En las películas los tipos siempre se llaman Jimmy, o Bobby, también Cody, Rory. Pero no corresponde con la realidad. En mi clase no hay ni uno que se llame así. En todo el pueblo sólo hay un Cody, y es el padre de Beca Williams. Así que no corresponde. Tampoco es verdad que en los institutos no se dé palo al agua. O que nos pasemos la vida cantando por los pasillos y en la cafetería. Sólo tenemos tres fiestas en todo el año, y todas tienen lugar en el último curso. El resto del tiempo, básicamente, nos comemos los mocos. Mi instituto es normal y corriente, como otros cientos de institutos a lo largo y ancho del país. Tampoco tenemos guapo o guapa oficial, ni justo son pareja entre ellos. Malcolm Owens es abiertamente gay desde hace tres años, y Oona Withaker no se lo cree ni va de Miss Universo por la vida, además es una tipa con la que se puede hablar, el año pasado se rapó el pelo al dos, dejó de usar lentillas y volvió a usar gafas de cristal de culo de vaso. Da igual lo que haga, quien es guapo lo es siempre, y Oona lo es. Por fuera y por dentro. Como las tartas de manzana. Nosotros somos el MedioOeste. No lo digo yo. Es la frase que se puede leer en el letrero con el nombre de nuestro pueblo, justo a la entrada, a la derecha. Wiggings Falls. Según parece un tipo apellidado Wiggings decidió hacer parada aquí, otros se le unieron, y decidieron ponerle su nombre al asentamiento. Lo de Falls supongo que lo añadieron porque quedaba bien. Nuestro tramo de río no tiene ni una catarata.

Yo me llamo Parker. Soy el único que se llama así por aquí. A mi hermana mayor decidieron llamarla Peyton, porque a mi madre le había gustado siempre el nombre, en cambio a mi hermano pequeño le llamaron Ernest. Porque, según mi padre, no les cupo la menor duda al verle la cara por primera vez que ese era el nombre que tenía que llevar. Y tuvieron razón. Mi hermano es un Ernest de la vida. Nos apellidamos Bradford. Una vez busqué cuántos Bradford había en el país, y hay varios millones. No todos somos familia. En el pueblo siguiente al nuestro hay otros Bradford, pero no tienen nada que ver con nosotros. Mis padres regentan la única tienda de ferretería y materiales de construcción de la zona. Dame un tornillo, y te diré su nombre.

Como a mis padres les dijeron que yo iba a ser un niño alto y que debían tomar pronto medidas contra un posible encorvamiento de la columna, decidieron apuntarme a cursos de natación. Es el único deporte que practico. Formo parte del equipo del instituto, no estoy entre los mejores, pero me gusta. Y lo importante es participar. No lo digo yo. Es lo que siempre se suele decir en estos casos. Mi mejor amigo se llama Montgomery, no se apellida Cliff, sino Sorensen, y sus padres lo adoptaron cuando tenía tres días de vida. Ellos estaban en una lista de gente que quería adoptar, y una noche les llamaron para que fueran a buscar a Montgomery, que entonces todavía no tenía nombre, a tres estados de distancia, y los Sorensen hicieron el trayecto de una vez sin paradas, firmaron todo lo que había que firmar y desde entonces Montgomery es oficialmente su hijo. Los Sorensen son muy rubios y de ojos azules. Montgomery es de ébano. Esto no lo digo yo. Es un hecho. A los dos nos gusta bailar al ritmo de la música de fondo del supermercado, las películas de espías, las camisas de lana de cuadros, hacer el pino puente bajo el agua, los TikToks de gente que se cae de sitios, los Chicago Bulls, Oona Withaker y colarnos en la Casa McAllister. Bueno, colarnos, lo que se dice colarnos, no lo hacemos. Hay que ir antes a comisaría, decir que quieres entrar, te dan las llaves y ya está. Lo que pasa es que nosotros hacemos como que nos colamos, para darle más emoción. Nadie va a la Casa McAllister. Tienen miedo a los fantasmas. Pero Montgomery y yo tenemos la teoría de que mientras no se sepa si los McAllister están vivos o muertos, no hay fantasmas. Además, los fantasmas no existen. No lo digo yo. Lo dice Peyton. Los McAllister desaparecieron sin dejar rastro un día de noviembre de hace quince años. Desaparecieron todos. El matrimonio, los tres hijos, la madre de la Señora McAllister y el perro. No se fueron en coche, porque los dos coches estaban en el garaje. Tampoco llamaron a ningún servicio de taxis. No se llevaron ni pasaportes, ni dinero, ni ropa. Cuando el hermano de la Señora McAllister fue a la casa tras tratar de contactarles sin éxito, le dio la impresión de que su hermana y su familia habían salido un momento, y que regresarían más tarde. El desayuno estaba servido, las camas todavía sin hacer, la televisión puesta, la lavadora y la secadora esperaban a ser vaciadas, nadie había usado todavía las duchas. Pero ni rastro de las personas que habitaban la casa. Agotaron todas las vías de investigación. La gente llegó a a especular que quizás habían entrado en un programa de protección de testigos, y que esos programas funcionan así. Pero mis padres conocían a los McAllister y no creen esa teoría. Eran los mejores clientes de la ferretería porque el Señor McAllister tenía una empresa de construcción. Además, la Señora McAllister y mi madre habían ido juntas al instituto, y Peyton era de la misma edad que su hija pequeña. Ni la una ni la otra hablan de ello. Mi padre cuenta a veces alguna anécdota. Pero ya menos. El hermano de la Señora McAllister, para evitar saqueos, tiene contratada una empresa que vigila la casa y cuida el enorme jardín. Con el tiempo, el interés por el destino de la familia fue perdiendo fuelle, así que el hermano dio permiso a la policía para permitir la entrada en la casa a todo aquel que tuviera la voluntad de, visitandola, descubrir algo sobre el destino de la familia. Que yo sepa, esa voluntad sólo la tenemos Montgomery y yo. Y, hasta ahora, no hemos descubierto nada que no se supiera antes. En esa casa no hay fantasmas. Sólo silencio.

La idea de visitar la Feria de Inteligencia Artificial fue de Neruda. Neruda es el novio de Peyton. Se llama así porque a su madre le gustaban mucho los poemas del poeta que tiene ese apellido. Ellos se apellidan Halifax. Vio el cartel en algún sitio, y dijo que sería un buen plan para el sábado. Montgomery y Peyton se apuntaron enseguida. Yo los sábados prefieron dormir hasta tarde, y hacer el vago, además nunca me han interesado los robots, a decir verdad, pero al final me convencieron. El padre de Neruda le dejó la minivan, así que fuimos muy cómodos. No debía de haber otra cosa interesante en la que invertir tiempo en toda la ciudad, porque, aunque llegamos relativamente temprano, el recinto ya estaba abarrotado de gente. Resumiendo, llegado un momento Neruda y Peyton se quedaron escuchando a un tipo que hablaba sobre los robots que ayudan a arreglar naves espaciales, y Montgomery y yo decidimos continuar dando vueltas. Nos fijamos en el stand porque ofrecían un menú gratuito, completo, con hamburguesas y patatas fritas, además se podía rellenar el vaso con bebida tantas veces como se quisiese. De paso, si querías, podías hacerte un Test de Inteligencia. Montgomery dijo que con él no contasen, que estaba muy contento con la que creía tener, yo sin embargo me animé. No sé porqué. Montgomery se fue al stand de al lado, a formar figuras con canicas imantadas, y yo hice el dichoso test. Me dieron un Ipad y unos auriculares muy chulos, y me dijeron que me tomase mi tiempo. Lo entregué a los diez minutos, y el chico me dijo que podía tardar lo que me diese la gana, y yo le contesté que ya estaba listo, se sorprendió un poco, pero después le pareció bien, le pregunté si podía quedarme los auriculares, pero me dijo que lamentablemente no era posible. Lamentablente. Recuerdo que me reí. Eran chulos, con luces y esas cosas. En fin. Volvimos cargados con todo tipo de cosas de colorines y que hacían cosas por si solas si pulsabas un botón, bolígrafos, libretas, fundas de Ipad, earpods de promoción, camisetas y vasos termo que te decían la temperatura del líquido con el que los llenaras. Peyton se compró una Barbie conmemorativa. En fin.

Los tipos llamaron a la puerta justo después de que Peyton y Neruda anunciasen que pensaban casarse en verano. Fue como si alguien echa fuegos artificiales, y va y llueve, para que te hagas una idea. Pensamos que serían los padres de Neruda, por eso fue mamá quien abrió la puerta. Pero no, eran dos tipos, con traje, y cara de poker que preguntaron si yo estaba en casa. Dicho lo cual, mi madre empezó a llorar, sin preguntarles la razón por la que querían verme, y el resto pensó que había habido un accidente, alguien había muerto, y esos dos nos venían a dar la noticia. O algo así. Fue una situación rara, que, recordada ahora, provoca risa, pero entonces me confundió bastante. El hecho es que después apareció un tercer tipo, también de traje, pero más amable, que aclaró la razón de la visita, y la situación se calmó. Digo se calmó, porque cuando acabó de decir todo lo que tenía que decirnos, nos quedamos todos en silencio, sin tener ni una idea clara, sentados todos en el salón, mirándole casi sin parpadear. El Test de Inteligencia que yo había hecho en la Feria, había arrojado que yo superaba el nivel establecido. Mi nivel se salía del esquema. La que rompió el hechizo fue Peyton, a quien le dio la risa después de ver mi cara de estupefacción, después Ernest dijo que a partir de ese momento él me llamaría „Cerebro“, Neruda me dijo que eligiese la pildora azul, mamá tuvo que tomar una aspirina y papá dijo que él necesitaba una segunda opinión. Yo me quedé en blanco. Y por primera vez en mi vida no supe qué se suponía que tenía que hacer. Por supuesto, en ese momento, llegaron los padres de Neruda.

Para contrastar el resultado, vinieron dos mujeres muy amables un sábado por la mañana, me dijeron que eligiese el lugar de la casa en el que me sintiese más cómodo para hacer el Test, y yo elegí mi habitación. Por algo la llamo así. Una de ellas se quedó conmigo, la otra, al parecer, se sentó en el pasillo, y mamá le llevó un café. Esta vez tardé ocho minutos.Y me pude quedar con los auriculares, les pregunté si tenían más, porque así no habría peleas por ellos. Nos regalaron una caja de ellos. Tampoco había que exagerar, pero es que son muy chulos.

El resultado fue el mismo. Yo rompo esquemas. No obedezco a la norma. Me salgo por la tangente. Llámame X y acertarás. Por todas estas razones, me dijeron que sería mejor para mi, continuar mi formación en su Instituto. Todos los gastos pagados. Yo dije que en realidad, mis planes eran ir al Community College a hacer algo que me interesase, y después llevar la ferretería de mis padres. Nada más. Mis padres decidieron no influir en mi decisión, ya que todavía estaban haciéndose a la idea de lo estaba pasando conmigo,y, además, tenían que empezar a planear la boda de Peyton. La gente de los Test, que es como yo les llamo, también entendió mi situación, y me dijeron que me dejaban tiempo para pensar en mi futuro sin agobios.

Montgomery fue el único que me dijo que estaba loco si dejaba pasar esa oportunidad. Yo le dije que estaba muy contento con mi vida tal como era, y no quería cambiarla, y él me dijo que esa vida iba a dejar de ser así cuando llegase el verano y, después, todos se fuesen del pueblo a otros sitios lejos, a estudiar o hacer su vida, él incluido, aunque él no se fuese tan lejos y tuviese muy claro que su vocación era ser profesor de primaria. Oona Withaker también se iba a ir. Todavía no sabía si lejos o cerca, pero tampoco iba a estar. Pero yo seguía en mis trece.

Diez pasteles de chocolate de diferentes tipos, formas y gustos colocados formando una perfecta línea sobre la mesa del comedor. Eso fue lo primero que vi al bajar de mi habitación aquel sábado por la mañana. Porque el pastel de boda tenía que ser de chocolate, y la confitería había preparado todos aquellos pasteles de prueba, para que las familias decidiesen. Yo soy más de bizcocho de zanahoria con cobertura de queso. En fin. Iban a venir los padres de Neruda, su hermana, y más gente que yo no conocía de nada a hacer la cata a modo de brunch, y yo iba a ser el encargado de preparar el café. Así que sentí un alivio enorme cuando Ernest, desde el piso de arriba, gritó a todo el que pudiera interesar, que la Gente de los Test acababa de aparcar delante de casa. Por una parte me alegré de no tener que estar todo el día preparando cafés, por otra me pregunté qué querrían de nuevo de mi.

No eran los tipos con cara de poker. Tampoco las mujeres que me habían regalado los cascos chulos. Cuando le vi avanzar hacia mi por el camino, desde el coche hasta la puerta, pensé que yo también quería tener sus andares. Por encima del bien y del mal. Eso fue lo primero que me vino a la cabeza. Sólo vestía pantalones vaqueros, una sencilla camiseta verde y zapatillas de deporte, pero algo le hacía diferente a todos los tipos que vestían así, incluido yo. Tenía cara de litografía, como la de esos autores clásicos que aparecen en los libros. Pelo oscuro medio ensortijado, ni largo ni corto, tez algo pálida y ojos azules como de dibujo animado japonés, grandes y casi tristes. Y digo casi, porque el tipo tenía una sonrisa que me animó a sonreír a mí, sin saber porqué. Se presentó como Sawyer Queen, y me dijo que quería hablar conmigo. En eso, un par de coches aparcaron delante de nuestra casa, y un jolgorio de amigos de mis padres interrumpieron nuestra conversación. Entendí que no iba a ser posible mantener allí una conversación, así que entré y se lo expliqué a medias a mamá, quien automáticamente me entregó dos enormes trozos de tarta de chocolate, recubiertos de dulce de azucar de color azul eléctrico, sobre dos platos de plástico, y dos tenedores. Cogí dos botellines de agua, y me fui.

El único lugar en el que podríamos hablar con calma, sin que nada ni nadie nos interrumpiese, era la Casa MacAllister, y así se lo dije. Si bien no sabía porqué, Sawyer no tuvo problema en ir. Primero tuvimos que ir por las llaves a la comisaría, y después fuimos en coche hasta allí. Me sorprendió un poco que Sawyer no me preguntase nada sobre el protocolo que habíamos seguido, actuaba como si para él fuera la cosa más natural del mundo. Decidí que lo mejor sería sentarnos en lo que había sido el cenador de la piscina, ahora vacía y cubierta por una densa red. Nos sentamos en una de las mesas, de forma que ante nosotros teníamos la piscina y el inmenso jardín, y a nuestra izquierda la casa, oscura y silenciosa.

  • Dices que desaparecieron hace quince años- Lo afirmó, más que lo preguntó, mientras se llevaba a la boca un pedazo de tarta y observaba lo que nos rodeaba, yo asentí y también tomé un trozo. No estaba mal. Quizás un poco de coco de más.- El coco apaga un poco la mermelada, está perfecto de azucar, le doy un ocho, los dos puntos de menos son por las florecitas…- Le miré sin ocultar mi sorpresa. Yo no había dicho una palabra, así que supuse que podía leer mentes. O algo así.- Cantan los pájaros, sea lo que sea que les haya pasado, no fue violento- Anotó sin levantar la vista de su plato, luego me miró y sonrió, y yo también. Para variar.- Parker, tú sabes a qué he venido- Otra vez volví a dudar si afirmaba o preguntaba, pero hube de asentir, ya que tenía razón- Unos tipos que no has visto en tu vida, vienen a decirte que tu cerebro funciona de otra forma y que tienes que irte con ellos, y tú no quieres, por supuesto. Tu vida es perfecta tal como la vives ahora, te llevas bien con tus padres, tienes amigos, en el instituto no te va mal, las chicas te dan bola y tu a ellas. Por qué coño te vas a tener que ir a ningún sitio- Yo iba a decir algo, pero él levantó el tenedor un instante, después de llevarse un nuevo trozo a la boca, invitándome a seguir escuchándole- Entonces no te vas a ningún sitio, vas al Community College a hacer algo, y al poco de empezar te empiezas a aburrir. Un aburrimiento masivo. Cambias de opción. Cambias de horarios. Pero el aburrimiento sigue ahí. Dejas de ir a las clases. No te explicas el porqué, hagas lo que hagas, tu interés por la materia se desvanece en cuestión de horas. Te mientes a ti mismo. El interés se desvanece, porque tú, en realidad, todo eso, ya lo sabes. Como te pasaba en el colegio, y después en el instituto. Pero allí tenías tus técnicas. Tus técnicas anti-aburrimiento. Las tenías tan perfeccionadas, que lograste pasar inadvertido. Eras uno del montón. El problema es que ahora no estás en el colegio. Y entonces decides volver a casa. Tu hermana ya no vive allí, como la mayoría de tus amigos. Empiezas a trabajar con tu padre. Pero el aburrimiento se hace más grande. Pruebas a practicar deporte. Pintar la casa. Hacer inventarios innecesarios. Tu cabeza no trabaja contigo. Ella va más rápido, lo quieras o no. Aventuras fugaces. Visitas ciudades. Da igual donde trabajes, no te adaptas en ningún sitio. No cuadras. Porque tú, aunque sigas mintiendote a tí mismo, no eres del montón, Parker. Tú eres como yo. No, no estás maldito, ni te vas a quemar si te da la luz del sol, simplemente tus neuronas actúan de otra manera. Lo quieras, o no. Así que, lo mejor es que te rindas a la evidencia, y aceptes nuestra proposición. Créeme, no te arrepentirás- Había hablado mientras dejaba vagar sus peculiares ojos azules por el jardín, moviendo el tenedor en el aire, ahora me miraba sin sorpenderse de mi expresión, que reflejaba lo que siente aquel al que quitan la máscara en un baile de disfraces. Por un momento quise llorar. Pero no pude. Sin querer, se me dio por reír. Él asintió y tomó un trago largo del botellín.- Nos han puesto mil nombres. El Instituto tiene uno, lo han cambiado varias veces, pero a mi me gusta llamarnos „Consejo de Sabios“. Somos bastantes, no creas, cuando yo llegué éramos pocos. No tienes que mentirte nunca más, vas a dormir mejor- Yo le miré al sentirme de nuevo descubierto, y él sonrió sin mirarme, atento a algo que pasaba al fondo del jardín- Qué hay ahí ?- Y señaló la parcela de rosales y arbustos que colindaba con la piscina.
  • La fosa séptica- Aclaré yo, él miró hacia la casa, y luego hacia los árboles.
  • Los pájaros se posan en todos los arbustos, menos en esos- Anotó. Nos miramos. Y entendí que yo también tenía el poder de leer mentes.

La reconstrucción de los hechos arrojó que el día anterior a su desaparición, los McAllister habían recibido la visita de una empresa de mantenimiento de fosas sépticas que, después de revisar la de la familia, cerró la tapa, que no tenía candado. Aquellos días hacía mucho viento, y la mañana de los hechos, una ráfaga levantó la tapa. El primero en caer fue el perro, después la hija pequeña de la familia, que estaba jugando con él; ante la tardanza de la niña alguien envió al hermano mediano, que también cayó desvanecido al interior nada más acercarse, lo mismo le ocurrió al mayor, y, uno a uno, al resto de los miembros, en la desesperación de tratar de salvarse unos a otros. Esa noche una tormenta de nieve y hielo azotó la zona. La tapa se cerró sobre los McAllister. Y nació el misterio.

Hasta hoy. El hermano de la Sra. McAllister todavía no sabe qué va a hacer con la casa. Por lo de pronto, ahora al menos hay una tumba con sus nombres y sabemos que están allí. A lo mejor ahora hay fantasmas. Aunque Peyton siga diciendo que no existen.

Yo le hice caso a Sawyer, y acepté la proposición del Instituto. Me di cuenta de que había sido la decisión adecuada nada más llegar. Somos un „Consejo de Sabios“ un tanto peculiar. No tenemos superpoderes, ni batimos records olímpicos, tampoco somos genios locos. Simplemente, cuando tu vas, nosotros ya hemos estado allí.