ventana del habitáculo central ante las musitadas protestas de algunos viajeros. Ahora no vale el juego de reflejos. Ella opta por seguir mirando por la ventana empañada. Uno de sus amigos le comenta algo gracioso y él sonríe, y en algún lugar se deshiela un glaciar. Y entonces pasa. Por dos décimas de segundo sus miradas coinciden en el espacio y en el tiempo. Y ella le regala un atisbo de sonrisa. Y vuelve al cristal empañado. Y él siente que es un paso pequeño para la humanidad, pero grande para él.

La pierde en la multitud que abandona el autobús. Ella se para a buscar algo en su bolsa. Avanzan a la par.

Les descubrí una vez de paseo por el puente, el pelo rojo de ella, con el que ya sabía qué hacer, los dientes libres de brakets, la sonrisa de él sólo para ella, en el mismo espacio y tiempo. Sólo deshiela su glaciar.

Si sólo pudiese describirles, ser capaz de pasar al papel lo que pienso cuando les veo.

La cosa con Hernández

Que por qué no puedo ver a mi madre?. Es por muchas cosas, digo que, toda la vida tirando, y claro, el jarro se rompe a narices. Pero digo yo que, fue por el puto coche. Que si vete aqui, que si haz, que si no vayas, y ahora a cojones haces esto, que era bueno para mi, decía todo el rato, que era bueno para mi carrera, hacer esto o aquello a cojones de pato. Y digo, dice, digo yo que, va y hago el jodido anuncio de Dios….osea no de Dios esaztamente, ya me entiendes, digo que hice el puto anuncio ese. Y a la vuelta del tiempo aparece con el puto cochazo plateado ese, y claro, digo yo que , esto. Me saltaron los plomos….los fusibles dices, pues digo que eso, me saltaron los fusibles y pasa lo que pasa. Y ya está. Y porque agarré la barra esa que estaba allí, no sé de quién….el bate, era un bate?, pues eso, yo, digo yo, que…eso es un bate?…ah. Pues esto. La barra bate esa, cogí, así, y pimpam pimpam pimpam. Y lo destrocé. Y ellos gritando y corriendo..(Le da la risa. Se ríe a carcajadas. Le saltan las lágrimas.)Y ella…ay que mal joder…y ella corriendo con el poto que goza y aquellos tacos blamblam….es que digo yo, que..esto…es paticorta la muy veneno, sabes?. Y eso, que digo yo que me rayé. Y ya está. Que si haz el anuncio de los putos cojones…esto, ya me entiendes, ese, y tal, que lo hagas…y me aparece con el coche. Joder. Es que ni era mío entonces. Ya le valió a la paticorta tetuda esa. Que por qué no la puedo ver…? es que la pregunta tiene su cosa…si, si, no me puedo acercar a menos de cien metros…500 dices?, pues yo en Ávila y ella en Logroño y tan contenta. Feliz, lejos y que no salga de sus metros que me compro otra barra bate de esas. Y que no veas a Delascuevas, que si Delascuevas por ahí, Delascuevas andando….y yo hago con mi coño lo que quiero con Delascuevas y con el tío ese de ahí si me da la gana…..ya me entiendes, no con el tío ese en cuestión de ahí , pero bueno, que mi coño es mio, no suyo, sólo faltaría joder, entonces apaga y vámonos ostias….Delascuevas?Si. El se apellida Delascuevas de nacimiento, Hernández se lo puso para cantar, les sonaba a troglodita o algo, Manuel Delascuevas to junto….y el tan moreno. Hernández dijeron, y eso. Delascuevas Salazar (Se rie). Yo siempre le digo que se dedique a las telenovelas con su nombre verdadero…Delascuevas Salazar…arrasa joder…el puto amo (Se vuelve a reir y mueve el cigarrillo que fuma en el aire). Pero es que él y yo pasamos las mismas cosas, al mismo tiempo, que si haz esto y aquello, vete aqui, no vayas, desde canijos pequeños, todo el puto día arriba y pa bajo….y me entiende. El también tenía lo mismo con su padre, su madre faltó la pobre Dios la tenga en su Gloria, pero ese no se compraba putos cochazos…eran otras cosas.

La cosa con Hernández es mi historia, es mía, como mi coso….y a mi no me ha tocado nunca nadie, ni entonces ni ahora….la gente habla mucho joder…pero ni un pelo me tocaron. Bueno era Pérez!, mi manager de siempre Dios lo tenga en su Gloria (Cierra los ojos y se santigua dos veces)…a ella le hubiera dado igual, me hubiese vendido por un plato de lentejas, pero Pérez no, ni un pelo, ni él ni nadie….él era de Josefa y sus hijos…que ya soy tía de ellos, como hermanos, una más…y Josefa..(Se emociona, para de hablar, apaga el pitillo, carrapea, mira hacia un lado) pues eso, que digo yo, que ella…aún está aquí, imagínate. La llamo „Ma“. Sólo „Ma“(Se emociona, vuelve a carraspear, se aparta un mechón inexistente, se serena).Y es que ya estamos muy arriba…que digo yo que, digo…sabes?. Que ya da igual joder…que si quiere la mitad de todo, que si me parió…una mierda!una mierda de pato!…yo no tengo un puto abogado, tengo un escuadrón de ellos…así que digo yo que…dice pues eso. Que grite y patalee, la paticorta esa. Y hasta aquí llegué. Y la cosa con Hernández…pues ya está, es lo que hay, y es que ya estamos muy allá. Sabes?. De vuelta, y ahora todos están llendo y nosotros…sabes lo que digo, digo yo que es, estamos volviendo. Y son muchos años.Altar?…qué altar?..ah!..que si vamos a ponerlo en papel?…ya lo hay. Desde antes de todo. En un bumbum…nos dio por ahí…y desde tal fecha…solitos los dos nos los guisamos y nos lo merendamos sin decirselo a nadie…(Se ríe, echa la cabeza hacia atrás) Ahora ya da todo igual. No…Delascuevas no se cabrea conmigo nunca…ni yo con él. La gente habla mucho sin saber.Eso.

Si no te importa…me voy a ir. Tenemos una cena…y si hay algo que soy, es puntual. Qué alivio poder hablar en puto plural. Me he liberado…oye..(Se ríe, se incorpora, se arregla la blusa).

Ahora ya da todo igual.

(Nos ofrece la mano, con la más bonita de sus sonrisas, a todos los presentes antes de irse.Uno de sus asistentes nos da a cada uno un Vale-Regalo para ir a comer al restaurante de moda en la ciudad )

Tómbola

– Aún no nos podemos ir….aún falta gente!- Mari tenía que gritar para hacerse oír entre el ruido atronador que les rodeaba, proveniente de las atracciones de feria, las tómbolas, los puestos de comida, la orquesta y las miles de almas que se habían congregado allí aquella noche de agosto para celebrar el día grande de aquel pueblo, donde ellas pasaban el verano. Y una chochona se acaba de llevar!!Ahí va la chochona!!Que se van que se van!!. Vicente se les acercó abriéndose paso entre la multitud, traía de la mano a una chica morena en bermudas y top rosa de cuello barco con volantes. Le pareció que tenía una expresión un tanto bovina y la boca abultada, lo que se vio explicado en el momento en que la abrió para saludarlas y se fijó en el complicado aparato dental que portaba. ArrribaArriba todos arrriba vaamos!!. Geni le comentó algo, pero no la pudo oir, sólo mover los labios y soltar lo que le pareció una carcajada.

-Tomás viene ahora, y Rober nos busca más tarde!!- Aclaró Vicente acercando mucho su boca a ellas y alzando la voz lo suficiente para que le entendiesen, vio a Laurita avanzar entre la gente ,sofocada y con el ceño fruncido, apartando a dos señoras que le cortaban el paso, sin pararse a pedir disculpas. Por mucho que dijesen las otras la permanente le quedaba mal, con aquel flequillo ridículo, para la ocasión había elegido un vestido de flores azules y verdes ceñido, por encima de la rodilla y sandalias blancas de tacón cuadrado. Avanti tutti a tutti jorobi ahí van los camellitos más rápidos del Gobí!!.

-Joder para la gente!Hooola!!Creí que no llegaba!!- Todos asintieron, sólo ella pudo oírla.

Tomás apareció poco después, de pronto, tras Geni, dándole un susto, que era lo que pretendía, ella le empujó haciéndose la ofendida, pero no era verdad, llevaba toda la tarde hablando de él, que si Tomás esto, que si Tomás aquello, notó que se arreglaba el pelo, corregía la postura y sonreía tontamente, Tomás metió las manos en los bolsillos y se balanceó sobre los talones, al tiempo que alzaba la vista pareciendo querer comprobar el tendido de luces que cruzaba la plaza de parte a parte. La niña bonita, Ay! esa niña bonita, quién la tiene que se van que se van !!!.

Deciden moverse hacia uno de los laterales de la plaza, para poder hablar en un tono de voz normal y saber a dónde ir, Cartagenera morena,dorada con luz de luna,Cartagenera Cartageneraaa, pierden a Vicente que aparece al poco viniendo del extremo opuesto, se había visto absorbido por una conga gigantesca que le había arrastrado hasta casi los tiovivos, la chica del aparato se ríe y ella puede observar las gomas que unen las piezas superiores de su dentadura metálica con las de abajo. Cada pieza una goma. Cada una de un color. Al menos. Se está preguntando qué labor de ingeniería supondría para esa chica comer algo, cuando Laurita la agarra del brazo y tira de ella hacia el semáforo. ARRRIBA que nos vamooos, SI SI, cántame un pasodoble españooool.

El local donde se meten está abarrotado de gente, como la calle, y todos los rincones del pueblo, apenas se puede dar un paso sin pisar a alguien. De nuevo tienen que hablar a gritos. Tomás y Vicente se van a la barra a pedir, y ellas se quedan solas en corro moviéndose sin mucho ánimo al ritmo de la música. CHIQUILLA!! Por la mañana yo me levanto y voy corriendo desde mi cama…

Ella se dio cuenta de que había llegado Rober porque Laurita le dio un codazo que casi le tira el vaso de coca-cola de la mano, venía acompañado de un chico alto y moreno que ella no conocía y que Rober presentó como Gonzalo, Laurita le volvió a dar un codazo y le comentó algo a Geni que asintió con la cabeza, tratando de no sonreír más tontamente de lo que llevaba haciendo desde hacia un buen rato, ella le dio un codazo a Laurita y le preguntó con un gesto qué pasaba.

-Este es el “Tiburón”-Le dijo al oído, ella la miró sin saber a qué se refería y se topó con la incredulidad en el gesto de ambas mientras sorbían de sus respectivas pajitas, ella se fijó en Gonzalo entonces, quién trataba de tener una conversación con Vicente. Alto, vaqueros azul oscuro, camisa clara, pelo castaño, ojos de un color inedintificable con aquella luz, con el moreno que regala el verano en la playa, y sus facciones podrían distinguirse incluso en una multitud, en general no estaba mal, nada que ver con el mundo de los escualos. Volvió a mirar a sus dos amigas encogiéndose de hombros, todavía sin saber a qué se referían llamándole “Tiburón”. Laurita hizo girar sus ojos mirando al techo y Geni negó con la cabeza al tiempo que volvía a sorber de su copa. Pero ninguna le aclaró más.Me lleva él o me lo llevo yo, pa que se acabe la vaina…En el siguiente local ni siquiera pueden entrar, se quedan fuera fundiéndose con otro grupo de gente conocida. Alguien le pasa un vaso con coca-cola, la pajita tiene de adorno una sombrilla mínima. Levanta la vista para ver quién es.

-No les quedaba Cola, es Pepsi, pero con muchos hielos- Tiene los ojos verde-musgo, ahora si que puede ver el color, sonríe y la hace sonreír a ella también, sin que ella sepa muy bien por qué. Le agradece la copa, preguntándose cómo habría sabido que tenía sed.

Vicente y el ingenio bucal, Geni y Tomás, Laurita se ha quedado retrasada con unos conocidos de sus padres, Rober con su primo Luís, ella y Gonzalo caminan a la par, él las manos en los bolsillos, ella los pulgares en las trabillas de las bermudas.

-Y tú también pasas el verano aquí?- Ella asiente.

-Y tú?

-No, vinimos a comer a casa de Rober y me quedé.

-Hoy está todo a tope- Él sonríe, ella también, sin saber muy bien por qué.

.As a river flows, gently to the sea, darling so it goes, some things are ment to be….En un puesto de tiro al blanco a él le tocan unas castañuelas, a ella un llavero del Atlético de Madrid.OOOOOOOOHHHHBABY my heart is full of love and desire for you So come on down and do what you’ve got to do. Una conga la quiere absorber pero una mano la rescata a tiempo y queda en la suya. Laurita se le acerca y atropelladamente le cuenta algo sobre una tía de su clase que tiene un novio haciendo la mili en Marín, antes de que pueda acabar, ambas reciben sendos algodones de azucar y la misma mano la hace perderse en la multitud en dirección al palco de la música. La reina de la noche, la diosa del vudú, yo no podré salvarme, podrás salvarte tu?…. Alcanza a ver a Laurita dándole un bocado al algodón de azucar al tiempo que la mira sin dar crédito. ….No tengo tiempo que perder, y ya se va el último tren… Y él la guía en el medio de una multitud danzante, y la hace girar, y ella ríe. Y él también. La mano de ella en la suya. Ella sólo le ve a él. Él no puede desprender sus ojos de ella …Porque pareces dormida, porque buscando tu sonrisa, estaría toda mi vida….

Muchos años después ella se acordó de aquella noche, y de que Laurita había llamado a Gonzalo „Tiburón“, nunca había entendido por qué. Quizás porque si tuviese que compararle con algún pez, sería con un delfín. Ella siempre había soñado con nadar con delfines. Y eso era, en definitiva, lo que llevaba haciendo desde entonces con él. Nada que ver con escualos.

.Bailar pegados es bailar, igual que baila el mar, con los delfines, en un solo salón, dos bailarines….

La Fase

A Miguel se lo había tragado la tierra. Pero de eso se enteró después. Lo último que recordaba era haber bajado al fondo de la zanja a asegurarse de que el grosor de las tuberías que iban a instalar era el adecuado, y no como la vez anterior, que habían resultado ser tres centímetros más anchas de lo que deberían. Había soñado con su hermano Leo, habían ido de la mano por el arcén de una carretera que parecía no tener fin, en un momento Leo se había detenido y sentado en el badén, él le había secundado y se habían puesto a mirar pasar los coches. Sin saber por qué, al rato él se había incorporado y había querido cruzar al otro lado para ver de cerca algo que le había llamado la atención, pero Leo le había tirado levemente del pantalón y le había vuelto a hacer sentar mientras meneaba su cabeza negativamente, “eso no se hace, todos lo saben”, le había dicho con dulce voz infantil de boca rota mirándole con sus tranquilos ojos azules, y él le había hecho caso. Y entonces se había despertado. De repente. Con la sensación de haber emergido desde el fondo del mar. Buscó a Leo a su lado. Y la razón de su ausencia le vino de golpe a la cabeza, a pesar de haber estado siempre ahí. Leo llevaba muerto cuarenta y cinco años. Y él no lo había conocido.

Entonces habían entrado varias enfermeras y médicos en el habitáculo, todo se volvió confuso, al menos para él, y todo comenzó a dar vueltas. Supuso que le habían sedado. Esta vez no soñó.

No se había roto nada, ni siquiera la crisma, como le gustaba decir a Marina, su mujer, sólo una piedra le había dado un golpe en la cabeza y le había dejado inconsciente, el peso de la tierra que le había caído encima había hecho el resto. Se pasó un mes de baja, más por prevenir que otra cosa, y después volvió a sus zanjas, pero sin bajar a ellas. El jefe del equipo de ingenieros del Ayuntamiento le había propuesto cambiar el trabajo de campo, por el de oficina, pero él había declinado la invitación, a él le gustaba su trabajo tal y como era, al aire libre a pesar de las inclemencias del tiempo, y de los incontables imprevistos que las obras civiles siempre llevaban consigo.

-Tu madre está en el ambulatorio, pero viene enseguida, sólo va por recetas- Su tía Carmen le recibió con dos besos, pero manteniendo los brazos en el aire, ya que tenía las manos embadurnadas de lo que parecía la mezcla de empanado. La siguió hasta la cocina, donde freía bistecs y patatas fritas, la ensalada ya estaba hecha.- Coge un plato y come, que tienes cara de hambre- Él sonrió y no opuso resistencia a la invitación, sirviéndose dos bistecs y dos cucharadas de patatas recién fritas, Carmen le puso un platito con ensalada.

-Muy pronto coméis.

-Y a quién vamos a esperar?Las dos solas, ya me dirás…- Él asiente mientras da cuenta del bistec, que siempre le parece más jugoso allí que en ningún otro sitio.- Fina trajo dos bolsas de ropa para la niña, después las llevas.

Una vez hubo dado cuenta de todo lo que tenía en el plato, Carmen insistió en prepararle café, mientras lo hacía él se dirigió a la habitación de ella a recoger las bolsas de ropa. Al querer cogerlas, se fijó. Allí estaban los tres. Cada uno en su marco, casi formando un tríptico de plata, tras el que había un pequeño jarrón con flores de plástico. Se acercó un poco más. Leo, Laura y Luís. Leo en blanco y negro abrazado a un perro de plástico, con la bendita sonrisa de sus apenas tres años, Laura más seria, también en blanco y negro, con el pelo recogido muy tirante en un moñito sobre su cabeza, había llegado a cumplir los tres, y Luís, ya en color, sonriendo hacia algún lugar fuera de foco, el pelo rubio algo largo, camisa de cuadros, sólo había cumplido dos. No se habían muerto a la vez, lo habían hecho por separado, y cada uno a su manera. Él había llegado contra todo pronóstico, cuando su madre ya no se suponía que podía engendrar hijo alguno y su padre ya pasaba más tiempo viajando que en casa. No se hablaba de aquello. Tampoco había habido fotos sobre mesas, o historias contadas sobre ellos. Él siempre había sabido de su existencia, pero como se sabe de la existencia de otras personas, sin sentirlos suyos. A Leo le había arrollado un coche, al querer cruzar la carretera estando con su madre, Laura se había precipitado desde la terraza del tejado de la casa de sus abuelos mientras contemplaba desde allí la procesión de Santa María, Luis se había ahogado en un tonel de plástico donde se almacenaba agua de lluvia. Cada uno a su manera. A él se lo había tragado la tierra, pero aún estaba aquí.

-Los tengo aquí, a veces les hablo, fíjate tu qué tontería- La voz de su tía le sacó de sus pensamientos, la miró intentando sonreír.

-Bueno mujer, no pasa nada…- Carmen colocó bien los ya de por sí bien colocados marcos, y le acarició la cara.

-El café ya está.- Y abandonaron la habitación, cerrando la puerta tras sí.

Leocadia, su madre, llegó al poco, con varias bolsas de compra y con el apuro propio de las personas que se saben esperadas para comer. Se alegró de verle y se lo demostró como solía, acariciándole un brazo sólo una vez y levantando las cejas en una mueca que quería parecer una sonrisa.

-Ya cogiste las bolsas? A qué hora entras?

-Mujer, déjale tomar el café…-Protestó Carmen mientras servía los platos de ambas.

-Yo sólo pregunto, como no vienes entre semana…- Y partió un trozo de pan sin mirarle, él se encogió de hombros y removió el café.

-Tenemos una obra aquí al lado…

-Otra vez?- Carmen le miró al borde de perder la paciencia- Qué pasa ahora?

-Alcantarillado

-Ay hombre por Dios, que dentro de poco ya me compro el casco…- A él le dio la risa, Carmen meneó la cabeza, su madre sólo alzó las cejas con su mueca guiñando los ojos.

Las dejó ya en la sobremesa, prometiendo pasarse el fin de semana con Marina y la niña, y después condujo sin prisa de vuelta, la reunión no podía empezar sin él y nunca le había gustado la velocidad.

Laura le miraba tan seria, que él pensó que él había hecho algo realmente malo, ella ladeó la cabeza y casi sonrió.

-Hola Miguel- tenía una voz cristalina y fresca, llevaba el pelo en un moño tirante sobre su cabeza, y un vestido blanco de tela de crepe de falda disparada con enaguas, le llamó la atención que iba descalza.

-No llevas zapatos?

-No, ven..-Y le cogió de la mano, guiándole por una especie de plataforma de cemento, que le recordó un parking vacío y barrido por el viento, caminando despacio llegaron al borde, que se abría a un paisaje que no supo identificar, ella se sentó y él la imitó.-

-No se ve nada- Anotó él, ella balanceó la piernas, y le miró con su casi sonrisa.

-Sólo se ve lo que se quiere ver, Miguel…- El asintió, aunque soplaba viento, él no sentía frío.

-Y ahora qué hacemos?

-Lo que tú quieras

-Podemos saltar, no está tan alto- Ella le mira y ladea la cabeza, ya no sonríe, le acaricia el rostro con su manita, suave, casi sin rozarle.

-No, Miguel, eso no se hace, todo el mundo lo sabe…

-Ya, pero mira, de verdad no es tan alto…- Ella le coge la mano.

-Sólo ves lo que quieres ver, Miguel….

Se incorporó en la cama dando un grito, Marina dio la luz y se incorporó a su vez.

-Qué susto, qué pasa?…estás pálido..- Él se pasó las manos por el rostro y trató de respirar con normalidad sin conseguirlo, ella alcanzó el vaso de agua de su mesilla y se lo acercó, él lo cogió con mano tan temblorosa que ella tuvo que ayudarle a beber- Qué soñaste, hombre? Ay pobre…

-No me acuerdo…no lo sé…- Acertó a responder, para beber varios tragos después, y encontrar su respiración otra vez.

-Dejo la luz encendida?

-No hace falta…perdona

-Ay cielo por Dios…toma, ponte otro almohadón..así no estás tan hundido…- Y dándole un beso, se volvió a acostar y apagó la luz, él se recostó en los mullidos almohadones y contempló las sombras del techo. Recordaba lo que había soñado. Cada palabra.

El badén era demasiado alto. Y la curva ciega. Había aparcado el coche en uno de los caminos de tierra que salían a la carretera nacional, y caminado hasta el punto en el que el coche se había llevado por delante a su hermano Leo. Enfrente entonces había casas bajas, de una sola planta, donde hoy se erguían edificios de viviendas,ante las que él se encontraba en la acera, ausente ésta a lo largo del badén, se fijó que el ayuntamiento había instalado un espejo y dos vallas con fluorescentes a la salida de la curva, lo que permitía ver a los que venían en la otra dirección si otro coche la cortaba o no, ya que a esa altura la carretera, además, se estrechaba. Entonces no había habido espejo, y su madre, al parecer había estado sentada con Leo en el badén. Recorrió el trecho dos veces. Le resultó imposible seguir el curso de la carretera, la curva se cerraba en el badén, y la hacía desaparecer. Era una curva ciega de libro. Se estaba preguntando por qué su madre había elegido justo ese punto para ir a dar la merienda a su hermano aquella tarde, cuando le sonó el móvil. Su compañero Macías precisaba las medidas de unos muros de contención, le prometió pasarse por la oficina en una hora, y colgó. Luego volvió al coche, tardó en poder cruzar. Siempre pasaban coches, y a demasiada velocidad.

-Podemos pasarnos por Ikea para verlos, en el catálogo pintan bien- Marina le mostró el catálogo del que hablaba, señalando la hoja donde estaban los sofás, él asintió.

-Por mi sí, además necesitamos cucharitas de esas de plástico….no sé dónde están todas las que compramos la última vez- Marina rió

-Eso pregúntaselo a Antía- Ironizó refiriéndose a su hija, que en breve cumpliría tres años,y que jugaba parloteando para sí, en el suelo ante ellos, con un par de muñecas y cochecitos, él dibujó un gesto de escepticismo en broma.

-Mejor nos pasamos y compramos otras cien- escuchó a Marina todavía reírse mientras se alejaba hacia la cocina, Antía le miró sonriendo y le mostró una de las muñecas, a la que había hecho un perfecto moño tirante en lo alto de la cabeza, Miguel iba a decirle algo, pero Marina le llamó desde la cocina, necesitaba su altura para alcanzar algo en una alacena.

La que había sido la casa de sus abuelos, era ahora un restaurante de tres tenedores y una estrella Michelín. Lo habían ampliado hacia atrás, hacia lo que había sido la huerta, y construido un aparcamiento para clientes. Si bien el interior había sido totalmente reformado, el exterior había permanecido inalterado, más por las normas de Patrimonio, que por la voluntad de los nuevos propietarios. Macías se extrañó de la cara elección para comer, habiendo mesones más baratos también cerca, pero él le convenció con el chuletón de buey. A punto de pedir ya el café, se excusó para ir al baño, y subió las escaleras, los baños estaban justo al final, sin embargo él torció a la izquierda y se dirigió hacia la salida a la terraza, donde, cuando hacía buen tiempo también había mesas, y ahora estaba vacía. La puerta de acceso no estaba cerrada. La terraza estaba rodeada por una balaustrada alta y negra, sin filigranas. Se acercó. La balaustrada le llegaba a él al tórax. En las fotos antiguas, era la misma.

-Necesita algo?- La voz de un camarero le hizo volverse.

-Sólo estaba haciendo unas fotos de las vistas,realmente preciosas-Mintió haciendo que guardaba su móvil en el bolsillo, el camarero no pudo ocultar su extrañeza, las vistas estaban justo hacia el otro lado, en esa dirección sólo se podía disfrutar de una preciosa vista de la nacional y casas de nueva construcción pertenecientes al feismo más arraigado.-Gracias- Y salió de la terraza, volviendo junto a Macías que ya había pedido café.

Estaba lloviendo. De forma torrencial. Y no había dónde resguardarse. Pero él no sentía la lluvia contra su cuerpo. Ni frío. Tampoco calor. Sólo alzaba la cabeza contra la lluvia y se mesaba el pelo, como bajo la ducha. Cuando volvió a mirar a su alrededor, le vio. Luis le miraba también a él, riendo como lo hacen los niños que esperan de ti que les persigas, y eso hizo él, y Luis lanzó una carcajada de voltera y se alejó corriendo chapoteando con una botas de agua que le quedaban demasiado grandes, corría muy seguro para su corta edad, y se volvía de vez en cuando, sin dejar de reír. Le alcanzó al llegar a lo que parecía un pozo con bordes de piedra oradado en el suelo, ya completamente inundado por aquella lluvia diluviana, él se asomó al pozo, en cuyo centro se abría paso un remolino en forma de tornado acuático que giraba a gran velocidad, Luís sin embargo se mantenía alejado, quieto, mirándole sin sonreír.

-No!-Y su voz infantil rompió la lluvia, y él le miró sin entender, el remolino le invitaba a probar su sinergía, extendió la mano-No!Vem!- Volvió a gritar Luís y se alejó corriendo de nuevo llamándole con su manita, a él le costó decidirse, pero al fin le siguió. Luís ahora saltaba sobre los charcos- Vem! Eto si!- Y volvió a dar volteretas con su risa, y él le imitó en sus saltos, y en su risa, enfrentando su rostro a la lluvia.

-Miguel! Miguel!- Marina le sacudía con fuerza, él volvió entonces, a desgana- De qué te ríes? Yo también quiero reírme así- Dijo divertida, él por un momento no supo qué contestar y eligió la risa.

-Ni idea..

-Pues cuando te acuerdes, me lo dices…te lo estabas pasando bomba- Bromeó ella apagando de nuevo la luz, Miguel ahogó una carcajada en la garganta. Mañana se compraría una botas de agua.

La reunión se estaba haciendo interminable, ya habían revisado los planos tres veces y corregido los errores, no había nada más que hablar. Pero Peón, se empeñaba en calcular los supuestos a largo plazo, lo que no llevaba a ningún sitio en una obra de ese calibre. Al final le convencieron de hacerlo el lunes, el viernes no era día de supuestos a largo plazo. Él aceptó casi a regañadientes y dio por fin terminada la reunión. Miguel salió el primero, había quedado con Marina para ir a Ikea, a comprar un sofá nuevo y cientos de cucharitas de plástico. Llegó a casa con una hora de retraso.

-Ya estoy aquí…estáis listas?

-Estoy lista

-Y Antía?

-Se la dejé a tu madre, no iba a aguantar tanto tiempo….Miguel?…Miguel?!- Pero sólo le contestó el estruendo de la puerta de la calle al cerrase.

Se saltó a posta dos semáforos y un ceda, además de superar el límite de velocidad en varios trechos, se dio cuenta del flash de los radares, y de los gestos de la gente en las aceras a su paso, escuchaba el crujir de sus neumáticos, pero le parecía que eran los de otro. Ni siquiera aparcó, pulsó el timbre de la casa hasta que Carmen salió a abrir asustada por el ruido sin fin.

-Dónde está mamá?!-Gritó sin querer.

-En el parque con la niña, como no llueve…- Miguel se lanzó a la carrera entonces, hacía mucho tiempo que no corría, se sorprendió de poder todavía ganar velocidad por zancada. Llegó al parque sin aliento, girando sobre si mismo, para lograr una visión total. Y la vio. Antía. Estaba trepando por las piedras de acceso al estanque. Quiso correr tan rápido, que tropezó y cayó, pero volvió a incorporarse y a grandes zancadas recorrió la distancia, quiso llamarla, pero no encontró voz. La alcanzó, y la recogió entre sus brazos apretándola contra sí, tratando de respirar, la niña se alegró de verle y le abrazó, al tiempo que farfullaba algo sobre patos e islas. Él no volvió a encontrar su aliento, mientras buscaba a su madre en la distancia. Leocadia también le miraba a él, había recogido unas flores, al fondo, junto a los bancos, no se movía. Sólo le miraba. Para después dirigirse a la calle que accedía al parque. Él recorrió despacio la distancia también, sin soltar a Antía que seguía contando algo sobre patos e islas. Vio venir de frente a Carmen, caminaba lento, con los dedos engarzados unos en otros, sin apartar su vista de padre e hija, se paró y no continuó avanzando, como aquel que se da por vencido antes de llegar a alguna meta, él se acercó a ella, mientras divisaba la figura de su madre alejándose en la distancia, sin mirar atrás. Carmen escondió la mano de él en las suyas temblorosas y buscó sus ojos.

-Yo..a veces les hablo, sabes?

-Bueno mujer, no pasa nada….

Ágata

Me voy a tumbar aquí. No le veo. Está en la cocina. Sólo quiero cerrar los ojos un rato. Sólo un rato.

– Ahí hay mucho polvo.

Pues no me deja en paz. No voy a abrir los ojos. No se acerca. Me roza. Me aparto un poco.

-Déjame en paz.

-Ayer dormiste toda la tarde, no me vengas con que estás cansada.

-Vete.

-Seguro que es porque soy negro.

Y yo persa. Qué tendrá que ver. Sólo quiero que me deje en paz. Me voy más al fondo. A lo oscuro. Así no me ve.

-Tienes los ojos casi amarillos.

Él los tiene azules. Irisados con beig. Miro hacia otro lado. A ver si lo entiende.

-Ahí hay un calcetín.

Me aparto. No sé qué hacer. Efectivamente. Es un calcetín verde. Me encantan los calcetines.

-A ti también te gustan los calcetines?

Se acerca a mí. Acaricia el calcetín. Yo también.

-Me llamo Ágata.

-Yo Sansón. No digas nada…

-Pues Ágata…

-Es de lana.

-Verde. Y suave. Suaaave. Toma.

-Suaave.

-Perdona. Tu no sabes lo que es viajar doce horas junto a una cacatúa brasileña….

Me roza. Yo le rozo también. Le paso el calcetín. Me acuesto y cierro los ojos. Él también. Compartimos calcetín.

-Estos dos son también de madejas de lana?

-Sip.

-Detesto las madejas.

-Yo también.

-Sansón.

-Qué

-Acércate más.

Grupo B

Al final se decidió por el trayecto de vuelta andando, en el de ida en taxi apenas había podido reconocer la ciudad de nuevo, incluso hubo momentos en los que no sabía dónde estaba. Su hermana siempre se las había arreglado para que, llegado el momento, él solucionase sus problemas, y ahora se trataba de recoger el regalo de cumpleaños de la madrina de sus sobrinos en El Corte Inglés. No le había puesto impedimentos, sólo iba a quedarse una semana y no era cuestión de tener un enfado con ella nada más llegar, además el regalo era una caja que no pesaba y le habían dado una bolsita muy cómoda. Había aprovechado para comprarse unos guantes, los suyos se los había dejado olvidados. Escogió la ruta que le pareció le llevaría más directo, cruzando Cuatro Caminos por el antiguo conservatorio para alcanzar la arteria de salida de la ciudad, hizo desde allí un par de fotos con su móvil del efecto de la luz filtrada a través de las nubes, hacia la zona del puerto. Su hermana le había dado un paraguas, con razón, parecía que quería comenzar a llover. Subió hacia lo que había sido el Cine Equitativa, y que ahora eran unos juzgados, abiertos a la Plaza de Vigo. Se sorprendió de ver gente sentada fuera en las terrazas, aún a riesgo de lluvia, y una temperatura que invitaba más a buscar el calor del interior de los locales que aguantar el frío en el exterior, aún solapado por las calefacciones al efecto. A esa hora de la tarde la plaza bullía de niños de todas las edades y tamaños, acompañados por nutridos grupos de padres que buscaban la zona más abrigada de la plaza, escapando de las corrientes que, según recordaba, siempre la habían surcado.

Fue entonces cuando escuchó su nombre. Pero el suyo de verdad. No el de ahora. La voz. En un primer momento no la reconoció, tenía el pelo de otro color y con otro peinado, buscaba ir informal en su vestimenta, y eso fue lo que le despistó, ya que ella nunca lo había sido. Informal. La chaqueta corta de bisón no la hacía lograr su objetivo, por más que los vaqueros estuvieran algo deshilachados en las rodillas, y las botas tuvieran efecto desgastado. Maté. Y se quedó en blanco.

-Nacho! Cuánto tiempo, cómo estás?- No encontró su voz y hubo de carraspear. Y toser. Y al fin sonrió sin querer realmente. Y ella buscó dos besos.

-Bien, bien. De visita- Y le mostró la bolsa de compra como si con eso explicase el por qué de su presencia en la ciudad tras casi veinte años de ausencia, y se preguntó por qué no habría cogido hacia Juan Florez, en vez de cruzar esa dichosa plaza. Maté – Y tu?- Los ojos de ella no le dejaban ni un segundo, buscando retenerle un poco más, en su azul intenso.

-Aquí, con los enanos, tengo dos, esos dos que trepan con uniforme del cole- Y le señaló uno de los juegos infantiles donde una veintena de niños trepaba y se balanceaba, él no supo distinguir los de ella, pero asintió- Por dónde andas?Estás desaparecido.

-Ya. Estoy en casa de Paloma, una semana. Nada más.- No iba a decirle dónde estaba ahora. Buscó el final de la calle con la mirada, deseando poder alcanzarlo, ella se arregló un poco más el pelo y sonrió sin apartarse, casi cortándole el paso.

-Vas a ir a la reunión?.- No supo a qué se refería, pero optó por encogerse de hombros.

-No lo sé, estoy un poco liado, ya veremos.- Y esta vez él le da dos besos y avanza una zancada, ella aprovecha para darle un abrazo, él la secunda a medias.- Adiós, me alegro de verte.- Mintió. Y la dejó atrás. Otra vez. Aún pudo sentir su presencia tras él un rato, hasta que cruzó el semáforo y subió por la perpendicular.

-Tu sabes algo de una reunión?.- Se lo preguntó a su hermana mientras preparaba la cena, Paloma le miró y asintió.

-Leí algo en Facebook, tu GrupoB, los veinticinco.- Y alzó las cejas, al tiempo que apagaba el horno y dejaba un par de cacharros en el lavadero, él soltó un soplido y se mesó el cabello.- Vas a ir?.- Y en el tono de Paloma notó la confirmación de lo que él ya había decidido y negó con la cabeza, y ella también mientras cortaba el pan.

-Hoy vi a Maté.- Paloma cesó de cortar el pan un instante, para luego continuar, pero se mantuvo en silencio. Los dos niños entraron entonces en la cocina discutiendo, seguidos de Manuel, el marido de Paloma, que parecía querer interceder sin poder conseguirlo, y Nacho optó por llevar los platos al comedor para comenzar a poner la mesa.

Se levantó antes que nadie, no quería cambiar el ritmo,así aprovechaba para hacer ya el café y sacar las cosas del lavaplatos. Los niños y Manuel se fueron poco antes de las nueve, Paloma tenía un horario más flexible, así que podían desayunar los dos con calma. No siempre había sido así. Había habido un tiempo de peleas, gritos y portazos. Pero ahora se sentaban cada uno frente a su café, respetando el silencio del otro.

-Una vez se me abrazó llorando en la Plaza de Lugo, imagínate el papelón.- Dijo ella de repente, como si él ya supiese sobre lo que iba a hablar, él, que repasaba sin demasiada atención unas hojas de publicidad de un supermercado la miró sin entender.- Maté. Un llanto sentidísimo, y la gente mirando. Te diré.

-Tiene dos críos ahora, parece que le va bien.- Y pasó la hoja de la publicidad, dándole a entender algo que ella obvió.

-Decía que no sabía por qué te habías ido.- Él levantó de nuevo la vista de la publicidad y la posó en ella optando por el silencio, Paloma removió el café y ladeó levemente la cabeza.- Ya lo sé, ya lo sé, yo sólo te digo lo que ella andaba diciendo.-Él bebió un sorbo de café.

-Quieres tostadas?

-No cambies de tema Nacho.

-Yo no empecé la conversación y no sé a qué viene ahora recordar todo aquello.- Y se levantó para hacer las tostadas. Paloma bebió un poco más de café, pero antes de que pudiese decir nada, a él le sonó el móvil. Notó como se le iluminaba la cara al ver quién llamaba, y alcanzó a escucharle contestar en inglés mientras se alejaba hacia el fondo de la casa.

Había quedado con el de la inmobiliaria a las once, en el reparto tras la muerte de su madre, hacía ya un año, le habían tocado el piso de la Plaza de Maestro Mateo y las fincas en Guitiriz, a su hermana el piso donde ya residía y la casa en Portonovo. Lo habían considerado un reparto justo, los muebles de valor se los había dado a ella, él sólo se había quedado con el ajedrez y el reloj de su padre,y la que había sido la pulsera de pedida de su madre.Tercero con ascensor de nueva factura, tres dormitorios, salón comedor, cocina, cuarto de baño completo y uno de servicio. Les recibió el olor a cerrado, el de la inmobiliaria se apuró a abrir la ventana de la cocina para ventilar un poco, mientras él se dirigía al salón comedor, única estancia exterior con tres ventanas que daban a la plaza, ahora desierta y barrida por una llovizna insistente que había comenzado a caer nada más había salido de la casa de su hermana. Se le ocurrió que el piso tenía un aspecto fantasmal, huérfano de muebles, con los suelos de madera oscura que no ayudaban a regalarle la luz que siempre le había faltado.

-No va a haber problema para moverlo.- La voz del agente le sacó de sus elucubraciones sobre luces y sombras.

-No tengo realmente prisa, pero tampoco quiero ser esclavo de él.- El agente pareció darle la razón y apuntó algo en una tablet.

-Este es el valor actual, según el perito que te dije.- Y le mostró unos datos, Nacho no pudo evitar soltar una carcajada y negar con la cabeza sin llegar a creérselo del todo.

-Me estás tomado el pelo.- El agente secundó su risa, pero no bromeaba, Nacho se apoyó en el repecho de la ventana mirando hacia la plaza.

-Así sea pues.- Y el agente volvió a arrastrar algo en su tablet y ,por una suerte de causa efecto indescifrable, con un crujido como de trueno las nubes acabaron de romperse, y la llovizna dio paso a la lluvia. Nacho se alegró de tener paraguas.

La única persona con la que había mantenido contacto desde que abandonara la ciudad era su amigo Rivera. Él había sido el único al que había contado su plan, y le ayudó llevándole al aeropuerto aquella madrugada en una de las camionetas de reparto de la panificadora de sus padres. El único que había sabido el destino del vuelo. Le llamó después de despedir al de la inmobiliaria, desde debajo de una marquesina, no le apetecía volver todavía a casa y la lluvia no invitaba a un paseo. Respondió a su llamada casi a gritos, a través de ruidos de maquinaria y voces. Siempre que le llamaba pareciera que Rivera se encontrase en el epicentro del estallido de la Tercera Guerra Mundial, ecos de las labores en su panificadora en las naves de La Grela. Se acordaba de cuando volvían a las altas horas a casa y antes de retirarse pasaban por el obrador del padre a que les hiciese un bocadillo, que solían comerse como si fuese el último sobre la faz de la tierra. Rivera había dejado a su novia embarazada cuando ésta contaba diecisiete y él dieciocho, él había actuado de testigo en la boda, que recordaría como otra noche de juerga, sólo que después Rivera comenzó a trabajar con su padre y se veían en el parque infantil de La Marina en lugar de ir de vinos.

-Recibí tu mensaje, pero no pude contestarte.- Le saludó abriéndole la puerta del copiloto de su Volkswagen Polo, él se apresuró a entrar, estaba cayendo la lluvia que parecía no haber caído en meses.- Tu ya estarás acostumbrado, porque por allá será igual, sólo que en inglés.- Él rió y le dio un leve puñetazo en el hombro.- Te voy a llevar a un sitio que no conoces.

-Hay muchos sitios que ya no conozco, créeme.- Rivera insultó a uno que le había comido el carril y remarcó su sarta de insultos con el claxon, para después volver a sonreír como si nada hubiese pasado.

-Vas flipar

-Neno.- Anotó él, Rivera soltó una carcajada de la suyas, como con altavoz, y le dio una palmada en el muslo.

Se sentaron ante uno de los ventanales de la cafetería del mirador de San Pedro, desde donde se les abría la vista total a la ciudad, ahora sumida en la niebla y la lluvia.

-A Pablo siempre le digo que él viene de aquí.- Anotó Rivera tomando un trago de su cerveza sin alcohol, Nacho casi se atraganta.

-Hombre, puesto así…

-A Mari le da mucha rabia, pero es la verdad, es lo que hay.- Rivera era un hombre grande y ancho, sin llegar a poder incluirle en el apartado de gordo, poseedor de una abundante mata de pelo, la lograba mantener a raya con un corte correcto y algo de espuma, sus facciones anchas, como su persona, eran incapaces de no abrirse en una carcajada a cada ocasión y en tiempos había sido él a quien llamar si hubiera que empezar una pelea.

-Vi a Maté.- Rivera dejó su botellín de cerveza a medio camino entre la mesa y su boca, y le miró de reojo, pero no dijo nada, se limitó a beber un trago largo.- En la Plaza de Vigo, salió de la nada…

-Como el monstruo del Lago Ness…

-Rivera…

-Yo hace años que no la veo, al principio si, me aparecía por la panadería a preguntar, pero después paró.- Nacho perdió su mirada en las nubes bajas y el cansino caer de la lluvia.

-Me preguntó si iba a la reunión.- Rivera asintió.

-Si, algo oí, del Grupo B, yo no voy, para qué, el único con el que mantengo contacto eres tu y mira dónde vives, imagínate el resto.

-Fue la mejor decisión.

-La mejor.

-Rápido y sin dolor.

-Lo de rápido si, pero lo del dolor creo que ella no estará de acuerdo.

-Tu me entiendes.

-Siempre nos entendimos bien, o no?

-La vi y no sentí nada. Nada.

-Tienes a Elisenda.- Las facciones de Nacho se relajaron en una sonrisa y bebió un trago de su botellín.

-Te veo mal.

-Es que estoy bien. Elisenda, los chavales y yo, no me hace falta más.

-Los chavales que ya no son chavales, por las fotos que me envías.

-Liam tiene diecisiete, Ivy quince, los tuyos ya te hacen abuelo.

-Pablo casi, veinticinco cumplidos, Rubén veinte, se lo toma con calma…Ivy?cómo se os ocurrió?

-Con los apellidos que tiene no teníamos muchas opciones.

-Roade Reeves.

-Tu lo has dicho.

-Cómo les llaman….”Roud”?.- Y soltó una carcajada de altavoz, y Nacho amenazó con despeinarle.

-Me gusta mi vida tal como es.

-Además, sé de un par que sólo te quieren a ti en el sonido.- Nacho le miró sin seguirle, Rivera le mostró la palma de su mano.- Yo soy todavía de Cds y leo la letra pequeña, y te encuentro siempre….no sé a quién se le ocurrió lo de Iggy, pero, en fin..-Nacho rió y tomó un trago largo.

-Ignacio les era complicado, de ahí Iggy.- Rivera asintió,aunque no parecía muy convencido.

-Una cosa, Maté y tu, también erais de aquí o más del “Avenida”.- Bromeó casi tragándose la carcajada, Nacho negó con la cabeza secundándole.

-Rivera!

Le dejó delante de la puerta de la casa de su hermana, ya cayendo la tarde en la oscuridad de la noche, aunque apenas daban las cinco. Rivera prometió escaparse a hacerles una visita en cuanto pudiese, y sabía que lo haría, ya que se había escapado en varias ocasiones antes. Y siempre era un punto seguido, como si se viesen todos los días. No le apetecía ir hasta Guitiriz a visitar una fincas rústicas en el medio de la nada, así que aprovechó el tiempo que le quedaba hasta su partida para recorrer la ciudad a pie, a veces acompañado por su hermana, quien le guiaba a lugares que en su recuerdo aún eran campo, y ambos se reían de poder hacer ya suya la frase que se le suele achacar a los viejos. Llamó a Elisenda un par de veces por videollamada para mostrarle dónde estaba, y al sólo verla ya la echó de menos, y ella le ofrecía te a través de la pantalla entre risas o sus hijos le preguntaban cosas atropelladamente y a la vez, y querría teletransportarse a su casa, y se despedía a disgusto, deseando que los días hasta su vuelo pasasen rápido. Además había recibido un par de llamadas del estudio de grabación del que era socio, y tenía la sensación de estar perdiendo el tiempo.

-Es justo al lado de la Iglesia de los Capuchinos.- Paloma siempre daba por sentado que él sabía dónde estaban todas las iglesias de la ciudad, pareció enervarse un poco al notar su ignorancia.- Si, hombre, la de enfrente del colegio Labaca, el que era rosa.- Nacho sacó su móvil y tecleó algo con dedos ágiles, para asentir luego, dándose cuenta de dónde se refería.- caíste?

-No sabía que esa fuese los Capuchinos, creía que era la otra de más adelante…cómo se llama?.

-San Pedro de Mezonzo…a dónde vas a dar!, pues allí vas y me recoges dos uniformes de la niña para coger la bastilla.- Nacho se puso la chaqueta y cogió un paraguas plegable.- Y compra pan.

-Y de paso hago una ofrenda al Apostol.- Paloma escondió la cara de él entre sus manos y le dio un sonoro beso en la mejilla.

-Y no te mojes.- Él le devolvió el beso sonriendo, y la dejó inmersa en el proyecto de biología de su hijo.

Evitó pasar por la Plaza de Vigo, y recorrió todo Juan Florez, acordándose de lo larga que era, hasta la altura de la iglesia que le había dicho su hermana. Los uniformes ya estaban listos,y al preguntar el precio se sorprendió de lo baratos que eran los arreglos, en comparación con las fortunas que tenía que abonar a veces. Tomó después la perpendicular hacia el puerto,recorrería Linares Rivas y haría camino por la Fnac, un desvío largo pero necesario, a su entender, además tenía que comprar pan y quería ver si encontraba algo para Elisenda.

Se estaba preguntando si todavía habría acceso libre al puerto, cuando lo escuchó. Su nombre de nuevo. Su voz. Y allí estaba. Maté. Esta vez con una abrigo de ante forrado de piel y botas a conjunto, delante de él. No recordaba sus ojos tan azules.

-El mundo es un pañuelo, Nacho.- En su tono sonó casi como una amenaza, más que un saludo. Sintió un eco. No supo de qué. Para no perder la costumbre carraspeó, pero no contestó.- No viniste el sábado.-Por un momento no supo a qué se refería.- A la reunión, no apareciste.- Llegó entonces un eco más nítido, de la forma que tenía de echarle en cara cosas. Entonces. Lejos. Y ahora volvía.

-Estoy muy liado, no tuve tiempo.- Y se arrepintió de haberle dado una explicación.

-Entra, tengo que hablar contigo.- Y le abrió la puerta de la cafetería ante la que se encontraban, dándole espacio para entrar. Él no se movió un ápice.

-Pero yo no contigo.- Y le sostuvo la mirada azul, que se clavó pertinaz y casi fría en la suya.

-Entra, me debes un café.- Él se adelantó un paso y cerró la puerta sin apartar sus ojos de los de ella.

-No te debo nada, Maté. Nada.- Y sin esperar su respuesta, se alejó de ella. Confirmándose a si mismo la razón por la que la había dejado entonces. Y lo volvía a hacer ahora.

No sintió su presencia tras él mientras avanzaba.

Algo especial tenía que tener la lluvia.

Nonas

*300gr de harina, 200gr de Maicena, 4 cucharadas de azucar, 6 cucharadas de leche, 6 cucharadas de aceite, 4 huevos,1/2 copita de anís,1/2 corteza de limón y el jugo, 1 sobre de levadura. (Dejar reposar media hora)

– No sería mala idea usar esta canción para la misa, con guitarra tiene que quedar muy bien- Alza el dedo índice de la mano derecha, descubriendo la música que sale de un transistor en algún lugar del obrador, pequeño y blanco.

– Qué canción?

-„Estoy contento“

-„Tengo el corazón contento“, no „Estoy contento“ Nieves.

-Ah! siempre pensé que se llamaba „Estoy contento“, fíjate, ya entonces cuando la cantaba aquella, cómo se llamaba?…

-Marisol, Nieves, se llamaba Marisol.

-Pepa Flores, en realidad se llamaba Pepa Flores, que se casó con Gades.

-A ver, tenemos para ochenta roscos, cuatro cajas de veinte.

-Los Martinez-Miranda ya se llevan dos, así que sólo tenemos cuarenta.

-Se me había olvidado, habrá que hacer más masa.

-Haz llamar a Eloísa y Carmen, ellas tienen más fuerza.

-Podemos probar hoy en nonas la canción, la de Marisol…

-…..

-…..

-Por probar, tendríamos que decirselo a la superiora, no es ella muy de guitarras…

-Además vuelve a tener jaquecas, no sé yo.

-Cuando venga José se lo decimos.

-Se llama José? Y yo llamándole Lucas, siempre me gustó ese nombre, fíjate…

-Eso y lo de Eloísa, una cosa es emocionarse en el rezo, otra llorar como una plañidera…

-Es la emoción, siente la presencia del Señor …

-Como no sea la ausencia…

-Felícitas!…

-Traed anís.